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ARTE
Avignon
OCTUBRE 2014
Publicación mensual de distribución gratuita producida por: Taller de Artes Plásticas EL PORTÓN VERDE
un puente hacia otra forma de ver
Holograma Vidas que cambian con un sutil movimiento por Walter Pugliese
por De Steven Naifeh y Gregory White Smith
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movido, “Vincent se sentía especialmente atraído por las imágenes de geishas (como lo estaba por todas las representaciones de mujeres que ofrecían placer)”, pero se expresaba con todo su temperamento sobre algo que lo perturbaba profundamente.
n la última de estas polémicas sobre el color y la forma, Vincent fue más allá de su colección de grabados y eligió como motivo la figura que apareció en la portada del número especial sobre japonisme del Paris Illustré: una sensual cortesana haciendo señas para que todos se acercaran a disfrutar de los encantos de su paradisiaca isla. Tras transferir la figura a un lienzo más grande (de casi 120 x 60 cm), cubrió esta imagen de encanto exótico con un caleidoscopio de color. Ignorando las ricas y sutiles sombras del dragón del kimono, la envolvió en dentadas volutas de verde y la rodeo de estrellas rojas. Transformó los rígidos pliegues de seda bordada en una celosía de grueso color cristalino, aplicado directamente del tubo en su mayor parte. Colocó a la figura en un marco amarillo brillante y la rodeo de un ancho borde decorado con una imaginera totalmente diferente, la orilla de un río reducida a sus aspectos más básicos: con las líneas verticales verdes y amarillas del bambú más las líneas horizontales, azules y lavanda del agua y flotando en medio, las esferas rosas de los lirios.
Cuando Sofía, mi hija de ocho años, encontró la tarjeta sobre el escritorio, se maravilló enormemente, deslumbrada con el juego que le ofrecía entre imágenes. ¡Era como mágico! Y entonces, deteniéndose ahora en los cambios que iban y volvían me dice señalando la pintura de Van Gogh, “¡pero ésta está enojada!” y era cierto. Trate de seguirle un poco más el juego hasta que me describió como las cejas se encorvaban y los ojos retorcían frente a la finitud y pequeñez de los ojos japoneses, además de inquietarse con el amarillo y los rojos y verdes que la resaltaban. Tapa de la edición de 1886 de París Illustré, en la que se ve la Cortesana de Keisai Eisen
No deja de sorprenderme la facilidad
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l holograma me llegó desde el mismísimo museo de Van Gogh de Ámsterdam como presente del viaje realizado por Europa. Es bellísimo, por lo simple y por lo que representa. Se trata de una tarjeta bien vertical en cartón grueso, con la imagen que Vincent tomo de la portada del Paris Illustré con una imaginería japonesa, en la que se ve a una Cortesana al Estilo Eisen, pero en las distintas posiciones en las que uno va moviendo al holograma, aparecen o se suceden, el calco a lápiz y tinta que hizo de la revista y finalmente la pintura original japonesa. Asi, uno puede ir descubriendo y observando las similitudes y diferencias de los trabajos. Podemos ir y venir entre dos mundos de apariencia tan disímil. La sutileza y delicadeza de la estampa japonesa se transparenta, en evidencia frente a la tosquedad, furia y colorido de Vincent. Como si desesperara encontrar algo de esa aparente paz y tranquilidad que refleja la cortesana, tan sensual en su mirada, cosa que lo debe haber con-
Van Gogh: LA VIDA Los anos en Francia. Apresar y Liberar.
La courtisane (según Eisen), 1887, de Van Gogh.
con la que los chicos, en su inocencia, se conectan con lo más profundo y sensible. La fuerza estaba intacta, y ella, que no carga con ningún tipo de “conocimiento” ni prejuicio sobre su obra, pudo ver y sentir alguna de las vivencias y sentimientos de Vincent de esos años, tan lejanos en nuestros tiempos aunque tan cercano en el arte, pero también supo percibir la suavidad y serenidad con la que la cortesana japonesa nos sigue observando. Abandonó la postal sobre la mesa y se fue a jugar nuevamente con sus cosas. Asi tan simple, entro, vio y salió de la reproducción de la obra sin más vueltas. No hacía falta más. Había visto lo necesario.
Vincent era incapaz de controlar su vehemencia. Llevaba hasta el extremo cada idea que se le ocurría extendiendo su entusiasmo hasta el límite. Bernard escribió refiriéndose a la pintura de Vincent: “En su esfuerzo de captar algo de la intensidad de la vida, tortura a la pintura… niega toda sabiduría, cualquier tendencia a la perfección o la armonía”. Tanto si debatía en persona o por medio de las imágenes, en la Rue Lepic o en el estudio de otro artista, Vincent tenía que “arrancarse la ropa y caer de rodillas”. “Cuando se lleva fuego dentro”, escribió a su hermana Wil, “no se lo puede embotellar, es mejor que arda a que explote. Lo que está dentro tiene que salir”. Cuando logró introducirse en la realidad de París, tras montar la tan anhelada empresa con Theo, la amistad que reinaba en la Rue Lepic, el reconocimiento que le dispensaban los demás artistas aunque fuera a regañadientes y la zalamera preocupación fraterna de Bernard le animaban a redoblar su apoyo y expresarse cada vez con mayor vehemencia, como si por fin hubiera hallado el ministerio de su vocación. Y, de repente, se fue.
El artista está vivo y nos sigue hablando desde su obra, solo hay que saber escuchar, Trazado de Vincent de la figura para ver, disfrutar y a veces esperar un poco. la pintura La courtisane, 1887.
“Cuando se rompe una tacita de mi colección japonesa, yo sueño que la causa, más que el descuido de las manos de una criada, han sido los anhelos de las figuras que habitan las curvas de aquella vajilla de porcelana; la resolución tenebrosa de suicidio que de ellas se adueñó no me asombra: se valieron de la mucama, como uno de nosotros de un revólver. Saber esto es estar más allá de la ciencia moderna, y ¡con qué precisión lo sé yo!” Fernando Pessoa (Libro del desasosiego)
Almendro en flor. 1890. Óleo sobre tela.