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SIN RENCOR Hace algunos días, en un lugar de torres y molinos, de cuyo nombre no quiero acordarme, el abajo firmante dejóse, de buen grado, tirar de la lengua durante un rato, dolor de muelas mediante, y abrir así mi corazón de un jardinero principiante.

Propúsome la doncella Mariola que me comprara una maceta, una planta como a una mujer a quien yo hablar, una flor a quien regar, unos tallos de savia y de hojas cual mujer fuera para aprender yo a tratar, y yo cual jardinero soberbio herido por mi última planta y lleno de rencor rechacé el ofrecimiento de la maceta como si en esto del amor se tratara de una receta.

Y fue allí el rencor el que me venció, pues me referí a la mujer que amé cual planta carnívora devorara mi mano que la trató, pues aún brotan gotas de sangre de las heridas que me causara, y es que soy un tonto... y no hay quién me ponga las tiritas necesarias sobre el recuerdo de aquella dulce mujer.

Al refrescarla con agua, me quejé de las espinas que aquella planta me clavara, al reforzarla con grama, reproché los mordiscos que en carne viva me dejó, al darle tiesto y abono, me invadió aquel desinterés por mí en gran alto tono, al ponerla a la luz del sol, sentí las dentelladas por creer que aquella mujer no me amara.

Espero reflejen estas letras, que aquel jardinero nunca acertó, pues aquella mujer regalo de dios, nunca pudo ser una planta carnívora, sino una flor del paraíso no bien tratada por un hombre que nunca la entendió.

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