LIBETÍN

Page 1

LIBETÍNNº01 SOBRE SU CONSTRUCCIÓN Y PROBLEMA Escrito e Ilustrado por su servidor MAJ NAVAKA Edición Independiente (Enero 2021)

Nota: Se recomienda leerlo bajo los efectos del happyybrownieeljazz.

I

Dijo que las plantillas podrían pasar por un alquímico proceso raro y extraño desde luego en el que se convertirían en oro, y que solo bastaba la cartulina sellada por la silueta facial de un cognoscitivo retrasado.

Rony dijo que en las pantallas el trascendentalismo se hace mierda, y que el absoluto se encontraba en las yucas de lo muntual, lugar de su apreciada consciencia. Y un Osito de Felpa, metiéndose como el susurro del viento que aparece como un ángel, me agarró de los pelos y me llevó a la ventana

TENGO UN BOTE A PUNTO DE ZAPAR EN MI CUARTO

Después de comerlo pedacito a pedacito y haber discutido en sueños la razón de, decidí construir un libetín para los muchos no entendidos en la materia de lo absurdo. No faltó la Tía en la discusión de pie gritando con su cara de escroto que no aportaría nada a la fabricación del papel.

y miré por primera vez al monstruante que se come mi mierda.

Quizás como el oro no enfríe me derrita en la silla como un queso, qué importa si el libetín espejo de estas aguas de piedra de estas islas peluconas, qué importa si el libetín muerde su cola.

Y me dirá la Tía que mi empresa tan muntual como las otras, que el libetín no puede ser vinculado con la esencia.

“¡Pero soy un Paria!” grité y escuché la puerta y dije, “no diré más porque estoy cansado.”

“No temas”, me dijo, “que la correa es escrita por un sayayin con bigote y que los cuadros los tiene casi todos comprados.”

Y el Osito de Felpa dale con su sayayin con bigote, que se acaban de morir todos en una lengua gigante.

‒ ¡Qué matemático ni que ocho áureos de equis! ¡Ay, tú podrías subir las escaleras de la fábrica ‒dijo la Tía con un cerebro en su mano izquierda y un corazón en la derecha, era una experta escenificando dramas de antaño ‒¡Y qué buena vista desde las torres de papel! ‒y mirándome con ese rostro de decepción ‒¡Y tú en la hemoglobina envanada! Y el Osito parado sobre el escritorio para coger altura, levantó el puño como cada vez que hacía para recitar: ¡Poca importancia tienen las torres de papel cuando con los cuyes computadoras y panes Yesperanzas!Rony:

QUE EL CAMINO ES UN MISTERIO

Entonces acostado en su mueble mirando al techo en busca de rostros mientras fumaba uno de sus grandes tronchos me preguntó cómo un libetín se construye. Yo, como Paria que soy y me creo, no estaba seguro de qué responder. ‒ Una vez un matemático habló de equilibrio ‒ le dije ‒de un equilibrio del alma y un quedarse ensangrentado.

¡Qué bueno sería que ya no existan las estúpidas torres que más parecen flotar que levantarse! Y yo le dije que poco me importaba eso, que yo amaba el misterio pues creía que en este radicaba una belleza superior a todas. Era necesario salir por las santas escrituras del espacio, encontrarle la lengua al paisaje de peñas

¡Qué pensamiento más estúpido y anticuado! ‒gritó el Osito de Felpa ‒ Yo diría más bien que la construcción es la consciencia que levanta una piedra a la nube y lucha por la independencia del sistema de engranajes.

Más bien diría yo que la construcción ideal ‒dijo la Tía, arrugando la cara, con una expresión de unánime autoridad ‒es la que se comienza con la silueta del ladrillo que se posa bajo las camas de los cerebros envenenados por las espinas del oro que no cesa de tejer sus redes en las máquinas olvidadas por la contemplación de una cosa muntual a la que lastimosamente tenemos que rendir culto.

Nada puede estar claro con este grupo de locos, que si no es la torre es el cuy, que si no es el cuy son los callejones ratonianos, que si no son los callejones ratonianos son las fábricas, que si no es la fábrica es el cuarto, que si no es el cuarto son las torres… ‒

y las peñas en los campos de lenguas silvestres.

¡Cinco! ‒ les grité ‒ ¡Cinco cosas creo que son necesarias para construir un libetín! Y empecé a decirles una por una: Debe ser cocinado con los más exquisitos ingredientes, y evidentemente, con las proporciones perfectas y necesarias que requiera, eso ya dependerá del gusto o la habilidad gastronómica de cada uno.

Por último diré que el libetín es su propio dios, y que nosotros, meras carnes y huesos, somos como los tronchos de un chamán, y que él desde algún lugar ambiciona que sus plumas como en la televisión popular.

¡No debe ser hecho a nuestro tiempo! Si no al tiempo que este exija, claro, porque su tiempo es su ser y viceversa. ¡No debe provocarnos cosquillas tampoco! ¿De qué entonces tanta alquimia y huevada?, si el pobre sin cerebro pensará que la poesía está muerta. El libetín debe tener mejores efectos que los kekitos hechos a las finas hierbas, y además debe tener el agregado de ser un tin tin con los yos.

Por eso mismo exige que me corte el pene ‒

le dije a la Tía ‒ y que salga mi sangre como de una alcantarilla entre las piernas ‒y ésta se desmayó que me dio pena.

EL DISCURSO DE LA TÍA Había que reanimar a la Tía, el Osito de Felpa trajo una granada lacrimógena y dijo que si la hacíamos explotar en su boca quizás recobraría la consciencia.

Saqué uno de los libros que tenía en el repertorio y leí un conjuro para recuperar la consciencia: “Dame dado tu erotismo numeral, tu sentido en la dirección de la acción; Levanta del poema persona, que la destrucción sea parte del renacer, y que todo el mal…”

‒ ¡No me gusta que intentes aprovecharte de la situación, desgraciado; que cuando el perro se orina,

Y poniendo cara de huevón guardó la planta dentro de un ropero mágico.

‒ De ninguna manera ‒ le dije ‒No me gusta el olor que deja el aparato de infierno.

Entonces Rony se acercó y puso una planta de marihuana en su cara.

‒ ¿A caso quieres que se levante y nos bote? ¿A dónde iríamos a vivir entonces? ¡Imbécil!

‒ ¡Ya no jodas pe Tía! ‒ la calló el Rony ‒¡Ya todos sabemos esa historia, nos hace perder el preciado tiempo, sería diferente si nos pagaran por escuchar sus discursos! Y la Tía con la cara a punto de explotar

que cuando la paloma pasa, que cuando la caca se nota, que cuando el gallinazo desde el bidón parado nos mira o lo que chucha sea que nos pase, empiezas a recitarte!

Yo me quedé en silencio y de pronto: Ahí estaba la Tía parada limpiándose el vestido morado mientras sus tetas arrugadas caían a la línea horizontal de su torso sin forma. Levantó el índice hacia el techo y con una mirada solemne a través del espejo de sus lentes pidió un silencio absoluto y se cumplió. ‒ Yo soy de un lejano pueblo donde las vacas pastan los perros se escapan al monte y el tiempo es viento y montaña. »¡Qué sabrían ustedes pobres adoradores de lo muntual y amantes de los Callejones Ratonianos, mi familia entre los olivos respiraba el alcohol del hogar y…!

Pensar que el abuelo de la tía del tío del primo del hermano del causa de la doña de la esquina de su tienda del profesor de mi hermano que resultaba ser nuestro abuelo de la genealogía de los apellidos ilustres que no recuerdo pero que tenían dos ramas de las que nosotros hermanos y que al final era un tío que trascendió en la familia con el metal destinado a la penetración de las nubes.

continúo diciendo: “Un siglo más tarde, estamos aquí, discutiendo lo indiscutible, ¡la cojuda construcción de un libetín!”

‒ Puta madre ‒ dijo Rony ‒ siempre la misma huevada ‒y se sentó al borde de la ventana prendió su blunt y contempló bajo sus pies la posibilidad del suicidio.

La construcción de un libetín ‒ continuó la Tía ‒no es muy distinto a los quehaceres de un Pichicaca, y como aquí todos sabemos las reglas de la decencia y las buenas prácticas, ¡los Pichicacas no son bienvenidos!

Recordé entonces las palabras de mi padre sobre la sabiduría que la experiencia y los años nos dan, y me dije: ¡Son huevaaadas! ‒

‒ El Tío tuvo una visión una vez, y dejó una carta antes de morir en la que advertía a todo el círculo familiar que el verdadero orden del mar y las brisas se extinguiría por culpa de los Pichicacas.

» Mientras por otro lado mi madre

‒ Yo más bien pienso lo contrario ‒ dijo un Paria ‒Una tableta y media de caca de unicornio y otra y media de caca de trastornado mental, 500 gramos de lluvia de espectros y 100 de cielitos púrpuras, medio gramo de cemento y noventa y nueve de aserrín, una taza de té, un pan con mantequilla, un reloj que se cayó y nunca volvió a funcionar, una noche a la parrilla de un escudo manchado con sangre adolescente, una caja llena de Juguetes y por último batir durante su tiempo (véase el capítulo anterior para la disertación sobre este tema).

Todos se quedaron atónitos con sus afirmaciones.

‒ El libetín no es más que granos de maíz podridos en una masa de torta licuada sin forma con una mezcla grotesca de fragancia de burro sin bañar y barro de chiquero de cerdos, ¿cómo podría elevarnos si quiera tres escalones en la torres?

Tengo al libetín clavado en el instante, como un fantasma detrás de los sentidos ‒miro el cuerpo laberíntico que me absorbe en la contemplación del cemento ‒Y no olvidemos los kekes, los hongos oruguescos que alimentan al alma de metáforas de yos, ¿qué más querría para seguir con las patas de mono y la pichula saltando de fiera en fiera? ‒ ¡Ay, si algún Pichicaca apareciera en mis trayectos, qué terror pensar en el negro agujero de sus diálogos, en sus trampas y pasadizos sin fondo!

‒ El mundo no está dividido en Papeles y Pichicacas ‒No negaré el amargo terror para la estabilidad de la Caja ‒ No diré más!

dejó mi corazón como una olla de sopa con hongos putrefactos por los días de cosas que saltaban a la vista.

LOS CALLEJONES RATONIANOS

Trazábamos líneas en el círculo como puntos vivientes, jugábamos a los hombros chocones, respirábamos y tirábamos las patas encima de los brazos y las cabezas sonrientes.

Nuestro callejón se había convertido en un museo de rostros de poemas de personas en combate de esculturas de palos y cartones y tintas. Nuestro callejón era círculos y cabezas y cubos que traían los maestros para alentar la división celular: ya se veían las otras caras de las caras que anónimas detrás de pantallas y sillas.

Cuando la amargura rebalsó todas las criaturas, que hasta entonces en las cuevas, en estampida volvieron a tomar los callejones ratonianos; a pesar de que las Águilas Negras rondaban y algunos gorilas se disfrazaban de ratones o de gatos o de parias o de estudiantes, los himnos de cucarachas y mosquitos espantaban a las luces soplonas y estafadoras.

Luego llegaba la chicha y todos nos bañábamos en su aroma, nos dejábamos embriagar con sus punteos y algunos éramos poseídos por su forma: dedos como garfios y codos en noventa, pasos de cangrejos eléctricos, espirales de cinturas y patas que aplaudían en concreto ‒¡Y qué decir de las lenguas afuera, de los aplausos y risas, del reventón de las pepas! Que la efervescencia murió, que las paredes vuelven a estar orinadas con botellas y latas como adornos.

LA LIBERTAD DE UN LIBETÍN

¡Claro que estoy loco!

¡Qué sabrían todas esas mentes del libetín! ¡Si tan solo entendieran que ya entendí que no entiendo! ¡Qué entusiasmo para joder la paciencia!

Y yo, con los oídos sordos pensaré en lo aburrido y apático que me tiene este ciclo

Entonces la Tía dirá que volveremos a los viejos tiempos donde como serpientes detrás del pan sin monedas, que debemos seguir los pasos de las corbatas, que cuánto Pichicaca sentado espera que el almuerzo lluvia divina.

Y que ya me sé las frases de memoria, dirá Rony, mientras busca en su celular las huellas arqueológicas del amor que se fue por su cabecita instintiva, ¡no lo culpo!, pero que vacuo el objeto en el que desea carbonizarse, tan piedra redonda en la pendiente, ¡pero qué puedo decir yo! si soy tan piedra redonda en la pendiente como él, ¡y para colmo sin músculos!

Y Osito de Felpa hablará de unos ladrillos de fuego, de cómo se destruyeron las ventanas y balcones, del nunca acabar del tiempo que se olvida en las masas.

de nunca acabar; me diré a mí mismo ‒y aunque pienso en los Callejones Ratonianos del pretiempo, sabré que es ilusión ‒que no me queda más que la sorpresa, el loco desterrarse a uno mismo para encontrar el nirvana de eso que… ni si quiera sé si existe. ¡Así que escaparé de todos! Cuántos en esta vida habrán pensado lo mismo quinientas veces, no, mil quinientas veces por las veces que lo pensaron. Y abriré una puerta en el estante, confiaré en que no hay cosas malas ni buenas, haré ese pacto que muchos consideran de horror y me zambulliré en los humos, como un conejillo de mí mismo, y haré que el libetín sea cierto, que de alguna manera contribuya a la consciencia de algún ente, y quizás, si es que existe alguna esencia (no lo creo) pueda estar como los barbones disfrutando de una mañana en el parque sin la preocupación del Osito y sus bloques ni de la Tía con sus arañazos en los talones, ¡me siento tan estúpido soñando!

II

Me fui al centro de la Selva, donde iba cada vez que sentía un vacío en mi existencia. La Tía solía decir que ese vacío no era más que el efecto inevitable de pensar que un libetín es posible, de creer que un libetín no solo es un libetín sino que está ligado de alguna manera al AlláSentido.enelcentro todo era un caos pero en medio del caos un hombre gordo atraía la atención de ciertas criaturas. Quise acercarme, tuve la ilusión de que quizás podría ayudarme en mi búsqueda, o llenarme por un efímero momento en el que me hiciera creer que había una luz.Estaba dando un discurso sobre los presos que nos dentro de las reglas de aquellos seres que prefiero no nombrar. Yo no estaba seguro si me encontraba preso o no por ellos, pero estaba seguro que lo estaba por alguna razón. Dijo que la libertad, palabra tan desfasada, por cierto, consistía en eliminar a las cabezas de este reino.

SIN CAPITANES

encontrábamos

Todos bailaban y hacían sus sonidos animales al escucharlo. Yo permanecía en silencio, siempre escéptico a las verdades.Estababebiendo el quinto vino de la noche y me preguntaba si el hecho de haberlos bebido o no me

No había nada que encontrar, al menos no para mí, ni si quiera sabía del todo por qué salía a esas horas, cuando en pocos minutos las Águilas Negras estarían jodiendo.

convertía en un enemigo. ¿Qué pensaría aquella criatura gorda?Y el Osito de Felpa seguro que estaría feliz, levantando el puño a todo pulmón; Rony tan solo estuviera mirando a las hembras, y la Tía, que terrorista aquí y que terrorista allá. Yo más bien estaba en el ámbito de lo ambiguo, y diría que algo de ganas tuve de romper los cascos cuando las bombas nos dispersaron del callejón.

Había discutido con una paloma sobre la razón de por qué algunos cuervos no volamos. La muy estúpida, como la mayoría de las aves viajantes, creía que todo animal con plumas era capaz de volar. No la critiqué porque yo entendía que los animales extranjeros y emplumados llegaban con ciertos prejuicios.

Sentí el impulso de cortarle el cuello con mi pico, pero me tranquilicé a mí mismo y continué narrando: ‒ La falta de unión esquemática ‒ le dije ‒ hacían de las ventanas y autos víctimas sin sentido. El fuego envolvía todas nuestras noches, y su oscuro resplandor

Ratonianos.‒Antes

NOTAS DE UN CUERVO EN LAS SOMBRAS

‒ En la Selva Grotesca el 90% de las aves no vuela ‒ le dije ‒ Y si quieres datos estadísticos anda elévate sobre las nubes e intenta buscar algún compañero. No entendía cómo un cuervo podía vivir como un ratón, entre agujeros y sombras. ‒ Pero tengo una visión que espanta ‒ le decía yo ‒unos ojos que penetran ladrillos. Y le hablé de mis caminatas por los Callejones no habían más que masas que se aglomeraban, sacudían y reventaban paredes, habían tantos animales gritando por todos lados y ninguno era capaz de silenciar al resto. Y miraba esas plumas blancas, ese cuerpo atlético y brillante, esa figura esbelta de la paloma extranjera.

‒ Felizmente llegó el Gordo, criticado por tantos, amado por pocos ‒ tomé otro trago y sentí un fuego que me quemaba la garganta ‒ empecé a graznar para aclararla: ¡ah, ah, ah!, y continué elevando mi graznido hasta que en las ventanas sonaban mis ecos, hasta que algunas sombras se asomaron en las esquinas.

era nuestra madre y amiga, eran para nosotros lo que para ti son esas plumas limpias ‒ y acerqué dos plumas a mi pico e hice un movimiento de vaivén; él me entendió inmediatamente y me pasó un cigarro ‒ No olvido tampoco a las gatas sin pelo ‒ dije mientras sacaba el encendedor del bolsillo ‒ y sus carteras al codo ‒¡Cualquiera diría que estaba loco cuando mis plumas se dispersaron en su sangre menstrual!, ¡qué la luna era un néctar para estos ojos sombríos! ‒ y te preguntas por qué camino, por qué me arrastro, por qué no tengo tantas plumas ‒ ¡Cuando un viejo león se apoderó de los árboles y nidos, de las mañanas y el rocío que dejaba las lluvias! Solo nos quedaba el sábado, ¿ya ves? Y vi la gravedad en sus pupilas. Su cuerpo, que al principio se veía más relajado, empezó a endurecerse como en quién empieza a hacer efecto la coca.

Monos con costras se asomaban detrás de los árboles monstruosos, algunos demonios de cuernos

Estiré mis cinco plumas y entendió totalmente mi gesto y me dio la botella y le metí un buen sorbo.

La paloma se sintió amenazada con la aparición de algunos gatos famélicos y unos ratones con colmillos; empezó a temblar cuando en los techos vio las cabezas de otros cuervos, con ojos de diferentes colores, que empezaron a cantar junto a mí, elevando nuestro coro hasta más allá de los Callejones Ratonianos.

‒ me gritó, pero yo la miré sonriendo y le dije que no se preocupara, que acá todos éramos hermanos.Lasescamas de la serpiente se endurecieron como esmeraldas, y ésta quiso acercarse a la paloma pero salió disparada en el instante en que vio que la serpiente se despegó de mi cuerpo. Un jabalí puso una caja mágica en el piso y todos empezaron a acercarse. De la caja salían disparados chorros de chicha en parábolas de pileta. Y la gente abría las bocas al cielo, esperando la bendición del sábado.

expandidos sacaban sus cabezas por los árboles, y encendían las frutas para iluminar la noche. La paloma dijo que ya estaba oscureciendo y que tenía que irse, pero yo la invité a quedarse. Una serpiente trepó por mi pierna y la paloma dio un brinco.‒¡Cuidado!

una noche en la calle que nos cruzamos y nos saludamos. Pensé en lo extraña y random que era la vida y se lo dije, y ella estaba de acuerdo. No hablamos mucho de lo que habíamos hecho durante ese tiempo pero sí hablamos de los bellos efectos medicinales que tenían los Ellalicores.hablóde cómo se llenaban los agujeros.

Solo unos días después de eso tuve una especie de noica en la que borré todos mis contactos, y pasó mucho tiempo antes que volviese a verla, pues ella tampoco me habló.Fue

Era una mujer de piel azul, tenía unos ojos negros como los de un cuervo, pero más mojados, quizás por el color de su cuerpo.Laconocí una tarde en un parque, donde la vi apoyada en un árbol fumando un delicioso cigarro de plantasCruzamosaromáticas.miradas mientras yo pasaba por ahí, y por alguna razón que yo no entendía, supe que podía acercarme y saludar. Le pedí que me invite unos toques de ese cigarrillo y me senté con ella y como si nos conociéramos de toda la vida empezamos a hablar de los niños que jugaban en la piscina, del sol, y de las rejas que los hacían sentir seguros a sus Intercambiamospadres. nuestros códigos y prometimos juntarnos a conversar otro día.

BLUE WOMAN

Yo hablé de cómo se vaciaban los agujeros después de llenarse.Ellame dijo algo sobre una infancia que fue arrebatada por alguien que no quería escalar su montaña. Yo le hablé de ciertos órganos del cuerpo que desaparecen, a veces, sin avisar, y uno se siente más devastado que nunca. Después de largos intercambios de frases, habernos quitado las ganas de pensar y planificar nuestras vidas, me tiré encima de ella. Me bajé el pantalón y me sobé con su cuerpo, que estaba frío, pero suave, pero helado, pero lizo como una piel deEntoncesalgodón.ella se incorporó poniéndome boca arriba y se abalanzó sobre mí. Y ahí empezó a moverse. Cerraba los ojos y gemía. Yo sentía que no cachaba conmigo y conmigo. Su pequeño cuerpo, como si estuviese hecho de una masa de lluvia, absorbía mi pene en un remolino estrecho, como quien aspira una tirita de viento. Y ver en las profundidades de su mar nada más que capas y manchas de sombra, me evocaba un antílope de otoño, siendo devorado por un agujerito insaciable. Ambos encendíamos la corriente y gritábamos mientras nuestros cuerpos temblaban y la consciencia se desvanecía en una nube que bajaba a nuestra cama, para cubrirnos con su cuerpo como una neblina, y respiremos su frío, y nos atragantemos con su frío hasta colapsar en el colchón y mi cuerpo, desnudo y humano, terminase cubierto por su mar sosegado de la ebullición.

LA TUMBA DEL GORDO

Vi que un montón de criaturas venían en procesión. En el centro del montón, se elevaba una enorme tumba sobre las cabezas, y sobre la tumba había una silla cubierta por una sombrilla, y bajo la sombrilla estaba el Gordo, muertoMeya.acerqué a la bruma y me metí entre los cuerpos. Mi cara chocó con una espalda desnuda y grasienta. Mis brazos, que intentaban protegerme, se bañaron de tierra. Intentaba empujar a los cerdos que no respetaban el espacio, pero estos eran muy pesados y ni sentían mis golpes. Tuve que pasar entre los cuerpos encogiéndome como un roedor. Cuando llegué al féretro vi que adelante caminaban tres gordos, hijos del Gordo. Los cabeza de caballo también ayudaban con el cajón, y lo hacían con orgullo. Tenían unos músculos bien resaltados y una estatura que intimidaba a cualquiera.

Miré atentamente al cadáver. Habían cubierto sus ojos con unas gafas negras. Su cabeza estaba inclinada a la izquierda, encima de un hombro. Sus brazos descansaban en los mangos de la silla, a los cuales estaban atados. Su cara, llena de verrugas y lunares carnosos, estaba llena cerros mantecosos y ahuecados. Tenía algunas moscas girando alrededor de su oreja, lugar que habían cogido de cachadero. Su cuello, cubierto por una capa de mugre que parecía una piel escamosa, tenía una fina capa de sudor, que parecía no dejar de producir a pesar de la muerte.

Y ni qué hablar de los pies, ya con las uñas largas y dobladas como los garfios de los árboles Centro Selváticos, llenos de unas ásperas capas amarillas, que parecían costras pálidas, y que algunos insectos empezaban a usar como camas. No sabía que había pasado ni tampoco quise preguntar. Estaba medio perdido en la Selva Grotesca, sí, y su centro parecía estar más cercano a la condición en la que se encontraba mi mente: extraña, caótica y confundida.Metílas manos al bolsillo y no tenía ni una piedrita de oro.

Su cuerpo estaba desnudo, y debo confesar que sentí algo de asco al contemplarlo, a pesar de que intenté ser lo más objetivo posible. Ya pues todo de color verde, con extraños moretones y hongos que empezaban a devorar ciertas zonas de su piel, era difícil mirarlo y no sentir náuseas, sobre todo cuando algún gusano salía de los espacios oscuros entre sus rollos.

LA PRIMERA CONQUISTA

Muchas de las Águilas Negras fueron metidas a la olla, donde la Bruja se encargaba de desintegrarlas para crear su famosa pócima de la fuerza fucsia.

Como nunca, se habían organizado, y todas las criaturas del Centro de la Selva unieron sus fuerzas: levantaron sus cuernos, sus colmillos, sus garras, sus gritos o graznidos, y fueron entre los Callejos Ratonianos hacia la torre donde se encontraba el Rey León.

Los Hijos del Gordo iban en frente, empujando con sus grandes panzas a sus enemigos, metiendo combos cruzados a cada Águila Negra que se atreviese a oponerse a su visión.Cuando el Rey León ordenó a las Águilas Negras que usen su ataque especial, los Hijos del Gordo ordenaron a los gatos avanzar a primera línea.

Mataron a las Águilas Negras que intentaron interferir, cortándoles las alas y colgándolas con cuerdas de los árboles, como cadáveres de condenados a la horca. Les sacaron los ojos y los pisaron. Les arrebataron los picos y algunos los usaron como guantes de batalla.

Estos esquivaban los escupitajos de pimienta y saltaban sobre las Águilas Negras. Chillaban, intentaban liberarse y sus plumas salpicaban. En ese momento todos los animales se incorporaron también. ‒ ¡Acabemos con el Rey León! ‒ gritaban los tres hombres gordos ‒ ¡Cortémosle la cabeza y hagamos de esta Selva nuestro reino! ‒ y todos gritaban ¡sí, sí,

Todos los cabeza de caballo corrieron como toros y derribaron con sus micras a los Todosgorilas.selefueron encima les arrancaron los brazos les clavaron los colmillos en los cuellos algunos cuervos les picaron los ojos un grupo de hombres les metían cuchillo y en las ventanas unas tortugas gritaban ¡no dejen a ninguno vivo!

vamos!, y entonaban cantos de guerra mientras marchaban entre los Callejones Ratonianos, hacia el centro del Centro de la Selva, donde yacía la torre del rey, una de las más altas de este reino. De los árboles saltaban murciélagos sobre los gorilas que formaban un muro alrededor de la torre, y les arranchaban las armaduras para dejarlos indefensos ante los colmillos furiosos. El cerdo que lideraba a los gorilas ordenaba no se muevan carajo, no se escapen carajo, levanten esos brazos pesados, posicionen bien esos cuerpos corpulentos. Y una rata que estaba entre ellos se preguntaba por qué, concha su madre, por qué tuve que unirme a los gorilas.

Entonces todas las criaturas del Centro de la Selva entraron a la torre. Muchas palomas salían volando por las ventanas, algunas personas serpiente se tiraban cuan suicidas y muchos ratones con camisa se escondían en los inodoros.Cuando estaban a punto de llegar a la alcoba del Rey León, una enorme águila negra lo sacó por la

ventana y lo llevó por los cielos, probablemente, a la parte más brillante de la Selva Grotesca. ‒ ¡No importa! ‒ gritaron en ese momento los Hijos del Gordo ‒ ¡Ahora el Centro de la Selva es nuestro! ‒declaró y todos los que habían participado en la invasión de la torreLuegoaplaudieron.losHijosdel Gordo salieron a mirar por la ventana y allí estaban todas las criaturas que se habían unido a su causa. ‒ ¡¡¡¡ESTA NOCHE TENEMOS EL GRAN HONOR DE HABER INSPIRADO LA CREACIÓN DE UNA NUEVA GENERACIÓN DONDE TODOS SEAMOS LIBRES!!!! ‒ y las criaturas allá abajo gritaban de alegría mientras seguían bebiendo sus pócimas fucsias, elevando sus sonidos hasta el temblor de las nubes ‒ ¡¡¡¡NO MÁS HAMBRE, NO MÁS FALTA DE COLCHÓN BAJO EL FRÍO, NO MÁS MUERTE POR TANTA FALTA DE ATENCIÓN, AHORA TODOS ESTAMOS JUNTOS EN LA CONSTRUCCIÓN DE NUESTRA TIERRA IDEAL!!! ‒y las criaturas allá abajo empezaron a zapatear y elevar sus cantos sobre los edificios y árboles ‒‒ El sueño es la roca que tira del cable, el árbol que con su ojo mira, iluminando las veredas y pequeñas flores entre grietas. El sueño es el colmillo que atraviesa la carne ‒La torre perderá su altura en nombre de un sin papel en los campos.

El Paria estaba entre la multitud, sacando joroba, mirando con la manzana boquiabierta, con los cabellos de punta, con los piercings alborotados por la bulla y una cara de no entiendo cómo cuándo y dónde los Hijos del Gordo allá arriba.

Pero después no le dio importancia y se puso a celebrar junto a todas las criaturas, aprovechando el dimiti y los huevitos de codorniz gratis. Esa noche todos bailaron y bebieron hasta que sus cuerpos no dieron más y cayeron dormidos. Al día siguiente los Hijos del Gordo levantaron a todos y hablaron sobre trabajar los campos que se encontraban alrededor del Centro de la Selva, porque poco tiempo quedaba para la llegada de los días más grises, y todos dijeron sí, y fueron corriendo; excepto un viejo oso, que no quería dejar su carrito de dimiti ahí en medio de los Callejones Ratonianos, pero los Hijos del Gordo le dijeron que ahorita no se preocupara por eso, que ahora vivíamos bajo una buena ley, y que lo más importante para todos era ir trabajar el campo, y nadie le discutió y todos marcharon al trabajo.

‒ El cuervo desde la esquina contemplaba el centro del Centro de la Selva, con su libreta en la mano.

La idea de construir un libetín me seguía estrangulando, así como las voces de la Cerdita y la Tía: la Cerdita diciendo que no tengo el don que tuvieron los grandes arquitectos, y la Tía jodiendo con las torres de mierda.Me recosté sobre el piso y vi un grupo de cuervos infernales, que a diferencia de los cuervos, estos tenían los ojos blancos y muchas veces estaban cubiertos en llamas. Eran los únicos que permanecían indiferentes a todo lo que había sucedido en el Centro de la Selva. Estaban en medio de una pista saltando y dando vueltas en el aire, haciendo que sus alas salpiquen chispas de fuego. Vi que ellos sacaban de sus bolsillos esas bellas piedritas negras, que no recordaba su nombre, pero que

alguna razón el dimiti había desaparecido. Los productores de dimiti no sabían qué pasaba con sus cosas. Y sin dimiti, digo con vergüenza, sentía que no era capaz de soportar mi vida.

CONFESIONES DE UN PARIA I

Estaba un poco cansado de todo. Sentía que mi vida era una repetición de lo mismo, y que lo mismo era nada comparado al todo. Cada vez que estos pensamientos venían a mí era difícil no pensar en lo que decía la Tía: que dejara de pensar cosas que no van ni vienen al caso, que tenemos que cagar en un lugar donde se jale la palanca.Por

A diferencia de trabajar en las torres de papel, aquí no me pagaban con oro, pero me aseguraban un cuarto, el cuál iría creciendo según mis años de servicio; me daban atención chamánica especializada, desayuno, almuerzo y cena; además, tenía mucho tiempo para dedicarme al ocio.

La torre del centro del Centro de la Selva la habían convertido en una gran biblioteca, y ahí pasaba muchas de mis horas intentando buscar respuestas para mis preguntas sobre el libetín, pero poco había sobre el tema,

había probado hace mucho tiempo una vez y, siempre quise volver a probarlas. Me acerqué y les dije que ya no podía con mi vida, que necesitaba medicina para mi Kja. Ellos se rieron y me dijeron que todo hombre angustiado era bienvenido a su grupo. Me dieron un par de piedritas negras y guardé una en mi bolsillo; la otra la raspé con una navaja sobre mí, haciendo que caiga su polvo brillante sobre mi cara, e inhalé profundamente, sintiendo que las paredes se convertían en un nuevo cielo donde el comerse las nubes era posible, donde no importaba si teníamos plumas que sirvan o no porque igual volábamos, donde el libetín era el oxígeno del aire. II Después de unos días ya no aguantaba el hambre, y a diferencia de los cuervos que a pesar que no volaban podían comer las frutas y escapar muy rápido de los feroces hombres con cabezas de caballo, yo no podía hacerlo ‒no sé si por debilidad o cobardía‒, y empecé a trabajar en los campos de arroz.

III Podría sintetizar todo lo que pasé en unas cuantas palabras: un recuerdo elevado a una santidad dorada. La luz caía sobre nosotros, y su cabeza me besaba y se movía lentamente hacia mi pene, y cuando se lo metió en la boca yo sentí que toda la Zeta del universo se insertaba por mi boca, como un viento helado que me atravesaba por dentro hasta llegar a la punta de mi pene, y el mundo se acaba en tres segundos. IV Cuando desperté seguía ahí de pie, con mi copa de sabia en la mano, siendo una partecita del gran círculo que se había armado en la pista. Las araucarias escupían hacia el cielo, a través de su ojo, llamas que enrojecían la noche.

Cuando me cansaba de buscar respuestas me iba a los Callejones Ratonianos, a buscar a los cuervos infernales y su deliciosa medicina. Ellos me habían enseñado la magia de combinar las piedritas negras con la bebida de sabia de araucaria, hecha de una manera secreta que solo los cuervos infernales conocían.

o mejor dicho nada, porque lo poco estaba escrito en símbolos indescifrables para mí, o quizás para cualquiera.

‒ Y que nosotros aunque nuestras alas no nos levanten sobre los muros, somos libres; aunque no levantemos el puño, somos libres; aunque vengan con sus religiones de mierda, somos libres ‒ y yo también comencé a saltar poniendo mi cuerpo en 45º y girándolo

720º y cayendo en 90º de finura, y luego a darle de nuevo ‒ Todos los cuervos graznaban mientras giraban 1480º por salto, chispeando como fuegos artificiales de circo ‒Y recordé a aquellos viejos cuervos del infierno, quienes a pesar de que ya estaban muertos, sus fantasmas merodeaban por los Callejones Ratonianos, a veces susurrándonos sus antiguos versos, para que no olvidemos la importancia creadora de la demolición ‒

A veces discutían porque uno creía que cada uno debería recibir un tipo de trabajo según sus condiciones, y el otro decía que el trabajo debería ser el mismo para todos, y el último decía que debían dividir al trabajo y a las criaturas en cuatro tipos, y que a cada uno debería corresponderle un trabajo de acuerdo a este. Sus debates demoraban horas porque nunca se ponían de acuerdo, a pesar de que intentaban ser lo más científicos posibles. Al final concordaron en que la educación era primordial, pues ayudaría a crear una identidad en nuestro territorio, y con ella generar una idea más

FRAGMENTOS DEL CUADERNO DE UN CUERVO *

Todos trabajan duro, pero felices. Tienen la certeza de que trabajan para ellos mismos. Todos tienen trabajo y comida. Hay algunas criaturas que se niegan a trabajar y algunas otras discuten si las primeras tienen derecho a comer o Nadieno. trabaja los lunes, y los lunes todos celebran con el poco dimiti que hay; y en las fiestas entonan versos que exaltan sus nuevas vidas. *

En el cuarto más alto de la biblioteca, los Hijos del Gordo estaban debatiendo cómo se organizaría el trabajo.

Todos los días los Hijos del Gordo salen por la ventana más alta de la torre, les cuentan un resumen de sus discusiones a todos y narran los planes futuros. La mayoría acepta casi sin pestañar todo lo que dicen ellos. Hoy Frank dijo que las Casas Formativas serán especies de internados, donde los pequeños deberán quedarse para poder ser educados al 100%, de una manera integral. Muchas madres no estuvieron de acuerdo, pero gracias a que los padres les decían las cosas positivas de tal decisión, accedieron no sin cierta inquietud. En ese momento apareció un pajarito que sabía volar, y se posó en el techo de la torre y cantó a todo pulmón que vio a los Hijos del Gordo bebiendo dimiti, y comiendo grandes platos de carne. Todos pitearon en el apto exigiendo una explicación a los gordos. Estos dijeron que necesitaban el dimiti para la labor no solo intelectual y administrativa en la Selva Grotesca, sino también para el creativo y emocional, pues, como tanto trabajo en el día los estresaba y agobiaba, era necesario un relajo sicodélico y lleno de placer gustativo. Muchas de las criaturas, evidentemente nada tontas, decidieron callarse por esta vez, pero al llegar a los

completa de lo que somos y hacia dónde vamos. Frank decidió dedicarse a la redacción de los manuales que se leerían en las Casas Formativas. Dijo que para eso necesitaría mucha bibliografía y que por lo tanto, debía pasar el resto de los siguientes días en la biblioteca, y dejó encargado sus labores administrativas a sus hermanos. *

Callejones Ratonianos, juntarse con los cuervos infernales quienes dieron a todos de su famosa sabia de araucaria, recordaron las noches en las que eran sacrificadas sus crías como piezas sin valor, y pensaron en todas las veces que creyeron en alguien, y recordaron aquellas fotos que colgaron en sus paredes con velas.

‒ ¡¡¡TA HUEVÓN, PIENSAN QUE LA GENTE ES COJUDA!!!UnOsitode Felpa se puso en medio de las criaturas enojadas a gritar los versos de un famoso libro rojo, pero todos lo empujaron y quienes conocían el libro le patearon la cara.

‒ ¡¡¡YA ESTAMOS CANSADOS DE QUE SE CREAN PENDEJOS!!! ‒ gritaba una mujer con megáfono ‒ ¡¡¡VENGAN, VENGAN TODOS!!! ‒ decía y la gente se movía y hacía caso a su voz poderosa ‒¡¡¡USTEDES PÓNGANSE ADELANTE, ADELANTE Y EN ORDEN!!! ‒ y otra vez nos armábamos con platos y tenedores ‒ más adelante nos daríamos cuenta que los caballos ya no estaban con nosotros.

‒ ¡Qué libetín ni que ocho cuartos! ‒dirá la Vieja la Tía y su hermana ‒ ¡Anda levanta tu papel, dale vuelta y enrróllalo para depositarlo en el nido de hormigas bajo las torres! ‒¡Qué importa si el teléfono allá no tiene cable, o si la vieja en el teclado prehistoria de una vida de recuerdos! ‒

Ya verás que un libetín Pichicaca tirado en la esquina durmiendo, nada más que soñando con la falsa grandeza de un pasado “heroico”. Pero jamás olvidaré a los cuervos infernales, ni me alejaré de sus graznidos,

PENSAMIENTOS DE UN PARIA ¿Quién lo pensaría? Volviendo a la Torre de Papel. Dirá la teconchesumadreTíalodije,telodije, y cogeré alguno de los viejos textos que guardo para casos de emergencia, abriré una página random con la esperanza de encontrar alguna respuesta.

ni de sus plumas que me sirvieron de colcha, ni de sus ojos que me sirvieron de faros, ni de su arte que me reveló el camino de los caminos de los caminos.

III

Aunque no tenía como la Pulga la magia de los dados por el juego, o la magia del juego con los dados, o la magia para los dados en el juego ‒ni como un Paria que almenos de tanto cuervo y canario un gritito por aquí que da risa y chispeante ‒hasta un Osito de Felpa en la garganta un ají en llamas bombea sangre a su corazón.

¿A caso no soy Rony más paria que un Paria? Ni qué decir de las tetas de la Tía, con la naturaleza atrayente de las tetas, más interesantes que esta cara de nada, que estos pelos de nada, que estos aretes de nada. Y en encima en el calendario de los cuadrados solamente tengo la noción de haber vivido entre panes y panes abstractos.

JUENÓLOGO DE RONY

Bueno, al menos aunque mi inteligencia no sea del todo funcional tengo en el tin tin del arete ‒

una poesía que ni yo mismo entiendo ‒pero que evidentemente está ahí porque sale la chispa en el momento en el que pienso en aquello único que para mí vale la pena.

Ay, maldita Blue Woman, te fuiste y me pensandodejastesentu muffin, Blue Woman, Blue Woman, me pensandodejastesen tu plástico, en tu olor de ácido, en las nubes marinas que envolvía tu cabello de kraken. ¡Ya no hay pole dance que te supere!, te llevaste mi alma como una sirena insaciable, y cuando te cansaste la dejaste botada en algún barco hundido hace siglos habitado por sombras de tiburones y negras formas de serpiente entredeslizándosecorales y huecos de óxido. ¡AY, MALDITA BLUE WOMAN! ¡COMO QUISIERA AHOGARME EN TU VIENTRE UNA VEZ MÁS!

DE VUELTA AL TRABAJO ‒ ¡No entendiste ni un carajo, loco! Que andar por aquí que andar por allá que si viene que si se va que andar juntándose con la cacana y los trapos colgando sinsuciostener una fábrica ni torre ni nada. ‒ …El Pichicaca Lorenzo es un mono flaco y alto, con una nariz de payaso bien roja; todos saben por la selva que su especialidad es el cabezazo sorpresa que da más dos de energía y potencia si se hace en medio de un diálogo y carisma. Y la Tía corre que corre por todos lados buscando tablas y clavos y martillos y cerrando las ventanas las las…puertas

‒ ¡Este es mi techo! ‒ gritaba ‒¡Este es mi techo y yo misma lo levanté con estas manos viejas que nunca se han pintado las uñas! seRonyhabía comprado un nuevo bong y “nodecíatengo más amigos que este amigo, no tengo más sueños que este sueño.”

Y el Osito de Felpa miraba como las ventanas se iban cubriendo poco a poco y se extinguía la luz del sol, dejándolos a oscuras: “En los campos de arroces y papas me sentía feliz, ¿por qué debo estar atado a un Paria? En los campos de arroces y papas creí que con la Palabra, era posible sentenciar a lobos y coyotes, ¿Pero qué soy yo para andar creyendo cosas? ¡Quién seré yo!” ‒ Creo que ya tengo casi concluido el libetín ‒les dije a todos y todos me miraron raro ‒aunque debo confesar que hasta no poner la última pieza nunca se sabe nada.

No podemos hablar de su belleza hasta el final, donde la última pieza deforme saque del caos su constelación; pero debo confesar que del orden primordial la lógica de los patos que saltan y las hojas que derraman gotas de lluvia como se reparten las cartas, matan con la adivinanza del sol los efímeros momentos de erotismo nocturno. ¡Ay, y qué decir de los oráculos mainstream que levantan polvo y esas cosas pero uno ya es más oráculo que el oráculo!

¡Hay recetas que he descubierto! Como el desatar los rieles de la decencia maquinal y romper el hechizo de los mapas conceptuales. ¡Porque el libetín flota en el aire de las épocas!, es una medicina para las carcasas de los techos heredados. ¡Hay en tierras lejanas esperando una luz, y esta responsabilidad de lo perfecto adelantará la posibilidad de la estadía! ‒ ¡Qué será del arroz mañana, qué será de las papas! ya para eso no ser oso ni felpa ‒y colocó sus manos en ambos lados de la cabeza y la levantó y…

‒ ¡Qué más sabes de él, quiero saber más detalles! ‒me gritó la Tía y no me quedó más que responderle: ‒ Siempre viene acompañado de un cuervo infernal que se ha puesto como nombre Charles; ah, sí, y es adicto a las piedritas obsidianas.

La Tía se había armado con una escoba y como quién levanta su mazo gigante de guerra marchaba por todas las ventanas y puertas de la casa esperando la llegada del Pichicaca. Decidí quitarme la ropa y retratarme también a mí mismo.

Yo saqué mi caballete del ropero mágico y lo asenté ahí en medio del cuarto y empecé a retratar sus miserias.

Rony se estaba masturbando en la esquina del cuarto, con los ojos cerrados y susurrando palabras inentendibles, con dos nubes de humo saliendo de sus orejas como si se quemara un chicito en su cráneo.

Entonces corrió hacia el sótano de la casa. Cuando encendió la luz encontró a Coraje temblando y dio un grito a los siete cielos.

Ambos querían que todo termine de una vez por todas. En medio de la sala, saltando de mueble en silla y de silla en mueble, recitaban los invasores poemas de los hermanos Pink Panters: Como la estaca atraviesa el túnel de poros y serpientes de masas atrapa moscas

LA LECCIÓN DE CORAJE y… vimos la cabeza de Coraje, el perro cobarde, toda pequeña y rosada, con esos enormes ojos tan chillones y blancos. Cuando la Tía dio su giro de 180º en su marcha, ahí estaba parado el Pichicaca Lorenzo, con la boca abierta y una botella de dimiti en cada mano. Ésta asustada y gritando levantó la escoba pero con una mordida el cuervo infernal la hizo astillas y polvo.

de metales oxidados en algunos casos y carnes que rasparon uñas mal cortadas.

Ya tan Alicia sin ser Alicia y tan Alicia y tan huevo en la frente partido bajo las llamas de una piedra en la pendiente de Alicia sin ser Alicia en la frente de la prontitud segadora sin ser Alicia pero con la razón puesta en la cordura de la locudez que ya no tengo y tengo porque yo no soy Alicia ni mi hermano ni cordura. Y el Pichicaca le pasó la botella al Paria y este se tomó un buen trago, lo suficientemente largo como para sentir la pegada al cerebro. Entonces recordó a una vaca de chocolate, a quien siempre tenía presente las tardes en las que el vacío en las joyas del nacimiento del hermano que era él.

Así llegamos a esas flores artificiales en el cielo a esos enanos que saltaban de las manos a unas moscas que bajo los rayos del sol dibujaban el camino de nuestra imaginación. ¿Ya para qué más zapato, más camisa, ya tantas veces lo habré dicho que me quedaré sin pacientes, por qué tanto ladrillo y menos gato?

Entonces se escuchó que alguien entraba. Miraron por el estrecho espacio que había en la rejilla del armario, y pudieron ver al Charles, con un viejo traje y un moño atado en el cuello dividiendo su cabeza de cuervo con su cuerpo humano emplumado. Lorenzo tenía un arcoíris dando vueltas en sus ojos, y el Paria contemplaba todo desde lejos, sentado en el piso, como si observara una escena sumamente trascendental. ‒ Ya verás que a un maní hecho pasa se le espanta con lapicero y cuaderno, te enseñaré cómo si es que eres capaz de encontrarme alguno: ¡rápido rápido!

Cuando empezaron a danzar que daban miedo con esas chispas típicas de los Callejones Ratonianos retrocedieron los otros hasta chocar con el closet, y ahí se escondieron a oscuras.

‒ Si supieras ‒ susurró la Tía en la oscuridad ‒Si supieras que un gusano en algún túnel del cerebro, ¡será una cuestión neuronal!, ¿sabrán acaso de la cadena que nos ahorca en secreto, más allá de las torres y plagas? ¡Ay!, si supieras todos en casas diferentes, llorando cada quien su llanto, planchando cada quien la ropa, cepillando cada quien las ollas.

Cuando se los entregó a la Tía ésta con mucha confianza ya abrió el trasero cuadriculado del cuaderno y dijo: “Jalé la matemática tantas veces que ya no recuerdo, pero si algo he aprendido de esta perra vida, es que los Pichicaca en el cerebro carcomido explota si sale el lingo con manoplas y zapatazos.”

Y Coraje empezó a mover las cajas del armario y a olfatear con la nariz y tocar con los dedos e intentar ver entre manchas y sombras. Algunos pericotes salieron corriendo e hicieron algunos sonidos y la Tía: “Ssshhhh”. Pero igual ninguno de los otros había escuchado nada, estaban sumergidos en su recital. Coraje siguió buscando entre cajones y más cajas, ahora subiendo la nariz hacia los otros pisos del armario. Se escucharon los zumbidos de algunos insectos voladores. Coraje sintió que cucarachas le caían en la cabeza y quería gritar y mearse ahí mismo en el pantalón. En algunas cajas encontró balas de pistola, condones nuevos, diferentes tipos de pastillas psiquiátricas y hojas arrancadas de libros de anatomía. Un pequeño insecto de luz roja iluminó su búsqueda y Coraje pensó que quizás dios existía, y que este estaba con él todo el tiempo. En el siguiente piso descubrió cartas con dibujos de criaturas extrañas, que parecían mezclas de animales con animales, y siempre con algún color del arcoíris. En unas cajas que se encontraban al fondo del último piso del armario, después de armarse de valor para botar a unas pequeñas palomas mojadas que dormían ahí, encontró una caja llena de cuadernos y lapiceros, y volvió a pensar en dios.

‒ Todos andan con un tatuaje tradicional de un corazón con una espina en el biberón, y en sus trajes y equipamiento uno puede connotar qué locura la que gobierna sus leyes.

Colocó el cuaderno sobre sus piernas y destapando el lapicero continuó: “Con las palabras como esferas en el hilo que junta su camino, corre el supremo equilátero fuerza que se escondía en el átomo de las neuronas y células”

Y pensará después que nadie a pesar de la juventud y el adelanto podía superar la vejez de tanto trabajo hecho cuaderno y canto, como diría el mismo Charles, hecho graznido y testigo.

»Tienen la habilidad de chuparte los huesos hasta hacerlos polvo, y encima lamen tu sangre como perritos gore.

»En lugares lejanos, hasta los reyes se han pronunciado ante este problema estatal: los han mandado a campos paradisiacos donde puedan MORIR SIN JODER.

»“Si ponemos cinco perlas de unos colores celestiales en la mitad de una sartén bien caliente y con una regla medimos la cojudez y ponemos cinco caquitas de ratón en la otra mitad y vemos la forma del olor subiendo entonces sabremos, viendo tan hermoso cuadro, que un libetín debe seguir la misma fórmula también” Puso la punta sobre la nalga cuadriculada del cuaderno.

“Ante los cerdos bajo el colchón, en el jazz vomitivo de la sombra, con la silueta detrás de uno buscando desorientar la dirección. Así dicta el sol caprichoso salir de entre nubes riendo con las espinas del tatuaje mal hecho atravesando las pupilas vampíricas.

»Seguro que el estúpido del Paria diría algo como ‒ y sacando la lengua y moviendo las manitas empezó a pronunciar con una voz estúpida ‒

‒ Que no se asomen los cuernos, el rostro del demonio japonés, los blackworks tenebrosos ‒Tengo conquistada la pared en mi nombre, el cartón es un trofeo del espíritu y la materia, ¡Fuera Bong! ¡Muerte al dimiti!

‒ gritaremos y desaparecerán, porque gritamos en tu nombre, porque usas tu energía a través de nuestros cuerpos ‒”

La Tía encontró una nota que parecía escrita por Coraje donde confesaba haber encontrado una amiga y agradecía que le hayan librado de las cadenas, decía también que había aprendido muchas cosas y que pronto todo le serviría, que en algún momento él también pondría en cuatro al cuaderno, para darle de a culo. ‒ Ya todos se fueron Tía ‒ se escuchó la voz de un Paria ‒ Hace mucho tiempo que no me sentía tan bien, es más, creo que nunca me había sentido tan bien. Considero esta experiencia como digna de atesorar para las futuras generaciones, si es que no nos extinguimos y los robots se convierten en los nuevos amos del mundo.

La Tía tan solo pensó en Coraje, en su lindo Coraje, y prometió dentro suyo

Cuando terminó de escribir los versos todo ya en silencio y con las ventanas abiertas, Coraje no estaba en ninguna parte y el Paria tirado en el piso parecía soñar con los ojos abiertos. Rony estaba durmiendo en posición fetal chupándose el dedo gordo de una mano y con la otra en los huevos.

que si volvía a suceder algo desafortunado los cantos del Charles y el Pichicaca le evocarían el recuerdo de Coraje, y ella tendría un cuaderno, unas palabras, una oración. Y el Paria tenía una cara de qué chucha ha pasado aquí.

LA NOCHE DE CHARLES Como quién piensa en un estofado, soñando con el jugo y las papas, así también se desata el cuerpo para liberar los ingredientes bajo la tela, entonces comemos con la lengua afuera de los ojos en la lluvia chispeante de golosinas y estrellas. Más con el puñal de Coraje en el alma, entretejiendo en su inconsciente un manto, se recostó en su colchón en el suelo y no le costó dormirse, sumergirse en ese telón negro que dará paso a los sueños. Ahí, otra vez en la sala, con todos los que estaban antes y muchas criaturas más ‒incluso estaban los Hijos del Gordo ‒discutían sobre la asquerosa actividad de hacer un libetín (así dijeron estos últimos) ‒y el Paria miraba en silencio, sentado en el retrete con la puerta abierta cagando. Los Hijos del Gordo acusaban a Charles de haber escapado de sus tierras perfectas

La Vieja, perdón, la Tía, participaba fervientemente en el debate, evidentemente, a favor de la eminente gordura que se paraba en el centro, y la Tía levantaba los brazos ‒ para esto, debo hacer recordar que la Tía odiaba a los Hijos del Gordo hasta el amanecer, pero como toda persona inteligente era política y sabía lo que le convenía en cada respectivo momento.

El pobre Charles tenía las plumas entrelazadas en sus piernas, pensaba quizás me libre de esta, si es que el Paria interviene.

La casa estaba repleta de esos hombres con cabezas de caballo, quienes estaban alrededor de la reunión con los brazos cruzados y las miradas matonas. Los Hijos del Gordo llevaban hablando horas sobre el por qué un libetín es tan nocivo a la sociedad.

para realizar la vacua tarea de colaborar con la construcción del Libetín del Paria, que nunca fue bienvenido en la Selva Grotesca.

‒ ¡Nadie más tiene autoridad

Entonces entró por la ventana una especie de quimera:

Muchos en la reunión estaban confundidos, la mayoría escuchaba esa palabra por primera vez.

‒ ¡Si ustedes, disque amantes del conocimiento ‒se atrevió a decir un Paria, saliendo del baño mientras se levantaba el pantalón con las manos ‒se atreven a decir que un libetín es una plaga o enfermedad, se la verán con estos puños de paria!

Tenía el cuerpo de un osito de felpa, la cola de una pierna de muñeca de plástico y la cabeza de peppa pig.

Algunos incluso googlearon la palabra pero no les botó nada: ningún ensayo, ningún escritor o poeta que haya hablado del tema, ni si quiera un filósofo. Todo daba a entender que era una palabra recién creada, y que por lo tanto había que ser cuidadoso en cuanto a las reglas que se le abrían de poner o no.

Podía volar gracias a sus alas de hada y venía siempre acompañado de liebres y cuervos, incluso a veces a su llegada entraban por la puerta caminando tres cisnes.

»¡Así que insisto, esta noche o día, ya verán ustedes qué quieren que sea, insisto a dejar en libertad a Charles, cuervo que solo busca la perfección del ser, que no es más que ser uno misme! »De todes ustedes depende el darse cuenta, a través de la razón y la lógica, que este pobre cuervo infernal que no tiene ni dónde caerse muerto tan solo es culpable de amar dementemente, y que si amar dementemente es un delito, ¡pues que me crucifiquen aquí mismo!

Todos se quedaron atónitos. Desde un inicio habían creído todos que estábamos tratando asuntos de altura metafísica. ‒ ¡Yo soy la manifestación de la construcción de un libetín! ‒gritó en alto ‒ ¡Y no hay mayor prueba que yo misme!

para hablar del libetín como yo, hije legítime!

Todas las criaturas se quedaron en silencio y los Hijos del Gordo fueron los únicos que hablaron: “Pues si tan perito te crees en el asunto, encárgate tú de dar un veredicto justo y científico

Entonces miraron a esa extraña quimera esperando su respuesta, y ésta entonó: ¡Charles, el cuervo infernal, es culpable! Y todos se quedaron atónitos tanto como se quedaron con su entrada y con sus primeras afirmaciones. Los Hijos del Gordo no entendían ni un carajo pero no les importó porque al final todo salió como ellos querían, y la Tía igual.

Todas las criaturas se quedaron en silencio y el Paria ya no pensaba, se quedó en blanco, vacío de pensamientos, con la cara clavada a los colores de las alas de hada.

Nadie pareció protestar excepto la Tía que lo miraba con un odio infernal, sin embargo no decía nada.

y así todos quedar satisfechos”.

‒ ¡Un ser así, no merece estar en una tierra como la nuestra! ‒ y mirando a todas las criaturas de alrededor ‒ ¡Imaginen más criaturas como yo! Sin propósito, sin sentido, sin razón, ¿¡para qué poblar la tierra de tanto adefesio mal hecho, alimañas, ratas de dos patas!?

Charles lleva un tiempo tan largo muerto que no recuerda cuánto, ni nadie lo puede hacer por él.

Los Hijos del Gordo y las criaturas se quitaron pensando en la pérdida de tiempo, la quimera se quedó gritando que algún tipo de infierno tendríamos que crear para condenar a los fantasmas.

Charles se levantó aterrado con los ojos de cuervo saltando dándose con la sorpresa de los mañanerosversosdel Paria.

¡Que se vaya y no vuelva nunca más a nuestra tierra sagrada, y no solo él, sino también todes les cuerves infernales que no trabajen en los campos! Y las criaturas aplaudían y decían cosas y silbaban y Peroeeeehhhh!elParia intervino y dijo: “No tiene sentido nada de lo que dicen, pues ¿cómo se puede desterrar a un fantasma?

Intentó escabullirse entre los cuerpos

El Paria había salido de la casa después de haberse metido como cinco piedritas obsidianas y tres botellas de dimiti al mango, decía que todavía necesitaba ciertos ingredientes para concluir de una vez la construcción del libetín. Estaba en camino a los Callejones Ratonianos cuando el auto del Rey León se paró cerca y lo metieron tres gorilas. Más asustado que nunca suplicó que por favor no le hicieran nada y repetía unas mil veces que su trabajo era solitario y pacífico.

¿EL FINAL DE UN PARIA?

Como quién piensa en un estofado, soñando con el jugo y las papas, así también se desata el cuerpo para liberar los ingredientes bajo la tela, entonces comemos con la lengua afuera de los ojos en la lluvia chispeante de golosinas y estrellas.

y tirarse por la ventana del auto pero todo fue en vano, porque lo abrazaron sin dejarlo siquiera acercarse a la puerta. Intentó meterle un par de combos a un gorila pero otro lo cogió de los brazos y el primero le metió un gancho en el estómago que lo dejó sin aliento, sintiendo que moriría ahí mismo ahogado con tan solo un golpe. ¿Así se acabará todo?

Hubiera querido aunque sea acabar el libetín, de ahí no me hubiera importado la muerte; ¿No estaba destinado a terminarlo, a conseguir la transmigración de las almas? Y empezó a llorar en silencio y dolor, mientras los gorilas con las miradas de roca, pegadas a la ventana de al frente, firmes, esperando el rugido del león. Después de unos días lo tiraron en la puerta de su casa, como quien bota un costal de papas, y fue Rony el primero en notarlo pues justo se encontraba en el techo de la casa fumando un wiro. Todos lo recogieron y lo llevaron a su silla favorita del cuarto, en frente de la ventana que daba a la calle. ‒ ¡¿QUÉ PASÓ?! ‒ preguntaba la Tía no sin exaltarse ‒¡¿QUÉ HA PASADO?!

El Paria, con la mirada extraviada, estaba envuelto en una especie de sombra, que empalidecía su piel, hasta el punto de dejarla gris. Sus labios temblaban como si intentaran pronunciar palabra alguna. Rony, al darse cuenta, se acercó su oreja y dijo: “Vamos amigo, intenta hablar un poco”. Pero nada pudo pronunciar. La Tía lo empujó al fumeque (así le dijo), y se acercó al Paria y le dijo hijo, hijo, por qué siempre tan rebelde. Y Rony le metió un tabazo a la vieja y la mandó al piso, luego destapó lo que parecía una botella con dimiti y acercó el pico a la boca del Paria, para que pudiera beber.

estaba vacía. Entonces un Paria empezó a balbucear y pronunciar sílabas, luego parecía poder articularlas y decir ciertas palabras masticadas.

Rony “Creodijo:quefue por el libetín” ‒ ¡Le dije que dejara de pensar cojudeces! ‒ empezó a gritar la Tía ‒ ¡Que se quedara tranquilo en las torres, que con el tiempo hasta tendría gallinazos a su disposición!

La Tía se quedó en shock, con los ojos de huevo duro.

La Tía se levantó peroafrenéticaquererdetenerlo,yamediabotella

“Ya pues que la cabeza duerme sobre esa almohada que flota en su río de pichi, tan caliente y manso, comocómodopara pensar en bosques y soñar con un sol que atraviesa las hojas de una primavera perpetua. Atraviesa paredes lo golpean con un látigo pasa el agua a través de su piel y se abren los árboles como bocas a hogares virtuales. Se tropieza con una piedra y cae choca contra el piso pero no se despierta, atrás vienen corriendo rottweilers entrenados para matar y torturar. Entonces una llovizna prematura, cayendo de un vacío informático, con el viejo edificio de al frente en partículas dividido y extendido en el colchón que me espera en mi cuarto, junto a las fotografías de una vaca de chocolate desnuda y sin pelo; yace el cadáver de un espejo que es una compuerta a uno mismo.”

‒ No tenemos más opción que dejarlo dentro de alguna cárcel para locos dónde puedan ayudarlo a recuperar la cordura, pues en ese estado no podrá regresar a las torres ni tampoco a la construcción de su preciado libetín ‒y Rony por primera vez estuvo de acuerdo con la Tía.

Estaban seguros que no tendrían ningún problema con recuperarlo, pues creían que por derecho divino no había pues nada que discutir. Dijeron también que si era necesario hablar con los Hijos del Gordo o la extraña quimera, así lo harían.

BYE

Fueron por el primer callejón, lleno de criaturas que ocupaban todas las veredas y pistas. Los carllams iban por las pistas esquivando a la gente. Uno que otro hipopótamo marrón golpeaba la cabeza de algún carllam, y este le escupía en los ojos.

Algunos murciélagos se codeaban y se arrebatan cosas de las manos. Algunos vampiros y zombis paraban su carllam en una esquina, subían a una perra que esté depilada (esa era la marca de que estaba dispuesta a subir por algo de bluze), y se las llevaban a algún lugar oscuro.

La Tía estaba horrorizada. ‒ ¡Cómo ha cambiado toda esta parte de la Selva Grotesca! ‒ les dijo a Coraje y a Rony ‒ Miren a todas estas criaturas sucias, ¿ya ven cómo es?, ni si quiera tienen para lavarse los sobacos. Rony empezó a sentir un malestar por lo que decía la Tía, y Coraje solo se reía de todo. Cuando llegaron al Callejón Q, vieron que en el centro de la calle había una

Cuando se enteraron que el libetín de Paria estaba expuesto en los Callejones Ratonianos, a la vista de todas las criaturas, emprendieron su viaje hacia allá, para rescatar el tesoro de su preciado compañero y familia.

Hubo un par de mujeres que pasaron haciendo aspas de molino, regalando patadas a todo el mundo, y ellos tuvieron que esquivarlas y la Tía estaba tan asustada que no decía ni un carajo. Un par de jabalíes gritaban y lucían sus colmillos y sus barbas. Uno levantó los brazos para mostrar las trenzas de sus alas, y el otro se quitó el polo y sacó pecho para que su caballera se sacudiera en el aire. Casi todas las criaturas tenían tatuajes con símbolos que la Tía decía eran malditos, y que lo más probable fuese que estos descerebrados no supieran ni lo que llevaban en la piel. Cuando llegó al libetín Rony leyó la carátula: “Libetín Nº1: sobre su construcción y concepto”. Le dio la vuelta para poder ver la primera página y encontró fotografías de diferentes lugares de la Selva Grotesca, las cuales habían sido cortadas en pedazos y acomodadas de maneras que parecían formar tribales. También habían fotografías dobladas de manera que al extenderlas, se veían marcas de rombos e icosaedros, y otras estaban cubiertas por manchas de acuarelas trasparentes, que formaban especies de capas boreales. En otras páginas se podían ver recortes de diferentes personajes sacados de ilustraciones en libros, los cuales al juntarlos formaban nuevos personajes bizarros.

especie de escultura hecha con basura, y en una mesita que estaba justo debajo de esta, estaba el libetín de un Paria.Caminaron entre algunos cuervos con casacas de cuero. Tuvieron que empujar a algunos cerdos sudados.

Ahora que tengo al libetín en mis manos, podría llevármelo. Espera, ¿pero para qué haría eso? ¿Para qué querría yo un libetín?, cosa que por cierto nunca entendí bien de qué iba. Estoy arriesgando mi vida por algo que no tiene sentido. Sé que un Paria era un buen amigo, y que me comprendió cuando le hablé de Blue Woman. Nos conectamos rápidamente porque él había pasado por algo parecido. Muchas veces escuché sus largas disertaciones sobre el libetín, donde mencionaba la importancia de conocer el poder de la cebolla. Incluso hablaba apasionadamente de los tipos de cuchillo y de las formas de llorar. Pero también debo confesar que habían días donde simplemente lo detestaba. Era tan simple como esto: Estaba cansado de escuchar sus cojudeces. Entonces tenía unas ganas de meterle un combo pero para no hacerlo, mejor me fumaba un wiro.

Vio un retrato suyo, uno de la Tía y del Osito

Felpa.Todos se miraron entre sí y dijeron, ¿así que también nosotros éramos parte del libetín? ¿Qué parte de todo lo que dije no entendieron?

Y la Tía intentó coger el libetín pero este la absorbió como un agujero negro. Rony se acercó al libetín y lo abrió: dentro estaba todo oscuro y plano. Metió la cabeza para ver qué honda y se dio con una sorpresa: ahí estaba el Pichicaca Lorenzo, masturbándose mientras Charles azotaba a la Tía calata.

Habían paisajes hechos con portaminas, líneas que envolvían la hoja en túneles giratorios, donde los árboles mostraban una singularidad espiritual tan deliciosa como la de las paredes y tachos de basura.

Coraje saltó dentro del libetín como quien se tira de un avión sin paracaídas. Cuando cayó en la oscuridad el Pichicaca Lorenzo lo cogió de los hombros y acercándolo a su cabeza dura de mono le metió un cabezazo que le voló la cabeza al otro. El cuerpo de coraje empezó caminar como el de un pollo recién decapitado. Sacudía sus brazos como buscando equilibrarse. Tambaleaba y parecía que caería. Cuando sacó la cabeza del libetín y miró alrededor, vio que todas las criaturas lo estaban mirando. Una gata blanca tenía un dilvaja, y otra gris tenía las garras bien afiladas, con una cola que se iba convirtiendo en acero hasta terminar como una punta de cuchillo.

Cuando volvió a mirar en la oscuridad vio a la Blue Woman allá abajo, detrás de una pared, pintándose las uñas de naranja eléctrico. Si hoy día moriré de todas formas, prefiero morir ahogado en sus aguas; atragantarme con una serpiente, ser devorado por un tiburón. Y sabré que tanto el Rey León como los Hijos del Gordo, que incluso la Tía desde el infierno, se estarán retorciendo en el fuego mientras me ven morir con una sonrisa, sintiendo como el cielo se me mete en la boca, como se escurre por mis ojos, como un remolino me succiona hasta que mi cráneo se rompa en pedacitos como un vaso de vidrio arrojado por un bebedor de dimiti, y sabré que después de tanta vaina todo valió la pena.

Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.