Santos 2010 para issuu

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para enjugar las lágrimas en torno a Guerrero, La Guerra Civil, Ignacio Zaragoza, El Gran Morelos, Ignacio Comonfort, La Patria, La Independencia y todas las efemérides que nos recuerden el sagrado nombre de los héroes inmortales: “¡Divino Hidalgo! de tu inmensa gloria / llamarás a los siglos tus testigos: / del odio de tus viles enemigos / laureles mil te forjará la historia.” (1888). Aunque también le aventaba loas a Agustín de Iturbide, en contradicción con su origen republicano: “Ésta sí es la independencia, / ésta sí, la de Hidalgo no; / al que no la adivinare se le parte el corazón.” (27 de Septiembre). Los libros de texto de educación básica representan el instrumento ideal para la divulgación y aprendizaje de la poesía patriótica. Desde sus primeras ediciones, Gobierno y autores se preocuparon por incluir en sus páginas composiciones alusivas a la Independencia, la Reforma y la Revolución Mexicana, que aún conservamos en nuestra memoria. El mismo Octavio Paz lo menciona en uno de sus poemas. Otro de los factores que consolidó dicha expresión fue, sin duda alguna, el arte de la declamación, práctica que se cultiva en escuelas y asociaciones literarias con menor entusiasmo. Muchas generaciones de estudiantes se formaron en el aprendizaje de la historia a través de los textos en verso rimado. A principios del siglo XX, la poesía patriótica mexicana continuaba vigente, aunque con nuevas expresiones para tratar nuestra mexicanidad. Ramón López Velarde en la Suave Patria, expresa, desde la provincia zacatecana, una alegoría que asombra y cala en el más profundo raigambre popular. Utiliza recursos más refinados para abordar el impacto de la guerra y las heri-

das que marcaron el impalpable espíritu que renace en la historia: “Suave Patria / permite que te envuelva en la más honda música de selva / con que me modelaste por entero / al golpe de las hachas / entre risas y gritos de muchachas / y pájaros de oficio carpintero […] Patria / tu superficie es el maíz / tus minas el palacio del Rey de Oros / y tu cielo, las garzas en desliz / y el relámpago verde de los loros.” Algunos poetas de la generación de Paz, se resistieron a desmoronar la herencia de los poetas modernistas y románticos. Carlos Pellicer es uno de ellos y continuó aportando letras de bronce. Aunque Efraín Huerta prefirió no manosear y se deslindó del tema de héroes y tumbas: “Uno pierde los días, la fuerza y el amor a la patria, / el cálido amor a la mujer cálidamente amada, / la voluntad de vivir, el sueño y el derecho a la ternura.” Podríamos decir que el “subgénero” que ahora definimos como poesía popular, representaba en ocasiones un acabado ejercicio en el oficio de las letras. No cabe duda que se extendió rápidamente en las principales ciudades de la República Mexicana, sobre todo entre políticos, intelectuales, maestros, periodistas y liberales. Uno de los ejemplos más ilustrativos de Tamaulipas, es Luis García de Arellano. Originario de Soto la Marina. Abogado por el Colegio de San Ildefonso, legislador en el Congreso de la Unión que proclamó la Constitución de 1857; amigo de Valentín Gómez Farías. En la guardarraya del triunfo republicano sobre los franceses, su ilusión por gobernar Tamaulipas en 1867, lo arrastró a una campaña promocional a través de la prensa. Lo novedoso del caso es que utilizó el 111


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