Revista BECAC* # 1

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-ex drogadicto envalentonado por su recién adquirida fe en Dios y el poder que le confiere el magnofón- cuyo mensaje es un punto muerto en nuestra tormenta diaria. Algo irónico si tomamos en cuenta esas noches dedicadas a ver nuestro look TFC en los cristales de los autos, platicando a la deriva, en camino a ninguna parte o con la esperanza de que la lluvia, fiel compañera de soledad requerida, sirviera de algo y que arreciara furiosa dentro de nosotros para no tener que taparnos el rostro. Es obvio que todos encontramos algún motivo adecuado para rendirnos cuando lo creemos necesario, algo normal que puede significar la oportunidad para dar un paso atrás y volver a empezar. Podría ser lo mejor, lo que se aconseja ante el peligro de inminente desastre pero, sin saber a ciencia cierta el porqué, no queremos alejarnos, no podemos hacerlo. Tenemos miedo de perder algo en el camino o simplemente, perderlo todo. ¿Es esto lo más cercano a matar nuestras ilusiones? Si tan sólo pudiéramos después recordar esto y reírnos como antes. Advertencia: No intentes cambiar el curso de la montaña rusa. Subimos juntos al ride, freaks de categoría especial por el simple hecho de ser quienes somos: chispazos de felicidad, preocupación eterna, melodías para noches sin sueño, el reclamo del triste payaso solisiano, un

sample que nos recuerda continuamente "This is your life", personas interesantes que aparecen en la soledad y cuya proximidad es todo lo que se necesita. Las gafas que usamos son solamente un guiño, un seguir de rutas impuestas por casualidad o la forma de evitar los designios de un Dios con pésimo sentido del humor, una forma clara de decir: ¡Vaya temporada la que hemos (sobre)vivido! Nuestra visión de las cosas es otra, decidimos no decidir o, al menos, eso parece. Parar es algo que ya no podemos hacer. Las gafas sirven para aparentar que se mantiene el ideal de bienestar y orden por seguir; confundidos, nosotros guardamos la distancia necesaria que se indica en el manual del usuario. Lo nuestro es imperfección, un querer darse el lujo de vivir y dejar que el tiempo nos cure las heridas sin tener que hacerse la pregunta: ¿Quién diablos nos quitará las jodidas banderillas? Nuestra conciencia está en un Post it color amarillo, nuestra identidad está ligada a un juke-box personal que repite tanto los temas de club pop que cantamos en los momentos felices como aquellos electroboleros que reflejan nuestra fase más low. Entre el futuro y la calle, la contradicción como signo: el no saber que hacer es algo muy recurrente por aquí, una despedida que no quiere ser, un click constante a la oferta interactiva de la


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