Debates picantes de los feminismos populares

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Debates picantes de los feminismos populares Estado y autonomía


Debates picantes de los feminismos populares: Estado y autonomía / Juliana Díaz Lozano ... [et al.]; Compilación de Juliana Díaz Lozano; Christian Torno. 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Madreselva; Fundación Rosa Luxemburgo Cono Sur; La Plata: Cátedra Libre Virginia Bolten, 2021. 160 p.; 20 x 13 cm. ISBN 978-987-3861-55-0 1. Feminismo. 2. Movimiento Social. 3. Estado. I. Díaz Lozano, Juliana II. Díaz Lozano, Juliana, comp. III. Torno, Christian, comp. CDD 305.4

Debates picantes de los feminismos populares Estado y Autonomía Juliana Díaz Lozano y Christian Torno (compiladorxs)

Editorial Madreselva, Buenos Aires, noviembre 2021 www.editorialmadreselva.com.ar

Ilustración de portada Fernanda Carrizo Diseño de portada Leandra Larrosa Maquetación Damián Cabeza Porley Esta publicación fue apoyada por la Fundación Rosa Luxemburgo con fondos del Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo de Alemania (BMZ). El contenido de la publicación es responsabilidad exclusiva de lxs compiladorxs y no refleja necesariamente posiciones de la FRL

Esta edición se realiza bajo una licencia Creative Commons Atribución-No comercial 2.5 Argentina. Por lo tanto, la reproducción del contenido de este libro, total o parcial, por los medios que la imaginación y la técnica permitan sin fines de lucro y mencionando la fuente está alentada por los editores.


Debates picantes de los feminismos populares Estado y autonomía

Juliana Díaz Lozano y Christian Torno Compiladorxs



Debates picantes de los feminismos populares Estado y autonomía, fue posible gracias al trabajo cotidiano de quienes somos parte de la Cátedra Libre Virginia Bolten: Melina Deledicque, Celina Rodríguez Molina, Celeste Ruiz, Juliana Díaz Lozano, Christian Torno, Paula Talamonti, Gisela Di Matteo, Dulce Chaves, Ana Dumrauf, Florencia Partenio, Fernanda Carrizo; y al soporte político e ideológico brindado por nuestra Colectiva Asesora y aquellxs organizaciones que hacen parte de la Bolten.



A Luisa Canteros, Graciela Alonso, Daniela Foresti, Lohana Berkins, Maite Amaya, Berta Cáceres, Diana Sacayán, Mercedes Gudano y a todxs nuestrxs guerrerxs feministas, que eligieron vidas picantes, irreverentes y colectivas.



Introducción Juliana Díaz Lozano y Christian Torno Con la masificación de los feminismos en Abya Yala se multiplicaron también los modos y prácticas diversas dentro de este movimiento polimorfo y dinámico. En ese campo de tensiones creativas ha comenzado a coagularse un espacio con perímetro poroso y móvil que podríamos denominar feminismos populares autónomos. Estos feminismos están integrados por toda una serie de organizaciones y activistas que incorporan al cuestionamiento antipatriarcal, una crítica y una lucha anticapitalista, antirracista y anticolonial. También se caracterizan por estar firmemente arraigados en el movimiento social, por lo que también están atravesados por las tensiones, urgencias y preguntas de la construcción cotidiana de proyectos de liberación. Nuestros feminismos fueron construyendo toda una gama de aprendizajes, consensos prácticos o puntos de apoyo, sedimentados al calor de sus prácticas y que nos permiten hablar de una corriente distintiva en Argentina y quizás en el continente. Este libro busca, a partir de la base de los principales acuerdos de los feminismos populares, abordar un debate clave: cómo construimos autonomía y qué lugar tiene en esa construcción la relación con el Estado y las instituciones. Esta disyuntiva atraviesa las prácticas contemporáneas dentro de los feminismos populares en Argentina, fundamentalmente, y en algunos casos también están presentes al interior de cada activista que, en forma de preguntas o encrucijadas generan nueva teoría, alianzas, enfrentamientos que revolucionan dentro de la revolución. En el proceso de elaboración de este libro, participaron numerosxs activistas de toda Nuestramérica. Desde la Cátedra Libre Virginia Bolten convocamos a dos asambleas feministas para intercambiar, debatir y formarnos sobre algunos temas que veíamos claves para entender nuestros feminismos y la relación con los Estados en busca de fortalecer nuestras autonomías. 11


Sabemos que cuando lxs feministas nos juntamos, nacen fuerzas, crecen magias y arden sueños que inventan, crean, deconstruyen y construyen nuevos mundos posibles. Desde este hacer colectivo, reflexionamos juntxs sobre los debates actuales de los feminismos en relación al Estado, la autonomía y las múltiples formas de organizar las resistencias. La búsqueda colectiva que recorre estas páginas parte de comprender la pluralidad del movimiento feminista y nos invita a preguntarnos e interpelarnos en nuestra propia práctica política. Lejos de ser un manual dogmático que nos ilumina sobre qué hacer y qué no, la propuesta quiere compartir las preocupaciones y las certezas que hemos podido construir en nuestro andar. Iniciamos este recorrido con el artículo que llamamos “Concierto de voces”, desde donde con la Bolten tiramos la piedra y lxs invitamos a sumergirnos en los debates que impulsaron este libro, elaborado a partir de la sistematización de las voces presentes en las asambleas. Enunciamos desde una voz colectiva las tensiones que los feminismos populares atraviesan frente a la integración de las demandas y banderas feministas a la política estatal. En “Feminismos, autonomías y Estados”, Celina Rodríguez Molina, Claudia Korol y Roxana Longo, integrantes de Feministas de Abya Yala, se posicionan desde los feminismos populares autónomos y plantean el desafío de la construcción plurinacional desde la rebeldía y el deseo. Desde Ecuador, Ruda Colectiva Feminista en “Feminismos y forma estatal de la política: tensiones, disputas y apuestas por la autonomía”, nos invitan a revisar el origen histórico de los Estados modernos y pensar en las particularidades que adquieren en nuestras latitudes. Recuperando la praxis feminista de la autonomía, recorren una serie de interrogantes colectivos que complejizan el debate. Ellas se preguntan: ¿cómo fortalecer la autonomía y los espacios, articular con otras mujeres, pero al mismo tiempo transformar el Estado?, ¿es posible esta transformación? Entre cantos y barricadas compañeras, llegan desde Chile las palabras de Camila Baracat y Andrea Salazar en “Entramados feministas en tiempos de crisis global y revuelta: trayectorias y experiencias políticas en Chile”. Allí comparten una serie de ideas nacidas al 12


calor de debates y reflexiones colectivas que se dan en un momento de cruce entre tramas feministas, trans, mapuche, de mujeres pobladoras, negras, migrantes, activistas internacionalistas, tecnofeministas y anti-especistas. En ese diálogo de saberes se cocinan resistencias y se ensayan nuevas estrategias que ponen al descubierto la muerte de la vieja política y la urgencia de crear lo nuevo. Alessia Dro, desde el Movimiento de Mujeres Kurdas, realiza una profunda caracterización política y filosófica de la lucha y la cosmovisión del pueblo kurdo en el capítulo “Democracia sin estado en el Movimiento de Mujeres de Kurdistán: la construcción de autonomía más allá de los confines”. Esta experiencia radical de lucha por el territorio contra todos los imperialismos, y de construcción de formas de autonomía, está atravesado por la fuerza feminista de las mujeres kurdas que ensayan prácticas antipatriarcales al tiempo que construyen una nueva sociedad sin Estado. Silvia Adoue en “Feminismo y Estado o ¿de qué hablamos cuando decimos que “el Estado opresor es un macho violador”?” hace foco en el papel represivo del Estado como garante de la violencia patriarcal y adversario central de las protestas y reclamos del movimiento feminista organizado. El texto de Delmy Tania Hernández y Juliana Díaz Lozano titulado “Comunes, Feminismos Comunitarios y Estado” inscribe sus reflexiones en la relación potenciadora entre lo comunitario, las luchas por la autonomía y los feminismos. A partir de ciertas premisas, en este trabajo se discuten las visiones esencializadas de lo común, pero también de la autonomía, para abordar dilemas concretos como la posibilidad de cooptación o apropiación estatal y el desafío de renovar siempre la fuerza disruptiva de los feminismos comunitarios. En la búsqueda de incluir otros registros de escritura, incorporamos a este libro dos entrevistas a referentes de luchas e ideas. Dialogamos con Ochy Curiel, activista y teórica dominicana, antropóloga social y cantautora feminista. Como portavoz del feminismo autónomo, lésbico, antirracista y decolonial, nos aporta su pensamiento agudo para construir “Autonomía feminista frente al Estado colonial heterocapitalista”. Al considerar a la autonomía feminista como principio ético-político y decolonial, la autora 13


extiende su práctica a la no dependencia de Estados, ni de partidos, ni de la cooperación internacional. Asimismo, entrevistamos a Mabel Bellucci, activista y referente del feminismo queer en Argentina. En un diálogo compañero nos invita a pensar las “Alianzas, tensiones y coaliciones entre feminismos y disidencias sexuales” de manera situada e histórica. A partir de recorrer juntxs algunos hitos de su activismo vamos descubriendo la potencialidad de estos encuentros y la radicalidad que le aporta a los feminismos la subversión sexual. Incorporamos el manifiesto “Un llamado a fortalecer nuestro movimiento” nacido al calor de la sanción de la Ley de Cupo Laboral Travesti Trans en Argentina. Allí, Quimey Sol Ramos, nos invita a pensar las condiciones en las que el colectivo trans/travesti llega a esta sanción, recupera la lucha histórica del movimiento, sus banderas y la necesidad de que sea el activismo y las organizaciones independientes quienes monitoreen que las leyes no terminen siendo letra muerta. Por último, en función del debate de la construcción popular autónoma nos parece insoslayable la experiencia zapatista. Por eso, incorporamos fragmentos del libro “La libertad según lxs zapatistas” que recupera discursos de integrantes de las Juntas de Buen Gobierno. Allí, delegadxs zapatistas explican, en primera persona, cómo se autoorganiza, al margen del Estado, una nueva sociedad centrada en la vida y el protagonismo popular. Pero, además, las mujeres zapatistas dan cuenta de la lucha dentro de la lucha, es decir, cómo vienen revolucionando las relaciones de géneros al mismo tiempo que fortalecen la construcción anticapitalista. Estos materiales moldeados en diversas latitudes son una invitación a construir y no claudicar en la búsqueda de autonomía feminista. Es ahora y para todxs. Nos encontramos en la ardua tarea de construir un sujeto colectivo que se vuelva potencia, que nos reafirme desde nuestros lugares de combate por un mundo diferente, porque cambiar todo sigue siendo la apuesta.

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Concierto de voces: Feminismos, autonomías y Estados Cátedra Libre Virginia Bolten En este artículo sintetizamos las discusiones de las dos asambleas feministas que convocamos desde la Cátedra Libre Virginia Bolten en septiembre de 2020 para debatir sobre los feminismos y la construcción de autonomía. Los encuentros se realizaron de manera virtual debido a las restricciones vinculadas a la pandemia del COVID-19. En las dos rondas participaron alrededor de cincuenta compañerxs de Abya Yala aportando a la constitución de una polifonía plural y diversa que buscamos sistematizar en este escrito colectivo. Las actividades tuvieron como objetivo encarar el debate de ideas en torno a la construcción de autonomía en nuestras luchas y organizaciones. También, al lugar que ocupa el Estado como destinatario de nuestras denuncias y, a veces, como adversario o interlocutor de ciertas demandas construidas desde los feminismos. A lo largo del intercambio, algunas voces propusieron encontrar fisuras en las instituciones estatales, mientras que otras, sin ver esas posibilidades, plantearon colocar las brújulas y las energías sólo en las construcciones comunitarias. Consideramos que estas divergencias están presentes en los feminismos populares e internacionalistas del Abya Yala y, además, estos dilemas son parte de los itinerarios de izquierdas, anticoloniales, anticapitalistas y multicolores de los que formamos parte.

Sobre cómo entendemos el Estado Un buen punto de partida para pensar nuestra práctica política y la relación con el Estado es definir cuáles son nuestras perspectivas respecto a cómo entenderlo. En esta búsqueda de diálogos aparecieron en debate múltiples sentidos. Si bien existe una acepción generalizada que señala al Estado como el garante del bien común, como una suerte de espacio neutral que vela por la igualdad, entendemos que esta perspectiva liberal encubre su carácter clasista y su 15


ejercicio de la represión como violencia legítima para mantener el orden social. Esta lectura es desmentida desde nuestra propia experiencia militante, nuestro andar y praxis colectiva. Desde diferentes latitudes recuperamos la necesidad de abonar a problematizar y enriquecer una perspectiva marxista que permita comprender al Estado como resultado de relaciones sociales, disputas y tensiones, aunque sin perder de vista el carácter de clase de esta construcción. Si bien una mirada que contempla el carácter dinámico del Estado permite pensar en fisuras y grietas como espacios de disputas, se hace necesario recuperar el carácter histórico y las particularidades que los Estados adquieren en América Latina. Al compartir experiencias desde diferentes lugares de Nuestramérica, acordamos que es preciso abandonar una interpretación del Estado en abstracto, ya que esa forma encubre una mirada eurocéntrica que no nos permite pensar estrategias situadas. Recuperamos los planteos del marxismo y desde los feminismos los reactualizamos y recreamos incorporando la dimensión del patriarcado y la dimensión colonial como constitutivas al Estado. Desde Ecuador lxs compañerxs sostienen que un elemento común es que los Estados en nuestra región se constituyeron a partir de la violencia colonial, el exterminio y la exclusión de la mayor parte de la población. Esta matriz fundadora se cristaliza y refuerza a lo largo de la historia en estructuras de poder que, desde los feminismos populares, problematizamos de manera interseccional. La noción de ciudadanía, aportan las compañeras ecuatorianas, pone de relieve el lugar desde donde se pensaron y se constituyeron los Estados en América Latina. Ser hombres, propietarios, heterosexuales, blancos y alfabetizados son los criterios establecidos para gozar de derechos. Estos principios consolidan una élite dominante y dejan por fuera a la mayor parte de la población. Es recién en los 70, cuando la posibilidad del voto para personas analfabetas en el Ecuador posibilitó que las mayorías populares, campesinas e indígenas pudieran acceder al estatus occidental de ciudadanía. Otro elemento importante para comprender la naturaleza de los Estados en la región es el carácter dependiente de nuestras economías y la política imperialista sobre los territorios que opera


disfrazado de un discurso basado en la seguridad y la defensa de las democracias. El accionar cada vez más violento y explícito de los aparatos represivos en toda América Latina revelan los reajustes de un capitalismo que pierde capacidad de generar consensos que sostengan la desigualdad. El proceso de saqueo por parte de los grandes capitales es brutal e irracional y reproduce las lógicas de apropiación de los territorios cuerpos y los territorios tierras con la voracidad que Silvia Federici (2019) describe en el proceso de acumulación originaria. Nuestros cuerpos son sometidos al disciplinamiento y a la violencia cotidiana a partir de la acción legitimada de las instituciones estatales, siendo lxs jóvenes, las disidencias sexuales y las mujeres quienes más sufren estos despojos. Pensar a los Estados en sus particularidades nos permite elaborar estrategias situadas para comprender los modos en que intervienen en concreto en cada vida, y visibilizar la necesidad de construir autonomía sobre nuestros cuerpos y de superar la precarización a la que condenan nuestras existencias con sus políticas de muerte. Estamos viviendo un momento particular del capitalismo global que nos muestra una cara más dura de lo que habíamos vivido antes. Frente a esto, desde nuestras colectivas nos preguntamos ¿hay en nuestros países una especie de ensayo, de laboratorio de estas lógicas totalitarias y represivas? ¿Cómo es posible que continúen las masacres en Colombia y queden impunes? ¿Qué estrategias nos damos para cambiar de manera radical esta realidad?

Balances históricos Las feministas y las disidencias sexuales estamos siempre haciendo balances históricos, rescatamos luchas ancestrales, alianzas, coaliciones, generamos encuentros, ensayamos nuevas formas organizativas, desafiamos la moral y las múltiples formas en que han querido normalizar nuestras existencias. Desde estos ejercicios memoriosos y contrahegemónicos, denunciamos los intentos de asimilación estatal y cooptación de activistas y organizaciones feministas. En este andar construimos redes para defender nuestra autonomía y repensar nuestras prácticas en la lucha por una mayor ampliación de derechos, pero sin perder de vista la necesidad de cambiarlo todo. 17


La masificación del feminismo, resultado de la fuerza acumulada en estos años de lucha, puso en agenda estatal los “temas de género”. Al menos en la experiencia argentina, la incorporación de activistas históricas a las estructuras estales, junto a la creación del Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad, genera tensiones que reactualizan viejos debates y nos advierten de los peligros de la institucionalización de la política feminista. En las discusiones que se dan en las asambleas feministas hay quienes recuperan las históricas experiencias de asimilación de otros movimientos populares, que han dejado como resultado una mayor fragmentación del campo popular. Esta realidad la vivimos en Argentina en las experiencias del movimiento piquetero y más recientemente en el movimiento por los Derechos Humanos. En otros países las metodologías se repiten y vemos la fragmentación del movimiento campesino, del movimiento indígena y los movimientos estudiantiles a partir de ciertos vínculos con el Estado. Si bien la lucha por el reconocimiento de derechos nos pone en la tensión de exigir e incluso negociar con el Estado mayor intervención sobre nuestras vidas en algunos aspectos, nuestra acción y nuestros sueños no caben en sus instituciones. La lucha por un mundo nuevo exige tomar las calles, cortas rutas, recrear lo público, lo común y pensar estrategias para avanzar sin perder la autonomía de nuestras construcciones, como sostienen unxs compañerxs: es la posibilidad para agarrar fuerza, para volver a situar el horizonte. No para negar el Estado, sino para decidir cuándo, cómo y quiénes. La experiencia acumulada nos lleva a sostener que no es en el Estado donde confluyen todas nuestras luchas. El avance conservador y neoliberal en América Latina durante los últimos años se explica en parte, por la falta de radicalidad en las políticas de los gobiernos progresistas que, aun reconociendo una serie de derechos, no abonaron a la desarticulación de los sistemas estructurales de dominación. Los reconocimientos obtenidos en este periodo se vinculan con los años de lucha, organización y autogestión colectiva de la vida. Las nuevas leyes y políticas públicas implican grandes conquistas, pero en los balances vemos que son insuficientes. Las revueltas populares en Chile, Ecuador, Bolivia y Colombia ponen de manifiesto la necesidad de tomar las calles, tejer alianzas con 18


otros movimientos que desborden las migajas que desde los Estados nos proponen. Sin miedo a las diferencias y a la pluralidad de estrategias frente al Estado, sostenemos la necesidad de tener posiciones contundentes, de abonar al debate de ideas y de construir más allá de las diferencias en clave de potenciar nuestras luchas. Frente a esto se presentan dilemas ¿Cómo hacemos para que en la diversidad de posturas no se fragmente la fuerza del feminismo anticapitalista?, ¿Cómo dialogar y tejer estrategias comunes junto a compañerxs con las que no compartimos una misma lectura? ¿Cuáles son los desafíos en clave de formación política feminista para fortalecer la autonomía de nuestros movimientos?

Múltiples feminismos Nombramos a los feminismos en plural porque son diversos y, por lo tanto, operan frente al Estado de formas sumamente distintas. Para los feminismos liberales, que se proponen como objetivo romper el techo de cristal (entre otras metas), la relación con el Estado puede que sea funcional y fluida. Son los feminismos del Women 201, que hablan de la inclusión financiera y digital de las mujeres, de las brechas de género, así como de la construcción de los liderazgos de las mujeres en las finanzas, como apuestas principales. Para otras corrientes, como los feminismos populares autónomos con los cuales nos identificamos, la relación con el Estado tensiona y se hace problemática. Nos preguntamos ¿la idea de las fisuras, es posible?, ¿hasta dónde? ¿O nos encontramos con aparatos y con élites que no están dispuestas ni siquiera a permitir una rendija en nuestros países? Hoy los Estados garantizan la extensión y multiplicación del poder de las corporaciones. Algunas compañeras lo nombran como una captura corporativa total del Estado. Pueden cambiar los gobiernos, las administraciones, las gestiones, pero el Estado está totalmente capturado y condicionado ante deberes por cumplir. 1 Women 20 es una iniciativa de mujeres integrante del Grupo de los 20 (G-20), es decir, el conjunto de representantes de los países más ricos del mundo que definen sus políticas capitalistas para el globo. El W-20 plantea objetivos de inclusión de las mujeres en las dinámicas capitalistas actuales.

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La potencia de los feminismos puestos en tensión Para ponerle materialidad al debate, pensamos en las experiencias recientes que tuvimos en América Latina con los llamados gobiernos progresistas, a partir de los cuales muchas personas vieron cambios y quiebres en temas de géneros. En estos gobiernos no se desplazan las lógicas capitalistas y coloniales, pero sí hay cambios institucionales y discursivos que nos ponen en tensión, muchas veces quitándoles potencia a nuestros feminismos y, en algunos casos, generando procesos de cooptación. Por ejemplo, algunas compañeras piensan que, en los casos de Brasil o Bolivia, los gobiernos progresistas debilitaron a las organizaciones populares y feministas, situación que redundó en una despotencia de los movimientos que se radicalizó con los golpes de estado/parlamentarios en esos países. Raquel Gutiérrez (2016) señala que el Estado cuando coopta una parte de los movimientos feministas, lo que intenta es borrar sus aristas más filosas. Lo disruptivo. Y es por eso que tenemos que seguir discutiendo, para que en las nuevas generaciones el feminismo no signifique lo que representa el Estado ni los discursos capitalistas con retórica feminista. Esta discusión entre feminismos y Estados nos obliga a pensar: ¿qué significaría construir una política feminista? Es decir, dar vuelta la mirada y en lugar de centrarnos en el Estado, mirar nuestra potencia. De tanto resistir, de tanto esfuerzo que hacemos, nos perdemos a nosotrxs mismxs en la lógica del poder. En cambio, cuando pensamos en clave de subversión, se nos abren las puertas de crear. Es la lucha por la co-creación del mundo, es una forma estratégica de no mirar al poder de frente; sino de circundar, darle vuelta, observar de lado, no es una política de la identidad ni de la representación. La discusión, para nosotrxs, no es “con o sin Estado”. Es cómo nos ubicamos en esta correlación de fuerzas con el Estado. En relación a cómo generamos desde los feminismos espacios autónomos y sostenibles entre nosotrxs, espacios comunes donde la comunidad parece ser la condición de existencia más fuerte e inmediata. Por ejemplo, en Argentina existe la construcción de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto. Lo más importante es su carácter federal, la gente que puso en las calles, su organización 20


democrática, que articula con todo el mundo. La ley es un logro, pero lo importante es el saldo que dejó esa construcción. Cuando nos transformamos en feministas, no nos planteamos las políticas públicas como una cuestión central en nuestro accionar político. A pesar de que peleamos y formamos parte de las campañas e iniciativas, son herramientas con las que disputamos conciencia en el día a día. Dar vuelta la mirada, para no ponerla solamente en el Estado, sino reforzar qué es lo que nosotrxs podemos hacer mejor. La transformación radical como meta requiere dejar de lado, quizás, el debate cotidiano con el Estado y pensar a largo o mediano plazo. Durante la pandemia, resaltó la importancia de la autoorganización. Lo que se sostuvo y pudo mantenerse organizado para garantizar la vida de las personas, de los sectores más afectados, como, por ejemplo, la comunidad trans-travesti o de las disidencias, es lo que se produjo desde lo común y lo comunitario. Desde allí construimos una lógica de organización desde la cual no aceptamos los intentos de domesticación del movimiento feminista. A pesar de que en Argentina la agenda de cuidados empieza a ser tomada como parte del discurso gubernamental, y que prometen, entre otras cosas, “mapear” los cuidados2; pensamos que podría ser una trampa simbólica y en lo material, en las vidas cotidianas de las personas, no producir ninguna transformación sustancial. El cuidado para nosotrxs, en cambio, tiene una dimensión política: nos cuidamos para rebelarnos, no para cuidar al mundo enfermo. Nos cuidamos para subvertir. También nos interrogamos, ¿qué pasa desde la mirada de cuerpos desobedientes, disidentes, que intentan ser integrados por parte de este Estado? Es interesante la lucha por los derechos porque ha articulado a nuestros movimientos disidentes y nos ha permitido constituirnos como colectivo,encontrarnos. Pero nuestra propia existencia colectiva se tensiona con un Estado que es heterosexual, binario, que nos busca normativizar. Por eso, la radicalidad del movimiento de la desobediencia sexual, de la disidencia, nos da pistas 2 El Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad lanzó en julio de 2021 un portal web interactivo para localizar la oferta de espacios y servicios de cuidado para primeras infancias, personas mayores y con discapacidad en todo el país.

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para pensar la autonomía, ¿cómo se sostuvieron las vidas, en pandemia, de las putas, lxs trans y travestis, invisibilizadxs por el Estado, y por parte de los movimientos y del activismo? ¿Cuánto hace el Estado en nombre de la disidencia sexual con la miseria de las políticas que dan? Vemos que suele haber una disputa en clave discursiva, una forma de hacer política que pone más el acento en la publicidad que en la materialidad de la vida de lxs compañerxs.

Reapropiarnos de los recursos, construir autonomía Como venimos diciendo, una parte de la salida de este debate es el fortalecimiento de los espacios comunes y comunitarios. Sin negar la existencia del Estado, ni la necesidad de arrancarle cosas. Pero sí entender la disputa como una lucha por la reapropiación de los recursos. Recuperar lo que es nuestro porque nos pertenece: vivir nuestra vida digna. El Estado maneja nuestros recursos, nuestro territorio, nuestros múltiples trabajos, tiempo y ganas. ¿Qué hacemos con eso? ¿Dejamos que las élites sigan ahí? Creemos que hay que sacarle al Estado de forma colectiva lo que nos pertenece como pueblo. Ahora bien, ¿es posible tener autonomía política sin conseguir autonomía económica? Hay que pensar la sostenibilidad de la vida cotidiana, sin la cual es difícil la autonomía política e ideológica de los movimientos. Pero, para generar la institucionalidad popular que necesitamos, se requiere dinero y otros recursos, que muchas veces se disputan al Estado. Es decir, reapropiarnos de recursos para fortalecer nuestras autonomías políticas. Vemos fundamental, ante este dilema, crear al mismo tiempo nuestras propias estrategias comunes como proyectos productivos, cooperativas, entre otras. Generar poder popular para no depender tanto del Estado, porque a mayor dependencia, más autonomía se pierde. Nuestro esfuerzo tiene que estar en sostener espacios feministas que tengan autonomía económica, ideológica y política. A su vez, mientras apostamos a experiencias territoriales desde la economía feminista, no perdemos de vista la discusión sobre la macroeconomía. Debatir sobre la deuda, formarnos políticamente,

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disputar los conceptos, como el de sostenibilidad por ejemplo, del cual se quieren apropiar, abonar a perspectivas eco feministas y eco socialistas, que apuesten justamente por la vida. Por otra parte, una mirada desde los entramados comunitarios, nos invita a pensar más allá de los territorios urbanos y ver qué ocurre con la defensa de los ríos, lagos, y las maneras de conducirse en circuitos rurales. Es vital analizar desde otras miradas esta relación con los Estados. Es importante visibilizar el deterioro de la vida y los procesos de muerte lenta, a los que conducen los proyectos extractivistas, y las luchas que surgen desde abajo para frenarlos. Como todo debate colectivo, este que compartimos aquí nos abre nuevos interrogantes. ¿Qué es lo que hicimos mal y qué es lo que podemos hacer mejor, para generar más conciencia, más autonomía? ¿Cómo potenciamos esa marea verde y multicolor que inundó las calles en distintos lugares y tiempos recientes, que lejos de ser una moda es un logro histórico? ¿Cómo reforzamos cada vez más el internacionalismo y los feminismos incómodos, inconvenientes, como definía la compañera Revuelta, Graciela Alonso3? ¿Cómo fortalecemos nuestras construcciones autónomas para un feminismo que se revolucione a sí mismo, que siempre esté en movimiento y en ebullición para no ser archivado en ningún estante vetusto, o en un escritorio oficial? No tenemos todas las respuestas, pero nuestras certezas más fuertes vienen de los corazones rebeldes, los debates colectivos, la creatividad sin moldes y el deseo indomesticable por cambiarlo todo.

3 Graciela Alonso fue una referente feminista de Neuquén, integrante de La Revuelta, docente, investigadora y parte de la Colectiva Asesora de la Bolten. Falleció el 1° de marzo de 2020. En un encuentro definió nuestro objetivo como: “Ser cada vez más libres, y menos cátedra”.

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Fueron parte de este concierto de voces: Abril, Adriana Pascielli, Agustina Benavídez, Agustina Sarati, Alejandra Andreone, Alejandra Santillana Ortiz, Ana Dumrauf, Analba Brazao Teixeira, Andrea Lucero, Camila Baracat, Catalina Villagra, Celeste Ruiz Castelli, Celina Rodríguez Molina, Christian Torno, Claudia Korol, Daiana Melón, Daniela Sosa, Delmy Tania Cruz Hernández, Dulce Chaves, Eugenia Lara, Eugenia Marengo, Fernanda Carrizo, Flora Partenio, Florencia Fajardo, Florencia Puente, Gisella Di Matteo, Julia Varela, Juliana Díaz Lozano, Laura Fernández, Laura Pasquali, Mabel Bellucci, María Alicia Gutiérrez, María Julia Constant, Mariana Relli, Natalia D´Amico, Paula Aguilar, Paula Bonomi, Paula Talamonti, Pedro Tello, Romina Rosa, Roxana Longo, Silvia Adoue, Verónica Diz, Victoria Pasero, Virginia Simari, Yamila Balbuena, Yanaiki, Yanina Waldhorn y Zulema Aguirre.

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Feminismos, autonomías y Estados Celina Rodríguez Molina, Claudia Korol y Roxana Longo. Feministas de Abya Yala El feminismo popular, comunitario, territorial, plurinacional, internacionalista, con el que nos identificamos, nace en Abya Yala, territorio marcado por la presencia del colonialismo, del capitalismo y el patriarcado. Recuperar el recorrido histórico, las iniciativas e ideas feministas que han caminado y que siguen caminando en nuestro continente, su relación con las luchas antisistémicas, es un desafío para las distintas generaciones que se incorporan a las experiencias multifacéticas de los feminismos populares. Recrear y conocer su compleja genealogía, es fundamental para saber de sus apuestas, errores y aciertos. Las Feministas de Abya Yala, convocadas por la Cátedra Libre Virginia Bolten, pudimos pensar junto a otras compañeras y colectivas feministas temas centrales como la construcción de nuestras autonomías y la relación con los Estados; que atraviesan las prácticas y reflexiones de quienes construimos política feminista en clave de revoluciones antipatriarcales, anticoloniales y anticapitalistas, con un horizonte feminista y socialista. ¿Qué rol tiene el Estado hoy y cuál tiene y tendrá en nuestros proyectos de poder popular feminista? ¿Pensamos que las luchas anticapitalistas, socialistas, antipatriarcales, antirracistas, se construyen fundamentalmente desde lógicas estatistas, o vamos creando experiencias de poder feminista y popular más allá del Estado? ¿Qué lugar tiene la defensa y cuidado de nuestros cuerpos individuales, colectivos, nuestras comunidades, territorios, en el mapa de nuestras desobediencias? ¿Cómo hacemos de nuestros feminismos populares espacios vitales contra los proyectos de muerte amparados por los Estados patriarcales, extractivistas, racistas? 25


¿Resulta un gesto idealista o una necesidad básica defender la autonomía de los feminismos, de sus prácticas, de sus lógicas culturales, frente a esos Estados? Hay respuestas que tienen que ver con el contexto inmediato, marcado por la intensificación de la intervención del Estado en la regulación y control de la vida cotidiana -en el marco de la pandemia-. Otras respuestas tienen que ver con los proyectos políticos de los feminismos populares y del lugar del Estado en ellos. Escribimos estas líneas después de la aprobación por parte del Congreso de la Nación de una Ley que garantiza la Interrupción Voluntaria del Embarazo, y de la sanción de la Ley de Cupo Laboral Travesti Trans. Sabemos que estas leyes, y otras promovidas desde los feminismos y los activismos LGTTBIQ+, no han sido regalos del poder de turno, sino producto de muchos años de movilizaciones y trabajos cotidianos de articulación de redes, alianzas, y realización de diálogos y presiones en el ámbito parlamentario, con diputadas/os, senadoras/es y sus asesores. Uno de los espacios en donde se logró mayor unidad, es la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, que nuclea a más de 300 organizaciones y colectivas. “Sale si salimos”, fue la consigna que organizó las masivas concentraciones realizadas en todas las provincias y ciudades del país, en los días que se trataba el proyecto en el Congreso. Ganar las calles, a pesar de las medidas de control establecidas como respuesta a la pandemia, fue un hecho decisivo. Pequeña primero, gigantesca ahora, la marea verde inundó el espacio público, y llegó hasta rincones que nunca había tocado, garantizando primero la despenalización social del aborto y luego su legalización. Esta enorme sucesión de batallas tuvo su definición en un ámbito del Estado como es el Congreso, en su interacción con otro ámbito como es el Poder Ejecutivo. Nacida en las esquinas de las plazas, en los barrios, en territorios diversos, en centros de trabajo, en sindicatos, en movimientos piqueteros, en comunidades originarias, negras, afro, en movimientos campesinos, en escuelas, en universidades, la marea verde se dirigió al Estado, pero no quedó prisionera del lobby parlamentario. La fuerza de la marea se recreó una y otra vez en la energía de la movilización 26


feminista. Como parte crucial de esa experiencia, tenemos la iniciativa socorrista, las consejerías por el derecho a decir, las redes de profesionales de la salud y de docentes por el derecho a decidir, que afirmaron la autonomía del movimiento feminista. En este recorrido, las feministas populares, las “feministas compañeras”, no renunciamos a la lucha por los derechos y a su exigencia al Estado, pero mientras tanto los abortos ya se estaban realizando, los hacíamos cuidados, acompañados, politizados, rompiendo la soledad. Entre el aborto ilegal y el aborto legal, estuvo y sigue estando el acuerpamiento de las socorristas, de las redes de trabajadoras y trabajadores de la salud, de la educación, las cátedras libres, las periodistas feministas, la organización feminista en todos los ámbitos, rescatando conocimientos populares, medicinas alternativas, para garantizar con autonomía la práctica social ancestral del aborto.

Feminismos liberales, institucionalizados, académicos y feminismos autónomos Cuando elegimos el terreno y los modos en que nos colocamos de frente y más allá del Estado, no desconocemos que hay otros feminismos -algunos de los cuales caminan en alianzas con nosotras-, con los que tenemos fuertes distancias en cuanto a los objetivos y modos de intervención política. Para los feminismos institucionales, liberales, que bregan por ocupar una cuota más o menos importante en el Estado, la lucha feminista se construye alrededor de una agenda de derechos. En su horizonte está la ocupación de una parte de la institucionalidad política, desde la cual bregar por ampliar esos derechos. Los feminismos populares, que tienen un horizonte revolucionario, al afirmar la lucha por derechos, buscan al mismo tiempo revolucionar todas las estructuras de dominación, opresión y explotación; terminar con el sistema heteropatriarcal, capitalista, colonial. Como señala Rosa Luxemburgo, la disyuntiva no es Reforma o Revolución, sino Reforma y Revolución. De todos modos, la diferencia no se encuentra en la participación o no en las instituciones, sino en interpelación a sus políticas de

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cooptación, y en el abandono o postergación del objetivo revolucionario. Una de las estructuras institucionales que sostienen y reproducen las relaciones sociales de opresión, son precisamente los Estados. En estos tiempos, como una de las respuestas de la hegemonía política a la insurgencia y multiplicación de la potencia feminista, asistimos a un proceso de institucionalización estatal de las demandas de las mujeres e identidades disidentes, que intenta imponerse a través de la· “profesionalización” de la causa feminista. Hay una insistencia de parte de las políticas de gobernabilidad y de la oenegización de los feminismos, dirigida a la cooptación de los discursos, saberes y sentidos feministas. En ese proceso se suelen diluir su potencia y sus horizontes, se van despolitizando las estrategias feministas y se promueve la fragmentación de lo colectivo. En algunos casos, las acciones estatales se concentran en políticas públicas superfluas, o focalizadas exclusivamente a mujeres de sectores medios. En otros casos, son políticas fuertemente asistencialistas, para enfrentar la feminización de la pobreza, producto de la crisis y la división sexual del trabajo -especialmente por el incremento de los trabajos de cuidado-. Sus modos de intervención omiten la respuesta a los problemas estructurales, como por ejemplo, las consecuencias de las políticas transnacionales -con el aval de las políticas gubernamentales- y la consolidación de un modelo de desarrollo extractivista, que destruye y cosifica la naturaleza, con terribles implicancias sobre los territorios, la vida de las personas, comunidades y el futuro de próximas generaciones. Son ineficientes y escasas las respuestas frente a la violencia femicida, que crece sistemáticamente en nuestros territorios. Poco se alerta sobre el aumento de los fundamentalismos existentes en la región, que resurgen y recrudecen su agresividad frente a la presencia de los feminismos. Existe una escasa evaluación de los límites de las políticas públicas implementadas. Es necesario señalar también la persistencia de dispositivos discriminatorios, y de prácticas estatales conservadoras y estereotipadas hacia las mujeres e identidades sexo-genéricas disidentes. Muchas de las apuestas de institucionalización, corren el riesgo de caer en posibilismos, en políticas de maquillaje. 28


Somos conscientes de que hay corrientes que se reconocen en la experiencia de los feminismos populares que se han integrado en el Estado en numerosos países del Abya Yala. Consideran que es un modo táctico de acumular fuerzas en las disputas de poder, en las grietas que se abren en sus contradicciones, resignando en muchos casos su autonomía, porque tienen una estrategia de “revolución desde arriba”. Sin embargo, a la luz de los procesos en diferentes países del continente, podemos sacar conclusiones sobre el modo en que los Estados han cooptado, y en algunos casos digerido a las corrientes populares y feministas que se han sujetado a éstos, volviéndolos funcionales a sus políticas. Permanecer en un cargo significa, en muchos casos, canjear el proyecto colectivo por un proyecto de sobrevivencia individual.

Estados coloniales, patriarcales, racistas, extractivistas Los Estados en los que se organiza la dominación, nacidos de los procesos coloniales de formación de las Naciones en el continente, están constituidos por instituciones definidamente patriarcales y coloniales. Desde la Justicia hasta el sistema legal, las Constituciones, el modelo educativo, la organización económica, todo se organiza para sostener ese orden. El ciudadano que “hizo las independencias” es un hombre propietario, blanco, burgués, “civilizado”. El acceso de las mujeres ha sido tardío -o todavía no ha sido efectivo- en cada una de las dimensiones de ese Estado. Tampoco acceden los pueblos aplastados en el proceso colonizador, a los que no se les entrega más que migajas de reconocimiento. Hay una diversidad de culturas, lenguas y cuerpos subordinados ante ese Estado. Acceder a él, si no es como parte de una revolución arrolladora que golpee los cimientos de estas estructuras opresivas, puede ser un modo de crear un decorado democratizador, que no termine afectando a esas estructuras, sino que las embellece, barnizándolas de colores que rápidamente se diluyen dentro del aparato gris hegemónico. Es cierto que encontramos experiencias diferentes, como la de la Revolución Bolivariana en Venezuela, la experiencia descolonizadora de Bolivia, la Cuba socialista -que a pesar de sus dificultades 29


por el bloqueo y por sus propios límites nunca ha abandonado la salud y los modos de educaciones públicas, populares, emancipadoras-. Sin embargo, en la medida en que las fuerzas populares, feministas, pierden su impulso, el sistema político del Estado reorganiza la dominación, y en muchos casos arrasa con los intentos de transformación. En general las disputas de proyectos populares, socialistas, feministas, tienen un lugar privilegiado en las revueltas, en las desobediencias que ocupan las calles, en los proyectos autónomos del pueblo, que no dependen enteramente del subsidio oficial. La experiencia de lo vivido durante la pandemia nos indica que los Estados y los gobiernos han profundizado las políticas que descargan la crisis sobre los sectores populares y aumentan su empobrecimiento, lo que afecta de manera especial a las mujeres y disidencias sexuales. Debido a la división sexual del trabajo, las mujeres se han visto aún más sobrecargadas por las tareas de cuidado. Ya no se trata sólo de cuidar a la familia, sino también a la comunidad. En las ollas, en los comedores populares, en los espacios de protección frente a la violencia machista y patriarcal, las mujeres, lesbianas, travestis, trans, hemos estado en la primera línea. Sin embargo, el Estado no ha tomado medidas de reconocimiento y cuidado de esa labor esencial. Por eso, hemos recibido golpes muy duros. Muertes evitables como la de Ramona, de la Garganta Poderosa en la villa 31, Hirenea y Cota de la FOB Autónoma en la villa 20 de Lugano, son solo una muestra de que el Estado no escucha, no apoya, no acompaña, no mira, hasta que la tragedia se consuma como un crimen estatal. Son muchas las compañeras en nuestros países que han quedado atrapadas en las lógicas de abandono de los Estados, que colocaron los recursos en la represión, el control y el asistencialismo, más que en el fortalecimiento de las redes comunitarias, territoriales, con las que el pueblo autónomamente se organizó para resistir al virus, al hambre y a las necesidades de sobrevivencia. En este contexto, el Estado desarrolló también una ofensiva de políticas extractivistas basadas en el saqueo de los bienes comunes. Los intentos de avanzar con la implementación de las transnacionales mineras, con las grandes represas, con las factorías de cría de cerdos, la profundización del endeudamiento externo, aprovechando la 30


parálisis provocada por el miedo y las políticas de (in) seguridad, sólo pudieron ser frenadas en aquellos lugares donde el pueblo con autonomía ganó las calles. El Estado extractivista garantiza las ganancias de las transnacionales, el avance de políticas que además de saquear, contaminan, destruyen los bienes comunes, rompen las comunidades y nos enferman. Es sabido que el mismo COVID-19 tiene su origen en el modelo productivo de ganadería intensiva de ataque a los territorios. La deforestación de gran parte del continente, la muerte de los ríos, el estallido de las montañas por el fracking, los incendios provocados por las inmobiliarias y los acaparadores de tierras y territorios, hoy tienen una respuesta brutal de la naturaleza. La llamada “civilización” mata, para asegurar que una minoría se enriquezca a costa de la vida de los pueblos. Y en ese camino, aumentan las políticas represivas del Estado. Desapariciones forzadas, gatillo fácil, muertes de jóvenes, violencias femicidas e impunidad, son moneda corriente en estos tiempos. “El Estado es responsable, el Estado es un macho violador, el patriarcado son los jueces, el violador sos vos: la policía, los jueces, el Estado opresor”. Estas consignas y cantos que creó el colectivo feminista chileno “las tesis” y que han sido coreadas por todo el Abya Yala en los últimos años, con indignación, con bronca frente a tantas injusticias, tantos femicidios, tantas violencias institucionales, tantos crímenes de odio. Funcionan como síntesis populares ante las puertas cerradas, frente a tanto no escuchar, no hacerse cargo de los gobiernos, el “como sí” de los ministerios de cartón, insensibles y lentos ante la injusticia patriarcal y colonial. En nuestras experiencias acumulamos desconfianzas a los Estados y a los gobiernos que ocupan esos lugares de privilegios históricos y amparan muchas impunidades. Cuando los pueblos, las feministas, las defensoras de los territorios, de las lenguas, de las culturas, las activistas de los derechos humanos coreamos las consignas que nos aúnan -aunque estemos en territorios lejanos-, damos cuenta de clamores colectivos que ya no tienen vuelta atrás. Seguiremos gritando: ¡Qué arda! Nos mueve el deseo de cambiarlo todo.

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Las Revoluciones Feministas siguen vivas, deseantes, luchadoras, autónomas En este contexto es fundamental que los feminismos podamos crear políticas de cuidado que abarquen a la comunidad, que permitan el diálogo de saberes, que descolonicen el control de los cuerpos y territorios, que valoricen los saberes ancestrales, que permitan la defensa y el cuidado de la vida en todas sus dimensiones, que defiendan el territorio y refuercen los entramados comunitarios. Las revoluciones feministas siguen vivas y están latiendo en cada oleada de la marea verde que busca otras orillas. No son revoluciones de las pibas, ni de las viejas solamente. Porque son revoluciones, entramos todas, todes. Pero para que tengan la energía necesaria, es imprescindible que rompan los diques de los Estados, y que discutan los eufemismos creados en la Academia, como los que hablan de “estados maternales”, que nos coloca a los pueblos como hijos e hijas dependientes de la teta estatal. Las revoluciones feministas son marea de rebeldía, de autodefensa, de cuidados comunitarios. Son territorios en los que se organiza la siembra de semillas no transgénicas, que fueron defendidas de la voracidad transnacional y de las instituciones del Estado. Son territorios donde se crea soberanía alimentaria, en las ollas y comedores populares. Son lugares donde no solo sobrevivimos, sino que intentamos vivir bien, desde nuestras propias experiencias, haciendo de la autonomía una contraseña para la emancipación, para enfrentar las políticas de control, para que el cuidado no quede en manos de la policía criminal, sino de las amigas y compañeras. Los feminismos populares rehacen la política del deseo, del encuentro, de la territorialidad plurinacional, de la diversidad de cuerpos. Rompen con las camisas de fuerza biologicistas, punitivistas, nacionalistas. Rompen fronteras. También las de los Estados coloniales y patriarcales. Nos mueve la rabia. Organizamos la rebeldía.

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Feminismos y forma estatal de la política: tensiones, disputas y apuestas por la autonomía Ruda Colectiva Feminista De cómo dar cuenta de la diversidad ante una pregunta no cerrada: pistas para abrir el debate Hartas ya de tanta virtualidad y con la enorme necesidad de vernos a los ojos sin mediación de las pantallas, de tejer reflexiones sin algoritmos, de desatar entre nosotras una escucha atenta; escribimos este texto con la certeza colectiva de que la presencia física y la materialidad de la vida, son insustituibles. Lo que aquí compartimos con ustedes, es el debate siempre incompleto ante la problemática que percibimos entre los feminismos, la política y el Estado, así como las condiciones históricas que abren fisuras y caminos para construir autonomía. No pretendemos pensar de la misma manera, ni tampoco construir un relato homogéneo o unívoco, que “resuelva” alguna de las preguntas que fueron surgiendo al calor de la conversa. Lo que aquí presentamos son las reflexiones del entre nosotras, espacio temporal feminista en el que se articulan las experiencias personales y comunes, así como las distintas trayectorias políticas que hacen de la colectiva un lugar afectivo político, de sostenimiento de nuestras vidas y de aprendizajes recíprocos. Hemos organizado el texto en: la naturaleza del Estado y en los contenidos sobre una política en feminista que coloca en el centro la autonomía. Por último, ¿cómo habitar la tensión y el disenso sin cancelar? ¿Cómo transitar lo inacabado sin restar profundidad y potencia? Nosotras no tenemos una respuesta ni un programa, no hablamos desde la superioridad moral, ni desde un feminismo que le dice a otras cómo hacer política o que condena a otras mujeres que optan por diversos caminos. Estamos aquí porque hemos decidido hablar desde la ambivalencia y la diversidad, desde los cuidados y el cariño, desde esa amistad política entre mujeres (Gaviola, 2016); y es que nuestra única luz es sabernos juntas y ensayando. 33


Estado: carácter histórico Por un lado, consideramos que el Estado es una relación social histórica que responde a un orden capitalista, heteropatriarcal y colonial, y a las perspectivas e intereses de la clase dominante y dirigente. Es por lo tanto una relación objetiva, que construye materialidad y subjetividad, formas de hacer, de convivir, de gestionar. Es ese cúmulo de poder que a lo largo de la historia terminó generando un sistema que beneficia a la misma gente que ostenta ese poder. Si acordamos que el poder se encuentra en gran medida en el Estado, podríamos usar las mismas reglas que éste presenta para garantizarnos un poquito de paz, como por ejemplo, que no nos criminalicen por decidir, por abortar. O exigir que nos devuelvan, después de todo lo que nos roban, algo de salud, algo de educación, un poco de algo. Es decir, disputar el carácter público, que no es igual a lo estatal. Lo público está en lo común, es para la gente y puede constituir una forma de redistribuir los recursos que tiene ese Estado, pero donde sea la gente quien decida qué, cómo y cuándo. El Estado es también esta gran comunidad de personas diversas que no somos ni pensamos igual, pero que tenemos un sin número de problemas y necesidades comunes. Sin embargo, cabe recordar que el Estado fue la forma en la que el capitalismo y el surgimiento de la clase burguesa organizaron un orden territorial, colonial y cisheteropatriarcal cuya lógica ha sido el fortalecimiento de una sociedad de clases sociales; la garantía de que exista una división sexual del trabajo; y la perpetuación de la colonialidad. La riqueza generada por el pueblo ha sido administrada bajo una lógica estatal de reproducción de todos los elementos que requiere el sistema para sostenerse. Experiencias como las de Ecuador, nos muestran que ningún derecho ha sido entregado por el Estado o las élites, sin luchas y sin sujetos subalternos que las levanten. Es así que la demanda por derechos tiene que ver con una exigencia y una impugnación al Estado. En esa medida hay que exigirle que devuelva lo que le entregamos, lo que se roba de todxs nosotrxs, o que distribuya la riqueza del país que se concentra en unas pocas familias. Es fundamental para nosotras que nos situamos en el Sur Global, concebir al Estado como una relación colonial y en masculino. Que, en el caso del Ecuador, adquiere una dimensión específica, 34


una forma social política, atravesada por nuestra condición de dependencia, primario exportadora y rentista; por la coexistencia de formas de servidumbre y sobreexplotación presentes en el agro, y relaciones capitalistas modernas; y finalmente, por el enorme peso que tiene el trabajo no remunerado y la economía del cuidado en el subsidio a la tasa de ganancia y acumulación. Estamos hablando de una tradición de esclavitud. Ni siquiera llega a ser capitalismo. En efecto, este Estado presenta una tradición de abuso normalizado de todo lo no masculino, blanqueado y no hegemónico: tierra, agua, naturaleza; de las mujeres; de las cuerpas racializadas y diversas; de la clase trabajadora y los entramados de cuidado. En ese sentido, este es un Estado cisheteropatriarcal que traduce nuestras luchas de una manera en que lo vuelve todo al lugar del Estado. Porque cuando incorpora, cuando toma nuestras luchas, siempre les quita algo, les resta potencia y radicalidad. Aquello que aparece como disrupción se convierte, bajo la mediación estatal, en ley recortada, en protocolo, en política de la representación, en acto de blanqueamiento. Esa forma social política particular del Ecuador, ha implicado que la relación histórica con el Estado, que sostienen poblaciones como la indígena, sea trivalente: con el Estado, contra y más allá de éste. Esto se explica porque “el tipo de proyecto que las élites criollas y luego regionales configuraron en el marco de una relación de dependencia con el incipiente capitalismo global, que al no contar con un proyecto nacional y bajo una caduca forma productiva, fueron organizando territorialmente a la población indígena, así como moldeando el nuevo Estado” (Santillana, 2019: 268). En efecto, el Estado incorpora el conflicto comunitario, pero lo hace de manera relativa. Por su parte, la historia de las comunas indígenas en el país muestra que para los pueblos y nacionalidades fundamentalmente de la sierra ecuatoriana, el Estado es una posibilidad de cambio y alcance de sus demandas, por lo tanto, no se cierran, oponen o dan la espalda a las posibilidades que el Estado parece desplegar. En ese sentido, “la promesa del Estado como relato se combina con la existencia de una autonomía tutelada” (Santillana, 270). Un elemento final que queremos problematizar es que, desde la instauración de las políticas de ajuste estructural, el Estado Nación 35


ha entrado en una crisis que limita sus funciones a administrar, subsidiar y mejorar la tasa de ganancia de las élites, que son en su mayoría transnacionales. A eso se suma, que las violencias sistémicas han escalado no solo en estructuración de la vida cotidiana, sino que han adquirido aquello que Segato (2018) denomina pedagogía de la crueldad. Si el origen del Estado era la entrega voluntaria de nuestro sentido de conservación para que éste garantice la vida, ahora el principio de garantizar la vida ha sido sustituido por una gestión de la muerte en donde el Estado define qué cuerpos importan y cuáles no y las formas de crueldad sobre nuestros cuerpos van naturalizándose. Si esto es lo que constatamos, ¿por qué creemos que el Estado puede hacer algo por nosotras? A esto se suma que ya no hay ideal de sueño americano, ya no hay promesa de felicidad, toda Latinoamérica inmersa en un imaginario lleno de estereotipos de lo que está bien, pero también de qué sujetos son merecedores: nosotrxs no podemos acceder a esa felicidad porque somos racializadxs y del Sur. La vida no puede ser una dicotomía entre modernización capitalista o empresariado neoliberal. Sin embargo, las utopías están en los cuerpos no normados. Una travesti en la calle es autonomía. ¿Qué pasó con todxs lxs indígenas después del régimen de hacienda? Hicieron núcleo, se organizaron. Saben cómo alimentarse, saben cómo sanarse. Esa es la autonomía. Cuando dejo de ser un cuerpo normado, dejo de ser una persona agradable, aceptada, porque, además, se construye una promesa de la felicidad, en donde el verte y comportarte de una manera heteronormada específica, es la condición para una felicidad que nunca va a llegar. ¿Qué ocurrió con las personas que nadie quiso ver? Lxs que simplemente por haber nacido no tenían opción de ser felices, ahí está la autonomía. Una autonomía que se construye entre la precariedad, la violencia y la desigualdad estructural. Pero ¿no estamos construyendo una idea romantizada de autonomía? ¿Y la dignidad? La dignidad te la quita el Estado, no la autonomía. Y a la par, las condiciones capitalistas normadas coloniales y heteropatriarcales definen dónde y cómo es posible construir autonomía. Ahí la presencia del Estado como promesa se vuelve válida. Y nosotras nos enfrentamos a pensar, reflexionar y construir una autonomía no romantizada, no instrumentalizada; autonomía feminista anticapitalista y antiracista. 36


Política en feminista: autonomías y disputa Si bien el Estado es una relación que existe y ordena, para nosotras la autonomía es una herramienta central en nuestra forma de hacer política y concebir el mundo. La autonomía no es esa cuestión improvisada y anecdótica, es aquello que nos permite sostener la vida digna para todxs, en donde el camino para eliminar los privilegios no sea reforzándolos. Nadie nos ha enseñado a ser autónomas, a habitar esa autonomía, es por eso que tenemos que construirla desde cero y simultáneamente responder a la ofensiva permanente del capitalismo. ¿Cómo diseñamos una vida digna, segura, si es que desde el inicio nuestro tiempo está destinado al capitalismo, al disciplinamiento escolar y al trabajo explotado? Nos preguntamos, acaso sí el que nuestras necesidades como mujeres y cuerpas no hegemónicas entren a la institucionalidad estatal ¿no es también el reforzamiento del biopoder sobre nuestros cuerpos? Pensemos en el caso de dos pandemias, una el VIH y la otra el COVID-19, ingresar al sistema estatal implica que esxs cuerpxs sean tachadxs como cuerpxs enfermxs, sean patologizadxs. Construir autonomía es recuperar una temporalidad creativa que le dispute el tiempo al capital y al cisheteropatriarcado. Y es que nuestro tiempo nunca ha sido nuestro, hemos sido socializadas para que siempre sean para otrxs y este tiempo que hoy no es nuestro es necesario para levantar una autonomía que sea sostenible; una autonomía no solo para nosotrxs, sino para todo el pueblo, para todo el mundo. Como feministas tenemos el enorme desafío de desmantelar un sistema que abarca desde lo educativo, hasta lo moral y todo lo social, es decir, todo lo que es el heteropatriarcado capitalista. Cuestionar radicalmente al Estado, implica que le demos contenido y cuerpo a la apuesta por la autonomía. ¿Cómo resolvemos los problemas que afectan al pueblo, a las mujeres y diversidades sexo-genéricas de sectores populares, sin Estado? ¿Tenemos, por ejemplo, la capacidad de atender clínicamente abortos y de resolver emergencias que se presenten? ¿La autonomía feminista implicaría que, para prescindir del Estado, tendríamos que disponer de los recursos y la organización para sostenerlo entre nosotras? Creemos 37


que quizás la autonomía feminista en esta clave, es un horizonte emancipatorio y rebelde, y a la par es una serie de dinámicas cotidianas en donde simultáneamente a la construcción de autonomía, podemos seguir exigiéndole al Estado. Hablar desde la crítica y la impugnación al Estado requiere dimensionar que para el pueblo que no tiene más opciones, que destina gran parte de su energía y tiempo al sostenimiento del capital, el Estado se presenta como una posibilidad mínima para garantizar derechos, infraestructura, atención, accesos. ¿Cómo fortalecer la autonomía, los espacios, articular con otras mujeres, pero al mismo tiempo transformar el Estado? Es cierto que el rol del Estado es controlar nuestros cuerpos, pero la lucha de las hermanas argentinas por la legalización del aborto nos muestra que el Estado va a garantizar que las mujeres no mueran y puedan acudir a un hospital, que accedan a salud, atención y dignidad. ¿Cómo logramos que estas declaraciones de principios político éticos, no terminen siendo nuevamente el nicho para pocas personas y que resuene con otrxs y se vuelva una alternativa? Quizás podríamos pensar en fortalecer el Estado porque es una forma de garantizar ciertos derechos para todxs, pero, ¿cómo apostamos por la autonomía como herramienta y camino, y al mismo tiempo fortalecemos el Estado y toda su lógica estatal? ¿Cómo encontrar esa forma de articularnos con otrxs y que la disputa por el Estado no sea como en tiempos de la Revolución Ciudadana, tener que llegar al Estado para articular política pública? ¿Es posible que nosotrxs decidamos qué salud, qué educación tener, y que nuestra presión obligue a que el Estado garantice todos los derechos sexuales y reproductivos? Tal vez, hay que mirar lo que nos enseña la historia del campo popular ecuatoriano: que es posible fisurar el poder y conseguir, a punta de movilización y levantamientos, cambios en el orden de lo dado. Para reflexionar sobre la política que hemos ido tejiendo, y que imaginamos, quizás empecemos mirando el carácter de los feminismos que se han levantado y que tienen la “hegemonía” de la palabra y representación en el país. Si asistimos a una crisis del campo popular, las organizaciones feministas también forman parte. La crisis, por ejemplo, en que no tenemos estrategia territorial 38


(excepto colectivos como Mujeres de Frente o algunas apuestas aisladas). No estamos construyendo tejido organizativo, no miramos la urgencia de construir núcleos, redes, semillas feministas, no somos capaces de construir un objetivo común; mientras los partidos, el capital y las iglesias sí lo hacen. En la medida en que sigamos pensando que Quito es el único y más importante lugar de enunciación, el feminismo en el Ecuador va a ser un feminismo burgués y liberal; un feminismo que no logre dialogar con las demandas más básicas y concretas de la vida, ni con la diversidad de mujeres y cuerpas disidentes que en cada rincón del país resisten y luchan. En el marco de las elecciones presidenciales hemos visto que, en general, los movimientos y partidos políticos no están conectados con el sentir y vivencia de la gente. La pregunta es si nuestros feminismos logran dialogar con la vida de las mujeres. Porque cuando la política no tiene que ver con la vida, no tiene que ver con nada. La vida es compleja, contradictoria, ambivalente, no lineal, heterogénea, no hay respuestas claras. Nuestra política en feminista debería adaptarse a la vida y no imponer los tiempos del Estado y del capital. La política no es una esfera autónoma de la economía, la política tiene que ver con la vida económica, tiene que ver con los afectos, tiene que ver con la cultura. Si bien la cancha del quehacer político está trazada en gran medida por las condiciones de una política burguesa, colonial y cisheteropatriarcal, lo que nos toca como feministas es ensayar: cómo hacer Estado, comunidad, espacios de autonomía, y también el cómo ir a una política pública que no termine en papel y letra muerta. Y esa cancha del quehacer político es también la negación e invisibilización permanente de nosotras y nuestra capacidad creativa, que es diversa, que no se enmarca necesariamente en un estereotipo o en un solo relato. Eso, ¿qué nos dice? Que la forma de creación femenina, no binaria, no heterosexual, no hegemónica y de accionar como mujeres en lo público está negada. Nosotras habitamos ese dolor que es colectivo, diario y que se ve reflejado, por ejemplo, en nuestra voz pública poética, en nuestra escritura, en el cuestionamiento permanente al cómo nos relacionamos. En que hay una enorme presión para que referenciemos a autores para legitimar nuestra palabra y que sigamos la cisheteronorma para validar nuestros deseos 39


y amores compañeros. Esa negación de nuestra creatividad y de nuestros deseos y sentires es un dolor y una contradicción que vivimos en el cuerpo: ¿cómo construimos vínculos y diálogo en esas distintas capas y niveles que implica la articulación entre política, creatividad, palabra, deseo y feminismo? Si la crisis de los feminismos en el país incluye la imposibilidad de entablar diálogos y escucha atenta, en el mundo de la creatividad y las mujeres, la situación se repite: nadie comparte sus procesos. Hablar de cultura, de arte, de deseos y placer es fundamental para pensarse la autonomía, porque no solo es una herramienta para generar nuevos imaginarios, sino que es donde debemos ser más autónomas, ¿cómo nosotras como artistas, como seres deseantes, vamos a tener nuestras alternativas de autonomía? Si colectivizamos y nos organizamos en la pluralidad podemos generar otras posibilidades y esos son ensayos de autonomía. La feminización de lo precario en la cultura y el arte; así como el control y disciplinamiento permanente frente a nuestros deseos, placeres y sentires, nos muestra justamente por qué jamás han estado en el centro de la articulación política de nadie. Y sin embargo, para nosotras, son una forma de liberación. Cuando esos procesos requieren de recursos que el Estado proporciona, se hace más explícito el dictamen estatal sobre qué es creación y cuál es esa dimensión pública del quehacer feminista. Requerimos pensar la política en feminista como parte de un diálogo entre las distintas formas de creación y relacionamiento. El problema es que el Estado no tiene criterios, tiene estereotipos coloniales, heteropatriarcales, burgueses, desterritorializados. La dificultad está en depositar en el Estado las esperanzas, cuando es justamente el Estado quien se presenta como el mayor de los problemas. El Estado está estructurado para gestionar la raza, para gestionar nuestra sexualidad, para reglamentar nuestra vida; y en ese reglamento de la vida, en una crisis como en la que estamos, el Estado está reglamentando la muerte. La disputa parece por momentos una ficción, porque la estructura estatal la hace imposible. El Estado no está dispuesto a que nosotras dejemos el lugar de lo doméstico, de lo familiar, de lo heterosexual. Lo mismo ocurre con el capitalismo, somos objetos del consumo y consumimos. Pensemos en el momento actual del capitalismo y su relación con la 40


virtualidad, el big data y las redes. Toda nuestra política, incluso lo privado, lo doméstico adquieren una dimensión mediática pública. Pero, ¿no será que lo que estamos disputando es que no nos pongan en ese lugar de la necropolítica, en el lugar de los cuerpos excluidos, criminalizados y asesinados? Lastimosamente tenemos al Estado de interlocutor, queramos o no. De todas maneras, es necesario que no olvidemos que el Estado nos vende el terror, pero también la necesidad de seguridad, que lleva a la criminalidad, entonces es un círculo vicioso. Es decir, la precarización y la enfermedad emocional y psicológica que genera la misma precariedad y la violencia del Estado, hace que el Estado sea necesario para que nos proteja a lxs unxs de lxs otrxs, encarcelando a unxs y disciplinando a otrxs. Sin embargo, para unas el método puede estar en disputarnos todo el tiempo el sentido mismo del Estado, hasta generarnos autonomía. No obstante, nuestros esfuerzos no pueden centrarse solo en eso, en el Estado o en esperar que nos salve. Nuestra energía tiene que estar organizada en generar autonomía. ¿Cómo rompemos esas dicotomías que la colonialidad nos ha impuesto e imaginamos que si es lo uno no es lo otro? Eso nos obliga a ser autocríticas con nuestros feminismos. Pareciera que hay en ellos un anhelo de calzar en este sistema de representación. Estamos locas por ser representadas y agachar la cabeza, o por representar a otras. Entonces lo que hay que disputar es este sentido de la horizontalidad, del romper jerarquías y de realmente interpelar nuestros privilegios; un camino que no sabemos cómo se construye, que también es ensayo y error, pero con la certeza de que si no se construye desde nuestras relaciones cotidianas, entonces no podremos permear ningún otro estamento. La política en masculino, esa que nos coloca en priorizar el lugar de la representación, va más allá de lo electoral. Es una expresión de la política estatal, colonial y burguesa, que da cuenta de la crisis en la que nos encontramos. Tiene que ver con la representación, la validación de unos sujetos, la jerarquización de las contradicciones y los diálogos. Y esa lógica de la representación, está permeando todos los espacios, vivimos tiempos en los cuales no hay cómo ser parte de una colectiva porque en seguida la compañera ya quiere “representarte”, quiere 41


tener su espacio político legitimado en ti, quiere normar qué, cómo, cuándo y de qué manera se dicen y hacen las cosas. Sin diálogos plurales, sin construir disensos y consensos, sin escucha y con la imposición y la marca precisa del partido político, de la cooperación internacional o del espacio organizativo supeditado a la lógica masculina. Por eso el vínculo entre política, feminismo y arte es vital porque es una posibilidad de poder generar preguntas más que respuestas, abrir horizontes, mirar desde otras aristas, con otros sentidos, otras intuiciones. Y mientras no disputemos la lógica de la representación y la jerarquía afectiva y de poder, desde lo más chiquito, la casa, la familia, las relaciones, esta dinámica se va a reproducir. ¿Los feminismos en el país tenemos proyectos colectivos o jugamos a la representación autoreferenciada de la pequeña burguesía que no puede dejarse representar por nadie más que ella misma y su círculo? Nosotras apostamos por construir una teoría del poder encarnada en la vida misma cuya base es la sexualidad, porque la sexualidad no es menor que la clase o que la raza. ¿Cómo construimos una política que no esté basada en la heteronorma y la monogamia como orden social político? ¿Cómo colocamos un deseo profundo que no es multicultural, ni posmoderno, ni de consumo como elemento central de la política en feminista? Ahí nosotras apostamos por una autonomía en inter y ecodependencia, y cuestionamos la individualización instrumental capitalista. ¿Qué es una vida digna? ¿Cómo construimos esa vida digna para todxs, incluida la naturaleza? Por eso hay que hacer, inclusive inventarnos, otras formas de registrar, de lenguaje, de inscribir y hacer memoria. Y también imaginar feminismos que apuesten a resolver la materialidad de la vida. Nuestras pasiones debemos gestionarlas nosotras y a la par construir maneras que nos permitan vivir no precarizadas, ni dependientes del mercado de trabajo capitalista, ni dependientes de los afectos y deseos normados por la monogamia heteropatriarcal.

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Entramados feministas en tiempos de crisis global y revuelta: trayectorias y experiencias políticas en Chile Camila Baracat y Andrea Salazar Es inevitable, en momento de crisis, repasar nuestras trayectorias e intentar delinear los recorridos que hemos transitado durante los últimos años en Chile y el continente. Los andares de lxs que luchan son, sin duda, complejos. En la medida en que se intersectan feminismos con una gama diversa de movimientos de mujeres y disidencias -que no necesariamente se definen como feministas-, se van diluyendo las seguridades patriarcales y coloniales que se portaban previamente, construyéndose una nueva praxis y teoría a partir de saberes y experiencias hasta entonces desconocidas. Este artículo nace precisamente de debates, conversaciones y reflexiones colectivas que se dan en un momento de cruce entre tramas feministas, trans, mapuche, de mujeres pobladoras, negras, migrantes, activistas internacionalistas, tecnofeministas y anti-especistas4. Nace, a su vez, en medio de la agudización extrema de la precarización producto de las violencias patriarcales, coloniales y capitalistas y de una profunda crisis de reproducción de la vida, en sentido amplio. Y, por lo tanto, también surge al calor de la creatividad y la imaginación política que se requiere para resistir y transformar de manera radical la forma en que vivimos. Nuestros análisis, como todo conocimiento, se producen desde situaciones históricas, sociales y ecosistémicas concretas (Haraway, 1995; Harding, 1996; Cruz, Reyes y Cornejo, 2012). Es desde allí que estudiamos la acción recíproca y orgánica de los entramados feministas en todas sus escalas, alterando el orden referencial de los mapas nacionales, proponiendo otras cartografías de luchas por 4 Sobre el cruce entre tramas, y a modo de homenaje, recomendamos escuchar la canción de Emilia Bau “Que vuelvan les cabres”. Emilia era una joven trans mapuche que acompañaba el proceso de recuperación territorial iniciado por el Lof Llazkawe y que fue asesinada el 17 de febrero de 2021 por sicarios de Condominio privado. Disponible en https://soundcloud.com/rukaniamun/que-vuelvan-les-cabres-reedita

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fuera de las comunidades imaginadas de los Estados-nación (Benedict, 1993). Y, aunque no lo hacemos en nombre de la Coordinadora Feminista 8 de marzo (CF8M), sí nos parece importante señalar que muchas de las reflexiones surgen principalmente en ese espacio de organización. La temporalidad de esta inscripción es un eje abierto que va desde los preámbulos de la revuelta de octubre hasta las luchas actuales en contra del terrorismo de Estado y la avanzada fascista, la crisis de la pandemia y la agudización de las violencias patriarcales en todas sus dimensiones. Es una lectura a contrapelo de las visiones dominantes, es un ejercicio reflexivo que posiciona a la organización feminista como un nudo de construcción de poder transfronterizo y territorial. Habilitado de manera sine qua non por la praxis política de poder popular en los territorios. Por eso este artículo pretende ser una contribución a la acción y la memoria de las mareas y ríos feministas del sur del mundo, a partir del análisis de las corrientes que confluyen en nuestra historia.

La insurgencia feminista y la revuelta popular de octubre. No + porque somos + El 8 de marzo de 2020 el contexto era completamente diferente, aún no comenzábamos a experimentar la crisis sanitaria, la revuelta contra la precarización de la vida llevaba casi cinco meses abierta y nuestra capacidad de despliegue en las calles era decisiva. Lo que estaba en juego ese 8 de marzo, en términos simbólicos, era la continuidad o no de la revuelta popular de octubre y -sobre todo- su carácter. Teníamos la convicción de que sería un día histórico, y lo fue. La convocatoria a la Huelga General Feminista del 8M tuvo como uno de sus hitos más convocantes una de las marchas más multitudinarias del Chile pos dictadura - las cifras señalaban que habían salido más de un millón mujeres y disidencias a las calles- y con dicha potencia y amalgama entre masividad y radicalidad tan propia de los feminismos, logramos hacer visible que éramos precuela y continuidad de la revuelta, revuelta en la revuelta.

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En medio de los dos millones de mujeres y disidencias movilizadas, la Brigada Laura Rodig, espacio de resistencia creativa feminista, escribió con pintura reflectante el piso de la calzada, justo en el centro de la Plaza de la Dignidad - nombrada así luego de la revuelta- la palabra “Históricas”, graficando el sentir de esas semanas. Esta acción de arte político que ocupó el espacio público junto a nuestros cuerpos y lo utilizó como lienzo para exponer un discurso de reconocimiento histórico de las feministas, grafica casi de manera literal la masividad y radicalidad con la que actúan los feminismos. La urgencia de desplegarnos en un espacio históricamente masculinizado, en una plaza que enaltece la figura de un “héroe del patriarcado”, Manuel Baquedano5, fue un acto de señalamiento6 que nos sobrepone frente a la figura mítica del héroe, con una urgencia de subvertir los relatos hegemónicos que construyen el paisaje visual urbano y delimitan y norman su desplazamiento. Esa urgencia es dada por “la condición de la memoria de estar siempre expuesta a las inversiones, conversiones y reversiones del presente” (Richard, 2010:10). Cabe mencionar que la intervención de la Brigada fue borrada con alquitrán durante la pandemia después de estar tres meses presente en la calle. Ante esta acción, desde la Brigada Laura Rodig declararon que “tapar, cubrir, blanquear, borrar, fueron algunas de las acciones de censura que impuso la dictadura, y son las mismas con las que este gobierno pretende eliminar nuestro rayado7, huella material de un grito que millones alzamos juntas el último 8 de marzo”8. Ese acto de borrar a las feministas no es algo novedoso y ha sido una acción a la que, con toda nuestra porfía, hemos tenido que resistir. Como tan claramente prologa Silvia Rivera Cusicanqui (Federici, 2019) en tiempos de indignación y revuelta –tiempos insumisos– la historia pareciera abrirse a lo todavía-no-nombrado. Y es que la conciencia anticipatoria de un mundo de mayor libertad y autonomía colectivas (Bloch, 1977) podría brotar de esas potencias 5 Militar chileno conocido por su rol en la Guerra del Pacífico y en la ocupación del Wallmapu (territorio Mapuche). 6 Concepto utilizado por Ana Longoni para referirse a acciones artísticas activistas. 7 NdE “Rayado” es como llaman en Chile a los grafittis o pintadas. 8https://www.diarioclever.cl/brigada-laura-rodig-ante-la-censura-de-historicas-ni-con-alquitran-borraran-las-huellas-de-la-revuelta-popular-y-nuestra-lucha-feminista/

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femeninas rebeldes, que, aunque acabaron en la hoguera, han podido iluminar otro mundo posible (Federici, 15). La guerra contra las mujeres ha sido una constante en la historia de la lucha por nuestros derechos y libertades. Como señala la Brigada en su comunicado: Para cambiar la historia no hay que pedir permiso, la lucha feminista es memoria de futuro, es herencia y porvenir, es calle, plaza, casa, pieza, aula, fábrica, oficina, micro y población. Estamos en todos lados y somos #Históricas (…) ni con alquitrán borrarán las huellas de la revuelta popular y nuestra lucha feminista.9 De ahí nuestra preocupación por, como decía Julieta Kirwood, reconstruir la trama de lo invisible. ¿Cuáles son las tramas que ha intentado borrar la historia androcéntrica y patriarcal durante el proceso de revuelta? ¿cuáles son los hilos conductores entre nuestros procesos de acumulación de fuerza feminista y la impugnación actual al régimen político-social? Sin lugar a dudas, una de las principales formas que han utilizado para intentar borrar la afluencia feminista en la insurgencia de octubre, es considerarla un estallido espontáneo o un simple hito, anulando con ello a un sinnúmero de procesos del mundo popular que le anteceden y que convergen para hacerla posible. Consideramos que octubre es la expresión de un proceso de larga data generado por las condiciones precarias de existencia en el patriarcado capitalista y, al mismo tiempo, de los múltiples esfuerzos de organización que se han levantado desde los feminismos, las comunidades, las organizaciones populares, en definitiva, de los pueblos para resistir y construir una vida digna. Es significativo el hecho de que luego de que cientos de estudiantes secundarixs iniciaran las protestas contra el alza de 30 pesos del metro, bajo la táctica de saltar los torniquetes y la consigna “¡Evadir, no pagar, otra forma de luchar!”, se expresara en todos los rincones 9 Extracto del Comunicado de la Brigada Laura Rodig, Coordinadora Feminista 8M Santiago el día 29 de Julio del 2020 tras el acto de censura realizado por el Gobierno de Sebastián Piñera.

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de nuestro país la rabia acumulada en el ciclo neoliberal. La consigna “No son 30 pesos, son 30 años”, frase icónica de la revuelta, puso de manifiesto, precisamente, que la indignación popular no nacía frente a un hecho en particular, sino a las condiciones estructurales que se venían denunciando y resistiendo durante las últimas décadas. Por eso, pensar Octubre como un estallido sin antecedentes es borrar las importantes movilizaciones estudiantiles del 2006 y el 2011; el mayo feminista; los procesos de construcción de poder popular en poblaciones; los múltiples esfuerzos de recuperación territorial en tomas de terreno, llevadas principalmente por sectores del pueblo mapuche; y múltiples andares de los que somos parte, incluidos los repertorios feministas que van desde las acciones más pequeñas y particulares hasta el proceso de Huelga General Feminista o los Encuentros feministas. Este cruce de andares se expresó, por ejemplo, en que la alusión a los 30 años rápidamente mutara a “No son 30 pesos, son 500 años”, dando cuenta de la convivencia de diversas temporalidades de resistencias y trayectorias históricas en la misma comunidad política que es Chile (Lincopi, 2020). Así las cosas, los repertorios anticoloniales fueron también parte de la revuelta, no sólo mediante consignas, sino también a través de la organización y formas de acción directa como la “des-monumentalización10”. El acto de arrasar con la presencia de símbolos de la violencia en la urbe como son las estatuas de grandes patriarcas y colonizadores como Pedro de Valdivia, Cristóbal Colón, Francisco de Aguirre, siendo uno de ellos decapitado y puesto en las manos de Caupolicán, y otro reemplazado por una mujer diaguita, Milanka, da cuenta de que el momento destituyente apuntó a las distintas dimensiones de la triada patriarcado, capitalismo y colonialismo, y desató una multiplicidad de voces y acciones contra la precarización de la vida, sus diversas causas y consecuencias. Otro hilo trenzador invisibilizado entre la lucha feminista y la revuelta es la noción de “precarización de la vida”. Como ya hemos mencionado, la revuelta apuntaló a todas las formas precarizadoras que venían instalándose con más fuerza durante el Chile neoliberal 10 https://razacomica.cl/sitio/2020/10/16/la-descolonizadora-desobediencia-estetica-para-desmonumentalizar-la-memoria/

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y no podemos omitir, en la labor de historiar, que fue una decisión de ciertos sectores de los feminismos posicionarse contra la precarización de la vida y hacerlo, de hecho, nuestra consigna para el 8 de marzo. La centralidad de la noción de precarización de la vida surgió al momento de analizar que, tras años de movilización feminista, estábamos inscritas en un relato que nos narraba como víctimas de las violencias que habíamos salido a denunciar y gritar a viva voz, agotando desde allí nuestra capacidad de hablar de nosotras mismas. Con la intención de movernos de ese lugar, en enero de 2018 nos llamamos a pasar a la ofensiva como sujetas políticas. Nos llamamos a hablar de nuestra vida entera, y de cómo la violencia patriarcal es inseparable e incomprensible por fuera de todas las condiciones de esa vida que queríamos cambiar en su totalidad (Mazi, J. y Carrillo, A. en Gago, 2020: 86). La denuncia que hacíamos era claramente una impugnación a las distintas formas de explotación, dominación y disciplinamiento de los cuerpos, territorios, comunidades y de la naturaleza. Luego de hacerlo consigna y posicionarlo en una movilización masiva comenzó a ser parte del vocabulario de cada vez más sectores del campo popular, contribuyendo con ello a construir un horizonte de lucha común. Así, nuevamente la fórmula masividad y radicalidad de la insurgencia feminista daba luces de la potencialidad con la que nos desplegamos y de todo el trabajo organizativo que hay detrás. Esa radicalidad se lleva al cotidiano y ha implicado, en nuestro caso, visibilizar de manera activa nuestra trayectoria y posicionarnos diciendo fuerte y claro que “a la segunda fila no volvemos más”. Porque aun cuando en las movilizaciones siempre estamos presentes con nuestras capuchas y pañuelos verdes, nuestras consignas están en las paredes y hemos puesto el cuerpo para sostener la vida ayer y hoy; se invisibiliza constantemente nuestro lugar en la historia. Desde la hoguera al alquitrán reconocemos las luchas históricas de todas y todxs quienes nos preceden e insistimos en no retroceder en los espacios ganados. Eso ha implicado desplegarnos con nuestra impronta feminista en cada uno de los lugares que se han construido antes y durante octubre: asambleas territoriales; redes de abastecimiento, trawun (reunión en mapudungun), cabildos, 48


entre otras. Seguimos en pie, la movilización y la organización sigue en curso, pese a la represión que ha estado marcada por los asesinatos, mutilaciones (disparo de perdigones en los ojos), tortura y violencia político sexual, terrorismo de Estado, paramilitarismo o sicariato, principalmente hacia y en contra de mujeres y disidencias.

Estrategias feministas y entre mujeres y disidencias para enfrentar la crisis Desde hace algunos años que nos pensamos y proyectamos colectivamente para enfrentar la agudización de la precarización de la vida. Entre el 5 y el 7 de febrero del 2021, en Chile, entre una decena de organizaciones11 se convocó al III Encuentro Plurinacional de las y les que luchan (EPL)12. El año anterior el desafío era juntarnos y proyectarnos recién “revueltas”. Este año, imaginar y planificar nuestro despliegue en medio de una profunda crisis global. Por motivos de seguridad se decidió hacer “en línea”, lo que impidió la posibilidad de acuerpamiento físico, pero permitió ampliar -de manera casi exponencial- el rango geográfico de quienes participaron. Así, pudieron estar, al mismo tiempo y en el mismo lugar, personas y colectividades de diversos territorios de Chile, el Wallmapu, Abya Yala y los sures de Europa. De hecho, fue en este marco que se realizó la primera asamblea internacional feminista13 11 Entre las organizaciones convocantes se encuentran la Coordinadora Feminista 8M, Red de Mujeres Mapuche, Coordinadora Feminista Atacama, Mujeres en Resistencia Concepción, CF8M, Red de Periodistas Feministas, Red de Actrices Chiles, Autoras Chilenas, Coordinadora 19 de diciembre, Negrocentricxs, Red Chilena Contra la Violencia, Bibelot, La Morada, Red de Secundarias Feministas, Anfummeg, Feministas Articuladas en Movimiento y CF8m Rancagua 12 Al ver el caso argentino y el caso chileno, es claro que los cambios de nombre que fueron experimentando los encuentros dan cuenta de las tensiones creativas que han ido enfrentando los feminismos en cada territorio según sus condiciones históricas, sociales, culturales y ecosistémicas. Así, podemos mencionar que el Encuentro de este lado de la cordillera desde un inicio se nombró como plurinacional, producto de la instalación de esta reivindicación, principalmente, por las lamngen (hermanas) mapuche. Pero fue recién en su II versión que se posicionó claramente como transfeminista cambiando la palabra mujeres por “las que luchan” y en el II por “las y les que luchan”. 13 La asamblea transfronteriza buscó profundizar en la puesta en común, el diálogo y la construcción de redes entre feminismos y colectividades de mujeres y disidencias en lucha. Participaron cerca de 400 compañeras/amigas/hermanas/lamgnen, celebrando un gran hito de construcción de poder político feminista internacionalista, de construcción de fuerza y tejido a escala planetaria, de cara a la Huelga feminista del 8M 2021 y los desafíos que traen tiempos convulsionados.

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abierta, organizada por la red Transfronterizas, espacio de articulación del que hablaremos más adelante. Tanto el EPL como la red Transfronterizas surgen en coyunturas específicas de rebeldía y organización feminista. Fueron esfuerzos que, desde distintas escalas y formas, han intentado enfrentar en “primera línea” el avance a pasos agigantados de las derechas, los fascismos, los negacionismos y los fundamentalismos; la intensificación de la precarización de la vida, y el despojo de cuerpos y territorios, en definitiva, la crisis. Este encuentro y el espacio Transfronterizas, en ese sentido, nacen en contexto y en pos de mantener las revueltas e insurgencias en curso ante la (contraofensiva) de la tríada, intentando articular un plan de lucha feminista más allá de las fronteras impuestas. Por eso, trazar el recorrido de nuestra historia reciente implica ir al origen del EPL. Es importante señalar que no era el primer encuentro feminista que se hacía en Chile, crecimos y nos formamos conociendo una larga y rica historia de encuentros entre mujeres y disidencias que nos antecedía. Pero nuestro ciclo se inicia, de alguna manera, desde allí. El EPL fue el primer esfuerzo masivo y diverso en el que nos encontramos para construir procesos de huelga en todos los territorios que devinieran en una gran Huelga General Feminista el 8 de marzo. Una vez convocado, personas y colectivas de todo el país se volcaron a levantar el Encuentro a través de más de 50 pre- encuentros14, territoriales y sectoriales, desarrollados en espacios de base, para culminar en el primer EPL en diciembre del 2018, que contó con cerca de 1300 participantes. En ese encuentro se posicionó como una de las centralidades la Huelga General del 8M y la construcción de un programa de lucha y de acción común. La huelga se caracterizó de la siguiente manera: La Huelga General Feminista del próximo 8 de marzo de 2019 busca interrumpir la normalidad de la vida y cotidianeidad de todos los lugares de estudio, trabajo, barrios y territorios, demostrando nuestra fuerza, unidad, creatividad y organización por medio de diversas formas efectivas de participar del llamado que, protagonizado y dirigido por mujeres, levantará las demandas feministas, de las comunidades y sus pueblos. Para que así el feminismo 14 http://cf8m.cl/wp-content/uploads/2019/02/Sintesis_Encuentro_Plurinacional_de_Mujeres_que_Luchan.pdf

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irrumpa como una fuerza de transformación social y de oposición a los partidos que nos han gobernado, a los empresarios y a sus políticas precarizadoras de la vida. Ser y emerger como una fuerza que responda y enfrente a las iglesias y al avance de la extrema derecha, manteniendo nuestra independencia y autonomía como movimiento.15 El proceso de levantar la huelga y un programa feminista desde diversos lugares de enunciación y acción significó, sin lugar a dudas, un hito histórico para los feminismos y el campo popular en Chile. Constituyéndose como uno de los hitos en la construcción de un proyecto de transformación radical de la vida, mixturando una serie de demandas propias del campo feminista con las más variopintas demandas del mundo popular. El 2020, con la revuelta popular en curso, la composición del II EPL se duplicó y diversificó16, participaron más de 3.000 mujeres, lesbianas, trans, travestis, no binaries, bisexuales y pansexuales de todo el país y de 28 países del mundo. Se incorporaron nuevas voces y perspectivas que tensionaron, cuestionaron y profundizaron, actuares y sentires, añadiéndole al programa y al plan de lucha orientaciones más radicales. Así, a partir de los aportes del transfeminismo, los feminismos negros y los feminismos anticoloniales se fueron desalambrando cercas impuestas, tanto fuera como dentro de los feminismos. En el II EPL, luego de un largo balance sobre el momento político cruzado por nuestra revuelta y la respuesta brutal del gobierno de Sebastián Piñera, se trabajaron los siguientes ejes programáticos: Violencias Patriarcales; Educación feminista y no sexista; Trabajo y Seguridad Social; Derecho a la Ciudad y a la Vivienda; Agua, territorios y soberanía alimentaria; Lucha por el aborto, derechos sexuales reproductivos y no reproductivos; Memoria Feminista y Derechos Humanos; Mujeres migrantes y refugiadas; Antirracismo; Wajkemapuzomo, inkapeluñiwajontumapu, wariamewkafijlofmew / Mujeres indígenas en resistencia en territorios urbanos y rurales; Disidencias: lesbianas, bisexuales, trans, travestis, intersexuales, no binaries, pansexuales, asexuales, disidencias de género y sexuales 15 http://cf8m.cl/wpcontent/uploads/2019/02/Sintesis_Encuentro_Plurinacional_ de_Mujeres_que_Luchan.pdf 16 https://cf8m.cl/wp-content/uploads/2020/12/Sintesis-18-01-EPL-2020-modolectura-v04.pdf

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y la lucha contra el hetero-cis-patriarcado; Precarización y violencia estructural/institucional hacia la niñez y las juventudes; Salud y buen vivir; Luchas Anticarcelarias. Haciendo un breve análisis de los resultados de este encuentro, consideramos que en su segunda versión fue mucho más complejo y disruptivo en su contenido que el anterior. Se elaboró, por una parte, un importante acuerdo, en respuesta a los acuerdos institucionales para “cerrar por arriba” el proceso popular, al que llamamos “Nuestra Primera Línea contra el Terrorismo de Estado17”, donde además de establecerse ciertas exigencias como la renuncia de Piñera y sus ministres, el fin de la violencia política sexual y la libertad inmediata a todos, todxs y todas las presas políticas de la revuelta, se reivindican todas las formas de lucha, y se llama a sostener la manifestación y organizar nuestra autodefensa. Por otra parte, los ejes programáticos fueron robustecidos y actualizados. Incorporándose nuevas lecturas producto del avance de los feminismos negros, decoloniales, de lo común, entre otros. Constatamos del análisis, sin embargo, que la mayoría de los ejes hasta esa fecha se encontraban aún muy enfocados en las demandas y reivindicaciones hacia el Estado. Consideramos, de todas maneras, que fue evidente la incipiente tensión entre sectores más y menos “estado-céntricos”18 en la discusión grupal, sin embargo, esto no quedó plasmado en la síntesis del 2020. Este año, 2021, fue el tercer EPL. No fue fácil convocar en la pandemia, pero se hizo. Durante tres días se realizó un encuentro virtual que permitió hacer un balance y diagnóstico del momento político a partir de la conversación abierta y plural entre distintos sectores de los feminismos y las organizaciones de mujeres y disidencias. Se profundizó el Programa contra la precarización de la 17 http://cf8m.cl/wp-content/uploads/2020/12/Sintesis-18-01-EPL-2020-modo-lectura-v04.pdfSi 18 Revisando el Programa se puede observar que solo un par de ejes nombran tareas y orientaciones concretas para el campo popular y los feminismos. Así, por ejemplo, el eje de Derecho a la ciudad y la vivienda al final de su presentación hace un llamado a “todas las mujeres y disidencias pobladoras, de pueblos originarios e inmigrantes a organizarse en comités de vivienda” o el eje anti-carcelario que interpela primero al Estado, exigiendo libertad inmediata de todxs lxs prisionerxs políticxs, y luego sus exigencias son tareas y orientaciones hacia las comunidades, organizaciones y territorios.

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vida19 y se dio forma a un Plan de lucha para levantar no sólo la Huelga el 8M, sino para trazar un año de movilización y construcción de entramados y redes feministas contra - como dice nuestra consigna del 2021- “el Patriarcado y al terrorismo de Estado”. Consideramos como un avance político sustantivo que se construyera además de un pliego de reivindicaciones y demandas hacia el Estado, tareas para la construcción de auto-organización, autonomía, poder popular feminista y otras formas -más allá y en contra del Estado- de organizar la vida en común. Así también creemos es un avance en términos estratégicos que se haya incorporado la elaboración de orientaciones generales al programa que incluyan ideas tales como “la socialización radical de la vida”, las líneas de “auto-defensa feminista”, “construcción de organización popular” u otras orientaciones que muestran cada vez más elevados niveles de radicalidad de la teoría y la praxis feministas en el sur del mundo. En resumidas cuentas, vemos como se hacen visibles en este momento específico, los niveles de radicalidad que emergen desde el “entre nosotras” y la potencialidad de llegar con esos discursos y esas prácticas a amplios sectores de la sociedad. Se trata de dos características que no siempre son aliadas ni suceden en simultáneo y que el movimiento feminista ha logrado componer y sostener como parte inherente de las manifestaciones tanto en el espacio público como en las distintas asambleas y espacios de organización que ocurren en el cotidiano. Nuestra imaginación política ya no se encuentra determinada por los límites geográficos, corporales, identitarios, de una espacialidad hegemónica. Vemos en nuestros cuerpos una posibilidad de reivindicación, movimiento y transformación desde la importancia de construirnos a diario como feministas organizadas.

Las experiencias feministas y “entre mujeres” para enfrentar la crisis Así como los encuentros y el proceso de la Huelga Feminista son espacios desde los cuales mujeres y disidencias nos organizamos y proyectamos para la acción; hay otros lugares y territorios que se 19 http://cf8m.cl/wp-content/uploads/2020/03/demandas-epdlql-cf8m.pdf

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constituyen desde un “entre nosotras” y que han sido una pieza fundamental para enfrentar la actual crisis, aun cuando se les tiendan a invisibilizar o desproveer de su potencial político. Pero la crisis quitó el velo. En medio de la revuelta la pandemia contribuyó a develar de manera radical -como toda crisis- las dinámicas mediante las cuales se sostiene la vida (Vega, 2018). Dejó en evidencia quienes realizan esas labores y en qué condiciones, cuáles están colectivizadas y cuáles no. Cuál es el rol y posición del Estado, el empresariado, las comunidades y, en particular, de las mujeres y cuerpos feminizados en la reproducción social. Al mismo tiempo, la pandemia agudizó las violencias patriarcales, producto de la contra-ofensiva fascista, la masculinización y militarización de los territorios y el confinamiento precarizado y hacinado. Las calles se volvieron un lugar aún más hostil para mujeres y disidencias sexo-genéricas, especialmente en el caso de personas migrantes y racializadas. Las casas se transformaron en un territorio adverso, producto del aumento de la violencia machista. En las cárceles, también consideradas por las feministas anti-carcelarias como un territorio, se profundizaron las violencias y vulneraciones que ya vivían con antelación las presas, tales como la falta de acceso a servicios higiénicos, agua y condiciones de hacinamiento. Este reforzado escenario de guerra contra las mujeres y cuerpos feminizados, obligó a los sectores populares a preguntarse cómo y desde dónde sostenerse. En nuestro caso, responder a esa pregunta nos ha invitado a recorrer nuestros propios caminos y el de nuestras compañeras, ver qué redes y tramas imaginamos y prefiguramos para revertir la situación actual y construir una vida que valga la pena vivir. Al analizar el Chile postinsurrección popular, podemos evidenciar que en el despliegue de la voluntad destituyente del capitalismo neoliberal y su forma política, comenzó a abrirse un momento constituyente al calor de la protesta y el fortalecimiento de la acción directa, y principalmente, a partir del nacimiento de espacios de cuidados y colectivización de la vida. Podemos observar que desde los feminismos y las luchas por lo común se ha insistido durante décadas en situar en el centro de las reflexiones y esfuerzos, la organización colectiva para garantizar la 54


reproducción de la vida (Federici, Gutierrez, et.al.). Sin embargo, esta preocupación sólo ha comenzado a ser “sentido y razón” por la fuerza de los hechos. Han sido las comunidades, en particular las mujeres y las disidencias sexo-genéricas, las que se han organizado para resolver la multiplicidad de tareas que se requieren para sostener la vida y convivir con la muerte en medio de las violencias patriarcales. Son múltiples las estrategias comunitarias para sostener la vida que suelen (re)activarse con más fuerza para enfrentar crisis y dictaduras. Al revisar la larga historia de resistencia popular en Chile, se puede observar que estas tramas se arman, desarman, transforman, siempre en disputa con las mediaciones capitalistas, coloniales y patriarcales, que pugnan por destruirlas. Tal como ocurre hoy, durante los 80 en Chile, hubo una proliferación de experiencias organizativas como ollas comunes, los “Comprando Juntos”, las cooperativas de trabajo, los preuniversitarios populares, los talleres de niñes (Parra, 2016; Valdés y Weinstein, 1993; Tessada, 2013). Conviven esfuerzos de larga data que tienen mayor capacidad organizativa en momentos de crisis y una serie de nuevos ensayos para resistir. Son para nosotras esos esfuerzos parte fundamental del proceso constituyente, es decir, de un momento político en que, colectivamente y a partir de la lucha, pensamos y construimos una nueva forma de organizar la vida en común. En la revuelta, surgieron cientos de espacios deliberativos y de auto-organización territorial como asambleas, cabildos, trawun y se fortalecieron espacios de organización popular ya existentes. Sin embargo, creemos que durante la crisis sobrevivieron mayoritariamente aquellos espacios que se constituyeron- durante y previo a la revuelta- en torno a tareas concretas de apoyo mutuo y solidaridad. Aunque no podremos profundizar en estas experiencias y sus trayectorias, mencionaremos unas de sus características más relevantes: son espacios que, por una parte, se han constituido principalmente “entre mujeres y disidencias” y, por otra, que posicionan la reproducción de la vida como un problema político, como señala Tessada en referencia a las ollas comunes en la dictadura, “estos espacios permiten entender el hambre como un problema político y el cocinar como una práctica política de resistencia” (2013: 96). 55


El organizarnos para enfrentar la violencia machista, para cuidarnos intergeneracionalmente, para que no falte el pan en la mesa. Mientras nos formamos y aprendemos entre nosotras, es una forma de prefigurar una vida nueva que, sin dudas, comienza a horadar la mediación patriarcal y colonial. Da pie a que lentamente nos reapropiemos de nuestros saberes, cuerpas y territorios disgregados y atomizados por una forma de vida que atenta- paradójicamentecontra toda forma de vida, humana y no humana. Construyendo espacios de interpelación mutua entre teoría y práctica a partir de los conocimientos que surgen al calor de la lucha y del cuidado. Como dice, en ese sentido, Raquel Gutiérrez: Es la práctica de la relación entre nosotras que en su permanencia construye orden simbólico. A través de la práctica de la relación entre mujeres se desafía, se elude y subvierte la mediación patriarcal, en tanto entre nosotras creamos un lenguaje propio para mediar con el mundo. El entre mujeres, en tanto rompe un pilar de la amalgama expropiación-explotación-dominación y erosiona la mediación patriarcal históricamente construida como condición de la separación de las mujeres entre sí (2018: 8). Movimiento similar podemos observar en el acuerpamiento entre mujeres indígenas, mapuche o negras que desafían la mediación colonial y racial y que van configurando un cuerpo territorio diverso y desafiante de las formas hegemónicas de poner en común también en el “entre mujeres”.

El momento constituyente desde los feminismos Como describimos en los párrafos anteriores, el corazón destituyente de la revuelta fue posible, también, por la organización feminista que le antecede. La ebullición de la rabia, de la que fueron parte amplios sectores de la población -organizados y no-, impugnó a las actorías, las relaciones y las instituciones que hicieron posible la precarización extrema de la vida en nuestro país. Mientras 56


se encendían barricadas, se rayaban muros y se decía fuerte y claro que no se podría seguir viviendo de la forma en que lo veníamos haciendo, se fue dando paso a un momento constituyente en el que, colectivamente y a partir de la lucha, se comenzó a pensar y a construir -a tientas- una nueva forma de organizar la vida en común. Desde la élite y los partidos del orden se intentó encauzar este momento político en un proceso constitucional que buscaba, en sus orígenes, limitar la voluntad de lucha expresada en la revuelta, contener la crisis y volver a la normalidad neoliberal. Firmaron para ello un “Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución” mientras en paralelo promulgaban una importante agenda represiva como la ley “anti saqueos” y “anti barricadas”. Esta situación tensionó a gran parte de los sectores organizados. Si bien, el rechazo del Acuerdo por parte del mundo social fue casi transversal, hubo largas discusiones sobre si participar o no de la Convención Constitucional y aceptar el itinerario propuesto por ellos. En el EPL del 2020 no se logró articular una táctica para ese sector del campo feminista, pero se decidió al menos tener dos orientaciones en común: luchar por un proceso constituyente libre y soberano, feminista, plurinacional y popular, que desborde los límites del acuerdo por la paz social y la nueva constitución; y, defender nuestro programa feminista contra la precarización de la vida. La decisión sobre participar o no en el proceso institucional y de qué manera hacerlo se definió luego de más de cinco asambleas al interior de la CF8M. La discusión se centró, principalmente, en las posibilidades que se abrían dentro y fuera del proceso. La relación de las organizaciones sociales con la institucionalidad. Así como también con la capacidad de despliegue de la CF8M más allá de la Convención constitucional en un momento electoral. Finalmente, la mayoría consideró relevante participar del plebiscito y levantar candidaturas propias en listas de los movimientos sociales, con autonomía de los sectores partidarios que han participado de la administración del Estado en los últimos 30 años. Aunque se definió que se debía permitir la convivencia de distintas tácticas respecto al momento político al interior de la CF8M. Hubo un importante esfuerzo de articularse con otras organizaciones feministas para llevar adelante el desafío. Se constituyó para 57


ello la Plataforma Feminista Plurinacional. No nos detendremos en cómo esta plataforma vivió el proceso electoral, pero sí nos parece relevante mencionar algunas cuestiones respecto de los resultados de las elecciones y las perspectivas que surgen a partir de ellos. Un 50,9% del padrón electoral votó, lo que supone una cifra baja para lo que se esperaba de un proceso de estas características. Lo que obliga a pensar en las razones, más allá de la crisis sanitaria, por las que, principalmente los sectores más empobrecidos, no se hagan parte del proceso electoral. Ahora bien, lo inesperado para los sectores dominantes fue la importante votación que obtuvieron las candidaturas independientes de los partidos de la transición. Estas candidaturas provenían principalmente del mundo social organizado, de sectores populares, de las luchas feministas y ecologistas. De hecho, hubo una importante votación para las feministas de la Plataforma Feminista Plurinacional. Nos parece importante recalcar que, aun cuando para los feminismos hubo buenos resultados, como es el caso de Alondra Carrillo, integrante de la CF8M y de la lista Voces Constituyentes del distrito 12 (La Florida, Puente Alto, La Pintana, Pirque y San José de Maipo), que entró a la convención constitucional siendo la candidatura feminista levantada por los movimientos sociales más votada a nivel nacional, con 22.700 votos. Hubo importantes exclusiones como las mujeres afrodescendientes y las mujeres trans. El proceso constitucional está en curso. Recientemente, 34 constituyentes, provenientes de la Lista del Pueblo, Vocerías Constituyentes y otros espacios de articulación, incluida la CF8M, cuestionaron el acuerdo establecido por las élites de formalizar garantías democráticas para el proceso, como la liberación de lxs presxs politicxs, la desmilitarización del Wallmapu y el fin del toque de queda, el cese de las expulsiones masivas de personas migrantes, entre otras. Aunque es aún incierto el devenir de la Convención Constitucional, sabemos que habrá que ser creativas para enfrentar los distintos escenarios de disputa, sostener la vida al mismo tiempo que damos la batalla ideológica, dentro y fuera de lo institucional, sin perder la radicalidad y la capacidad organizativa en el intento.

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Feminismos y la construcción de otras espacialidades La construcción de estos espacios “entre nosotras” se dan desde lo cotidiano más inmediato, como construir formas de seguridad comunitarias, feministas, antirracistas y con enfoque de derechos humanos, hasta el tejer lazos de solidaridad y sororidad entre mujeres y disidencias de distintos pueblos y naciones. Cuando Verónica Gago se pregunta: “¿Cómo sostenemos una espacialidad de luchas que es a la vez local y nacional con impacto transnacional?” (2021), nos hacemos cargo de una responsabilidad política fundamental para los nuevos feminismos. Es la capacidad de haber levantado y de estar articulando redes transfronterizas que constituyen un nuevo internacionalismo feminista, empapado también de esa radicalidad y masividad que nos acompaña, sin soltar la lucha local, porque sin ella no nos reconocemos políticamente y es la que nos permite imaginarnos más allá de la mediación patriarcal históricamente impuesta. La experiencia de construcción de poder popular feminista produce entramados de lucha en diferentes escalas geopolíticas, desde los feminismos territoriales hasta las redes de articulación pluriterritorial e internacional; constituye tejidos culturales de solidaridad y supervivencia feminista que han sido parte de la historia y que componen la multiplicidad de escalas en las que se inscribe la rebelión feminista que le hace frente a la violencia neoliberal en todas sus dimensiones. Las redes entre mujeres siguen porque la reproducción de la vida no descansa, la construcción de una espacialidad de subsistencia es y ha sido tarea de mujeres organizadas que trabajan por los cuidados de familias y de las comunidades a las cuales pertenecen. En esta línea como CF 8M, hemos levantado distintas iniciativas como el Plan de emergencia feminista “Nuestro cuidado sobre sus ganancias”. Plan que respondía a la contingencia de crisis sanitaria, con el objetivo de priorizar la salud, la vida y los cuidados por sobre las ganancias de las empresas, además de visibilizar las condiciones en que se encuentran quienes llevan adelante las labores de cuidado. Dentro de la estrategia de cuidado territorial se realizaron catastros de las poblaciones de riesgo y sin redes de apoyo; se organizaron 59


comunitariamente equipos de cuidado, además de impulsar lo que llamamos la “Huelga por la vida”. Por otro lado, se creó la campaña En red nos cuidamos, de manera conjunta entre las organizaciones feministas Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, CF 8M, Red Feminista de Estudiantes y Trabajadoras de la Psicología (PSIFEM), Negrocéntricxs, Secretaría de Mujeres Inmigrantes, Yo Cuido y Corporación La Morada. La campaña consiste en difundir información útil y redes de apoyo territorial en ocho regiones del país, además de visibilizar las redes institucionales disponibles para denunciar violencia. La iniciativa “Olla comedia”, realizada junto a 17 humoristas, fue una jornada de humor feminista en la que se recaudaron fondos para ollas comunes e iniciativas comunitarias levantadas por mujeres y disidencias en distintos territorios, vinculándonos con cerca de 40 experiencias, como la de Bajos de Mena que agrupa 28 ollas comunes y 8 panes solidarios. Se logró además la recolección y redistribución de útiles de aseo e higiene para mujeres privadas de libertad; la recaudación de fondos para servicios básicos, arriendo, alimentos y ropa para personas trans cesantes en situación de calle; fondo de ayuda a trabajadoras sexuales; apoyo de agua potable a campamentos y a personas migrantes que están acampando afuera de los consulados de sus países de origen, que han vivido mucha violencia. En definitiva, es desde estas experiencias, a escala local y en torno a sostener la vida, levantadas desde el mundo popular y específicamente desde mujeres y disidencias, que se hace carne la idea, que han levantado los ecofeminismos, de situar la vida en el centro; y es desde ahí que nos articulamos más allá de las fronteras para compartir experiencias, pero también para idear horizontes comunes.

Potencia feminista transfronteriza. Estrategias internacionalistas de lucha Hay que actuar como si la revolución fuera posible Marielle Franco. Discurso 8 de marzo de 2018, Río de Janeiro. El carácter transfronterizo de los feminismos, dado por el habitar y subvertir constantemente las fronteras impuestas que hablamos

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anteriormente, es uno de los factores que hace posible la recuperación y reapropiación de redes y conexiones entre mujeres, disidencias, colectivas, comunidades y experiencias de lucha de distintos territorios. Durante los últimos años nos hemos visto obligadas a (re)tejer vínculos y organizarnos, con sujetas en lucha de otros territorios, siendo este acto también un ejercicio de reapropiación y de construcción de una espacialidad rebelde, que no se agota en las fronteras que traza el poder, sino que las traspasa para disputar el poder en todas sus dimensiones. Pero siempre ancladas, siempre situadas. Esta dimensión transfronteriza del feminismo, se ha ido modelando en la práctica y al calor de la lucha, y en ese caminar ha ido desafiando las nociones clásicas de internacionalismo que conciben cuerpos, pueblos, comunidades y proyectos de transformación como sujetas inmóviles. Estamos lejos de ser un internacionalismo atávico, ya que reconocemos elementos comunes en los distintos territorios de la región y las diversas espacialidades que construimos, desde la autoorganización de las mujeres y comunidades, como una de las principales formas de resistencia y organización de la reproducción social ante la crisis y como formas de gestión de la escasez. Además, reconocemos la lucha feminista como una de las luchas de mayor relevancia en distintas partes del mundo y la comunicación, solidaridad y organización que esto significa entre mujeres y cuerpos feminizados. De esta red que se trenza entre experiencias comunes, pero diversas y ancladas a sus realidades locales, sectoriales y cuerpo-territoriales, resulta la posibilidad de una lectura global no universalista, y de una acción común, múltiple y potente, que permite enfrentar desde una coordinación de nuevo tipo los desafíos que se dan en las diferentes escalas que habitamos. Reconocemos la multidimensionalidad de la lucha feminista desde la impugnación a los gobiernos patriarcales, pero también como estrategias de resistencia a la violencia neoliberal y negacionista. Del mismo modo, al carácter fundamentalista y racista de las derechas, a la militarización y violación sistemática a los derechos humanos, con especial alerta ante el uso de la violencia político sexual. Ante la criminalización de la protesta y la intensificación del extractivismo en nuestros territorios que, junto a una crisis económica, 61


precariza nuestras vidas y genera endeudamiento. Nuestra potencia es nuestra praxis política, que no solo atañe a nuestros territorios, pues apuesta a la construcción de la Huelga General Feminista como proceso de articulación que genere fuerza transfronteriza, por el carácter global del sistema. Este proceso, sin embargo, no nos debe hacer olvidar las diversas particularidades que constituyen los diferentes lugares, siendo la meta apostar y construir horizontes programáticos que impulsen procesos de desobediencia e insurgencia en cada localidad; donde los feminismos logremos ampliar y radicalizar viejas y anquilosadas visiones de la política y la historia que han invisibilizado la forma en que hemos ido trazando nuevos y rebeldes caminos. ¿Cuáles son las características de este internacionalismo de la insurgencia feminista? Este nace a partir de los llamados frente a las violencias patriarcales, el terrorismo de Estado y responde en primera instancia a los llamados a la acción feminista, principalmente desde los sures, a la necesidad de solidaridad, escucha, acuerpamiento y acciones comunes. Este feminismo transfronterizo, desafía las nociones clásicas del internacionalismo: cadenas de cuidado, migraciones, pueblos que conviven en un Estado-nación, etc. “Lo transnacional, podría decirse, es un modo de existencia del feminismo” (Gago y Cavallero, 2019:10), donde cada movimiento actúa anclado a sus realidades locales, pero de su multiplicidad resulta la posibilidad de una lectura común, no homogénea, pero que permite reconocer en esta diversidad, cuestiones fundamentales de la opresión histórica. En el diálogo que realizamos compañeras de distintos países en torno a la línea internacionalista, logramos identificar elementos comunes en los distintos territorios y reconocemos que los Estados, partidos políticos y la institucionalidad en general buscan negar, invisibilizar y desarticular los movimientos feministas. A su vez, hemos aprendido que en momentos de revuelta se desconocen nuestras trayectorias de luchas y se nos intenta pasar a segunda línea. Así también, reconocemos que compartimos ríos, mares, bosques y ecosistemas, que nos hacen sentirnos parte de una misma lucha contra el extractivismo y su devastación, sin importar la frontera nacional que les atraviesa. 62


Es por esto, que se hace necesaria una apuesta política, una herramienta de lucha y de articulación, una decisión y un posicionamiento político feminista que sea capaz de mirar las reivindicaciones y las resistencias más allá de los límites patriarcales y coloniales impuestos. El ejercicio de sostenernos en una crisis, sobre todo en un lugar con tejidos comunitarios tan mermados como el nuestro, ha significado volver a generar tramas, lisa y llanamente porque la vida y la muerte obligan; reconstituir y reapropiarnos de formas colectivas de subsistencia; hacernos conscientes de la interdependencia y la vulnerabilidad de todos los cuerpos-territorios, humanos y no humanos, porque - y solo- “en red nos cuidamos”, más allá y en contra de las fronteras, y entre nosotras. Para leer el camino recorrido, es fundamental pensarlo en clave feminista. Ello, porque el feminismo nos permite observar la realidad en su totalidad y complejidad, considerando la producción y reproducción de nuestras vidas como elementos centrales en el funcionamiento del capital. Se hace necesaria la construcción de un feminismo de mayorías, en especial, de las mayorías explotadas y oprimidas. Es por esto que una de nuestras tareas como feministas es plasmar en documentos nuestros relatos, restituir el valor simbólico de mujeres y disidencias sexo-genéricas en tanto fuerzas de agenciamiento político y de transformación social. No queremos que nadie escriba por nosotras, porque plasmamos con tinta cada paso que damos y cada lucha que levantamos, porque somos la revolución latente que le hace frente a la precarización, la crisis económica y la oleada conservadora que han significado un aumento de la violencia hacia los cuerpos feminizados. La autoorganización de las mujeres y comunidades aparece como una de las principales formas de resistencia y organización de la reproducción social ante la crisis en los distintos países. Como alternativa y con saberes concretos que pueden hacerle frente a los poderes patriarcales, hegemónicos y fascistas. Somos feministas organizadas construyendo presente y futuro, porque “hoy es el movimiento feminista, más que otras políticas de izquierda, el que plantea una disputa justamente sobre lo ´subjetivo´: es decir, sobre los modos de desobediencia, desacato y rechazo a las dinámicas de violencia actuales, 63


conectadas íntimamente con las formas de explotación y extracción de valor” (Cavallero y Gago, 2019: 96). Hoy somos los feminismos quienes construimos un horizonte de lucha plural y diverso que no transa con los asistencialismos gubernamentales y que, reconociendo nuestras particularidades en los territorios, establece alianzas políticas feministas que rompen con el marco referencial de la geopolítica. ¡Hoy las feministas somos transfronterizas!

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Democracia sin Estado en el Movimiento de Mujeres de Kurdistán: la construcción de autonomía más allá de los confines Alessia Dro ¿Cómo llegó el Movimiento de Mujeres de Kurdistán a ser una

utopía vivida en carne propia? ¿Qué representa hoy en el área autónoma del norte y este de Siria este proyecto alternativo de sociedad, este pluriverso de prácticas comunitarias de organización constituido por fuera del sistema capitalista, racista y patriarcal del Estado-nación? La respuesta a estas preguntas quiere ser un aporte y un cuestionamiento al debate de los feminismos populares, en Argentina y en el continente latinoamericano, en relación al Estado. Para ello, nos centramos en el Movimiento de Mujeres de Kurdistán que, desde su especificidad, ha desafiado históricamente la marginación racista de su pueblo y sus comunidades, realizada no solo por uno, sino más bien por cuatro Estados. Somos una organización confederal de mujeres que atraviesa y corta las fronteras de Irak, Irán, Turquía, Siria y en la diáspora tanto en Líbano como en Europa y Rusia, llegando recientemente, en un camino de intercambio, hasta Latinoamérica. La definición de movimiento deja en claro que, al referirnos a la organización de las mujeres de Kurdistán, no estamos hablando de una estructura de partido, sino de una diversificada organización popular de mujeres arraigada en las decisiones descentralizadas y autónomas de sus comunidades. Una organización que se mueve desde abajo, que está en todas partes, de forma no jerárquica y transfronteriza. El Movimiento de Mujeres de Kurdistán, especialmente para las nuevas generaciones en la diáspora, se expresa como un constante proceso social comunitario que está activo donde necesita estarlo, sin restricciones geográficas o territoriales. Desde la fundación del movimiento de liberación kurdo a fines de los 70 en Turquía, desde las múltiples opresiones vividas y desde la fuerza de su resistencia articulada, las mujeres han expresado 65


siempre su solidaridad y apoyo a las luchas de los pueblos sin Estado en el mundo. Muchas veces invitando, desde el Medio Oriente o desde cualquier lugar habitado en la diáspora, a otras mujeres de diferentes regiones, tanto en Europa como en Palestina, en Asia como en Pakistán o Afganistán, a fomentar la solidaridad y empujar a la creación de movimientos autónomos de mujeres que trasciendan los límites nacionales de los diferentes países. En los tiempos más recientes, el Movimiento de Mujeres de Kurdistán ha creado una grieta en el curso histórico mundial, especialmente con los logros alcanzados con la revolución de mujeres surgida en Rojava, en la Federación Democrática del Norte y Este de Siria. Lo hace como resultado de una lucha que tiene más de 45 años, que nos invita hoy a repensar la potencia del internacionalismo feminista, más allá de la verticalidad de pensamientos hegemónicos, a través de alianzas y convergencias que no sean estado-céntricas y atadas a las formas partidarias del hacer política. La pregunta que asumimos es: ¿qué significaría repensar desde la lucha anti-sistema, una democracia radical transnacional de mujeres y disidencias, fundada sobre principios confederales de autonomía entre diferentes pueblos y comunidades en lucha? La crítica al Estado y, simultáneamente, la crítica al racismo, al capitalismo y del al patriarcado, toman lugar en nuestro movimiento, luego de haber analizado profundamente la historia de organización de las comunidades en Medio Oriente y los mecanismos del Estado-nación, basados en el colonialismo en la Mesopotamia. Prescindir del Estado, vivir sin su aprobación, para nosotras no representa solamente una asunción de crítica analítica, es más bien una condición existencial y una visión cosmológica.

Un cambio de paradigma Para profundizar este punto es importante entender cómo a lo largo de la historia el movimiento de liberación kurdo llegó a un posicionamiento filosófico y organizacional que piensa en desarrollar su autonomía democrática en alternativa y más allá del Estado. A su vez, asignamos un verdadero rol prominente de las mujeres que expresaron, fuertemente acompañadas por los análisis de Abdullah Öcalan, la necesidad de un cambio de paradigma para entender el 66


mundo y la organización revolucionaria. El movimiento de liberación kurdo del Partido de Trabajadores de Kurdistán (PKK), desde su fundación en el 1978, como movimiento de liberación nacional marxista-leninista que luchaba por un Estado independiente, se transformó a mediados de los 90 en una confederación revolucionaria de diferentes pueblos basada en la despatriarcalización como eje primario para la liberación de la sociedad entera. En este sentido podemos afirmar que como consecuencia de una fuerte lucha y politización antirracista de las mujeres kurdas en los 90, el PKK se convirtió en el primer movimiento popular revolucionario en plantear claramente que la única vía para una vida libre, era asumir que el primer conflicto social reside en las relaciones de género. Entonces, para “matar al macho dominante”, la despatriarcalización del hombre y la liberación de las mujeres son los ejes principales para la eliminación de poder, de la jerarquía y para la liberación de la sociedad entera, democratizar las instituciones estatales al mismo tiempo que se organizan trascendiendo al Estado. Hay ejemplos concretos que enseñan este proceso y los mostraré más adelante. Por ahora creo que es importante señalar cómo el PKK desde su origen, ha librado una fuerte lucha contra el nacionalismo. Las comunidades kurdas antes de la imposición del Estado-nación colonial, no tuvieron fronteras, por lo que no ven la necesidad de utilizar los argumentos del nacionalismo y no prevén la organización de esos territorios en un sentido estadista. Nos resuenan fuertemente las palabras de Yásnaya Elena Aguilar Gil, cuando reconoce que tanto para Kurdistán como para México y para el continente de Abya Yala, la gran trampa de los Estados Modernos es que, a golpe de ideología nacionalista, nos han hecho creer que, además de Estados son naciones. Las naciones entendidas como pueblos en el mundo, no son necesariamente Estados. La falsa equivalencia Estado-nación subyace a la lógica y el funcionamiento del mundo actual y genera categorías insostenibles. Los pueblos en Kurdistán no prevén la organización de esos territorios en un sentido estadista, porque sería una estructura opresiva para sus heterogéneas comunidades, porque reconocen el estrecho vínculo entre el Estado-nación y el capital global.

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Hoy se suele decir que el capitalismo contemporáneo es multinacional, transnacional. En realidad, el capitalismo actúa a través de los Estados y, por tanto, los Estados-nación son la clave central para el funcionamiento del capital global. A la luz de estas consideraciones, a la pregunta de si deberíamos desmantelar el Estado-nación, nuestra respuesta es sí. En términos de teorías, reflexiones y nuevas prácticas, creemos que es importante cuestionarnos; compartiendo alcances concretos, podemos aportar desde las acciones de nuestro movimiento en su organización concreta no estadista. La organización no estadista siempre ha sido lo que distingue al movimiento del PKK. Dentro de él se origina, desde los 90 el paralelo y complementario Partido de las Liberación de las Mujeres de Kurdistán (PAJK), para después generar, en el 2014, las Comunidades de Mujeres de Kurdistán (KJK). El Movimiento de Mujeres de Kurdistán con este objetivo abarca hoy una variedad de organizaciones sociales y políticas, sesiones de partidos políticos, grupos de autodefensa, cooperativas y otros grupos de acción no parlamentarios diferentes e interconectados, activos en la región del Kurdistán, en los territorios de Turquía, Siria, Irak e Irán, y en la gran diáspora kurda de todo el mundo. Estas organizaciones luchan por la liberación de los pueblos kurdos y de todos los pueblos del mundo de la opresión estatal. La organización más allá de las fronteras lo diferencia de otros partidos en Kurdistán que tienen una idea nacionalista, como el Gobierno Regional Autónomo de Kurdistán en Norte Irak que representa una colonia de facto liderada por Estados Unidos y por Turquía, organizado actualmente bajo la oligarquía familiar de Masūd Barzani con el Partido Democrático de Kurdistán (KDP). El PKK con los aportes revolucionarios desde la cárcel del filósofo Abdullah Öcalan, ha analizado en detalle cómo el Estado es el instrumento privilegiado del patriarcado y el nacionalismo racista y etnocéntrico. Asimismo, cómo es usado para obtener ganancias a través de la acumulación de capital, la explotación del trabajo reproductivo de las mujeres y la creación de un enemigo y colonialismo interno. El mecanismo de control de la ciudadanía estatal apunta a crear individuos atomizados, necesitados, sumisos. El Estado, 68


nacido de una antropología negativa occidental, se ha justificado en la modernidad como el elemento salvador para sanar la lucha de todas contra todas. Sin embargo, con esta ficción, separa e individualiza. Hace que estemos en competencia por el poder a través de mecanismos de cooptación, para que nos olvidemos de nuestras verdaderas necesidades sociales y la posibilidad de asumir conjuntamente la responsabilidad de satisfacerlas. El Estado-nación es la forma más institucionalizada de la mentalidad masculina dominante y del control destructivo sobre la naturaleza. Básicamente, observando la historia de nuestros Estados modernos, vamos a ver que algunos de ellos tienen solo 150 años. Pero hoy nos preguntamos: y, entonces, ¿cómo podemos organizarnos más allá del Estado? ¿No surge esta pregunta por el hecho de que nos han llevado a pensar que no sean posibles otros caminos? Pero entonces, ¿cómo vivieron antes nuestras sociedades? Es una verdad importante tanto para Kurdistán como para Abya Yala pues a lo largo de la historia siempre ha habido una contradicción con la mentalidad jerárquica del Estado, y las sociedades siempre se han organizado y desarrollado al margen de éste. Cuanto más incrementemos nuestra energía comunal desde la organización democrática confederal, creemos nuestra alternativa, comenzando desde el nodo central de la autodefensa, más disminuirá el Estado. Es necesario vivir y sentir dentro de nosotras, en una investigación profunda, cuáles son los valores sociales comunitarios fundantes y cómo razonamos, fuera de las categorías del sistema patriarcal y de la ideología estatal. Porque la sociedad es en sí misma ética y política, intrínsecamente abierta y libre. Abdullah Öcalan define con unas frases hermosas la sociedad, como una naturalidad distinta que es resultado de una evolución de millones de años, una continuación del mundo de los animales anterior y un producto extraordinario del mundo del intelecto y los sentimientos. La sintió así, como una integridad, un universo de cinco millones de años (la historia del Universo) que se conoce a sí mismo. Ahora, cuando desde el sentir de la sociedad, hablamos del Estado, no solo nos referimos a un Estado con un gobierno determinado y en un tiempo y espacio específicos. El Estado es una institución milenaria, que ha manifestado su hegemonía en economía, ciencia, 69


religión, cultura, artes y medios de comunicación. Es una mentalidad y superarla implica crear un sistema que realmente pueda ser una alternativa basada en la unión en la diversidad, que contra el proceso que estandariza la sociedad y la homogeniza, prevé la libertad como forma más alta de expresión de cualquier ser. El Estado-nación, con la mentira de que nos hace a todas iguales ante la ley, genera en realidad la mayor desigualdad en todas las esferas de la vida. Si, después de insistir mucho en la lucha colectiva y social, te da algo, te lo hace pagar en los términos del poder judicial y la burocracia, a través del control sistemático de cuerpos y territorios. Desde el Movimiento de Mujeres de Kurdistán vemos al Estado como un marido. Un marido muy desagradable, machista, tanto que, cuanto más te vinculas con él, más te alejas de la realidad de la vida social. El Movimiento de Mujeres de Kurdistán -creando sus instituciones autónomas en cualquier lugar donde estén las instituciones del Estado patriarcal- tiene la intención de contribuir al desarrollo de comunidades libres y confederadas. Comunidades que auto administren la economía, la justicia social, la salud, la educación, la ecología, la autodefensa, y este enfoque surge del rechazo al modelo de Estado nacional. La propuesta de una nación democrática es un concepto y una realización práctica que pensamos puede aportar a la lucha para la plurinacionalidad, generada con fuerza por los feminismos populares en toda Abya Yala. Las mujeres, analizando y reescribiendo las constituciones en países como Chile, se están preguntando: ¿es posible la plurinacionalidad dentro de un Estado colonial? Lo que llamamos nación democrática es la posibilidad de desarrollar una idea alternativa al Estado-nación. Incluye el derecho de todos los grupos de la población a organizarse independientemente, no sólo en términos de reconocimiento de derechos políticos o culturales, sino también determinando su auto gobierno en todos los aspectos de la vida. Es decir, desde los niveles locales y en red, sin una superestructura estatal o un partido conectado a los mecanismos del poder, de la violencia y de la jerarquía. Este modelo de nación democrática y diversa, que no está atado a una identidad y ciudadanía, es también el punto de referencia como movimiento de mujeres cuando nos referimos al término Kurdistán. 70


Sakine Cansiz, fundadora del movimiento de mujeres, explica en un hermoso diálogo previo a su asesinato, que son las mujeres quienes históricamente han jugado un papel muy importante en contrarrestar las corrientes o mentalidades nacionalistas, que surgían en reacción a la opresión estatal y que también tomaron lugar en el movimiento de liberación de Kurdistán.

Miradas críticas al proceso de formación colonial del Estado Hemos visto que, desde el principio, el concepto de Estado-nación moderno en la región de Mesopotamia, en Kurdistán, es relativamente nuevo; tiene solo unos pocos cientos de años. Fueron, como sucedió en otras partes del mundo también en Medio Oriente, los colonialistas europeos quienes impusieron el concepto de Estado-nación. Antes, solía haber imperios, diferentes tipos de regímenes, pero no en el sentido del Estado-nación como tal: personas de varios grupos religiosos y étnicos, kurdos alevi, kurdas yezidas, armenios, turcomanos, chechenos, caldeos; vivían juntxs, con diferentes distribuciones en clanes y órdenes sociales. No se hablaba, como se hace ahora, al señalar las nacionalidades en Medio Oriente, de una colectividad conformada a una idea homogénea de ciudadanía. Es decir, una unidad identitaria obtenida a través del monopolio, establecido y restringido a través de las fronteras determinadas por el Estado-nación, con una única lengua y una religión específica. La idea naciente de Estado-nación que se impuso en el siglo XX en Medio Oriente a través del colonialismo europeo resonó con las élites tribales de la región que vieron en eso una oportunidad para afirmar y consolidar su poder. Este mismo proceso de creación del Estado-nación en Medio Oriente con su cara de religiosidad, cientifismo y militarismo, se ha instalado contemporáneamente a través del surgimiento del capitalismo colonial y con la institucionalización más fuerte del patriarcado. Estamos seguras de que este proceso de formación estadista puede tener algunas equivalencias con el proceso de creación de los Estados-nación en el continente de Abya Yala, más allá de la idea del nacimiento del Estado consagrado como acto de independencia contra el colonialismo.

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En el caso específico de la Mesopotamia, antes del establecimiento de las fronteras estatales actuales, que tienen menos de 100 años, existían los imperios otomano y persa. En el siglo XVII, Kurdistán se dividió inicialmente entre estos dos, y no faltaron en esta época sublevaciones por parte de las mujeres kurdas. Fue a principios del siglo XX, cuando el Imperio Otomano comenzó a colapsar, que el Acuerdo Sykes-Picot (entre Inglaterra y Francia) dividió las fronteras de Kurdistán, antes reconocido como territorio independiente. La creación del Estado turco fue un intento, fortalecido por Estados Unidos más adelante en clave antisoviética y con el apoyo de la Alemania nazi en su inicio, de copiar el modelo francés de república laica. Sin embargo, esto no se configuró nunca a través del secularismo, ya que las comunidades espirituales alevis, las cristianas, las armenias y las yezidíes fueron asimiladas, discriminadas y masacradas por el Estado turco. La identidad nacional sunita-musulmana fue predominante. Esta concepción nacionalista y fundamentalista teocrática de la modernidad, queda como base ideológica en la dictadura femicida de Erdogan que expone los fundamentos fascistas opresivos del Estado turco desde su fundación. Esta supuesta modernidad turca se construyó y sigue teniendo como modelo la dictadura de Hitler, basándose en la limpieza étnica sistemática, la negación histórica y la asimilación forzada. La República Turca en su nacimiento quería, ante todo, borrar la identidad de las mujeres kurdas y, por lo tanto, eliminó todas las referencias a la cultura kurda y al Kurdistán de sus libros de historia. Esto ocurrió de la mano de una guerra psicológica, con el Estado alegando que no existe y nunca existió un pueblo kurdo, que los kurdos son en realidad “turcos de montaña”. A partir de esos desarrollos históricos, desde el planteamiento del colonialismo a través de genocidios que están en la base del proceso de homogeneización del Estado-nación, pensamos tanto en Kurdistán, así como en la invasión colonial en Abya Yala. Pensamos la instalación del Estado como acto que imposibilita representar instancias democráticas desde los pueblos. Asumimos que existe una dicotomía fundamental entre democracia y Estado, tanto que es oximorónico poder hablar, en el mundo, de un Estado que sea democrático. 72


Al ver Kurdistán, observamos como acá las fronteras fueron trazadas evidenciando la imposición arbitraria de construcciones imaginarias como el Estado-nación, que hasta hoy viola y niega las realidades más fluidas interdependientes y orgánicas que componen los territorios. Para nosotras es importante descolonizar el imaginario del statu quo del Estado-nación que la modernidad capitalista vende como eterno presente y solución a los problemas sociales. Es urgente ver, desde el profundo conocimiento de la historia, los vínculos democráticos de autoorganización previos que siempre existieron desde los pueblos en Kurdistán y en el mundo.

La conciencia de una única trama de poder para tejer de otra manera Por un lado, es fundamental para nosotras analizar cómo el capitalismo racista, el patriarcado y el Estado-nación son parte de una única indivisible trama. Por el otro, reanudar y fortalecer las prácticas de organización anteriores a la llegada del Estado-nación. Si hacemos esto desde una mirada feminista, tanto en Kurdistán como en el continente latinoamericano, en Abya Yala, vamos viendo que al descentralizar nuestra óptica fuera del poder y de las narraciones hegemónicas de la historia, podemos mirar a la realidad polifacética y llena de autorregulación de la vida del universo de los pueblos, desde la red de la vida que compone la comunidad humana y no-humana. Podemos adentrarnos en un conocimiento profundo de todos los sistemas democráticos y comunales presentes en todas las épocas y en diferentes contextos geográficos, basados en unidades confederadas, disidencias espirituales, confederaciones municipales urbanas, de pueblos, comunas de mujeres, que viven y duran hasta hoy. Instituciones comunales y democráticas, confederaciones de tribus y pueblos con sus sistemas de defensa, realizadas en el marco temporal de decenas de miles de años de historia humana, frente a la modernidad capitalista que, en comparación con la duración de la historia de la humanidad de millones de años, tiene sólo 400 años. Pensamos que todo ser humano viendo esta potencialidad viva de la historia como su memoria actual presente en su piel y en la realidad asociativa de la naturaleza, puede generar 73


un cambio de mentalidad. Un cambio tal que interrumpa el curso lineal dominante de la historia, y permita reconocernos desde el amor por nuestras comunidades y como mujeres y disidencias. Parte de una naturaleza asociativa que cuida una relación más allá del horizonte antropocéntrico formado por miles de años de cultura hetero patriarcal. Asumimos que todas las ideologías opresoras, como la homofóbica y transfóbica del Estado extractivista contra la naturaleza, vienen de comportamientos sexistas y capitalistas. La autodefensa de una sociedad significa para nosotras, antes que nada, la autoorganización en cada aspecto de la vida, efectiva garantía de toma de decisiones autónomas por parte de las mujeres y disidencias en cada ámbito. Esto tiene que ver con un nuevo sentido de comunidad centrado en la unión desde las diferencias, sin jerarquía ni dominio. Como he explicado antes, en cierto momento, la dirección del PKK cambió sus ideas sobre el objetivo de lograr un Estado independiente como solución al sufrimiento del pueblo kurdo y de las comunidades de Kurdistán. Analizó que la realidad de los Estados-nación había sido, de hecho, la causa de toda opresión. Especialmente contra las mujeres, con campañas de genocidios conducidas simultáneamente por Irak, Irán y el régimen sirio, que usaban el feminicidio y la violación sistemática como arma de guerra. El sufrimiento de quienes siempre hemos vivido sin Estado, ¿puede resolverse con un Estado, cuando precisamente ese sufrimiento es generado por los Estados mismos? El PKK comenzó con el objetivo de un Estado-nación independiente como una reacción a la violencia estatal y a la negación, asimilación y opresión sistémicas. Su forma de nacionalismo estaba vinculada con la transformación social. Surgió en 1979 en las huellas de los movimientos de liberación nacional anticoloniales y en un momento muy conflictivo en Turquía. Fue, con el surgimiento del movimiento de liberación de Kurdistán que, en los años 70, después de décadas de abnegación, comunidades kurdas enteras pudieron nombrarse por primera vez como kurdas. En 1980, cuatro años antes que el PKK comenzara su lucha armada, en un reajuste estructural de orden global que llevaba a cabo ataques a los movimientos revolucionarios en escala mundial, un golpe de Estado militar en Turquía trató de acabar con la izquierda y otros grupos de oposición a la política ultra 74


nacionalista. Es en este contexto que toma lugar la heroica resistencia en la cárcel liderada por las mujeres kurdas, entre ellas Sakine Cansiz. El movimiento de liberación kurdo experimentó muchos altibajos en esos momentos, relacionados con el inicio de la resistencia armada de la guerrilla contra el ejército turco, unida a la caída de la Unión Soviética y el colapso de muchos movimientos de liberación de izquierda. Pero también, y sobre todo, por la captura de Öcalan en Kenia el 15 de febrero de 1999, planificada por la Organización Nacional de Inteligencia de Turquía (MIT), en colaboración con la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA) y la Agencia de Inteligencia de Servicios Secretos del Estado de Israel (Mosad). Fue en este contexto, durante el curso de los 90, que el PKK comenzó a deconstruir teórica y prácticamente al Estado, impulsado especialmente por el movimiento de mujeres, llegando a la conclusión que el Estado es inherentemente incompatible con la democracia. Desde Kurdistán pensamos que tener un Estado no significa que tendremos una sociedad liberada, una sociedad justa. Se elaboró que los Estados naciones son la causa de toda violencia social, del racismo, del capitalismo, del patriarcado y de la guerra. Si observamos a los organismos vivos, vemos como su autodefensa se limita a proteger la existencia, sin dominio o colonización sobre otra especie; mientras el Estado transforma el concepto de defensa en masacre, guerra y destrucción. Desde los 90, las unidades de las guerrillas del Movimiento de Mujeres de Kurdistán, conformadas solamente por mujeres para la defensa anti patriarcal y antimilitarista, comienzan a analizar en su profundidad el proceso de formación del Estado, sus consecuencias, la guerra y su función. El objetivo de la guerra estatal contra las mujeres es el control de su cuerpo y sexualidad, a través del matrimonio y de la familia, el objetivo es la esclavitud de la sociedad y romper con la voluntad y la fuerza popular. El militarismo, el aparato policial y el complejo industrial carcelario es criticado como el monopolio más desarrollado de anti socialización. Su base es la autoridad jerárquica, el beneficio. La autodefensa, tal como se elaboró en el Movimiento de Liberación de 75


las Mujeres Kurdas, prevé otro nivel de comprensión, la construcción y el amor para una vida libre común, no la destrucción, y un profundo conocimiento de la naturaleza social de todo lo vivo en su libre autodeterminación.

Una lectura global desde Medio Oriente: hacia un nuevo cuestionamiento El cuestionamiento del Estado-nación en Medio Oriente, la elaboración de nuevos mecanismos de defensa y solidaridad, se está volviendo cada vez más central en Abya Yala. Estamos en un momento, durante la pandemia, en donde los movimientos de mujeres y las comunidades en lucha han denunciado a los gobiernos vinculados a las multinacionales, que financian políticas extractivistas invadiendo cuerpos y territorios. Acá podemos darnos cuenta de que el capitalismo, en su financiarización global, se basa precisamente es la centralidad opresiva y violenta de la dirección del Estado-nación. En lugares como Argentina, por ejemplo, el Estado enmascara los ingresos derivados de las políticas extractivas -que matan a comunidades enteras al devastar territorios- en redistribuciones pacíficas para producir “planes sociales” específicos. Asignan subsidios económicos a los grupos más pobres y marginados, y crean un nueva gubernamentalidad de la deuda y control en las semi-periferias urbanas. Frente a esto, las luchas feministas, especialmente en las villas, con o sin planes, producen de hecho prácticas radicales y alternativas de autogestión, ancladas a los territorios, basándose en asambleas desde la democracia directa, en la organización del trabajo de la economía popular y en todos los aspectos de la vida. En términos más globales, después de la realidad desencadenada por la pandemia, resultado directo de un sistema capitalista y patriarcal, podemos ver claramente que el fascismo regresó fuerte al centro de la agenda de los Estados-naciones. No sólo en Turquía, en el Medio Oriente, por medio de una guerra global de poder; sino también a través de cambios demográficos violentos en las áreas de fronteras en Asia; con políticas de extractivismo tanto en Abya Yala como en África; mediante el control de vidas y flujos migratorios con un fuerte retorno al nacionalismo en Europa. Todos estos fenómenos no solo están extremadamente interconectados al influirse 76


mutuamente, sino que describen propiamente al mismo sistema de poder, y se dirigen directamente a la memoria, el futuro y el presente de nuestra existencia. En este contexto de guerra tan complejo lo más importante es, según nosotras por un lado, observar cuidadosamente y no cerrar los ojos frente a los modos de organización de los Estados-nación que actúan a través de masacres, destrucción y asimilación, en primer lugar cultural y posteriormente económica; mientras, al mismo tiempo, es urgente ver directamente sus fallas, vacíos y omisiones, para notar, en cada grieta, su tendencia al colapso, su rostro sin éxito. En Medio Oriente es muy claro como el Estado-nación no funciona como solución a los problemas de la sociedad. Hasta el intento de instaurarlo para intereses coloniales no locales, con un golpe después de otro, denota su imposibilidad real de plantearlo, en el caos de la guerra que el orden interestatal desencadena. La cuestión acá es al límite: el Estado es irrealizable también para aquellas fuerzas convencidas de que es justo quererlo e instalarlo. En Medio Oriente pensamos que en el mundo, contrariamente de lo que difunde la propaganda nacionalista, ningún estado es verdaderamente independiente o soberano. Los gobiernos de China, Rusia, Estados Unidos y Europa son los que controlan jerárquicamente el orden internacional. El Estado acá no puede representar realmente los intereses de una región, el monopolio del poder siempre estará en manos de unas oligarquías o un partido específicamente, porque el Estado está implicado en varios acuerdos internacionales interestatales. Grupos paramilitares orquestados por los servicios secretos internacionales, financiados por Turquía, asumen hoy la cara más brutal de la modernidad capitalista patriarcal, llamándose Estado Islámico. Actúan en contra de comunidades liberadas de mujeres que se auto administran pacíficamente en una miríada de pueblos en Siria, lo cual tiene que hacernos pensar en qué nivel dialéctico de enfrentamiento entre paradigmas ideológicos nos situamos. Mirar esta realidad dialéctica en su verdadera faz representa una gran oportunidad para nosotras, dirigida a desarrollar una alternativa común a través de las fronteras impuestas bajo el nombre de Estados. 77


Por eso, el Movimiento de Mujeres de Kurdistán comenzó a comprender la importancia de rechazar los enfoques de arriba hacia abajo sobre el poder y el gobierno. Concluyó que es necesario que existan estructuras políticas que sirvan para fortalecer los vínculos comunitarios del pueblo, estructuras que lo politicen hasta tal punto que se internalice como práctica constante la democracia radical. Este fue el esfuerzo organizativo de más de 40 años del Movimiento de Mujeres Kurdas y fue fundamental en ese proceso actuar con conciencia de que el patriarcado está en la base de la fundación del Estado, que es mucho más antiguo del Estado-nación moderno, pero que ha adoptado sus mecanismos. Esto nos lleva a expresar, desde Kurdistán, qué significa cuando como luchadoras en defensa de los pueblos y de su autodeterminación decimos que el Estado es responsable. Vivimos en una región donde, a pesar de una guerra internacional, logramos realizar un sistema revolucionario basado en una vida libre en la diversidad. Es decir, en lugar de un poder central estatal, promovemos una vida libre que se organiza a través de comunas, consejos y juntas locales, comités, cooperativas de economía no capitalista y academias de mujeres. Hablo de una región en donde, desde mis redes de afectos más íntimos, las personas con las que vivo, como mi familia, mis amigas y compañeras, a pesar de vivir en un contexto de violencia impuesta, encontramos mecanismos colectivos para superar el miedo desde la construcción amorosa en cada instante aun en frente de la guerra. Miles de mujeres kurdas y de diferentes partes del mundo han estado dispuestas a dar la vida para la construcción en Rojava de un mundo sin patriarcado, entendiendo que el blanco de la guerra es la humanidad. Asumimos como horizonte la necesidad- frente de la deshumanización de la guerra-, de generar colectivamente espacios más humanos de liberación, en el marco de una cosmología de autonomía radical de todo el viviente, en una concepción otra de la política basada desde la construcción cotidiana de libertad y armonía comunal en el aquí y en el ahora.

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La revolución de generar autonomía La idea revolucionaria del Movimiento de Mujeres de Kurdistán consiste en realizar su utopía en el aquí y en el ahora, sin dejarla como tarea para las generaciones futuras. Aun cuando no sea posible eliminar el Estado-nación de forma inmediata, el esfuerzo continuo, creativo y generativo de organización comunitaria se basa en combatirlo. Al mismo tiempo, crea, paralela y simultáneamente a esa acción, otra institucionalidad autónoma en una forma de coexistencia. La importancia de la acción está en implementar una alternativa organizacional y dotar al mismo tiempo de un sistema de autodefensa, que inicia desde la educación, la economía, el conocimiento de la resistencia de las mujeres y de sus luchas, y de las soluciones a los problemas sociales a lo largo de las épocas. En nuestro caso, se inició en el entendimiento profundo de la potencialidad de la historia desde la auto organización de las mujeres en Kurdistán, y desde los movimientos revolucionarios y feministas a nivel global. En este sentido, el confederalismo democrático de las mujeres con su cambio de paradigma a través de las fronteras, es respuesta y resultado de la necesidad de cambio de los pueblos oprimidos en el mundo. El Movimiento de las Mujeres Kurdas logró, desde los 90, introducir el concepto de confederalismo democrático en su organización, realizando un sistema de auto gobierno sin Estado basado en la liberación de las mujeres, la ecología y la autodefensa. Este modo de organización se fue transmitiendo a través de movimientos, consejos, organizaciones autónomas, comunidades y escuelas alternativas de educación popular, tanto en Turquía como en Siria. Para hacerlo, se utilizaron modelos de auto organización, para comunicar en la práctica ese mismo paradigma e idea de vida, rompiendo la separación entre teoría y práctica. Se enseña la política a través de la práctica política: a través del ejemplo, las acciones, la puesta en práctica, en cada educación y formación, de cada comuna auto-organizada. Se demostró así que, de hecho, es posible una alternativa al Estado. El Movimiento de Mujeres de Kurdistán, con la participación de todos los sectores de la sociedad, dejó claro que el concepto de confederalismo 79


democrático no significa sólo liberarse y establecer una autonomía marginal, meramente reactiva y anti-estado, sino también, al mismo tiempo, democratizar las estructuras existentes de forma activa, radical y comunitaria. Un ejemplo de eso es el constante trabajo del Movimiento de Mujeres de Kurdistán en Turquía. Aunque no se conozca mucho este precedente, es importante nombrar que, antes de la revolución de las mujeres iniciada en el 2012 en el área autónoma de Rojava del Norte y Este de Siria, el confederalismo democrático y la autonomía democrática de regiones enteramente autogobernadas, más allá del Estado, ya se había experimentado dentro de las fronteras de Turquía. En el área ocupada del Norte de Kurdistán (Bakur), en el sureste de Turquía, el principio de autonomía democrática consistía en que cada área podía descubrir autónomamente qué funciona mejor para ella, mientras al mismo tiempo adhería a los principios bases comunes: autodefensa, ecología, democracia de base radical, liberación de las mujeres. Para implementar este último punto, se experimentó el principio radical de la co-delegación, es decir, que siempre un hombre y una mujer ejecuten las responsabilidades y tareas elegidas por la asamblea. Este principio, presente en el movimiento de liberación kurdo en todos los niveles, fue una experimentación a la base de las comunas auto administradas y de las municipalidades auto gobernadas en Turquía. El objetivo de la co-delegación no era una solución cosmética de cuota en la representación. No se exigió por parte del Estado, si no que se cumplía en forma de democracia directa, con el objetivo de descentralizar el poder y actuar la eliminación del patriarcado. Incluso, los mecanismos de la institucionalidad del gobierno turco, por ley, no aprobaban ni permitían la actuación de la co-delegación, pero igualmente esta ha sido llevada a cabo por años hasta hoy. Constituye una práctica constante que fortalece a las comunidades, mientras logra despatriarcalizar el debate político, transformar radicalmente en su conjunto a la sociedad y garantizar la autonomía en la toma de decisiones de las mujeres y sus mecanismos de auto organización en cada ámbito. Esta práctica es base hoy en Rojava de cada comuna, asamblea, comité, consejo. Las mujeres co-delegadas en las asambleas mixtas, 80


son elegidas previamente por asambleas solo de mujeres, organizadas separadamente en todos los niveles de cualquier comuna o comité. Los consejos autónomos de mujeres existen de manera paralela a los consejos generales del pueblo, en todos los niveles, desde las comunas vecinales hasta el cantón. Las mujeres administran la justicia social en caso de conflicto social, con comités de paz y resolución, dentro de las Casas de las Mujeres. Estas son instituciones presentes en todos los cantones en cada barrio, integradas en rotación por todas las mujeres que residen en ese territorio. Las mujeres tienen el poder de vetar incondicionalmente los consejos populares mixtos, mientras las decisiones tomadas por mujeres sobre asuntos de organización general no pueden ser cuestionadas por ningún grupo. La liberación de la mujer en Rojava es entendida como elemento central para comprender e instituir la democracia radical. Desde el inicio de la revolución hasta hoy, se han fundado muchas cooperativas para garantizar la integración sistémica de las mujeres en la participación política directa y en la economía, basada en la ecología y en la relación orgánica entre los seres vivos y el ambiente. La economía la vivimos, en un horizonte revolucionario y desde una perspectiva feminista, como la forma de organizar la vida en una comunidad y sociedad. Asimismo, la experimentamos desde los lazos básicos de cooperación que nos permiten vivir y satisfacer nuestras necesidades, los valores arraigados en relaciones de cooperación que superan la monetización de la “economía política” y la ley valor-trabajo del mercado capitalista. En este sentido, no se trata sólo de organizar el trabajo, sino de repensar nuestra forma de construir relaciones y (re)construir comunidades, para identificar y satisfacer colectivamente nuestras necesidades. Se trata de nuestros valores cotidianos, nuestra imaginación política y ética. Con los valores, no nos referimos a los de la economía capitalista (como el salario), sino a los principios de vida en común y corresponsabilidad, que son el núcleo y motor de nuestra organización, en la casa, dentro de la comunidad, en el vecindario, en los pueblos y en las ciudades. Antes de la revolución de Rojava, la Primavera Árabe, que comenzó en 2011, fue un momento poderoso y radical en el Medio 81


Oriente, que inspiró una gran esperanza de cambio y libertad para la gente. Sin embargo, pronto los poderes locales e internacionales entendieron cómo manipular elementos de esta época revolucionaria para sus propios intereses. La Revolución de Rojava, en este proceso, se enfrentó desde su inicio a diferentes Estados enemigos, a la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) y a una organización como el Estado Islámico, explícitamente apoyada y financiada por el Estado turco que intentaba socavar la autonomía de las estructuras de la resistencia kurda. Enfrentada a procesos de cooptación y a pesar de todos estos enemigos, tuvo éxito. Hacia finales de 2012, teniendo que luchar contra estas fuerzas yihadistas, las mujeres kurdas fortalecieron sus propias administraciones y consejos autónomos, y construyeron alianzas con centenas de asociaciones, partidos políticos y organizaciones civiles de toda la región. En noviembre de 2013, la Revolución de Rojava declaró su autonomía: ya no operaba dentro del Estado. Es importante nombrar que Rojava, que en kurdo significa occidente y que indica el área occidental de Kurdistán en Siria, nunca ha sido históricamente un área de grandes insurrecciones populares. Sin embargo, allí encontraron asilo diferente refugiadxs políticxs, artistas, intelectuales exiliadxs, entre estos, el mismo Abdullah Öcalan, que organizó desde los 80, en Damasco y Alepo, importantes escuelas populares de formación política. De todos modos, antes de la revolución bajo el régimen de Assad, el pueblo kurdo no tenía derecho a la ciudadanía, ni se le permitía hablar su idioma. Pronto se dieron cuenta de que la oposición a Assad, nacida dentro de la Primavera Árabe, no proporcionaría necesariamente mejores alternativas para los pueblos, ya que la oposición del Ejército Libre Sirio había sido manipulada por actores occidentales y no occidentales, incapaces de una verdadera apuesta a la democracia ni de ayudar a la liberación de los pueblos. Como resultado de los enfrentamientos con la oposición, el régimen de Assad se retiró de las áreas kurdas en la parte norte del país. Entonces, el pueblo kurdo, con décadas de experiencia instituida de organización comunitaria gracias a la filosofía del PKK, pensó más allá del Estado, y sin elegir entre dos opciones disponibles, según la 82


idea común de tener que optar por “el mal menor”, creó un tercer camino. Aprovechó la oportunidad para tomar el control de las ciudades del norte de Siria y reemplazó las instituciones del régimen de Assad con las suyas propias del nuevo sistema confederal. El 19 de julio de 2012, desde las calles de Kobane, se declaró la Revolución de Rojava. Las mujeres se organizaron inmediatamente desde lo local en todas las formas de toma de decisiones, a todos los niveles. y en todos los sectores de la sociedad -jóvenes, ancianas, niñas, artistas, artesanas-, también están organizadas para evitar que se generen estructuras jerárquicas. Cualquier intento de jararquización se detiene a través de los mecanismos comunitarios democráticos de las comunas. Hasta el día de hoy, activistas kurdas, árabes y armenias de todas las edades, trabajan activamente dentro de la sociedad del Norte y Este de Siria. Crean espacios separados y descolonizados para realizar, aún más plenamente, desde la educación popular constante en cada distrito, la autonomía de las mujeres. Pudieron lograr esto, no solo dentro de las comunidades kurdas, sino en una variedad de comunidades étnicas y religiosas, como la árabe, la armenia, la chechena, circasiana y caldea, junto a las cuales se compuso la Carta del Contrato Social de Rojava. Se trata de una declaración de la autonomía de los pueblos realizada como acto de disidencia frente a la discusión paralela de la comunidad internacional sobre el conflicto en Siria, organizada por la ONU en el marco de la mesa de diálogo de Ginebra. Allí, la participación de la “oposición” siria, patrocinada por el Estado turco, financiador de los yihadistas, excluyó a la delegación kurda para una solución pacífica a la guerra en su territorio. Así, en el otoño de 2013, se anunció el sistema de autonomía democrática en Rojava, como un acto de desafío al orden internacional estatal que los silenció deliberadamente. En este contexto, los pueblos de Rojava decidieron decir no al sistema de Estado-nación, rechazaron las dos opciones que se dio a los pueblos en Siria y luchar por la “tercera vía”. Todas las propuestas de Rojava para una solución, se han acentuado en torno a este llamado a rechazar la mentalidad irracional del “mal menor” y confiar en el poder popular. Esto es explicado en el sistema federalista y su contrato social, así como en las fuerzas de defensa 83


multiculturales, que liberan áreas del ISIS y fomentan el establecimiento de consejos populares en las áreas libres. En Rojava, el Movimiento de Mujeres juega un papel de liderazgo en la creación de un nuevo modelo político de democracia sin Estado. Se trata de una práctica de la democracia separada de la construcción del Estado, como la única forma de encontrar respuestas significativas y satisfactorias a las preguntas sobre el sentido de la vida, la justicia y la libertad. A diferencia de los feminismos liberales, el Movimiento de Mujeres Kurdas, desde un posicionamiento antiracista y anticapitalista, no busca simplemente representación, reconocimiento y derechos. La lucha en la que estamos inmersas no es la de estar satisfechas con reformas burocráticas, leyes o ilusiones sobre la igualdad de oportunidades. Este modelo de asignación de derechos tiene el riesgo de des-radicalizar las luchas y los frentes de resistencia. Nuestro objetivo no es la mera igualdad de género, sino la destrucción del patriarcado. Esto significa que necesitamos crear y expresar nuestra propia existencia construyendo estructuras autónomas sin depender del Estado. Esto no significa pretender que el Estado no exista, pero sí requiere activarse mucho en la auto organización colectiva. Y la pregunta es, mientras exista el Estado, ¿qué otros centros de resistencia se pueden organizar y con qué tipo de mecanismos de autodefensa contamos para protegernos de los ataques a la propia acción política? Al mismo tiempo, a partir de la educación, como acción directa que apunta a establecer una cultura y un clima social democráticos, que fortalezcan las células madre de la sociedad y su núcleo creativo comunitario, ético y amante de la libertad. Es por esa capacidad de despertar esos núcleos más profundos, que nuestro movimiento ha atraído y sigue atrayendo a tantas mujeres en Kurdistán y más allá. Han ido mujeres de todo el mundo a Kurdistán para aprender desde la revolución en curso, que más allá de todas las posibles teorizaciones y debates académicos, nunca perdió su núcleo más radical.

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La respuesta de un nuevo internacionalismo a las guerras de los Estados: el signo de una revolución de mujeres Frente a los logros de las mujeres en la organización, más allá del Estado, en Rojava, pensamos que tenemos que alargar los márgenes de nuestro análisis a partir de una lectura materialista. Se trata de conectar nuestra vida cotidiana a los contextos, a las ideologías locales y a las más amplias estructuras de la ideología política económica transnacional del capitalismo. Es prioritario revisar los conceptos de autodefensa, solidaridad e internacionalismo, preguntándonos si son apropiadas y cómo, para describir nuestras necesidades presentes, para permitirnos poner en marcha nuevas ideas y nuevas prácticas. El objetivo es crear plataformas que no sean solo una respuesta reactiva a la violencia patriarcal, sino que nos abran concretamente paso para la justicia y la democracia global, a través de la corresponsabilidad y la defensa mutua de nuestra lucha común. Las respuestas globales que las mujeres y disidencias hemos estado dando a las guerras de explotación de los Estados en Kurdistán, como en el continente latinoamericano, son el signo de una nueva revolución. Mirando a cada parte del mundo, nos aparece sin duda la presencia de una extraordinaria fuerza compartida. Es esto lo que sentimos fuertemente en el 2018 al organizar la Primera Conferencia Internacional de las Mujeres de Kurdistán llamada “Revolución en Construcción”. Ahí más de 600 mujeres, procedentes de todos los continentes del mundo, mostraron las fuerzas de sus procesos de luchas. Después de nuestros diálogos, vimos necesario, sin crear una nueva organización paraguas común o una organización internacional de mujeres, discutir cómo sería posible realizar juntas una democracia transnacional de base de las mujeres, basada en un equilibrio entre lo local y lo global, entre lo particular y lo universal. No se trataría propiamente de una red, una federación o una unión, por ejemplo. Necesitamos mecanismos a través de los cuales el potencial intelectual y práctico de las mujeres de todo el mundo pueda tomar una forma concreta a nivel global y pueda surgir así una fuerza efectiva 85


contra el patriarcado. Al hacerlo, debemos ir más allá de todo lo que ha existido hasta ahora, porque estamos en una fase histórica. Nunca antes en la historia de 5.000 años de Patriarcado, la lucha para la liberación de las mujeres ha adquirido un carácter tan estratégico, ni la posibilidad de realizar la revolución de las mujeres ha sido tan grande. Ir más allá del concepto de Estado-nación, especialmente leído en el contexto de la lucha desde Kurdistán, significa pensar en la migración diaspórica y en las dinámicas solidarias desde un punto de vista diferente. Esto obliga a todas las luchadoras feministas a descentralizar las cuestiones de las prácticas, del Estado machista, de las identidades nacionales, patriarcales. Lleva a imaginar alianzas más allá de las fronteras en una solidaridad feminista anticapitalista y anti racista entre mujeres y disidencias. Si el Estado-nación ya no es el árbitro de la ciudadanía y las fronteras geopolíticas ya no están circunscritas por identidades políticas y culturales, las cuestiones de la justicia económica y social deben teorizarse como contextuales y, al mismo tiempo, transfronterizas. Por lo tanto, los movimientos que cruzan esas fronteras pueden convertirse en un lugar de subversión desde una mirada feminista. Esto es totalmente diferente a una asignación basada en términos de identidad nacional, como lo hace, desvinculando la práctica y la heterogénea interconexión, la mayoría de las teorías académicas decoloniales o poscoloniales. Creo que este paradigma plantea algunas preguntas teóricas y prácticas nuevas e interesantes para nuestros imaginarios y organizaciones en torno a la conectividad de lo local / global. Sugiere formas de pensar y organizarnos que están situadas específicamente, pero no limitadas localmente. La física cuántica nos habla de otra naturaleza del espacio y del tiempo, habla de no-localidad, o más bien de correlación, de modo que el comportamiento de cada partícula afecta directamente e instantáneamente al comportamiento de la otra, independientemente de la distancia que hay entre ellas. La correlación, la forma en que se comunican las partículas del universo de las que estamos hechas, no nos habla de la eternidad ahistórica y de no-lugares; habla, más bien, de la inter-historicidad, de la simultaneidad de los procesos en diferentes lugares. 86


Esta realidad cuántica, no opositora de la onda-partícula, no parte de leyes inmutables, sino de principios que requieren nuestra creatividad. Hoy, en estos tiempos pandémicos de contradicciones sin precedentes, nuestra acción organizativa creativa para romper con lo que nos aleja, se hace más urgente que nunca. Nuestros diferentes contextos no hacen que sea imposible, desde nuestras diferencias, tener una unión histórica. En las montañas de Kurdistán, el calendario sigue otro tiempo respecto del clásico calendario mundial, los bosques y los pasos borran fronteras, abren horizontes, cuando la vida libre en común surge de la belleza pura de cada instante compartido. El Estado es, entre las nubes, solo sordo ruido de aviones de guerra. Cuando es lejano, podés escuchar el canto del río con todo tu corazón. Cuando te concentras mucho en el entorno, en otra forma de conexión, el río habla mucho más, te enseña caminos antes escondidos, el río te los enseña, ahora así, claros. El avión, gracias a tu conexión con la naturaleza, ni te ve, ni tú ahora lo oyes más, sabes que es, sabes a qué apunta, y nosotras que lo conocemos, no quedamos pasivamente en la espera. Encontramos otras rutas, abrimos horizontes. Así continuamos con todas, sigues en comunalidad, enredando letras de canciones de revolución, creando nuevas vías que son hermosas.

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Feminismo y Estado o ¿de qué hablamos cuando decimos que “el Estado opresor es un macho violador”? Silvia Adoue Los femicidios y violaciones cometidas por cuadros de las fuerzas de seguridad de los Estados son indicios de la naturaleza patriarcal del Estado como institución. Lo intuimos en el caso de Úrsula Bahillo, joven de 18 años, asesinada el 8 de febrero del 2021, en Rojas, provincia de Buenos Aires, con 15 puñaladas. El femicida fue su expareja, el policía Matías Ezequiel Martínez, de 25, quien tenía orden de alejamiento y restricción perimetral, después de 18 denuncias de violencia de género realizadas por Úrsula20. Martínez se suicidó. También lo intuimos, con la muerte por estrangulamiento de Ivana Módica, de 47 años, ocurrida cuatro días después del femicidio de Úrsula, en manos de su pareja Javier Galván, de 52, vicecomodoro de la Fuerza Aérea, en La Falda, provincia de Córdoba.21 Lo vemos aun, en el caso de Guadalupe Curual, 21 años y mamá de una beba, apuñalada el 23 de febrero del 2021, en pleno centro de Villa la Angostura, provincia de Neuquén, por su expareja, el policía Bautista Quintriqueo, de 32, con varias denuncias por amenazas y agresiones, y con restricción perimetral22. Los tres femicidas tuvieron protección de sus corporaciones represivas y del poder judicial, cuando la alerta de las denuncias llegó a las instituciones. Casos como estos son la parte visible del iceberg y no son casos aislados. Uno de cada cinco femicidios en Argentina son cometidos por miembros de las fuerzas de seguridad.23 Y el hecho de que adquiera expresión tan escandalosa, por la proporción de ocurrencias 20 https://elpais.com/sociedad/2021-02-11/el-feminicidio-de-ursula-bahillo-pone-en-la-mira-a-la-policia-argentina.html 21 Ver: https://lmdiario.com.ar/contenido/276253/lo-que-desnudo-en-la-fuerzaaerea-el-femicidio-de-ivana-modica 22 Ver: https://www.enestosdias.com.ar/4943-se-largo-solita-a-buscar-su-futuro-ymira-con-lo-que-se-encontro 23 Ver: https://www.pagina12.com.ar/323063-basta-de-justicia-patriarcal-y-de-represion-policial

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entre quienes integran esas instituciones, puede ser la punta de un ovillo de investigación que nos lleve al carácter patriarcal de todo Estado. Sin duda, las conquistas legales que las luchas feministas arrancan al Estado son relevantes. En el combate, medimos nuestras propias fuerzas y percibimos los límites prácticos de reivindicaciones reformistas. Pero esas conquistas no cambian la naturaleza de la institución, ni su papel en la instalación y reproducción del orden patriarcal, clasista y, en nuestro caso, colonial y, por lo tanto, racista. Nuestro combate por el control de nuestros cuerpos es también un combate contra el Estado. Aquel dato estadístico (recordemos que uno de cada cinco femicidios es cometido por un miembro de alguna fuerza de seguridad) hace que nos preguntemos sobre las afinidades electivas entre el monopolio de la violencia por el Estado y los requisitos necesarios para ser agente del ejercicio de ese monopolio. Puede decirse que las prácticas violentas de esos agentes cuando ellos están fuera de servicio también están dirigidas contra otros hombres. Afirmo que, aun cuando dirigidas contra otros hombres, en el cotidiano de sus vidas, los agentes también reproducen el orden patriarcal que se apoya en una jerarquía, una relación de subordinación de los hombres al otro hombre que vence en la competición. Y la protección corporativa de los agentes por las instancias de esas instituciones tiende a preservar las “cualidades” de sus cuadros, sintonizadas con el orden estatal. La ola de gobiernos “progresistas” al comienzo del siglo en nuestra región instaló la promesa de transformaciones democráticas y reconocimiento de derechos. Entre ellos, que mujeres y niñxs no seamos asesinadxs, violadxs, ni golpeadxs. Pero las transformaciones democráticas prometidas no se llevan bien con la dinámica del capital tal como se viene configurando en las últimas décadas. El ascenso de gobiernos de derecha, que provocan una aceleración de la adecuación de los marcos legales de los Estados a las nuevas necesidades del capital, sin embargo, provocaron un espejismo: “si volvemos a gobiernos ‘progres’, podemos retomar la lucha por esas conquistas”. En realidad, lo que se restituye es la promesa de conquistas, y no las conquistas en sí. 90


El potente y masivo movimiento feminista en Argentina convocó energías de alcance desconocido hasta entonces en torno de algunas reivindicaciones bastante promisoras, como la de la “Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo” y la de “Educación Sexual Integral”. Conquistó también muchos dispositivos legales contra la violencia de género, como la Ley “Micaela”, que obliga a la capacitación de los funcionarios públicos en “temática de género y violencia contra las mujeres”.24 Asimismo, el “distanciamiento perimetral” y las tobilleras electrónicas con geolocalización de los agresores, los “botones anti-pánico”. No es poco. Además de las casas-refugio.25 Sin embargo, esos dispositivos no consiguen detener las agresiones, violaciones y femicidios. Peor, parece que esas políticas públicas quieren decirnos, como en el himno de los policías de Chile, los Carabineros: “Duerme tranquila, niña inocente/sin preocuparte del bandolero/que por tus sueños / dulce y sonriente/vela tu amante Carabinero”. El deterioro del salario como mediación en las relaciones de trabajo viene retirando de los hombres de las clases trabajadoras uno de los medios más coercitivos para ejercer sus privilegios dentro de casa. La violencia abierta intrafamiliar pretende restituirlos. Y la ideología machista, así como el racismo, permite reorientar el resentimiento provocado por la nueva estratificación del mercado de trabajo y la redistribución de los reducidísimos puestos mejor remunerados. La violencia contra las mujeres también es combate contra aquellas que se identifican con la defensa de los territorios contra la expoliación extractiva que los Estados propician. Y, en última instancia, es también un control contra la lógica de la reproducción de los pobres, contra la “superpoblación relativa”, la “masa marginal”.26 La “autorización” del Estado, la misoginia y la violencia contra las mujeres han crecido en ese contexto, gambeteando la propia legislación. Las feministas organizadas, sin embargo, no han conseguido formular propuestas estratégicas más allá de los cambios en el marco 24 https://www.argentina.gob.ar/normativa/nacional/ley-27499-318666 25 Donde las mujeres están medio encarceladas para esconderse de los agresores, mientras ellos permanecen libres. 26 Son expresiones del sociólogo argentino José Nun, fallecido el 25 de febrero de 2021. Ver: NUN, José. “Superpoblación relativa, ejército de reserva y masa marginal”. In: Celade nº 66, Serie D, Santiago de Chile, agosto/1971.

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legal y en las políticas públicas. Porque esas luchas por una legislación han sido aglutinadoras en las últimas dos décadas. Al mismo tiempo en que permitieron avanzar “todas juntas”, forjaron el movimiento delineando una cultura militante en la que se insertan las nuevas compañeras. En esa pauta no sólo coincidieron las feministas de diferentes corrientes (liberales, populares, comunitarias, radicales, etc. -así definidas según su autopercepción o según la percepción de las otras). También coincidieron las diferentes generaciones y las compas con diferentes grados de experiencia o compromiso. Tanto fue así, que esa pauta (ahora) “mínima” se transformó en un piso de sentido común feminista, el grado cero del feminismo en Argentina. Al mismo tiempo, hay una intención, no dicha, pero ampliamente sentida, de no importar para dentro del movimiento feminista, las mismas prácticas organizativas jerarquizadas de los movimientos que los hombres han desarrollado. Las prácticas caudillescas, de los jefes, de la burocracia, del encuadramiento de las posiciones disidentes, de lanzar propuestas que no surgen de la comprensión y de la voluntad de las mayorías. Dos décadas atrás, las feministas tenían una composición relativamente pequeña y nadie quiere volver atrás en el grado la masificación. Es bueno avanzar juntas y las reivindicaciones legales y de políticas públicas no han impedido la auto organización en los territorios, los comedores colectivos, las redes de soberanía alimentaria organizadas por productoras agrícolas, la manutención de las redes de apoyo de las socorristas. Pero aún no se ha conseguido una acción propia contra lo que, al final, es lo más grave, que es evitar los femicidios y las agresiones y amenazas cotidianas de todo tipo. Frente a esto, recuerdo que las kurdas han sabido actuar sin alimentar ilusiones en el Estado patriarcal. Creando espacios de refugio para prácticas de economía feminista, con autodefensa propia y abriendo un período de experiencia fuera de presiones patriarcales para las mujeres y sus hijxs. Esto ocurre en la aldea de las mujeres libres de Rojava: Jinwar,27 palabra kurda que significa “tierra de mujeres”. No sólo para las kurdas, sino para las sirias, las asirias, las yazidíes que comparten el territorio sin importar que religión 27 https://internationalistcommune.com/jinwar-el-pueblo-de-las-mujeres/

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profesan o si no profesan ninguna Esos espacios, que incluyen cooperativas de mujeres, son al mismo tiempo instancias en donde el mujerío aprende saludables prácticas de democracia y autonomía, después de siglos de relaciones patriarcales. Es una oportunidad para la formación de otra subjetividad. Después de la cual se puede, si se quiere, pasar a participar de instancias y cooperativas mixtas. Consideremos que se trata de una generación “bisagra” de mujeres y hombres. En Argentina, y durante la pandemia, 2500 familias, la mayoría de ellas formada solo por madres, de entre 20 y 30 años de edad, ocuparon un área pública en la localidad de Guernica, próxima a la capital, para construir sus casas. El área estaba a punto de ser concedida para un club de golf privado y especulación inmobiliaria. Las mujeres, en el contexto del aislamiento pandémico, habían perdido sus fuentes de ingreso y ya no podían pagar alquiler.28 Algunas huían de la violencia intrafamiliar. Guernica, con su lema “Tierra para vivir” (Mastropaolo e Adoue, 2021) fue, hasta el momento del desalojo, un pequeño ensayo de Jinwar. De la brutalidad patriarcal a tomar decisiones sobre sus vidas, y las del colectivo de la ocupación. Pasaron a refundar el cotidiano entre compañeras de la ocupación. Deliberaban desde los trabajos de cuidado y alimentación, hasta la forma de organización, de acogimiento de nuevas y nuevos ocupantes, de distribución de lotes, de vocería, de criterios para compartir lo que recibían como donación y de seguridad. Así como las mujeres de Jinwar, las de Guernica tuvieron una oportunidad, aunque breve, de prácticas de autonomía y acción colectiva. La experiencia, que se prolongó de julio a octubre de 2020, se basó en la auto organización en cinco barrios y funcionamiento de asamblea por manzana, por barrio y de toda la ocupación, para decidir colectivamente. La expulsión ocurrió con el despliegue espectacular de fuerzas policiales, comandadas in situ por Sergio Berni, ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, teniente coronel retirado del Ejército Argentino. El gobierno “progresista” puede inclusive desarrollar políticas de vivienda social, de distribución de bolsas de alimentos, de auxilios de emergencia para las familias vulneradas en el contexto de la pandemia y el desempleo. Ve esas familias como su 28 https://contrahegemoniaweb.com.ar/2020/09/21/mujeres-y-trans-en-la-tomade-guernica/

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clientela electoral. Pero no puede tolerar la auto organización de mujeres que toman la vida en sus manos. En Guernica, el control territorial y la auto-defensa que las mujeres protagonizaron fue un ensayo inspirador. No surgió de un líder genial. Fue respuesta del sentido común de las mujeres a los desafíos que iba planteando la propia lucha. Sin esperar del Estado más que palos, bombas lacrimógenas y balas. Nos tenemos las unas a las otras.

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Comunes, Feminismos Comunitarios y Estado Delmy Tania Cruz Hernández y Juliana Díaz Lozano Escribimos en un contexto en donde estamos dilucidando los efectos con los que viviremos después de la pandemia provocada por el COVID-19. En medio de una pandemia que nos asola y que nos muestra cómo opera el mundo en el que vivimos con condiciones sociales, económicas, políticas que están mediadas por un capitalismo colonial que lleva encarnado en nuestras cuerpos-territorio-tierra más de 529 años, hablar de la comunalización, lo común y los bienes comunes, parece más que vital. En un marco donde se debate la dictadura de las corporaciones o el regreso al Estado, rescatamos la propuesta de la autonomía y el poder popular, es decir, el fortalecimiento de las capacidades de lxs de debajo de sustentar la vida. Pensamos lo común y lo(s) comunitario(s) dentro de los feminismos que practicamos, no para esencializar los procesos que estamos construyendo, sino para comprenderlos desde esa clave, pues creemos es indispensable para soñar no sólo el cambio social, sino la posible subsistencia del planeta entero. Antes de la pandemia nos enfrentábamos a una recolonización a través de lo que López y Rivas llama una ocupación integral de nuestros países, que significa evocar una guerra de conquista, para describir “... un proceso a través del cual de manera abierta o sigilosa las economías de los países, todos los sectores y ramas del Estado, el patrimonio cultura, los bienes comunes, y estratégicos de las naciones están siendo integrados en los tratados de libre comercio” (153: 2020). Esta ocupación integral se ha acelerado para convertirse en lo que Camilo Valqui (2012) llama la imperialización, es decir, la reconfiguración mundial que lleva a la trasnacionalización neoliberal de la sociedad, que además acarrea una dimensión militar con el propósito de infundir terror y en violación a las normas del derecho nacional e internacional. Esta dimensión, afirma López y Rivas (2020), es terrorismo global donde los Estados violentan los marcos 95


legítimos, ideólogicos y políticos de la represesión “legal” y apelan a “métodos no convencionales”, con el fin de finiquitar las oposiciones ideológicas y la protesta a nivel planetario. Estas construcciones edificadas por el capitalismo exacerban y destruyen exponencialmente la vida de la biosfera. Sin embargo, desde los feminismos anticapitalistas que nacen de la organización de base, desde lo indígena, negro, prieto, femenino y feminizado en las ruralidades, en la urbe marginal, se ha argumentado que el capitalismo es y será violencia sistémica y que la lucha es para cambiar el sistema de raíz. En este artículo, nosotras como feministas comunitarias, territoriales y populares antisistémicas, presentamos premisas que argumentan el significado de lo común, comunitario y plasmamos la relación conflictiva que se tiene con lo que el capital ha conformado como Estados-nación. Partimos de sentipensar que el debate de lo común y lo comunitario no es nuevo, pero es necesario. George Caffentzis nos recuerda que “la comunalización es el principio que han seguido los seres humanos para organizar su existencia en la tierra durante miles de años” (2016:139). Sabemos que estas formas hoy en día prevalecen, los sistemas de propiedad comunal y las relaciones sociales comunalizadoras organizan la vida cotidiana de muchas poblaciones en rincones de Abya Yala. Pero la mundialización capitalista extractivista, colonial y patriarcal que moldea la economía y aspira a gobernar la forma de vivir cotidiana de los seres vivos que habitamos el planeta, intenta hacernos creer que lo común son aquellos pequeños esfuerzos que se van creando desde la suma de individualidades. Además, cuesta ignorar cómo se ha prodigado el uso de los términos “común”, “bienes comunes”, para nombrar acciones concretas o lugares específicos. Pero, para irnos aclarando, en esta escritura que compartimos, cuando se habla de lo común y los comunes, no se sitúa un período específico, ni acciones concretas, sino más bien, una forma de entender y organizar la vida cotidiana que tiene memoria histórica y que es una relación social compleja, como afirma Tzul Tzul (2018). Lo común no es una esencia de los pueblos indígenas, es una trama de relaciones que se basa en la conflictividad “para resistir, fracturar y responder 96


a la dominación según las formas en las que se presente” (2018: 54). Si bien lo común puede expresarse en “el agua, la tierra, los minerales, las semillas, los bosques (…) el internet… no se puede perder de vista que no se trata de un objeto separado de la vida y acción humana que lo reproduce” (2015:24). Sin duda, lo común tiene historia y se produce y reproduce en el denso y amplio espectro de la vida y desde esta perspectiva “…lo común es posible por un tipo de hacer orientado por el valor de uso que garantiza y cuida aquello que se comparte para reproducir la vida” (Navarro, 2015: 23). En ese sentido, este es el significado que nos interesa poner sobre la mesa del debate, sobre todo, porque nos plantea un desplazamiento epistémico de cómo mirar el mundo, entenderlo y por qué no, volverlo a hacer nuestro. Porque pensar en lo común desde ese lugar de disonancia, nos lleva a mirar la larga genealogía de insubordinación y persistencia para re-tejer vínculos colectivos. Es por eso que reconocemos que en lo común existe un Nos-otrxs. Pero el Nos-otrxs no es la suma de individualidades. Si partimos del argumento que la comunalización es una tesis fundacional y relacional de cómo se ha construido la humanidad con todo lo vivo, surgen las preguntas ¿quiénes somos esa humanidad? ¿existe un nosotrxs? Para la filósofa Marina Garcés (2013), el nosotrxs no nombra una realidad sino un problema, puesto que las sociedades occidentales modernas se han edificado bajo el modelo cartesiano en donde la primacía del individuo es concebida como una unidad desgajada de su vida en común (2013:29). Para Garcés dos puntos coyunturales que impulsaron la idea hegemónica moderna en donde prima la individualidad desbordante se dieron en 1989, tras la caída del muro de Berlín, y el 11 de septiembre de 2001. En el cruce de caminos de estas dos temporalidades, vivimos en un mundo en donde triunfan a la vez una privatización extrema de la existencia individual y un recrudecimiento de los enfrentamientos aparentemente culturales, religiosos y étnicos, articulados sobre la dualidad nosotros/ellos (Gárces, 2013: 28). Desde ese entonces, plantea Gárces, el nosotros perdió su fuerza emancipadora y este ha sido encerrado en las lógicas del valor, la 97


competencia y la identidad. No obstante, cuestiona, ¿es realmente posible? Porque es imposible ser un solo individuo, “(…) lo dice nuestro cuerpo, su hambre, su frío, la marca de su ombligo, vacío presente que sutura el lazo perdido” (2013: 30). Al final del día, una vida común, es lo que hace posible la vida humana, en tanto que la vida en común es un conjunto de relaciones materiales y simbólicas que hacen posible la vida humana. Las feministas comunitarias de Abya Yala, ponen el debate de la existencia de la importancia del nosotrxs, con la idea cuerpo-territorio-tierra (Cabnal, 2010, 2012; Colectivo Miradas Críticas del Territorio desde el Feminismos, 2014, 2017; Cruz Hernández, 2016, 2020). A partir de la cual cuestionan la idea de cuerpos individuales, y nos regalan el desplazamiento epistémico de que el cuerpo existe por, con y a través de su relación con todo lo vivo, con todos los elementos que componen el territorio, sus relaciones en él y, por supuesto, la tierra. El nosotrxs no es el yo dilatado, no es la persona amplificada, es más bien el sentido del mundo común y amplificado que compartimos. Ese mundo que compartimos y soñamos ir haciendo, pero lo común no es una utopía idílica, sino que se construye en el transitar cotidiano. La renovada lucha por los comunes ha crecido en las últimas tres décadas y se debe principalmente al asedio capitalista que ataca con fuerza los bienes comunes y las formas colectivas de vida que (re) existen en el planeta, entonces esta lucha por lo común, se da como contestación hacia la ofensiva de cercamiento y privatización. En diversos rincones de Abya Yala, podemos encontrar ejemplos heterogéneos de estas luchas por los comunes: Bolivia y su lucha victoriosa contra la privatización del agua; la insurgencia popular que emergió en Argentina en 2001 ante la crisis; y, por supuesto, en un rincón del sureste mexicano como eco aún retumba el esfuerzo comunitario de las juntas de buen gobierno que creó en 2003 el Ejército Zapatista de Liberación Nacional. La ecóloga política Mina Navarro (2015) hace un recuento de estas renovadas luchas con el fin de encontrar los vestigios que ayuden a recuperar el conocimiento y la memoria acumulada en las experiencias. Las luchas por lo común persisten y re-existen en la actualidad, a pesar del violento despliegue que el capitalismo ha desatado en su 98


contra. Estos movimientos se han renovado y se han reinventado para subsistir, lo cual es vital, para ellos mismos, pero también para muchas colectividades en todo el planeta que están buscando la autonomía en sus territorios. No obstante, menciona Gutiérrez (2013), para aprender de la historia sedimentada de las luchas es importante comprenderlas a partir de sus contradicciones, y desde esta perspectiva se entenderá la relación de dependencia entre el capital y la actividad humana y, por tanto, la independencia del hacer social (Holloway, 2010:230). Sobre las contradicciones en la lucha, Navarro menciona que “(…) el capital invariablemente necesita de la vida, pero nosotros podemos vivir sin él” (2013:33). Pero ¿cuál es la forma en que podemos vivir sin él? En la propuesta teórica-metodológica que Raquel Gutiérrez (2013, 2017) ofrece la oportunidad de pensar en las luchas por los comunes desde sus contradicciones para conocer sus horizontes interiores, “(…) que son el conjunto de aspiraciones y anhelos, no siempre lógicamente coherentes entre sí, que animan el despliegue de una lucha colectiva y se expresan a través de ella en un momento particular de la historia” (2017:27). Dichos horizontes nos develan la lucha que hay dentro de la propia lucha. Además, nos mostraría a las sujetas en lucha, que son aquellas que se hacen en la misma lucha. Comprender las luchas desde los feminismos comunitarios y populares es fundamental para mirar a la lucha en la cotidianidad, poner en el centro a la reproducción social de la vida, y la importancia de ella dentro de esas luchas por lo común, puesto que ésta es pilar de lo colectivo, y ha sido sostenido por ciertos cuerpos femeninos y feminizados principalmente. Comprender las contradicciones de la propia lucha a veces nos rompe, nos hace mirar nuestras incongruencias, nos hace observar destellos de capitalismo al interior del sentido común que estamos construyendo. Por eso, es importante revisar nuestras prácticas políticas de lucha en la cotidianidad, pues éstas serán el resultado de lo que somos.

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Las prácticas y horizontes feministas aportan poder disruptivo a lo comunitario Como venimos diciendo, lo común no es una cosa ni una realidad idílica, sino un proceso de construcción complejo, dinámico y que supone tensiones y confrontación con las lógicas de la hegemonía. Por ejemplo, construcciones comunitarias en barrios populares, en comunidades rurales, en el campo de lo simbólico, entre trabajadorxs, pequeñxs productorxs, consumidorxs, artistas, vecinxs, entre otrxs, deben disputar las lógicas del capitalismo patriarcal con que se organiza la sociedad para poder tener un poder creativo y disruptivo. Pensar cómo conformar mecanismos de deliberación, de toma de decisiones y de autogobierno no jerárquicas y autoritarias, es un desafío para no reproducir lo que ya existe. Al mismo tiempo, lo es intentar forjar modos de producción y distribución lo más igualitarios posibles, sin favorecer a la acumulación y concentración de la riqueza social. Igualmente lo es forjar formas de elaboración de saberes y aprendizajes que sean colectivos y tiendan a democratizar, y no a depositar en pocas personas los conocimientos y por ende el poder de control. En esta apuesta comunitaria, la mirada anticapitalista, feminista y descolonizadora es fundamental, porque cualifica lo común, lo define como una construcción antisistémica. Es decir, los aprendizajes construidos desde los feminismos anticapitalistas deben y pueden, por tanto, nutrir la práctica de construcción comunitaria a fin de fortalecer su carácter disruptivo en términos políticos, culturales, económicos. Las perspectivas feministas nos impelen a priorizar en nuestras construcciones mecanismos asamblearios, revisar nuestras prácticas políticas y crear mecanismos de democratización del poder, horadando liderazgos masculinizados, prepotentes y opresivos, con el fin de construir organizaciones mixtas no patriarcales, comunes con espacio para diversos modos de hacer. Las prácticas políticas que mencionamos, suman a los aportes que, desde la economía feminista, nos sugieren: a) poner la vida en el centro; b) pensar una manera de reorganización de los trabajos colectivos, su revalorización; c) la gestión de los tiempos con mecanismos de reconocimiento y de justicia en su distribución y retribución. Los feminismos que están construyendo organización 100


antisistémica, nos guían en la configuración de mecanismos de defensa ante prácticas machistas, de violencia patriarcal, dentro y fuera de nuestros ámbitos comunitarios, iluminando praxis más amorosas, menos competitivas y siempre solidarias. Los comunes pueden ser fortalecidos por el cúmulo de nuevas prácticas y saberes generados al calor de los feminismos comunitarios. La lucha por la visibilización de los trabajos invisibles de reproducción de la vida; la necesidad de enfocarnos en la interdependencia humana y la dependencia; la denuncia del capitalismo patriarcal colonial como sistema de despojo de nuestros cuerpos-territorios; y la posibilidad de formas políticas no opresivas, son solo algunas de las apuestas feministas que cualifican los comunitario (Díaz Lozano y Féliz, 2020). En este sentido, Cristina Vega, Raquel Martínez Buján y Myriam Paredes, señalan la relevancia de pensar lo comunitario en el cuidado: Apropiarse de la capacidad para cuidar es una forma para valorar la vida colectiva y encarnada que desplaza el beneficio y la atomización capitalista creando comunidades para las que la atención no es una cuestión menor, sino algo que entrelaza la vida en común. Se trata, sin duda, de una apuesta democrática que no tiene que plantearse necesariamente contra o al margen de los compromisos de los Estados para satisfacer las necesidades de todos y garantizar los derechos de todos (Vega y otrxs, 2018:17). Este enlace entre lo comunitario y los cuidados democratizados está en el centro de los feminismos comunitarios, que tampoco desalojan la necesidad de la protesta y reclamo ante las instituciones. Pero siempre con un pie firme en las construcciones autónomas. Despatriarcalizar lo común es una apuesta a contrapelo de las lógicas del sistema, que también prefieren comunes asimilables, adaptables a la hidra capitalista, que se puedan insertar y acomodar dentro de las coordenadas que ya existen. Por ejemplo, emprendimientos y cooperativas que se integren a redes de comercialización donde ganan 101


unos pocos a costa de pagar precios baratos a quienes más trabajan; agrupaciones de vecinos y vecinas que se reúnan para reclamar seguridad en contra de habitantes más pobres y a favor del control policial; agrupaciones barriales que generen mecanismos de asistencia a la población, pero a partir de promover valores conservadores o de intolerancia religiosa y política; son solo algunos ejemplos de construcciones comunitarias que fortalecen las lógicas existentes en lugar de cuestionarlas. Por ende, desde aquí decimos, comunes sí, pero no cualquier común, vamos por construcciones y procesos comunitarios con horizonte feminista, anticapitalista y autónomo. En el contexto actual de la pandemia, los feminismos comunitarios abren miradas sobre la necesidad del cambio social. Este mundo así no va más, no tiene futuro. O cambiamos todo, el modo de producción, las relaciones de explotación y opresión, o no podremos seguir viviendo aquí. La lógica del lucro, de la ganancia, de la valorización de capital es enemiga de la vida. Desde nuestros saberes construidos colectivamente tenemos mucho para aportar sobre cómo crear formas comunitarias sin explotación, espacios de libertad, de autoorganización, de felicidad (Díaz Lozano, 2020). Nuestra apuesta debe ser por abrir espacios de creatividad de nuevos movimientos, institucionalidades y relaciones sociales que se animen a pensar más allá de lo que ya existe, dignos de ser vividos, gérmenes de una sociedad liberada, sin opresión de géneros ni de ninguna clase.

Los feminismos comunitarios desbordan la lógica estatal, pero no niegan la tensa relación con el Estado Si analizamos los procesos de organización popular y feminista en el marco de la pandemia, vemos que es gracias a los procesos comunitarios y colectivos que se sostuvo y sostiene la vida. No nos referimos solo a la alimentación, sino también al abordaje de situaciones de violencia, problemas de salud, educativos, reclamos de justicia. A su vez, constatamos que la generación de mecanismos de autoorganización resultó ser la única garantía de supervivencia que tuvieron y tienen sectores como la población trans, travesti, migrante, y en general, todos los sectores negados por parte de la sociedad y el Estado. Estos procesos nos enseñan que necesitamos crear construcciones 102


autónomas del Estado y de las instituciones tradicionales. Más allá que una parte de los reclamos y consignas que sostenemos tienen que ver con leyes, reglamentos y políticas públicas feministas, ningún Estado o gobierno agota nuestros horizontes de cambio. Por eso, al mismo tiempo que reclamamos que los Estados se hagan cargo de sus responsabilidades en esta situación, seguimos caminando colectivamente para configurar entramados comunitarios (Gutiérrez, 2018). Como por ejemplo consejerías, espacios socorristas, redes de docentes, profesionales por el derecho al decidir, cátedras libres, “recurseros” colectivos, formación de promotoras, espacios de acompañamiento para las víctimas de violencias patriarcales, escraches, estrategias de autodefensa, procesos de salud autónoma en donde se recuperan y vitalizan los saberes ancestrales. Todas estas construcciones autónomas son el germen de nuevas institucionalidades con lógicas basadas en democracia directa y trabajo colectivo. Dicho con otras palabras, nuestros feminismos antisistémicos no son solo luchas por sumatorias de derechos (aunque lo hacemos también y festejamos cuando tenemos logros); exigimos a los gobiernos y Estados, pero manteniendo nuestra autonomía. Como planteamos desde la Cátedra Libre Virginia Bolten, el Estado es un terreno más de disputa para los feminismos populares y comunitarios, pero ninguna lucha se completa con el logro de una ley, una política pública, o un derecho reconocido (Bolten, 2021). Esta mirada antisistémica está alimentada en parte por la desconfianza en que un Estado capitalista, patriarcal y colonial, realmente pueda generar cambios en su estructura y funcionamiento con tal profundidad como para cuestionar su propio carácter machista. Pero además, esta perspectiva feminista popular denuncia el peligro de pérdida de autonomía de las organizaciones, y de condicionamiento de las dinámicas de construcción de demandas a partir de los mecanismos de pinkwashing29 o purplewashing, que muchas veces buscan apropiarse de consignas construidas al calor de los feminismos antisistémicos para desactivar su poder disruptivo. Esta aseveración general no implica que no sea necesario analizar la riqueza y las ambigüedades de los procesos contemporáneos que entrelazan luchas comunitarias y demandas al Estado. 29 El término de pinkwashing fue utilizado por primera vez por el periodista palestino Ali Abunimah en 2010. (Maikey, 2014).

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Encontramos que hay procesos de luchas populares y feministas con horizontes emancipadores que, en su disrupción, también conmueven las vetustas estructuras estatales. En este sentido, la experiencia del pueblo chileno, con un movimiento feminista y descolonizador en su frente, ha dado cuenta de cómo una batalla por el cambio estructural de la sociedad, también apuntó a las instituciones y las viene desbordando. Luego de dos años de un proceso callejero y de organización autogestiva masiva, que señaló al sistema político y económico heredero del pinochetismo, los sectores en lucha se lanzaron, desde comienzos de 2021, al proceso constituyente. Propusieron candidatas provenientes de las luchas feministas y de los movimientos indígenas, hicieron campaña por ellas, planteando la necesidad de una Convención Constituyente con paridad de género, representación de pueblos originarios, disidencias; y con un programa democratizador, feminista y descolonizador para Chile, lograron convocar a la sociedad a elegir una opción disruptiva. Desde el movimiento feminista chileno, la apuesta hacia la Convención es clara, pero no canaliza todos los objetivos ni todos los sueños de cambio. Dice la Coordinadora Feminista 8 de marzo, organización autónoma y diversa, surgida al calor de las últimas luchas: “Nos parece fundamental insistir en la fuerza instituyente, es decir, en que no está cerrado este recorrido, que va a seguir existiendo un estado de revuelta y asambleario, de imaginación política permanente” (CF8M citada en Gago, 2021:1). Y luego de obtener resultados auspiciosos en las elecciones, aclaran que se trata de: “Un proceso que no termina acá, porque seguiremos con la fuerza del pueblo organizado y la potencia feminista, desbordando todos los espacios y no dejaremos que los mismos de siempre hablen por nosotras” (ídem, 2021:1). El proceso chileno está abierto y seguramente nos aportará enseñanzas sobre la relación entre las organizaciones y el Estado, los límites de los cambios dentro de sus fronteras, la importancia de que el acento de la lucha siempre esté puesto en las construcciones autónomas. También sobre la necesidad de construcción de anticuerpos sociales ante las estrategias estatales para cooptar, escindir y edulcorar al movimiento.

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Otra situación, entre muchas que podemos señalar, para pensar los diálogos entre movimiento autónomo y Estado, es la propuesta del Congreso Nacional Indígena (CNI), en México, siendo uno de sus miembros el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Colectivamente como CNI decidieron postular a una candidata mujer indígena para las elecciones presidenciales en 2018. Si bien esa propuesta no se concretó finalmente, la campaña de María de Jesús Patricio (Marichuy) permitió discutir las bases coloniales, capitalistas y patriarcales sobre las que se construye el Estado mexicano y el sistema de partidos. Por otra parte, permitió realizar recorridos federales, para fortalecer la organización entre las comunidades, dar debates de fondo, como el inminente proceso de despojo que viven los pueblos indígenas a manos de las empresas transnacionales y del Estado mismo; además, volvió a visibilizar mundialmente la vigencia del movimiento indígena de México, y en específico, del zapatismo como opción de organización de nuevos mundos posibles. En Argentina, un proceso histórico de lucha por un derecho como la legalización del aborto –logrado en 2020-, también da cuenta de cómo la demanda al Estado constituye para los feminismos organizados solo un aspecto de la lucha. La configuración de la Campaña Nacional en Argentina, y la presentación sucesiva de proyectos de ley al Congreso, estuvo precedida y acompañada por la creación de Consejerías autogestionadas para garantizar los abortos de forma segura a pesar de su ilegalidad; los procesos de denuncia a jueces y políticos “antiderechos”; la creación de redes de profesionales de la salud “amigables” con el cumplimiento de los abortos no punibles. Pero, además, esta experiencia autónoma en relación con el “aborto libre”, comenzó a permear las consignas de los feminismos populares, que comienzan a hablar de “aborto legal en cualquier lugar”, aludiendo a que el Estado no debe capturar en su lógica, un derecho y un saber sobre el cuerpo y la salud de los cuerpos gestantes, que se vienen recuperando para la práctica de la interrupción del embarazo de manera libre (Socorristas en Red, 2018). En relación con otros ejes ocurrió algo similar, por ejemplo, la demanda de políticas públicas para atacar la violencia de género convive con la generación de estrategias y recursos colectivos, los espacios de formación y fortalecimiento de las víctimas, las denuncias y escraches públicos 105


de los victimarios, las estrategias de autodefensa feministas, entre otras. En los ejemplos precedentes, vemos entonces que los feminismos comunitarios y autónomos no soslayan la existencia del Estado, ni la necesidad de establecer disputas en relación con leyes, instituciones, formaciones políticas. Pero se desafían a priorizar la construcción propia y autónoma que nos cuide de los cantos de sirena estatales. Los feminismos a los que abonamos construyen cotidianamente proyectos alternativos, comunitarios a la hora de entender el territorio. Nuestra lucha es por todo, por eso estamos alertas ante las trampas estatales que obnubilan las acciones de transformación profunda, los intentos de cooptar y escindir el movimiento feminista antisistémico, las invitaciones a esperar para que nuestras reivindicaciones sean tenidas en cuenta. Estamos en contra de los feminismos de la gobernabilidad, de la obediencia, de la moderación. Como afirma Silvia Federici (2018), construir la autonomía para recuperar el espíritu rebelde que una vez animó al movimiento feminista y, sobre todo, liberar al feminismo de la jaula a la que ha sido confinado por la demanda de “equidad” e “inclusión”. Suscribimos estas palabras, y reafirmamos que el feminismo debe ser incómodo, irreverente, constructivo, pero desde la rebeldía a un sistema y un Estado opresor y manipulador. Enfrente hay un sistema de dominación múltiple, en términos de Valdez Gutiérrez (2001), que es capitalista, patriarcal, racista, extractivista, colonial y que también se combate articulando diversas resistencias. La apropiación de los cuerpos, los tiempos y los trabajos femeninos y feminizados son un requisito para la reproducción sistémica, y sin cuestionar y conmover esta múltiple explotación solo pueden hacerse cambios superfluos, estéticos, decorativos. Los cambios de políticas y de leyes son necesarios durante el camino, pero insuficientes si no cambia la raíz del sistema capitalista, patriarcal, heteronormativo y opresor, sobre todo en su distribución de la riqueza y del poder en la sociedad.

Reflexiones finales Proponemos construir y fortalecer lo comunitario desde los feminismos autónomos, aquellos que tienen como guía lo antisistémico, 106


para salir de la trampa estadocéntrica. La idea es no confundir un aspecto del combate -la disputa por derechos, por leyes, por justicia-, con el horizonte que nos guía. No es una tarea fácil porque no existen realidades ideales o proceso comunitarios intocados, alejados totalmente de toda lógica capitalista, patriarcal y colonial; pero son nuestros espacios de apuesta a construir cada vez más reglas, prácticas, institucionalidades propias, economías alternativas, promoción de salud autogestiva, culturas emancipadas, que nos permitan sostenernos mientras luchamos por cambiar todo. No vemos posibilidades de acción contrahegemónica sin tener nuestros pies firmes en construcciones autónomas feministas. Fortalecer lo disruptivo de lo comunitario tiene que ver con fortalecer las lógicas de organización que no reproduzcan la dominación, que no se sometan al Estado o al mercado; que mantengan disputas en clave anticapitalista y antipatriarcal, en su interior y de cara a la sociedad. En esto estriba precisamente la necesidad imperiosa de la articulación de los feminismos con estas experiencias de sostenibilidad de la vida en colectivo. Con esas armas contamos, con los aprendizajes de la interdepentencia y codependencia, de la democracia directa, de la educación popular feminista y los saberes de los pueblos que resisten a la colonización. Los feminismos comunitarios son parte de ese acervo para fortalecer nuestros comunes, mantenernos cerca, atentxs, sin edulcorarnos ni adaptarnos. Siempre disrumpiendo, revolucionando incluso nuestras aparentes certezas, rearmándonos cuando nos intentan asimilar, construyendo en los territorios cotidianamente con la mirada en un cambio total. Nuestro es lo común, porque lo estamos construyendo cotidianamente y porque lo creemos horizonte necesario.

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Autonomia feminista frente al Estado colonial heterocapitalista Entrevista a Ochy Curiel ¿Qué tenemos para decir lxs/las feministas autónomas sobre el Estado, las políticas públicas y las retóricas sobre “inclusión”? Pues depende de cuál feminista autónoma. Hablaré por mí, que soy feminista decolonial y que he construido autonomía feminista desde hace décadas, así como una lucha frente a todas las dominaciones, como el racismo, el clasismo, el heteroxesismo, etc., como parte de mi apuesta política. Existen feministas autónomas que no tienen esa política de enfrentar todas las dominaciones. Cuando surgió la corriente autónoma latinoamericana y caribeña en la década de los 90, asumíamos que el Estado era una institución que cooptaba los movimientos sociales; que una lucha por demandas hacia el Estado, estaba en una lógica liberal y que no transformaba las desigualdades. Años más tarde, cuando me asumí como feminista decolonial, aunque pienso lo mismo, considero que la cuestión es más compleja. El Estado-nación es la institución jurídica por excelencia del sistema-mundo moderno colonial. Eso significa que encarna y reproduce las desigualdades. Es la institución que hegemoniza el control de la autoridad colectiva y administra lo que asumimos como común. Esto es una herencia colonial. Y como es una herencia colonial, las jerarquías raciales, sexuales, de clase, etc., se reproducen desde allí. Como el colonialismo, y más tarde la colonialidad, reprodujo la diferencia colonial, la otredad (indígenas, afros, disidentes sexuales, mujeres...), se supone que el Estado debe definir políticas públicas para lograr la igualdad de derechos para estos grupos. Sin embargo, aunque se definan políticas públicas desde el Estado, estos grupos siguen siendo víctimas de los sistemas de opresión y dominación, porque estas políticas, en general, buscan el reconocimiento de estos grupos, pero no hacen desaparecer las opresiones de las que son víctimas. 109


Son incluidos desde la diversidad cultural y social y son particularizados y por tanto “incluidos” en el paradigma colonial de poder. El Estado despliega sus fronteras internas al reconocer estos grupos, aunque no elimina las fronteras que le son inherentes. Ahí sigue estando la visión colonizadora moderna y colonial. Incluir no es más que traer al que se considera “está afuera”, a los límites del Estado colonial, que además representa el paradigma de la modernidad: hombre, blanco, heterosexual y con privilegios de clase. En ese sentido, desde el feminismo autónomo se debe profundizar en estos aspectos que supone actuar sobre la base racista y colonial del Estado. Por tanto, la acción política no puede estar dirigida a demandar al Estado, necesita de movimientos autónomos que cuestionen esta relación histórica estructural de lo que significa el Estado moderno. ¿Qué significa que el Estado es responsable, como gritamos en las marchas feministas? Depende de cuáles feministas. Algunas probablemente se refieran a las violencias que han sufrido mujeres por parte de la fuerza pública; otras tal vez se refieran a la responsabilidad del Estado en no asumir la defensa de sus derechos; otras, como yo, denuncian la responsabilidad del Estado en la reproducción de todos los sistemas de opresión. Creo que las marchas reflejan distintos posicionamientos políticos feministas frente al Estado, por tanto, diría que no hay un solo posicionamiento. ¿Qué papel tienen los gobiernos llamados “progresistas” en relación con la división, cooptación y vaciamiento de los feminismos? Creo que mucha gente, de izquierda, de los movimientos sociales han tenido muchas expectativas con los gobiernos llamados “progresistas” o del “socialismo del siglo XXI”. Esto es entendible por los terribles efectos que han hecho los gobiernos de derecha, y de ultraderecha, incluso los de centro, en promover una política de muerte, militarista, (hetero)sexista, racista, colonial, de despojo y extractivismo. Sin embargo, la experiencia en esta Abya Yala nos ha mostrado que estos gobiernos siguen lógicas extractivistas y de despojo, 110


sobre todo hacia los pueblos indígenas y afros, y eso lo podemos ver en el caso de Bolivia, Ecuador y Venezuela. Solo para colocar algunos ejemplos. Un feminismo que le apueste a estos gobiernos, sin problematizar esas cuestiones, sigue siendo un feminismo racista, que solo le interesa las cuestiones de género. Un feminismo autónomo que es antirracista, que es decolonial, debe denunciar estas políticas, que en su mayoría son militaristas, y hacer una política de transformación social; no dejándose cooptar por estos gobiernos que en el fondo muy poco hacen para acabar con las desigualdades sociales, aunque hagan algunas políticas sociales, pues siguen reproduciendo la colonialidad. ¿Cómo construimos espacios de autonomía estratégica, nuestra propia “institucionalidad” más allá de los Estados? En primer lugar, no creo que es establecer una “nueva institucionalidad”, porque estaríamos en lo mismo. Se trata de crear la autonomía como principio ético-político y, en mi caso, decolonial. Supone no depender ni de estados, ni de partidos, ni de la cooperación internacional, ni de las ONG. Es hacer una acción que es colectiva, buscando los propios medios creativos para hacerla. Para generar procesos de transformación social, construir un proyecto de liberación, no necesitamos esas dependencias. Se necesitan recursos, sí, pero la experiencia de muchas organizaciones autónomas es que estos se buscan a través del autosostenimiento y la autogestión. Hay muchas experiencias de este tipo en Abya Yala, no solo en espacios feministas, y esto es importante porque te permite una autonomía ideológica y política, y eso es clave en un proyecto decolonial y de liberación. ¿Cómo aportan los feminismos en la construcción de poder popular o de poder desde abajo? Yo diría que no todos los feminismos le apuestan a un poder popular o un poder desde abajo. De hecho, la gran mayoría de las feministas hegemónicas (que tienen privilegios de raza, sexo, sexualidad y clase), no le apuestan a esto. Creo que quienes le apostamos a lo popular, entendido como opción por los pueblos, por las 111


comunidades, somos unas cuantas, que lo hemos hecho desde hace mucho tiempo. Una opción como esta significa una comprensión de cómo actúan las opresiones y asumir un compromiso en hacerlas desaparecer. Es una lucha contra el racismo, contra el clasismo, contra el heterosexismo, el militarismo y todas las formas de violencia. Pero, además, significa reconocer y legitimar los saberes de esxs que no han sido consideradxs suficientemente humanos; significa reconocer y aprender de sus resistencias cotidianas, de sus formas de organizarse, de entender y aprender en las maneras cómo construyen la vida y no la muerte de forma colectiva. ¿Cómo se puede articular la resistencia desde una matriz que exceda la lucha por derechos y que fortalezca la comunidad? Los derechos son parte de una matriz civilizatoria que es también colonial. Si analizamos cómo surgen, veremos que tiene que ver con la geopolítica. Es posterior a la Revolución Francesa que este discurso/práctica se hace mundial, con base a una racionalidad positiva e ideología burguesa. Se trata de una especie de organización política, cuya fuente de producción de derechos es fundamentalmente el Estado. Y ya yo planteé más arriba que el Estado, además, se relaciona con el fortalecimiento del capitalismo. Pretenden ser universales, aunque de hecho no lo son. Los derechos (humanos) son una política de conquistas puntuales dentro de la modernidad-colonialidad, pero nunca será una política de liberación, porque siguen ligados a la colonialidad. En ese sentido, la resistencia que es parte de un proyecto de liberación, implica recuperar y entender que existen comunidades que logran resolver sus conflictos de manera distinta, que no se remiten a estas lógicas de los derechos y comunitariamente logran solucionar. Eso es fundamental entenderlo en un proyecto decolonial, porque si no se seguirán reproduciendo una serie de discursos que parecería que dan salida a las desigualdades, sin que estas sean tocadas, y mucho menos desaparecidas. Hay que historizar esta política de los derechos y crear otras maneras de entender lo social desde las luchas políticas colectivas, comunitarias, autónomas para construir ese otro mundo posible que muchxs anhelamos y que aportamos a construir.

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Alianzas, tensiones y coaliciones entre feminismos y disidencias sexuales Entrevista realizada a Mabel Bellucci ¿Cómo fue tu acercamiento a la militancia queer y a los feminismos? ¿cómo eran, en el momento en que empezaste a militar, los vínculos y la relación entre estas luchas? Mi militancia comenzó hacia 1983. Ese contexto histórico es sumamente interesante, porque es el momento de reorganización democrática en nuestro país. La derrota de la Guerra de las Malvinas, que lamentablemente casi siempre se olvida, llevó a la casta militar a abandonar, en un soplido, el poder. En 1983, todo estaba por hacerse, el haber salido de la Dictadura cívico-militar-religiosa tenía un peso simbólico y político. Ahí fue cuando empezamos a activar, éramos muy pocas, no sé con precisión cuántas, pero nos fuimos encontrando en distintos grupos. En especial, convergimos en Lugar de Mujer, un espacio de una diversidad de confluencias, y ATEM 25 de noviembre. Allí, hacíamos seminarios relacionados con estudios feministas. Esos dos ámbitos, a mí me sirvieron para una capacitación y una preparación teórica en torno al feminismo de la época: mujeril, de clase media y media-alta, profesionales, citadinas, blancas. Mis primeros encuentros en Lugar de Mujer fueron en 1984, cuando aún la primavera democrática nos provocaba ilusiones. Recuerdo haberme topado en la calle con Inés Hercovich, y fue ella quien me invitó a la inauguración de la casa. Mi amistad con la periodista Moira Soto y con el periodista e historiador socialista, Emilio Corbiére, fueron los pilares de mi formación como periodista feminista e investigadora. En 1983, en el Colegio de Graduados de Sociología -que quedaba a pasos de Lugar de Mujer- comenzó a funcionar la comisión de trabajo “Sociología de la Mujer”. Éramos seis o siete compañeras que fuimos invitadas por la socióloga Liliana Domínguez. Ella había colocado un cartel avisando sobre la convocatoria. Fue la mentora de este grupo de estudios de cientistas sociales, junto 113


a Evangelina Dorola, Marta Martínez y otras compañeras más. Nos vinculamos con textos feministas de aquel entonces. Con esta armada Brancaleone30 comenzamos a escribir un borrador de manera febril, mientras tecleábamos a paso redoblado con las dos máquinas Olivetti que conseguimos prestadas. Poco a poco, se unieron al proyecto Carolina Córdoba, Cristina Camusso, Inés Hercovich, Adriana Rofman, y otras más. A los saltos desde oficinas públicas a casas particulares, el grupo, después de varios meses, convirtió ese esbozo en un ensayo. Su título traslucía un clima de época: “Dictadura y Democracia. Dos contextos para analizar la problemática de la mujer”. Sea como fuere, resistió a ese intenso correteo. En 1985, hizo su debut de gala en el III Congreso Nacional de Sociología. Al año siguiente, volvió a exponerse en el Primer Encuentro Nacional de Mujeres. Aún lo guardo, tenía todas las limitaciones del contexto, en cuanto a que casi no disponíamos de soportes teóricos para responder la pregunta en torno a la discriminación de la mujer. En aquel tiempo, se hablaba en singular. Además, no se hacía distinciones entre heterosexuales, bisexuales y lesbianas. Decir mujer era sinónimo de heterosexualidad. En el libro Estudios sobre la Sociedad y el Estado, publicado por Eudeba para la biblioteca del Ciclo Básico Común (CBC) de la Universidad de Buenos Aires, salió aquel texto totalmente reformado por Liliana Domínguez y por mí. Mientras tanto, yo componía una columna mensual, llamada “Entonces la mujer”, en la revista Todo es Historia. Para esa época, ingresé en la Subsecretaría de la Mujer, dirigida por Zita Montes de Oca. A esta altura, ser feminista ya era mi carta de presentación. No obstante, aún me faltaba un territorio para el activismo. Y con Lugar de Mujer lo encontré a medias. En esa coyuntura, el separatismo era el criterio de funcionamiento de los pequeños grupos que asomaban. Estaba el separatismo de los varones, tanto homosexuales como heterosexuales, y, en otros, también de las mujeres heterosexuales. En 1985, una serie de organizaciones de mujeres de Río de Janeiro y Bertioga31 llevó a cabo el III Encuentro Feminista Latinoamericano 30 Esta expresión surge a raíz del filme italiano La armada Brancaleone de 1966, una comedia que, a través de la sátira, grafica las costumbres de la caballería medieval. Con ella se busca designar a un grupo improvisado de personas, muy mal equipadas para la misión que se proponen. 31 Municipio brasileño del Estado de San Pablo

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y del Caribe. Estos movimientos de mujeres estaban articulados con diferentes formas de asumir su posición en las relaciones de género. Mientras las feministas se nucleaban en torno a una crítica del patriarcado y su lucha estaba encaminada a la transformación de las desigualdades genéricas, las mujeres de los movimientos populares (organizadas, como en Perú, Bolivia o Brasil, bajo el significativo nombre de clubes de madres) o las madres de los desaparecidos, tenían objetivos relacionados con las denuncias en torno a las atrocidades dejadas por el terrorismo de Estado durante las dictaduras cívico-militares de la región. En Bertioga fue la primera vez que se presentaron feministas españolas, mejor dicho, lesbofeministas, como Empar Pineda. La llegada de ella significó una revolución para nuestras compañeras. Primero, por el material madrileño que puso a disposición; y, segundo, porque la formación sobre teoría lesbofeminista reforzó la conformación de un espacio más sólido dentro del feminismo de entonces. Al principio, se comenzaron a reunir en Lugar de Mujer, pero las mantenían alejadas, las omitían, por ser un espacio básicamente heterosexual, también porque muchas de las asiduas estaban ligadas a organismos de Derechos Humanos y algunas al Estado. Allí, se armó un grupo autogestivo que publicaba la revista Codo a Codo y, después, Cuadernos de Existencia Lesbiana, bajo la coordinación de Ilse Fuskova y Adriana Carrasco. Respecto a los feminismos de esta primera etapa, me gustaría resaltar que, en aquel momento, el que predominaba era el feminismo separatista. “Las mujeres salvarán a las mujeres”, ese era el lema más o menos. Ese feminismo ingresó rápidamente a las instituciones y, en especial, al Estado. Para hacerlo, bajaron cuatro grandes premisas de los feminismos internacionalistas: aborto libre y gratuito, lesbianismo, prostitución y pornografía. ¿Cómo fueron los diálogos entre esos feminismos y el activismo homosexual de la época?, ¿qué lugar ocupó Carlos Jáuregui en esas articulaciones? Carlos venía con una experiencia muy interesante, ya que, en 1981, había estado viviendo en París. Eso le sirvió para entender cómo se configuraban coaliciones entre los homosexuales varones, las iz115


quierdas y los feminismos. Cuando Carlos, con su grupo más íntimo, armó, en 1984, la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), comenzó el diálogo con distintos movimientos. Recordemos que, en esa primera etapa, el más significativo fue el de Derechos Humanos. Ahí anclábamos casi todos los movimientos de ese momento y tuvo una preponderancia en cuanto a cómo serían las líneas rectoras de las demandas. Lo que sucedió es que las reivindicaciones de los organismos de Derechos Humanos no siempre encuadraban con la de los homosexuales y la de las feministas. La Comunidad Homosexual Argentina comenzó siendo una agrupación de varones, aunque también agrupaba a las lesbianas no feministas. En ese momento, la noción de homosexualidad no estaba tan debatida como lo fue más adelante. En general, se llamaba minorías sexuales. Los reclamos homosexuales se instalaban alrededor de dos grandes cuestiones: por un lado, la discriminación por la orientación sexual, y, el otro, la represión policial, que resultaba feroz y salvaje. El gobierno democrático que asumió en 1983 no logró desarmar el aparato represivo heredado de la dictadura cívico-militar. Por más que Ricardo Alfonsín planteaba con gran énfasis el tema de los Derechos Humanos, la represión seguía su ruta y básicamente se enfocaba sobre los homosexuales, las putas y las travestis, con operativos de allanamientos, detenciones arbitrarias y callejeras, y razias. Este tema fue central para la comunidad homosexual, no así para el feminismo separatista. En un primer momento, la CHA estuvo acompañada por Herman Schiller, director de la revista Nueva Presencia, y del Movimiento Judío de Derechos Humanos. Schiller estaba muy atento a lo que significaba la represión y la discriminación contra los homosexuales, ya que lo comparaba con lo que acontecía con la comunidad judía. A su vez, Carlos tuvo un acercamiento, a través de Gustavo Pecoraro, con el Movimiento al Socialismo (MAS), que tenía en su interior un pequeño espacio, llamado Alternativa Socialista, que era un lugar de encuentro de homosexuales masculinos. Respecto a la acción represiva del Estado, ¿existieron alianzas entre las disidencias sexuales y los movimientos contraculturales, como el movimiento punk? 116


Tanto el movimiento punk, los grupos anarcos y las minorías sexuales fueron sumamente perseguidos, pero no siempre se establecía contacto entre ellos. Recordemos que estamos en el inicio de esta etapa y todavía eran especies de moléculas, aún no podemos hablar de movimientos. Quienes se organizaron con mucha rapidez fueron los homosexuales varones, pero, en realidad, no había vínculos entre ellos lamentablemente. Fue mucho más adelante cuando se amplió este diálogo entre distintos grupos, pero los punks no tuvieron vinculación con el feminismo de ese entonces, ni tampoco con los organismos de Derechos Humanos o con los homosexuales varones. Eso mismo sucedió con los pequeños grupos anarquistas. Existió una Marcha Pagana, que fue la primera movilización organizada en democracia y fue reprimida. Moléculas Malucas. Archivos y memorias fuera del margen publicó una entrevista a Enrique Yurcovich llamada “Traición, Fellatio y Promiscuidad”,32 en la cual rememora pormenores de su intensa participación en la Coordinadora de Grupos Alternativos, su intervención en la Marcha Pagana y en la Marcha de Repudio al Papa, y otros tantos acontecimientos que no le fueron ajenos. Hay una foto de Carlos y Lohana Berkins abrazadxs, ¿cómo recordás esa relación? Ese vínculo se dio hacia los años 90. Anteriormente, no es que no existían travestis o trans, pero no estaban organizadas políticamente. Las principales organizaciones de -lo que en ese momento- se llamaban minorías sexuales, fueron: por un lado, las de los homosexuales varones, en las que, a su vez, se presentaba una discusión interna entre la noción de homosexuales y gays, posteriormente terminó predominando la categoría gay, traída de Estados Unidos y utilizada internacionalmente; y, por el otro, se encontraban los pequeños grupos de lesbianas. Hacia 1993, aparecieron las travestis, pero no como grupos todavía. Eran pequeñas células, moléculas. Y Lohana representó una figura central en ese momento. Ella tomó rápidamente contacto con Carlos a través de una reunión que organizamos en el frente Democracia Avanzada, que era un ámbito que 32 Disponible en https://www.moleculasmalucas.com/post/traici%C3%B3n-fellatio-y-promiscuidad

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habíamos articulado entre el movimiento estudiantil de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, el feminismo abortero, el de Derechos Humanos, e intelectuales de la Universidad de Buenos Aires. Fuimos los primeros en instalar en la ciudad la demanda del aborto voluntario y la lucha contra la discriminación por orientación sexual. Se hizo una reunión con distintas figuras y referentes travestis, y Lohana quedó en comunicación con Carlos, mediante Gays por los Derechos Civiles. Esta agrupación constituyó un grupo de profesionales abogados, entre ellos Ángela Vanni, quien colaboró con las travestis, para ayudarlas a prepararse legalmente cuando eran perseguidas por la policía o quedaban encarceladas. Ángela Vanni tuvo un rol protagónico dentro de las distintas agrupaciones de travestis. Lohana estaba muy interesada en salir de la prostitución. Primero, se vinculó con los distintos grupos feministas, heterosexuales cis y, después, con lesbianas. Sin más, Lohana se convirtió en una referente sumamente importante por todos estos circuitos donde atravesó. ¿Cómo fue la articulación, por esos años, entre los feminismos y los movimientos de la disidencia sexual? Algunos feminismos estaban abiertos a las alianzas con la comunidad LGT. Se produjeron articulaciones interesantes al romper con las categorías binarias: varón versus mujer, aunque después vuelve a aparecer con el Ni Una Menos. En ese momento, en los años 90, teníamos otra mirada más amplia en torno a lo que representaban las minorías sexuales, apoyada en un aprendizaje mutuo. Las coaliciones se armaban en torno a demandas comunes. Por ejemplo, el aborto voluntario tomó envergadura, hacia fines de los 80, con la participación política de Dora Coledesky, una feminista socialista y de base, ella creó la Comisión por el Derecho al Aborto. Y el aborto voluntario después fue levantado por una diversidad de grupos por fuera de los feminismos en los años 90, por ejemplo, las travestis. También, integrantes de Gays por los Derechos Civiles, a cargo de Carlos Jáuregui, se comprometieron con las contiendas feministas de ese entonces. En 1994, acompañaron activamente al Movimiento de Mujeres Autoconvocadas para Decidir en Libertad (MADEL), que era una alianza de 108 agrupaciones de mujeres feministas, de 118


partidos políticos y ONG de distintos puntos del país. Se dieron una convergencia de acciones cuando se intentó incorporar a la nueva constitución la cláusula antiaborto -el derecho a la vida desde el momento de la concepción hasta la muerte natural-, impulsada por el gobierno neoliberal de Menem, bajo presión expresa de la Iglesia Católica. Carlos cumplió un rol fundamental, así como también Flavio Rapisardi, firmando solicitada, y escribiendo artículos en el diario Página 12. Esto significó un momento de quiebre en la medida que el reclamo por el aborto voluntario generó muchísimas articulaciones. En 1997, se constituyó el Área de Estudios Queer, que funcionaba en el Centro Cultural Ricardo Rojas de la Universidad de Buenos Aires. Representaba un centro experimental de coaliciones en términos de disputa hegemónica y de antagonismo. El Área se proponía retomar la tradición -ideada por Perlongher e interrumpida por la dictadura cívico-militar- de articular las luchas de clase con las de género y sexualidad, en un movimiento contracultural que se erigiera contra todas las formas de explotación, exclusión, represión y discriminación, en una alianza entre las izquierdas, las minorías sexuales y los feminismos. Por lo tanto, intentaba promover alianzas políticas en la que los vectores diferenciales aparecieran en relaciones específicas, históricas y concretas. Así, estas propuestas, entre tantas otras que se fueron explorando durante los años 90, moldearon un activismo joven y fresco, que, por un lado, revisaba el pensamiento heterofeminista hegemónico, y, por el otro, ingresaba a su terruño la impronta política de la visibilidad pública de colectivos no heterosexuales. En 1999, Lohana Berkins, presidenta de la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti-Transexual (ALITT), hizo su entrada de gala a las filas feministas porteñas, apenas finalizó el VIII Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe llevado a cabo en Santo Domingo. Fue un gran triunfo de aquellas feministas que nos oponíamos al separatismo como metodología de lucha, impugnábamos a la heterosexualidad como régimen político, extendíamos las propias fronteras del feminismo y nos comprometíamos a deshacer el sexo, más allá del binarismo varón-mujer. Luego, con el diálogo que se comenzó a entablar entre los movimientos sociales y el Estado, se perdió esa dinámica de asociacionismo, de 119


coaliciones, que venía de los años 90 y que había sido reforzada en el 2001. Por poner algunos ejemplos, en la actualidad, resulta difícil que se presenten dentro de los feminismos los debates en torno al trabajo sexual; existe una tensión debido a que la mayor parte de los feminismos son abolicionistas. También, lo vemos con las masculinidades trans y no binaries en torno al aborto voluntario, ya que no todos los feminismos apoyaron la intervención del movimiento trans, y a mí me parece tan importante su experiencia y visión. Me cuesta pensar cuáles son las alianzas en el presente. Sí entiendo que se fueron dando hacia feminismos populares, anticoloniales, anticapitalistas y grupos afro. Quizás, en los años 90, estas alianzas estaban vinculadas al contexto histórico, ya que el menemato era muy propicio para armar coaliciones, y las primeras marchas del orgullo configuraron un espacio de articulaciones entre derechos humanos, feminismos, izquierdas, y disidencias sexuales. ¿A qué crees que se debe el avance de los feminismos TERF, marcadamente biologicista y mujeril? Creo que siempre damos un paso adelante y dos pasos para atrás, y esto no sucede solamente en los feminismos. No tengo una respuesta acabada en torno a los por qué. Lo que sí puedo decir es que mi feminismo es queer, anticapitalista, antirracista y anticolonial. Lo sostengo y a lo largo de todas estas coaliciones que fui mencionando. Soy feminista queer; es una decisión con la que siempre me sentí mucho más cómoda, con los movimientos de disidencias sexuales que, con el mundo mujeril, el separatismo y el biologicismo cisheteronormativo. A mí activar con Carlos y con la Comunidad Homosexual me abrió la cabeza desde todos los lugares y sentires, desde mi subjetividad, desde mi sexualidad y desde cómo pensar otros modos de activar por fuera de la órbita mujeril heterosexual.

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Manifiesto

Un llamado a fortalecer nuestro movimiento (a propósito de la lucha por el cupo laboral trans) Quimey Sol Ramos Una mezcla de cansancio, euforia, alegría inconmensurable, vergüenza y rabia, se anudaron en mí al llegar al Congreso de la Nación, el pasado jueves 24 de junio, poco antes de las 11 de la noche. Es que mientras se trataba de una jornada histórica para nuestro movimiento, que ni siquiera quienes formamos parte de las más jóvenes, esperábamos vivir; en la jornada no faltaron infinidad de aspectos de la política más tradicional que tanto ha prescindido de nuestra existencia. Tan presentes como si se tratara de una cortina de humo de lo más espesa. La falta en este día histórico, seguía siendo la nuestra: hubo más trans y travestis a la espera de la sanción en la puerta del Congreso, a la intemperie del frío y la pandemia, que dentro de él, mientras se votaba un proyecto gestado por nuestro movimiento. Este mensaje es entonces, un llamamiento a no esperar más, a no tener paciencia con un Estado que aún está en deuda con nosotrxs: este es un llamamiento a fortalecer nuestro movimiento, a crear un observatorio con activistas independientes de las estructuras estatales, que vele por nuestro derecho al trabajo reconocido. Empecemos por lo primero: ¿les sorprendió que, de un día al otro, se enteraran de que el proyecto de cupo laboral trans iba a ser votado en el congreso? A nosotrxs, la comunidad trans, travesti, transexual y transgénero, también. Mientras que las fechas para el tratamiento de otros proyectos que reúnen colectivos mayores se saben con gran anticipación, nosotrxs, parte del mismo colectivo que ha impulsado este proyecto, nos enteramos de su tratamiento dos días antes. ¿Cómo es esto posible, se preguntarán? La respuesta es tajante: ante sus ojos, seguimos siendo minorías. Las agendas de derechos de las mal llamadas minorías para los Estados nacionales se han vuelto una tendencia en las prioridades de los Estados-nación de las últimas décadas. Firman pactos, acuerdos, celebran lobbies y convenios, en nombre de nuestra población. 121


Sin embargo, nosotrxs, en la mayoría de los casos, no estamos presentes. Esto es un problema derivado de la propia concepción de “minorización”: el hecho mismo de considerarnos minoría, limita nuestra participación solamente a las temáticas que sean específicamente nuestras. Y el momento correcto en que corresponda dar lugar a nuestras urgencias, será decidido por las prioridades en las agendas de la “amplia mayoría”. ¿Pero quiénes son las minorías y quiénes la gran mayoría? Para no hablar de la población trans o específicamente LGTTBIQ, una agenda de derechos considerada de minorías es la de la población privada de su libertad en cárceles. En Estados Unidos, el total de población privada de su libertad suma más de 2.306.200, el 25% de la población mundial privada de su libertad en su totalidad. El 40% de esta población es negra y latina, es decir, unas 922.480 personas. Si pensáramos esas proporciones en nuestro territorio, esa “minoría” representa el equivalente al total de población de la provincia de Corrientes. El total de personas presas en Estado Unidos, excede aún el resultado de la suma entre el total poblacional del partido de La Matanza y la provincia de Formosa juntas. Las mal llamadas minorías somos aquellas poblaciones con menor cantidad de derechos garantizados, pero no aquellas que somos menores en número poblacional: incluso las agendas de derechos de las mujeres, que estadísticamente hablando igualan la cantidad de población mundial respecto de los hombres, son, aún hoy en día, incluidas en muchas instancias nacionales e internacionales dentro de los debates de agendas consideradas de las minorías. Minorías, es la referencia para aquellas poblaciones a las que sistemáticamente se les niega el acceso a derechos básicos, tales como la educación, la alimentación, una vida y crianza libre de violencias, el trabajo, a la protesta, a la representatividad política. Qué es lo que nos compete hoy en este caso. Pero, si todas estas poblaciones son minorías, ¿quiénes son la mayoría? No hace falta ni decirlo. 122


Las minorías entonces, a pesar de ser la mayor parte de la población, como requisito para participar en el Estado debemos asumirnos de aquella manera, y sumarnos a la larga cola de minorías que esperan que la hora de que sus agendas sean visibilizadas, tratadas y garantizadas, llegue. Pero la urgencia no puede esperar, y ahí entonces sucede: o somos acusadas de minorías antipopulares, o nos volvemos nuestras propias predadoras. Por todo esto, es que no hubo preocupación de permitirnos saber con tiempo, ni siquiera a nosotrxs, protagonistas de la comunidad que hemos impulsado la pelea por el cupo trans: no somos nosotrxs, en sus mentes, les protagonistas de este evento. Analizaremos sus fundamentos. Según ellos, la falta de aviso en estos casos, ha sido justificado como la espera al momento oportuno para ser tratado con la menor cantidad de oposición posible en el congreso. La oposición al proyecto, como fundamento para demorar la votación legislativa. El relato oficial nos dice que la demora en abordar nuestras agendas tiene que ver con alcanzar a contar con la mayoría suficiente de votos parlamentarios para conseguir la votación positiva del proyecto. Si bien hubo discursos en contra del proyecto y discursos a favor, que jugaron más a favor de los intereses propios de los legisladores, dejando entrever muy poco conocimiento de nuestra historia; la oposición al proyecto fue significativamente pequeña: 11 votos en contra y 207 positivos. Mientras, el proyecto inmediatamente anterior tratado en la misma jornada, el de ampliación de zonas frías, contó con 190 votos a favor, 16 en contra y 43 abstenciones. Comparar las dos votaciones nos puede ayudar a visibilizar la problemática. El momento anterior a la votación, el debate y justificación de posturas de les legisladores, contó con sólo 17 oradores al tratar el cupo laboral trans, mientras que a la hora de discutir la votación del proyecto de zonas frías, fue más del doble: aproximadamente entre 45 y 50 diputadxs oradorxs. Además, durante los discursos de cupo trans, la gran mayoría de legisladores se ausentó del recinto, haciéndose presentes sólo al momento de votar. Pareciera que el debate y las diferencias entre bloques no hubieran sido tan candentes.

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Entonces, si en ambos proyectos se debaten agendas que implicarán partidas presupuestarias relevantes para un Estado económicamente en crisis, ¿por qué durante la discusión de un proyecto se encontraban prácticamente todxs les representantes presentes, y durante la discusión del cupo laboral trans el recinto contaba con menos de la mitad de les presentes? ¿Cuál fue la razón que marcó la diferencia en la tarea parlamentaria? La respuesta no es de extrañarnos: había un evidente acuerdo mayoritario de voto entre todos los bloques de poder, porque el tiempo en que el Estado deberá desembolsar el presupuesto para cada proyecto es abismalmente distinto. Mientras que el proyecto de zonas frías implicará un movimiento presupuestario inmediato, el tiempo y el origen de las partidas presupuestarias para el cupo laboral trans son mucho más relativas. Por eso, estar presente durante el debate no era un acto crucial para lxs legisladores. Esto explica también por qué las participaciones, en comparación con la votación de otras agendas, fueron testimoniales. Y esto permite deducir también el porqué de la despreocupación de lxs legisladores respecto de dónde saldrá el dinero para generar nuestros puestos de trabajo. El proyecto no establece porcentajes en base a un presupuesto existente o que deba ser asignado, sino un porcentaje (el 1% que establece el cupo) fijado sobre un poco claro total de puestos laborales que dependen, valga la redundancia, de distintas dependencias estatales. La asignación de presupuesto no dependerá de lxs legisladorxs en cuestión, si no de cada dependencia que efectivice el cupo. Ellxs son entonces ya lxs héroes de esta consagración de derechos que, en tanto sin presupuesto consignado, permanecerá como una caja vacía. De efectivizar esos puestos deberán encargarse otras partes del Estado, que tendrán que arreglárselas por su cuenta para conseguir que toda institución estatal cumpla -con qué herramientas de tracción, aún desconocemos- con la ley. Esa fue la diferencia entre ambos proyectos tratados el mismo día: la responsabilidad política y económica de los representantes de las “amplias mayorías” era significativamente distinta al votar uno y otro proyecto. En otras palabras, lo que nos importa, la implementación, queda para un momento muy posterior de aquel en el que estamos. Y nosotrxs 124


deberemos, nuevamente, esperar pacientemente en la cola de las minorías, a que vuelva a haber quórum de “voluntad política”, esa ya famosa respuesta que tan acostumbradxs estamos a escuchar del poder político hacia nosotrxs. Tampoco parece haber sido casual el día elegido: dos días antes, nuestro presidente realizaba su tan triste, e invisibilizador de genocidios, discurso junto al presidente de España. Y el mismo día de la madrugada en que se votaba el cupo, se cumplían tres meses sin Tehuel, joven trans desaparecido desde que fue a una entrevista de trabajo. Pareciera que fijarse en estas cosas fuera “buscarle la quinta pata al gato”, pero si miramos atrás en el tiempo, no lo es. El 2 de septiembre del año pasado, aparecía el cuerpo sin vida de Facundo Astudillo Castro, un joven cuya desaparición involucraba la participación de fuerzas policiales. El 5 de septiembre, apenas tres días más tarde, Alberto Fernández firmaba por decreto presidencial el cupo laboral trans, sin que ninguna organización trans de la sociedad civil lo esperara o estuviese al tanto. Para nosotrxs es importante detenerse en esto, porque no permitiremos que la historia sea reescrita borrándonos de ella: ni les argentinxs bajamos del barco, ni les trans y travestis tenemos derechos principalmente gracias a la voluntad política de ningún gobierno. Hemos sido nosotrxs quienes pusimos fecha de vencimiento a la espera. No hemos de poder esperar más. Y haciendo carne la frase zapatista que indica “hemos dejado de tener urgencias, porque hemos dejado de esperar”, es que creemos que es momento de tomar la responsabilidad de alcanzar nuestro pleno derecho al trabajo en nuestras manos. No podemos esperar más de la voluntad política del Estado, sin ejercitar la nuestra. El cupo laboral para personas con discapacidad fue sancionado en el año 1981, y aún hoy en día, no se cumple en su totalidad. De la misma manera, el cupo trans sancionado en provincias aún tampoco se ha cumplido en su totalidad efectivamente. Por eso, hacemos este llamado a la comunidad activista trans y travesti entera, para la conformación de un Observatorio constituido por activistas trans independientes del Estado, que estemos reconocidxs oficialmente como entidad que monitoreará, independientemente del Estado, la implementación real y efectiva del cupo 125


laboral trans y travesti. Un espacio que pueda reunir los testimonios de aplicantes al cupo trans y travesti en todo el país, que pueda centralizar las denuncias de aquellos casos en que el cumplimiento no sea conforme a la ley, y que nos permita colectivamente y de manera independiente del Estado, velar por nuestro acceso inmediato al pleno empleo. Necesitamos actuar, para evitar que se repita aquello a lo que ya tanto, tanto nos tienen acostumbradxs: la neutralización de nuestro movimiento. A partir de que los movimientos sociales ingresan a las esferas y roles de toma de decisión gubernamental, deben lidiar entonces con los laberintos que se levantan a la hora de querer hacer realidad las transformaciones que soñaron, pero con las herramientas del amo, con las formas que ellos imponen de hacer. Lo que nos preocupa, es la neutralización y burocratización de los movimientos sociales. Y no subestimo a ninguna travesti, lesbiana, marica, o mujer en esos lugares. Nos preocupa más bien, su tamaña responsabilidad. Porque entonces un día dirán que seremos nosotrxs mismxs responsables de todo lo que no hemos podido, y no será cierto. No mientras la casa, las reglas y las herramientas sigan siendo impuestas por el amo mercado que, por cierto, prepara siempre su reposición triunfal de discursos y caras útiles para gobernar. Ahora la imagen piola somos nosotrxs, como hace algunos años lo fue hablar de las violaciones a derechos humanos durante la última dictadura. En algún momento, el mercado, descontento, atizará los ánimos del pueblo, que hambreado se cansará de nuestros gobernantes, y volverán su odio hacia nosotrxs. Nos acusarán de cómplices, currerxs o inútiles-útiles, mientras los otros se guardarán las espaldas, invernarán durante un recambio de gobierno en el que perderemos a muchxs y muchxs; volveremos a desconfiar de las instituciones. Luego, entonces sí, ellos volverán para ser mejores. Y darán vuelta a la página que nos trasporte otra vez al olvido y a la indiferencia. Me preocupa aún más, que la esperanza y confianza de nuestro colectivo de cambiar de raíz la realidad que tenemos, se vea nuevamente nublada por el tiempo de espera; porque la esperanza deje de estar puesta en la capacidad de lucha que hemos dado, y empiece a estar depositada en tener confianza en el Estado, como si no 126


hubiésemos sido ya lo suficientemente pacientes, como si no hubiéramos visto a dónde nos lleva tener confianza en el Estado. La única vez que pude hablar una-a-una con la Lohana Berkins, ella me miró y me dijo: “Sí, yo seré kirchnerista, o estaré cerca del kirchnerismo. Pero no somos tontas [llevó su dedo índice bajo su párpado izquierdo], yo sé que está muy bonita la ley, pero que después puede venir el gobierno que sigue y borrarlo de un plumazo [gobierno que, por cierto, en ese momento creíamos que sería el sciolismo], no nos confiamos en eso.” No fue conformándonos, con lo que hemos llegado hasta aquí: clarito lo dijo también la Berkins en su respuesta, en aquella ya histórica entrevista, a la conductora Ana Cacopardo: “No sé si la sociedad ha avanzado. Las que hemos avanzado hemos sido nosotras”. Berkins envía un mensaje que en el tiempo se mantendrá vigente, porque vigente son las revoluciones, y los procesos que necesitamos emprender para realizarlas: compañerxs, sean conscientes de su propia potencia. Es premisa primera. A todos los demás, les decimos: no se intenten poner en nuestros zapatos, acabarán por darse cuenta de que les quedan grandes, o por pisarnos los pies. No se duerman en sus sillones calentitos, mientras nuestras compañeras aún corren en las rutas con las sirenas aullando detrás. No se conformen aún, mientras nuestrxs compañerxs mueren de hambre. No se conformen aún, cuando todavía enfermamos de espera, de lamento, de frío. De soledad. No se conformen mientras nosotrxs aún debemos cultivar rabia para cosechar meras limosnas. No se conformen mientras aún nosotrxs tenemos el cuerpo tenso de quienes mantienen la alerta al filo mismo que la supervivencia requiere. No celebren por nosotrxs sin nosotrxs. No nivelen hacia abajo. No acepten la miseria de lo posible. Hagan con lo que hay, carne de lo imposible. Hagan con lo que falta, el hambre de su sueño de hoy, el plato caliente de un mañana vivible. Inventen la revolución que necesitamos. Nosotrxs hemos inventado –y aún lo hacemos-, nuestros cuerpos enfrentados a la cara misma de la intemperie más dura: la negación, sobre la que se erigen todos los “imposibles”. Nosotrxs nos hemos inventado a nosotras mismas, aun cuando nadie creía que fuera posible, aun cuando nosotras mismas no lo creíamos, pero aun así, lo 127


necesitábamos. Y sacamos imaginación de donde parecía que no teníamos. A caso sea esa la imagen más grande que el travestismo latinoamericano pueda legarle a la humanidad entera: la certeza nacida en la carne, de que el destino puede ser tomado y esculpido con las manos. Acaso sea esa certeza lo que mantiene en nosotrxs el anhelo en la convicción de que este movimiento sea aún indomable.

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Autonomía y resistencias desde el corazón de la Selva Lacandona Relatos zapatistas para pensar revoluciones más allá del Estado

Aunque el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) hizo su aparición pública el uno de enero de 1994, en realidad nació en 1983, cuando se creó el primer campamento guerrillero en la Selva Lacandona, Chiapas. Su nombre es en honor al líder de la Revolución Mexicana, Emiliano Zapata. Algo nuevo salió a la luz con este movimiento indígena que demanda democracia, libertad, justicia para los pueblos indígenas y campesinos de Chiapas y todo México. Su objetivo era y es claro: rechazar el sistema político neoliberal mexicano con sus promesas de modernización, que mantiene en los márgenes a los pueblos indígenas y campesinos, así como establecer una democracia participativa. Este objetivo quedó plasmado en un comunicado del 2 de febrero de 1994, firmado por el Subcomandante Marcos, “¿La toma del poder? No, apenas algo más difícil: un mundo nuevo”. Con una gran demostración de fuerza, el EZLN consiguió retomar el control sobre las tierras arrebatadas a las comunidades indígenas, y establecer en este territorio liberado su propia autoorganización y sus Juntas de Buen Gobierno, en diferentes zonas de Chiapas. Tres décadas después de ver la luz, el movimiento zapatista sigue siendo un proceso potente y siempre renovado, un enclave de poder popular anticolonial y anticapitalista, por fuera y a contramano de las lógicas estatales. Además, el zapatismo siempre tuvo una revolución dentro de su propia revolución. Un año antes de la salida pública del EZLN, las mujeres zapatistas proclamaron su Ley Revolucionaria de las Mujeres, donde condenan el machismo interno y proponen las prácticas necesarias para la igualdad de géneros en el mundo que construyen. En los últimos años, en 129


diálogo con mujeres y disidencias sexuales de todo el mundo, las zapatistas realizan encuentros de lucha y formación en sus territorios, forjando sus propios feminismos indígenas en movimiento. A continuación, compartimos fragmentos de discursos de delegadxs zapatistas en la Escuela de formación “La libertad según l@s zapatistas”33, donde la reflexión en torno a la autonomía y la construcción del autogobierno aparecen como centrales y suman herramientas para pensar el tema de este libro.

Gobierno autónomo en resistencia La resistencia en nuestros pueblos, la resistencia que estamos llevando en la lucha, no se inició en el año de 1994, ni en el año 2003, sino que ahora los pueblos indígenas llevamos más de 500 años resistiendo. La resistencia empezó cuando los españoles llegaron a conquistar a nuestros pueblos, ellos nos quisieron imponer otra forma de vida, quisieron destruir nuestros propios gobiernos para que ellos pudieran mandar o gobernar. Quisieron quitarles todas las tierras a nuestros abuelos para que ellos las acapararan y controlaran a los pueblos en las fincas, para que solo trabajen de mozos. Quisieron cambiar nuestras ideas haciéndonos creer que ellos son los sabios, los buenos, los más avanzados en la lengua, imponiéndonos su educación, su religión. Quisieron meter en nuestro pensamiento que para vivir felices y en abundancia tiene que haber desigualdad, para que unos pocos vivan de lujo sin preocuparse de los que no tienen nada. Todo esto es el pensamiento o la ideología que existe en el sistema capitalista ahora. Pero nuestros abuelos entendieron que la vida no debería ser así, por eso tuvieron que luchar para no aceptar esta imposición, huyendo a las montañas para escaparse de la esclavitud en las fincas. En otros casos se rebelaron contra los patrones, matando a los que los oprimían. Arriesgaron su vida por mantener la lengua que hablaban, la religión que existía, los conocimientos que tenían. Aunque eran duros los castigos que aplicaban las autoridades de 33 La libertad según lxs zapatistas/ Buenos Aires: Red de solidaridad con Chiapas; América Libre; Tinta Limón; El colectivo, 2016.

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la iglesia en la Santa Inquisición, aunque había momentos en que quisieron aniquilar a nuestros abuelos, ellos guardaron en su memoria toda la vida de nuestros abuelos, lo fueron transmitiendo de padres a hijos, de generación en generación. Por eso aquí estamos y aquí seguimos en la resistencia. Pero la resistencia no sólo es no recibir los apoyos del mal gobierno y no pagar impuesto predial o luz eléctrica, sino que la resistencia es construir todo lo que nos hace mantener con vida a nuestros pueblos. Por eso la resistencia es un arma de lucha para enfrentar a este sistema capitalista que nos domina. Fragmento del discurso de Ana (MAREZ34 El Trabajo), Resistencia Autónoma, Tomo I, p. 72. … Las mujeres mucho más antes sufríamos por el maltrato y la discriminación, la desigualdad en la casa, en la comunidad. Siempre sufríamos y nos decían que éramos un objeto, que no servimos para nada, así nos enseñaron, nuestras abuelas sólo nos enseñaron a trabajar en la casa, en el campo, a cuidar niños, a los animales y servir al esposo. Nunca tuvimos la oportunidad de ir a la escuela, por eso no sabemos leer ni escribir, mucho menos hablar en castilla. Nos decían que una mujer no tiene derecho de participar ni reclamar. No sabíamos defendernos ni conocíamos qué es un derecho. Así fueron educadas nuestras abuelas por sus patrones que eran los rancheros. Algunas de nosotras ahora todavía tenemos esa idea de trabajar solo en la casa porque así se vino encadenando este sufrimiento hasta ahora en donde estamos. Después de diciembre de 1994 se formaron los municipios autónomos, fue ahí donde empezamos a participar, a conocer cómo hacer los trabajos, gracias a nuestra organización que nos dio un espacio de participación como compañeras, pero también gracias a nuestros compañeros, a nuestros papás que ya entendieron que sí tenemos derecho de hacer los trabajos. 34 MAREZ es la sigla correspondiente a Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas, organizados en pequeños territorios auto gobernados por las bases zapatistas.

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Aunque no sabemos leer, ni escribir, ni hablar en castilla, vamos aprendiendo poco a poco; es un ejemplo que nos dejó nuestra Comandanta Ramona. Ella no sabía leer, ni escribir, ni hablar en castilla, pero fue la primera que salió a participar fuera de Chiapas. Cuando ella se fue a México, dijo “nunca más un México sin nosotras”, y el mal gobierno copió lo que dijo nuestra comandanta. Cuando Vicente Fox estaba de presidente según él también lo dijo, pero él dijo: “Nunca más un México sin ustedes”. Lo dijo para engañar a los hermanos, a los que todavía están utilizados, para llegar a gobernar en el mal gobierno. También tenemos el ejemplo cuando los compañeros y compañeras, comandantes y comandantas, salieron en la Marcha del Color de la Tierra. Fue la Comandanta Esther quien habló en el lugar donde sólo pueden entrar los que según tienen estudio y corbata. Entró ella, habló y dijo: “Aquí estoy, una mujer indígena y zapatista”. Eso es un paso más, un ejemplo, sobre nuestra lucha de compañeras. En el mal gobierno vemos que ya hay más mujeres haciendo su campaña para gobernar y para engañar a las comunidades, hay policías mujeres en las presidencias oficiales, pero ellas entran a trabajar por dinero. En las comunidades que no son zapatistas no hay mujeres autoridades como agentas, comisariadas, promotoras, porque no reciben un salario, así que no pueden hacer lo que nosotras como mujeres zapatistas hacemos, lo que trabajamos por nuestra autonomía. Con nuestra conciencia estamos luchando, pero solas no podemos luchar, siempre vamos juntas de la mano con nuestros compañeros. También hubo visita de las compañeras insurgentes en cada pueblo, nos dieron una plática sobre cómo luchar juntas como compañeras, cómo hacer los trabajos. Así fuimos avanzando poco a poco nuestra participación como mujeres, por medio de pláticas y ejemplos. Fragmento de Introducción. Discurso de Claudia (Base de apoyo. MAREZ 17 de noviembre). La Participación de las mujeres, Tomo II,p. 46. …

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En el año de 1994, cuando nos levantamos en armas, el gobierno reprimió con sus ejércitos a los pueblos usando tanquetas, aviones y helicópteros, muchos fueron atacados, como Morelia y el pueblo Nueva Esperanza. Nos atacaron en 1995, 1996 y 1998. Siempre intentaron entrar a los Aguascalientes, quisieron destruir nuestros municipios, quisieron destruir nuestros trabajos colectivos. Estábamos unidas las compañeras junto con los compañeros, éramos muchos, pero cuando fue el levantamiento el gobierno empezó a mandar cosas para dividir a nuestros pueblos y municipios. Algunas compañeras empezaron a descontrolarse con los programas que mandó el gobierno, como Progresa y Oportunidades, con eso querían terminar los trabajos colectivos, pero no pudieron acabarlos, nosotros tuvimos que resistir y seguimos trabajando la tierra que tomamos. Siempre que el gobierno quiere acabar con nuestra fuerza, los compañeras y compañeros nos organizamos para defendernos, más las compañeras que sacamos a los soldados de nuestras comunidades. Así hemos resistido la represión del mal gobierno, trabajamos en colectivo. Ahorita ya tenemos la tierra en nuestras manos, pero desde antes de por sí trabajábamos en colectivo, y ahora los pueblos, los municipios y la zona seguimos trabajando colectivamente para sostenernos en la resistencia. En los pueblos hay diferentes colectivos, hay colectivos de las mujeres y colectivos de los hombres. Vemos que es muy importante seguir trabajando en colectivo porque cuando se necesita hacer una cooperación en la zona, en el municipio o hay otras necesidades en nuestros pueblos, nos apoyamos con los recursos de los trabajos colectivos. Por ejemplo, si necesitamos un radio de comunicación, los compañeros y compañeras compartimos ese gasto; si las compañeras o compañeros tienen un poco de avance en sus trabajos colectivos pueden cooperar para cubrir esa necesidad. Es así que estamos trabajando, pero hay pueblos todavía que no muy le toman (sic) importancia a los trabajos colectivos. En nuestra zona, en nuestros municipios y en los pueblos, seguimos exigiendo que trabajemos la tierra porque es lo único que tenemos, vemos la necesidad de la tierra en nuestros pueblos y se han formado ejidos, nosotros seguimos trabajando la tierra. 133


Nuestros pueblos vieron también que es necesario tener una buena educación, salud, producción. Por eso empezamos a formar nuestras autoridades. Ahora tenemos nuestras autoridades municipales, antes eran parlamentos y después se fue cambiando, se fundaron los municipios autónomos, se crearon los consejos autónomos y hasta hoy seguimos trabajando con la Junta de Buen Gobierno. Con esta formación de nuestra organización seguimos resistiendo los ataques que nos hace el mal gobierno. Cuando vemos que está pasando a nivel nacional, sobre todo en el análisis de la realidad, también se explica que el gobierno contraataca lo que hacemos, pero más seguimos resistiendo, más tenemos que trabajar la tierra, organizamos más para ver cómo hay que avanzar nuestros trabajos colectivos, juntos los compañeros y compañeras. Fragmento del discurso de Rosa Isabel (Base de apoyo. MAREZ 17 de noviembre), Tomo I, p.54. …

Resistencia autónoma Las bases de apoyo zapatistas de esta zona nos organizamos en los cuatro municipios autónomos rebeldes que son San Manuel, Ricardo Flores Magón, Francisco Villa y Francisco Gómez, se organizan en la resistencia en todos los proyectos y agresiones del mal gobierno criminal opresor. Formamos nuestras propias autoridades autónomas en diferentes áreas de trabajo como agentes, agentas, comisariados y comisariadas, consejos y consejas, comisiones agrarias, honor y justicia, juntas de buen gobierno, consejos de salud y consejos de educación. Creamos nuestras autoridades para administrar nuestras demandas de la autonomía, que son la tierra, techo, salud, educación, trabajo, alimentación, justicia, democracia, cultura, independencia, sin la intervención ni relación con los funcionarios del mal gobierno. Organizamos a nuestros pueblos para que no se desmoralicen con los proyectos y programas del mal gobierno, explicamos cuáles son las estrategias o las mañas que envían esos malos gobiernos para que olvidemos nuestras identidades culturales, tradicionales, costumbres, o sea los conocimientos de nuestros abuelos de hablar 134


la palabra verdadera. Explicamos lo que está pasando en nuestro país México, lo que están provocando estos malos gobiernos en sus tres niveles, estatal, federal y municipal. Cuando nosotros nos encontramos ya en la resistencia formamos nuestras autoridades, nos organizamos para trabajar junto con nuestros pueblos, regiones, municipios y hasta en la zona. Hicimos trabajos colectivos de milpa, de frijolar, trabajos de ganadería y de cafetal para fortalecer nuestra autonomía, para facilitar los trabajos de nuestras autoridades en cada centro y región, en el municipio y la zona, para que así podamos ejercer la autonomía. La resistencia no quiere decir que no vamos a trabajar. La resistencia es para trabajar porque está hecha y construida por el pueblo, quiere decir que la resistencia es nuestra casa, nuestro techo, nuestro toldo donde vamos a estar como pueblos y familias, como compañeros y compañeras que vamos a trabajar. Mientras estamos trabajando y organizándonos vienen los ataques, los golpes de los tres niveles del mal gobierno que son los autores, los culpables de lo que está pasando. Ellos enviaron las diversas compañías y corporaciones policiacas a nuestros pueblos, a nuestras regiones y a los municipios de nuestra zona para intimidarnos, para acabar la resistencia. Pero no acabó ahí la resistencia, sino que seguimos trabajando unidos en colectivo junto con nuestro pueblo. La tarea del gobierno autónomo zapatista, de lo que trabajamos en nuestro pueblo, región, municipio y en la zona es llevar nuestro trabajo coordinadamente con cada instancia del gobierno autónomo, como nuestras autoridades municipales y regionales. Tenemos que hacer el trabajo y ver cómo llevar el avance de nuestro trabajo en colectivos, formando la salud, la educación dentro de nuestro pueblo para que se vea el logro y el fruto de nuestro trabajo que estamos haciendo en la resistencia. Se formaron las autoridades como agentes de salud, de educación. Vamos trabajando, llevando a cabo nuestro labor (sic) para que sea un ejemplo en nuestro pueblo, en nuestros municipios y en la zona, un ejemplo para nuestros futuros compañeros que van a venir más después. En cada área están nombrados compañeros y compañeras para llevar esos trabajos porque como autoridades de 135


la Junta de Buen Gobierno no podemos trabajar en todas las áreas, tenemos que nombrar autoridades para que ellos trabajen, administren y llevan el control de esas áreas, ellos van viendo si funciona o no funciona. Vamos haciendo nuestro trabajo poco a poco, no decimos que ya está hecho todo sino que vamos construyendo el camino. Fragmento del discurso de Roberto (Integrante de la Junta de Buen Gobierno. MAREZ Ricardo Flores Magón), Tomo I, p.38. …. En nuestra zona nosotras como compañeras no participábamos, nuestras compañeras de más antes no tenían esa idea de que nosotras como mujeres podemos participar, teníamos el pensamiento de que nosotras las mujeres sólo servimos para el hogar o cuidar los hijos, hacer la comida. Tal vez será por la misma ignorancia que hay en el capitalismo que eso era lo que teníamos en la cabeza (…). Pero después, cuando llegó nuestra organización, empezamos a ver las distintas áreas de trabajo que tenemos como organización del EZLN y empezamos a desempeñar diferentes trabajos como compañeras. Al principio nos costó un poco, no fue fácil, como tenemos en la cabeza que no podemos como mujeres se nos hizo difícil empezar como compañeras. En nuestra zona al principio se empezó con la asociación de municipios, desde ese entonces participó una compañera, ahí estuvo representando esa compañera, casi la mayoría eran compañeros, pero esa compañera estuvo enfrentando el trabajo que le correspondía y esa compañera es la misma que fue miembro de nuestra Junta de Buen Gobierno, ella fue la primer mujer de nuestra zona que ocupó ese cargo, participó y estuvo el mismo tiempo que los compañeros que estuvieron ahí en ese periodo de la Junta de Buen Gobierno, ella terminó su trabajo. Tal vez la compañera se sentía sola pero habíamos otras compañeras que no teníamos todavía el valor de participar, tal vez porque sentíamos que no teníamos capacidad como compañeras o porque no teníamos ese valor de participar, de hablar, de decidir, de opinar, eso es lo que se nos hace difícil como compañeras. 136


En otros periodos de nuestra Junta ya fuimos más compañeras las que trabajamos ahí. Pero también hay compañeras a las que las eligen para un cargo y están ahí, pero estando en el trabajo a veces se les hace difícil y piensan que no van a poder, se sienten incapaces de hacer ese trabajo, por eso algunas veces dejan tirado el trabajo y se salen. Sucede que también nombramos compañeras jóvenas, pero nosotros discutíamos un poco que al meter jóvenas en los trabajos a veces como jóvenas no se ponen responsables en nuestro trabajo. A veces estando dentro del trabajo las compañeras se casan, si se va la compañera con un compa a veces le da la libertad que siga con su trabajo o que siga participando, pero a veces muchas de nuestras compañeras se han ido con los que no son compañeros, se van con los priistas o con otras organizaciones y ya dejan tirado el trabajo, aunque la compañera ya esté avanzada, aunque ya tenga esa participación como compañera. Eso sucede porque como compañeras desde un principio no hemos tenido ningún cargo más chico en nuestro pueblo, más chicos, como ser representante de compañeras o dirigir trabajos colectivos de compañeras dentro del pueblo. Entonces cuando las nombran en las distintas instancias de gobierno más altas, como el municipio, la Junta de Buen Gobierno, se nos hace difícil desempeñar ese trabajo porque desde nuestro pueblo no hemos agarrado esa práctica de participar (…). Decimos que no hay un libro donde nos guiemos cómo hacer la autonomía en nuestro gobierno, no hay un libro que nos dirija, vamos aprendiendo con el trabajo. Lo que nos cuesta como compañeras es aprender a hablar, a decidir, a opinar y a proponer cosas nuevas para que nos lleven a un camino nuevo. Pero no estamos sin la participación de las compañeras, en las distintas áreas de trabajo en nuestra zona, así como en los distintos niveles de gobierno y en otras áreas como salud y educación, de por sí están participando compañeras. Ya tenemos compañeras en todas las áreas, aunque no al 100%, pero tenemos compañeras en las diferentes áreas. Vemos que es gracias a nuestra organización del EZLN, que nos ha llevado por este nuevo camino, que estamos ahorita participando como compañeras.

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Nuestra organización hizo que como compañeras nos despertáramos, que nos destapáramos los ojos de dónde estábamos, que no era bueno cómo nos sentíamos incapaces de hacer el trabajo, que sí podemos como compañeras. Esto hizo que como mujeres empecemos a desempeñar cargos, hemos visto que en ninguna organización de partidos políticos ni en una religión se ha dado este paso como el que nosotras llevamos aquí en nuestra organización. Es así es como hemos participado como compañeras, ya tenemos compañeras en las diferentes áreas de trabajo, pero eso depende mucho de cada compañera porque no todas tenemos la misma capacidad de aprender rápido en el trabajo. Hay unas que nos cuesta aprender en el trabajo y unas que más rápido le agarran cómo hacer el trabajo. Hay muchas compañeras que nos cuesta para empezar en un trabajo, nos cuesta agarrar caminos nuevos como compañeras, como no estamos acostumbradas sí nos cuesta aprender, pero ésa ya depende mucho de cada compañera y depende del interés que tengamos cada compañera para hacer el trabajo. Fragmento del discurso de Eloísa (Ex integrante de la Junta de Buen Gobierno. MAREZ San Pedro Michoacán), Tomo II, p. 8. ….

Resistencia en la salud y educación autónoma A través de la resistencia que hemos vivido como bases de apoyo hemos ejercido la autonomía sin tener la necesidad de relacionarnos con el mal gobierno. Formamos promotores de diferentes áreas de trabajo, como salud general. El trabajo de salud general que hemos logrado en nuestra zona es gracias a que desde los pueblos se nombran los promotores y promotoras de salud, y reciben la capacitación para formar la salud verdadera de nuestro pueblo. Los compañeros y compañeras promotores de salud que trabajan en los municipios y en los pueblos, trabajan con conciencia, con disciplina y con respeto para servir al pueblo. Los compañeros que trabajan en la salud lo hacen valorando la enfermedad que tiene el paciente, ellos ven si se puede atender en la clínica o si no, se tiene que trasladar a un hospital; los pacientes se mandan al hospital cuando tienen la hoja de referencia del promotor. 138


Ya tenemos trabajo de salud sexual en la zona, tanto en los pueblos como en los municipios. Las compañeras de la salud sexual se turnan en la clínica de la zona para trabajar en la disminución de la mortalidad materna e infantil. Esas compañeras han logrado detectar algunas enfermedades en las compañeras y no compañeras que llegan a atenderse en la zona. Las compañeras que hacen ese trabajo siempre dan pláticas sobre la prevención de la ETS (enfermedades de transmisión sexual); ellas ven si la enfermedad de algunas compañeras o no compañeras se puede atender en la clínica, si no se puede las tenemos que trasladar a un hospital. También tenemos en función las tres áreas (hueseras, yerberas y parteras), aunque todavía no al 100%, las compañeras están haciendo andar en la práctica esas tres áreas. Las compañeras trabajan juntas, los trabajos para la salud del pueblo siempre se hacen coordinándonos. Fragmento del discurso de Darinel (Coordinador de salud de la zona. MAREZ Francisco Villa), Tomo I, p. 52. …

Política del gobierno autónomo La política en la que se van a enfocar nuestros pueblos y sus gobiernos autónomos es la construcción de la autonomía, entonces nuestro pensamiento e idea es cambiar la situación que sufren nuestros pueblos por culpa de los malos gobiernos de los ricos, como la pobreza, la desigualdad, la explotación, la injusticia. Nosotros luchamos porque tengamos una vida digna para todos los niños, jóvenes, hombres, mujeres y ancianos y que todos tengamos las oportunidades y lugar para todos, sin que haya exclusión. Nuestra idea en la estructura del gobierno autónomo queda de esta forma: el pueblo es el que tiene el poder de decidir su forma de organización política, económica, ideológica y social, empezando desde abajo para arriba. Los diferentes niveles de autoridades solo son representantes de los pueblos. Cada pueblo tiene sus autoridades locales, formadas por el comisariado ejidal, juez, consejo de vigilancia. En las áreas de trabajo como salud, educación, mujeres, también tienen sus comités que trabajan coordinadamente con las autoridades. En el municipio 139


autónomo tienen sus autoridades como el Consejo Autónomo conformado con su suplente, tesorero y secretario, y trabaja con otros miembros que son las comisiones de salud, educación, mujeres, justicia, registro civil y agraria. Dentro de la zona existe la Junta de Buen Gobierno, ahí trabajan los delegados que son bases de apoyo nombrados en sus municipios. Dentro de la Junta de Buen Gobierno hay una comisión de vigilancia que fue nombrada por los pueblos en cada MAREZ y su función es vigilar el trabajo que realizan los gobiernos autónomos y las fallas que pueden cometer. Fragmento del discurso de Valentín (Ex integrante del Consejo Autónomo), Tomo I, p.74.

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Autorxs y Entrevistasdxs Juliana Díaz Lozano Militante popular y feminista. Integrante del Frente Popular Darío Santillán- Corriente Plurinacional (FPDS CP). Berisso y de la Cátedra Libre Virginia Bolten. Periodista, docente e investigadora (UNLP-CONICET). Co-coordinadora del Grupo de Trabajo CLACSO “Cuerpos, territorios y feminismos” e integrante del Grupo de investigación Al Borde.

Christian Guillermo Torno Activista Marica. Trabajador Social UNLP y Profesor terciario en Filosofía. Miembro de la Catedra Libre Virginia Bolten. Integrante del Grupo de Trabajo CLACSO “Cuerpos, territorios y feminismos” y del Grupo de investigación Al Borde. Militante territorial de Arte al Ataque.

Claudia Korol Educadora popular, integrante del Equipo de Educación Popular Pañuelos en Rebeldía y de Feministas del Abya Yala.

Celina Rodríguez Molina Feminista del FPDS-CP en el Movimientos de los Pueblos. Feminista de Abya Yala. Integrante de la Cátedra Libre Virginia Bolten (UNLP).

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Roxana Longo Educadora Popular. Integrante de Pañuelos en Rebeldía y de Feminista del Abya Yala. Doctora en psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Licenciada en Psicología y Magíster en Psicología Social Comunitaria por la misma Universidad.

Colectiva Ruda Colectiva feminista ecuatoriana anti capitalista, anti racista y diversa que busca contribuir a las luchas feministas y populares bajo una praxis interseccional y una mirada internacionalista. Conformada por Alejandra Santillana Ortiz, Belén Valencia Castro, Lucía Romero, Isadora Ponce, Sara Rojas, Vanessa Bonilla Obando.

Camila Baracat Vergara Licenciada en Historia. Magíster en Comunicación y Cultura Contemporánea Universidad Nacional de Córdoba. Feminista, Investigadora y Gestora Cultural. Integrante de la Coordinadora Feminista 8M Santiago y de Prisma Cooperativa Feminista.

Andrea Salazar Feminista y abogada chilena. Licenciada en Ciencias Jurídicas y Sociales por la Universidad de Chile y magíster en Urbanismo por la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile. Actualmente es becaria doctoral de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo, ANID, en el Programa de Doctorado en Derecho, mención Constitucionalismo y Derecho de la Universidad Austral de Chile.

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Alessia Dro Cerdeña, Italia, 1990. Feminista, filósofa politica-intercultural, educadora popular, activista del Movimiento de Mujeres de Kurdistán. Comprometida en la solidaridad antirracista, anticapitalista y disidente sin fronteras, teje desde el confederalismo y la autonomía entre Kurdistán y el continente latinoamericano, abordando el movimiento en su trascendencia internacional.

Silvia Beatriz Adoue Fue costurera, obrera del vidrio, del cuero, metalúrgica, gráfica y maestra de grado en Argentina. Hoy es educadora de la Escuela Nacional Florestan Fernandes (ENFF), y profesora de la Universidad Estadual Paulista (UNESP) y credenciada en el Programa de Postgraduación en Desarrollo Territorial de América Latina y Caribe (TerritoriAL).

Delmy Tania Cruz Hernández Feminista antirracista, ecologista del sur y educadora popular. Integrante del colectivo latinoamericano Miradas Críticas del Territorio desde el Feminismo y cofundadora de la organización feminista comunitaria Mujeres Transformando Mundos (Chiapas). Forma parte del equipo pedagogías críticas para la transformación social que acompaña un proceso de educación transfronteriza en la frontera de Chiapas en el corredor Comitán- Huehuetenango. Docente en la maestría Pedagogía del Sujeto de la Universidad Campesina Indígena en Red (UCIRED). Doctora en Antropología Social por parte del CIESAS-sureste. Colabora en la UNAM en el Centro de Investigaciones Multidisciplinarias sobre Chiapas y Centroamérica (CIMSUR). Co- coordina desde el 2016 a la actualidad el grupo de Trabajo CLACSO “Cuerpos, Territorios y Feminismos”.

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Ochy Curiel Nació en República Dominicana y actualmente vive en Colombia. Doctora y magíster en Antropología Social de la Universidad Nacional de Colombia. Especialista en Educación Superior, mención Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. (UASD). Es docente-investigadora de la Universidad Nacional y de la Universidad Javeriana en Bogotá, Colombia. Es miembra del Grupo Latinoamericano de Estudios, Formación y Acción Feminista (GLEFAS) y de la Tremenda Revoltosa, batucada feminista. Es también cantautora. Activista del movimiento lésbico-feminista, antirracista, del feminismo autónomo y del feminismo decolonial. Tiene varias publicaciones en las que se destaca su libro: La nación heterosexual, Análisis del discurso jurídico y el régimen heterosexual desde la antropología de la dominación (2013). Ha sido co-editora de varios libros y ha escrito y varios artículos en los que articula desde una perspectiva decolonial los análisis del racismo el (hetero) sexismo, el clasismo y todos los sistemas de dominación.

Mabela Bellucci Activista e investigadora feminista queer. Integrante de la Cátedra Libre Virginia Bolten, Universidad Nacional de La Plata y del GT CLACSO Feminismos, resistencias y emancipación. Co-Dirige la revista virtual Moléculas Malucas. Archivos queer y Memorias fuera del margen.

Quimey Sol Ramos Docente, artista activista Trans. Trabaja en el equipo transversal de agenda feminista del Centro de Estudios Legales y Sociales. Asistente del proyecto derechos trans INCLO –Red Internacional de Organizaciones de Libertades Civiles–.

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Índice Introducción Juliana Díaz Lozano y Christian Torno

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Concierto de voces: Feminismos, autonomías y Estados Cátedra Libre Virginia Bolten

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Feminismos, autonomías y Estados Celina Rodríguez Molina, Claudia Korol y Roxana Longo. Feministas de Abya Yala 25 Feminismos y forma estatal de la política: tensiones, disputas y apuestas por la autonomía Ruda Colectiva Feminista 33 Entramados feministas en tiempos de crisis global y revuelta: trayectorias y experiencias políticas en Chile Camila Baracat y Andrea Salazar 43 Democracia sin Estado en el Movimiento de Mujeres de Kurdistán: la construcción de autonomía más allá de los confines Alessia Dro 65


Feminismo y Estado o ¿de qué hablamos cuando decimos que “el Estado opresor es un macho violador”? Silvia Adoue 89 Comunes, Feminismos Comunitarios y Estado Delmy Tania Cruz Hernández y Juliana Díaz Lozano

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Autonomia feminista frente al Estado colonial heterocapitalista Entrevista a Ochy Curiel 109 Alianzas, tensiones y coaliciones entre feminismos y disidencias sexuales Entrevista realizada a Mabel Bellucci 113 Un llamado a fortalecer nuestro movimiento (a propósito de la lucha por el cupo laboral trans) Quimey Sol Ramos 121 Autonomía y resistencias desde el corazón de la Selva Lacandona Relatos zapatistas para pensar revoluciones más allá del Estado 129 Bibliografía

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Autorxs y Entrevistasdxs

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