Baptista y Mommer: Pensamiento Económico... – 2 En efecto, tanto la sección quinta como la parte final contentiva de conclusiones y proposiciones, se han reescrito para añadir algunas consideraciones que los autores estiman como particularmente relevantes. El título misma de la sección quinta se ha modificado de manera de ajustarla al contenido que anuncia. Desde luego, hay una tentación que acecha las segundas ediciones, y que es la introducción de temas que, aun cuando anejos a la materia principal, se pueden bien entender como nuevos. Por lo demás, los autores se han pautado a sí mismos ciertos límites dentro de esa libertad general que abren las páginas de una segunda edición. Aun así, el lector habrá de encontrar una postura mucho más afirmativa en las consideraciones finales. Es decir, más allá de poner de manifiesto el destino que se le reservaba a la ideología del capitalismo rentístico, y que no podía sino ser la natural compañía del colapso de la estructura material de la economía del que brindan inequívoco testimonio los últimos años, era quizás imperativo saltar la barrera de lo puramente factual y dar un paso adelante en la dirección de ofrecer nuevas vistas o espacios para el juicio y la contienda política. Si hay algún hecho sobresaliente en el curso de estos años, en cuanto significa llevar las tendencias observadas hasta su virtual agotamiento, es el que se asocia a la cuestión del ámbito que acepta como propio el conocimiento económico. La Economía, según se la llama desde algún tiempo, paso a paso ha venido reduciendo su terreno de estudio, o, si se quiere, vaciando el contenido de sus observaciones, hasta llegar, en lo que pasa para muchos por el culmen del logro científico, a la total vacuidad de lo axiomático. Desde luego, nada hay de casual en el desarrollo de la Economía en la dirección de abandonar la riqueza de lo histórico, de lo político y de lo social en favor de un núcleo conceptual puramente ficcional, y, por lo tanto, carente de vitalidad. Su relevancia social, que sin duda la tiene, es, por sobre todo, asunto de la imposición ideológica que se permite el ejercicio del poder. Es así como bajo la expresión Economía Política, que en muchos círculos ha adquirido renovada notoriedad, se expresa restrictivamente sólo aquel conocimiento que tiene que ver con la actividad económica del Estado. El punto, sin embargo, no es el de un mero definir círculos semánticos más o menos amplios. ¡Ni con mucho! Lo que está en juego, nada más pero tampoco menos, es la preservación de la esfera de dominio de la libertad individual, que es la cuestión central de la política, y que es inseparable, en la práctica, de la subsistencia material y, por lo tanto, de la posición que se ocupa en lo particular dentro de la estructura productiva. No es únicamente al Estado a quien le concierne strictu sensu la política y lo político; ni tampoco son las relaciones personales, con ocasión de la subsistencia, sólo materia de administración y asignación de recursos. Una separación, así de tajante, entre los ámbitos de la política y de la economía en el común del vivir de las gentes, dentro de la sociedad moderna, con todo y lo útil o atractivo que pueda resultar para ciertos propósitos intelectuales, sólo lleva a deformaciones o mutilaciones de la realidad, y, por consiguiente, a su falseamiento. Porque es inevitable cierta trivialización de los grandes temas socioeconómicos una vez que se ha comprendido su importancia, la noción del rentismo sirve actualmente a muchos para componer sus mensajes políticos. Cabe decir que es posible que en su uso prevalezca el sentido de un modo de vida en abstracto, más que el de una estructura social que lleva consigo actitudes y