La vida amorosa y galante de Simón Bolívar

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¡Conque sí era de carne y hueso! ¿Pero es que ha habido alguien, en sus cabales, o medianamente en ellos, que lo haya puesto alguna vez en duda? Estrictamente hablando quizás no, pero de la manera como sobre él se ha escrito y se le alude siempre, podría extraerse que “esa carne y ese hueso” como que no eran tales. O dicho de otro modo, no deja de sentirse en muchas partes un tufillo de que el individuo estaba muy por encima de esas menudencias en las que se lían “la carne y el hueso”. El Desafío de la Historia ofrece un dossier excepcional para abordar un tema propio de la buena historia o mejor, de la buena historiografía: los amores de Simón Bolívar. Su coordinadora hizo el trabajo que de ella no podía sino esperarse, y quienes la acompañaron, pues hicieron lo suyo propio. ¡Enhorabuena! Los lectores tienen unas buenas páginas para el deleite, para su educada información, para acercarse a ese espacio íntimo hecho público por razones que se dan por sí solas, y que son los amores de un venezolano que está de muchas maneras y en muchas partes de nuestra cotidianidad. Y por demás, ha de entenderse que mostrarlo en esta dimensión “de sus amores y quejumbres del corazón” no significa en modo alguno que su grandeza histórica haya de ponerse en entredicho o que sufra alguna suerte de menoscabo. ¡Muy por el contrario! Los lectores se percatarán de que El Desafío de la Historia inaugura un nuevo espacio editorial, esto es, una nueva sección permanente de su contenido. Se la ha llamado “Empresas, petróleo y gerencia”. La encomienda de conducirla se le ha dado a Alejandro Cáceres, un distinguido hombre de estudios y letras que ha puesto la mirada en la historia interior del mundo del petróleo, visto este desde el ángulo del mundo de las empresas y conglomerados económicos que ha estado tras la extracción del recurso de la tierra así como de su procesamiento industrial. Por circunstancias que no es el caso entrar a considerar, este ángulo no está en la mirada común, y ni siquiera en la más especializada. El Desafío de la Historia satisface así una deuda con sus lectores y con el país en general, puesto que el petróleo entendido desde esta dimensión comentada, en muchos y decisivos sentidos está en el centro de nuestra vida histórica, y al mismo nosotros no le habíamos reconocido del todo su importancia. Por no dejar de decirlo igualmente, deténgase el lector en el breve y hermoso texto titulado “El lenguaje del pañuelo”. Es una prenda de lo que somos capaces de hacer.

Asdrúbal Baptista


SECCIONES 12 B 14 C 16 HMédicos y enfermos reves nacionales artas del lector

L 28 Casa Steinvorth

ugares con historia

• Pedro D. Correa

, 76 ELa “venezolanización”

mpresas petróleo y gerencia

de la industria petrolera

• Alejandro E. Cáceres

• Mirla Alcibíades

78 GSe pueden vender

Música La triste historia de la Escuela Lamas y un Estado desalmado

80 VPara no pagar en pascua

• Mariantonia Palacios

umor

18

astronomía

al menudeo

ida cotidiana

• Rosalba Di Miele Milano

22 CEl Conde de Montecristo

D 82 Juan Vicente Tovar

24 EEl lenguaje del pañuelo

84 LUn abasto en Caracas

25 HJean Sarrailh

88 L 90 CD' 92 B

ine

• Rodolfo Izaguirre stampa

• Vilma Lehman

istoriadores

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Arqueología El Geoglifo de Chirgua

• Luis E. Molina

eportes

• Carlos Irazábal Arreaza

a foto en la historia

• Sheila Salazar ibros s

reves internacionales


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DOSSIER La vida amorosa y galante de Simón Bolívar Introducción

Coordinación: Inés Quintero

Bolívar: el amor y la gloria La boda de Simón y María Teresa, un enlace entre principales Amores caraqueños: Simón Bolívar y Josefa Machado • Mirla Alcibíades Ibáñez,un amor no correspondido • Carlos Alberto Marín Las gloriosas damas Garaycoa • María Consuelo Andara Cartas de amor entre Simón Bolívar y Manuela Sáenz Así lo vieron

ARTÍCULOS

Ldeoslaprimeros grados y graduandos 30 Universidad de Mérida (1808-1811)

•Edda O. Samudio A.

• María Magdalena Ziegler

Juan Lovera, 36 el primer artista republicano como la porcelana. 72 Blancas El cuidado de la piel en el siglo

•Cecilia Rodríguez Lenmann

xix


EL DESAFÍO DE LA HISTORIA • AÑO 9 • REVISTA 53 Editor Asdrúbal Baptista

Presidente Crisanto Bello Paoli

Director General Crisanto Antonio Bello Vetencourt

Presidente E jecutivo Crisanto Antonio Bello Vetencourt

Editores Adjuntos Elías Pino Iturrieta Inés Quintero

Director Pedro Luis Bello Vetencourt

J efe de R edacción Teresa Casique D irectora de Iconografía Vilma Lehmann Investigadora de Iconografía Sheila Salazar Corrector y R edactor E xterno Israel Ortega Oropeza R edactor Interno Alexander Coiro Directora de A rte Mariví Frías Diseñador Gráfico Jhefferson Ladera • Simón Bolívar contrajo matrimonio a los 18 años, en Madrid, con María Teresa Rodríguez del Toro y enviudó muy poco tiempo después. En adelante su vida afectiva estuvo ocupada con numerosos episodios amorosos. ¿Por qué puede interesar hoy en día la vida galante del Libertador? Porque en correspondencia con el culto heroico que se ha erigido sobre su figu­ra, también se impone rescatar a la persona de carne y hueso, al hombre apasionado e irresistible que no ocultó su amor por las damas con las que se involucró sentimentalmente. El presente dossier, sin pretender agotar el tema, da cuenta de los que son quizá los más sonados amores de nuestro héroe patrio. Lo consignamos a sabiendas de que un tema tan interesante permanece abierto a nuevos hallazgos e investigaciones. El matrimonio de Simón Bolívar y María Teresa del Toro, 1921. Óleo de Tito Salas Casa Natal del Libertador, Caracas.

Fotógrafo Yuri Liscano Tratamiento de Imágenes Jhefferson Ladera Gabriela Yegres Secciones Mirla Alcibíades • Humor Alejandro E. Cáceres • Empresas, petróleo y gerencia Pedro D. Correa • Lugares con historia Rosalba Di Miele Milano • Vida cotidiana Carlos Irazábal Arreaza • Deportes Rodolfo Izaguirre • Cine Vilma Lehmann • Estampa Luis E. Molina • Arqueología Mariantonia Palacios • Música Sheila Salazar • La foto en la historia Cecilia Rodríguez Lehmann • Moda Gerente de Comercialización y Operaciones Heylamar Ramos Ejecutivas de Cuentas Bárbara Leal Gioconda León Aura Moreno Promotor de A rte Daniel Suárez Asesores Emanuele Amodio Carlos Hernández Delfino Impresión Editorial Grapho-formas Petare, C.A.

El Desafío de la Historia es una publicación mensual y su contenido es propiedad del Grupo Macpecri C.A. Queda prohibida la reproducción total o parcial de cualquier texto o imagen sin la previa autorización del Grupo Macpecri C.A., el cual no es responsable del contenido de los artículos, ni de los conceptos expresados en ellos. La responsabilidad es exclusiva de sus autores. Las colaboraciones son estrictamente solicitadas. Depósito legal: pp200702DC2655

Una publicación del Grupo Editorial Macpecri C.A. Multicentro Empresarial del Este. Torre Miranda. Núcleo B. Piso 15. Ofic. 154. Chacao. Caracas, Venezuela. Tlf. (58-212) 263.6293 - Fax. (58-212) 264.0039 RIF: J-29355653-8 Para información de ventas comunicarse con: ventas@macpecri.com Para información de suscripciones comunicarse con: suscripcion@macpecri.com Telf. (212) 263.62.93

Directora de Ventas María Cecilia Bello Vetencourt Consejo E ditorial Asdrúbal Baptista Elías Pino Iturrieta Inés Quintero Crisanto Antonio Bello Vetencourt Crisanto Bello Paoli Jefe de Redacción Teresa Casique Directora de A rte Mariví Frías Diseñadores Gráficos Jhefferson Ladera Marlon Rada Gabriela Yegres Corrección y R edacción I nterna Alexander Coiro Gerente de Comercialización y Operaciones Heylamar Ramos Ejecutivas de C uentas Bárbara Leal Gioconda León Aura Moreno A sistente de M edios Arixon Gardie Administradora Ma del Carmen Rodríguez de Zella A sistentes de A dministración Liliana Ardiles Michael Otamendi Contadora Gladys J. Aponte A nalista de P lanificación y P resupuesto Carleidy Toro Gerente de R ecursos H umanos Leopoldo Lares A nalista de R ecursos H umanos Miguel Adames Coordinador de Informática Eliecer Gerdler A sistente de A rchivo Joneiker Barreto A sistente de R ecepción Consuelo Zambrano S ervicios G enerales Nelsy Coromoto Márquez Mensajería Joseph Carrera C oordinación de R elaciones P úblicas Atahualpa Penzo R elaciones P úblicas Rafael Augusto Caraballo Paoli A sesoría L egal Genovese Joblove & Battista Raif El Arigie Harbie Eduardo Rodríguez Selas José Ramón Meignen

eldesafiodelahistoria

ISSN: 1866-8068

@DesafioHist

Caracas, 2016

eldesafiodelahistoria

www.macpecri.com


J-002748974


• Colaboradores María Consuelo Andara D. Investigadora adscrita al Departamento de Inves­ tigaciones Históricas de la Academia Nacional de la Historia. Beneficiaria del programa de becas iberoamericanas del Ministerio de Educación Cultura y Deporte de España. Investigadora del Archivo del Libertador y documenta­ lista de la colección Escritos del Libertador (2004-2010). Finalista del concurso La Independencia de Venezuela: 200 años después “categoría estudiantes” convocado por Banesco con el trabajo: De cómo la geografía dispuso del sueño de Bolívar. Influencia de la realidad territorial en la disolución de Colombia la Grande (1819-1830), publicado en: Inés Quintero (Comp.) Detrás del mito. Caracas, Banesco (2010). Manuel Hernández González. Profesor Titular de Historia de América de la Universidad de La Laguna y coordinador del Centro de Documentación de Canarias y América (Tenerife). Autor de diversos artículos en revis­tas especializadas y libros, entre estos: Los canarios en la Venezuela colonial (1999), La América española. Cultura y vida cotidiana (2000), Francisco de Miranda y su ruptura con España (2006), Francisco de Miranda y Canarias (2009), Los canarios en la independencia de Venezuela (2010) y Medicina e ilustración en Canarias y Venezuela (2010). Armando Martínez Garnica. Natural de Bucaramanga y doctor en Historia por El Colegio de México. Es profesor emérito de la Universidad Industrial de Santander y ha publicado 25 libros y más de un centenar de artículos sobre historia de Colombia. Edda O. Samudio A. Doctora en Filosofía, mención Geografía Histórica (University College, Londres). Profesora de posgrado en la Facultad de Huma­ nidades y Educación de la Universidad de Los Andes. Profesora Invitada en distintas universidades de América y Europa. Coordinadora Nacional de la Asociación de Historiadores Latinoamericanos Europeos en Venezuela, Colombia y Ecuador. María Magdalena Ziegler. Magister en Historia de las Américas por la Universidad Católica Andrés Bello. Licenciada en Artes, mención Artes Plásticas, por la Universidad Central de Venezuela. Es profesora de Historia del arte y la cultura en la Universidad Metropolitana.

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• Breves nacionales

EL ARZOBISPO SE POSTRA ANTE GUZMÁN

O’LEARY EXPLICA CÓMO RECOPILÓ SUS MEMORIAS “Durante las campañas de Venezuela, Nueva Granada, Quito y el Perú fui asiduo en allegar documentos; con esta empresa ayudáronme eficazmente mis conmilitones, sobre todo Sucre, Heres, José Gabriel Pérez, Espinar y más que ninguno Pedro Briceño Méndez. Andando el tiempo, y a medida que crecía la copia de documentos, pensé en escribir la Vida del Libertador, valiéndome de ellos. En el transcurso de las campañas se perdieron muchos papeles importantes, porque en aquellos tiempos las marchas eran penosas y no siempre había como conducir el equipaje del Estado Mayor; sin embargo, logré salvar la mayor parte de lo que venía a mis manos. Muerto el Libertador y destruida su grande obra, me retiré a Jamaica: y allí me dediqué a arreglar los papeles y a escribir mis Memorias. Los albaceas del Libertador me dieron su archivo; y Soublette, Salom, Urdaneta, Flores, Montilla, Heres, Lara, Wilson y muchos otros amigos míos se apresuraron a enviarme los datos que les pedí […]. En 1835, en compañía del general Soublette visité al general don Pablo Morillo en La Coruña, y al saber este que yo me ocupaba en escribir la vida de su antiguo rival, de quien era él grande admirador, dióme muchos documentos tomados por los realistas en los campos de batalla en Venezuela”.

En la imagen: Daniel Florencio O’Leary, de autor anónimo, 1835. 12 •

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El 16 de octubre de 1876 se inaugura la basílica de Santa Ana (en la imagen), edificada por disposición del presidente Antonio Guzmán Blanco. El arzobispo electo de Caracas y Venezuela, doctor José Antonio Ponte, expresa entonces sin rubor ante el primer magistrado: “Estoy en nombre de la Iglesia reconociendo en vos el varón extraordinario que en los breves años de su administración ha diseminado en el país centenares de obras de pública utilidad, otros tantos monumentos de su genio. El que hoy contemplamos terminado llevará vuestro nombre a las generaciones más remotas. Venezuela había tenido hasta hoy grandes capitanes que han ilustrados sus anales guerreros, pero la Historia admirará en vos, a la par de una invicta espada, las creaciones de un talento tan fecundo como activo. El de este templo constituye el más sublime trofeo de vuestra grandeza […]. Por él os bendecirán Dios y los hombres”. Acto seguido, el mitrado asegura que el siglo xix es el siglo de Guzmán Blanco. Después de recordar estas lisonjas se puede dudar, con base firme, si de veras ocurre un enfrentamiento entre la Iglesia católica y el estado venezolano durante el guzmancismo.

MENSAJE A LOS CABALLOS Los lectores de El Heraldo, periódico caraqueño, pudieron leer el siguiente aviso publicado el 2 de febrero de 1860: “A los caballos. Volvemos a suplicar a estos señores que se plantan en las aceras, tengan la bondad de tirarse al medio de la calle cuando pase la gente. ¡No sean malcriados, señores caballos! ¿Será necesario darles látigo para que aprendan la Urbanidad?”. No hay constancia de que los destinatarios del reproche respondieran a través de las páginas del impreso que los conminaba a respetar los derechos de los transeúntes.


AUTORES SEDICIOSOS Y PELIGROSOS Hacia finales de la Colonia, el viajero francés Francisco Depons incluye en sus memorias la lista de los libros que estaban prohibidos por las autoridades españolas debido a su carácter “sedicioso y peligroso”. Se perseguía a los siguientes autores, según el viajero: el abate Bernier, el obispo Bossuet, Brissot de Warville, el abate Condillac, Montesquieu, el abate Raynal, el abate Pluche, Marmontel, Robinet, Rousseau y Voltaire. Tal vez no fuera eficaz su seguimiento, pues el gobernador Emparan confiesa, ya iniciado el siglo xix, que la provincia está inundada por “multitud de gacetas, diarios y suplementos con proposiciones absurdas”. Hay “muchedumbres de papeles subversivos”, asegura en correspondencia que remite a Madrid. En consecuencia, es evidente que una nueva interpretación del mundo en general y de los asuntos de actualidad, alejada de la ortodoxia, ha llegado a Venezuela para quedarse. En la imagen: Obras completas del obispo Bossuet, tomo I.

LA URBANIDAD POR DECRETO El decreto legislativo 942, aprobado por el Congreso Nacional el 17 de marzo de 1855, ordenó el establecimiento de una clase de Urbanidad y Buenas Maneras en todas las universidades y colegios del país. Cada curso tendría un año de duración y debería ser dotado con un profesor especializado en el tema. En la motivación de la medida, los diputados se refieren a la importancia de la obra sobre la materia que había publicado Manuel Antonio Carreño, “obligatoria para todos los que hayan de entrar a estudiar filosofía, y el texto único será el manual citado” (en la imagen).

EL MARQUÉS CONTRA UN CURA Los pleitos por tratamiento y ubicación de las personas en la sociedad fueron comunes en la época colonial. Cada quien tenía una lugar en el repertorio de la vida, que se consideraba como un teatro en el cual desfilaban los individuos de acuerdo con su rango. Uno de esos pleitos fue promovido en 1808 por Francisco Rodríguez del Toro, marqués del Toro (en la imagen), quien se querelló con el cura de Guacara por una conducta que le pareció insultante. Cuando anotaba los nombres de los esclavos del prominente súbdito en los libros de la parroquia, el descuidado párroco no se refería a él como su señoría. Cada vez que asentaba la identificación de los sirvientes bautizados, muertos o recién casados, se olvidaba de escribir que pertenecían a su señoría. Solo anotaba el nombre del propietario en los folios correspondientes que guardaba en la sacristía, sin tratar al noble don Francisco con la cortesía requerida por el rango. Rodríguez del Toro pidió reprimendas para el sacerdote irrespetuoso y se salió con la suya. El gobernador y capitán lo reconvino por oficio y le obligó a que satisficiera, sin alternativa de excusa, las legítimas peticiones de su señoría.

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• Cartas del lector Desafiantes amigos de la historia, Mis mayores respetos al equipo encabezado por Edgardo Mondolfi Gudat, que ha puesto sobre el tapete el tema de las insurrecciones a las que el gobierno de Rómulo Betancourt hizo frente. El detalle narrativo que se ofrece sobre las conspiraciones, así como el cuidadoso examen de las dificultades que sorteó el proyecto fundacional de nuestro sistema democrático, si algo dejan claro es que la democracia fue ­—y es— un proyecto incómodo para algunos sectores de nuestra sociedad. No obstante, quienes reflexionamos sobre estos fenómenos, tenemos el deber de seguirlos estudiando y divulgando. La democracia es el mejor sistema que la humanidad ha conocido. Rebeliones, sublevaciones, asonadas, revoluciones… que conspiren contra la democracia requieren de esa lupa escrutadora que Mondolfi, Luis Alberto Buttó, Hernán Castillo y Carlos Alfredo Marín hundieron sobre aquellos días difíciles de nuestra historia republicana. Gracias. Eliécer Antonio Crespo. Educador

...Dígalo con

Año 8 • Revista 49

Estimados señores del Desafío: Muchas gracias por traernos ese dossier sobre las asonadas militares de los sesenta. En estos tiempos donde todo está tan revuelto, hay que recordar que si bien los militares son tenidos hoy por una parte del país como agentes generadores de progreso, también hay muchos que han actuado —y actúan— en pro de una ideología militarista caduca. Recordar episodios como El Barcelonazo, en el que los sublevados lograron detener al gobernador y al secretario de gobierno de Anzoátegui, muestra los niveles de atrevimiento a los que puede llegar la falta de profesionalismo militar, generado por la tergiversación de la misión de las Fuerzas Armadas como institución, un acto ejecutado siempre a beneficio de parcialidades contrarias al interés nacional. Jorge Pacheco

Año 9 • Revista 50 • Bs. 2.400

El Desafío de la Historia invita a sus lectores a expresar sus comentarios sobre acontecimientos históricos o actuales, opiniones sobre contenidos publicados, así como a formular preguntas o propuestas en el correo electrónico redaccion@macpecri.com, o consignarlos en el Multicentro Empresarial del Este, Torre Miranda, núcleo B, piso 15, Ofic. 154, Caracas, Venezuela. Las cartas pueden ser modificadas por razones de extensión o claridad.

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Gente de historia, ¡Qué interesante me resultó el periplo del fotógrafo viajero Camillus Ferrand por tierras y aguas venezolanas a fines del siglo xix! La tecnología estereoscópica que trajo debió causar sensación en nuestro provinciano país. Pero, aparte de su trabajo fotográfico, ese lazo que llegó a establecer con el gobierno maracucho, el cual le delegó sus concesiones petroleras a cuenta de su extranjería y curiosidad, pues me parece formidable como retrato de nuestra manera de obrar. Y lo mejor fue que el norteamericano Ferrand, aunque tenía la oportunidad de “buscar, producir y negociar” petróleo por diez años, apenas si lo intentó durante un año. Zapatero a tus zapatos, se habrá dicho a sí mismo. Catalina Branger de Orlando



• Humor • Mirla Alcibíades

Médicos y enfermos En 1879, decía un médico jactancioso: –Todo hombre a los cuarenta años no tiene escape, o es médico o es un necio. Uno que estaba allí le hizo esta observación: –¿Qué inconveniente hay para que sea las dos cosas? Corría 1881 cuando un galeno ganó reconocimiento por sus atinadas prescripciones: –Doctor, he atrapado un catarro atroz; ¿qué es preciso que tome? El doctor, después de un instante de reflexión: –Un pañuelo. En 1895, llegó el día del examen en la Escuela de Medicina. En esa oportunidad se produjo este contrapunteo entre un catedrático y un estudiante: –¿Qué haría usted para que un enfermo transpire? –Emplearía los más eficaces sudoríficos. –Veamos cuáles. –Por ejemplo, los estimulantes aromáticos, té, café, etc. –¿Y si no produjesen efecto? –Recurriría a los aceites volátiles, como el éter, los compuestos alcohólicos, etc. –¿Y si no produjesen efecto? –Usaría el antimonio, diaforético, los polvos James y los de Dower. –¿Y si todo esto fuera inútil? El escolar sudaba la gota gorda. –Echaría mano del borraj, la zarzaparrilla, la quina dulce, el azafrán... –¿Y si tampoco fuera suficiente? –¡Le enviaría a que sufriera un examen por usted!... Ese mismo año, los venezolanos se enteraron de una escena ocurrida en Europa: Un inglés fue a consultar a Hahnemann, el padre de la homeopatía. Hahnemann le ausculta, le pasa un frasquito por delante de las narices, y dice: –Respire usted. El inglés respira con fuerza. –Está usted curado. Disimulando su asombro, el inglés pregunta: –¿Cuánto le debo a usted? –Mil francos. 16 •

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El inglés saca un billete de mil francos de su cartera, se lo pasa al doctor por la nariz y le dice: –¡Respire usted! Y antes de que Hahnemann diga nada. –¡Está usted pagado! Llegamos al siglo xx y, en 1904, nos encontramos con un médico huelguista: Una mañana el doctor Fulano, como de costumbre, fue a hacer la visita del hospital. Había pasado una noche de verdadera crápula, en compañía de un matador de invierno, un bajo cómico, dos coristas y un capitán de reserva. Ya en el hospital, comenzó a ir cama por cama. En una de estas había un enfermo recién llegado al benéfico asilo. –¿Qué siente usted? —le preguntó el doctor Fulano. –Siento mucha opresión en el pecho. –¿Y apetito? –Ninguno. –¿Y dolores? –Sordos. –Perfectamente. A ver, respire usted con energía. El doctor apoyó la cabeza sobre el pecho del paciente. –Hable usted algo. –¿Qué quiere usted que hable? –Cualquier cosa. Quiero ver cómo funciona el pulmón. Pero al paciente no se le ocurría cosa alguna, y entonces el doctor Fulano le dijo: –¿No sabe usted hablar? –Sí, señor. –Pues diga usted algo; cuente una, dos, tres, cuatro... y no se pare hasta que yo le avise. –Una, dos, tres, cuatro... comenzó a decir el enfermo. El doctor Fulano, rendido por la fatiga, dejó caer pesadamente la cabeza sobre el pecho del infeliz y se quedó dormido como una marmota. Cuando despertó, el enfermo decía con voz apagada: –Seiscientos noventa y ocho, seiscientos noventa y nueve, setecientos.

• Ilustración de Pedro León Zapata, 1971.



• Música • Mariantonia Palacios

Escuela Lamas La triste historia de la

y un Estado desalmado

Durante el siglo xix, en toda Iberoamérica se crearon instituciones especializadas en la enseñanza de las artes, la mayoría de ellas inspiradas en el modelo de la Académie des BeauxArts francesa, fundada en 1816. En Venezuela, Guzmán Blanco, en su afán por modernizar el país y emular las virtudes de la educación francesa, apenas asumió la presidencia del país en 1870 promovió la creación del Instituto o Conservatorio de Bellas Artes “para la enseñanza gratis de la música teórica y práctica, el dibujo, la pintura y el grabado, la arquitectura y la escultura”. Nombró como director al pianista y compositor Felipe Larrazábal (1816-1873). Este Instituto fue recibido “como un síntoma de que esta sociedad, postrada por las luchas intestinas y condenada a la fatalidad a permanecer como tántalo exenta de los goces y bienes que tiene al alcance de la mano, aspira a ilustrarse, a enriquecerse con los dones de la civilización”. A

pesar del entusiasmo despertado, las distintas Escuelas que conformaban el Instituto encontraron gran cantidad de obstáculos para regularizar su funcionamiento, lo que obligó a Guzmán a replantear la iniciativa. Fue su sucesor, el general Francisco Linares Alcántara (1825-1878), quien tuvo el honor de instalar la nueva Academia: el Instituto Nacional de Bellas Artes. Con gran solemnidad, presidió los actos inaugurales el 28 de octubre de 1877, siendo nombrado director el general Ramón de la Plaza Manrique (hacia 1831-1886). La institución reunía entonces tres academias: la de Dibujo y Pintura, la de Escultura y la de Música. Provisionalmente funcionó en el primer piso del edificio donde estaba la Escuela Guzmán Blanco, y luego en algunos locales desocupados de la antigua sede de la Universidad Central (hoy Palacio de las Academias) anexos al Museo Nacional. Sin embargo, en un

informe enviado por Ramón de la Plaza al ministro de Fomento a finales de ese año, se señala que estos espacios no son adecuados, “por carecer de la amplitud y, sobre todo, de la luz necesaria para el dibujo, la escultura y la galería de arte”. Se propone entonces construir un edificio adecuado “en el antiguo convento de los mercedarios, según los planos y presupuestos ya establecidos”. Al morir Linares Alcántara, Guzmán Blanco asume nuevamente el poder en febrero de 1879. Propone entonces reemplazar el Instituto Nacional de Bellas Artes por el Instituto Nacional de Venezuela, destinado “al cultivo, adelantamiento y propagación de las ciencias, de las letras y de las bellas artes”. Pese a la intención de organizar este nuevo Instituto Nacional, para 1884, fecha en la cual Guzmán Blanco finaliza el Quinquenio y entrega el poder, aún era un simple proyecto inefectivo, por lo que la enseñanza de las artes siguió impartiéndose en el antiguo Instituto fundado por Linares Alcántara en 1877. Guzmán Blanco asume nuevamen­ te la presidencia en 1886, después del período de Joaquín Crespo. Insiste por tercera vez en organizar la enseñanza de las artes en Venezuela. Mediante decreto de agosto de 1887 crea la Academia Nacional de Bellas Artes, esta vez adscrita al Ministerio de Instrucción Pública. La misma estaba conformada por dos secciones: la de dibujo artístico, pintura, escultura y arquitectura; y la de música y declamación. Emilio Jacinto Mauri (1855-1908) fue el primer director. Por primera vez, la Academia funcionaría en una sede propia: la casa n° 1 de la calle Oeste 1, entre las esquinas de Veroes y Santa Capilla, en la parroquia Catedral de Caracas. Este edificio • Fachada de la Escuela de Música José Ángel Lamas en la actualidad.

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• Ramón de la Plaza. Colección de Libros Raros y Manuscritos, Biblioteca Nacional, Caracas.

era “amplio y bien capaz para la enseñanza de los numerosos ramos de las artes y con extensos salones donde se ofrecen en hermosa exhibición innumerables preciosidades de escultura, de pintura y de arquitectura, principalmente, que sirven de modelos en las distintas clases en que se divide la instrucción”. Lamentablemente, la información sobre este edificio situado al norte de la Plaza Bolívar no es abundante. En el siglo xix se lo ubica como una de las residencias del conde de San Xavier y en 1882, Guzmán Blanco, después de adquirirlo, ordena al ingeniero arquitecto Alejandro Chataing (1873-1928) su remodelación. El edificio tiene tres estructuras bien delimitadas: el claustro colonial de dos niveles, el patio central en la parte posterior y la imponente fachada neoclásica remozada por Chataing que aloja tres bustos encargados al escultor catalán Ángel Cabré i Magrinyà (padre del célebre pintor del Ávila, Manuel Cabré), en clara alegoría al uso de la edificación: las diosas Tiqué, Euterpe y Calíope. En 1913 las dos secciones que conformaban la Academia Nacional de Bellas Artes y que funcionaban en este edificio se separaron, manteniéndose en la sede de Santa Capilla solo las secciones de Declamación y Música Teórica, Vocal e Instrumental. A partir de ese momento, esta rama de la Academia cambia su nombre por el 20 •

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de Conservatorio de Música y Declamación. Hoy en día es la Escuela de Música José Ángel Lamas o Escuela de Santa Capilla, como también se le conoce. Por las aulas de este edificio desfilaron varias generaciones de músicos venezolanos y sus paredes vibraron con el sonido de agrupaciones tan emblemáticas como la Orquesta Sinfónica Venezuela y el Orfeón Lamas, ambas impulsadas por el maestro Vicente Emilio Sojo (1887-1974), quien fuera director y maestro de composición de la Escuela. Asimismo en su biblioteca se resguardaron por muchos años tesoros invalorables de nuestra música colonial y decimonónica, ahora depositados en la sede de la Biblioteca Nacional. Dada la trayectoria de la edificación y su valor patrimonial, se la declaró Monumento Histórico de la Nación en abril de 1976. Sin embargo, este edificio donde el arte ha sido huésped favorecido durante tantas décadas, está hoy en un estado ruinoso, clamando por una urgente restauración. El suplicio al que ha sido sometido inició en 1995, cuando comenzaron a hacerse investigaciones en el casco histórico de Caracas para ubicar el núcleo fundacional de la ciudad. Bajo la dirección del arqueólogo Mario Sanoja, un equipo del Instituto de Patrimonio realizó excavaciones en varios secto-

res del edificio de la Escuela Lamas. Las pruebas de carbono 14 demostraron la antigüedad de los restos encontrados, y permitieron al equipo asegurar que Caracas debió fundarse en la zona que ocupa hoy Santa Capilla, y no en la Plaza Bolívar como se había pensado. La diversidad y ubicación de los objetos rescatados demostraron la existencia de varias construcciones sucesivas y superpuestas desde el siglo xvi: restos de procedencia indígena y evidencias de al menos dos capillas. A pesar de la evidente importancia histórica del edificio y de su innegable valor arqueológico, las autoridades responsables nunca se ocuparon de concluir los trabajos de restauración necesarios, dejando al descubierto los orificios producto de las excavaciones y la tierra removida sin recoger. Hoy en día, el techo del auditorio está cayéndose, y los alumnos reciben clases entre escombros, filtraciones, paredes húmedas y listones de madera carcomidos por el comején. Aunque en 2011 se realizaron trabajos de restauración, sólo se preocuparon por mejorar la fachada del edificio como parte de las mejoras que se hicieron en el casco central para las celebraciones del año Bicentenario. El interior de este palacio de las artes aún espera por los recursos prometidos para su rehabilitación.

• Vicente Emilio Sojo. A rchivo Audiovisual , Biblioteca Nacional, C aracas.


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• Cine • Rodolfo Izaguirre

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El Conde de Montecristo­

• Carteles de El Conde de Montecristo correspondientes a las versiones dirigidas por Kevin Reynolds y Chano Urueta, además del afiche de la película realizada para televisión interpretada por Gérard Depardieu.

Un grito ahogado fue lo que creyeron escuchar los carceleros del Castillo de If cuando lanzaron al mar el cadáver del abate Farías y en realidad estaban deshaciéndose del cuerpo vivo de Edmundo Dantés, ¡el futuro Conde de Montecristo! El crítico Alberto Naranjo nos dio a conocer en el vespertino El Mundo el listado de las películas que se han hecho sobre la novela El Conde de Montecristo, de Alejandro Dumas. Entre 1908 y 2002 se han filmado 37 versiones, incluyendo nueve para la televisión. Lo que no se explica es la baja calidad de largometrajes como El hombre de la máscara de hierro, Los tres mosqueteros o el propio Montecristo. Conviene aclarar que estas cintas no son adaptaciones rigurosas de la fuente literaria y, de hecho, gran parte del material que realza los textos de Dumas ha sido barrido o escamoteado con el propósito de crear comerciales piezas de acción destinadas al público adolescente. La más reciente para la hora actual es la que, dirigidos por Kevin Reynolds, interpretan Richard Harris como el abate Farías, James Caviezel como Edmundo Dantés y Guy Pearce como Fernando Montego. Hay una versión mexicana del Con­de de Montecristo (1941, de Chano Urue­ta con Mapy Cortés y Consuelo Frank), en la que Arturo de Córdova, uno de los actores más engolados del cine, interpreta a Edmundo Dantés. Esta película motivó el ácido co­­men­tario del crítico mexicano Carlos Monsiváis, quien afirmó que si Edmundo Dantés hubiese sabido que con el correr de los años iba a ser in­terpretado por Arturo de Córdova, jamás se habría escapado del Castillo de If. La mejor de todas las versiones de El Conde de Montecristo fue una miniserie de televisión protagonizada por Gérard Depardieu en 1998, porque gracias a su detallada distribución de la tra­ma en varios capítulos, evitó la pe­nosa condensación­a la que obliga el cine. Se dice que Dumas obtuvo la idea principal de una his­ toria real que encontró en las memorias de un hombre llamado Jacques Peuchet, quien contaba la historia de un zapatero llamado François Picaud, que vivía en París en 1807. Picaud se comprometió con una mujer rica, pero cuatro amigos celosos le acusaron falsamente de ser un espía de Inglaterra. Fue encarcelado durante siete años. Durante su presidio, un compañero de celda moribundo le legó un tesoro escondido en Milán. Cuando Picaud fue liberado en 1814, tomó posesión del tesoro, volvió bajo otro nombre a París y dedicó diez años a trazar su exitosa venganza contra sus antiguos amigos. La historia de El Conde de Montecristo es una que parece haber sido escrita para el cine. De allí que ¡no hay nada que hacer! Edmundo Dantés seguirá arrastrando en el cine una vida a veces peor que la que imaginó para él Alejandro Dumas. EL DESAFÍO DE LA

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• Estampa • Vilma Lehmann

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• Historiadores

El lenguaje del pañuelo Emma D’Avignon, la princesa de Charney, en su libro Para siempre hermosa publicado en Barcelona, España, en el siglo xix, nos informa sobre el “lenguaje del pañuelo” y el mensaje coqueto que este envía. Las mujeres ante la imposibilidad de hablar con los hombres utilizaban el pañuelo como un medio de comunicación visual: apoyarlo en la mejilla derecha: sí; apoyarlo en la mejilla izquierda: no; anudárselo en el índice: estoy comprometida; anudárselo en el anular: soy casada; pasárselo por los labios: deseo correspondencia; dejarlo caer: seremos amigos; pasarlo por los ojos: estoy triste; por el hombro: sígueme; doblarlo totalmente: necesito hablarte; por las puntas: espérame; doblar cautelosamente el encaje: soñé contigo.

• Litografía extraída del Journal des Demoiselles, París, 1886.

Jean Sarrailh Jean Sarrailh nace en Monein (1891) y muere en Bayona (1964). Educador y personaje notable de la intelectualidad francesa, escala cumbres de la historiografía por sus investigaciones sobre el pensamiento español. Su carrera docente lo lleva a los rectorados de las universidades de Grenoble y París, instituciones cuya revisión y actualización emprende. Sus trabajos de historia comparada lo convierten en autor ineludible para los interesados en el entendimiento de la Europa moderna. Se le considera como uno de los hispanistas de origen francés más fervientes y profundos de su época, con obra comparable a la realizada hasta entonces por Marcel Bataillon. En 1930 publica una monografía que llama la atención por sus aportes y precisiones sobre un personaje estelar de los enfrentamientos hispano-franceses: El duque de Angulema en España. En 1933 publica las Obras dramáticas de Francisco Martínez de la Rosa, conocido hombre de estado. En 1948 circulan sus Prosateurs espagnols contemporains, que examinan con rigor el aporte de los escritores peninsulares de la modernidad. En 1954 publica su obra mayor, La España ilustrada en la segunda mitad del siglo xviii, gracias a la cual reivindica el papel de los despotismos ilustrados de la península y la brillantez de autores como Jovellanos, Campomanes, Feijoo, Cabarrús y Floridablanca, que habían desfilado como segundones en el repertorio de los reformistas de la época. La valoración que realiza Sarrailh sobre el movimiento cultural de España a partir del advenimiento de los Borbones, el descubrimiento de grandes proyectos de fomento material y, en especial, el análisis del pensamiento de los autores que procuran la mudanza económica y educativa del imperio mientras Francia experimenta las vísperas y los sacudimientos de una revolución, se considera como un aporte ineludible. Justo cuando concluye su volumen sobre la ilustración española, funda en París, junto con Paul Rivet, el Instituto de Altos Estudios de América Latina. Estamos ante la obra de un historiador y un protagonista de la cultura que merece especial atención.


• Arqueología • Luis E. Molina

El Geoglifo

de Chirgua

En los Valles Altos de Carabobo, cercanos a poblaciones como Bejuma y Montalbán, se encuentran numerosos petroglifos, rocas grabadas con surcos en los que se elaboraron diversos motivos, realizados por nuestros antepasados indígenas en tiempos anteriores a la conquista. Sin embargo, entre estas manifestaciones rupestres destaca una de grandes dimensiones, conocida como la “Rueda del Indio”, el “Geoglifo de la Fila de Olivita” o el “Geoglifo de Chirgua”, localizado en el valle del mismo nombre a 732 metros sobre el nivel del mar, en la llamada Fila de Olivita, en una pendiente de aproximadamente 40 grados de inclinación. Este importante sitio arqueológico se encuentra a pocos kilómetros de la colonia agrícola de Chirgua y en las proximidades de la hacienda Cariaprima. La existencia del Geoglifo de Chirgua se conoce desde mediados del siglo pasado por las descripciones que del mismo hicieron investigadores que lo visitaron, como fue el caso de José María Cruxent, Helmuth Straka y más recientemente Bernardo Urbani y Franco Urbani. De acuerdo a las observaciones y mediciones que hace más de 60 años hiciera Cruxent, se trata de zanjas o surcos excavados en el suelo, a una profundidad que pudo haber sido hasta de 70 cm. Estas zanjas tienen una anchura que oscila entre 1 y 1,5 metros, la extensión total del motivo del geoglifo es de 56,7 metros y su descripción del motivo o diseño del geoglifo es la siguiente: “La figura consta de tres círculos concéntricos, de cuya parte inferior se desprende un tronco que termina en dos ramales a ambos lados. Y de la superior, dos nuevos surcos que, después de recorrer casi paralelos cierto trecho, se separan a derecha e izquierda, para terminar en forma de semicírculo”. Esto le permitió a este estudioso de la arqueología venezolana considerar que se trata-

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ba de una figura antropomorfa, en la que la cabeza estaría representada por los círculos concéntricos, el cuerpo por la parte central y las piernas por los dos surcos inferiores. Es interesante señalar que en algunos petroglifos de regiones cercanas y de otras un tanto más alejadas, aparecen motivos similares al del Geoglifo de Chirgua, como es el caso de rocas grabadas que existen en Montalbán, estado Carabobo, y en Campo Elías, estado Yaracuy. Esta recurrencia en el uso del motivo podría indicar que se relacionaba con formas de identificación étnica o de demarcación territorial, pues resulta significativa su presencia en estos valles, que podían tener una fluida comunicación y forman parte de una unidad geográfica más amplia. Se han avanzado algunas hipótesis acerca de cuándo y quiénes realizaron esta obra, que por su tamaño y ubicación puede ser observada tanto desde el fondo del valle de Chirgua como desde las montañas aledañas. En el centro del geoglifo fueron halladas, años antes de la visita de Cruxent, piezas de cerámica y piedra que el investigador considera “tipológicamente andinas”, como son un “ídolo masculino sentado” y un “pectoral de pizarra”. En efecto, tanto las figuras masculinas sentadas sobre un banco, fabricadas en cerámica, como los pectorales líticos remiten a ocupaciones humanas que ocurrieron en la región andina venezolana entre los años 300 y 1000 de nuestra era. Sin embargo, serán necesarios nuevos estudios sistemáticos para dilucidar este posible nexo entre los Andes y estos valles centrales. Por lo pronto, la “Rueda del Indio” es un testimonio arqueológico que debe ser conservado, dando cumplimiento a las disposiciones legales que existen para garantizar su preservación y disfrute para las actuales y futuras generaciones de venezolanos.


• Panorámica del signo sobre la Fila de Olivita.

• Esbozo del geoglifo sobre la pendiente del valle de Chirgua.

• Mapa de ubicación del sitio arqueológico donde se encuentra el Geoglifo de Chirgua.

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• Lugares con historia • Pedro D. Correa

Casa Steinvorth Conseguir rastros de la Venezuela agrícola que fuimos hasta la llegada de la industria petrolera puede ser tarea difícil, por ello es excepcional la preservación de la Casa Steinvorth en San Cristóbal: un recordatorio de la importancia que tuvo el país en el negocio cafetero mundial durante el siglo xix y de la reconocida calidad de nuestro producto. El café supera al cacao como producto principal de exportación venezolano luego de la Guerra de Independencia. Ya desde finales del siglo xviii venía creciendo el cultivo del cafeto, por ser una planta más resistente y que permite aprovechar las laderas para su cultivo. La guerra solo agudizó la tendencia a la baja del cacao. Pero es en el último tercio del siglo xix cuando el café se expande notablemente en la región andina del país, donde se

llegó a concentrar alrededor del 40% de la producción nacional, haciendo crecer grandemente la riqueza en la región. Como consecuencia de esto comenzaron a asentarse en la región varias casas comerciales europeas, mayormente alemanas, que controlaban la exportación del café a Europa por el puerto de Maracaibo. Así fue como llegaron la Blohm & Co., la Noack y la Steinvorth & Co. Construida en la década de 1880, muy probablemente terminada en 1884, es una casa de dos pisos que ocupa una de las esquinas que colinda con la plaza Bolívar de la capital andina, en forma de L y con la esquina achaflanada. La planta baja, con amplios ventanales y varias puertas, era dedicada al comercio: al acopio del café para exportar, que compraban a pequeños y medianos productores

de la zona y, también, a la venta de mercancías diversas traídas por la empresa alemana. La segunda planta, sin ventanas, era para el uso doméstico de la familia y los empleados. El elemento arquitectónico más llamativo es el balcón que recorre toda la casa. Aún a principios del siglo xx, era una de las pocas edificaciones de dos pisos existentes en San Cristóbal. Como dato curioso, vale decir que la Steinvorth de San Cristóbal no es la única construcción patrimonial del sello: en Cúcuta (Colombia) hay una casa y en San José de Costa Rica un edificio; aunque cada una con estilos arquitectónicos distintos, todas son de dos pisos y dejan ver el importante papel que jugó la casa alemana en el comercio del café en América Latina. El descenso de los precios del café, el crack del 29, el descuido de los campos y el ascenso del negocio petrolero marcan el final de la Venezue­la cafetalera y, con ella, el de la Casa Steinvorth. En 1993, durante la presidencia de Ramón J. Velázquez –hijo ilustre del Táchira–, el edificio es adquirido por el Estado y, en 1999, se declara patrimonio cultural del estado Táchira. El trabajo de restauración, que duró hasta 2004, no ha estado exento de polémica entre los estudiosos del tema patrimonial. Sin embargo, ahora la casa es un centro cultural y un recordatorio, como consta en la placa de la fachada, de la prosperidad que trajo el café a la región y al país.

• La Casa Steinvorth, una evocación de lo que fue el negocio cafetero en el siglo xix.

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Los primeros grados y graduandos de la

UNIVERSIDAD

DE MÉRIDA Edda O. Samudio A.

(1808-1811)

En 1849, una afortunada decisión de la Junta de Gobierno de Mérida ayudó a preservar una valiosa información que las deterioradas páginas del libro en el cual se asentaban los grados otorgados por la Universidad de esta ciudad ya no lograban conservar. Gracias al nuevo registro que se procedió a realizar a partir de ese momento, hoy podemos conocer los nombres y los títulos de los primeros estudiantes graduados por esta casa de estudios.

• La Universidad de Mérida.

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La Universidad de Mérida, como se denominó el alma mater de la ciudad de las sierras nevadas durante buena parte del siglo xix, hasta que el 24 de septiembre de 1883 el presidente Antonio Guzmán Blanco la reconoció como Universidad de los Andes, no tuvo un devenir fácil ni tranquilo en los años de su nacimiento, situación que se prolonga hasta las primeras décadas de la siguiente centuria y continúa formando parte de nuestra realidad contemporánea. Por ello es importante conocer algunos hechos de ese calamitoso acontecer de la existencia universitaria, cuya comprensión, sin lugar a dudas, es insostenible sin el conocimiento de su

pasado, y este principia siempre por necesidad del presente, como bien lo expone el reconocido historiador británico, Edward H. Carr. Ese objetivo se ha logrado a través del examen del valioso patrimonio documental e iconográfico universitario, desde la perspectiva de su tiempo y a partir del presente, debido a que importantes personajes de esa época tuvieron la extraordinaria visión de guardar y conservar su invaluable patrimonio histórico, que ha llegado hasta nuestros días en los registros de sus primeros egresados, puesto que el antiguo libro estuvo a punto de perderse debido a las incesantes restricciones económicas experimentadas

la Junta de Gobierno,

Real Junta Gubernativa o Junta de Inspección y Gobierno, como se le denominaba indistintamente, acordó formalizar un nuevo registro por orden cronológico

por la Universidad, las cuales en ese entonces no fueron un obstáculo para que las autoridades universitarias con­servaran obras que atesoraban invalorables registros históricos de la institución. Por tal motivo, en la sesión del 5 de junio de 1849, el rector José Francisco Mas y Rubí expuso que el libro que guardaba razón de los grados conferidos por la Universidad se hallaba sumamente deteriorado, por tanto, no podían leerse muchas de las partidas o notas, particularmente las de 1808. Para solventar la eventualidad, la Junta de Gobierno, Real Junta Gubernativa o Junta de Inspección y Gobierno, como se le denominaba indistintamente, acordó formalizar un nuevo registro por orden cronológico, con la debida separación de grado, cuyas notas debieron ser autorizadas por el rector y el secretario; asimismo, dispuso que el antiguo libro se archivara sellado.

GRADUADOS ENTRE 1808 Y 1811

• Buenaventura Arias, obispo de Jericó y vicario apostólico de Mérida.

En virtud de esas acertadas medi­ das,­actualmente se conocen los nombres de un importante número de jóvenes que recibieron el título de bachiller en Filosofía, Teología y Derecho Canónico entre 1806 y 1809. Se ha referido EL DESAFÍO DE LA

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• Presbítero doctor José Francisco Mas y Rubí.

que el 4 de diciembre de 1808, en sobrio escenario de la capilla del Colegio Seminario de San Buenaventura de Mérida, a las once de la mañana y siguiendo el ceremonial académico aprobado en la real cédula de 1798, en uso de sus atribuciones y en acto público y solemne, se otorgaron los primeros grados mayores en presencia del obispo de la diócesis, el rector nato, el presidente del ayuntamiento, los alcaldes, los regidores, los académicos, demás individuos notables de la ciudad y, por supuesto, el asistente regio. En ese memorable evento recibieron la borla de Derecho Canónico: José Lorenzo Reyner y José Mass y Rubí; así como Buenaventura Arias en Teología. Sucesivamente, el 10 de mayo de 1809 se concedió el grado de doctor en Teología a Miguel Nava y, posteriormente, el 10 de julio de 1810, el de Derecho Canónico a Nicolás del Pumar. Decididamente, el real decreto del 21 de septiembre de 1810 acrecentó y fortaleció la gracia real del 18 de junio de 1806 para conceder grados menores y mayores, mediante la cual se otorgó al Seminario San Buenaventura

el título de Real Universidad de San Buenaventura de los Caballeros de Mérida; con ello se impulsaron los actos que consagraban su misión formadora. Dos días después de la promulgación del real decreto de 1810, el 23 de septiembre, la Universidad graduaba a Juan de Dios Picón, como maestro en Filosofía y, dos días más tarde, el 25 de septiembre, a José Miguel Pimentel en Filosofía. A los pocos meses, el 6 enero de 1811, se confería a Juan José Maldonado el grado de maestro en Filosofía, y el 29 de junio del mismo año, el presbítero José de la Cruz Olivares se recibía como doctor en Teología. Ello evidencia que, aun bajo el dominio hispánico, la ciudad serrana contaba con sus propios y primeros bachilleres y, desde aquel diciembre de 1808, la Universidad de Mérida ­logró entregar, a la ciudad y al país, sus primeros brillantes licenciados, maestros y doctores, algunos de los cuales, con sus conocimientos y disciplina, contribuyeron a fortalecer la institución y a mantener su continuidad histórica, mientras otros la proyectaron hacia distintas regiones venezolanas.

...en la sesión del 5 de junio de 1849, el rector José Francisco Mas y Rubí expuso que el libro que guardaba razón de los grados conferidos por la Universidad se hallaba sumamente deteriorado, por tanto, no podían leerse muchas de las partidas o notas, particularmente las de 1808. • Placa en homenaje a fray Juan Ramos de Lora en la Universidad de Los Andes.

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• Don Juan Ramos de Lora, electo obispo de Mérida el 24 de septiembre de 1782.

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Santiago Pol El ojo escrutador Medidas: 110 cm x 32 cm x 70 cm Técnica mixta sobre MDF

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El ojo escrutador Inicialmente era un afiche homenaje a mi amigo Juan Carlos Darias, diseñador gráfico y por extensión, de ojo escrutador y curioso. En el cartel hay una copa de martini que contiene un ojo, es una imagen absurda y de múltiples lecturas, pero que desde nuestra perspectiva es la celebración de la amistad y del hecho visual. Posteriormente, con la participación técnica y conceptual de la Galería Daniel Suarez, este trabajo bidimensional lo transformamos en un volumen, el cual por razones espaciales gana en fuerza expresiva y tiene el valor agregado de poder ser visto desde diferentes ángulos, añadiendo vacíos que multiplican su lectura plástica.

Centro de Arte Daniel Suárez

Santiago Pol

@cdadanielsuarez

Urb. Alta Florida, Av. El Ávila con calle San Miguel. Qta. Veneyork. Caracas - Venezuela. Tlfs. 0212.730.3316 / 0416.539.3731 Daniel Suárez Centro de Arte


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Juan Lovera el primer artista republicano

María Magdalena Ziegler

• El tumulto del 19 de abril de 1810, por Juan Lovera, 1835. Capilla Santa Rosa, Palacio Municipal, Caracas.

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Juan Lovera presenció, como ciudadano, los acontecimientos que fundaron la República de Venezuela y que posteriormente, como pintor, representaría para la posteridad. A diferencia de quienes lo iban a suceder como exponentes de la pintura histórica a finales del siglo xix, Lovera pintó a los protagonistas de sus obras no como héroes sino como conciudadanos. La autora del presente artículo penetra en las razones que llevaron al artista a proceder de esta manera, revelándonos, a la par de sus destrezas pictóricas, su gran vocación republicana.

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Imaginero y súbdito. Pintor y ciudadano. Eso fue Juan Lovera. Aunque muy reproducidas sus representaciones de las fechas fundacionales de la República (el 19 de abril de 1810 y el 5 de julio de 1811), pocos le reconocen como un individuo de irrestricta convicción ciudadana y de singular talento artístico. No abundan los datos sobre su vida como artista, pero hay algunos tantos sobre su vida ciudadana que deben hacernos mirar sus obras desde una óptica diferente. Juan Lovera fue un individuo consciente de su lugar y de sus posibilidades en las distintas etapas de su vida: primero como un imaginero colonial, súbdito del rey de España y, luego, como pintor y ciudadano de la República de Venezuela.

No pretende Lovera la mitificación de un evento contemporáneo. Pero sí reivindica la historia . Sin exaltaciones de melodrama, sin tormentas románticas, la historia es importante para él.

LA VIDA SINGULAR DE UN CIUDADANO EJEMPLAR Nacido en 1776 y muerto en 1841, la vida de Lovera se plantea en momentos de cambios de todo tipo en la cultura de la Provincia de Caracas al final del siglo xviii y comienzos del xix. Verá, además, Lovera el final de su vida en el camino incierto de una República que camina tambaleándose en sus primeros pasos. Juan Lovera poco dejó escrito para la posteridad. La primera etapa de su vida y de su desempeño como pintor en la Caracas colonial está absolutamente a oscuras en cuanto a

• Vista de la Capilla Santa Rosa en el Palacio Municipal de Caracas. En ella pueden observarse las dos obras de Juan Lovera, dispuestas una al lado de la otra en este recinto desde 1976.

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declaraciones del propio pintor. No hay apuntes reflexivos sobre su ejercicio como maestro de la pintura. Lo que nos ha quedado son los datos que los archivos (eclesiásticos fundamentalmente) han preservado acerca de los trabajos que realizó y que Carlos F. Duarte ha aglutinado y ordenado con detalle. Sin embargo, no es el desempeño de Lovera como imaginero colonial lo más relevante. La historiografía tradicional del arte venezolano nos dice que este pintor presenció los sucesos fundacionales de la República y que su cualidad de testigo de excepción le llevaría a reproducir con fidelidad las escenas de cada uno de los sucesos iniciáticos de la patria acontecidos el 19 de abril de 1810 y el 5 de julio de 1811. Francisco Isnardi en la edición del mes de enero de 1811 de El Mercurio Venezolano le alabaría haciéndole merecedor de “todos los títulos” así como de “la protección benéfica de nuestra actual transformación”. Como muchos caraqueños, emigra con su familia a Oriente en 1814. Pero Lovera vuelve. Para la década de 1820 no son pocos los retratos de insignes ciudadanos que se deben a su autoría. Andrés Level de Goda le incluye en la célebre Oración en defensa de los pardos; al año siguiente ya realizaba algunas labores docentes, en conjunto con Felipe Limardo y Lino Gallardo, en una pequeña institución educativa destinada a niños pobres y pardos de la ciudad. El general Carlos Soublette, en 1821, le nombra corregidor de Caracas. Nuestro pintor se mostrará reticente a aceptar el cargo, debido a las depauperadas condiciones de vida que le permite entonces su oficio de pintor y a una débil salud. Pero Soublette insiste y nos deja una clara pista que seguir a quien se ha convertido un ciudadano comprometido, que será muy activo en la dinámica pública, bien desde labores para el Ayuntamiento caraqueño, bien como el pintor preferido de la elite política de la ciudad.

SU RELACIÓN CON LA HISTORIA FUNDACIONAL El año de 1835 es primordial para la carrera de Juan Lovera como pintor y para su trayectoria ciudadana en tiempos republicanos. Es este el año en el que nuestro pintor obsequia a la Honorable Diputación Provincial de Caracas una de sus más significativas obras, la pintura que representa El tumulto del 19 de abril de 1810. No hay rastro alguno que explique tan extraordinario presente a una institución oficial. No existe prueba alguna que indique que se ha tratado de un encargo que le hiciera este cuerpo provincial, tal y como antes el Ayuntamiento había encargado a nuestro pintor ciertas actividades y funciones. Únicamente está el cuadro, colgado hoy solemnemente en la Capilla Santa Rosa, en la sede del Concejo Municipal de Caracas. Pero, ¿por qué Juan Lovera realiza, dedica y obsequia esta obra singular a la Diputación Provincial de Caracas? De él, lamentablemente, no tenemos ninguna información.


• Firma del Acta de la Independencia el 5 de julio de 1811, por Juan Lovera, 1838. C apilla Santa Rosa , Palacio Municipal, C aracas.

Sin embargo, sí contamos con la documentación producida por las sesiones de la Diputación en las cuales el cuadro obsequiado por Lovera fue tema tratado. La Comisión de Ornato de la Diputación Provincial de Caracas se expresa de la obra obsequiada por Lovera como “un monumento histórico y artístico que consigna a la posteridad”, cuya calidad lleva a concluir que deben realizarse esfuerzos destinados “al fomento de su taller [para que] logre el país mayores ventajas y sirva de estímulo a sus profesores”. Para 1835 no existían precedentes en la historia del arte en Venezuela de una pintura que buscase recrear un acontecimiento histórico de este modo. No hay referencias anteriores a obras de carácter histórico como la que Juan Lovera ha creado con El tumulto del 19 de abril de 1810. Pero en la aurora del año 1838, Juan Lovera sí dirigirá al Congreso de la República una carta en ocasión de un nuevo obsequio que esta vez realiza al honorable cuerpo legislativo. Se trata de la obra Firma del Acta de la Independencia el 5 de julio de 1811, obra capital en el inventario de sus logros artísticos. Engalanada con hermosa caligrafía, la carta de marras expone que justo ese día de julio de 1811, brillaron como nunca “las luces, la previsión y las virtudes cívicas”; que recuperar la libertad y restaurar “los sagrados e imprescriptibles derechos políticos” habrían sido los principales objetivos de tal acto cívico, fundador de república, y él, como orgulloso caraqueño, nacido en la “cuna de la libertad del nuevo mundo”, así lo declara.

• El piso cuadriculado de una Plaza Mayor que era, para 1810 y 1835, de tierra, nos lleva de inmediato a la cuadrícula del piso de las salas de sesiones de las logias masónicas. Este tiene un significado simbólico interesante. Por un lado, pudiera referirse al ajedrezado que se observa en el tapiz del grado masónico de Aprendiz y que, adicionalmente, se vincula con la libertad de decisión inherente al juego de ajedrez y las consecuencias de la misma. Podríamos estar entonces en presencia de una escena de iniciación republicana en clave masónica.

Esa declaración de independencia que él ha inmortalizado en la pequeña vista de la Capilla Santa Rosa, repleta de insignes prohombres, todos fundadores de la primera idea de república que anidó en Venezuela, debe ser, en palabras de Lovera, “tan duradera como los siglos”. Este acto, de acuerdo con la visión de Lovera, “forma el depósito de la dicha de los pueblos y provincias que representan ambas cámaras”. Lovera parece concebir los orígenes republicanos de Venezuela con una claridad en torno a los principios que le fundaron que asombra y complace. No podríamos asegurar que nuestro pintor comprendiera en profundidad lo que sería un derecho político imprescriptible, ni siquiera EL DESAFÍO DE LA

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podríamos afirmar qué concibe como virtudes cívicas. Sin embargo, esgrime estos y otros elementos como argumentos naturales y básicos en toda defensa del valor de la república. Adicionalmente, su siempre activa participación en los asuntos de servicio público e incluso su constante participación en procesos electorales municipales como candidato, darían cuenta de un individuo convencido de sus deberes y derechos ciudadanos. Así pues, lo que Lovera expone en su carta, no es una postura conveniente para congraciarse con el máximo cuerpo legislativo, sino una reiteración de sus convicciones manifiestas en la cotidianidad de su ejercicio ciudadano durante años.

UN GESTO REPUBLICANO PARA LA HISTORIA En momentos en los cuales la República solicitó de sus miembros lealtad al ideal político fundacional, Juan Lovera tomó sus pinceles y realizó una declaración de principios republicanos con sus dos obras capitales, El tumulto del 19 de abril de 1810 y La firma del Acta de la Independencia el 5 de julio de 1811. Pero, ¿qué nos dicen estas pinturas sobre la República? Por una parte, El tumulto del 19 de abril de 1810, nos muestra la visión de un acto público de iniciación republicana. Mientras que, por la otra, La firma del Acta de la Independencia el 5 de julio de 1811, es una obra de carácter conmemorativo que sirve de recordatorio al espectador acerca de la labor del Congreso Constituyente relativa a la efeméride patria, la cual instituyó el primer gran acuerdo general, al menos en la retórica política, de los 25 años siguientes.

• En sus obras, Lovera nos refuerza el mensaje y la organización de valores que encierra en ellas con algunas “soluciones filomasónicas”, que no son más que el empleo de ciertos elementos o características que potencian la significación. Quizás el más relevante de estos elementos sea la organización de la composición a partir de la divina proporción, pues el construir armónicamente es fundamental para todo masón. Emplear la sección aurea o divina proporción conlleva una complejidad que no cualquier artista puede acometer, por lo que Lovera debió adquirir el conocimiento necesario en el quehacer masónico.

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El pintor caraqueño es historiador de la República y no su sacralizador, no exalta, no santifica y no encumbra a ninguno de los protagonistas de sus escenas. No pretende Lovera la mitificación de un evento contemporáneo. Pero sí reivindica la historia. Sin exaltaciones de melodrama, sin tormentas románticas, la historia es importante para él. Para este artista, la historia contemporánea, la historia de la República, es compromiso no batalla. Por ello en sus lienzos no hay héroes. La historia, en sus momentos fundacionales, es para nuestro pintor un reservorio de virtud, pero no encarnada en un hombre, sino en una idea, la de república. Lo que sucede en los cuadros no debe prestarse a confusión, quienes realizan las acciones deben ser reconocidos en su condición institucional, no por razones individuales. Estas pinturas de Lovera no son, en modo alguno, heroicas, por lo que no es posible situar a nuestro pintor como el iniciador de una pintura épica decimonónica que tanto marcará nuestro imaginario nacional en las décadas siguientes. Los cuadros del pincel de Lovera no son sino una clara exaltación de lo civil y estaba bastante claro en que la república es la escena del ciudadano civil y no militar. No hay épica en lo que sucede en la Plaza Mayor el 19 de abril de 1810, pero tampoco la hubo ese día de julio de 1811. Todo en estos cuadros de Lovera pasa, sin más. En el mundo civil no cabe la violencia, no hay lugar para el desorden; en el mundo civil se estimula la participación transparente, sin conspiraciones ni complots. Los héroes aquí, si alguno, son perfectos civiles. La voz militar no tiene aquí cabida, no tiene espacio ni turno en el estrado de los discursos. Los militares, armas en mano, no están para la política sino para otra cosa. Este orden civil, armónico desde todo punto de vista, lo expresa Lovera, desde el punto de vista formal, también con una composición armónica, bellamente estructurada además de geométricamente ordenada y calculada. Estas obras son sólidas unidades que sirven de piedra angular para la organización de valores que encierran. Lovera ha construido plásticamente una organización de valores culturales, esencialmente sociales y políticos. Esto ha sido fruto de una muy bien pensada concepción pictórica, sustentada en esos valores que fueron tomados, en cierta manera, de su contexto y que tendrían el propósito de incidir de vuelta en él. Pero además, Lovera se sirvió de su incursión en la masonería para incorporar en sus obras interesantes “soluciones filomasónicas”. Sí, Juan Lovera fue masón e incluso es posible que no sólo llegara al grado de Aprendiz, sino que quizás haya obtenido el grado de Maestro. Podría haberse iniciado como masón en Oriente entre 1814 y 1820, pero es seguro que perteneció a la logia Fraternidad Colombiana en la cual compartiría hermandad con insignes hombres como Diego Bautista Urbaneja Sturdy, Andrés Narvarte, José Santiago


Rodríguez, Judas Tadeo Piñango, José Remigio Martín, Rafael Lugo, José de Lima, Marcelino de la Plaza y Manuel Echeandía, entre otros. Lo cierto es que la masonería, lejos de ser una práctica oscura y perversa, es una ventana de conocimiento filosófico y científico de enorme valor. Hombres como Lovera, que jamás tuvieron la oportunidad de educarse formalmente, hallaron en las logias masónicas la ocasión de acceder a un conocimiento que les había estado vedado. Adicionalmente, serían el escenario de pertenencia a un grupo de ideas, valores y anhelos similares. Lovera se hizo a sí mismo y allí su enorme mérito. En sus 65 años de vida tuvo que hacer frente a circunstancias muy disimiles, no sólo en el ejercicio de su oficio de pintor, sino también y además en el de su desempeño social y político. A casi 200 años de la elaboración de sus más célebres obras, es momento de reconocer su aporte e incorporarle con toda justicia en la historia del arte venezolano.

Para 1835 no existían precedentes en la historia del arte en Venezuela de una pintura que buscase recrear un acontecimiento histórico de este modo. No hay referencias anteriores a obras de carácter histórico como la que Juan Lovera ha creado con

El tumulto del 19 de abril de 1810.

• Lovera ingresó en la masonería y se sirvió de su incursión en ella para incorporar en sus obras interesantes “soluciones filomasónicas”. Esta institución se sirve de alegorías cargadas de símbolos para impartir sus enseñanzas, como la de la imagen. EL DESAFÍO DE LA

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La vida amorosa

y galante de Simón Bolívar

Simón Bol ívar contrajo matrimonio a los 18 años, en Madrid, con María Teresa Rodríguez del Toro, enviudó muy poco tiempo después y más nunca se casó. A partir de entonces tuvo una intensa vida galante y numerosos episodios amorosos, algunos más visibles y duraderos, otros más contingentes y de menor relevancia pública. Tanto en su correspondencia y en los testimonios de sus contemporáneos como en las cartas de sus amigos más cercanos se pueden encontrar diversas referencias acer­ ca de su interés por las mujeres y sobre muchos de sus encuentros y desencuentros afectivos. También varios de sus biógrafos han hecho mención del tema, con es­ pecial atención al caso de Manuela Sáenz, debido a que ella estuvo presente la noche del atentado septembrino. Ha habido también algunos autores que se han dedica­ do específicamente a estudiar los amores de Bolívar con la finalidad de realizar un inventario detallado de quié­ nes fueron cada una de estas mujeres, en qué momento ocurrió el encuentro y cuán significativo e importante fue cada uno para El Libertador. Otros en cambio se han ocupado de disentir o poner en tela de juicio la veraci­ dad o relevancia de algunos de estos episodios. Se trata de un tema frondoso y controversial sobre el cual, y en correspondencia con el culto heroico que se ha erigido sobre la persona de Bolívar, han imperado las especula­ ciones e idealizaciones extremas que nos presentan al caballero caraqueño como un hombre de enorme éxito entre las damas, con cualidades amatorias excepciona­ les, irresistible y pasional, que amó intensamente y fue correspondido por todas aquellas damas que tuvieron el privilegio de compartir su alcoba. El presente dossier, sin pretender agotar el tema, se acerca a la vida amorosa y galante de Simón Bolívar con el interés de ofrecer al público diferentes miradas sobre un tema que, sin duda, demanda nuevas aproximaciones y lecturas. Coordinación: Inés Quintero

• La boda de Bolívar, por Otilia Hidrogo, 1992. EL DESAFÍO DE LA

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• Guirnalda cívica ofrendada por el pueblo de Cuzco a Simón Bolívar, atribuida al orfebre Chungapoma, fabricación manual en oro americano con perlas y diamantes, hacia 1825.

Bolívar:

el amor y la gloria Inés Quintero

En cuanto al tema de los amores de Bolívar, los historiadores difícilmente se pondrán de acuerdo: la fuente que para algunos corrobora una aventura, para otros es una malintencionada calumnia o cuando menos una leyenda. Lo cierto es que todas las destinatarias de las apasionadas cartas de El Libertador y las compañeras de sus veladas románticas tuvieron siempre una rival invencible: la búsqueda de la gloria política.

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Los amores de Bolívar son hoy por hoy un tema que ha interesado y ocu­ pado a numerosos autores. La orien­ tación fundamental de la mayoría de estos escritos ha sido elaborar una especie de inventario amoroso de El Libertador, identificando a las da­ mas con las cuales se relacionó afec­ tivamente, puntualizando en dónde ocurrió el romance, estableciendo la intensidad y duración del episodio, todo a fin de mostrar que este caba­ llero, más allá de su inocultable re­ levancia como figura fundamental del proceso de Independencia, fue un hombre de “carne y hueso” que cortejó a numerosas damas, se ena­ moró, amó intensamente y tuvo un inusitado éxito con las mujeres.

Un catálogo de amores Una muestra representativa de esta forma de presentar la vida afec­ tiva de Bolívar fue elaborada tempra­ namente en la obra Historia secreta de Bolívar firmada por Cornelio His­ pano, seudónimo del colombiano Ismael López. El libro se publicó en 1924, en Madrid, y ofrece distintos capítulos dedicados a los principa­ les episodios amorosos y galantes de El Libertador, desde su matrimo­ nio con María Teresa Rodríguez del Toro y Alayza en Madrid, cuando no había cumplido aún 20 años, hasta la última carta que escribiera, días antes de morir, dirigida a uno de sus romances de juventud.

“Estudiarlo en las más secretas aventuras de su vida, es casi sentir las recónditas palpitaciones de su gran corazón, es acercarse a la perfecta comprensión de su genio.”

• Simón Bolívar, según una miniatura al óleo sobre marfil, 1804-1806. Colección Fundación John Boulton.

Aparecen allí anotadas, además de su esposa María Teresa, Fanny Du Villar, Anita Lenoit, Josefina Madrid (Josefina Machado), Isa­ bel Soublette, Bernardina Ibáñez, Teresa Laines, Joaquina Garaicoa y Manuela Madroño, entre otras. Mención especial le merece Ma­ nuela Sáenz, a quien le dedica un capítulo bajo el título de “Manuelita la bella”. No esconde López su fascinación y admiración por Bolívar: “…es­ tudiarlo en las más secretas aven­ turas de su vida, es casi sentir las recónditas palpitaciones de su gran corazón, es acercarse a la perfecta com­pren­sión de su genio”. Penetra­ do de estas recónditas palpitaciones, hace un recorrido por los eventos amorosos del genio de América, apoyándose en testimonios, cartas y noticias de diversa procedencia, las cuales incluye al final del libro. Esta

información se ha convertido en la fuente fundamental de la mayoría de las obras que tratan el tema.

Para algunos, solo leyendas Frente a la actividad galante del héroe así como respecto a muchos otros asuntos, se levantó la voz “au­ torizada” de Vicente Lecuna, estu­ dioso de la vida y obra de nuestro caballero, editor de sus cartas, pro­ clamas y documentos, quien, pro­ ducto de su experiencia y empeño, se erigió en oráculo absoluto sobre lo que es verdad o mentira en la vida y documentación de Bolívar. Desde ese Olimpo historiográfico discurre Lecuna cuando comenta las visio­ nes construidas sobre “Los amores de Bolívar”. De allí el título del en­ sayo que dedica al tema en su libro Catálogo de errores y calumnias en la vida de Simón Bolívar. EL DESAFÍO DE LA

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Carta de Simón Bolívar a María Teresa Rodríguez del Toro Madrid, 4 de diciembre [1801] Amable hechizo del alma mía: En el correo pasado escribí a Ud. el feliz éxito que tuvo mi importuna impertinencia, en que pidiesen a Ud. y cuyos efectos ya sabrá Ud. complacer, pues considero que, aunque no haya eso de amor, por lo menos humanidad no deja [de] haber en el benévolo corazón de Ud., siendo así, Ud. debe compla­ cerse de ver que me hallo casi en el camino de alcanzar la dicha que no mayor ansia deseo, y cuya pérdida me sería más costoso que la muerte misma. Apreciable Teresa: No deje Ud. de escribirme todo cuanto haya, porque si he de hablar con verdad, no tendré momento tranquilo, hasta que no sepa cómo padre ha tomado lo de mi tío, pues el deseo todo se lo teme. El M[arqué]s [de Ustáriz] me preguntó si había escrito a Ud. y no pude menos que decirle que sí. Escribo a padre en este, dándole noticias de los tíos. De quien será de Ud. mientras viva, y quizás aunque muera S.B. P.D. No prodigue Ud. tanto sus cartas, porque ya no tengo dinero con qué sacarlas de tantas que vienen en todos los correos.

De la abultada nómina de mu­ jeres con quienes se ha señalado que Simón Bolívar tuvo algún tipo de relación amorosa, Lecuna admi­ te como válidas a Fanny Du Villar; a Manuela Sáenz, naturalmente; a Bernardina Ibáñez, “la melindrosa”; a Benedicta, una señorita de Chu­ quisaca, y a doña Francisca Zubiaga de Gamarra, doña Panchita. Tam­

• María Teresa y Bolívar, por Santiago Benítez, 1988. Colección Museo de Petare.

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bién acepta que Josefina Machado fue novia del caraqueño en 1813, pero niega rotundamente que, por esperar a su amada, Bolívar hubiese detenido la expedición de Los Ca­ yos durante 48 horas. Se trata de una calumnia erigida por Ducou­ dray Holstein, enemigo declarado de Bolívar, en cuya obra sobran los infundios contra el Libertador; también se interpreta como inven­ ción del mismo libelista el supues­ to romance con Isabel Soublette. Según Lecuna, las sospechas del francés no tuvieron otro objeto que “mancillar la buena fama de esas niñas”. De igual forma, carecen de asidero los comentarios hechos por el coronel Hippisley, “supuesto ofi­ cial sin servicios”, quien “lanza afir­ maciones venenosas contra Isabel Soublette”, con total desapego a la verdad. Lecuna no reconoce el romance con Anita Lenoit, en el año 1812; la supuesta pernocta con Luisa Cro­ bert en Kingston también la descar­ ta; desecha igualmente el amorío con Manuelita Madroño, referido

por Cornelio Hispano, quien a su vez lo toma de las leyendas de Ri­ cardo Palma, las cuales, según sen­ tencia Lecuna, son “todas falsas”. Pero, tratándose de los amores de Bolívar, no puede decirse que el doctor Lecuna haya tenido mucho éxito con sus juicios y sentencias. Todo lo contrario. Más crédito y popularidad han tenido las mu­ chas versiones que se pueden leer actualmente en Internet y que han ido ampliando la nómina inicial ofrecida en la narración de Corne­ lio Hispano.

María Teresa: su único y verdadero amor A la manera de presentar la amplitud y diversidad afectiva del Libertador que hemos expuesto, se contrapone otra vertiente de signo contrario cuya finalidad es destacar que Bolívar tuvo un úni­ co, legítimo y verdadero amor: el que sintió y vivió junto a su esposa María Teresa Rodríguez del Toro. Esta valoración sobre el recuerdo perpetuo de María Teresa en la vida


• Manuscrito de la carta de Bolívar a María Teresa del Toro. Archivo de la Real Academia de la Historia, Madrid.

de El Libertador, se nutre de los co­ mentarios que el propio viudo hizo acerca de su difunta esposa. En el Diario de Bu­ca­ramanga, obra es­ crita por Perú de La Croix a partir de las conversaciones que sostuvo con Bolívar en 1828, hay una mención sobre la vida amorosa de nuestro héroe, donde se alude, precisamen­ te, a María Teresa: “Quise mucho a mi mujer y su muerte me hizo jurar no volver a casarme. […] La muerte de mi mujer me puso muy tempra­ no en el camino de la política y me hizo seguir el camino de Marte, en lugar de seguir el arado de Ceres”. No menciona a ninguna otra mujer en estos mismos términos cuando conversa con el francés en la casona de Bucaramanga. También Daniel Florencio O’Lea­­ ry, oficial irlandés muy cercano al Libertador quien, después de su muerte, tuvo a su cargo una impor­ tante sección de su archivo, incor­ pora en sus Memorias el juicio y valoración que tenía Bolívar sobre su difunta esposa: “Joya sin tacha de inestimable valor”. A estas referen­

cias se suma el registro de lo que dijo Bolívar, en 1803, al momento de darle sepultura a María Teresa en la Catedral de Caracas: “Yo con­ templaba a mi mujer como un ser divino. El cielo creyó que le perte­ necía y me la arrebató, porque no era creada para la tierra.” Se trata de una imagen que resul­ ta perfecta para la visión del héroe impoluto, viudo, que jamás borró de su alma el recuerdo de su joven esposa, abrupta y tempranamente arrebatada de sus brazos. Es su ines­ perada ausencia lo que determina su compromiso político, es el dolor de la separación irrevocable lo que im­ pide que se case nuevamente, es su inolvidable recuerdo lo que justifica su silencio sobre su vida amorosa. En el testimonio directo del pro­ pio Bolívar no hay ninguna consi­ deración respecto a que, en su vida, hayan ido de la mano el amor y la política. El amor quedó enterrado en la Catedral de Caracas y le abrió las puertas para que pudiera ir en busca de la política, hasta alcanzar la glo­ ria: su verdadera pasión.

• Fanny Dervieu Du Villars, amante de Bolívar en París. Museo 20 de julio, Bogotá .

Se trata de una imagen que resulta perfecta para la visión del héroe impoluto, viudo, que jamás borró de su alma el recuerdo de su joven esposa

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La boda de Simón y María Teresa, un enlace entre principales

Unos condicionamientos muy precisos regulaban que Simón Bolívar pudiese o no disfrutar del Mecenazgo de la Concepción. En Madrid, el futuro Libertador encontraría a la joven perfecta para cumplir con estos requisitos. Contraídas las nupcias y trasladada la pareja a Caracas, las condiciones estuvieron dadas: Bolívar obtuvo la esperada herencia, pero el destino no le permitiría gozar de la felicidad matrimonial. 50 •

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María Teresa Rodríguez del Toro y Alaiyza conoció a Simón Bolívar en Madrid, en 1800, en la casa de Geró­ nimo Ustáriz, lugar donde nuestro héroe se residenció temporalmente cuando viajó por primera vez a España. En ese momento la joven tenía 18 años y el mozo 17. Muy rápidamente se comprometieron en matrimonio. María Teresa era hija de Bernardo Rodríguez del Toro y Ascanio, nacido en Caracas, y de Benita de Alay­ za y Medrano, natural de la ciudad de Valladolid. Era la segunda hija del matrimonio. Pertenecía, por ambas ramas, a familias de reconocida prosapia y distinción. Cuando María Teresa nació, el 15 de octubre de 1781, la familia se encontraba residenciada en Madrid en la casa Nº 14 de la Corredera Alta de San Pablo; años después se mudó al Nº 2 de la calle Fuencarral. Educada como correspondía a una joven de su condición, se mantu­ vo cercana y tuvo trato familiar con sus primos cara­ queños: Pedro Pablo, Tomás y Fernando Rodríguez del Toro, hijos de Sebastián Rodríguez del Toro, hermano mayor de su papá y III marqués del Toro, ya que estos viajaron a la capital española a seguir su formación mi­ litar; Pedro Pablo, incluso, vivió en la misma casa que María Teresa y se casó con una de sus primas, María del Pilar Alayza y Quijada, quien había quedado huérfana muy joven heredando una importante fortuna. La joven María Teresa perdió a su madre en julio de 1798, a sus 16 años. Poco tiempo después, en junio de 1801, cuando ya se encontraba comprometida con Si­ món Bolívar, falleció su prima María del Pilar dejando dos niños pequeños.

Por las prendas y posición de la joven doncella y por el caudal y prosapia del pretendiente —hijo de Juan Vi­ cente Bolívar y de doña Concepción Palacios y Blanco, ambos de las primeras familias de Caracas—, queda claro que se trataba de un enlace ampliamente conve­ niente para los dos contrayentes. Al año siguiente, en marzo de 1801, Bolívar pasa a Bilbao a encontrarse con su novia, quien había viajado con su familia a esa ciudad. En enero decide ir a Bayona y de allí a París, con lo cual permanece fuera de Espa­ ña casi tres meses. Al regresar, se inician los trámites para la realización de la boda. Tanto María Teresa como Simón debían casarse con personas de su misma con­ dición y calidad y debían contar con la autorización de sus mayores ya que así lo establecía la Real Pragmática de Matrimonios. Además, en el caso del caraqueño, por estar al servicio de la corona como subteniente del Ba­ tallón de Milicias de los Valles de Aragua, debía obtener autorización del rey, la cual le fue otorgada y firmada en Aranjuez el 15 de mayo de 1802.

“Apasionado de una señorita de las más bellas circunstancias” El noviazgo entre nuestros enamorados fue relati­ vamente breve. Transcurridos pocos meses del primer encuentro, Bolívar manifestó su resolución de contraer matrimonio con la joven madrileña y así se lo hizo saber a su tío y tutor, Pedro Palacios, en una carta fechada el 30 de septiembre de 1800: “No ignora usted que poseo un mayorazgo bastante cuantioso, con la precisa con­ dición de que he de estar establecido en Caracas, y que a falta mía pase a mis hijos, y de no, a la casa de Ariste­ guieta, por lo que, atendiendo yo al aumento de mis bie­ nes para mi familia, y por haberme apasionado de una señorita de las más bellas circunstancias y recomenda­ bles prendas, como es mi señora doña Teresa Toro, hija de un paisano y aún pariente, he determinado contraer alianza con dicha señorita para evitar la falta que puedo causar si fallezco sin sucesión; pues haciendo tan justa liga, querrá Dios darme algún hijo que sirva de apoyo a mis hermanos y de auxilio a mis tíos.” • Matrimonio de Simón Bolívar y María Teresa, por Tito Salas, 1921. C asa Natal del Libertador, C aracas.

• Cabecera de la Iglesia San José de Madrid. Fotografía: Zarateman, 2010. EL DESAFÍO DE LA

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La boda se realizó en la intimidad de la familia, el 26 de mayo de 1802, en la Iglesia Parroquial de San José, ubicada entonces en el salón del Palacio del Du­ que de Frías. En el documento de capitulaciones ma­ trimoniales quedó fijada la dote que le otorgó Bernardo Rodríguez del Toro a su hija María Teresa, la cual con­ templaba una importante fortuna en joyas: un aderezo de brillantes y rubíes compuesto de collar con caídas en forma de herradura, pendientes, broches y piochas; una sortija con catorce brillantes de toda labor, y un topacio en medio, por orla; otra sortija redonda con festón, con un rubí por medio, orla de brillantes, y otra de rubíes en su orilla, que vale ochocientos reales de vellón; otra sortija más chica, con diamante rosa en medio, y orla de rubíes; otra sortija de forma cuadrada, con ocho dia­ mantes brillantes; otra sortija con una esmeralda por medio, y doce diamantes; además de otras sortijas de inferior calidad, un reloj de oro guarnecido con perlas y una cadena de jazmincillos. Por su parte, Simón Bolívar le otorgó en donación a su futura esposa cien mil reales de vellón, haciendo constar que esta cantidad correspondía a la décima de sus bienes en ese momento y estableciendo que podía utilizarlos y gozarlos como caudal propio. En el mismo

• Don Sebastián Rodríguez del Toro, Marqués del Toro, por Hilarión Ibarra, 1827. Colección Privada .

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documento quedó establecido que la cuantiosa dona­ ción guardaba correspondencia con las circunstancias y el ilustre nacimiento de la contrayente, por hallarse virgen y soltera y también por el sacrificio que hacía de expatriarse. Tal como quedó claramente plasmado en la carta de Bolívar a su tío Pedro Palacios, el disfrute del notable mayorazgo del cual Bolívar era beneficiario solo podía hacerse efectivo si vivía en Caracas y se casaba con una mujer de calidad y distinción, como a todas luces lo era la señorita Rodríguez del Toro y Alayza.

A Caracas Cumplidos todos los trámites y celebrada la boda, la decisión fue viajar de inmediato al otro lado del Atlán­ tico. El 15 de junio, en La Coruña toman el barco que los llevaría a disfrutar de su opulento destino. El 12 de julio la pareja está en el puerto de La Guaira; desde allí María Teresa le escribe a su papá una sentida y emotiva carta anunciándole su llegada y dejándole saber que se encuentra buena: La Guaira, 12 de julio de 1802 Mi adorado Papá: Desde ayer al amanecer estábamos a la vista del cabo de Codera, sin poder llegar a La Guaira por falta de viento. Esta mañana llegamos hasta una legua sin poder arribar, hasta que por fin fue la falúa del registro, en la que volvimos Simón y yo pues de lo contrario no habríamos comido en tierra; hemos te­ nido una navegación felicísima de solos 27 días, y hu­ biéramos llegado en 25 si no fuera por las calmas que tuvimos ayer y hoy. Sólo el primer día nos mareamos, pero fue un mareo de todo el día vómitos; por lo que toca a lo demás lo hemos pasado muy bien en lo posible; inmediatamente escribimos, Simón a su tío y yo a mi tía; creemos que mañana no dejará de venir alguno; ya se lo diré a V. antes de cerrar ésta. Escribo a V. por un pasajero que va a Madrid y que si quiere le puede entregar a V. mi carta y decirle que me ha visto muy buena, pero como considero que en eso suele haber dificultades no quiero dejar a V. sin carta mía, delito que no me debe perdonar ni yo le cometeré. Hoy 14 continúo, para decirle a V. que ayer llegaron de mañana mis cuñados y me trajeron una carta de Fran­ cisco, en que me decía que vendría hoy; así lo ha hecho solo con un tío de Simón, pues el resto de su familia, incluso mi tía, están fuera; pero espero ver pronto a lo menos a Fernando, que es regular lo sepan ya. Me ha dicho Francisco que Tomás está muy gordo y muy con­ tento, igualmente que Fernando, que por ahora ya se halla en ánimos de marchar, y me parece que le pueden Uds. esperar por algún tiempo. Mañana de madrugada saldremos para Caracas y me alegraré que se dilate la salida del barco para escribir a V. más largo, pues por ahora no puede ser.


Qué gusto tendré cuando sepa que V. se ha restituido a Madrid en perfecta salud y felicidad, que haya hallado a Perico y a todos buenos; dele V. un abrazón, como a mis hermanitos, y a mis queridos niñitos un millón de besos, que siempre los tengo en la memoria, y que los quiero muchísimo. Hoy hemos comido alegremente y no faltaba otra cosa que V. y Perico. Deseo a V. la más completa salud y quedo rogando a Dios por ella la conserve lo que desea su hija, que le ama entrañablemente y nunca le olvida. María Teresa P.D. Simón hace a V. y a Perico muchas expresiones y no escribe porque no hay tiempo. Dé V. mis finezas a la tía Mariquita, tío marqués, E., sin olvidar a Vicenta y a Isabel y Ramona.

Al llegar a Caracas, los recién casados fijaron resi­ dencia en la esquina de Las Gradillas, al sureste de la Plaza Mayor, en la casa que le pertenecía a Bolívar como parte del Mayorazgo de la Concepción. El futu­ ro lucía absolutamente promisorio. Sin embargo, seis meses después de su llegada, el 22 de enero de 1803, María Teresa falleció de fiebre amarilla en la misma casa donde iniciara su vida matrimonial con su esposo. Su cuerpo fue enterrado en la Catedral de Caracas, en la Capilla de la Santísima Trinidad, que era el mismo lugar donde reposaban los restos de los padres de su marido. La brevedad de la unión matrimonial impidió que tuviesen descendencia. De este modo, cubierto el trá­ mite matrimonial y habiendo fijado residencia en Ca­ racas, Simón Bolívar, viudo y sin compromisos, siguió disfrutando del cuantioso Mayorazgo de la Concep­ ción. Nunca más volvió a contraer matrimonio.

Dote de María Teresa Rodríguez del Toro y Alayza Un aderezo de brillantes y rubíes compuesto de collar con caídas en forma de herradura, pendientes, broches y piochas, que valen treinta y seis mil reales de vellón. Una sortija con catorce brillantes de toda labor, y un topacio en medio, por orla, que vale tres mil setecientos reales de vellón. Otra sortija redonda con festón, con un rubí por medio, orla de brillantes, y otra de rubíes en su orilla, que vale ochocientos reales de vellón. Otra sortija más chica, con diamante rosa en medio, y orla de rubíes, que vale trescientos reales de vellón. Otra sortija, forma cuadrada, con ocho diamantes brillantes, que vale dos mil reales de vellón. Otra sortija con una esmeralda por medio, y doce diamantes, que vale mil novecientos reales vellón. Otras siete sortijas de inferior calidad, aunque de diamantes, esmeraldas y otras piedras finas, que valen mil reales. Otra sortija rica de brillantes, en que la mejoró su difunta madre, que vale seis mil reales de vellón. Un reloj de oro, guarnecido con perlas, que vale mil y trescientos reales de vellón. Otro reloj de oro que vale novecientos reales de vellón. Una cadena de jazmincillos, que vale setecientos reales de vellón. Antonio Herrera-Vaillant B. La estirpe de las Rojas. Caracas: Academia Nacional de la Historia, Tomo II, 2007, p. 65.

• Viviendas de La Guaira, por Ferdinand Bellermann, 1842-1845. Museos Estatales, Berlín. EL DESAFÍO DE LA

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Amores caraqueños:

SIMÓN BOLÍVAR Y JOSEFA MACHADO

Mirla Alcibíades

• Abanico grabado con acuarela, por Nargeot. Colección Bolivariana, Fundación John Boulton, Caracas.

La Segunda República, la Expedición de Los Cayos y el Congreso de Angostura son hitos esenciales de nuestro proceso independentista durante los cuales Bolívar estuvo acompañado por la mujer que algunos calificaban como su “amante favorita”: Josefa Machado. Así lo demuestran las constantes idas y venidas de ella entre Saint Thomas (su residencia en el Caribe) y el lugar a donde El Libertador la reclamase.

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El 6 de agosto de 1813, el ejército libertador entraba a Caracas en un acto que fue considerado por sus protagonistas como el punto final de una campaña iniciada en la Nue­ va Granada. Se trató de una acción militar que ha sido calificada con el nombre de Campaña Admirable. Cuando la oficialidad comandada por Simón Bolívar llega al centro de la ciudad –entre vítores, música, exclamaciones de júbilo, cantos y numerosos fuegos artificiales– es rodeada por un grupo de jóvenes venezolanas. Algunos años más tar­ de, José Domingo Díaz, el conocido antipatriota, dirá que sumaban “dos o tres docenas de señoritas”. Cuenta la crónica periodística ofrecida por la Gazeta de Caracas que las oferentes ornan con flores el trayecto que recorre el héroe, crean un cerco a su alrededor, al tiempo que prorrumpen en vivas. En la cúspide del entusiasmo, cubren su cuello y sienes con rosas y laureles. Todas iban vestidas de blanco, lo que revela que el homenaje estuvo organizado con esmero en la bús­ queda de la más perfecta armonía y, sobre todo, para ser percibidas al primer golpe de vista entre la exal­ tada multitud congregada al efecto.

identificaba como Pepita Machado, pero el amante enamorado prefería hablar de ella como “La Señorita Pepa”. En la noche hubo baile. Todavía eran tiempos en los que la juventud del jefe militar permitía que el mis­ mo día en que lograba un triunfo militar fundamental, se entregara a los deleites de la danza. Bolívar era apasionado del vals, de manera que no es osado imaginar que su com­ pañera de la noche fuera la bella Josefina. Datos referidos a sus gracias físicas han quedado consignados por quienes la conocieron. Por ejemplo, José Leandro Palacios, primo del Libertador, la define de

esta manera en agosto de 1818: “Ella es una joven bien parecida”. Es una breve afirmación, pero lo suficien­ temente explícita como para dar soporte a lo dicho sobre sus atribu­ tos externos. Para ese momento, la citada joven vivía en la isla caribeña de Saint Thomas. ¿Cuánto tiempo permaneció junta la pareja Machado-Bolívar, Bolívar-Machado? En realidad, poco. Fue una pasión de enamo­ rados que pasó por continuas in­ terrupciones propias de la época. Después del 6 de agosto, Bolívar sale para Valencia el 23. Entre esa fecha y el 6 o 7 de julio de 1814, suman los desencuentros: combates en varios puntos del territorio con la consabida

El héroe y la patriota En el grupo de risueñas jóvenes se contaba una chica que no habría alcanzado la veintena de edad. Su nombre era Josefina Machado. La fuerte atracción entre el héroe y la patriota selló de inmediato. De la identidad de esta mujer que le arrebató el corazón al vencedor del momento se sabe poco; solo se han consignado algunos datos puestos aquí y allá de manera fragmentaria. Entre sus familiares cercanos se la

• Retrato de Luis Brión, grabado de Alberto Urdaneta y Antonio Rodríguez publicado en Papel Periódico Ilustrado, 1885. EL DESAFÍO DE LA

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ausencia de Caracas y la avanzada de Boves en el último mes hablan de separación. Se pierde la Segunda República. Esa pérdida tiene fecha señalada: 7 de julio de 1814, día de la huida de los caraqueños para poner dis­ tancia a la furia de Boves. Desde el 6 los habitantes de la ciudad con posibilidades de pagar un viaje ma­ rítimo, se fugan a La Guaira y, de ahí, a las Antillas. Es muy probable que en ese grupo se cuente Pepita Machado quien, en compañía de su ma­d re y una tía, busca refugio en Saint Thomas.

Una escuadra paralizada por una mujer La separación es prolongada. Bo­ lívar anda desesperado buscando apoyo económico, político y militar; sobre todo solicita ayuda en las cos­ tas caribeñas. Es verosímil suponer algún contacto epistolar entre ellos, pero esa correspondencia se ha ex­ traviado. Lo cierto es que mientras se organiza la expedición de Los Ca­ yos (en 1815) hay evidencias de que el caraqueño mantiene comunicación escrita con ella. De no haber sido así, no habría sido posible concertar el lugar del inminente encuentro.

La mencionada expedición con­ tó con el apoyo financiero de Luis Brión. El presidente de Haití, Ale­ jandro Pétion, impone que sea Bo­ lívar quien dirija las operaciones. Refiere el miliciano L.V. Ducoudray Holstein que salen de Los Cayos para ir a la isla de Margarita el 10 de abril de 1816. Las palabras precisas de su relato son las siguientes: “Pero apenas llegamos a la isla de San Bea­ ta, toda la escuadra fue paralizada por una mujer. Esta mujer no era ni más ni menos que la señorita Pepa M., amante favorita del general Bo­ lívar. Gracias a sus secretas virtudes, esta dama mantuvo anclada duran­ te más de 48 horas a toda la escuadra compuesta por unos mil hombres”. Según la cronología de esos tiem­ pos, tenían un año y nueve meses sin verse. Ella no está sola, sigue acompa­ ñada por la madre y la tía. Con esta escolta femenina el Libertador irá a Juan Griego, Carúpano y Ocumare de la Costa. En este último lugar sufre la derrota que ha llevado a muchos a dirimir si hubo atención o desatención de su parte en las acciones bélicas del momento. No faltó entre los testigos de esas accio­ nes quien asegurara que Bolívar dio preferencia en salvar a la amada an­ tes que al ejército que comandaba.

De la identidad de esta mujer que le arrebató el corazón al vencedor del momento se sabe poco; solo se han consignado algunos datos puestos aquí y allá de manera fragmentaria.

• Notables de la capital, por Carmelo Fernández. Biblioteca Nacional de Bogotá .

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• Desembarcadero de Angostura, por Ferdinand Bellermann, 1842-1845. Museos Estatales, Berlín.

En todo caso, abandonan aguas ve­ nezolanas el 18 de julio de 1816. Comparten embarcación y él mis­ mo se encarga de ponerla a buen resguardo. El 9 de agosto desem­ barcan en la isla Tórtola. Ella fija su residencia nuevamente en la isla de Saint Thomas. El encuentro en esta oportuni­ dad duró cuatro meses: entre ini­ cios de abril y el 9 de agosto de 1816. Sin embargo, aunque acosado por intensos compromisos de toda ín­ dole, el héroe no la olvida. Cuando vive en Angostura (1817), requiere su presencia. Con apremio acude a su primo José Leandro. En una comunicación epistolar que dirige a este familiar en agosto de 1818 lo conmina con estas palabras: “Haz lo que puedas porque vengan aquí si aún no se han ido”. Se refiere, desde luego, tanto a ella como a la madre y la tía, compañeras inseparables de los recorridos de Pepita. Pero, desde luego, es a ella a quien espera con ansias. El primo responde el siguiente 14 de octubre con estas palabras: “En esta ocasión tengo el placer de escri­

bir a V. esta por la apreciable porta­ dora Pepita, que al fin ha logrado sus deseos embarcándose hoy con su madre y demás familia para Angos­ tura...”. En consecuencia, podemos sostener la idea de que el reencuen­ tro se produce ese mes en el nuevo centro de poder patriota.

“Gracias a sus secretas virtudes, esta dama mantuvo anclada durante más de 48 horas a toda la escuadra compuesta por unos mil hombres.” El fuerte lazo que los une no se oculta. Es a ella a quien requiere no obstante los azares del tiempo y las circunstancias de sus agitadas vi­ das. ¿Cuánto tiempo permanecen unidos en esta oportunidad? Pocos meses. Entre noviembre de 1818 y enero de 1819 Bolívar hace algunas salidas a territorios cercanos al lu­ gar de residencia. Probablemente

ella lo espera en la población pues la urgencia de los preparativos del Congreso de Angostura no le per­ mite a Bolívar dilaciones. Después del célebre discurso en la instala­ ción del Congreso, llega al Apure el 10 de marzo de 1819. El 27 de mayo de ese año decide la Campaña de Boyacá. Unos historiadores sostienen que Josefa Machado lo acompaña en esos recorridos posteriores al mes de febrero; otros, que perma­ neció en Angostura por causa de enfermedad. El hecho comproba­ ble es que la tuberculosis se agra­ va mientras atraviesa los Llanos. Ramón Díaz Sánchez sugiere que cuando la alcanza la muerte no se encontraba con el amado sino que iba “en busca de mejor clima para sus destrozados pulmones”. Lo que sí queda como certeza de­finitiva es que, por encima de los constantes desencuentros, la pareja constituyó una referencia amatoria. El círculo cercano a Bolívar sabía que ambos se hacían uno en ansie­ dad sentimental y en compromiso político. EL DESAFÍO DE LA

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Ibáñez,

UN AMOR NO CORRESPONDIDO Bernardina Ibáñez fue destinataria de varias cartas amorosas firmadas por Bolívar, y aunque alguna vez se manifestó confundida, nunca cedió a los requerimientos de este. Vinculada como toda su familia a una vida política muy activa, acabaría contrayendo matrimonio con un hombre que tenía en su haber el haber intentado acabar con la vida de su antiguo pretendiente. Armando Martínez Garnica

• Vista del terreno en donde se dio la acción de Boyacá, por Carmelo Fernández, 1851. Biblioteca Nacional de Colombia , Bogotá .

Después de su triunfal campaña militar por el bajo Magdalena, entre Barranca y el Puerto Real de Ocaña (hoy Gamarra), entró el coronel Simón Bolívar a la ciu­ dad de Ocaña el día 9 de enero de 1813. Después de asis­ tir a un tedeum oficiado en el templo parroquial por su feliz llegada, la comitiva de oficiales y vecinos se dirigió a la casa de doña Carmen Ibáñez, donde se le ofreció un banquete. Fue durante este día cuando el militar cara­ queño conoció a los once hermanos Ibáñez Arias y a sus padres, una constelación de bellas personas entusiastas de la causa patriótica. La cabeza de esta familia era el doctor Miguel Ibáñez Vidal, natural de Cartagena de Indias (1761), doctorado en el convento universidad de Santo Tomás el 1º de enero de 1783, que había llegado a Ocaña como oficial real y juez de puertos por nombramiento del virrey Antonio Caballero Góngora, y allí contrajo matrimonio en 1787 con la señorita ocañera doña Manuela Jacoba Arias Ro­ dríguez. Los cinco hijos varones Ibáñez Arias tuvieron una historia de patriotismo ejemplar: Pedro Alcántara fue intendente y comisario por orden de Bolívar du­ rante doce años, así como gobernador de la provincia de Ocaña; Miguel, hecho médico, fue constituyente de 58 •

EL DESAFÍO DE LA

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Colombia en 1821 y alcalde de Bogotá; Antonio, como teniente coronel, acompañó a Bolívar en sus campañas y vino con él de Mantecal a la batalla de Boyacá; Ma­ nuel, con el grado de coronel, fue edecán del Libertador y combatió en Carabobo, y Vicente contrajo matrimonio con una hermana del general Domingo Caicedo, quien fue vicepresidente de Colombia.

La menor de las Ibáñez Las seis bellas hijas del matrimonio fueron la anfi­ triona Carmen, María Josefa, Isabel, Manuela, Nicolasa y Bernardina. Así que la “niña de la casa” era Bernardi­ na, que en el momento de conocer al coronel Bolívar solo tenía 12 años. En todo caso, este afortunado militar dio una muestra de su aprecio por la familia Ibáñez al liberar de su prisión a don Antonio José Caro, compro­ metido en matrimonio con Nicolasa, quien agradeci­ do cumplió su promesa de caballero este mismo año. Como se sabe, Bolívar siguió su camino hacia los valles de Cúcuta, desde donde emprendió su Campaña Ad­ mirable a Venezuela que le valió el título de Libertador. La siguiente vez que el militar caraqueño volvió a ver a Bernardina Ibáñez fue durante la noche del 10


de agosto de 1819, cuando ella integraba el grupo de damas de honor que lo recibió en la casa bogotana de doña Genoveva Ricaurte para festejar el resultado de la batalla de Boyacá. Para entonces ya Bernardina tenía 18 años y era considerada la más bella e inteligente de las señoras Ibáñez. El calificativo de “melindrosa” que Bolívar le dio en 1822 proviene de la palabra latina mellitulus (diminutivo de mellitus: miel), y probablemente describía bien su carácter: era una mielecita delicada. Efectivamente, quienes la conocieron aseguraron que era la mujer más bella de la Nueva Granada en la década de 1820. Un extranjero dijo de “la hermosa Bernardina” que era “a la vez una jolie femme et una belle femme. Su figura es finamente redondeada y hermosamente pro­ porcionada, su continente lánguido y vivaz alternada­ mente”. En las fiestas se hacía rogar, “por amor a Dios”, para bailar. Se preparaba entonces para el baile “ence­ rrando sus pies chinos en un leve par de zapatillas”, una indicación de su estatura mediana y sus pies pequeños. Su dulzura de carácter se acompañaba de una voz aguda y de una risa fácil y tintineante, con el voseado típico del acento ocañero, así como de una conducta bromista con sus admiradores. Su tez era blanca y rosada, y su ca­ bello negro y abundante, además de liso. Un inglés fle­

• Retrato de Francisco de Paula Santander, por un autor anónimo, hacia 1825. Museo de la Independencia , Bogotá .

• Bernardina Ibáñez, por José María Espinosa, 1800.

mático que la conoció en 1823, el capitán Charles Stuart Cochrane, anotó en su Diario: “Tenía unos diecisiete años cuando la vi, alegre y agradable, con buena figura y más alta que la estatura mediana; unos ojos asombro­ samente finos, cuya influencia ella conocía muy bien; cabellos negros como el ébano y muy abundantes, que ella mantenía arreglados con elegancia y esmero; faccio­ nes finas regulares, con una encantadora mezcla de rojo y blanco; y unos dientes aperlados que brillaban entre sus labios bermellón. Las mujeres la envidiaban y los hombres hacían bien en admirarla como al espécimen más bello de la naturaleza que ellos jamás habían visto”. No es de extrañar entonces que Bolívar hubiera sido impactado por la bella figura y carácter de Bernardina, alma de todos los bailes que se organizaron en Santafé después del triunfo de Boyacá, como lo registra la si­ guiente nota del diario que llevaba el coronel Joaquín París: “Bolívar es muy popular entre las damas pero él sólo le hace sus fiestas a B.I.”. Desde Cali, el 1º de agosto de 1820, el Libertador le hizo la siguiente recomendación al vicepresidente San­ tander: “Dígale muchas cosas a Bernardina, y que estoy cansado de escribirle sin respuesta. Dígale usted que yo también soy soltero, y que gusto de ella aún más que [el coronel] Plaza, pues que nunca le he sido infiel”. Tan fiel como él, Santander no le dio muchas esperanzas en su respuesta del 12 de agosto siguiente: “No he visto a EL DESAFÍO DE LA

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“Las mujeres la envidiaban y los hombres hacían bien en admirarla como al espécimen más bello de la naturaleza que ellos jamás habían visto.”

Bernardina todavía; le diré su recado y usted sabrá su contestación. Mil veces me ha dicho que no había mujer que tuviese más confusión que ella. Yo no he querido mezclarme en sus negocios, pero descubro que tiene es­ peranzas en Plaza y desconfianza de los otros, incluso de usted. Desde lejos no parecen muy seguros los golpes del amor”. Bernardina contaba con varios pretendientes, pero el principal de ellos era el coronel Ambrosio Plaza Obel, con quien esperaba contraer matrimonio, pero este murió en la Batalla de Carabobo, frustrando así su sueño juvenil. Aunque quedaba el camino de este amor despejado para el Libertador, ocurrió en Quito el en­ cuentro de este con Manuela Sáenz, quien lo dejó todo para acompañarlo el resto de su vida. Así que cuando el general Bolívar regresó a Bogotá, después de muchos años de ausencia, ya la Sáenz estaba a sus espaldas como “compañera fiel”, y sus consejos eran “consentidos por mis obligaciones, y tuyos son todos mis afectos”.

• Plaza Mayor de Bogotá, por José Santiago Castillo. C asa Museo 20 de julio, Bogotá .

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En bandos opuestos La pugna política que desde 1827 enfrentó a Bolívar con Santander puso a las hermanas Ibáñez en un ban­ do opuesto del que atizaba la Sáenz, pues los conoce­ dores saben que Nicolasa era amante de Santander y desde la quinta Santa Catalina, a orillas del río Fucha, sostenía una tertulia de los granadinos partidarios de la separación de Venezuela, como la Sáenz sostenía la suya en la quinta que el concejo de Bogotá había regalado al Libertador. Dado que las dos quintas campestres fue­ ron cuarteles generales de la maledicencia, el chisme y la pugna partidista entre las damas leales a esos dos hombres, un anónimo versificador bogotano nos dejó una copla que en 1830 se cantaba en las fiestas: “Sólo habrá paz en Colombia/ el día que mueran Nicolasa/ y Bernardina Ibáñez,/ Bárbara Leyva y Mariquita Roche”. Muerto Bolívar en Santa Marta y desterrada la Sáenz a su exilio peruano, finalmente Bernardina se rindió a la seducción de Miguel Saturnino Uribe, soltero impe­ nitente y rico comerciante socorrano establecido en Bogotá, con quien procreó y parió en secreto a Carmen Uribe, criada por las monjas carmelitas del convento donde después funcionaría el hospicio de Bogotá. Le­ gitimada finalmente por su padre biológico, esta “huér­ fana de convento” se casó en 1849 con el cónsul de Dinamarca, Carlos Michelsen Koppel, convirtiéndose en el tronco de la familia Michelsen Uribe de la cual descendió el presidente Alfonso López Michelsen, su bisnieto.

• Simón Bolívar, por Dexel. Museo Nacional de Historia, Lima.

Carta de Simón Bolívar a Bernardina Ibáñez Cali, 5 de enero de 1822 Para la melindrosa y más que melindrosa, bella Bernardina (en el sobre) Mi adorada B.: ¡Lo que puede el amor! No pienso más que en ti y en cuanto tiene relación con tus atractivos. Lo que veo, no es más que la imagen de

Muerto Bolívar en Santa Marta y desterrada la Sáenz a su exilio peruano, finalmente Bernardina se rindió a la seducción de Miguel Saturnino Uribe, soltero impenitente y rico comerciante socorrano establecido en Bogotá.

lo que imagino. ¡Tú eres sola en el mundo para mí! Tú, ángel celeste, solo animas mis sentidos y deseos más vivos. Por ti espero tener aún dicha y placer, porque en ti está la que yo anhelo. Después de todas estas y otras muchas cosas que no le digo por modestia y discreción, ni pienso que no te amo. No me acuses más de indiferente y poco tierno. Ya ves que la distancia y el tiempo sólo se combinan para poner en mayor grado las deliciosas sensaciones de tus recuerdos. Es justo no culparme más con tus vanas sospechas. Piensa sólo en lo que puedes negar de mi pasión y constancia eter-

Bernardina Ibáñez, ya liberada del “secreto” que abandonó en el convento de las monjas carmelitas, con­ trajo en la Bogotá de 1836 matrimonio con Florentino González, prometedor político liberal, con quien pro­ creó dos hijas gemelas: Belén y Soledad González Ibá­ ñez. Era el joven exaltado que había entrado durante la “nefanda noche septembrina” de 1828 a intentar matar al Libertador, y quien salvó su vida gracias a la clemen­ cia que solicitó para él doña Manuelita Sáenz.

na. Escríbeme mucho: ya estoy cansado de hacerlo yo; y tú, ingrata no me escribes! Hazlo, o renuncio a este delicioso alivio. Adiós, tu enamorado. Simón Bolívar Simón Bolívar. Obras completas. La Habana: Editorial Lex, 1950, tomo I, p. 615.

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Las gloriosas damas Garaycoa María Consuelo Andara

Entre las cartas más afectuosas escritas por Bolívar se cuentan las que remitió a las damas de la familia Garaycoa. Abundan ellas en frases amorosas y galantes; sin embargo, no se conocen pruebas documentales de que alguna de las Garaycoa haya sido su amante. Constituye esta correspondencia un claro testimonio de los afectos que solía despertar El Libertador. • Simón Bolívar, por José María Espinosa, 1830, miniatura sobre marfil. Colección particular, Bogotá.

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Una cercana y emotiva relación afectiva, con nu­ merosas referencias documentales, es la que sostiene Simón Bolívar con las damas de la familia Garaycoa; guayaquileñas defensoras de la causa independentista que, por casi una década, le profesaron un amor incon­ dicional. Tres generaciones de ese matriarcado fueron fieles e íntimas amigas de Bolívar: doña Eufemia, “la mamá grande”; las hijas Manuela, Joaquina y Geróni­ ma, y las nietas Baltazara, Carmen y Mercedes fueron confidentes, defensoras inteligentes y amantes platóni­ cas de Bolívar.

“No puedo negar que Vmds. me harán ir al cabo del mundo, sólo por tener el gusto de rendirles mis cordiales agradecimientos.” En julio de 1822, Bolívar llega a Guayaquil y conoce a la familia y queda inmediatamente prendado de Car­ men, la cuarta hija de Manuela, llamándola la “Gloriosi­ ta”. Narran que en un baile ofrecido a Bolívar, luego del triunfo de Pichincha, tomó la corona simbólica que a él le obsequiaron y colocándosela a Carmen dijo: “Que los laureles de la gloria, orlen vuestras sienes, pues eres, la Gloriosa de la Patria”.

• Carta de Bolívar dirigida a la “Gloriosa”, sin lugar, ni fecha (posible data: 1822).

Manuela era madre de seis hijos. A pesar de todas las penurias económicas y del fusilamiento de su marido Francisco García Calderón y Díaz, no se amilanó y edu­ có a sus hijos en las ideas liberales y a los varones Abdón y Francisco, los conminó para que se incorporasen a la lucha por la independencia. Para Bolívar, Manuela era el modelo icónico de una madre en sintonía con los tiempos, aquella que estaba dispuesta a sacrificarse por el triunfo de la causa patriota y a hacer los esfuerzos que fuesen necesarios para alcanzar la independencia.

Una correspondencia exaltada

• Carta de Bolívar dirigida a las Garaycoa donde las llama “mis amigotas”. Bogotá, 16 de noviembre, probablemente en 1826.

Ella fue el puente para que Bolívar simpatizara con sus hermanas. Joaquina, mujer apasionada que desde el primer momento llamó a Bolívar “Mi Glorioso” y él en retribución la nombró “La Gloriosa”. A Gerónima, la menciona cariñosamente con el adjetivo de “La Loca” por su carácter tempestuoso. Luego de un mes y medio en Guayaquil, Bolívar se trasladó a Cuenca llevándose gratos recuerdos de las Garaycoa y desde allí entablaron una sostenida correspondencia, que se prolongó hasta su muerte; en algunos casos las cartas de Bolívar son autógrafas y en algunos otros, incluían saludos de los escribientes para la familia. EL DESAFÍO DE LA

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intimidad de la alcoba, aunque siempre habrá voces que sugieran, en el caso de Joaquina, que Bolívar fue casi una obsesión. Doña Manuela considera a Bolívar parte de su fami­ lia y le comenta en sus cartas, episodios de la cotidianei­ dad, como el matrimonio de su hija Mercedes en 1824. En otra ocasión habla de Joaquina quien tras un fuerte dolor de cabeza, no consiguió más antídoto que una carta de Bolívar, la que aplicó en su frente: “y por influjo de la imaginación está buena”.

“Qué más deseo ver a mis heroicas amigas que ganar batallas ni aun librar a Guayaquil, la tierra de las bellas y de buenas colombianas.”

• Era indudable la popularidad de Bolívar entre las féminas, con muchas de ellas estableció lazos de amistad, como fue el caso de las Garaycoa. En la imagen Mujeres blancas, grabado de Carmelo Fernández, 1850. Biblioteca Nacional de Bogotá.

Una carta sin fecha, quizás de esta primera estan­ cia de Bolívar en Guayaquil, deja ver un acercamiento afectivo y cómplice con Joaquina, quien desde el primer encuentro le pidió tomar su nombre y, desde entonces, firmaba “Gloriosa Simona Joaquina Trinidad y Bolívar”: “¡Señora! Yo tendré la mayor satisfacción de bailar con Vmd. cuando Vmd. disponga y señale el día y la noche. El tiempo está bueno y la Luna también por lo mismo no habría inconvenientes por la marea. ¡Gloriosa mía! doy a Vmd. mil gracias por tantas bondades y más aún por haber tomado mi nombre. Póngame Vmd. a los pies de las señoras y reciba el corazón de Bolívar”. Bolívar pasa de Cuenca a Quito, desde donde escribe nuevamente a la familia el 16 de noviembre de 1822 a las que advierte: “No puedo negar que Vmds. me harán ir al cabo del mundo, sólo por tener el gusto de rendirles mis cordiales agradecimientos. ¡Son Vmds. tan buenas conmigo que no es posible más! La Gloriosa tiene razón de quererme porque yo la amo, de amor y gratitud”. Bo­ lívar en esta época ya estaba en amores con Manuelita Sáenz y no hay indicios documentales de que las rela­ ciones con ninguna de las Garaycoa hayan llegado a la 64 •

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A fines del año 1824, Bolívar envía a la familia una copia de la gaceta extraordinaria del gobierno de Lima con el parte de guerra de la Batalla de Ayacucho, con el impreso de fecha 22 de diciembre de 1824, llega la nota autógrafa: “A la Gloriosa; y gloriosas damas Garaycoas, el amigo y muy amigo Bolívar; Al Gloriosito mil besos de mi parte.”

• Carta de Bolívar dirigida a las las amabilísimas damas Garaycoa, fechada en Cuenca (14 de septiembre de 1822).


• Impreso en Lima, 22 de diciembre de 1824, relativo a la Batalla de Ayacucho, con anotaciones hechas por Bolívar a las Garaycoa.

Desde la hacienda El Garzal en Babahoyo, Bolívar escribe en 1823, a doña Eufemia, para agradecer el envío de unos dulces hechos por ella: “Tanta bondad merece un agradecimiento tan fino como es delicado el obsequio”. El Libertador le afirma que “siempre estoy pensado en mis bellas amigas” y termina la carta di­ ciendo “Todo me dice: si aquí estuvieran las Garaycoas, otro sería el hechizo de la hermosa naturaleza”. En otra de sus cartas las llama “Mis dignas amigotas!!!!” y tie­ ne para ellas siempre un piropo “¡las bellas son siempre heroicas! No hay remedio, Vmds. lo valen todo.” Llega a afirmar en otra misiva para La Gloriosa, desde Buijo, de fecha 30 de junio de 1829 “que más deseo ver a mis heroicas amigas que ganar batallas ni aun librar a Gua­ yaquil, la tierra de las bellas y de buenas colombianas.”

Solidaridad en la adversidad El 13 de junio de 1830, Joaquina escribió a Bolívar, quien iba camino al exilio, para expresarle el dolor

que le causaba el desenlace del conflictos ocurridos en la República de Colombia. En esa misma carta ella recuerda un curioso regalo de Bolívar, la perra Fineza: “Si antes he cuidado y querido a la Fineza, como prenda de Ud. y como ella merece por sus gracias, yo la estimaré más cada día y siempre le miraré como fineza de Ud. Ella será mi mejor compañera y siempre estará en mis más gratos y dulces recuerdos”. El afecto que Bolívar siempre demostró hacia las muje­ res integrantes de la familia Garaycoa fue cercano y genui­ no, y dan cuenta de cómo se expresaban estas emociones y esta particular cercanía a través de la correspondencia que sostuvo con cada una de ellas. Se trata de un testimonio que permite apreciar cómo en medio de la contienda, hay espacios para el trato personal, cotidiano y familiar, más allá de los códigos heroicos y épicos de la guerra, especial­ mente en el caso de un personaje como Bolívar, a quien el culto heroico lo presenta fundamentalmente como mili­ tar y estadista, sin detenerse en sus afectos y emociones. EL DESAFÍO DE LA

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Cartas de amor

entre Simón Bolívar y Manuela Sáenz

Cartas de Manuela Sáenz a Simón Bolívar (¿Lima?) 27 de Noviembre (¿de 1825?) (A. S. E. El Libertador) Señor: Estoy muy brava y enferma. Cuán cierto es que las grandes ausencias matan al amor, y aumentan las grandes pasiones, Vd. que me ten­ dría un poco amor, y la grande separación lo acabó, pero yo que por Vd. tuve pasión, que esta la he conservado por conservar mi reposo y mi dicha, que ella existe y existirá mientras viva Manuela. El general Sandes llegó y nada me trajo de Vd. ¿Tanto le cuesta el escribirme? Si tiene Vd. que hacerse violencia no haga nunca. Yo salgo el 1º de diciembre (y voy porque Vd. me llama) pero después no me dirá que vuelva a Quito pues más bien quiero morir que pasar por sinvergüenza, Manuela. Estoy con un gran dolor de cabeza y en cama me vio el general Sandes.

Dos cartas de Simón Bolívar a Manuela Sáenz Plata, 26 de noviembre (1825) Mi amor: Sabes que me ha dado mucho gusto tu hermosa car­ ta. Es muy bonita la que me ha entregado Salazar. El estilo de ella tiene un mérito capaz de hacerte adorar por tu espíritu admirable. Lo que me dices de tu marido es doloroso y gracioso a la vez. Deseo verte libre pero inocente juntamente; porque no puedo soportar la idea de ser el robador de un corazón que fue virtuoso, y no lo es por mi culpa. No sé cómo hacer para conciliar mi di­ cha y la tuya con tu deber y el mío: no se cortar este nudo que Alejandro con su espada no haría más que intrincar más y más; pues no se trata de espada ni de fuerza, sino de amor puro y de amor culpable: de deber y de falta: de mi amor, en fin, con Manuela la bella. Simón Bolívar. Obras completas. La Habana: Editorial Lex, 1950, tomo 2, p.278.

(Lima, marzo o abril de ¿1826?) (A. S. E. El Libertador) Señor: Yo sé que Vd. estará enfadado conmigo pero yo no tengo la culpa, entré por el comedor y vi que había gen­ te, mandé llevar candela para sahumar unas sábanas al cuarto inmediato, y al ir para allá me encontré con todos, con esta pena ni he dormido, y lo mejor es señor que yo no vaya a su casa sino cuando Vd. pueda o quiera verme. Dígame si come algo antes de toros. Manuela. Va un poco de almuerzo que le gustará, coma por Dios ¿No?

Ibarra, 6 de octubre (1826) Mi encantadora Manuela: Tu carta del 12 de septiembre me ha encantado: todo es amor en ti. Yo también me ocupo de esta ardiente fiebre que nos devora como a dos niños. Yo, viejo, sufro el mal que ya debía haber olvidado. Tú sola me tienes en este estado. Tú me pides que te diga que no quiero a nadie ¡Oh! No, a nadie amo: a nadie amaré. El altar que tú habitas no será profanado por otro ídolo ni otra imagen aunque fuera la de Dios mismo. Tú me has hecho idó­ latra de la humanidad hermosa o de Manuela. Créeme: te amo y te amaré sola y no más. No te mates. Vive para mí, y para ti: vive para que consueles a los infelices y a tu amante que suspira por verte. Estoy tan cansado del viaje y de todas las quejas de tu tierra que no tengo tiempo para escribirte con letras chiquiticas y cartas grandotas como tú quieres. Pero en recompensa si no rezo estoy todo el día y la noche entera haciendo meditaciones eternas sobre tus gracias y sobre lo que te amo, sobre mi vuelta y lo que harás y lo que haré cuando nos veamos otra vez. No puedo más con la mano. No sé escribir.

Boletín de la Academia Nacional de la Historia, N° 62. Caracas, 1933, p. 333 y 334.

Simón Bolívar. Obras completas. La Habana: Editorial Lex, 1950, tomo 2, p. 477.

Manuela Sáenz al general Simón Bolívar

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Así lo vieron Los amores entre Manuela Sáenz y Simón Bolívar Manuela Sáenz constituye refe­ rente insoslayable en la vida amoro­ sa de Simón Bolívar. La “Liber­tadora del Libertador” la llamó el propio Bolívar por haberle salvado la vida la noche del atentado septembrino. Sobre su vida y su relación con el Libertador la bibliografía es abun­ dante. En la mayoría de los casos se reitera su vinculación amorosa con Bolívar y se destaca de mane­ ra especial su participación el día del atentado; se trata fundamen­ talmente de presentarla como una de las heroínas emblemáticas de la Independencia. Más recientemente se ha hecho un esfuerzo por ofrecer una lectura de su actuación pública, más allá de su relación afectiva con el Libertador, a fin de destacar su compromiso con el proyecto políti­ co de la Independencia, sin embargo sigue predominando la lectura que sujeta su vida y biografía a la de ha­ ber sido compañera sentimental de nuestro héroe. Se seleccionan aquí varios tex­ tos sobre Manuela Sáenz y su re­ lación afectiva con Simón Bolívar escritos por diferentes autores con el propósito de ofrecer algunas de las miradas y opiniones que suscitó la actuación y presencia de ella en la vida de Bolívar y en los agitados tiempos que les tocó vivir.

irregular: linda mujer, gordita, ojos oscuros, mirada indecisa, tez rosada de fondo blanco, cabellos negros. En cuanto a su continente, nada tan fugaz e inaprensible: a veces era una gran señora, a veces una ñapan­ ga; bailaba con igual gracia un minuet o la cachucha. Su conversación no era propia­ mente interesante cuando se aparta­ ba de las florituras galantes; era dada

a la burla pero sin sutileza. Ceceaba ligeramente, con intención, como suelen hacerlo las mujeres del Ecua­ dor. Poseía un encanto secreto para hacerse adorar. El doctor Cheyne decía: “Es una mujer de singular conformación”. Nunca logré que me explicara cómo estaba conformada. […] Se había casado con un médico inglés muy respetable. Lo abandonó

El testimonio de Boussingault Manuelita no confesaba su edad. Cuando la conocí representaba veintinueve a treinta años; estaba en todo el esplendor de su belleza

• Doña Manuela Sáenz, por un autor anónimo, 1833. Colección particular. EL DESAFÍO DE LA

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para vivir con el Libertador, enton­ ces en toda su gloria, en todo su poderío dictatorial. Todo el mundo criticó la conducta del Libertador. El marido reclamaba a su mujer en los más vivos términos; no se le hizo caso, y, si no me engaño, recibió orden de salir del Perú. Sin embargo, la opinión pública se manifestó tan claramente contra semejante abuso del poder, que Bo­ lívar se decidió a enviar a Manuelita a Nueva Granada, a Bogotá, donde la conocí. En Lima, Manuelita había sido asombrosamente inconsecuente, una verdadera mesalina. Los ede­ canes me han contado cosas increí­ bles que sólo Bolívar ignoraba. Los amantes, cuando están bien ena­ morados, son tan ciegos como los maridos. Juan Bautista Boussingault. Memorias. Caracas: Ediciones Centauro, 1974, pp. 300-301.

La Libertadora del Libertador Afirma Boussingault en sus Memorias que Manuela tuvo de aman­ tes en Bogotá al doctor Cheyne y al joven inglés Wild. Nosotros sin da­ tos concretos a este respecto y dada la naturaleza infame de los escritos del sabio francés sobre Manuela, no damos ninguna fe a estas asercio­ nes. Por los elogios de Boussingault a la belleza y atractivos de Manuela y el anhelo constante de cultivar su amistad, se deduce que estuvo loca­ mente enamorado de ella y despe­ chado por su indiferencia se vengó, como mal caballero, cada vez que la menciona en sus memorias. […] Manuela Sáenz ha entrado de­ finitivamente en la historia con el merecido renombre de Libertado­ ra del Libertador y la aureola de un carácter sincero y generoso. Su se­ renidad y valor ahorraron a nuestra patria la vergüenza del asesinato 68 •

EL DESAFÍO DE LA

historia

del héroe, motivo suficiente para evocar su recuerdo con respeto y simpatía, y procurar que su historia quede limpia de leyendas inverosímiles o impropias tejidas por la maledicencia mundana y enemigos políticos. Vicente Lecuna. “Manuelita Sáenz”. En: Catálogo de errores y calumnias en la historia de Bolívar. Nueva York: The Colonial Press, 1968, tomo III, p. 219.

Un amor febril y apasionado Había algo febril en estos amores. Tal vez era la insistente presencia de la guerra lo que les procuraba una sensación de excitación reprimida; tal vez era el conocimiento de que debían terminar demasiado pron­ to. Y, por otra parte, Manuela podía amar sin consecuencias, según lo sabía ya para ahora. Era estéril, “una mujer de conformación singular”, como había dicho un médico esco­ cés que la había examinado; nunca conocería la normal realización de la maternidad y, por ello, sus más profundos impulsos reclamaban con insistencia otras salidas. Bolívar también era empujado por poderosos estímulos y se mos­ traba habitualmente pródigo con sus energías, en esta dirección como en las demás. Por otra parte, estaba ya en la primera fase de la tubercu­ losis, una enfermedad mortal exa­ gerada por sus pasiones. Su madre había muerto tísica y él estaba pre­ dispuesto al mal. Ahora, después de las privaciones de su vida de soldado, después de vivir durante años y años a costa de su capital de energías, la enfermedad se estaba imponiendo. Hasta el rostro lo indicaba a veces; había un brillo de fiebre en los ojos y la piel tenía un aspecto seco, casi de barniz. Era el ardor de un hombre y una mujer que se habían conocido en un ambiente de violencia tropical. En la fría noche quiteña, con un

solo brasero para calentar la gélida habitación, olvidados por el mo­ mento de todo lo demás, los dos re­ volucionarios cambiaban ardorosos besos. Y en estas desnudas batallas nocturnas Bolívar se vio una vez ante su igual. No era únicamente la pasión física de Manuela que devo­ raba energías ya minadas por largas jornadas de trabajo, sino algo más profundo y duradero. Era una nece­ sidad íntima de Manuela, un impul­ so que sacaba a la superficie lo que Bolívar apenas había sospechado que hubiera en él. No lo había advertido en un prin­ cipio, pero ahora veía que Manuela ofrecía un amor que podía sumergir por completo al amado. Anunciaba una relación que, desde la muerte de su esposa, Bolívar había tratado de evitar a toda costa. Quería evitar­ la. Había pasado muchas veces por situaciones así y tenía el adecuado sentido de la proporción. Manuela no era más que una mujer y la pieza que se quería cobrar era mucho ma­ yor: Bolívar quería seducir a todo un continente. Víctor W. Von Hagen. La amante inmortal. Los amores de Simón Bolívar y Manuela Sáenz. México: Editorial Diana, 1972, pp. 60-61.

• Manuela Sáenz, copia realizada por Tecia Walker de una acuarela original de Marcos Salas conservada en la Casa Museo Quinta de Bolívar, Bogotá.


Neruda le canta a Manuela La insepulta de Paita (fragmentos)

XII ELLA Tú fuiste la libertad, libertadora enamorada. Entregaste dones y dudas, idolatrada irrespetuosa. Se asustaba el búho en la sombra cuando pasó tu cabellera. Y quedaron las tejas claras, se iluminaron los paraguas. Las casas cambiaron de ropa El invierno fue transparente.

Pablo Neruda. “La insepulta de Paita. Elegía dedicada a la memoria de Manuela Sáenz, amante de Simón Bolívar”. En: Arturo Valero. En defensa de Manuela Sáenz, la Libertadora del Libertador. Guayaquil, 1988, pp. 40 y 44.

Es Manuelita que cruzó las calles cansadas de Lima, la noche de Bogotá, la oscuridad de Guayaquil, el traje negro de Caracas. Y desde entonces es de día.

Heroína de la epopeya americana Fue la participación de Manuela Sáenz la noche del 28 de septiembre lo que le permitió ingresar a la his­ toria. El propio Bolívar contribuyó a ello al consagrarla como la Liberta­ dora del Libertador; posteriormen­ te la historiografía se encargaría, poco a poco de incorporarla al pan­ teón de las heroínas despojándola de aquellos rasgos biográficos que resultaban incómodos para la ha­ giografía del héroe. O’Leary la menciona en sus me­ morias al destacar su actuación de­ cisiva la noche de septiembre; otro tanto hace el general colombiano Posada Gutiérrez. Más avanzado el siglo xix, Arístides Rojas se aviene a mencionarla cuando se refiere a la noche aciaga, sin embargo no se

XIX ADIÓS Adiós, bajo la niebla tu lenta barca cruza: es transparente como una radiografía, es muda entre las sombras de la sombra; va sola, sube sola, sin rumbo y sin barquera. Adiós, Manuela Sáenz, contrabandista pura, guerrillera, tal vez tu amor ha indemnizado la seca soledad y la noche vacía. Tu amor diseminó su ceniza silvestre. Libertadora, tú que no tienes tumba, recibe una corona desangrada en tus huesos, recibe un nuevo beso de amor sobre el olvido, adiós, adiós, adiós Julieta huracanada. Vuelve a la proa eléctrica de tu nave pesquera, dirige sobre el mar la red y los fusiles, y que tu cabellera se junte con tus ojos, tu corazón remonte las aguas de la muerte, y se vea otra vez partiendo la marea, la nave conducida por tu amor valeroso.

inhibe de incorporar su juicio moral sobre la quiteña: una mujer “tan li­ viana como heroica”. Será en el siglo xx cuando final­ mente se recompone y se busca conciliar la vida de Manuela con la biografía que corresponde a la heroí­ na y compañera del grande hombre de América. Será su compatriota, el historiador Alfonso Rumazo González quien se haga cargo de la tarea en su libro Manuela Sáenz: la Libertadora del Libertador, pu­ blicado en 1945. Se reconstruye la vida de Manue­ la para presentarla como la víctima de una infancia infeliz, por ser hija natural en una sociedad de rígidos valores, por las carencias afecti­ vas que padeció y, por supuesto, se niega el episodio de la fuga con el

oficial. A ello se añade la contra­ riedad que representó el matrimo­ nio impuesto por el padre, con un hombre extranjero y mayor que ella. Todo ello explica y justifica que lo haya dejado a un lado para unirse a Bolívar, un “amor superior”. Aban­ donó a su marido, pero amó a Bolí­ var con desesperación y le salvó la vida. Por tanto merece ser justifica­ da, comprendida y elevada a la cate­ goría de heroína. En el mismo acto se le despoja de su propia historia, se elimina lo que estorba, se transfor­ ma lo que incomoda y se ajusta a la historia como parte de un anecdo­ tario sin importancia. Inés Quintero. “Manuela Sáenz. Una heroína incómoda”. En: El Desafío de la Historia, año 4, Nº 24, pp. 71-72. EL DESAFÍO DE LA

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Blancas como la

porcelana El cuidado

Blan de la piel en el siglo xix

Cecilia Rodríguez Lenmann

cas En franca oposición al maquillaje pesado y fuerte propio de las sociedades del siglo xviii, el siglo xix prefirió la naturalidad de la piel, la honestidad del aspecto del rostro. Fueron varios los factores que convergieron para este vuelco en los modos, entre ellos la instauración del agua corriente como un servicio básico (facilitando la frecuencia del baño) y el descubrimiento de la relación entre la higiene y la salud. Pero esta nueva concepción del cuerpo y de la piel trajo también consigo una obsesión por la blancura que no dejaría de tener sus implicaciones sociales (y raciales) en un país de mayoría mestiza como Venezuela.

• Mujer empolvándose, por Berthe Morisott, 1877. Museo de Orsay, París.

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LOS BAÑOS El siglo xix es un siglo obsesionado por la limpieza del cuerpo. La idea de tomar baños diarios no es tan antigua como pudiera parecer en una primera instancia; es más bien un fenómeno moderno. Por un lado hay razones prácticas para ello: la creación de servicios básicos como el agua corriente permitían que el baño se convirtiera en un acto cotidiano. Por otra parte, hay otros factores que entraron en juego en esta nueva pasión por la limpieza; la medicina, por ejemplo, jugó un papel fundamental al descubrir la relación entre la higiene y la salud, la idea de que un cuerpo limpio es un cuerpo sano es hija del siglo xix. La higiene dejaba así de ser un asunto privado para convertirse en asunto de interés público. La medicalización del cuerpo convirtió a este en un espacio de batalla; el cuerpo debía ser contro-

lado y normado, había que enseñarle todos los pasos de la higiene, su manera correcta y tratar de incorporar estas prácticas a una cotidianidad civilizada y moderna. La limpieza parecía un símbolo inequívoco de que se había entrado a una nueva era que dejaba atrás los signos de atraso. El mercado se vio así inundado de productos que prometían hacer de este acto cotidiano un acto efectivo pero también placentero: jabones, aguas aromáticas, pasta de dientes, cremas limpiadoras, aguas dentríficas antisépticas, etc. Las revistas y los periódicos se colmaron de toda clase de anuncios publicitarios que prometían sumarle al deber del baño una gran carga de placer, los jabones olían a jazmines y a rosas, las cremas dejaban una suave textura en la piel, los dentríficos dejaban una agradable sensación en la boca, todo se llenó de esencias, olores, tex-

turas, sabores. Todo esto implicaba una concepción moderna del cuerpo, de su constitución, de sus deberes y de sus peligros. El cuerpo era normado por la higiene moderna pero al mismo tiempo era seducido por el lado placentero y hedónico de ese deber. Bañarse todos los días sí, pero oliendo a jazmines y suaves como la seda.

EL MAQUILLAJE Durante una buena parte del siglo la piel debía ser cubierta, maquillada, transmutada en otra cosa. El maquillaje pesado y fuerte era la manera de presentarse en público, al menos para una cierta élite que podía costearlo. Se usaba mucho polvo blanco, cachetes muy rosados, lunares artificiales, etc. En algunas sociedades como la francesa esto alcanzó unos tonos muy extremos; en otras como la española y las sociedades bajo su dominio estas tendencias fueron más mesuradas, pero lo cierto es que la piel estaba unida a la noción del artificio y del encubrimiento. El siglo xix, por el contrario, insiste en quitarle capas a la piel, en despintarla, le huye a la impostación. Para los decimonónicos, un rostro maquillado es un rostro que miente, que no se muestra tal como es. La piel debía verse natural, limpia, porque ella era un espacio significante que hablaba sobre el sujeto, mostraba sus vicios o sus virtudes, sus prácticas cotidianas, su salud y su enfermedad. La piel debía mostrar el interior de la persona no encubrirlo o trastocarlo. Se le exige entonces una suerte de “honestidad” y se colocan sobre ella importantes valores morales. La mujer moderna debe ser honesta por sobre todas las cosas y esa honestidad residía en el cuerpo, desde sus prácticas eróticas —el espacio más obvio— hasta la manera de mostrarse en sociedad: la poca piel que se muestra, la única que la moral permite, debe ser una tan pura y limpia como el alma. xviii

• Nana, por Édouard Manet, 1877. Kunsthalle, Hamburgo.

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Para los decimonónicos, un rostro maquillado es un rostro que miente, que no se muestra tal como es. L a piel debía verse natural, limpia, porque ella era un espacio significante que hablaba sobre el sujeto, mostraba sus vicios o sus virtudes, sus prácticas cotidianas, su salud y su enfermedad.

De allí entonces que veamos con frecuencia en las revistas femeninas la insistencia en que el maquillaje las hace deslucir, las convierte en pantomimas. El maquillaje debe usarse con mucha sutileza, apenas algunos trazos, es la piel la que debe hablar. La naturalidad se impone y con ella una concepción del cuerpo como un territorio donde se encarnan tanto los discursos médicos como los discursos morales.

BLANCO ALABASTRINO Los jabones, las cremas, las aguas dentríficas, todas parecen converger en un punto en común: la blancura. La publicidad de la época está llena de cremas que prometen blanquear la piel, dentífricos que dejan la dentadura blanca y brillante, productos que prometen desmanchar, quitar las pecas, quitar el color tostado. Uno de los anuncios más reproducido es el de la crema de perlas de Barry, un producto que promete dejar la piel de un blanco alabastrino. El anuncio comienza preguntándose: “¿Puede algún adorno de la persona igualar un cutis terso y blanco? ¿Pueden joyas y piedras preciosas equiparase al natural y rico matiz de juventud que produce una sola aplicación de la célebre crema de perlas de Barry?”. Blanquear la piel y hacerla lucir natural y joven es el fin prometido a las consumidoras. El anuncio contrapone el artificio de los adornos y las joyas a la supuesta naturalidad de la piel. Promete dos

• Después del baño, por Pierre Auguste Renoir, 1888. Colección particular.

de los rasgos más preciados: la juventud y la blancura. En otro anuncio de prensa del mismo Barry se vende una pasta de dientes que “mantendrá en estado de pureza la dentadura más descuidada conservándola con una blancura alabastrina”. La limpieza y la blancura parecen funcionar como dos elementos que van de la mano. Una piel blanca es una piel limpia. Blanquear la piel, blanquear los dientes, quitar manchas, pecas, impurezas, se convierte en un ideal de belleza. En un país eminentemente mestizo estas cremas prometen blanquearlo, quitarle sus manchas y sus tostaduras (simbólicas y reales). El cuidado de la piel, su limpieza y su blanqueamiento nos develan así importantes valores culturales del si-

glo xix. Por una parte, la imposición del discurso médico sobre el cuerpo y su necesidad de reglamentarlo y de ponerle pautas; por otra parte, la limpieza como un proceso de espiritualización del cuerpo: el cuerpo es más que carne, él es el reflejo fidedigno del espíritu, limpiar es entonces purificar y hacer el cuerpo legible, honesto, moral. Por último, todos estos procesos de limpieza se enlazan con el ideal de una piel blanca, cuanto más blanca mejor. La piel alabastrina introduce un elemento racial importante. En el proyecto moderno y republicano la piel blanca sigue siendo un símbolo anhelado. En la Venezuela mestiza decimonónica la blancura se impone como modelo de pureza, de salud, de higiene y de modernidad. EL DESAFÍO DE LA

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• Empresas, petróleo y gerencia • Alejandro E. Cáceres

La “venezolanización”de

la industria

petrolera

El desarrollo a gran escala de la industria petrolera en Venezuela es el movimiento histórico de mayor impacto para el país y los venezolanos desde la Independencia. Esta sección se inicia con un proceso muy particular que se lleva adelante durante tres décadas, y permite que Venezuela enfrente exitosamente uno de sus mayores desafíos: pasar de ser un país petrolero a contar con gente capaz de manejar integralmente el petróleo, en lo que se conoció como la “venezolanización” de la gerencia de nuestra industria petrolera. La empresa angloholandesa Royal Dutch Shell (Shell), acuña el término “venezolanización”, para referirse a la transferencia de roles y responsabilidades del negocio en manos de expatriados a venezolanos, e inicia este proceso al final de la Segunda Guerra Mundial. Shell comienza la “venezolanización” visitando universidades, contratando jóvenes venezolanos y colocándolos al frente de sus operaciones junto con expatriados, o detectando talento en el personal venezolano que ya ha contratado. A mediados de los cincuenta, empresas petroleras multinacionales co76 •

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mo Shell, Creole, Mene Grande y Mobil, establecen una política de reemplazar extranjeros con venezolanos y comienzan un agresivo programa de entrenamiento, que incluye rotar al personal con talento por diferentes posiciones y áreas de la empresa; establecer un programa de asignaciones internacionales en lugares tan distantes como Estados Unidos, Nigeria, Indonesia, Filipinas, Inglaterra y Holanda, así como también financiar cursos y programas de postgrado relacionados con las operaciones de la compañía y sus negocios en Venezuela. Producto de las quejas de los empleados venezolanos de las empresas petroleras que no son remunerados igual que los extranjeros y cuentan con menores beneficios y oportunidades de promoción, el Estado venezolano establece un sistema de permisos de trabajo para emplear extranjeros. Para ello, promulga la Ley concerniente a la práctica de Ingeniería, la Arquitectura y Profesiones relacionadas que es aprobada en noviembre de 1958. Esta legislación instituye que solo los egresados de universidades venezolanas o extranjeras que revalidaran sus títulos en el


país, podían ser registrados en el Colegio de Ingenieros, y solo quienes se registraran podían ejercer la profesión en Venezuela. La “venezolanización” no solo es­ tá restringida a ingenieros, sino que también se hace presente en todas las áreas y niveles de la organización. Para 1961, Shell de Venezuela en su informe anual de actividades menciona que la nómina de personal mayor, que incluye los niveles superiores de supervisión, técnicos y administrativos ha llegado al 58% de personal venezolano. El proceso continúa desarro-

llándose y toca además a la nómina ejecutiva, donde, luego de pasar por la formación y experiencias requeridas por sus empresas, los venezolanos pasan a tener responsabilidades de dirección locales y regionales. De esta manera, al nacionalizarse la industria petrolera en 1976, todas las posiciones en la industria petrolera, salvo especialidades altamente técnicas y algunas posiciones ejecutivas, son ocupadas por personal venezolano, que luego pasará a manejar Petróleos de Venezuela, S.A. (Pdvsa) y sus empresas filiales.

Bibliografía Compañía Shell de Venezuela. Resumen de actividades. Publicación interna. Caracas. 1960, 1961. Randall, L. The Political Economy of Venezuelan Oil. Nueva York: Praeger, 1987. Yergin, D. The Prize: the epic quest for oil, money, and power. Nueva York: Free Press, 1992.

• Transporte de la compañía Creole Petroleum Corporation, 1949. Archivo Audiovisual, Biblioteca Nacional, C aracas.

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• Gastronomía

Se pueden vender

al menudeo En 1829, el entonces jefe superior, civil y militar del Departamento de Venezuela, José Antonio Páez, decreta la creación de la Sociedad Económica de Amigos del País. Su labor se centraría en fomentar la agricultura, el comercio, las artes, los oficios, la población y la instrucción. Entre sus tareas estaría la confección y publicación de unas cartillas o cuadernillos que servirían como herramientas para divulgar el conocimiento. En estos cuadernillos se contiene valiosa información en materia agrícola y de alimentación, que intentaban incentivar a los pequeños productores para que crearan sus propias industrias, a partir de los recursos de los cuales disponían. En uno de estos cuadernos, con fecha 15 de mayo de 1834, se enseña cómo fabricar el queso de mano. El autor informa que su uso es ventajoso para los criadores, principalmente, para los que tienen poco ganado, por la mayor facilidad que hay de expenderlos, ya que se pueden vender muy bien al menudeo. Su receta difiere de otro autor que escribe en el primer cuadernillo publicado por la Sociedad. Advierte que para cuajar la leche se debe mezclar con el cuajo de las vacas y de los ganados machos, “mientras más viejos mejor”, y no el cuajo que se encuentra en el estómago de los corderos, ya que de las reses grandes se podía sacar más utilidad vendiendo la carne, cueros, cuernos, etc., mientras que de los corderos se reportaba muy poca utilidad.

• Cincho, instrumento con el que se prensaba el queso para extraer su líquido. Fotografía de Manolo Valero.

Para conservar el cuajo, un procedimiento muy extendido consistía en extraer del estómago los granos, lavarlos y salarlos. La experiencia le indicaba al autor de estas recomendaciones que era preferible, no lavarlos, sino sacudirlos una vez extraídos de los animales, a fin de que quedasen unidos el cuajo y los grumos. Para preservar los cuajos de la polilla que los ataca, se colgaban al humo. Para hacer el queso de mano, después de cuajada la leche, no se le añade sal a esta preparación y se echa en el cincho, que es el nombre que recibía la prensa en la que se pone. Pasadas doce horas, se saca y se pone al fuego en una vasija vidriada, o de hierro bien aseada con el suero que parezca suficiente. Luego que esté bien caliente, se toma entre las manos, se amasa y estira, del mismo modo que para hacer melcocha; cuando se advierte que la cuajada está suave se le da al queso la figura de una media naranja, más o menos grande de acuerdo al gusto y a la conveniencia del fabricante, se cubre con sal a medio moler, y se pone a escurrir. Puede también hervirse en agua la cuajada, y el queso resulta con el mismo gusto, pero entonces se le extrae menos mantequilla que cuando se hierve en suero. Finalmente, hace unas recomendaciones del estado y conservación que debe tenerse con el utensilio utilizado para preparar el queso: “La vasija en que se hierve la cuajada, no ha ser nueva, porque le da un color negruzco y le añade un gusto ferruginoso; si está usada, como ha de estarlo, debe estar perfectamente aseada y no aplicarse a otro uso”. • Ventas ambulantes de queso de mano.

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Coffee News Polímero

María Elena Vetencourt


• Vida cotidiana • Rosalba Di Miele Milano

Para no pagar en pascua El desarrollo de la agricultura, del comercio, de las “artes y oficios”, de la población, y de la educación son los principales objetivos de la comunidad que integra la Sociedad Económica de Amigos del País. Fundada en Caracas en 1829, reúne una élite destinada a pensar y proyectar un país de progreso que trascienda las funciones antes descritas. En sus Memorias y Estudios, encontramos un texto de “Economía doméstica” que ofrece una guía sobre las bondades de quién ahorra y los perjuicios del dispendioso. Para ello, los notables incluyen refranes populares y palabras muy vinculadas a la religión. Quieren persuadir, sin distracción, al lector. Algunos de los refranes que podemos leer en el texto son los siguientes: Toda cocina abundante produce testamento pobre. Un agujerito por donde entra el agua basta para sumergir un gran buque. Los locos dan grandes mesas y festines, y los cuerdos los disfrutan.

• Jorge iv, príncipe de Gales, por James Gillray, 1792. Se muestra el estilo de vida disipada, la voluptuosidad en la alimentación, el bocado a medio comer, botellas vacías y, en el suelo, cuentas sin pagar.

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El que compra lo superfluo no está lejos muchas veces de vender lo necesario. Más vale plebeyo de pie que noble de rodillas. El fraguador de deudas trae siempre la mentira en la boca. ¡Hasta la cuaresma es corta para los que tienen que pagar en la pascua! Estas máximas vienen resaltadas en negritas para que no se le escapen al destinatario y permiten reafirmar los textos que las preceden a modo de conclusiones sin vacilación. Por otra parte, en el texto aparecen palabras que, de seguro, movían la conciencia de quienes se viesen tentados a darse algún gusto desmedido. Así se escriben: “La mesa, las mujeres, el juego, el lujo, la vanidad y la ociosidad disminuyen el caudal y multiplican las necesidades… Volvamos a la compostura. La vanidad en los trajes y muebles es un obstáculo muy funesto de la fortuna, porque sin consultar con el bolsillo se cuenta primero con el capricho. El orgullo es un mendigo que grita tanto como la necesidad, porque es infinitamente más insaciable que ella… La vanidad que come con el orgullo cena a la noche con el menosprecio… Esto produce envidia y acelera la ruina de los caudales”. La disciplina que se pide no deja margen para la duda. La promesa para quienes mal usen su dinero ofrece, junto a la bancarrota, acercarse a tributos despreciables que ya han venido moviendo el alma de los ciudadanos desde la religión. Ahora ven repetir las normas desde otra tribuna y con otros fines prácticos y mundanos, pero cargadas del mismo rigor. Antes debían salvar el alma, ahora el patrimonio personal. ¿Qué le espera al comprador irracional? Convertirse en un deudor “que pierde toda dignidad, se humilla… pierde la franqueza y llega por último a deshonrarse con las mentiras más evidentes y despreciables. La primera culpa está en adeudarse y la segunda en mentir”. Cada quien es garante de su economía. La vida dispendiosa es una elección particular que doblega a quien despilfarra sus bienes con ligereza. Pero que, como parte de una sociedad, poco aporta al bienestar colectivo. Cada persona es garante de su probidad y, en consecuencia, del progreso de la nación. Los conceptos de bienestar individual son el norte de quienes están construyendo la novel república. Para eso dan directrices muy individuales, convencidos de que desde los intereses particulares se acumulará la riqueza nacional.


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• Deportes • Carlos Irazábal Arreaza

Juan Vicente Tovar

• El jockey que sabía escuchar los pasos de los caballos

El hipismo ha sido en nuestro país una actividad deportiva sumamente importante, que existe desde principios del siglo pasado, y se ha desarrollado con la construcción de excelentes hipódromos, de los cuales los más importantes han sido el Nacional de El Paraíso y La Rinconada, para solo mencionar los de Caracas. Hemos tenido también jinetes de primera calidad, tanto venezolanos como extranjeros, entre los cuales mencionaremos a Pedro Emilio Yumar, Perfecto Antonio Chapellín, Manuel Camacaro, Gustavo Ávila, José Luis Vargas, Ángel Francisco Parra, Raúl Bustamante, Lafitt Pincay, Juan Eduardo Cruz, Carlos Pérez y Balsamino Moreira, quienes con su habilidad y sapiencia obtuvieron muchos triunfos y establecieron muchos records. 82 •

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Hoy me toca escribir sobre Juan Vicente Tovar, a quien podríamos llamar “el barbarazo”, porque acabó con casi todas las marcas y, hasta su prematuro fallecimiento, fue el jinete que más triunfos conquistó y más records batió. Fue sencillamente un fenómeno. Nació en Caracas el 24 de mayo de 1950, y después de cumplir una exitosa pasantía como aprendiz, comenzó una carrera excepcional, cuya primera victoria data del 2 de marzo de 1974 conduciendo a la yegua Sorga. De allí en adelante se llevó todo, o mejor dicho, casi todo. Conquistó 16 estadísticas de ganadores en forma consecutiva, desde 1978 a 1992 ganó los clásicos más importantes, entre los que se cuentan: 2 Simón Bolívar, 9 Presidentes de la República, 4 Fuerzas Armadas, 3 Sprinters, 5 Asociación Hípica de Propietarios, 3 Cría Nacional y 5 República de Venezuela, para señalar solamente los más importantes y que llegó a 73, batiendo el récord de 70 que había establecido Balsamino Moreira. En total, entre clásicos y carreras ordinarias sumó 2.492 victorias, de las cuales 2.382 fueron en La Rinconada, 43 en Valencia y 67 en el Hipódromo de Santa Rita en Maracaibo. Se retiró después de terminar la temporada de 1992, con un corto regreso en el cual obtuvo algunos triunfos más. De él se dijo, que su éxito se debía a que siempre aprovechaba la pelea entre dos o más punteros para no desgastar a su conducido, y cuando uno de los dos se entregaba, exigía a su ejemplar y lo colocaba en pos del líder, y que siempre buscaba la carrera en el poste de los 600 metros, en donde comenzaba a correr en firme

para de esta forma defenderse en la recta final. En el espacio “Anécdotas Hípicas Venezolanas”, el periodista Juan Macedo narró una conversación efectuada en 1978 en un restaurant del este de Caracas entre varios amigos en la cual Francisco Morales preguntó a Juan Vicente cómo hacía para ganar tantas carreras y cuál era su secreto, a lo que Tovar contestó rápidamente: “Las victorias vienen por la constancia, la dedicación y la disciplina, las metas que uno se traza y ciertas habilidades; y el secreto, si es que existe, es el oído. ¿Y qué tiene que ver el oído?, replicó Morales, a lo que Juan Vicente contestó, el jinete que no tenga el oído educado, que no sepa escuchar los pasos de los caballos, tanto del que va adelante, como los que vienen atrás, está liquidado, no puede medir el alcance de una carrera de caballos”. En la revista que publicó Meridiano el 3 de noviembre de 2006 con motivo de la inauguración del Salón de la Fama del diario, de él se escribió: “Aplicó sus conocimientos, su habilidad y su talento, para ganar con caballos lentos pruebas de velocidad, con los veloces, las de aliento y con los intermedios ambas, porque siempre tenía un plan antes de hacerse caballero, y tanto fue así, que muchos entrenadores no le daban instrucciones de cómo correr el purasangre, solo le decían: te espero en el paddock. Y no faltaba a la cita”. Juan Vicente falleció en trágicas circunstancias el 12 de abril de 2006, y fue exaltado post mortem al Salón de la Fama del deporte venezolano ese mismo año. Hoy lo recordamos con cariño y admiración.


J-002748974J-29372390-6 EL DESAFÍO DE LA

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• La foto en la historia • Sheila Salazar

Un abasto en Caracas

Los abastos o pulperías en Venezuela, eran espacios donde no solo se expendían alimentos y artículos para el hogar, también servían como lugar de encuentro, donde los hombres coincidían para conversar y tomarse una bebida. La que vemos en la fotografía es la tienda de Juan Bautista Arteaga en 1900, que ofertaba variedad de productos. Entre los importados estaban: el salmón enlatado Alaska; los jamones de pierna que se exhibían colgados dentro de su saco, llamado popularmente como “jamón de saquito”; jamón salado, que una vez que

lo adquirían, las amas de casa debían ponerlo en remojo en agua limpia para sacarle la salmuera; el aceite verde (fino) de Génova, importado por la empresa de Carlos V. Echeverría de Caracas; leche suiza Nestle’s; leche condensada. De los artículos nacionales están las cajitas de maicena; unas ristras de ajo dispuestas como adornando el local; sobre el mostrador, la pesa; debajo de este, abundantes cocos. Detrás del mostrador una mesa donde descansan quesos, que sobresalen por debajo del papel periódico que les sirve de cubierta. En los mercados

• Tienda de provisiones en Caracas, Venezuela, 1900. Librería del Congreso, Washington D.C.

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y tiendas en general, se acostumbraba a envolver la mercancía en papel periódico o el que se tuviera a mano. Vemos otras provisiones, como una caja de velas esteáricas, sacos que podrían contener granos (¿de café?), envases de metal con asas que servían para preservar el café o chocolate y varias cajas. Entre los personajes en primer plano está uno en mangas de camisa; otro de traje y sombrero −el esmero que muestra en su atuendo hace suponer que podría tratarse del dueño−; a sus espaldas, un adolescente que tal vez llevara su mejor camisa de mangas; en lo alto, sobre los sacos, está otro personaje muy bien presentado y de sombrero. En la esquina derecha, prácticamente inadvertida, se ve una mujer de cierta edad, que se asoma tímidamente, como quien no quiere. No es muy ostensible la presencia femenina, aún en la Venezuela de 1900.


RIF. J-08006622-7

Banco Universal

Ya estamos en las redes sociales Tener presencia en estos medios de comunicación le permitirá a Banco Activo entender aún más a su audiencia, reconocer sus necesidades y crear una experiencia social significativa que asegurará el uso de las herramientas adecuadas para ofrecerle a su clientela mejor servicio.

Banco Activo ha creado nuevas plataformas de comunicación con sus clientes y ha decidido unirse a las redes sociales. Su objetivo es ser una ventana informativa de los diversos productos y servicios que ofrece, y brindarle una mejor experiencia al usuario. La creación de comunidades en línea es de suma importancia para la institución, puesto que le permite crear vínculos de cercanía y confianza con sus clientes. De acuerdo con estudios, cada vez son más los usuarios que toman decisiones basándose en la información que encuentran en las redes sociales. Este hecho le ha conducido a fundar su plataforma virtual y es así como en adelante, la institución estará presente en las siguientes redes sociales:


Creando conciencia histórica en las futuras generaciones La Editorial Macpecri Media, a través de la revista El Desafío de la Historia, promueve sus nuevas jornadas “Creando conciencia histórica en las futuras generaciones”, una iniciativa que busca despertar en los jóvenes un mayor interés por la historia de Venezuela. La intención es que la juventud produzca un efecto multiplicador en la sociedad para que, de ese modo, el país descubra su propio pasado y se reconozca en él. A cargo de destacadas personalidades del mundo académico como Elías Pino Iturrieta, Inés Quintero y Asdrúbal Baptista, entre otros, se han llevado a cabo algunos encuentros memorables en diversas escuelas y universidades nacionales. De hecho, en la Escuela Comunitaria Luisa Goiticoa y en el Colegio Humboldt, la comunidad de alumnos y maestros vivió una experiencia única que enriqueció su cultura sobre nuestra historia contemporánea; otro tanto ocurrió con un público excepcional, los niños del Centro Infantil Indase, para quienes la vida y obra de Simón Bolívar adquirió matices insospechables para ellos hasta entonces. De forma suplementaria, los asistentes recibieron ejemplares de El Desafío de la Historia alusivos a los temas tratados como una cortesía de Macpecri Media, a lo que respondieron con manifestaciones de gratitud y respeto por el esfuerzo editorial de nuestra revista. Los talleres continuarán durante el presente calendario académico en los colegios San Ignacio, Fe y Alegría, Escuela Campo Alegre, La Salle, Academia Washington, Champagnat, Mericis, y en las universidades Central de Venezuela, Católica Andrés Bello y Monte Ávila.


UNA INVITACIÓN A EJERCER LA RESPONSABILIDAD SOCIAL EMPRESARIAL Las charlas “Creando conciencia histórica en las futuras generaciones” también funcionan como herramientas extraordinarias para las corporaciones deseosas de cumplir con su responsabilidad social empresarial, pues así apoyan una causa enaltecedora de nuestra juventud y nuestra historia. En estos amenos encuentros los empresarios interesados nos acompañan presentando sus prestigiosas marcas en el curso de las exposiciones, así como en el viaje hacia los distintos centros educativos. Estas jornadas constituyen un compromiso con dos grandes lineamientos: por un lado, reforzar el conocimiento y la cultura de la historia de Venezuela, y por el otro, hacer del trabajo social la única manera de construir una sociedad más justa y culta para todos. Todo ello procurando que El Desafío de la Historia cumpla su cometido de dar a conocer nuestro pasado de manera veraz, lo que se traducirá en la fortuna de producir un legado valioso para las generaciones futuras.


• Libros Mundo Nuevo. Revista de Estudios Latinoamericanos. Caracas: Universidad SimónBolívar,InstitutodeAltosEstudios de América Latina, Año, vi, Nº 15 (julio-diciembre 2014).

Mirla Alcibíades. Andrés Bello, Juan María Gutiérrez y las culturas originarias del continente. Caracas: Casa Nacional de las Letras Andrés Bello, 2014. El presente trabajo de Mirla Alcibíades resultó ganador del III Concurso Nacional de Ensayo Andrés Bello Nuestro 2013. El mismo nos ofrece un estudio sobre uno de los primeros escritos de Andrés Bello, el Calendario manual y guía universal de forasteros en Venezuela para el año de 1810. La autora, después de una minuciosa pesquisa, encuentra que esta clase de calendarios fueron publicados en otras regiones de Hispanoamérica, casi todos durante la última década del siglo xix. Es decir, que la data de este tipo de obras en Venezuela es más bien tardía. Alcibíades revisa los contenidos de los calendarios de los que pudo disponer, ya que la dificultad de quienes se enfrentan a este tipo de retos es la ausencia, en nuestros repositorios documentales, de publicaciones semejantes provenientes de otros confines, para compararlos con la información que presenta el de Bello. Además, nos ofrece una polémica historiográfica entre José Domingo Díaz y Andrés Bello, donde contrasta el estudio que sobre este tema hizo el historiador Pedro Grases. La autora complementa su análisis con algunos momentos de la obra del pensador argentino Juan María Gutiérrez.

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EL DESAFÍO DE LA

El presente número, coordinado por el investigador Luis Buttó, está dedicado al tema “El Estado cuartel” en Venezuela, y reúne seis artículos en los cuales se aborda con gran rigor analítico el asunto que ofrece en su título producto de las investigaciones realizadas por los miembros del Centro Latinoamericano de Estudios (CLES) del Iadel. Los trabajos ofrecen una perspectiva académica para la comprensión de los problemas que forman parte de la historia del país. La denominación de “Estado cuartel” descansa sobre una propuesta teórica, elaborada por Harold D. Lasswel en 1941, quien, además de presentar su definición, señala los indicadores clave para su reconocimiento. Los articulistas Luis Buttó, Johann Peña, José Raimundo Porras, Rosaura Guerra, Alejandro Gámez y Alejandro Cardozo Uzcátegui, debaten en la presente edición acerca de la vigencia y pertinencia de esta visión como instrumento de análisis. Todo sistema político hegemónico tiene un cuerpo de ideas, doctrinas e ideales políticos y un “bastidor” para proyectar lo anterior de diferentes maneras, tal como lo constata no solo el artículo dedicado al estudio de la década de 1952-1958, sino también los que se acercan a las experiencias más contemporáneas.

José Alberto Olivar. Automovilismo, vialidad y modernización. Una aproximación a la historia de las vías de comunicación

Venezuela durante la primera mitad Caracas: Academia Nacional de la Historia/Fundación Bancaribe para la Ciencia y la Cultura, 2014. en

del siglo xx.

Bajo los auspicios de la Academia Nacional de la Historia y la Fundación Bancaribe para la Ciencia y la Cultura, fue publicado este cuarto título de la Colección Premio Rafael María Baralt, obra merecedora del primer lugar en la III Bienal (2012-2013). El autor del libro, no solo centró su investigación en fuentes conocidas, también ofrece información inédita. Su prologuista fue el historiador Ramón J. Velásquez. En seis capítulos delinea la evolución de la moderna red vial, edificada gracias al influjo del Estado y su poderosa renta petrolera. Las carre­teras gomecistas son enjuiciadas por Olivar, como parte de una estrategia de modernización económica, que tuvo en el automóvil, el principal signo de un nuevo modo de vida que se abría paso en las pujantes ciudades. Así, las estrechas callejuelas y caminos carreteros, heredados de la colonia, fueron ensanchados a dimensiones nunca antes imaginadas, hasta convertirse en las modernas avenidas y autopistas que conocemos en el presente. El ensayo de novedosas políticas públicas, asumido por los conductores del Estado venezolano, posibilitó este desarrollo.



• CD's Las edades del hombre. Cantata de Pedro Aizpurúa Intérpretes: Pilar Torreblanca (soprano), Eduardo del C ampo (barítono), Adolfo Gutiérrez Viejo (órgano), Emiliano Allende (cinta magnética), Coro Nacional de España , Orquesta Sinfónica de C astilla y León. M ax Bragado-Darman, director. C aja Salamanca y Soria , Salamanca , 1993.

Colombia en flauta Intérpretes: Luisa Fernanda González, M aría Claudia Farfán, Luis Alberto Vargas (flautas); G abriel C astro, Hernán Mosquera (bajo, tiple y guitarra); Juan Guillermo Llano ( teclados).Tango Discos, Colombia , 2014. Este CD forma parte de una serie publicada por Tango Discos bajo la denominación Colombia en instrumentos. La misma está dedicada a la música instrumental colombiana e incluye, entre otros títulos, “Colombia en piano”, “Colombia en acordeón”, “Colombia en bandola”, “Colombia en Percusión”, “Colombia en Arpa”, “Colombia en Tiple”. En este caso particular el disco se concentra en la flauta de millo o flauta pico atravesá, que es utilizada principalmente en la costa Atlántica de Colombia. Este peculiar instrumento, muy parecido a la flauta traversa, está hecho de caña y tiene una lengüeta vibrante cortada del mismo tubo, lo que permite emitir un sonido que es típico de esta flauta llamado garganteo, que se asemeja al ruido que produce una persona al hacer gárgaras. En la cumbia “Navidad negra” del compositor José Barros se puede apreciar muy bien este efecto sonoro tan singular. Vale la pena escuchar la versión del popular merecumbé “Ay cosita linda” del compositor Pacho Galán, y la bella interpretación del pasillo “Filipichines” de Ema Perea de la Cruz.

Las edades del hombre es una cantata para solistas, coro, orquesta, órgano y cinta magnética del compositor Pedro Aizpurúa (Guipúzcoa, 1924), maestro de capilla de la Catedral de Valladolid, basada en textos del poeta José Jiménez Lozano (Ávila, 1930). La obra está dividida en seis partes: “Canto de la hilandera (Ensueño)”, “Canto del leñador (Ira)”, “Canto del astrólogo (Antifonía astral)”, “Canto del pastor”, “Canto de la posadera (Passacaglia del Puer natus)” y “Canto de la hilandera (Más allá)”. A partir de la mirada de hombres sencillos, se va construyendo la metáfora del hombre y su destino. Aizpurúa trabaja los textos de Lozano con total libertad, mezclando elementos musicales antiguos como el canto gregoriano y la sonoridad de las campanas, con sonidos manipulados electroacústicamente plasmados en una cinta magnetofónica. La obra se estrenó el 23 se noviembre de 1993 en el Convento de San Esteban de Salamanca, a cargo de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. El CD recoge en vivo ese concierto.

Quinteto Cantaclaro Vol. 6 Intérpretes: C arola Marcano (soprano), Gioconda C abrera (contralto), Gonzalo Peña ( tenor), Jesús Cordero (barítono), Armando Linares (bajo). Producción musical del Quinteto C antaclaro, C aracas, 2010. El Quinteto Contrapunto es una agrupación icónica dentro de los ensembles vocales venezolanos. Podríamos decir que el Quinteto Cantaclaro viene a llenar el vacío dejado por la desaparición del Quinteto Contrapunto, pues es también un quinteto vocal que se ha dedicado a la difusión de la música popular venezolana y latinoamericana. Fundado en 1976, ha realizado conciertos dentro y fuera del país mereciendo los mejores comentarios de la crítica y del público, obteniendo el premio especial del jurado en el Festival “Hombres y Mar” realizado en Rostock, Alemania. Este que comentamos es su sexto disco. Grabado en 2000, apareció en 2015. A lo largo de doce obras, que abarcan desde un joropo venezolano hasta un tango argentino, el quinteto hace gala de sus excelentes y acopladas voces al interpretar difíciles arreglos de Federico Ruiz, Miguel Ástor, Gonzalo Peña, Felipe Izcaray, Francisco Zapata, Luis Zea y Kodiak Agüero. Destacan por su belleza la versión que hace Luis Zea de la conocida canción de cuna “Mi tripón” de Otilio Galíndez, y la de Felipe Izcaray del bolero “Desesperanza” de María Luisa Escobar en la poderosa voz de Gioconda Cabrera.



• Breves internacionales

¿COINCIDENCIA? Hoy en día, Diego Portales (17931837, en la imagen) es considerado como una de las personalidades que ayudó a Chile a consolidarse como Estado nacional. Se trata de un político y un funcionario público que ocupó muchas veces la cartera de ministro de Interior y también la de Guerra y Marina, liderando a los conservadores durante una guerra civil y “hombre detrás del trono” durante la segunda presidencia de José Joaquín Prieto, aplicando políticas autoritarias y represivas para consolidar el orden interno. La declaratoria de guerra a la Confederación Perú-Boliviana exacerbó el clima en su contra, por lo que durante una revuelta fue apresado y fusilado. Se cuenta que uno de los disparos se alojó en su pómulo izquierdo. Años más tarde, el 11 de septiembre de 1973, hubo un golpe de Estado en Chile. Cuando los insurrectos combatían por el Palacio de la Moneda, la estatua de Portales en las adyacencias recibió también un disparo en el mismo pómulo izquierdo. Hoy en día se puede apreciar este insólito detalle en la Plaza de la Constitución de Santiago.

HENRIETTA LACKS Y LA CÉLULA INMORTAL La mujer a la que hacemos referencia en el título de este apartado había nacido en el seno de una familia afroamericana en los Estados Unidos. En 1951, y tras dar a luz a su quinto hijo, presentó una serie de sangramientos de manera profusa y descontrolada; tras una consulta en el Hospital Johns Hopkins, el único cercano a ella que aceptaba a afroamericanos, fue diagnosticada con un carcinoma espinocelular, o cáncer en la cervical. Lacks fue hospitalizada y recibió un tratamiento de braquiterapia, durante el cual, y sin su consentimiento, le fueron removidas dos muestras de su cervical, una parte sana y otra enferma. Tras haber sido dada de alta, los síntomas de Lacks empeoraron y fue hospitalizada nuevamente. Esta vez recibió un tratamiento por transfusiones de sangre, pero falleció a causa de una insuficiencia renal dos meses después. Sus células extraídas, sin embargo, sorprendieron a los investigadores por mantenerse vivas y lograr crecer en cultivos. El Dr. George Otto Gey logró hacer y multiplicar una línea celular completa a partir de ellas, por lo que fue catalogada como la primera “línea celular inmortal”. Además de ser las primeras clonadas exitosamente, las células de Henrietta Lacks han ayudado a muchos científicos alrededor del mundo en sus investigaciones contra el cáncer y el SIDA.

EL EJÉRCITO QUE LUCHÓ CONTRA SÍ MISMO Y PERDIÓ Pocas veces en la historia de la humanidad se consiguen ejemplos tan claros de lo absurda y desastrosa que puede resultar la guerra para el elemento humano. En la noche del 17 de septiembre de 1788, en el marco de la Guerra Austro-Turca, las tropas de la Monarquía de los Habsburgo marchaban hacia la ciudad de Karánsebes (hoy Caransebes, , Rumania), fronteriza con el Imperio Otomano. Como el ejército austríaco era plurinacional, muchos de sus soldados no hablaban alemán. Al aproximarse a la ciudad, una vanguardia de húsares fue enviada a detectar posibles enemigos, pero lo único que encontraron fueron unos gitanos que les vendieron schnapps. Momentos después, un grupo de infantería llegó al sitio y también pidió alcohol, pero los húsares, en visible estado de ebriedad, se negaron. En la discusión que siguió, a un soldado se le escapó un tiro. La confusión reinó más cuando alguien comenzó a gritar la palabra “¡Turcos!”. Los soldados huyeron de la escena, pero unos oficiales intentaban restaurar la cordura gritando “Halt!” que se confundió con “¡Alá!”. Un comandante de la parte del ejército que recién llegaba al campo pensó que era una carga de las tropas otomanas y ordenó abrir fuego. Al final, los soldados se enfrentaron los unos con los otros y cada quien terminó huyendo despavorido de la escena. Dos días después, los turcos llegaron, sorprendiéndose de ver la cantidad de soldados muertos sin saber por qué, y tomaron la ciudad sin resistencia. Es un episodio no muy referenciado en la historia militar de Europa, que sería verdaderamente hilarante de no ser tan trágico. En la imagen: Mariscal de campo Ernst Gideon Van Landon, general que comandaba el bando austriaco.


EL RENACIDO Cuando Estados Unidos estaba apenas dando sus primeros pasos como país, existían numerosos guerreros que voluntariamente participaban en expediciones en sus fronteras a fin de dar caza a especies de animales silvestres y comercializar sus pieles. Uno de estos hombres se llamaba Hugh Glass (en la imagen), quien en 1823 se inscribió en una travesía para navegar el curso del río Misuri. Mientras se adentraba en el territorio no organizado de Estados Unidos, en las orillas del río Cheyenne, fue atacado y mutilado por un oso, cayendo desmayado. Dos voluntarios de su compañía se quedaron cuidándolo hasta que fue dado por muerto y lo abandonaron. Pero Glass, aún con vida, recobró la conciencia y emprendió un largo y tortuoso camino de regreso a su campamento en el fuerte Kiowa. Esta historia, sus estremecedoras vicisitudes y todo lo que aconteció después, fue tema para una novela escrita muchos años después por Michael Punke, a partir de la cual fue hecha una obra cinematográfica de reciente data.

DISONANCIA

LA PRIMERA MEDALLA OLÍMPICA DE COREA DEL SUR En los albores del siglo xx, el Imperio del Japón estaba tan inmiscuido en los asuntos internos de Corea que en 1910 terminó ocupándola y anexándola. Tras haber declarado a toda la península como un protectorado imperial, los japoneses implementaron una política de asimilación cultural e impuso sus costumbres, su idioma y su forma de vestir sobre los coreanos, a quienes también se les obligó a adoptar nombres nipones. Uno de estos fue Sohn Kee-chung, quien fue oficialmente renombrado como Son Kitei. Siendo un corredor profesional, integró la delegación olímpica que envió Japón a los Juegos de Berlín 1936. El atleta participó en el maratón y, para sorpresa de todos, ganó la medalla de oro (en la imagen). No obstante, la presea fue ingresada a la cuenta del país imperial, aunque el corredor luego afirmó estar avergonzado de participar en nombre del Japón. La ocupación terminó en 1945, pero no sería sino hasta 2011 que el Comité Olímpico Internacional corregiría la cuenta y acreditase a Corea del Sur la que fue su primera medalla de oro olímpica.

Muchos fueron los prodigios musicales que dio a conocer el mundo cultural europeo en el siglo xix. Entre los nombres que más hacen resonancia, como el de Beethoven, Chopin, Berlioz y Verdi, también se encuentra el de Richard Wagner. Las óperas que compuso a lo largo de su vida, constituyeron un antes y un después en la historia de la música clásica, siendo el punto definitivo su ópera (o “drama musical”, cómo él prefería llamar a sus obras) Tristán e Isolda. Estrenada en Múnich en 1865 y dirigida por su discípulo Hans von Bülow, tiene un lugar en la historia por usar por primera vez los recursos de la suspensión armónica, el cromatismo y la tonalidad. Las primeras notas de su obertura, que reciben el nombre de “acorde de Tristán”, son especialmente consideradas revolucionarias en su momento por presentar una disonancia en el inicio de una obra musical. Así, vemos el inicio de nuevas formas de representación y una renovación de la música clásica tal como era conocida en aquellos momentos. En la imagen: La muerte de Tristán e Isolda de Rogelio de Egusquiza, 1910

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PRÓXIMO NÚMERO

ORO dossier

Fiebre del oro en Guayana Todo lo que brilla es oro Minera “El Callao”: expansión y caída, pordioseros y morocotas Un ferrocarril para el oro del Yuruary

Lugares con historia El faro holandés del Gran Roque Historiadores Arnold Toynbee, incitación y respuesta

Vicente Malpica, dueño de cinco esclavos por el precio de uno Ana María, exemperatriz viuda y madre de Agustín el grande Plantas que cruzaron los océanos Caballero Sarmiento, un portugués atrevido

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