Alfredo Hernández García. La venganza del objeto

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Toda causa tiene un efecto: conociendo a Don Nadie

En esta manera de esparcir amor se veía Chiripa. Tan contento estaba de sí, de los cuartetos que purpuraban los encantos de la muchacha, que se los puso en un fax, con una nota introductoria que así decía: «me siento cual médula de saúco por frotamiento electrizada, y eso es amor. Por ello te mando mis soflamas». La enamorable muchacha lo recibió enseguida en su casa, y los cuartetos leyó a sus anchas con un café, el cual agriado y muy vomipurgativo se le hizo, por la ordinariez que dichos cuartetos metodizaban. Enseguida le contestó: «Quiero más, pero en prosa. Maestro, el verso es malgastador de lo fidelísimo, mal empaqueta la verdad por lo que el rimar tiene de aparatoso». Chiripa temblaba de incomprensible amor, y crecido al antojársele ella tan avispada, en dicho festín sirvió el segundo plato, adobado a la perogrullada. Selló los labios de su vientre, gerundiado y muy prosista así tergiversó: Nativel, te conozco muy poco, pero desde que apareciste por el Instituto en nada pienso que no sea en ti. Soy un hombre sencillo y no manejo bien el palabreo, pero te escribo de corazón a corazón: PRIMERO: Habitamos un dios pagano motejado big bang. Desde que descubrimos que cero es igual a cero, dicha explosión cósmica se nos hizo bien lejana y la descartamos, y nos hicimos terrenales, adheridos al compadraje de lo fecundo, los diminutos hechos, y sentenciamos: «de lo que no se puede hablar, mejor callar». Como somos acontecimiento la Naturaleza es nuestro laboratorio: le estrujamos un grano, le quemamos un dedo, geometrizamos su insignificancia, o la pudrimos a úlceras, y ella cual Putona (ja, ja, qué risa... la Putona, ¿te acuerdas, Nativel?), se defiende y nos vomita flujos, supura objetos, a veces líquidos o gaseosos, que satisfacen nuestro natural escudriñamiento y curioseo. La misma Naturaleza, que se muestra asistemática y espontánea, disfrazada de barro si el perro la pisotea, de mar si el pez la mea o de invisible gas si el gorrión la airea, nosotros numeramos a capricho, la repletamos de marcas... De ello, deduzco: el mundo real, mal que a alguno le pese, existe, y en él me hago un 85


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