Alberto Vega

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como juguetes rotos

Del mar no le interesan las profundidades, pasa brisas y tardes en el acantilado, viendo romper las olas que intermitentemente murmuran eses blancas, lamentos o nostalgia de un horizonte arcano desmayado en espuma. Así, jamás del hombre quiso saber sus causas o razones. De noche, en la ciudad, se asoma a la ventana y contempla —mar de aceras y neón— los últimos, torcidos ciudadanos solos como juguetes rotos (De él se dice que es un hombre solitario, pero nada más falso).

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alberto vega | plenilunio (obra completa 1980-2005)


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