EL DESTINO ¿ESTA ESCRITO O LO ESCRIBIMOS NOSOTROS MISMOS?
LUNA VALENTINA VELANDIA DELGADO
TUNJA 2022
Desde el momento en que nacemos, tanto familiares como allegados esperan siempre que tengamos una vida larga, feliz y exitosa, a esto se le atribuye principalmente el hecho de iniciar con los estudios básicos y terminar después con una carrera profesional para finalmente disfrutar la recompensa de tantos años de estudio y trabajo duro. Es por eso, que incluso desde que estamos en el vientre materno muchos ya nos asignan un rol en la sociedad, tirando al aire comentarios como: “Este niño va a ser el mejor arquitecto” o “ella va a ser la mejor abogada”, y tienen la plena confianza de que lo van a lograr. Afirmaciones como éstas suponen que el futuro es algo ya estipulado, un futuro que se nos asigna con una meta fija, para que a medida que transcurre la vida nos vayamos acercando a esta meta hasta finalmente conseguirla. Esto es lo que muchos llaman el destino. Estamos destinados a seguir una vida ya planeada por algo o alguien. De manera general, y siguiendo la definición básica que se le da al destino, este es el concepto por el cual una persona cree que las situaciones o acontecimientos que ocurren están ya definidos. Pero cuando nos referimos al destino, no se puede hablar de un único concepto, ya que dependiendo de la cultura, la filosofía, la mitología, la religión, etc., surgen diferentes versiones acerca de un único término.
Según la RAE, el destino se define como una circunstancia que le es favorable o adverso a alguien o algo. Es también una consignación, señalamiento o aplicación de una cosa o lugar para un determinado fin. Para otros es un poder sobrenatural que, según se crea, guía las vidas de cualquier ser de forma necesaria e inevitable. Para los católicos, por ejemplo, es Dios quien nos trae a la vida con un plan ya pensado para que por medio de decisiones sabias logremos cumplirlo. A esto se le puede denominar también la Voluntad de Dios, sin
embargo, no es algo a lo que estemos obligados a seguir. Según la biblia, Dios nos da la libertad de elegir si queremos seguir esa voluntad o desobedecer ante esta. Por otro lado, hay personas que prefieren poner su futuro en “ciencias “como la astrología, en donde las decisiones se toman basándose en creencias como la posición de los astros, el horóscopo, los signos zodiacales, las cartas astrales, etc. Igualmente hay personas que prefieren dejar su vida a la suerte sin preocuparse por que vendrá después, y vivir su vida tranquilamente tomando sus propias decisiones.
Pero para los filósofos, hablar de destino es hablar sobre la teoría de la causalidad, planteada por Aristóteles, la cual establece que todo acontecimiento que ocurre ha tenido antes algo que lo genera. Es decir, que son nuestras acciones las que van dando resultado a un futuro, y no es éste algo ya planteado. Por lo que para la filosofía hablar de destino carece de sentido, y afirman que el destino existe solo para atribuirle a este nuestros éxitos y fracasos, limpiándonos de toda culpa y responsabilidad.
Después de ver todos los pensamientos que ideas que se tienen hacia un mismo tema, surgen varias dudas que hacen cada vez más difícil comprender el concepto de destino. Ya que aunque exista o no, no hay forma alguna de saber cuál es realmente nuestro destino, nuestra misión, y aunque se cumpla, tampoco se puede saber en qué momento de la vida fue, y cuál fue la recompensa o la finalidad de haberla alcanzado. Es por estas falencias que se puede llegar a una afirmación concreta: No existe tal cosa como el destino, somos nosotros mismos quienes construimos nuestro futuro. Sin embargo, es de esperar que después de esto se creen cuestiones tales como: si no existe el destino, y somos nosotros mismos quienes decidimos que queremos ser o hacer en un futuro, ¿cuál sería el propósito en nuestra vida?, ¿no es acaso cumplir alguna misión?, y si esto es cierto, ¿Quién lo decide?, ¿Qué ocurre si no lo cumplimos?
Es por eso que en este ensayo se abordará de manera general todos los distintos conceptos que se tienen sobre el destino poniéndolos en debate para poder dar respuesta a estas grandes incógnitas, y principalmente para dar una explicación certera del porqué es ilógico pensar en algo como el destino, tomando como referentes diferentes situaciones de la vida cotidiana, y ampliando un poco más las diferentes percepciones que se tienen acerca de éste concepto un tanto abstracto Si bien no existe el afán o la urgencia de dar respuesta a éstas incógnitas, es importante despertar el interés y la curiosidad por diversos temas que son poco tratados, o tratados muy a la ligera, pero que además ayudan a entender mejor el pensamiento y el comportamiento de nosotros los humanos, cuando tratamos de atribuirle a algo nuestras acciones, para librarnos de las responsabilidades.
Creer en el destino renunciar a la responsabilidad:
Como se observó en la introducción, el destino, independientemente de que significado se le quiera dar, es algo en lo que todos creemos, o hemos creído al menos una vez en la vida, ya sea porque la sociedad vive sujeta a él, o porque es inevitable atribuirle todo cuando nos sucede algo de manera inesperada o cuando las cosas no van del todo bien, y esto trae consigo una consecuencia que pone en duda si realmente ocurrió porque fue planeado o porque simplemente fue una consecuencia de nuestras acciones. Pero como para cada las circustancias que se le presentan son diferentes, terminan creando su propio concepto del destino.
Están esas situaciones en las que por más que nos hayamos esforzado o anhelado realmente obtener algo, no sucede lo que queríamos y simplemente tenemos que aceptarlo, pero también existen situaciones en donde sucede todo lo contrario, y ocurren cosas que no esperábamos que salieran también, o lo que es lo mismo, situaciones de suerte. Para el primer caso es normal que surjan sentimientos de ira, decepción y tristeza, y se genera la idea de que sucedió porque así lo quiso el destino o porque era lo que estaba escrito, mientras que para el segundo caso, se genera un sentimiento de sorpresa y de felicidad lo que nos hace creer con toda seguridad y orgullo que me paso por que tenía que pasarme únicamente a mí. Pero aunque estas dos situaciones son casos contrarios, si tienen algo en común, y es que dejamos de sentir que tenemos el control de nuestra vida y que por tanto, pasa a ser manejada por algo o alguien más. Y nuevamente, depende de cada persona o cada situación definir quién es el dueño de nuestro futuro, es decir, quien decide nuestro destino. Si se toma por ejemplo la situación en la que un adolescente quiere seguir una carrera, por qué le gusta y quiere seguir sus sueños, pero al final es su familia quien por determinados
factores lo obliga a estudiar otra carrera, y por tanto, renunciar a sus sueños. En este caso, se podría decir que su familia la dueña de su futuro, y que por ende, fue esta misma quien eligió el destino de él.
Ahora poniendo de ejemplo el caso en que alguien que se dirige al encuentro con alguien, desafortunadamente sufre un accidente, y debido a este ya no puede continuar con las metas que tenía planeadas, se podría decir que su destino fue arrebatado, pero ¿Quién lo arrebato? Podría culparse entonces a quien iba conduciendo y no se fijó en quien iba cruzando, o se podría culpar a él mismo por no tomar precaución al cruzar la calle, o incluso se podría decir que la culpa es de quien lo citó, etc. Es decir, que no es posible atribuirle el destino de alguien a alguna otra persona, puesto que son tantos los factores que hacen que algo ocurra, que otorgarle la culpa a alguien o a algo no tendría sentido, y no se ganaría nada con eso. Pero entonces, si las consecuencias de nuestros actos no dependen de nosotros sino del propio destino, no se debería nunca juzgar a alguien por sus actos, y por tanto los crímenes que se cometen no deberían de castigarse, puesto que la culpa no sería del criminal sino de que su destino así lo quería, y no habría forma de contradecir esto, ya que no se puede saber nunca cuál es el destino de cada persona. Es así como debido a tantas situaciones no se podría decir que el destino le pertenezca a alguien, puesto que esto conlleva una responsabilidad, y para no tener que cargar con esa responsabilidad, entonces se le atribuye el destino a algún ente sobrenatural, es aquí donde se crea el concepto de la voluntad de Dios. Dejamos nuestra responsabilidad en Dios para que sea el quien se responsabilice por lo que hagamos o lo que dejemos de hacer. De esta manera se podría llegar a la conclusión de que el destino es solo una forma de quitarnos la responsabilidad de asumir nuestros actos y que este nunca va a ser el mismo para todos, a excepción de que, si no referimos al destino a su definición estrictamente
literal, la cual es “punto de llegada”, se podría decir que todos compartimos un único destino, la muerte.
El peligro de creer en el destino
Si bien no está mal creer en el destino, es un tanto peligroso dejarse influenciar mucho por éste, a tal punto de aceptar que existe una predestinación hecha ya por algo o alguien, por lo que dejaríamos de tener el control de nuestra propia vida. Y esto al principio podría verse como una simple creencia, pero podría terminar convirtiéndose en un estilo de vida. Esto traería consecuencias como creer que uno mismo no puede darle solución a los problemas, o que no somos capaces de tomar nuestras propias decisiones, llevándonos a un fracaso por no tratar de buscar nuestras oportunidades sino esperar a que las cosas simplemente se den.
Pero así como está mal confiar nuestros fracasos al destino, también lo está atribuirle nuestros logros y éxitos. Siempre que se logra algo es porque detrás de eso hubo un gran esfuerzo, dedicación y trabajo duro, y no llego simplemente porque ya estaba estipulado. Por lo que atribuirle los logros al destino es equivalente a no valorar el esfuerzo y el empeño que le ponemos a ciertas cosas, y suponer que como era lo que tenía que suceder, daba igual si se le ponía esfuerzo o no. Es por esto que asumir que existe el destino, o creer ciegamente a él nos puede arrebatar la propia libertad de nuestra vida, y nos prohíbe tomar decisiones a consciencia, también nos vuelve dependientes de algo que puede ser solo producto de nuestra imaginación. Resumiendo esto en otras palabras:
“No hay nada seguro. El futuro está en constante cambio y nadie puede predecir lo que sucederá después. Nosotros tenemos el poder de cambiar nuestro destino, porque el destino no está tallado en piedra y siempre tenemos la libertad de hacer una elección. (…)Somos esclavos sólo si dejamos que el destino nos controle. Siempre hay una elección.” Kagawa J. (2012).
Conclusiones
Si bien la vida se trata de ponerse metas y cumplirlas, hay muchas veces en las que esto no sucede como esperábamos, y creemos que es debido al destino, tanto así que terminamos volviéndonos dependientes a este y dejarle el control de nuestra vida al mismo, Pero hay que ser realistas, el futuro depende de nuestras acciones y de cómo decidimos llevar nuestra vida, sin embargo, también hay que comprender que es imposible tener el control total sobre toda nuestra vida, sobre cada momento y cada situación imaginable, puesto que hay factores que simplemente no podemos decidir o controlar. Aún así, si nos enfocamos bien en nuestra realidad, en que ámbitos se divide nuestra vida, y si ordenamos esas partes de acuerdo con la importancia real que tienen para nosotros, entonces es posible que no necesitemos del destino. Pero a cambio de esto, habrá que poner de nuestra parte, de nuestro esfuerzo y perseverancia, ya que es la única forma para cambiar las cosas, y para influir sobre ellas. También hay que aprender a aceptar las derrotas, y a entender que en la vida no siempre se gana, y es por eso que siempre hay que tener segundas opciones y no dejarlo todo en manos del destino. A fin de cuentas sería este el fin de la vida, ver hasta que punto dejamos de poner nuestro futuro en manos de destino imaginario para tomar el mando de nuestra propia vida y
comenzar a diseñarla a nuestro modo, encontrándonos con obstáculos pero también aprendiendo cosas nuevas y ganado experiencias en el proceso, un proceso que al final de la vida nos muestra quienes fuimos, sin embargo, todos tenemos un final en esta vida y no sabemos que siga después, pero si existiera otra vida , ¿seriamos nuevamente capaces de tomar el mando de esta y manejarla por nuestra cuenta?.
Referencias:
Fuentes, M. A. (2019). ¿Hay que creer en el “destino”? Catholic.net. Retrieved December 7, 2022, from https://es.catholic.net/op/articulos/66051/cat/13/hay que creer en el destino.html
Peña, D. (2014, April 10). ¿Crees en el destino? ¿Y en el control? Pues no es una buena idea. El Confidencial. Retrieved December 7, 2022, from https://www.elconfidencial.com/alma corazon vida/2014 04 10/crees en el destino pues no es tan buena idea_113773/ Sánchez, E., & Schloe, C. (2022, January 3). Si el destino existe, no existe la responsabilidad. La Mente es Maravillosa. Retrieved December 7, 2022, from https://lamenteesmaravillosa.com/destino-existe-no-existe-la-responsabilidad/