lámpara y los sonidos de los aparatos médicos que me circunscriben a mi estado de convalecencia. Si bien aún estoy algo confundido a raíz de los últimos eventos, no dejo de pensar en Ester y lsu entusiasmo por emprender el viaje que finalmente la alejó de mí; su expresión distendida luego de largos años de tensión por vivir en un mundo al que no pertenecía y me pregunto si la providencia habrá tomado cartas en el asunto, haciendo de mi desesperación por reencontrame con ella una contradicción que vuelve nuestro amor una paradoja; y la impresión que me dió ver a Tess cincuenta años rejuvenecida provocó que me sumerja cada vez más en este trance intermitente que me tiene atrapado en esta litera. La puerta se abre y una enfermera se acerca en la penumbra a agregar alguna sustancia en la bolsa de suero que cuelga junto a mí, como lo han estado haciendo en las últimas horas, seguramente la causa de mi estado de somnolencia constante, aunque paulatinamente mi visión se torna borrosa y empiezo a comprender que esta vez se trata de algún otro medicamento, por la reacción alucinógena que me causa. Ella se inclina sobre mí y reconozco nuevamente a la joven Tess que ahora mi mente convierte, como en una metamorfosis hacia la anciana arpía que conocí. Me mira desafiante y me dice: -“Ahora...es tu momento...” mientras una docena de sujetos se introducen por la puerta de la habitación y rodean mi lecho mientras los aparatos médicos a los que estoy conectado modifican su señal sonora en un zumbido ascendente que inunda la sala con un diabólico canto sinusoidal, al que todos los cuerpos adscriben en una
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