Rebeca pasa sus vacaciones en un pueblo pesquero de la costa. Allí conoce a Luisa, una niña que la hace vivir experiencias y sensaciones desconocidas para ella. Desconcertada por su amistad con esa niña rechazada por otros niños de la localidad, a la que consideran un marimacho, se debate entre reconocer ante todos que es su amiga o seguir a Nacho, el chico guapo de la pandilla. Como un gorrión en las manos, al que se le impide volar, el deseo de Rebeca se verá atrapado por su indecisión. “… si me iba, era como si apretara con mis manos aquel gorrión que había resucitado. Que mirara de frente a Luisa y aceptara su ofrenda delante de todos. Porque yo a esa niña la quería. La amaba. Y sin embargo, seguí caminando”.
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Lóguez