DEPORTES
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jueves 17 de noviembre DE 2016
Sara del Prado, la madre de Marcos Acuña, comparte con LMN la emoción por el debut de su hijo en la Selección. Zapala, de fiesta.
“Salimos a festejar en caravana por el barrio” gentileza diario olé
Fabricio Abatte abattef@lmneuquen.com.ar neuquén
Dicen que el instinto materno no suele fallar. Y esta hermosa historia viene a corroborarlo. Mientras le ponía el pantaloncito, las medias y los botines para mandarlo a las canchitas de Zapala, Sara del Prado le prometía a su pequeño futbolista: “¡Vos vas a jugar en la Selección, hijo querido!”. Luchadora incansable, mamá no mentía. Mamá tenía razón. El martes pasado, el pibe neuquino cumplió su sueño y ella pensó del otro lado de la pantalla: “¿Viste, hijo?”. Aún le dura la emoción a la señora tras lo que fue una noche inolvidable para toda la familia. Antes del debut con la Albiceleste, el crack de Racing le había confiado a LM Neuquén: “Cuando llamé a casa, mi mamá estaba llorando”. Y el martes a la noche, otra vez la mujer que tanto lo mima no pudo contener las lágrimas. “Estoy contenta. Por supuesto que son los hermanos otra vez lagrimeé Acuña: Fabiana, (risas). Muy feliz, Jéssica, Walter y enorme emoción. Marcos. Esto es mucho para mí”, afirma el día después de que Marcos se convirtiera en el primer neuquino en la historia en formar parte del combinado nacional. Sara cuenta cómo y con quiénes vivió ese momento único, maravilloso. “Estaba con los vecinos, Sonia y Ricardo, y luego llegaron mis hermanas Adelina y María Diamantina. También estaban en casa dos de mis cuatro hijos, Fabiana y Jessica, y el otro, Walter, se había ¡teléfono, marcos! ido a la casa de su papá a ver el partido”. Más allá de que le tenía toda la fe, ese instante en que su hijo reemplazó a Di María resultó impactante para ella. “Siempre pensé en eso, pero viéndolo en la tele es algo tan grande, cuesta creerlo”, repasa sensaciones al tiempo que siguen llegando vecinos para felicitarla. Fue tal la alegría que sintió Sara, empleada municipal de Zapala, que apenas el árbitro pitó el final del 3 a 0 ante Colombia por eliminatorias, “salí a festejar y me olvidé de llamarlo... Hicimos una caravana en el barrio con bocinazos, fue todo hermoso. Una de mis hijas sí se comunicó enseguida con
Acuña se saluda con las estrellas de la Selección tras la victoria ante Colombia. A la derecha, con su mamá Sara del Prado en la intimidad familiar y la nota previa con LMN donde hablaba de ella. “Cuando llamé a casa, mi mamá estaba llorando”, dijo.
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su hermano”, revela con una sonrisa la mamá del “neuquino más famoso”.
Madre hay una sola
La cábala de todos los partidos del Huevo y su amigo Rouret El Huevo “era huevito” cuando se conocieron, pero ya la rompía. Fue en el CEF de Zapala, y luego la relación siguió en Don Bosco de esa ciudad (“allí salimos campeones”) y ya surgió una amistad que se afianzó con el paso del tiempo. Gabriel Rouret (en la foto con Acuña y sus hijos), ex técnico y padrino de la hija de Marcos Acuña, revela a LM Neuquén la cábala que tienen desde hace 8 años. “Cada vez que va a jugar, el día anterior le recargo el celular, 50 pesos y lo
llamo por teléfono la noche previa a los partidos. No hemos parado nunca de hacerlo. Con la Selección obviamente que la respetamos y en la Libertadores, incluso cuando viajó a Paraguay y a Venezuela. Esto, más allá de que nos mandamos mensaje. El convenio del celular surgió así: “Yo te voy a cargar el teléfono pero el día que triunfes me vas a mandar un avión a Zapala a buscarme (risas)”, le dije. Y él me contestó ‘el avión ya lo tengo’. Es un gran pibe, estamos felices por él”.
Se nota, cuando recuerda los primeros pasos de Marcos en el fútbol, que Sara tuvo que multiplicarse para que no se frustrara el sueño de Marcos. “Todo lo que hice fue con la ayuda de mi familia y algunos amigos de él. La luché bastante sola. Nunca pude ir mucho a la cancha, lo preparaba y lo mandaba y su papá lo venía a buscar o se iba con su hermano. Es que yo trabajaba de las 7 de la mañana hasta casi las 10 de la noche, en ese tiempo estaba en un cine”, comenta la progenitora del volante que surgió en Don Bosco y al que Ferro le abrió las puertas del fútbol grande antes de recalar en la Academia. “Era de esos chicos que no dejaba el fútbol un rato. Era fanático. Y la verdad que mirá, valió la pena todo. Marcos se merece esto”, destaca orgullosa la madre, quien comparte una infidencia: “Ya le pedí que me guarde la camiseta”. Una mamá de selección
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