NEUQUÉN CIUDAD
10 LMNeuquén
domingo 6 de septiembre DE 2015
La confesión de los curas que dejaron todo por amor
Historias íntimas de quienes abandonaron los hábitos para formar una familia. GERMÁN CAZENEUVE (41 años)
HERNÁN INGELMO (46 años)
“Me sentía solo y quería enamorarme” A los 20 años Germán Cazeneuve sintió una mezcla de vacío y profunda tristeza. Ni la carrera de Diseño Gráfico, ni su trabajo en una agencia de publicidad ni su novia lo “llenaban”, afirmó. Vivía en Buenos Aires y una noche de septiembre de 1994 decidió que tenía que girar el rumbo de su existencia, “ser alguien jugado por el otro”, como su primo, un cura salesiano que se había ido a África. “Mi primo, Gustavo Mahon, me mostró lo que era un tipo jugado y libre de todo”, afirmó. Al año siguiente entró al seminario y comenzó a transitar las villas miserias de Buenos Aires y del conurbano bonaerense “donde con muy poco podía hacer mucho, estar con la gente, charlar y acompañarlos”. En 2002 volvió a Neuquén y fue ordenado cura en Centenario. “Ni se me cruzaba por la cabeza tener una familia porque al igual que otros santos quería cambiar la realidad presente y futura de las personas”, explicó. Tras ocho años en la Iglesia María Auxiliadora le proponen ser vicepresidente de Cáritas, cuya labor le fue “consumiendo el cuerpo”. En 2009 le diagnostican una artritis reactiva, una enfermedad autoinmune en que se inflaman las articulaciones. “Esa enfermedad fue el choque entre lo que uno quiere y puede. Dentro mío se estaba gestando eso de no poder soportar estar solo. Darme cuenta de que quería estar con alguien y enamorarme”, describió. El obispo Marcelo Melani lo envió a Alta Barda, donde entre misas y comidas con amigos conoció a Mariela. Piensa
PABLO MONTANARO montanarop@lmneuquen.com.ar
que esa designación le permitió encontrarse con la posibilidad de enamorarse. El 1 de mayo celebró una misa en la que confesó los motivos de su alejamiento de la Iglesia. “No tenía problemas con la fe ni con la Iglesia”, dijo. Meses después le declaró su amor a Mariela en la puerta de la casa donde actualmente viven con Maite, la hija del primer matrimonio de ella, y su pequeño hijo, Gaspar, que nació el 7 de mayo pasado. Hoy su semblante refleja una gran plenitud. “Fui muy feliz como cura y soy muy feliz como esposo y padre. No pueden ser opciones, las dos significan toda una vida, y yo tengo la suerte de haber podido vivir las dos”, concluyó
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“Hoy, uno no se va al ostracismo” Las visitas que Jaime de Nevares hacía en forma frecuente a la casa de sus padres llevaron a Hernán Ingelmo a considerarlo “una especie de tío abuelo”. Esa figura emblemática, sin duda, marcó la decisión de romper después de cuatro años con una novia, abandonar Bioquímica y entrar al seminario por un gran deseo “de búsqueda, heroísmo y apuesta fuerte a la vida”. Su militancia religiosa se fue gestando en el Colegio Don Bosco y misionando los veranos en Tricao Malal, llevando adelante “esa experiencia de compartir la fe como me había enseñando don Jaime”, En enero de 2003 se fue a Barcelona donde hizo una tesis sobre De Nevares y conoció a Alejandra, una argentina que estaba haciendo un doctorado en Psicología. Volvió a Neuquén y le dijo al obispo Marcelo Melani: “Estoy complicado: tuve una historia con una mujer”. Melani le propuso empezar con una psicóloga y lo mandó como párroco a Zapala. Mientras tanto, seguía el contacto con Alejandra vía mail. “Creo que la idea de Melani no era retenerme sino todo lo contrario, estar en un lugar alejado para que la decisión sea genuina”, explicó. “Tuve la suerte de tener un obispo gaucho y amigos que acompañaron mi decisión”, agregó. En abril eligió estar con Alejandra, durante esa convivencia coincidieron en construir una familia y luego tener hijos. “El cura es una figura simbólica a quien la gente le deposita mucho. Es
lógico que los que tenían expectativas en ese cura se sintieran defraudados”, expresó quien hoy a los 46 años es padre de tres hijos de 2, 5 y 7 años. Hernán tiene una mirada crítica sobre el celibato aunque admitió: “He sido feliz siendo célibe. El celibato es una gran muralla de contención, como El Chocón. El problema es cuando esa energía no tiene los canales para canalizarla. No es lo mismo vivir el celibato en un contexto monacal que vivirlo en una sociedad hipersexualizada como la actual”, explicó. Por último, sostuvo que “al haber perdido la Iglesia católica su multicentrismo institucional en el contexto de otras realidades, dejar de ser cura hoy no es tan dramático, uno no va al ostracismo por eso”
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Maria Isabel Sanchez