ble de Woody; que, si bien emociona, genera ansiedad y divierte, también hace extrañar la participación de aquellos personajes que fueron centrales en películas anteriores.
Los más quisquillosos dirán que en la tercera lloraron más, otros podrán decir que es una emoción diferente; una clausura que significa un final para Woody y sus amigos y un cierre para la historia Ninguna secuela de Toy Story podría superar las que vio crecer a una multitud de chicos desde hace primeras dos películas, pero pocas sagas han llega- veinticinco años. Quizá lo que pone triste no es el do a tener cuatro filmes que mantuvieran calidad, final, que se amalgama con emociones entremezbuena historia, diversión y nostalgia. Hay momen- cladas, sino la sensación de ver el telón cerrarse, de tos para reírse a carcajadas, agarrarse del asiento, viajar a las infancias y los cines de antaño, y saber sentir lástima por otras historias tristes de juguetes que, al fin, Woody eligió su camino hasta el infinito no queridos, asombrarse con la animación y emo- y más allá. cionarse hasta las lágrimas. 35