Huellas de Tinta Abril 2021

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Reseñas

Shirley Jackson

Siempre hemos vivido en Por Victoria Marañón Rodríguez

Sinopsis:

Autor Shirley Jackson Editorial MINÚSCULA Páginas 204 Publicación 2019

Merricat lleva una vida solitaria en una gran casa apartada del pueblo. Allí pasa las horas recluida con su bella hermana mayor y su anciano tío Julián. En el hogar de los Blackwood los días discurrían apacibles si no fuera porque los otros miembros de la familia murieron envenenados allí mismo; en el comedor; seis años atrás. Reseña Shirley Jackson ha comentado en entrevistas que los personajes femeninos principales de esta novela son dos caras de una misma moneda. Así es como la bella Constance es el ama de casa perfecta para la década del cincuenta en los Estados Unidos, y Merricat es la mujer lobo de aspecto salvaje que realiza rituales de protección, siendo rechazada socialmente. Es a través de la segunda que nos metemos de lleno en Siempre hemos vivido en el castillo. Escrita en primera persona, la autora juega con lo que no se cuenta y los lectores no tardamos mucho en descubrir que nuestra interlocutora no es muy confiable. Seis años atrás gran parte de la familia Blackwood fue envenenada en una cena familiar, el único sobreviviente es el tío de las protagonistas que ha quedado con secuelas que incluyen tener que trasladarse en silla de ruedas. La policía acusó a Constance pero tras un juicio fue absuelta. Merricat en ese momento se encontraba castigada por su padre, en su dormitorio.

“Me imagino que el pueblo estaba lleno de corazones podridos que codiciaban nuestras pilas de monedas de oro, pero eran cobardes y temían a los Blackwood.” 8

Las chicas viven recluidas en la mansión señorial que incluye varias hectáreas alrededor. Merricat nos cuenta que dos días a la semana tiene que ir al pueblo a comprar provisiones soportando las burlas, el maltrato y la desidia de los lugareños que odian a los Blackwood. Por su parte, el tío Julien trata de recordar cada detalle de aquel fatídico día para escribir una crónica. El tiempo pasa con Constance cocinando mientras cuida de su huerta fértil y Merricat enterrando cosas en el jardín acompañada de su gato Jonas, pero hay un quiebre en la rutina cuando un primo lejano se presenta en la casa queriendo apoderarse de la atención de Constance y de la fortuna familiar.

“Cuando a Jim Donell se le ocurría algo que decir, lo repetía tantas veces y de tan distintas maneras como podía, quizá porque tenía muy pocas ideas y debía sacarles el mayor partido posible.” La prosa de Shirley es perversa, socarrona, implícita y logra que los lectores tengamos que estar muy atentos a lo dicho entre líneas. Hay un juego todo el tiempo con Merricat, personaje fascinante, una contradicción constante que descoloca e invita a seguir hasta el final. También hay algo de brujas en las mujeres Blackwood; su contacto con la tierra en el caso de Constance que la prepara, la trabaja así como también la valora y la respeta y Merricat que utiliza cualquier objeto como amuletos de protección. No es una novela fantástica en absoluto, sin embargo tiene magia. Es como un cuento de hadas siniestro en el que los roles nunca están claros. Algunos análisis literarios la describen como el horror domestico al que estaban confinadas las mujeres por aquel entonces.


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