Local - Artístico - Independiente Agosto 2018 - El Chaltén Santa Cruz - Número 32 EDITORIAL
La piedad - Miguel Ángel
A
veces para poder criticar ciertos argumentos es necesario entender desde dónde nos habla quien tenemos enfrente. La fe religiosa es algo inentendible para quienes nunca la tuvieron o la perdieron al llegar a la adultez. Personalmente no creo haber perdido la fe, pero si la religión. Para quienes pasamos por ese camino con compromiso, habiendo acudido a la clase dominical, habiendo leído las escrituras y poniendo en duda la fe, no es difícil darse cuenta de que fe y religión no son compatibles. Podemos discutir un sinfín de términos y condicionamientos, pero si nos atenemos a lo que dice la biblia al respecto, podemos sorprendernos. La religión, así como el fanatismo político por ejemplo, siempre intentó dominar a las masas. Fue y será una forma de control social. Para que este mecanismo funcione es necesario que todos creamos que alguien debe decirnos qué hacer, que es necesario tener un intermediario, un guía espiritual. Creo que lo más revolucionario del Nuevo Testamento es que, si lo leemos completo, nos dice que no existen intermediarios entre Dios y los hombres, por ende, la relación con lo espiritual es personal. Con este argumento traído desde el cielo se caen todos los muros religiosos y de control que nos intentan vender. Que yo decida vivir mi vida de cierta manera no implica que deba imponer esa forma a otros. Más allá de mis creencias. Más allá de mis deseos o de lo que yo quiera del mundo, el mundo es como es y cada uno de nosotros es quien es, no quien deba ser según mi opinión personal. ¿Acaso no entendemos que la riqueza de la sociedad está en su heterogeneidad? Después de años de historia no comprendimos la importancia de aceptar las decisiones que otra persona hace sobre su vida.Sí, todas las decisiones que hacemos nos afectan a todos. Pero me sorprende que quienes intentan imponer su voluntad sobre la vida de los demás no aceptan que nadie les diga qué hacer. Poder decidir nos hace personas autónomas y enfrentar las consecuencias de esas decisiones (cualesquiera sean) nos hace adultos. No permitamos que nadie decida por nosotros y dejemos que los demás decidan por sí mismos. Abracemos la diversidad de opiniones y animémonos a discutir con respeto. Página 1