Linea suburbana nº2

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FLYING HOY MEANS HELENA EXQUIS

El caso es que me habia tomado tres o cuatro red bulls y creia que iba a peder el avión. Todo vino por mi falta de preveer ciertos contratiempos: el metro abarrotado por ingleses borrachos a las cinco de la mañana, que cambiasen la parada del aerobus a la otra punta de la plaza por nosequé partido de fútbol haciendome perder mi primera oportunidad de llegar con tiempo, que una pareja de cincuentones me hiciera perder un segundo aerobus al grito de “Pero aquí hay que cumplir una cola, eh” con un acento más digno de una mala imitación que una realidad. El avión despegaba a las siete menos cuarto y eran las seis y diez y aun me quedaban veinticinco minutos de trayecto, sentada mirando por una ventanilla. El corazón me latía a ritmo de grindcore. Bueno, toda yo más bien era una canción de grindcore: horrible y en treinta segundos. Ojeras dobleteras, pelo despeinado, pantalones manchados, chaqueta colgando, bolso llenísimo y maleta en ristre. La opción de oir música no me sirvió de nada: lo alegre me ponía aún más violenta y lo triste hacía que mi mundo empezase a desmoronarse. Sabia que si encendía algunas de las redes sociales me dedicaría a poner insultos en mi estado. Ante la situación, debía de dejarme llevar. En mi monólogo interno barajaba las opciones de qué hacer si perdía el avión. Mi favorita era cambiarme de nombre, ser otra persona, dar un nuevo sentido a mi vida con los 70 euros que me quedaban después del viaje, aunque algo me decía que seguro que acababa ejerciendo la prostitución o algo peor, y eso no es tan bonito como lo pintan en Vivre sa

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