Un encuentro fortuito con Gabriel García Márquez, cuando el escritor ya andaba perdido en las regiones oscuras de su memoria, aviva el deseo de atravesar Colombia navegando el río Magdalena, desde su desembocadura en Barranquilla a su nacimiento en los Andes. El río de la vida lo llamó Gabo, una arteria fluvial que conocía bien y al que alude en sus memorias: «Lo recuerdo todo sobre el río, absolutamente todo», le confesó con los ojos brillantes a Michael Jacobs.