EDUCACIÓN FRANCISCANA La orden religiosa franciscana fue la primera en llegar a la Nueva España entre 1523 y 1536. Fueron los primeros en poner en práctica un proyecto educativo que estuvo dirigido a la reorganización social de los pueblos indios, procurando su independencia económica además de su autonomía social y política. El centro de sus operaciones fue la ciudad de Texcoco, aunque más tarde se dividió el grupo para distribuirlo en cuatro conventos que atenderían a las regiones más densamente pobladas de los valles centrales: México, Texcoco, Tlaxcala y Huejotzingo. Las estrategias empleadas por los franciscanos fueron dos: la conversión selectiva y la masiva. La primera consistió en evangelizar a los caciques indígenas (pipiltin) dándoles a conocer la religión cristiana y la segunda fue el bautizo masivo de los naturales. A la "gente común" o macehuales sólo se les daba la enseñanza catequística: Diariamente, después de misa, concentraban a los niños indígenas en el atrio de la iglesia, en donde les hacían aprender la doctrina y las oraciones. Después volvían a sus casas para que aprendieran las labores que realizaban sus padres. Los franciscanos crearon formas didácticas novedosas en la enseñanza, crearon dos elementos arquitectónicos en sus conventos e iglesias: la capilla abierta y el atrio, en esos espacios abiertos hicieron representaciones dramáticas con fines didácticos. Estudiaron las lenguas nativas para enseñar el cristianismo. Además, hicieron representaciones gráficas de las ideas, dibujando con jeroglíficos las primeras oraciones cristianas para los indios, como el Padre Nuestro, que iban mostrando al momento de orar. Hubo frailes que iban de pueblo en pueblo enseñando con dibujos y sin saber la lengua de los indígenas. Otro medio didáctico utilizado por los franciscanos fue el canto y la música. Ponían en verso oraciones como el Padre Nuestro, el Ave María, el Credo y otras. El sonsonete que hoy persiste en los cantos de las iglesias de los pueblos indios surgió al aplicar ese medio didáctico. El modelo educativo franciscano se construyó con tres vertientes: La primera estuvo dirigida a la enseñanza de oficios, que recibía la mayoría de los niños y jóvenes para prepararse en el proceso de producción. La segunda a las mujeres, con la finalidad de que cumplieran con las funciones de la organización familiar, y la tercera consistió en la educación superior, que estaba dedicada en un principio a los hijos de la nobleza, y en la cual pusieron sus esperanzas para que su modelo de sociedad se reprodujera, formando a los encargados de asegurar la continuidad de la orden franciscana.