La Regaera 7 La Quinta

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7 Semana Santa 2013

“Vamos los Quintos parriba…” La vida se vuelve a veces muy paradójica. En ocasiones, los avances sociales que en teoría están pensados para mejorar la existencia de los ciudadanos, acarrean la pérdida de elementos interesantes para la cultura de los pueblos. Así ha ocurrido con “La Quinta”, que ya no se celebra en España, pero que tan gratos recuerdos trae a todos cuantos la vivieron. Se trataba de una fiesta que estaba ligada al servicio militar y a la talla de los chavales que ese año cumplían la edad para ir al ejército. Desde que este servicio dejó de ser obligatorio, la quinta ha desaparecido de la práctica totalidad de las localidades españolas.

En la Sierra, “La Quinta” era una época especial en el año, alrededor del mes de marzo, en que los chavales que tenían que incorporarse a filas podían pasar una experiencia inolvidable. En casi todos los pueblos de la sierra, se componían canciones y se disfrutaba unos días de fiesta y desenfreno para “celebrar” que se iban a la “mili”.

En Galaroza, la fiesta se recuerda con gran añoranza por aquellos que la experimentaron. Todos los cachoneros atesoran fotografías de grupo, que son las más comentadas en exposiciones o publicaciones ante la presencia del colectivo. Fotógrafos de gran recuerdo en el pueblo como Emilio Rodríguez Beneyto o el francés François Fèvre, han immortalizado grupos y cuadros en diversos años, destacando el archivo histórico de la Asociación Lieva, que ha rescatado fotos antiguas para mostrarlas al pueblo y salvarlas del olvido.


“Vamos los Quintos parriba…” Más allá de consideraciones históricas o morales sobre la evolución y el significado del Ejército, la Quinta tenía un valor etnológico muy fuerte, ya que suponía la “puesta de largo” de los muchachos, la admisión pública de su mayoría de edad. Estos matices han sido estudiados por expertos como el etnólogo Pedro A. Cantero, que la describe con innegables rasgos de masculinidad y reafirmación social. Durante la fiesta de La Quinta se permitía a sus protagonistas prácticamente todo. Desde irse de juerga, cantar canciones subidas de tono, convivir todos juntos durante un tiempo, “cazar” gallinas,… El control social se limitaba a algunas reglas de decoro y a la presencia de las madres para cuidar aspectos como la alimentación y poco más. Otras mujeres estaban prácticamente excluidas de la convivencia, aunque de vez en cuando algún quinto se “escapaba” para ver a su novia. Para algunos supuso la primera vez que podían beber alcohol, y muchos la recuerdan porque sus padres le ofrecieron su primer cigarrillo. “La Quinta” de cada año quedaba marcada para todos sus componentes, de modo que con el correr de los años se creaba un vínculo especial para los quintos. Incluso en muertes sobrevenidas, los quintos del fallecido le recordaban como uno de los suyos. El ritual coincidía cada año con el momento en que los jóvenes del pueblo se tallaban, es decir se les tomaba la talla y el peso como primer requisito para posteriormente ir con destino al ejército. Aprovechando esta cita, se reunían e iban al Ayuntamiento para cumplir con esta obligación, pero aprovechaban la ocasión para confraternizar y salir de fiesta colectiva. La diversión comenzaba cuando se juntaban con amigos y familiares, casi siempre hombres, y salían por las calles del pueblo cantando y bebiendo cualquier tipo de vino o licor.


“Vamos los Quintos parriba…” Les acompañaban instrumentos, litros de alcohol a granel, animales y mascotas que iban “requisando” tras sus hazañas,… Lo que nunca faltaba era la garrafa de vino y la especial indumentaria de la que no se separaban en toda “La Quinta”, en su continuo recorrer de las calles del pueblo. Se dirigían a diversos destinos, entre los que incluían las ventanas de todas las mozas del pueblo. En Galaroza, el instrumento fundamental que acompañaba las comitivas diarias era la chacarrasca. Un trozo de madera con dientes para poder provocar sonidos, fue el artilugio de juventud de muchos cachoneros que aún lo tienen presente entre los objetos que guardan en el doblado. La chacarrasca era construida por los propios quintos o por un amigo especial que fuese carpintero. El otro elemento fundamental, en el plano musical, era el ingenio para crear canciones a cada miembro del grupo. Las coplillas iban cada año adaptándose a los tiempos y las costumbres, quedando ya muy lejos de aquellas tonadas antiguas que siguen estando presentes en el cancionero popular.

“Vamos los quintos parriba que nos llaman las campanas. jugaremos nuestra suerte pa unos buena, pa otros mala”

“Si te toca te joes que te tienes que ir que tu madre no tiene para librarte a ti”


“Vamos los Quintos parriba…”

Las letras y expresiones eran malsonantes y picaronas, aunque la intención siempre era buena, enlazando días y noches de cánticos y melodías. También había coplas nostálgicas, que retrataban el duro trance de salir del pueblo dejando a sus seres queridos. Ahora que ya no hace falta irse a la “mili” para conocer el mundo y que las reuniones se vuelven a juntar para celebrar cenas de quintos, es un buen momento para recordar aquellos tiempos en que “La Quinta” hacía amigos para siempre en una tradición festiva que no debe olvidarse.


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