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e alguna manera todos somos Irulana a la hora de contrastar nuestra fugacidad sobre el universo. Pequeños, desprotegidos, solos. Todos somos Irulana cuando inevitablemente debemos hacer frente a los monstruos peludos que nos impone la sociedad y a los propios. Cuando decidimos que nunca seremos ogronte con tal de salvar el pellejo De eso habla Irulana y el Ogronte con los chicos. De la amenaza y del amenazado. De la desventajosa relación de fuerzas con que un niño enfrenta al mundo pero también de la posibilidad de revertirla. Porque todos tenemos una palabra de la que somos dueños. Un nombre que, si nos animamos a pronunciar en medio de la oscuridad, puede ayudarnos a conjurar el miedo, a guardar nuestros monstruos en algún bolsillo cercano o a sentirnos grandes como ballenas aún siendo más chiquitos que cualquier arveja “Prueben, si no –dice Graciela Montes, cuyos textos juzgo tan vitales como el agua y el aire- de decir una palabra importante, una sola, en medio de la noche oscura y al lado de un ogronte” Silvia Schujer
Escritora, periodista y especialista en literatura infantil y juvenil.