Irulana y el ogronte. Dosier homenaje

Page 1

A 25 AÑOS DE SU PRIMERA EDICIÓN

DOSIER HOMENAJE


COLECCIร N

Anita Una colecciรณn para empezar a nombrar el mundo: las mascotas, los colores, los juegos.

mo es Anita dice cรณ

res

Anita junta colo Anita dice dรณnde estรก

Anita quiere jugar Anita sabe contar

Anita se mueve


P

ara un editor, es muy emocionante publicar una obra nueva, inédita, descubrir un texto valioso a partir de esa mezcla de azar e intuición que son ingredientes esenciales de esta profesión. Pero tan trascendente como eso es reeditar, es decir, volver a tipear, maquetar, armar, corregir, ilustrar, retapar, imprimir, en síntesis, poner en valor y relanzar al público alguna obra que tenga varios años desde su primera edición. Hablamos de esos libros que fueron fundamentales en nuestra vida, aquellos que provocaron un quiebre en su momento de producción, que dejaron huella en miles de lectores, que conmovieron en lo más hondo a chicos y grandes por igual, que nos hablaron de nosotros mismos, de nuestro pasado y de nuestro presente, que fueron un grito en la oscuridad. Eso fue y es Irulana y el ogronte de Graciela Montes, una obra fundamental en el campo de la LIJ argentina, que nos muestra cómo una palabra importante, en medio de la noche, puede hacer muchas cosas. Es un texto ya clásico y, a veinticinco años de su primera edición, tiene ahora la posibilidad de volver a leerse y reinterpretarse a la luz de una versión totalmente renovada. Que una autora de la talla de Graciela Montes nos confíe uno de sus tesoros más preciados es el orgullo más grande que puede tener un editor. María Fernanda Maquieira Directora editorial de Loqueleo.


P

ublicada por primera vez en 1991, Irulana y el Ogronte no solo es una narración emblemática dentro de la obra de la destacada escritora Graciela Montes, sino también un texto representativo de una fructífera etapa de renovación y de apertura a nuevos contenidos y propuestas estéticas dentro de la literatura argentina para niños. Con reminiscencia de los cuentos de la tradición oral, esta recreación del motivo de David y Goliath es una fábula “un poco igual y un poco diferente”, que admite disímiles lecturas, escrita con un estilo coloquial en el que no faltan las pinceladas de humor. Anunciado desde el subtítulo como –un cuento de mucho miedo–, la historia deviene una defensa del valor de los niños y de su capacidad para enfrentar situaciones difíciles. Pero también puede, y debe, leerse como una parábola social sobre la capacidad de resistencia de la gente y de sus posibilidades de transformar la realidad. Irulana y el Ogronte regresa con nuevas y creativas ilustraciones realizadas por Virginia Piñón que destacan, a través del uso del color y de los primeros planos, las figuras del dúo de protagónico, mientras que el resto de los personajes y los escenarios están trabajados en blanco y negro, imitando grabados. Este oportuno rescate editorial de Loqueleo pone en las manos de una nueva generación de lectores una propuesta que, un cuarto de siglo después de su aparición, mantiene su lozanía y su capacidad de dialogar con destinatarios de diferentes edades y experiencias. Sergio Andricaín Escritor, periodista, crítico, investigador literario y editor.


H

emos esperado durante años la reedición de este libro que no ha perdido ni en una pizca su vigencia, como esperamos la recuperación de toda la obra de Graciela Montes. Lectores, investigadores y editores citándola durante años, recomendándola, para que no se perdiera, para que siguiera viva. Así de importantes son sus libros para nosotros, así su palabra que habla a grandes y chicos sobre el poder de las palabras y de la resistencia humana. Como la entrañable Irulana que, con palabras, resiste a los ogrontes. María Teresa Andruetto Escritora.


E

l cuento “Irulana y el Ogronte” refleja en el campo ficcional toda la intensidad que vive la autora en relación con el lugar de la niñez en el mundo violento de hoy. Fue editado en la Colección Gramón-Colihue, año 1995, un emprendimiento de la autora con la Editorial Colihue. Perteneció inicialmente a la serie “La Ratona Cuentacuentos”, en Libros del Quirquincho. Nos encontramos con un texto que contiene los rasgos de la cuentística tradicional: un héroe debe enfrentar un peligro para salvarse. Irulana debe efectivamente esperar y destruir a un monstruo grande, poderoso, y autoritario: el Ogronte. Tiene Poder y es Cruel, como lo son los dictadores de todos los tiempos. Irulana queda sola ante el Ogronte. En ese combate la niña recurre a su voz, y a su identidad para resultar vencedora. El Poder de la palabra es más eficaz que el Poder del Autoritarismo. Pero no se trata de un triunfo individual, como es esperable de un cuento tradicional. Irulana es en cierta medida una heroína posmoderna: el triunfo es de todos, es colectivo. Por eso todos pueden regresar para fundar nuevamente un Pueblo, una vez derrotado el enemigo que les impedía ser libres. La Libertad es sin duda el valor humano resaltado en el texto, y que lleva a disfrutar su lectura porque sin duda el deseo de ser libres, es parte de la búsqueda de todos los seres humanos. Por estos valores literarios y culturales presentes en el texto, la Editorial Santillana lo presenta nuevamente para que nuevos lectores disfruten de la magia de Graciela Montes. ¡Bienvenida Irulana al Siglo XXI!!!! Lidia Blanco

Profesora de Lengua y Literatura. Especialista en literatura infantil y juvenil.


T

odos los cuentos que perduran cobran vigencia con la relectura y se convierten en clásicos. Es así que hoy celebramos el regreso de Irulana y el ogronte, un cuento que Graciela Montes publicó por primera vez hace veintiséis años. Un relato que a pesar de su contexto de cuento tradicional es muy actual, se enriquece con el paso del tiempo porque a su vez es una metáfora (o una analogía si se quiere) que puede proyectar cualquier época. Su solidez va desde la historia hasta la escritura; desde el argumento a la estructura; desde lo ineludible a la valentía; desde lo adverso a la ternura. Irulana es un libro para chicos y grandes (pero pensando en su autora y en toda su obra indispensable y luminosa me atrevo a decir que es un cuento pensado para que chicos chicos compartan con “sus” grandes), es un cuento, digo, con advertencias que cuidan al lector pequeño, un decir que lo lleva de la mano a un mundo ficticio, que le muestra el mal y también la capacidad de hacerle frente. El narrador nos anticipa que es un cuento de miedo, de mucho miedo y nos lo repite cuando estamos a punto de olvidarlo. Todo el tiempo nos alerta y aclara cosas. Como, por ejemplo, que este es un pueblo con ogronte aunque haya pueblos que no tienen. Y al mismo tiempo nos recuerda a menudo que los que nos está contando es un cuento. Hay una voluntad por aclarar que eso que nos cuenta es de mucho miedo, acentúa y refuerza el poder del ogronte. Mientras tanto un pueblo se acomoda a él, se cuida de no enojarlo y hasta le ofrece comida. Aunque un día el ogronte (“vaya a saber por qué”) se enoja igual. Ogros hay en todas las épocas. Las características físicas


se renuevan al mismo tiempo que se reactualizan. Los pueblos que se van asustados están a la orden del día pero los que vuelven son pocos. Y cuando eso sucede es porque hay alguien que lo posibilita no importa la edad. Importa el cómo. Irulana es una nena heroína que se rescata gritando su nombre y la vez (nos) rescata a todos. Es la palabra (y la acción) desde la soledad de la infancia que se libera y libera a la adultez. Y con esta edición nos dice que es un cuento que vuelve, que vuelve una ficción imprescindible y que marca la historia de la LIJ porque Irulana es un cuento indispensable en las lecturas de infancia. Virginia Piñón renovó el texto con un aporte de aire fresco, de color, de espontaneidad. Las imágenes son un regalo visual que nos hacen entrar con confort a ese mundo cercano y lejano al mismo tiempo. Por momentos pareciera que el ogronte hace una lectura de lo que puede comer, como si viera al pueblo como un cuento y solo Irulana fuese humana. Irulana es una niña que irradia ternura y valentía. Texto e imagen tejen una historia que tiene magia, libertad, convicción y búsqueda de la identidad Sandra Comino Escritora, docente, investigadora y crítica literaria.


I

rulana cumple 25 años de andar entre chicos, grandes, bibliotecas, mochilas, librerías.

Pero la verdad verdadera es que Irulana se llama Graciela, tiene flequillo, una voz muy de Graciela Montes y un banquito. El Ogronte, cada vez que aparece, cambia de nombre. Pero siempre da miedo. A veces chicos y grandes tenemos que pelearnos con algunos Ogrontes. Por eso es muy bueno que un libro como Irulana esté en mochilas, bibliotecas y librerías, para poder leerlo muchas veces. Y que los grandes no digan que no les sirve ¡las cosas que descubren con Irulana! Lo mejor que tiene eso de leer varias veces un libro, es que cada vez nos hace pensar en cosas nuevas, sobre todo, en nuevas formas de defendernos de los Ogrontes. Pero primero hay que espantar un poco el miedo. Y sí, también es bueno tener un banquito. ¡Feliz cumpleaños Graciela, Irulana y Ogronte! Laura Devetach Escritora, docente, investigadora y crítica literaria.


E

n todos los libros de Graciela Montes gobiernan la imaginación y el humor. En las páginas de Irulana y el ogronte se enfrentan una niña y un monstruo temible. Pero no solo combaten con sus cuerpos, sino con sus propios nombres: el ogronte gracias al temor que despierta su nombre, e Irulana gracias que tiene conciencia de que no sólo es un personaje de un libro, sino de un libro dibujado. El libro juega a que las ilustraciones aparecen mientras la historia se cuenta. En esta nueva edición le ha tocado a Virgnia Piñón participar de este juego y darle espesor gráfico a las peripecias de la historia. Como en todos sus cuentos, Graciela Montes resuelve con gracia y encanto este combate entre el gigante y la niña, entre la fuerza bruta y la palabra justa. Pablo De Santis Escritor, periodista y guionista de historietas.


C

uando creímos que, los que tenemos algunos años...más que diez...no íbamos a releer buena literatura sobre Ratones feroces, Anitas, Monstruos de bolsillo, Nicolodos, Perros que vuelan o Casi perros por hambre. Ni achicarnos junto a Doña Clementina o pasearnos por el Club de los Perfectos en el barrio de Florida, o enamorarnos exageradamente. Graciela y su universo inconmensurable de personajes nos invita a volver a subir al “banquito verde” junto a la valiente Irulana para seguir creciendo desde su libertad y poesía. Nuevamente, ¡bienvenida Graciela!. Secreto:...hacía tiempo que te esperábamos... Cecilia Fernández

Especialista en literatura infantil y juvenil y bibliotecaria.


E

l cuento es una gran metáfora acerca del valor de la “palabra” como una forma de enfrentamiento contra el “poder” de los fuertes y violentos. Cada letra de Irulana, una inocente, pero valerosa niña, logra someter al Ogronte y hacer aparecer a la luna, mientras una nueva población vuelve a ocupar el espacio liberado. La vigencia de este relato, trasciende los tiempos en que fue concebido, con una escritura original e impecable. Susana Itzcovich Profesora en Letras y periodista. Especialista en literatura infantil y juvenil.


M

e gustó reencontrarme con este cuento que hace muchos años atesoro en mi biblioteca. Celebro su reedición. Muchas veces lo he leído a chicos de diversas edades y a docentes siempre con disfrute. Para mí es un clásico en la literatura infantil argentina. El modo en que está escrito con las intervenciones de la narradora y sus comentarios entre paréntesis me parecen magistrales. Ideal para leer en voz alta. La historia es potente, el miedo que se anuncia a cada paso, poderoso. Todos huyen menos la niña. Está sola, es chiquita, tiene miedo pero aún así la palabra que arroja a la noche y crece - su propio nombre- logra acabar con la amenaza del ogronte enojado ni sabemos porqué. Este valor de la palabra, la lucha del pequeño contra el poderoso, el retorno de los habitantes del pueblo, esa recuperación de lo propio son la maravilla de esta historia. Como si fuera poco, al final vemos que las historias de la gente no son definitivas y siempre podemos torcer el brazo a la violencia y empezar a escribir otra historia. Alicia Salvi Maestra Normal Nacional y profesora en Letras. Especialista en literatura infantil y juvenil.


D

e alguna manera todos somos Irulana a la hora de contrastar nuestra fugacidad sobre el universo. Pequeños, desprotegidos, solos. Todos somos Irulana cuando inevitablemente debemos hacer frente a los monstruos peludos que nos impone la sociedad y a los propios. Cuando decidimos que nunca seremos ogronte con tal de salvar el pellejo De eso habla Irulana y el Ogronte con los chicos. De la amenaza y del amenazado. De la desventajosa relación de fuerzas con que un niño enfrenta al mundo pero también de la posibilidad de revertirla. Porque todos tenemos una palabra de la que somos dueños. Un nombre que, si nos animamos a pronunciar en medio de la oscuridad, puede ayudarnos a conjurar el miedo, a guardar nuestros monstruos en algún bolsillo cercano o a sentirnos grandes como ballenas aún siendo más chiquitos que cualquier arveja “Prueben, si no –dice Graciela Montes, cuyos textos juzgo tan vitales como el agua y el aire- de decir una palabra importante, una sola, en medio de la noche oscura y al lado de un ogronte” Silvia Schujer

Escritora, periodista y especialista en literatura infantil y juvenil.


C

uando releí Irulana y el ogronte, Graciela Montes volvió a sorprenderme. No por su historia sencilla, tan de ella, ni siquiera por proponernos tenazmente heroínas , personajes femeninos de entrecasa, casi siempre niñas, que se convierten en triunfadoras sobre la fuerza irracional de los grandotes y fuertes. No. Me sorprendió de nuevo con su escritura, su justificación del texto, sus acotaciones sobre la escritura y los escritores. Sí. Esa metaliteratura; su escritura que se parece tanto a los pensamientos en voz alta y, en el fondo, tan similar a las preguntas ingenuas sobre todo lo existente que se hacen los chicos. Graciela fabrica un texto literario con una materia sencilla, cotidiana. Parece decirnos que las palabras de todos los días no son palabras de morondanga. Carlos Silveyra

Profesor en Ciencias de la Educación, escritor y editor.


E

l ogronte de este cuento come cebollas. Que me perdonen, pero no creo que alguien que coma cebollas pueda ser feroz -mi abuelo las comía, yo las como, mis gatos las comen-. Por más que el ogronte también coma vacas y pueblos, la cebolla lo delata. No es serio. Pero admito que un ogronte enojado asusta a cualquiera. Y la chica del cuento, Irulana, fue valiente, porque aunque tuvo miedo no escapó. Es una idea interesante: valiente no es el que no tiene miedo, sino el que tiene miedo y se queda. Otra idea interesante es que una sola palabra puede salvar, siempre que alguien se anime a pronunciarla. También me parece un buen final eso de refundar un pueblo, esta vez sin ogrontes. Además, si la autora ya había terminado de escribir el cuento y nosotros de leerlo, los ogrontes no eran necesarios en absoluto. Es mi interpretación. Ema Wolf Escritora.


18 de febrero de 2017 | Pagina12 | Cultura y Espectáculos

“Los espacios pequeños son en realidad muy grandes” La

gran escritora de literatura infantil ve ahora reeditados varios de sus títulos y colecciones, desde Irulana y el ogronte hasta Anita o Había una vez. “Lo viejo y lo nuevo se van entretejiendo, y la hebra de lana muchas veces pasa de un lado al otro de las agujas”, simboliza. Por Karina Micheletto

Para hablar de literatura, de libros, de lecturas, Graciela Montes habla de lanas y de ovillos, de hilos que se tensan, de puntos que se tejen para arriba y para abajo. Algo de eso hay en la imagen que aparece frente a su obra, una de las más importantes de la literatura infantil argentina, y en el modo en que ésta regresa, ahora reeditada para lectores que, claro, ni eran proyecto un cuarto de siglo atrás, cuando algunos de estos textos aparecieron originalmente. O habría que decir que esta obra siempre estuvo, si no fuera porque muchos de estos títulos permanecieron agotados, descatalogados o, como la autora cuenta en esta entrevista, presos del sinuoso rumbo editorial que siguió en su momento el recordado sello Libros del Quirquincho. Hay hilos potentes que sostienen tensa esa obra y la traen hasta estos días, y hasta esos niños, tan cambiados ambos. Hay un rastro que se desovilla y un camino que se tejió lentamente, hasta llegar a esta posibilidad: la de volver a tener al alcance libros como Irulana y el ogronte, colecciones como las de Anita o Había una vez, o las hermosas Pequeñas historias. Todo este material, reeditado ahora por Loqueleo, muestra que siempre estuvo, por su potencia y su frescura. Traductora y profesora en Letras además de escritora, editora también durante buena parte de su carrera, directora de colecciones que hicieron historia en la LIJ argentina (como parte del equipo del Centro Editor, por ejemplo), creadora


también de importantes textos de teoría literaria (La frontera indómita o el más difícil de hallar El corral de la infancia son, además, obras literarias en sí mismas), Montes dice que, a punto de cumplir setenta años, “cuesta a veces ponerse en marcha”. Las reflexiones y recuerdos que propone en esta entrevista, sin embargo, dan cuenta de lo contrario. Las preguntas fueron enviadas por mail y las respuestas llegaron extensamente escritas, pensadas y planteadas a mano, prolija y, podría decirse, primorosamente. Repasando la reedición de títulos tan contundentes y breves como El auto de Anastasio, El globo azul o El paraguas del mago, todos pertenecientes a la colección Pequeñas Historias, dirigida a los más pequeños entre los lectores pequeños, Montes revela un dato curioso: “Sirvieron para pagar deudas”, recuerda sobre sus primeras ediciones, entre 1989 y 1990. “En ese tiempo estábamos llevando adelante, con mucho trabajo, audacia y escollos, un proyecto editorial novedoso, Libros del Quirquincho, a través de una sociedad comercial, Coquena Grupo Editor. El ‘nosotros’ incluye a Manuel Jajamovich –socio absolutamente mayoritario–, Oscar Díaz –el Negro Díaz– y yo. Era un proyecto con muchas ideas y muy poca plata”, evoca la escritora. –¿Y qué deudas tenían? –Jajamovich era una persona inteligentísima y muy audaz, tal vez peligrosamente audaz, y fue el que hizo posible que las ideas se concretaran en el mundo muy real de los libros. La empresa estaba siempre endeudada. Cada día el principal esfuerzo de Manuel se concentraba en cubrir los bancos y tratar de conseguir crédito. Bueno, las Pequeñas historias fueron para eso: Para saldar deuda de dinero. No puedo precisar si saldaban una deuda anterior o servían para gestionar un préstamo nuevo… –Más allá de esta necesidad, ¿qué rasgo le quiso dar? –Venía pensando desde hacía rato en algo que me parecía que estaba faltando: libros de ficción para chicos muy chicos, cien o ciento cincuenta palabras, algo que se pudiera leer (contar) en muy poco tiempo pero que “se quedara”, apretado y nodal. Las imágenes que se me fueron ocurriendo correspondían a fantasías recurrentes, básicas, comunes a todos, a cualquier chico de cualquier tiempo, de cualquier lugar: ir a la luna, pescar una sirena, inflar un globo


exageradamente sin que estalle, buscar el tesoro del arco iris, cavar un pozo que llegue hasta el mar... Nada muy original en el fondo. Aunque tal vez sí, la manera muy despojada, “económica”, de contarlos. Como no era tan fácil llegar a ocho títulos y luego otros ocho (una cantidad que permitía aprovechar al máximo los pliegos del cartón y del papel) incluso tomé prestado, o robé (con permiso) un cuento que les contaba mi marido a nuestros hijos cuando eran muy chiquitos, el del ratón que buscaba la llave del tamaño justo. Así empezaron las Pequeñas historias. –¿Y sirvieron para pagar la deuda? –En realidad, no. El Quirquincho estaba siempre en deuda pero no les pagaba mal a los empleados, ni a los ilustradores y autores sus derechos. La única manera que se encontraba de salir adelante era seguir produciendo cada vez más, salir con colecciones nuevas todo el tiempo. Era una necesidad y, al mismo tiempo, un exceso, una hybris, y también un error, como tratar de llenar un pozo sin fondo. Manuel exageraba la apuesta, la audacia, el riesgo. Había una especie de megalomanía también, creo que aspiraba a lograr una estrategia de negocios que le permitiese concretar una gran hazaña: ganarles a los bancos, burlar el gran aparato del dinero sin dejar de ganar mucho dinero. Porque Manuel quería ser muy rico. En mi caso exageré en el hacer y me despegué demasiado del dinero. Escribir era algo que “me salía”, me resultaba natural, y disfrutaba mucho haciendo libros. Hubo un aprovechamiento de ese hacer mío, pero sería injusta si no dijese que, en alguna medida, también yo “aproveché” ese marco donde podía concretar proyectos, ensayar cosas nuevas, publicar autores diferentes, que exploraban otros caminos. Pero fue demasiado. Traté de mantener siempre la cuerda tensa pero cuando la exigencia de salir con novedades era mayor que la posibilidad real de generar buenos textos, seguramente debo haber aflojado la calidad. Cuando el trabajo, además de escribir, es hacer libros, que son objetos que están en el mercado, que se producen a costo determinado, y después (¡si hay suerte!) se venden… no hay muchas formas de decirle que no a esa exigencia. Salvo que se pueda dejar de trabajar y vivir de otra cosa. –Y si no se puede, ¿qué se hace? –Lo que se puede hacer es tratar de incorporar al juego lo que a una le


interesa, meterlo en los resquicios, aprovechar las ocasiones, hacer de cuenta que los espacios pequeños son en realidad muy grandes y hacerlos valer para algo más que responder a la demanda. Yo traté de hacer eso, con resultados diversos. –¿Cómo fue posible la reedición de estas Pequeñas historias? –Gracias a María Fernanda Maquieira (editora de Loqueleo) y a la mediación de mis hijos. A los casi 70 cuesta a veces volver a ponerse en marcha. Hoy me recuerdan todo ese pasado y esas peripecias que las rodearon. Y veo estos libros de ahora, más leves, más gráciles, que me gustan tanto, con esa manera natural y generosa que tienen los nuevos ilustradores de incorporar e incorporarse a una colección que tiene casi treinta años. –Tomaron la decisión de mantener algunas de las ilustraciones originales y sumar nuevas. ¿Cómo y por qué, en cada caso? –Los ilustradores de la colección original fueron Oscar Rojas, Hora Hilb, Gustavo Roldán (h) y Alejandra Taubin. El que más títulos ilustró fue Oscar. Me gustaban mucho las ilustraciones, algunas especialmente que parecían haber acertado con el tono y el espíritu de los cuentos. Pedí conservarlas, hicieron un trabajo formidable para recuperar algunas, ya que no se disponía de los originales, como en el caso de Rojas. En otros casos, como el de Nora Hilb, ella misma los rehizo, muy cercanos a los originales, y mejores. Otros ilustradores no quisieron que se volvieran a usar las mismas ilustraciones, con las que ya no se sentían representados, ni tenían interés o tiempo de hacer otras nuevas. El caso de Gustavo Roldán, por ejemplo, que había Ilustrado Juanito y la luna, Un pozo muy hondo y Un poquito de arco iris. Fue una buena oportunidad, porque se incorporaron ilustradores nuevos que hicieron unos dibujos preciosos y muy frescos, respetando el espíritu de la colección y aportándole espíritus nuevos. –¿Ha tenido alguna devolución particular, que recuerde especialmente, de estos libros? –Muchas pequeñas historias. Una muy especial: la de Maud Gaultier, una investigadora francesa que estaba haciendo una tesis sobre literatura infantil argentina y me acercó una fotocopia famoso por entonces, no muy fácil


de hallar, que se llamaba Petit Jean et le lune. Maud se asombraba de la coincidencia con Juanito y la luna, aunque el desarrollo no era el mismo. ¿Sabía yo algo de ese título? No, que yo recuerde. ¡¿Había leído el nombre del libro (que no tenía la menor posibilidad de conococer) y me había quedado guardado en algún recodo de la memoria? No lo sé. Yo no había traducido todavía el libro de Marc Soriano, donde pude conocer más de la literatura infantil europea, pero sí había leído otras cosas muy buenas como las de Isabelle Jan donde tal vez, no lo sé, se hubiese citado el libro. La memoria tiene esas cosas sorprendentes. No es la única vez que lo advertí. –¿En qué otra ocasión, por ejemplo? –En la época en que me interesé por la historia del libro infantil popular en la Argentina, volví a leer muchas cosas que ya había leído, o me habían leído de muy chica. Releyendo algo de todo eso, ya casi olvidado, me encontré con una colección que consistía en un libro grande, tamaño oficio digamos, y uno más chiquito, casi como una estampilla. Venían juntos y muchas veces eran de animales (elefante grande y elefante chico, gato grande y gato chico). No recuerdo haber tenido esos libros en casa, pero seguramente los vi en el kiosco, o en casa de mi amiga Susana Zucotti, que tenía librería. ¿Cómo no suponer que ese recuerdo, completamente borrado creía yo, había actuado desde allá atrás, desde las sombras, y dado pie a lo que fue después Más chiquito que una arveja, más grande que una ballena, entre otros cotejos entre lo grande y lo chico que hay en los cuentos que escribí? Un cotejo que, por supuesto, a su vez tenía muchos antecedentes, algunos ancestrales, como esos pliegos de imágenes que se vendían en las ferias de la Europa del siglo 18, donde la oposición entre lo grande y lo chico, lo gordo y lo flaco, lo alto y lo bajo era una inagotable fuente de comicidad. Esa recorrida por los modestos libritos que se producían prácticamente “a bulto” en los 40 y 50 fue una especie de lección, un baño de humildad. Ver que lo viejo y lo nuevo se van entretejiendo, y que la hebra de lana muchas veces pasa de un lado al otro de las agujas, recogiendo el punto a veces desde arriba, otras veces desde abajo, lo que permite que el punto ceda y, al mismo tiempo, conserve su forma. –¿Qué otro texto o textos tendría ganas de reeditar? –Me gustaría ir reeditando algunos de los libros que están agotados, en la medida en que sigan teniendo interés para los editores. Hace muchos años


que vivo de este trabajo. El de escribir sobre todo. También el de editar, aunque en ese trabajo los ingresos nunca fueron constantes ni equivalentes al esfuerzo. No fueron determinantes, como se dice, para parar la olla. En cambio tuve la suerte de poder publicar bastante, en varias editoriales y varios países, y los derechos de autor aún suponen para mí un ingreso básico. –¿Qué le provoca saber que los chicos la siguen conociendo a través de sus cuentos? – Que todavía me conozcan –porque otros me dan a conocer– es algo qume sigue provocando sorpresa siempre, aunque haya tenido muchas pruebas de eso, y mucho agradecimiento. A los lectores (que fueron muchos a lo largo de tantos años, y que a veces me permiten asomarme a su particular lectura). A los maestros sobre todo, sin ellos creo que me habrían olvidado. Lo mucho que se recuerda y los muchos títulos que siguen circulando son un privilegio que no estoy muy segura de merecer, una suerte que agradezco. Todo fluye a una velocidad extraordinaria, las imágenes, las noticias, las teorías, los libros, y tener la suerte de haber anclado un poco, o un ratito más largo, vale mucho. Valdría aunque el ancla fuese poco más que una mesa de saldos.


COLECCIÓN

Había una vez Una colección de pictocuentos para leer acompañados o para comenzar a leer solos.

Había una vez un barco

z una casa

ve Había una

nube Había una vez una

a llave

Había una vez un

Había una vez una princesa


COLECCIÓN

Libros para compartir las primeras lecturas literarias de los chicos.

Juanito y la

tasio

El auto de Anas

luna

El globo azul

La pipa del abuelo

Tres chicos muy valientes El paraguas del mago

Lo que leo Santillana www.loqueleo.santillana.com

© Ediciones Santillana, S. A. Av. Leandro N. Alem 720 (C1001AAP) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina

Pequeñas Historias


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.