Pluma y Pincel

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PERIODISMO La entretención del periodismo en manos de Jouffé.

fines de la década de los años sesenta, después de una larga temporada fuera del país, regresé a Chile con mi familia. La ausencia había producido muchos más cambios en el país, en su gente, que en mí, así lo veo ahora. Me sentía com o un inmigrante, es cierto; la mayor parte de mis amigos "influyentes'' habían desaparecido de la circulación y se habían encumbrado tan alto que no me era posible siquiera pensar en molestarlos para que me ayudasen a encontrar trabajo. Además, me dí cuenta que en Chile, si t u ausencia es muy larga, te dan por muerto. Nadie parece explicarse que uno puede vivir (y vivir muy bien, por cierto) lejos de esta tierra. Y aunque los sicosociólogos no han explicado aún el problema, sería bueno que se dieran seriamente a la tarea de explicar esa suerte de saudade que experimentamos fuera del país (por supuesto que no en el contexto del exilio, que sí se está estudiando, y que entonces no era exactamente m i caso). Acepté, entonces, una peguita, lo que se llamaría un pituto, en una revista sobre los menores minusválidos que un cuñado mío editaba como parte de un proyecto mucho mayor de lo que se conoce hoy como Fundación Donnebaum. En ese tiempo, la Fundación editaba una publicación llamada El Niño Limitado. La dirigía un viejo maestro con muchos años de experiencia y una sabiduría acumulada equivalente; yo ha-

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cía de editor. Un joven periodista, al que la gente leía semana tras semana en la revista Estadio y que se firmaba Anju, era nuestro único staff-man: hacía entrevistas, escribía crónicas, traducía de cualquier idioma (parecía conocerlos todos). Esto ocurrió hace unos 15 años. Yo era 15 años más joven y Anju, cuyo nombre era André Jouffé, también era 15 años más joven. [Pueden imaginarse eso? Me refiero, específicarnente al último, que por esos años (los años de la minifalda y de los lolos apiñados todos los sábados alrededor de la heladería Coppelia; no había tanto olor a marihuana en el vecindario como se percibe ahora) era un mozalbete, un joven hiperkinético, ansioso por saberlo todo, creo que un tanto deslumbrado de tanto paisaje que yo le describía o de tanto personaje a que había conocido o entrevistado. André realizaba un trabajo de rutina con muchos nervios y escasa concentración. Su mente estaba lejos, no en las canchas deportivas; no en su pega en Estadio. Vagaba posiblemente por los salones, bares, palacios y tugurios que le tocaría conocer y frecuentar después. El ser humano tiene esas cosas. Algunos les llaman premoniciones; otros, recuerdos del futuro. Me quedo con esta última definición, que por esotérica tiene sin duda un atractivo mayor. André anticipaba lo que iba a ser su vida.

Esta vida que le conocemos desde hace algunos años ya. A los 34 de edad, André ya es viejo en la profesión, y si uno le ve en las entrevistas (televisivas), se advierte que él proyecta una suerte de cansancio. Créanme, yo sé lo que les digo. Si uno le oye o lee sus crónicas reunidas en el libro "My beautiful people", puede comprender que no está semicalvo por un problema hereditario -que es lo que probablemente le hayan dicho los médicos que ha visto- sino porque de tantos tragos, de madrugada o anocheciendo; de tantos coctails, de tanto correr detrás de la gente que hace noticias en el beau monde, uno se cansa mucho más y más rápido que cuando corre detrás de la noticia misma. ¿Qué se puede sacar en limpio de las experiencias de André Jouffé con la gente linda? El dice que la fama trae soledad y que un alto porcentaje de los solitarios/as tratan de ahogarla en alcohol o las drogas. Siento un temor indescriptible que a André le esté alcanzando la fama.. . Después de publicado su libro almorzamos en casa. Se estaban publicando entrevistas en todos los medios de comunicación. Diarios, revistas, televisión le asediaban con entrevistas. Pero un periodista que es bueno para hacer entrevistas, no es necesariamente bueno para ser entrevistado. Esto lo descubrió el Dr. Lawrence J. Peter ("1 en


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