Instantes de mi vida

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estas dos ocasiones). Debo reiterar que mi relación con los cubanos fue siempre muy grata, tanto en lo profesional como en lo personal, facilitado siempre por nuestras afinidades y mi amor por todo lo cubano. Aparte Ricardo Cabrisas y algún otro, aquellos años vieron nacer una amistad con Eusebio Leal, el cronista de la ciudad, el director de la renovación del barrio viejo de la ciudad, el hombre que ha creado, con escaso dinero y mucho esfuerzo, el gran Museo de La Habana, sito en el espectacular Palacio de los Capitanes Generales. (Eran tantas las escaseces en aquella Cuba que, a mi modesta manera, inicié mi participación individual en la cooperación al desarrollo con pequeños regalos que aportaba en mis sucesivos viajes: encajes, bombillas, telas, para el museo de Eusebio Leal, o volúmenes de clásicos españoles para la biblioteca de la Escuela Lenin, donde se educaban los bachilleres más dotados. Casi cuarenta años después, todavía sigo en contacto con Leal). (En una de mis charlas con Leal, me encargó que averiguara el estado en el que se encontraba, en el Museo del Ejército en Madrid, la silla de montar del héroe de la independencia de Cuba, el General Antonio Maceo, que venían reclamando a España desde hacía tiempo. De regreso a Madrid lo comenté en el Ministerio y con algún amigo militar: me dijeron que no estaba prevista esa devolución. 212


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