LIBRO FANTASÍA-Confutatis Maledictis Nyrha

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CRÉDITOS

©Confutatis Maledictis Nyrha, 2023

Editado por: Leslie Solórzano

Ilustraciones de: Carlos Rugamas

Diagramación: Fernanda Valdés, Bryan Rivera

Diseño: Fernanda Valdés

Dirección editorial: Bryan Rivera

Adaptación de textos: Leslie Solórzano

S.V. de C.A. Santa Ana, El Salvador

4ta Avenida sur 25 calle poniente

Tel.: 503 7610 3905

Correo electrónico: fer.valdes01@hotmail. com

Reservados todos los derechos de publicación en cualquier idioma.

Según el código penal, ninguna parte de este u otro cualquier libro puede ser reproducida, grabada en algunos de los sistemas de almacenamiento existentes o transmitido por cualquier procedimiento, ya sea electrónico, mecánico, magnético o cualquier otro, sin autorización previa y por escrito de los autores de Confutatis Maledictis Nyrha, su contenido está protegido por la ley vigente que establece penas de prisión y/o multas a quienes intencionalmente reprodujeren o plagiaren, en todo o en parte, una obra artística o científica.

IBSN: 890-32-65380-20-7

Depósito Legal: MA 1208-2023

Impresión: Santillana

Impreso en Santa Ana - El Salvador

Nota de editorial: “Confutatis Maledictis Nyrha” pertenece a Fernanda Valdés, Leslie Solórzano, Carlos Rugamas y Bryan Rivera.

AGRADECIMIENTOS

Expreso mi más sincero agradecimiento por el apoyo y la atención que han brindado a mi reciente lanzamiento del libro. Este proyecto ha sido un trabajo de amor y dedicación, y no podría estar más agradecida por la respuesta positiva que ha recibido.

En primer lugar, quisiera expresar mi agradecimiento a mi familia y amigos, quienes han estado a mi lado durante todo el proceso de escritura y edición. Su apoyo incondicional y aliento constante han sido fundamentales para este logro. Sin ustedes, este libro nunca habría visto la luz.

También quiero extender mi gratitud a mi editor y equipo de publicación. Su experiencia, compromiso y profesionalismo han sido fundamentales para hacer de este libro una realidad.

Agradezco sinceramente a los lectores que han elegido invertir su tiempo y dinero en mi libro. Es un honor y un privilegio tener la oportunidad de compartir mi historia y mis pensamientos con ustedes. Espero sinceramente que esta obra les brinde momentos de reflexión, entretenimiento y, sobre todo, inspiración.

Atentamente, Crayonna Poisson.

Un vistazo al pasado cercano

Como todo hombre endeudado, desesperado, cabeza dura e impulsivo, Lance Elford era un hombre problemático, o más bien, tenía muchos problemas. Pueden culparlo por ello o darle un premio, pero los únicos momentos de paz que ha tenido han sido cuando ha quedado inconsciente después de gastar su sueldo ocasional en las tabernas, despertando al día siguiente completamente sucio y sin saber cómo llegó a determinado callejón oscuro y de olores de procedencia dudosa. Este ex caballero de la orden de Saint Tedious logró encontrar asilo en el alcohol después de experimentar la pérdida en carne viva. Solía ser un hombre de Dios, un hombre de fe, de honor y de su patria… hasta que aquel día orilló al hombre de cuerpo fuerte y mente frágil a buscar el consuelo en los vicios, pues, ¿qué más podría perder?

Bebió hasta que tuvo que cambiar su última silla de madera por una botella de ron para poder seguir bebiendo; después de eso empezó a prometer y a prometer pagos que no podía realizar para poder obtener aunque sea una gota de alcohol. Fue golpeado, encarcelado, liberado y golpeado nuevamente hasta que decidió hacer algo al respecto

de todo aquello tan patético, debía de cambiar. Así es, empezó a pagar con trabajo todo lo que se bebía. A veces limpiaba platos, otras veces barría las tabernas, en alguna ocasión ayudó a matar algunos cerdos.

Con hacer alguna que otra cosa que los dueños de aquellas tabernas odiaban hacer, Lance ya tenía asegurada su botella diaria de ron. Sin embargo, los tormentos más grandes son los que andamos arraigados en el alma, aquellos que ni con diez botellas de ron al día se curan o desaparecen. Quizá se atontan con el alcohol y se convierten en dolores de presencia pasmada, como cuando te cortas el dedo con papel o te haces un pequeño raspón en la rodilla, pero el dolor de Lance estando sobrio equivalía a quebrarse todos los huesos uno a uno con un martillo; esto era lo que él pensaba, era mejor sentir un rasponcito a sentirse demolido. Por desgracia, esta sensación no dura para siempre, él sabía que para que dejara de doler como dolía tenía que permanecer ebrio todo el día, o bien dormido. Algunos creemos que los sueños son los consuelos de la realidad. Ni todo el trabajo que humanamente podía hacer con su reputación arruinada y su constante estado de ebriedad le daba el dinero suficiente para comprar toda la bebida que necesitaba, o más bien, que quería. Así que su exasperación ansiosa lo orilló a apostar.

Una de sus antiguas deudas tocó la puerta del establo donde se alojaba temporalmente, pues con su vicio había perdido hasta su propia casa y aún así quedó debiendo. La resaca le retumbaba desde el estómago hasta la sien, sus ojos querían permanecer sellados al menos cuatro horas más para ver si así ardían un poco menos.

—Hey tú, buenos días en el nombre del rey. — le despertaron aquellas palabras mientras un pie se acomodaba en sus costillas con la fuerza de una catapulta. Un quejido le sirvió de impulso para poder ponerse de pie, sacudirse un poco la cabeza, limpiarse las lagañas con los puños de las mangas y enfocar bien los ojos en su violento visitante.

—Buenos días, buen hombre. — le contestó al hombre que tenía enfrente, que estaba cruzado de brazos y lo miraba con furia. Su ceño fruncido era duro como su mirada. Lance aún no espabilaba por completo.

— Guardias, arrestenlo.

— Perdona amigo, ¿has dicho guardias? — las palabras salían de su boca a tropezones.

— Sí Lance, apestoso ebrio. Dije “guardias”, ¡despierta bien, demonios! Tenemos mucho de qué hablar, te conviene, tu pellejo está en juego. —Los guardias se acercaron a Lance por la espalda y le encadenaron manos y tobillos. Este hombre se tambaleaba y el frío metal de aquellas cadenas sobre su

piel, parecía importarle poco. Por su cabeza fuera de sí, la única y pequeña preocupación que nacía escuálida de su mente, le susurraba: «Tras las rejas, ¡demonios ahí no hay ni cerveza de raíz!».

Las grandes manos del hombre que le amenazaba agarraron un balde con agua cerca de unos montones de heno. Ver a Lance no tomarse con la seriedad necesaria aquel momento le erizaba de furia los vellos de la nuca; tomó impulso y le echó encima el balde de agua, empapándole los deteriorados ropajes, encrespándole el cuerpo entero y el mismo cerebro, que comenzó a reaccionar de golpe. En unos instantes sacudió la cabeza y quedó abrumado, pero ahora, ya estaba consciente de sí mismo. Le había bajado aquella borrachera de días en cuestión de segundos. Como familiarizándose con el escenario en el que se encontraba, Lance miró atentamente a su alrededor, examinó las caras de los guardias y por último, la cara de quien recientemente lo había insultado y mojado de pies a cabeza.

— Mierda, Gregor. — Consiguió al fin responder en voz baja y con los ojos bien abiertos, pues había comprendido la gravedad de tener al caballero Gregor Mayhew frente a frente y en especial con la cara que tenía.

— Si. Mierda, eso es lo que te toca el día de hoy, embustero.

— Hizo señas a los guardias, uno apuntó con su lanza al encadenado y el otro lo sentó sobre una paca de heno cercana a ellos. — ¿Qué tal si te sientas?, charlemos un poco. Antes de que pagues como la ley lo dicta. —Lance supo que era hora de saldar viejas cuentas. Tragó saliva y asintió con la cabeza.

—Escucha Gregor, sé que podremos llegar a un acuerdo, puedo pagarte de poco en poco...

— ¿Con qué vas a pagarme, eh? — lo interrumpió. — ¿Me darás la mitad de tus botellas vacías? Ten un poco de vergüenza. ¿Si sabes cuanto es lo que me debes, verdad?

—¿Mil monedas? — inquirió con tono inseguro. Dos o tres segundos después, el puño de Gregor se estampó en su pómulo derecho con tanta fuerza que retumbó el metal de su armadura completa. El caballero retrocedió un poco y sacudió su mano que quedó adormecida por el golpe.

— Eso fue para que dejes de comportarte como un bufón y me digas cuanto me debes, solo quiero que puedas recordarlo amigo, tu y yo sabemos cuánto es. — Se notaba cada vez más impaciente y la mitad de la cara de Lance ardía.

— ¿Cinco mil? — Respondió con su carrasposa voz, ahora más inseguro de la cantidad que sugirió. — Oye, ¿puedes decirle a este muchacho que deje de apuntarme con esa cosa? No estoy en mis facultades de intentar nada, tengo migraña.

— Imbécil altanero. Son veinticinco mil monedas, diez veces más de lo que vale tu asqueroso trasero. Tenías un mes para pagarme Lance, ya han pasado dos. Me he pasado de piadoso. — Amenazado, humillado y sin saber qué hacer. Lance dejó salir un gran suspiro.

Cuando Lance empezó a apostar, en su defecto, empezó tocar fondo y decaer como ser humano. Todo inició en una casa de apuestas clandestina a las afueras del reino. Las jarras de cerveza eran gratis después de la tercera ronda de apuestas, así que para él, eso era especialmente conveniente, como algo adecuadamente autosustentable: «Gano dinero que gastaré pronto en alcohol mientras me dan alcohol gratis por ello». En un inicio lo hizo muy bien, funcionaba justo como quería, ganaba una buena cantidad de monedas por noche, lo que le permitía gastar la mitad en ron del bueno durante el día y guardar la otra mitad para volver a apostar en la noche, se había organizado bien -para su propia sorpresa-. Hasta que una noche de esas, llegaron unos clientes inesperados a la casa de apuestas.

El caballero Mayhew y su orden de caballería se disponían a celebrar

una victoria digna de ellos, habían dejado hasta las cejas en el campo de batalla y para su buena suerte no fue en vano. Cada cuanto, cuando resultaban victoriosos iban a las tabernas a celebrar a lo grande, pero en ocasiones especiales como aquella, la casa de apuestas era el lugar. Les daban cerveza gratis sin apostar por ser la ley, les cocinaban y llevaban mujeres de compañía. Era una especie de convenio entre los dueños de la casa y los caballeros de la reformada orden de Saint Tedious. Esa noche, Lance trataba de pasar desapercibido, pues llevaba poco tiempo de haber empezado su segunda ronda de apuestas y Gregor junto con los demás eran muy viejos conocidos, conocidos que quería evitar, pues el solo verle las caras le daba dolor de estómago.

Uno de los caballeros finalmente notó los fallidos intentos de disimulo de Lance y este notificó a sus demás compañeros de inmediato. Gregor y compañía fueron a saludar. Entre la charla, los caballeros invitaron a Lance a tomar algunas jarras de cerveza para entrar en calor y luego apostar con él. Con toda aquella presión encima, Lance perdió el control de la situación… y el dinero. Las apuestas que iba haciendo eran tan precipitadas, que se le fueron por completo de las manos. Llegó al punto de apostar cosas tan básicas como sus muebles, sus platos o cubiertos, perdiéndolas todas en el proceso. Cuando se quedó sin nada, quiso retirarse de la mesa y de la casa de apuestas, pero Gregor no se lo permitió. Le invitó a más

cerveza y Lance simplemente no pudo negarse, su adicción y desesperación dijeron «sí». Aunque le advirtió que ya no tenía nada más que apostar, Gregor sugirió su casa, él aún podía jugar una ronda más apostando su casa, hablamos de la estructura sola, pues lo que tenía dentro pertenecía ya a diferentes personas. Lance aceptó.

Perdió y en un intento por querer recuperar su casa, para poder tener aunque sea un techo sobre su cabeza, decidió ir por un doble o nada, y nuevamente perdió. Afligido, intentó un triple o nada y perdió. ¿De dónde sacaría el equivalente a dos casas más para Gregor? Esa noche Lance, completamente ebrio y al borde del desmayo, suplicó por su libertad a quienes querían llevárselo por fraude. A los caballeros les divertía la situación, en especial a Mayhew que entre la lástima y el recelo, le dio al pobre borracho la oportunidad de llegar a un acuerdo. Lance pagaría en monedas el valor de una casa como la que ya había perdido. Gregor le dio un mes para juntar todo aquel dinero, veinticinco mil monedas. Hace dos meses se había hundido solo más allá del cuello. Pero como siempre, él quiso convencerse a sí mismo de que el lío en el que estaba era menos grave de lo que pensaba, por lo que una o dos semanas después

del incidente de las apuestas, se preocupó por ir juntando el dinero como podía, hasta que la abstinencia no se lo permitió y entró en una gran encrucijada: las botellas de ron barato, su deuda, su vida o suicidarse. Digamos que ninguna de las opciones anteriores era significativamente mejor la una de la otra, por lo que decidió comprar solo una botella (según él, para concentrarse mejor) y pensar las cosas con cabeza

fría. Para su desgracia, se emocionó después de la tercera botella y olvidó la encrucijada de la que estaba muy consciente momentos antes. Y así pasaron los dos meses, se gastó el dinero que había juntado y evitó el problema como un campeón, asumiendo que todo mágicamente se resolvería solo o una solución viable tocaría a su puerta, bueno, la puerta de aquél establo en donde lo dejaban dormir. Siendo que ahora está como está, encadenado, golpeado, humillado y sin saber qué hacer.

Se aproxima la horca

— Muy bien, tu ganas. Llevame al calabozo, supongo que esta vez ya no serán meses por la deuda. ¿Cuántos años me tocan? — dijo resignado. En sus adentros, muy en sus adentros, lo vio como una pequeñísima oportunidad para dejar su vicio. En el calabozo, apenas le darían un poco de agua y pan tieso por muchísimo tiempo. Gregor soltó una carcajada que alivianó un poco la tensión del ambiente.

— ¿Años

dices? —

Respondió sin aguantarse ni un poco la risa entre las palabras. — Y te llamabas a ti mismo caballero. ¿Que ya no recuerdas lo que la ley del Rey dicta? — sus palabras se fueron tornando más serias a medida que iba hablando y

la sangre de Lance se helaba poco a poco.— Déjame refrescarte la memoria, — Le tomó del cuello con fuerza, como si eso ayudara a enfatizar aún más sus palabras.— la deuda no saldada se paga con la vida. Hoy irás a la horca mi amigo.— Una gran sonrisa se dibujó en el rostro de Gregor cuando la expresión de Lance palideció. La tensión había incrementado. Aquel hombre debió haber agradecido estar sentado, pues de haber estado de pie se habría desmayado. Se preguntaba a sí mismo al paso de los segundos, anonadado, ¿qué era perder la vida para un hombre que ya lo había perdido todo? Los guardias lo alzaron y se dirigieron todos afuera del establo. En el trayecto, Lance se sentía apático y ajeno a lo que estaba viviendo, los aldeanos le arrojaban rocas pequeñas

y basura. Camino al palacio, la gente gritaba sus mejores insultos. Lance se había hecho de muchos enemigos debido a sus numerosas deudas. Estaba sucio, tenía migraña, iba descalzo, apestaba e iba a morir esa misma tarde. Por sí mismo, sentía una gran pena. Iba a terminar así, en un espectáculo público sadista, donde sería ejecutado y la gente se reiría de él. Se encontraba caminando de manera automática, abstraído de todo y llevado casi a rastras por los guardias. Quería con todo su ser, ser otra persona. Una que tomó mejores decisiones, que pudo lidiar con el dolor y que pudo ser valiente. Se sentía avergonzado, no por lo que era, sino por cómo terminaría, alguien como él que fue tan honorable, sufriría de una baja deshonrosa.

Colgado y exhibido como fenómeno de circo, odiaba pensar que su muerte causaría placer; él sabía que en el campo de batalla, el enemigo que pudiera llegar a matarlo lo haría con placer y con un objetivo, sin embargo, hoy lo matarían con morbo. Retornó una y otra vez en su cabeza a las decisiones que había tomado, guiado por los impulsos de querer olvidarlo todo, como si de borrar tinta se tratase. Olvidó la ley y se olvidó de sí mismo, se olvidó de todo por un poco de alcohol. Sus decisiones van a llevarlo a la muerte. Decepcionado, tal vez hasta un poco asqueado de todo aquello, pudo entrar en contacto con la realidad nuevamente. Fue empujado dentro de una oscura celda que olía a humedad y podrido.

Un hombre sin nada, ahora perderá lo único que de valor que le queda, su vida. A pesar de haber deseado morir entre lágrimas en más de alguna borrachera, ya que su momento estaba por llegar, no lo quería. No quería aceptarlo, pero Lance Elford tiene miedo, tiene mucho miedo de morir porque sabe que lo merece y ni siquiera intentó resolver sus problemas. Si el infierno era real, él ya había estado ahí, vivo. Resignado y sin ningún plan en mente para poder salir de esa, se sentó en la celda y recostó su cabeza en los barrotes de hierro oxidados.

— Vaya vaya, jamás pensé en poder llegar a ver a Sir Elford tan doblegado, si no te conociera juraría en nombre de Dios que alguien como tu no pudo haber sido un caballero real… y pensar que eras el mejor, pura farsa. Eso eres Elford, una farsa viviente, los hombres de verdad no terminan como tú. Darás un gran espectáculo hoy. — El caballero se burlaba desde su libertad, disfrutaba de ver el estado quebrado de aquel hombre en la celda, incapaz de dar respuesta, pues no tenía nada en que diferir de aquellas palabras. — Espero que...

— ¡Mayhew! — Se escuchó un eco que le interrumpió en la entrada del calabozo, por los pasillos se escuchaba el metal de las armaduras rebotar

con cada paso apresurado, corrían caballeros del rey hacia Gregor con desesperación.

—¡Mayhew! ¡Te hemos buscado por todas partes!

— ¿Qué ocurre? ¿Qué les pasa?

— Cambió a una gran seriedad el semblante de Gregor y Lance se dispuso a escuchar con atención.

— El Rey. — dijeron todos al unísono y tomaron un poco de aire. — El Rey quiere verte. — Gregor tragó saliva y se tensaron sus hombros por debajo de la armadura.

— Bien, voy con ustedes. — Respondió y miró a Lance a los ojos como diciendo «Aún no hemos terminado». El eco del montón de armaduras resonaba por las celdas mientras salían de aquel calabozo de mala muerte.

En un gran salón, el cual era el dormitorio del Rey, Gregor fue anunciado e introducido ante la presencia de su alteza. El monarca se paseaba de un lado a otro en el gran salón, como desesperado. Vestía únicamente un abrigo de piel de oso muy grande que arrastraba por el suelo cada vez que caminaba. Se encontraba ciertamente abatido. Gregor, gran receptor del humor que el Rey emanaba, se apresuró a hacer una reverencia.

— Su majestad. Ha mandado usted a llamarme. ¿En qué puedo servirle? — El

Rey mordía sus uñas y con la otra mano rascaba su barba.

— ¿Dónde estabas? Urge, urge solución. — le regañó firmemente manteniendo el mismo semblante, Gregor temía excusarse. El Rey llevaba un par de meses en los que había que saber tratarlo, su humor era tan cambiante que mandó a ejecutar a uno de los sirvientes por haber estornudado y mandó a recompensar a un campesino por sembrar buenos tomates, le dio una moneda por tomate. Gregor temía que el humor del día de hoy fuera humor de ejecución, por lo que tragó saliva y quiso responder, para su bien o su desgracia, el Rey prosiguió. —

¿Tienes idea del descontento entre los feligreses y mis súbditos, tienes idea alguna? No se resuelve Mayhew. Las personas solo siguen desapareciendo, aquel que lo intenta no vuelve. Hubo silencio, Gregor supo de qué hablaba.

— ¡A callar! — le interrumpió — No conviene que la gente se alce pero tampoco conviene dejar pasar esto y solamente dejarlo en el olvido. No estoy mal, ¿o si? La gente corre el riesgo a cambio de la recompensa, una muy generosa por mi parte a —Mis más sinceras disculpas su alteza, me encontraba resolviendo unos problemas con un estafador. Se encuentra ya encarcelado, pensé que demoraría lo suficiente... decir verdad.

Confutatis Maledictis Nyrha

Sinopsis

Un ex caballero de la orden de Saint Tedious ha perdido su título. Su vida es dominada por su adicción al alcohol, se ha endeudado y al no poder pagar... será ejecutado. Por otro lado, el Rey Cyrus ha perdido a su esposa, la reina. Ha sido asesinada por una poderosa bruja antigua que también ha lanzado una maldición al reino. La bruja ha escapado y nadie ha podido atraparla. Todo está en las manos del ex caballero, quien es el único que posee la fortaleza y la capacidad de traer devuelta la bruja al reino, para librar a todos de la maldición y salvarse a sí mismo de ser ejecutado. O al menos, eso es lo que pretende...

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