76
verduritas y pastitas de crema de leche, yo tenía pocas opciones así que “omelet” y tira. Como era un viaje con una velocidad de crucero fenomenal y teníamos tiempo de llegar de sobras a la hora de cenar, a mi “jefe”, no se le ocurre nada más que entrar en Suiza, era un pequeño rodeo, como es economista tendría intención de comprar Francos Suizos, que con la peseta seguro que se revalorizarían en poco tiempo. Fuimos a Ginebra, aparcamos el Omega, y damos una vuelta por la ciudad, La verdad es que no recuerdo si compremos Francos Suizos, o nos tomemos un “Suizo” (Nata con Chocolate desecho) para merendar, pero chocolate y quesos, seguro que si que compremos, son magníficos. Salimos hacia nuestro destino, puesto que ya se hacía tarde, y no conocíamos el camino por lo que teníamos que ir controlando el mapa de carreteras. Además yo que hacía de copiloto tenía un problema, el día anterior se me rompieron las gafas, no tenia de recambio, así que tuve que apañármelas con las de sol, imaginar que problema era cuando se fue el sol y se hizo de noche. Para dar mayor emoción al viaje, como el Omega era nuevo, no había manera de saber cómo se podía encender la luz de cortesía, para ver el mapa, y yo no “guipaba” ni torta. Cada vez que teníamos que mirar una carretera, teníamos que parar y abrir la puerta del coche para que se encendiera una luz, por supuesto nos perdimos en Suiza, al final pudimos llegar a nuestro destino, un hotelito encantador, en un pueblecito encantador de la alta Saboya Francesa, a media noche. Os recuerdo que en aquella época no había ni GPS, ni Móvil, ni portátil, era la generación “NI…NI”.