ANÓNIMO - LA MALDICIÓN DE AGADÉ

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ANÓNIMO

LA MALDICIÓN DE AGADÉ

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LA MALDICIÓN DE AGADE

Enlil con el ceño fruncido como un Toro Celestial había matado a la gente de Kish, después como un toro gigantesco convirtió en polvo la casa de Erech, a Sargón rey de Ágade, a su debido tiempo, Enlil de arriba a abajo, le dio señorío y dignidad real. Entonces la santa Inanna construyó la capilla de Ágade. Erigida como su noble cámara, se hizo un trono en Ulmash. Como un muchacho construyó de nuevo su casa, como un joven erige la habitación (de su esposa). Todo se reunió en bodegas (seguras), de manera que la ciudad se convirtió en su morada, de modo que su gente comiera alimentos confiables, que su gente bebiera agua confiable, que las cabezas bañadas hicieran alegres sus atrios, que la gente embelleciera los lugares de fiesta, que los extraños se escabulleran como pájaros desconocidos, que Marhashi se convirtiera en barro, que en el futuro el elefante gigante y el abzaza, las bestias de tierras lejanas vagaran juntas en medio de (sus) avenidas, (también) los principescos perros, los perros Elamitas.

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Las mulas de las montañas, las ovejas de largas lanas de alumbre, (para obtenerlo) Innana misma no se permitió dormir. En aquellos días los moradores de Ágade estaban llenos de oro, sus ilustres casas estaban llenas de plata, a sus graneros habían traído cobre, plomo y lajas de lapíslázuli, sus silos abultados hasta los extremos. Sus ancianas mujeres fueron dotadas de sabiduría, sus ancianos dotados de elocuencia, sus jóvenes dotados con la fuerza de las armas, sus niños dotados con corazones jubilosos. Las nodrizas criaban a los hijos de los gobernantes, tocando los instrumentos algarsur, dentro, la ciudad estaba llena de música Tigi, fuera, estaba llena de la música zamzam y de las flautas de caña. Asombraban sus muelles donde amarraban los barcos, todos los pueblos vivían en la seguridad, su gente testificaba la felicidad, su rey Naram sin, el pastor, iba de un lado a otro como el sol en el templo sagrado de Ágade. Como las montañas sus muros alcanzaban el cielo, las puertas, como el Tigris vacía su agua en el mar, las puertas fueron abiertas por Inanna. Los sumerios presurosos embarcaban sus bienes rumbo a Ágade, los Martu (amorreos) que no conocían el grano, dominaban las montañas, les llevaban bueyes perfectos, ovejas perfectas.

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Los Meluhans, la gente de la tierra negra, le llevaban cosas exóticas de tierras extranjeras. Los Elamitas y Subareos le llevaban (toda clase de) bienes, como mulas cargadas de fardos.

La sanga de Ensi, el contralor de Guedinna, llevaban (a Ágade) sus regalos mensuales y de año nuevo. (Entonces) en el palacio de Ágade ¡Qué postración! la santa Inanna no aceptó sus regalos, como un hijo de príncipe, no aceptó su riqueza, la palabra del Ekur cayó como un silencio (mortal). Ágade se estremeció, el Ulmash estaba aterrorizado, ella, (Inanna), que había vivido ahí, dejó la ciudad. Como una doncella, abandona su habitación, la santa Inanna dejó la capilla de Ágade.

Como un guerrero apresta su arma, ella se lanzó al combate en contra de la ciudad, ella la atacó como si fuera un enemigo.

Ni en cinco, ni en diez días, la corona del señorío, la tiara real, Mansuim, el trono dado con dignidad real, Ninurta lo llevó a su Eshumesha. Utu quitó la elocuencia a la ciudad. Enki acabó con su sabiduría. Su imponente majestad había llegado al cielo, sus botes que habían sido cuidadosamente cargados,

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Enki los hundió en el Abzu, sus armas estaban, la capilla de Ágade, la ciudad, como un gran elefante, como un inmenso toro, como un fiero dragón, ushumgal, sus batallas (decretaron) un triste designio, el reino de Ágade estaba postrado, su futuro es en extremo infeliz, en la casa del mes de los tesoros estaba en desorden. (Entonces) Naram sin en una visión, que guardó para sí, de la que no habló, a la que a nadie comunicó, a causa de Ekur, se vistió de harpillera, cubrió su carro con una manta, no cargó su bote con secretos, se deshizo de todo lo deseable a un rey. Siete años Naram sin permaneció firme. ¿Quién ha visto a un rey, poner su mano en la cabeza por siete años? (Entonces) buscó un oráculo en la casa, en la casa compuesta no había oráculo. Buscó en la casa un oráculo por segunda vez, en la casa compuesta no había oráculo.

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(Por lo que) cambiando su manera de actuar, desafió la palabra de Enlil, aplastó a aquellos que se le habían sometido, movilizó sus tropas, como un hombre poderoso acostumbrado a manejar grandes (acciones).

Con su mano refrenó al Ekur, como un corredor complacido de la fuerza (de su cuerpo) tomó al Giguna como si fueran treinta shekels, como un bandido que saquea una ciudad. Levantó grandes escaleras contra los muros de la casa, para destruír al Ekur como se destruye un gran bote, para convertirlo en polvo como una montaña, cuando se busca plata, para cortarlo en pedazos como a una montaña de lapislázuli, para prosternarlo como a una ciudad por la rabia de Ishkur.

Contra la casa que no era una montaña, donde los cedros eran talados, forjó grandes hachas, afiló hachas de destrucción de doble filo, puso picos de cobre en el fondo de ellas, las colocó en los cimientos, fijó otras en el techo. La casa fue derribada “con el cuello en el piso” como un hombre que ha sido muerto (en la batalla). Tiró sus árboles, la lluvia de polvo alcanzó el alto cielo, arrancó sus raíces, cortando la vitalidad de la tierra.

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El Ekur fundió sus picos de bronce en hogueras, la gente vio su cella, la casa que no conoció la luz, los acadios vieron los sagrados bajeles de los Dioses.

Su gran lahma de la dubla, que se mantenía en la casa, (sin embargo) no estaban entre los que comen lo que es tabú, Naram Sin los incendió, cedros, cipreses, árboles zabalum, sus árboles Giguna los pulverizó. Su oro que trajo en bolsas, su plata que trajo en sacos de piel, su cobre que apiló en el muelle como (grandes montones de granos) (listos) para ser transportados, su plata trabajada por el orfebre, su preciosa joya tallada por el joyero, su cobre amartillado por el herrero. (Todo esto) no eran posesiones de una ciudad a la ofensiva.

Atracó grandes barcos en el muelle cerca de la casa de Enlil, retiró las posesiones de la ciudad pero al retirarlas, (también) se retiró el Concejo de la Ciudad.

Mientras los botes partían del muelle, el buen sentido de Ágade, se convirtió en locura. La tormenta que, la violenta inundación que no conoce rival, Enlil, porque su amado Ekur había sido atacado, ¡Qué destrucción trajo!

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Levantó sus ojos hacia la montaña, reunió la gran montaña como una sola. La indómita gente, la tierra (cuyas personas) son innumerables, Gutium, la tierra que no tolera el control, cuyo entendimiento no es humano, cuya forma y pronunciación de las palabras son como las del perro, Enlil los trajo de la montaña, en gran número cubrieron la tierra. En la estepa su brazo los aprisionó como en una trampa de animales. Nada escapó a su brazo, nadie lo eludió, el heraldo no tomó el camino, el marino no llevó su bote al río.

Las cabras de Enlil rompieron el redil, el pastor hizo que lo siguieran.

Las vacas salieron de sus establos, el vaquero hizo que lo siguieran.

Después que las ciudades fueron construidas, después fueron destruidas.

Las grandes campiñas no produjeron grano. Las tierras inundadas no produjeron peces, los campos irrigados no produjeron miel (ni) vino.

Las pesadas nubes no trajeron lluvia, ni crecieron los árboles-mashgur. Las bondades de las ciudades fueron compradas, como buenas palabras.

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Quien durmió en el techo murió en el techo, quien durmió dentro de la casa no fue enterrado, la gente caía sin remedio a causa del hambre.

En el Kiur, la gran casa de Enlil, el talador guardó mortal silencio, en el medio, los hombres fueron devorados de dos en dos, en el, los hombres fueron devorados de tres en tres, cabezas fueron aplastadas, cabezas fueron, bocas fueron trituradas, cabezas fueron convertidas en semillas. Los esclavos fieles se volvieron tramposos, el valiente encima del valiente, la sangre de los traidores fluyó sobre la sangre de los fieles.

Entonces Enlil hizo de su inmenso templo una, una capilla de cañas.

Del amanecer al ocaso sus tesoros disminuyeron, las ancianas fueron desheredadas, los viejos fueron desheredados. Por siete días, siete noches, como las siete liras del horizonte, lo siguieron (a Enlil), como Ishkur tocaba para él, el shem, mezi y lilis, Las viejas no cesaban (de llorar) ¡Oh mi ciudad!

Los ancianos no dejaban (de llorar) ¡Oh sus hombres!

El gala no cesaba (de llorar) ¡Oh el Ekur!

Sus doncellas no cesaban de arrancarse (sus) cabellos,

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sus jóvenes no cesaban (su) maceración, sus lágrimas, las lágrimas de las madres y los padres de Enlil, traían una y otra vez el terrorífico duku de Enlil. Por todo esto, Enlil entró en su templo y se tendió en su Kattaba. Entonces Sin, Innana, Ninurta, Ishkur (y) Utu, los grandes Dioses, ellos confortaron el corazón de Enlil, y le murmuraron una plegaria: “Oh valiente Enlil, la ciudad que ha destruido tu ciudad, puede convertirse como tu ciudad, (la ciudad) que ha tirado tu Giguna, puede volverse como Nippur, en esa ciudad, los esqueletos llenen sus pozos, que no se encuentren ahí amigos, que el hermano no reconozca a su hermano, que las doncellas se flagelen en sus cámaras. Que su padre gima tristes lamentos en la casa de su esposa muerta, que se lamente como la paloma en su agujero, que se agite como la golondrina en su rendija, que huya como la paloma aterrorizada”. Por segunda vez Sin, Enki, Inanna, Ninurta, Ishkur, Utu, Nusku (y) Nidaba, los grandes Dioses, volvieron su cara hacia la ciudad, maldijeron a Ágade con una funesta maldición: “Ciudad que te atreviste a asaltar al Ekur es a Enlil (a quien tu atacaste), Ágade, que tus fuertes hombres sean privados de su fuerza,

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que no puedan ni levantar un saco de piel, que tus energías, no se regocijen en su fuerza y que permanezcan en la oscuridad, que la hambruna mate a esa ciudad, que los niños que comían el mejor pan aparezcan tirados en el pasto. Que aquellos que tiraban los primeros frutos coman las sobras de sus mesas, las chanclas de la puerta de la casa de su padre, que mastiquen esas chanclas con sus dientes; que tu palacio construido con alegría, se convierta en ruinas por tu angustia. Que los demonios, los fantasmas de los lugares solitarios, aúllen ahí para siempre; sobre tu ushga destinada a las lustraciones, que la zorra de los montes mueva ahí su cola.

En tu ciudad en donde ya nunca más dormirás, al son de la música Tigi, en donde ya nunca te acostarás con el corazón gozoso, que los toros de Nanna, que llenaban los establos, se lamenten por siempre como los fantasmas que vagan en los lugares silenciosos; que en tus estepas donde crecían suculentas plantas, crezcan cañas de lágrimas. Ágade, (en lugar de) tu agua dulce, que agua salada fluya.

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Que aquel que diga; “dormiría en esta ciudad”; no encuentre una buena posada. Que aquel que diga; “dormiría en Ágade”; no encuentre un buen lugar para dormir ahí. ¡Ágade está destruída! ¡Alabada Inanna!

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