Nuevo Testamento

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Cap. XVII .ce HACIA JUDEA Y JERUSALÉN [1] Seis días después, tomó Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a Juan su hermano, y los llevó a ellos solos a un monte alto, [2] y se transfiguró ante ellos, de modo que su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestidos blancos como la luz. [3] En esto, se les aparecieron Moisés y Elías hablando con él. [4] Pedro, tomando la palabra, dijo a Jesús: Señor, qué bien estamos aquí; si quieres haré aquí tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. [5] Todavía estaba hablando, cuando una nube resplandeciente los cubrió y una voz desde la nube dijo: Este es mi Hijo, el Amado, en quien me he complacido: escuchadle. [6] Los discípulos al oírlo cayeron de bruces llenos de temor. [7] Entonces se acercó Jesús y los tocó diciendo: Levantaos y no temáis. [8] Al alzar sus ojos no vieron a nadie, sino sólo a Jesús. [9] Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: A nadie contéis la visión hasta que el Hijo del Hombre haya resucitado de entre los muertos. [10] Sus discípulos le preguntaron: ¿Por qué entonces dicen los escribas que Elías debe venir primero? [11] El les respondió: Elías ciertamente ha de venir y restaurará todas las cosas. [12] Pero yo os digo que Elías ya ha venido y no lo han reconocido, sino que han hecho con él lo que han querido. Así también el Hijo del Hombre ha de padecer de parte de ellos. [13] Entonces comprendieron los discípulos que les hablaba de Juan el Bautista. [14] Al llegar donde la multitud, se acercó a él un hombre y, puesto de rodillas, [15] le suplicó: Señor, ten compasión de mi hijo, porque está lunático y sufre mucho; muchas veces se cae al fuego y otras al agua. [16] Lo he traído a tus discípulos y no lo han podido curar. [17] Jesús en respuesta dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo tendré que estar con vosotros? ¿Hasta cuándo tendré que sufriros? Traédmelo aquí. [18] Le increpó Jesús y salió de él el demonio, y quedó curado el muchacho desde aquel momento. [19] Luego se acercaron a solas los discípulos a Jesús y le dijeron: ¿Por qué nosotros no hemos podido expulsarlo? [20] El les respondió: Por vuestra poca fe. Porque os digo que si tuviérais fe como un granito de mostaza, podríais decir a este monte: Trasládate de aquí allá, y se trasladaría, y nada os sería imposible. [22] Cuando estaban en Galilea les dijo Jesús: El Hijo del Hombre debe ser entregado en manos de los hombres, [23] que lo matarán, pero al tercer día resucitará. Y se pusieron muy tristes. [24] Llegados a Cafarnaún, se acercaron a Pedro los recaudadores del tributo y le dijeron: ¿No va a pagar vuestro Maestro la didracma? [25] Respondió: Sí. Al entrar en la casa se anticipó Jesús y le dijo: ¿Qué te parece, Simón? ¿De quiénes reciben tributo o censo los reyes de la tierra, de sus hijos o de los extraños? [26] Al responderle que de los extraños, le dijo Jesús: Luego los hijos están exentos; [27] pero para no escandalizarlos, ve al mar, echa el anzuelo y el primer pez que pique sujétalo, ábrele la boca y encontrarás un estáter; tómalo y dalo por mí y por ti. Cap. XVIII .ce DISCURSO SOBRE LA VIDA EN LA IGLESIA [1] En aquella ocasión se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: ¿Quién juzgas que es el mayor en el Reino de los Cielos? [2] Entonces, llamando a un niño, lo puso en medio de ellos [3] y dijo: En verdad os digo: si no os convertís y os hacéis como los niños no entraréis en el Reino de los Cielos. [4] Pues todo el que se humille como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos; [5] y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me


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