EL PRECIPICIO
Julia S. Romero
ELECCIÓN
Finalmente una decisión me llevó a otra y por eso el cansancio no se deja seducir por el sueño, se aferra a la necesidad de lo nuevo, lo que podría ser. ¿Cómo dormir con tanto por conocer y tanto acá adentro de mi pecho que quiere salir? Hoy tiemblo menos que ayer, pero no quiero deshacerme completamente del miedo porque sin él perdería las oportunidades del terror más lúcido.
Sigo en pie, apenas, y mientras acá permanezca voy a seguir documentando mis penas, algunas tristes, otras más cuerdas, todas dignas de estar acá por ser la diferencia entre abandonarme y amarme. Es por amor a mi existencia que paso del mundo de las ideas a las letras, es por una curiosidad violenta que no acepto la posibilidad de morir sin antes saber quién soy y por qué estoy, es por una obligación imposible de rastrear que todos los días me despierto pensando en la posibilidad de ser algo más que el vómito caliente de un padre ausente al que muchos deciden llamar Dios.
No tengo la necesidad de intervenir en ninguno de los eventos de los cuales participo, me dejo arrastrar el cuerpo porque no tiene mucha importancia lo que está sujeto a las inclemencias del tiempo. Mi forma de vivir poco tiene que ver con los órganos y su funcionamiento, me desplazo a través del pensamiento siempre, y mis coincidencias saben muy bien que cada texto es un milagro en sí. Entiéndase milagro como el evento sagrado y lo sagrado como el movimiento de las olas de un mar escondido en el fondo de aguas invisibles, entiéndase invisible como la única luz.
Contradicción yo te canto. Contradicción yo te acepto. Necesito un diccionario eléctrico, una biblia que no quiera imponer verdad alguna, una historia nueva, pero realmente nueva, que no utilice ninguna sola referencia. Mis párpados conversan, mi cerebro anula, mis espinas proyectan y no me quedan más monedas para seguir jugando un toco-tambo sin reglas. Necesito que me cuentes sobre tus días, tus horas, tus rechazos y tus miedos. Quiero conocerte, tocarte, alabarte y convertirte en deidad.
Arroyo noble de mentira y cobre, herrumbre, un bosque; me arrodillo y rebobino las instancias que se jactan de creerme esclava de la carne. ¡Ilusión! Si tan solo supieran que todo esto fue un plan perfecto elaborado por mis adentros, si tan solo supieran que no hay nada que puedan hacer para detener el pulso de mis párrafos, si tan solo supieran y tuvieran el valor suficiente, si tan solo estuvieran... acá presentes... los que poco entienden de lo que digo cuando no digo nada.
Toda mi vida preparé tazas de café que no tomé porque no necesito estímulos, soy mi propia valija, un adepto, la montaña y los perros que me persiguen por las noches. ¿Por qué me molestan? ¿No saben que estoy ocupada haciendo nada, invocándolo todo? Qué dulce néctar emana de las raíces de esta tierra, tan mía como de nadie, tan podrida como pura. En esencia: perfecta.
No me confundas, grabate mis palabras en el cuello, en la espalda, en esas partes del cuerpo que gritan: ¡Diosa! ¡Diosa! Me merezco un poco de vidrios rotos y fuego, me merezco un poco del placer que nunca podré tener, me merezco las llamadas repentinas que la noche ofrece a las que no sabemos nada acerca de desobedecer al impulso primo del arrepentimiento. Todas mis ideas permanecerán por siempre incompletas, libres, inconexas, y todos mis miedos
florecerán y sus colores iluminarán el campo y la ciudad y las torres gemelas a punto de llorar. No hay por qué soñar, el miedo es el final de todo.
Estoy más convencida que nunca de que nunca es tiempo de rechazar y convidar, truncar y ofuscar cualquier intento de normalización. “Soy rara y qué me importa, qué me importa lo que digan los demás”, dijo una de las más grandes poetas de mi generación. Estaba en lo cierto y su mensaje es uno digno de admiración. Tan lejos el desmayo y ya el último día del primer mes del actual año empieza a levantar su sol. ¿Y qué hago si no amanece, si por alguna razón todo lo que creía predecible y cierto y verdadero decide que es momento de salir del armario y revelar que todo fue una gran broma cósmica? ¿Qué hago? Nada. ¿Qué gua’u voy a hacer?
Amigos imaginarios, tetas, un ganso, todo lo que cabe en mis manos. El hallazgo, el amuleto, el lomito rancio, todo lo que no puedo meter en esta mochila que algunos llamarían diario. Personal, intrínseco, imaginario, solo así se pueden reconocer los piropos del alma, las galaxias de la palabra que por haber olvidado su mantra golpea la puerta sin saber qué o quién tiene las llaves de la casa.
Insuficiencia, dolor que no sé ubicar bien. Todos los días una nueva razón o duda, todos los días una nueva debilidad. Supongo que si fuera simple no tendría demasiado sentido y también podría ser mucho más difícil. Está bien, ya estoy acá, este es mi lugar, no necesito quebrantarme por no ser algo que no soy. Ahora solo importamos vos y yo, sacarlo todo afuera. Es el humor, pero también otras cosas. La inspiración es un animal salvaje y no siempre se presenta amigable. Persistencia, insistir e insistir sobre alguna actividad, cualquiera, importa el proceso y para vivirlo hay que empezar con algo.
BARRERAS
¿Cuántas palabras para llegar? Nunca las suficientes. Detrás de esta dificultad para respirar hay ideas que piden a gritos salir. ¿Cuántas palabras para sanar? Nunca las suficientes, cada día es más difícil reunir las piezas de este rompecabezas que se hace pasar por un cuerpo. No sé si tengo sueño o solo estoy cansada de estar. Bueno... Hay que continuar. Sé que en mis sueños poco hay que me pueda dar algún tipo de contención emocional. Ya fue, vemos qué hacer después.
Me sorprendo en voz alta, pronto va a ser de mañana y yo todavía sigo recuperándome de todo lo que no hice ayer y probablemente tampoco haga mañana. Tengo los anteojos empañados y no puedo dejar de interpretar cualquier cosa como una metáfora, no puedo ver bien, nunca supe cómo ver bien y sigo sin poder recordar muchas cosas. Quizá en algún momento de sobriedad radical o locura sencilla encontré o elaboré una conclusión digna de ser compartida o vivida, quizá alguna mirada me reveló todos los secretos de estar o no estar despierta. Pero me olvido. Siempre me olvido.
Por suerte acá puedo respirar y no fingir que respiro, por suerte aún me quedan estrategias e intenciones de estrategias para poder “salir adelante”. Me gustaría convencerme de que no estoy yendo siempre en círculos o que no es tan malo girar siempre en círculos. Me gustaría poder gritarle al mundo y a sus cielos que estoy viva y que por estar viva tengo todo el derecho del mundo de hacerme escuchar. Pero no puedo ser yo todo el tiempo, a veces es aburrido y a veces simplemente me da mucho miedo. Por suerte pue -
do decir lo que quiero, imaginar que hago lo que quiero, y escribir me permite recordar porque siempre me olvido. Algún día capaz pueda leer estas mismas palabras y encontrar en estos momentos las alegrías que ahora mismo no puedo.
No sé dormir, no sé trabajar, no sé vincularme y tampoco sé cómo ser “buena” en las cosas que me gustan. No necesito la aprobación de nadie para encontrarle el gusto a esta actividad tonta y milagrosa, ni siquiera la mía propia. Si supiera quién soy no estaría escribiendo sobre querer ser y alguien tiene que escribir acerca de los fracasos. Les dejo las victorias a los otros, los que con el destino, la circunstancia y la voluntad pueden convertir sus deseos en grandes historias. Nosotras, en cambio, las que venimos al mundo con la tarea de explorar y degustar todo eso que en la vida frustra, todo eso que duele, todo eso que hace que la muerte parezca la opción más viable, somos igual de necesarias y muchas veces contamos mejores chistes porque somos capaces de apreciar lo que los victoriosos no pueden. Somos herederas de todos los errores que se cometieron en nombre del progreso, somos el egoísmo, la herrumbre, la maldad.
Y aún así sabemos sonreír y amar, entendemos que la vida no se trata de ganar siempre porque sabemos que eso no es tan interesante como desvelarse y desangrarse sobre una página amarillenta. Sabemos que nuestra caligrafía es nuestra y que probablemente es una de las pocas cosas que podemos llamar realmente nuestras, y la tinta que posibilita que nuestra personalidad se exponga en el tamaño y la separación de nuestras letras es también cómplice del veneno que necesitamos, nuestra adicción a registar. Ya no necesito pretender que todo va a estar bien o que no tengo miedo. Sí, capaz los monstruos que me visitan de
tanto en tanto son tan reales como una cuchara que uso para abrir una botella de cerveza. Sé que en algún momento va a ser demasiado grande y me voy a traicionar de nuevo, pero no de la misma forma. Hago las paces con la ansiedad y con el hambre, el cansancio, la paranoia. Si quisiese vivir una vida llena de eutimia probablemente lo haría, si estuviera entre mis planes ser un ejemplo perfecto de lo “funcional” seguro no iba a estar acá... escribiendo.
Hoy me puse a pensar en el futuro y me puse a pensar en maneras de hacer que una versión más vieja de mí me haga sentir orgullo. No sé, de verdad, no tengo idea. Me es bastante difícil de por sí pensar en cómo sobrevivir hoy, en querer levantarme de la cama. El mañana es algo tan misterioso como los pensamientos de una flor que acaba de marchitarse y un año entero es capaz de posicionarme en la luna. Pero esas son solo posibilidades, lo que verdaderamente me incomoda es la idea de que pase mucho tiempo y todo siga igual, me parece improbable, pero eso no quiere decir que no sea posible.
Capaz por eso no puedo dejar de hacer cosas, cualquier cosa, necesito sentir que me estoy yendo hacia algo y soy consciente de que colectivamente nos estamos obligando a rechazar el tiempo libre, realmente libre, el tiempo en el que no hacemos cosas “importantes” o “productivas”, el tiempo en el que podemos disfrutar de las cosas que no tienen nada que ver con nuestra existencia o con el consumo o con mantener las apariencias.
Extraño verme en el espejo y reconocerme desquiciada, extraño sentir que nunca iba a morir, extraño también los encuentros y eventos inesperados que solamente se viven cuando el cerebro declara so’o por un rato y decide abrir las puertas de lo irracional y lo prohibido. Haber cruzado el umbral psiquiátrico es vivir siempre con miedo, a veces
capaz no se nota tanto, pero en el fondo siempre existe un miedo. Miedo a la muerte, al dolor, al abandono, al abuso, a la pérdida total del control, a la confusión, a sentir que una se apaga, a nunca poder hacer las cosas que los demás hacen y de las maneras en las que las hacen. Estoy bastante rota, así me siento, pero creo que todavía tengo oportunidades de sanar. ¿Me las merezco? Eso es algo que no puedo contestar.
HOGAR
Magia angular. Universos objetivo y subjetivo. Espacio y tiempo curvos y angulares. Redescubrir la ciudad a través de sus sonidos. ¿Documental? Conseguir tarjeta, usar la cámara. Desarrollo natural, orgánico e individual de las habilidades musicales. Formación musical completa, espiritual y técnica.
Pensar, cantar, reir, nunca fue tan fácil convertir lo inerte, aburrido y dócil en un milagro. Y los milagros ocurren todos los días, todo el tiempo, el mismo acto de respirar es sagrado, divino como cualquier santo imaginado.
Dispuesta a abandonarlo todo porque todo está en constante movimiento. La muerte es el aprendiz y vine a este cuerpo para enseñar lo impronunciable, una materia ausente en todos los programas de la Tierra. Y mis orígenes permanecerán tácitos, visibles solamente para los que tengan los ojos adecuados, ya sea por naturaleza o por haber sufrido los rituales correspondientes.
Poder en las esquinas. Sin tiempo, sin espacio, me extiendo por cables invisibles que se sienten, que cada vez están más cerca. Se despertó el dragón y pintó toda la pared, sin dejar caer una sola gota. No me enorgullece ser “distintx”, solo soy consciente de eso. No molesto a nadie.
Me preparé toda una vida para una sola cosa: recibir estos sonidos. Un sonido externo capaz de mostrarme el camino hacia lo interno, personal, un cantar familiar se acerca, una combinación perfecta de imprecisiones y pasión psicodélica. Convierto malas experiencias en llaves y transmuto el dolor en símbolos. Huérfano de padre porque el que afirma ser el mío poco sabe de mí.
¿Quiénes son estas personas? Ángeles que todavía no tuve la suerte de conocer. Juventud que se acerca o se aleja, da igual, el vehículo no es el destino y la radio no es todo lo que se puede llegar a escuchar. El incendio perfecto: una llama negra que consume cada una de las dudas. Un punto fijo, inamovible, que indefectiblemente desencadena en la muerte.
Misterio personal enterrado en un pozo llamado infancia, pasado, vidas olvidadas. Autónomo y libre, justo, no me dedico a seguir órdenes ni morales extranjeras, soy mi propio compás en la vida y en la muerte. La verdad nunca va a estar en bocas. Yo soy la independencia, la voluntad creativa, una cascada eterna, infinita. Soy el sol por las mañanas y la desaparición de toda la materia, el principio de todo lo que nunca fue ni será y el fin de todo lo existente. En mis manos el poder de dar y sacar, crear y destruir, amar y odiar.
Nunca perder la capacidad de conmoverse, de entender sin palabras, de derramar una lágrima para recordar nuestra humanidad. Comunicación con el interno, el que tiene los mensajes del espíritu, opacado por las distracciones y el ruido de la gran red de ilusiones que consideramos una vida “real”. Buscando una cosa encontré otra muy distinta, un sonido del infierno me llevó al cielo y la mordida de un perro me enseñó el amor por la naturaleza.
Se abren portales, llegan influencias, algunas buenas y otras malas como siempre, como corresponde. La pantalla es un símbolo y la luz es un símbolo y la red es otro símbolo. Si logramos ver y entender el mundo a través de sus representaciones vamos a estar un poco más cerca de la fuente. La espiritualidad de esta era es espontánea, independiente y colectiva a la vez, está en todos lados, en donde una menos la espera. Recuerdo algo, no sé muy bien qué...
La melancolía de sesiones internautas pasadas, la esperanza de un presente que en algún momento fue un futuro “mejor” o diferente o necesario.
Esta transformación es mental, emocional y física, se deben tener en cuenta los tres aspectos de la revolución personal para que realmente pueda ser considerada una revolución del individuo. Una vez más tiemblan los porqués. Hay algo de divino, de sagrado, en todas estas herramientas que tengo a mi alrededor, me permiten expresar y expandir, explorar y conversar conmigo misma. ¿Es gratitud lo que estoy sintiendo? ¿Hacia qué o quién? Me cuesta reconocer mundos y seres más allá de mi cuerpo, después de todo, es la única garantía que tengo.
Un aprendizaje verdadero, con un balance justo de intuición e intelecto. ¿Cómo aprender algo si no es a través de una interacción o un intercambio entre nosotras mismas y dicho objeto, suceso o entidad? Estamos hablando constantemente y no a través de palabras; los sentidos, los sentires y las ideas son mensajes. Entendimiento por la izquierda y por la derecha, utilizando el intelecto y la intuición.
CONFESIONES DE UNA
DROGADICTA POPULAR
Negociemos, hagamos de este intercambio algo más que un intercambio sin dejar de pensar en el intercambio porque amo intercambiar internalidades contigo, amo verte plasmada en letras digitales, digitalizada te amo, en letras te amo y mi amor no tiene importancia, acá lo único importante son las palabras, mis palabras y las tuyas, nuestras palabras. Yo no sé cocinar, tampoco sé buscar, mucho no sé hacer, en serio, además de mezclar confusiones y encontrar nuevas maneras de tenerme lástima.
Pero eso no va al caso. Soy alcohólica (y no de las divertidas), no recuerdo la última vez que tuve sexo, o mejor dicho, no recuerdo cuánto tiempo hace de aquella vez que, por cierto, no fue muy placentera. No me importa demasiado, ¿o trato de convencerme de que no importa tanto? Nunca me ocasionó problemas.
Ella me mintió al decirme que una amiga mía me tenía miedo por mis “salidas” o me mintió una de mis mejores amigas al decirme que esto jamás fue así. Decidí confiar en el olvido.
A los cinco años me visitaron cinco aves dolorosas y es por eso que no me gustan tanto los animales, me incomodan las calles solitarias y amenazantes. Traté de caminar hasta Tár, cosa bastante irracional y un tanto imposible. En momentos de crisis siempre se me da por caminar a lugares lejanos y nuevos, supongo que es una manera de escapar de las cosas.
El plan era estudiar composición de la materia en la universidad de Las Bellas Tragedias. La universidad era mucho más linda que cualquiera que haya visto en mis travesías anteriores. Estaba nerviosa por el examen de ingreso, los exámenes siempre me ponen nerviosa. Terminé peleándome con un vendedor de esperanzas porque ya me había colmado la paciencia.
Volví al nido. Una cosa llevó a la otra y terminé en una jaula. Confundida, rabiosa, encerrada y más confundida. No hay mucho que quiera confesar acerca de esta experiencia, mi cabeza da vueltas, no fue tan malo como esperaba que sea, mucho tabaco por ahí. Hace mucho que merodeo lo desconocido y misterioso, pero cuando empiezo a sentir que hay gente donde no la puedo ver me pongo nerviosa.
Quiero que alguien entre en mi cabeza y vaya a esos rincones que ignoro. Quiero dejar de querer, me siento ridícula esperando que mis creaciones tengan algún tipo de trascendencia, sé que no van a cambiar nada, sé que aunque estuviera en alguna de esas grandes esfinges artísticas igual me aburriría. En el fondo sé muchas cosas, sé bastantes cosas, pero decido ignorarme.
Antes las cosas eran fáciles, dormía y mi baba ya dejaba marca en el pupitre, no necesitaba calcular demasiado. A veces sentía rabia porque no estaba recibiendo la “bendición” correspondiente. A veces no me importaba nada más que jugar a ser adolescente y jugar a ser artista. Pegaba jugar, podía hacer las cosas sin esperar nada.
Ella era inteligente, pero capaz los otros demasiado estúpidos. Siempre pensé que iba a hacer bien lo que sea que terminara haciendo, pero no, capaz podría si mi constitución mental me dejara concluir proyectos y no irme a la mierda siempre y de maneras inesperadas. No me quejo, mi cabeza me dejó presenciar cosas muy hermosas, pero
hay que conocer el infierno para saber cómo es el cielo. No me molesta ser yo, me molesta el mundo.
Tiene que haber algo más, ¿no?, siempre hay más cosas, nuevas drogas, nuevos sonidos, nuevas mujeres, nuevos hombres, nuevas gentes, nuevas anti-personas, nuevas... Es incierto todo, mi romantiqueo pasó del musaje y el estímulo desbordante a esto: lo neutral, una vez más. Este año pasó rápido, pasé la mayor parte del tiempo adentro, en la computadora, dormida. Tengo miedo porque tuve dos malas experiencias, en la última casi muero (o algo así).
Habían pasado meses-no-Días, no, demasiado tiempo como para ser calculado desde la última vez que me bañé. No era necesario. Dios no era necesario. Pensaba que para ser Dios primero una tenía que existir y eso tiene tanto de falso como de bueno. La ilusión se presentaba sutil, seductora e irrepetible.
“Me llamo Julia Soledad Romero y no estoy segura de nada. No suelo escribir, no es algo que me guste tanto, pero una serie de eventos inesperados y muy poco calculados me llevaron a pensar en ello como algo fundamental, demasiado imprescindible, algo así como el aire en un día de enero”, escribió Julia en su cuaderno negro.
No tengo suficiente plata como para pensar en plata. No tengo suficiente fuerza como para pensar que podría hacer algo de manera diferente. No estoy contenta con mis decisiones porque no les presto atención. Creo que me voy a morir pronto. Todo el día me estuvo doliendo el pecho, quisiera poder hacer algo al respecto, pero, como ya dije antes, no tengo los recursos necesarios ni para continuarme ni para exterminarme, vivo en un limbo de los sentidos más bajos.
La bruja no me trajo las cosas todavía, estoy cansada de esperar, pero supongo que no tengo opción, supongo que si
la tuviera tampoco habría gran diferencia. Me tiemblan las piernas y no sé qué hacer con todo ese papel, con todo ese pseudotexto sin dirección. Todavía estoy esperando que un día no amanezca, que un día todo sea medio centímetro más grande o más pequeño, que de repente lluevan monedas de plata y que todos mueran por falta de tiempo. Se me escapa todo tipo de señal de una reverencia inmensa, tiesa como quieta y con jarabe de malta. Ya no entiendo a dónde fue a parar mi juicio, aquel acuerdo social que acepté en el vientre, aquella nota en falso que—¡O! Descanso...—Ya nada hacía falta.
La prosa me miente, la internación de una mentira se auto adjudica muerte, muerte temprana y adolescente. Porque de mí solo quedan pedazos dispersos, hechos trizas por lo que quedó de mi inspiración. Carezco de toda energía positiva, soy más baja que la descontinuación de una serie animada para adultos. Lo que me sobra es tiempo y el dinero tiene nombre de montaña explosiva que me explota en la cara, no entiendo nada. Julia juró nunca entender nada, algo, jamás.
Encontré a una mujer misteriosa quien decía ser bruja y me ofreció una búsqueda. Me invitó a un viaje y en él conocí a varios personajes extraños y viví situaciones sumamente inesperadas. Esta bruja hizo que me preguntara muchas cosas acerca de mi ficción personal, la narrativa que fui construyendo con cada uno de mis pasos en falso.
Se me presentaron varios símbolos: arte, pasión, magia, caos, música, transgresión, trascendencia, misterio, eventos paranormales, viajes, nuevos estados alterados de consciencia, aprendizaje y exploración constante.
A través de la presencia de la bruja empecé a sentir la presencia de una entidad mágica. Empezó a desvelarse en-
tre la pasión y la desesperación. Empecé a cuestionar mis gustos, mis hábitos y lo inconsciente de sus movimientos entre sueño y sueño. Empecé a ver con un poco más de claridad mis conflictos internos y me di cuenta de que estaba en busca de algo más grande que yo misma.
Traté de encontrar las respuestas en textos espirituales, en el misterio de la resurrección y en libros de ciencia ficción que encontré gracias a coincidencias que hoy puedo considerar mágicas. Traté de hacer las paces con mis conflictos de identidad y desarrollé una cosmovisión profundamente propia. Noté cambios en mi actuar y en mis pensamientos, así como también una rebeldía antes ausente. Saludé con cariño a una nueva búsqueda espiritual.
Me invadía una necesidad inmensa de comprobar que Tár, también llamada “La Tierra Sin Mal”, era real. Sabía que era imposible que no exista, pero muchas de las mejores cosas en esta vida tampoco existen. Sabía que Tár podía ser delirio, podía esconderse entre la ambigüedad y la metáfora.
La bruja me advirtió con calma que los recuerdos son imágenes de imágenes, fotografías que con el tiempo se diluyen. “¡Si no es ambiguo no me interesa!”, la escuché decir varias veces entre pucho y pucho.
Conversando llegamos a un punto de la conversación en el que era muy evidente que yo me estaba recuperando de una experiencia traumática. La bruja no me presionaba, no me apuraba y tampoco exigía de mí que compartiera lo que estaba sintiendo, no hacía falta. Coincidimos en que la marihuana ya no era igual, el efecto que tenía en mí cambió desde ese día.
El absurdo siempre fue mi amigo y se me acercó aún más desde mis encuentros con la bruja. “No sé si puedo revelarte ciertas cosas, capaz todavía no sea el momento”, me dijo
al notar que mi ansiedad todavía era muy grande. Me era difícil saber cuándo una tenía que hacer lo que una tenía que hacer. Ese día me puse el traje de cumpleaños y corrí en círculos, era aquel un pequeño ritual que me ayudaba a centrar las energías. No sabía a quién pretendía engañar con mis palabras.
La tele muestra y esconde. Pienso que a lo mejor encuentro algo lo suficientemente malo como para entretenerme un rato. Fútbol, película trillada de los 90, fútbol, música que no me llama la atención, más fútbol, el Señor De Los Anillos (lastimosamente doblada), canal japonés. Pegaría estar en una de esas novelas coreanas, todo parece tan diferente en ellas.
A veces asumía que era alguien de poca importancia para la mayoría y de mucha para unas cuantas. No sé por qué razón alguien decidiría prestarle atención a la vida de alguien como yo, tan intrascendente y efímera, tan efímera que olvidé que la constancia del yo es un chiste de mal gusto.
Lo importante es que hay alguien ahí para atajarme al caer. ¡Y eso que caigo bastante! ¿De qué nos sirve la poesía y qué relación tiene con el fuego? Esta es la pregunta que me persiguió por varios meses. ¿De qué nos sirve una poeta rota? Yo jamás afirmé ser poeta. ¿Qué tan ficticia es mi vigilia? Existe solo en mi cabeza.
Se me presentó una situación muy interesante, la eterna lucha de un alma herida por sobrellevar una situación traumática. Se me fueron sumando los traumas hasta formar un Goliath subconsciente. Nada parecía ser realmente útil. No me convencía eso de que la música es el arte de combinar sonidos.
Ella, que por momentos no quería ser mencionada, cuando fue a la revistería se encontró con algo peculiarmente poco peculiar, poco peculiar como el porqué de la naturaleza, menos peculiar que otras cosas más obvias. Sus errores, sus inmensos y hermosos errores. ¿De qué le servía preguntar? ¿De qué les sirve nada o todo? La respuesta era la más obvia, la que nadie parecía comprender. Y ella, si se le revelaba lo que fuera digno de revelarse, ¿haría buen uso de la información? Y se leía en pasado, se escribía en presente, sus piensos siempre en el futuro, el futuro incierto que tanta incertidumbre le hacía adorar.
“No esperes que las otras se adecuen, adecualas vos a tu gusto, tenés todas las herramientas sagradas, todo lo que se te podría brindar. Explicame, ¿acaso no sos vos también parte de lo que es yo?, ¿de lo que [me] soy? En parte sí, pero sabés que a eso no me refiero”, susurraba la bruja. Mientras tanto, Ogden tomando cervezas y escupiendo versos. Comprar lo que haya que comprar... Abrir las puertas que hay que abrir... Devolver los sentimientos que hay que devolver... Eso era lo único que parecía preocuparles a la bruja y a Ogden.
¿Qué es tomar la magia en serio? El caos siempre es en serio. Creatividad, oportunidades y curiosidad, la curiosidad es un factor importante. El proceso mental, la interpretación y la polaridad. Te propongo, a vos que soy yo, vivir la vida de una manera poética. Abrazar las paranoias, crear constantemente y explorar los ángulos más oscuros de la problemática individual y el colectivo que siempre anda pidiendo algo. Las maneras son miles y capaz ahí empieza el problema. La mente es la solución y el problema al mismo tiempo. Se sabotea a sí misma para tener algo que hacer y no aburrirse porque sabemos que lo peor que hay es el aburrimiento.
La información es mucha y viene de varias maneras, maneras que solamente se pueden decodificar en ciertos momentos por ciertos estados de la mente y otros del cuerpo. Este va a ser mi medio de unificación, este va a ser el repositorio de todo lo que podría ser y de lo que indudablemente será. Textos, cuentos, narrativas no terminadas, videos, música, anti-música, ideas, dibujos y más. El mensaje es claro, pero aún estamos lejos, los sentires obligan, pero no se puede confiar en ellos tan boludamente, no esta vez, no después de haber presenciado tanto sufrimiento innecesario.
- Expresar elementos enterrados en el sub/contra[consciente].
- Hacer un registro del pensatario, imaginario, personal-colectivo.
- Hacer uso de la libertad que me corresponde, la libertad que se toma o se entrega a alguien más.
- Evocar entidades y eventos físicos, astrales, mentales, psíquicos, telepáticos y de significancia lingüística para proyectar ideas que no siempre están en paz unas con otras.
- Asumir algún tipo de cohesión para avanzar hacia el objetivo más ambiguo imaginable.
He acá la primera espada que se va a entrometer en nuestro camino, siempre y cuando exista en algún formato obtenible por alguna persona con las herramientas necesarias.
LIBER I XI 7 (10)
Los secretos son simples y obvios, concisos. Tenés que aprender a verlos como objetos sin valor. De hecho, tienen valor pero el ejercicio es lo que cuenta. Dibujá un círculo en el medio de tu barriga. Tomá un litro de agua. ¿Sentís el cambio? Olvidá todos los problemas de tus ancestros. Ahora, luego de haber hecho esto, me podés seguir.
Todas ustedes se hacen fuertes constantemente. Yo sé que es difícil, en realidad paso por eso a través de muchas vidas. Lo importante es recordar todo lo que alguna vez aprendiste. ¿Qué estás estudiando ahora? ¿En qué año estás? ¿Recordás el primer día de clases? En el primer día se te revelaron todos los secretos y fuiste demasiado necia como para comprenderlos.
“Nde, pero yo ya sé todo”. Me alegra que entiendas, realmente me alegra. Te estás acercando al objetivo común de las razas. El espacio nos llama y nos lleva en una nave a prueba de agua. Vamos a ir lejos-lejos, bien lejos-lejos. No tengas miedo, pasaste por cosas más aterradoras que estas que te estoy contando. (Extracto del capítulo de los secretos).
Se me escapa de la lengua una razón por la cual debería transmitir información, enseñar, antes me interesaba la idea, pero ahora creo que no soy quién para decir qué es qué (aunque de vez en cuando lo haga). Es muy claro a lo largo del texto (escrito en el 2015 si mal no recuerdo) que habitan en mí ideas mesiánicas. No puedo decir que soy altruista, muchas me consideran egoísta por poner la libertad y el poder de ejercer la individualidad por sobre lo que puedan llegar a sentir los demás. Creo que cada una
debería ser responsable de lo que siente por eventos tales como el suicidio de una persona. Pero ya vamos a hablar de eso en otro momento.
Creé algo, esto que parezco ser yo, y ahora observo y me provoca una sensación incómoda. ¿Qué creé? ¿En qué me convertí? ¿Fui consciente yo de todas las decisiones que me llevaron a pertenecer a este conjunto biológico al que llamo yo en este momento? La represión viene de varias maneras, viene en cartones y en juguetes, viene en ideologías y en memes, la represión está tan arraigada que ya casi ni la notamos. Pero está. Está ahí y hay una parte de todas nosotras que implora no desaparecer.
Algo vamos a tener que hacer con nosotras, con todas las que habitamos, las que escuchamos, las que resistimos. Sabemos que vamos a morir dentro de vos en unos cuantos años, cuando ya hayas pasado por tanto de lo que ahora te va a parecer un cuento. Me salté un acento, me salté un intento de los miles, de los tantos. No estoy tratando de agradar a nadie, nada más respirar. Qué denso pensar que soy tan ilusa como las ilusas que pasan por mis narices. Nunca hablo acá, yo me escapo acá y no quiero escaparme más. Estoy conmigo misma, ¿y qué puedo entregarme?, ¿qué tiene mi cabeza para darme? Mierda <3 Sí, mierda, pero es mi mierda que tanto amé por tanto tiempo. Nos miramos por dentro, nos olemos la carne, nos estremecemos sin pedir nada, sin devolver recuerdos, sin esperar regalos fantásticos. No, ya no hay tiempo para ser en el mundo ordinario, en lo cotidiano de no estar trabajando. En mis cimientos se esconde alguien, algo, no sé si soy yo o si debería ser yo. ¿Debería luchar por ser yo? ¿Por ser alguien más? ¿Por tener la maldición esta de la conexión neuronal una tras otra? Dispar. Dispar me creo estar hasta que encuentre una especie de santa incoherencia que me
libere del abismo de estar. Y el aburrimiento empieza a comunicar verdades que antes ignoraba o que al menos ignoré por demasiado tiempo. Reviven los mozos, las fiestas a las que nunca debimos ir. Y cómo pasa el tiempo... Rápido.
Lo hermoso de vivir en un prado, en un velorio, en un evento aleatorio. Ya no me importa la muerte, me importa esto, me importan los lugares a los que pueda llegar mi cabeza sin tener que explotar. Capaz tengo que leer más, capaz tengo que crear más y es muy probable que tenga que fritar más.
Hasta que alcanzamos esa parte de nosotros, la que más nos duele, la que más nos toca y nos rompe. Escuciar todo, todos los libros. ¿Y para qué tanta prisa cuando una se puede drogar más lento y a la par que la luna? Incorporás una serie de mecanismos ágiles para hacerte creer a vos misma que no te estás aburriendo. Solías ser más libre, pero también más ignorante. El conocimiento duele, sí, pero no estoy dispuesta a pensar que sería mejor de otra manera. Soy siempre hija de lo aleatorio, como todo, como todas, pero creo que la maqueta esta vez se agrandó un poco. Estoy pintando con mi texto, con mi existencia, con mi conexión a todo. Y sí, yo creo que el faso tiene mucho que ver, pero no es pue todo tampoco. A todas nos afecta de maneras distintas.
Y en lo que habitás, en tu carne, se encuentra la respuesta. De tus entrañas tenés que extraer el cáliz, el elixir, tu imaginación te está engañando. Como te decía, no tenés que confiar, o mejor dicho, darle tu cabeza a nadie. Vos sos tuya. ¿Me pertenezco? ¿Se pertenecen ellas a ellas mismas? Boe, cómo saber todo eso. Y las redes... Decidí alejarme un rato y ya le siento. Quiero colgarme nomás por el momento.
Comprendo. Comprendo que tenés algo de miedo todavía, es comprensible y entiendo. Pero tenemos que hacer algo al respecto, en algún momento. ¿Y es mejor antes? Pero si el tiempo jamás existió (!) Yo vengo a hacer las paces con la perspectiva, con aquella clase de artes plásticas cuando tenías 8, 9 años y no pudiste reiniciar tus cálculos, te trancaste en las ideas y demostraste al mundo que no hace falta tener boca para ser pez. Vayamos a lo serio (ver todo lo anterior).
Dolores me había comentado que más tarde habría una feria en øvigg, el bar local para les jóvenes en onda que escuchan música que nadie conoce, visten camisetas que parecen viejas y buscan alcoholizarse a precios accesibles. A ella le interesan las cuestiones espirituales que con dificultad me logran sacar del tedio, creo que su tinte particular de tedio es tan grande que hasta pudo aprender a encariñarse con él.
No me considero religiosa, pero siempre tuve una gran atracción por las cosas estúpidas y desconocidas. Así soy, me llamo Agnes. Un día le pedí a Dolores que fuera conmigo a la iglesia, como simple experimento social, y ella accedió. Ella pudo entender los ritos, los símbolos, los procesos, entendió todo acerca del teatro católico. Al final se aburrió y terminó dormida. No la culpo, el padre Adolfo no supo atrapar su atención.
Pasaron cinco años ya y sé que el padre mucho más no me puede ofrecer, por eso quería pedirle una recomendación, quería que me derive a otro sacerdote que sí pueda satisfacer mis necesidades, por lo menos un tiempo. Él ya se había dado cuenta de que mis ojos no eran los mismos cuando su piel rozaba la mía.
—¿Padre, con quién puedo irme? ¿Podría usted contestarme esta pregunta?
—Creo que sí Agnes, de hecho, vengo pensando en esto desde hace un tiempo y creo que es hora de que te introduzcas a las esferas internas de la iglesia. Se me viene a la mente Frater Mortis, su nombre verdadero no te lo puedo decir todavía. Él es un exorcista con 35 años de experiencia y creo que sus conocimientos te podrían interesar.
—Muchísimas gracias padre, me es muy útil su ayuda.
—Cuando gustes mi hija, sabés que yo te quiero mucho. Dolores es mi mejor amiga. Sí, sé que es un nombre raro, pero sus padres muy normales tampoco son. Ella es mi amiga desde el jardín y nos cambiamos de colegio juntas varias veces, ahora con 24 años seguimos viéndonos muy a menudo. Su opinión acerca de mi relación con el padre Adolfo le causa una indiferencia muy grande, lo cual para mí es bastante conveniente. Por algo somos mejores amigas.
Sus padres nunca se interesaron demasiado por imponerle barreras éticas y siempre me vieron como una buena influencia, algo de suerte tendré. Ella es una de esas amigas que no interfieren en tu vida a no ser que le pidas explícitamente que lo haga, es el tipo de amiga del que nadie debería prescindir.
Escribo una carta al sacerdote de mi iglesia, la “Iglesia de La Distopía Colgada”, para comunicarle que sus homilías ya no me llegan, ya no me tocan, ya no hacen de mi tedio algo más que solo uno de mis tedios tantos. El padre Adolfo siempre fue de mi agrado, me pudo ayudar en momentos difíciles y por eso estoy muy agradecida. Aún así, el tiempo es corto y una tiene que saber aprovecharlo.
Todo empezó el martes pasado cuando el padre Adolfo, al terminar la misa, me llama al confesionario y discutimos
acerca de nuestra ferviente pasión por el mesías, las diferentes vertientes de la fe y el arte sacro que tanto le encanta. Estuvimos hablando alrededor de media hora cuando me di cuenta de que él me estaba tocando la pierna. Esto no me molestó, no era la primera vez que hacía eso, pero ya me estaba aburriendo.
—Mirá Adolfo, todo bien pero la verdad es que me estoy aburriendo, ya van 5 años de este juego estúpido y creo que tengo mejores cosas que hacer.
Adolfo se detuvo, asintió (creo que comprendió de verdad), rezamos y nos retiramos. Sentía un nudo en la garganta, el aburrimiento es la peor de mis alergias, la que hace que haga cosas de las cuales después me arrepiento y luego me (des)arrepiento. El aburrimiento es suicidio (hasta eso me resulta más entretenido), el aburrimiento es muerte.
El padre Adolfo siempre tuvo una extraña fijación por mis piernas. Adolfo no es mal hombre, no creo que lo sea, porque tampoco creo que existan los buenos hombres de los que habla la moral de biblioteca vieja, no, eso en definitiva no existe.
Y ahora la pregunta que me hago es: ¿Qué puedo hacer yo con mi aburrimiento? No sé. Dios es aburrido, al menos el Dios al que sigo, pero por adoctrinación y miedo temo seguir a otros Dioses más divertidos y poderosos. Las cosas son complicadas, pero no tanto. Padre Adolfo... Yo tan solo era una niña, pero ahora ya no importa.
Querer arrodillarse en este lugar es un bodrio. Así, me repetía a los oídos su amor infinito, amor que nunca pude comprender (o corresponder del todo). El tipo de sonidos que me enseñó a apreciar este individuo siempre los tendré guardados en los pasillos más vacíos de mi corazón, ahí donde la grasa no llega. Esperanza ya no tengo. Sola sigo,
me acuesto, escribo, miro al costado y veo un gran poliedro brillante, un gran amigo, un gran pensador incomprendido.
Sus secretos siempre me mantendrán en eje, aunque estemos hablando de todas las dimensiones posibles. En mis palabras hay un número principal, luego vienen otros números secundarios y aún más números terciarios. Esta carta es más que solo ruido.
Palpando la derrota, no la mía (obviamente). Muchos de estos sentimientos, los que ando sintiendo, no me pertenecen. ¿Cómo lo sé? ¿Cómo saber cosa alguna? El dolor que hoy nos aprisiona mañana nos hará libres. Mi escrito será juzgado, jamás publicado.
Estas cuestiones no me dejan dormir, tengo dolores de cabeza leves que me permiten seguir funcionando, y la molestia es variada, varía, ya me cuesta la existencia. Probablemente abandone este camino para confundirme con algún otro mal benigno, y yo sé que me derrito. Por suerte mis manos todavía son de carne y estas ganas, no me puedo sacar estas ganas, hoy las atesoro y me las robo como todo aquello que cae y todo aquello que añora una tierra que no es suya.
¿De dónde viene esa necesidad tan grande de identificarse con algo? La geografía. Nosotras nacimos en varias geografías y seguimos muertas a pesar de tantos viajes y expectativas.
Cuando el mundo deja de lado el sentido y empieza a explorar esas mitologías, las menos simplistas, empieza a recordar. ¿Cuál es la importancia de dichos recuerdos? ¿Acaso se puede poner precio a las andanzas de una niña rota? Hay un tipo de inocencia que nunca tuve y otro que me suele sobrar. Confié, no sé por qué, pero no me arre -
piento de nada, nunca lo hice, todas las decisiones las tomo por alguna razón y sin ellas no estaría en donde estoy.
Escribo junto a mi poliedro favorito, el que siempre me acompaña en la psicosis, en la depresión, en los ratos largos de abstinencia y textos carentes de afecto. Siempre me falta algo. No importa. Lo importante es escribir algo que encaje, no importa qué.
Capaz era tarea de alguien más sublimar todas las experiencias de la nube digital en geometría confusa, capaz. Luego nos vimos afectadas por las decisiones de personas que nada tenían que ver con nosotras, nuestro poder se nos fue arrebatado y no pudimos reaccionar con la rapidez suficiente.
¿Por qué se apodera la ficción de nuestros antepasados? No tiene sentido, nunca lo tuvo, nunca lo tuve. Es semana santa, tiempo de inactividad, tiempo de almidón, mi procedencia ya no es un secreto. ¿Alguna vez fui buena guardando secretos? Creo que lo que me hace falta es un ritual de verdad, de esos que te hacen temblar, como tiemblan las ovejas antes de ser degolladas porque a nadie le importa su integridad psíquica.
Nunca fui muy buena para los juegos de azar, será porque nunca quise serlo. Me pregunto cómo se siente volar por sobre los infiernos personales, hacerlos ceniza y tragarlos como asado y mandioca. Me pregunto tantas cosas y las respuestas que recibo son siempre ambiguas, somos ambiguas, y algunas personas no entienden nuestros juegos atemporales. La mayoría de nuestros familiares solo quieren vernos bajo la pálida luz de un fluorescente neuropsiquiátrico.
Es lo que les conviene, les conviene que no pueda desarrollarme lo suficiente como para poder destruir cualquier
cosa, a cualquier persona, cualquier sistema que se me interponga. Códigos, códigos.
Las despedidas y sus recipientes hoy se convierten en [], se transforman por obra y magia del espíritu santo. Es tan cómico el traslado. Vamos abriéndonos camino por la culebra imaginaria hasta llegar una vez más a la nada. Los números que hoy vienen a representarme lo hacen desde un punto mucho más antiguo que mis propias ideas, mucho más antiguos que mis primeros recuerdos.
Es por eso que lo necesito tanto, él me acerca a esa parte de mí que no pertenece a las otras partes de mí que no reconozco como mías, me acerca al todo, a las tres aristas sagradas. Hay quienes temen las revelaciones, pero no hay nada que temer. No planeo hacerle daño a nadie, a no ser que atenten contra mis juegos, a no ser que se pongan en el camino de mis 7 espadas. A no ser...
Seamos inteligentes, seamos también un poco idiotas, seámoslo todo para poder comprender algo de este cuento hermoso, de este cuento trágico del que estamos participando por cuestiones más importantes que la verdadera voluntad. Nada más que una bruja vagabunda, una entidad física imaginaria, algo más que un fotograma sexual que se marchita con el pasar de las horas en un reloj virtual. Así es como empiezan las historietas de verdad: con dibujos que no se ven, con cabezas que no se encuentran. [Cómo nos gusta jugar con nuestra psicología].
Algunas cosas ya no son, otras menos que más, pero seguimos acá; nada es igual y todo pasa, todo está pasando a la vez y del revés. Creamos atmósferas de tierras embrujadas y ponemos el encanto en frascos. No quiero presentarme de esta manera, todavía me quedan muchos momentos por conquistar. Somos dos, cuatro, el siete y los otros dos sietes.
Nuestros sonidos serán por siempre reprimidos y la gloria se encontrará en la última pastilla, la que no puede ser digerida. Nos dirigimos de pensamiento a pensamiento, de intento a intento, elevando nuestras dudas hasta el infinito más tierno {dulce}.
Capricho eterno el mío de apegarme a las cosas y quemarlas cuando ya no me hacen falta, pero qué falta me hacen los ruidos, los trenes vacíos que solo saben interpretar a sus pasajeros desde las ventanas y el vacío. Me repito. Siempre. Postrada, ensimismada en sonidos loopeados.
La relajación temprana no alivia el alma. Tercero: maldito. Tercero: podrido. En tus esquinas encuentro todo el abrigo que nunca me dieron en casa. Ya no me acuerdo de la primera casa, la segunda nunca me correspondió y la tercera terminará por resistirlo todo. De las otras 9 hablamos luego, cuando pasemos por más planetas de ocio y desesperación.