RELAL
El Niño Dios, en el humilde pesebre, nos llama a estar abiertos para permitir que la paz, la justicia y el amor encuentren refugio. Que la alegría, la solidaridad y la fraternidad estén presentes en nuestras comunidades. La voz de este Niño puede no sonar como un trueno, puede no tener el poder de los altavoces, pero es una voz poderosa. La voz del Niño Dios nos pide que guardemos silencio, que escuchemos atentamente las voces que claman por más vida en el continente de la esperanza. La voz del Niño nos pide que seamos sabios, que formemos una comunidad para que, juntos y en asociación, podamos escuchar los gritos de su pueblo, el pueblo que él vino a salvar. Con los ojos y los oídos bien abiertos, permanezcamos atentos y obedientes a las enseñanzas de quien se ha encarnado, y que es para nosotros el Camino, la Verdad y la Vida. Con ojos y oídos muy atentos, busquemos conocer y vivir el Plan de Dios que se humilló y se hizo pequeño para vencer a los poderosos. Con sabiduría, escuchemos la voz del Niño Dios, la Palabra revelada en las Escrituras, el Dios hecho humano para que podamos llegar a ser divinos. Por otro lado, escuchemos también la voz de Dios que sigue gritando allí donde la vida clama, donde el hogar común está amenazado. Es hora de dejar que la Verdad habite en nuestros corazones, que sigamos el Camino en el que todos tienen derecho a la Vida y a la vida en abundancia. Para ello, como sabios administradores del trabajo que se nos ha confiado, nos disponemos a vivir y trabajar en comunidad, construyendo un mundo mejor para todos. Seamos testigos de que podemos y queremos crear una cultura del bien vivir. Hagamos todo lo que esté a nuestro alcance para proclamar la Buena Nueva del Reino. Denunciemos todo mal. Tratemos de discernir y asumir compromisos que nos permitan ver y realizar las grandes cosas que sabemos son posibles para 2020.
Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo.
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