JULIO 30 – Día mundial contra la trata de personas - Acordémonos de que estamos en la santa presencia de Dios - Te adoramos, Señor
En diciembre de 2013, la Asamblea General de las Naciones Unidas, decidió designar el 30 de julio como Día Mundial contra la Trata de Personas. Señala que este recuerdo es necesario para que todos tomemos conciencia sobre la situación de las víctimas del tráfico humano y para promocionar y proteger sus derechos. Por “trata de personas” se entiende la captación, el transporte y la recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción (rapto, fraude, engaño, abuso de poder, recepción de beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra) con fines de explotación. Las formas de explotación son principalmente cuatro: explotación de la prostitución, trabajos forzados, esclavitud y extracción de órganos. Se estima que unos 20 millones de personas están atrapadas en las redes de la trata de personas. Si bien afecta tanto a hombres como a mujeres, un 70% de las víctimas son mujeres y niñas. Todos los países están afectados por la trata, ya sea como país de origen, tránsito o destino de las víctimas. La causa fundamental de esta terrible situación es la migración a la que millones de personas se ven forzadas. Las personas se ven obligadas a migrar de sus países por la pobreza, el desempleo, crisis políticas y humanitarias y marginalización (especialmente de niñas y mujeres). A su vez, lo que hace que otros países reciban a los migrantes es la demanda de mano de obra barata, la demanda de niñas y mujeres para la industria sexual y la ausencia de políticas de inmigración que protejan los derechos los migrantes. Con frecuencia son víctimas de trata quienes: residen ilegalmente en otro país, tienen un conocimiento muy limitado de sus derechos, tienen deudas con sus tratantes, son víctimas de venganzas familiares, trabajan en un sector informal e ilícito, han sido cambiados de una ciudad a otra, han caído en adicciones que distorsionan su percepción de tiempo y espacio, padecen la violencia por parte de sus patrones, enfrentan discriminación étnica, social o de género. Un corazón que, como el de Jesús, sufre frente a esta realidad. Un corazón solidario, especialmente, con la situación de los millones de migrantes que se ven obligados a dejar su patria con la esperanza de encontrar una sociedad donde puedan vivir con dignidad sus derechos. Un compromiso, el de conocer cada vez mejor las causas que provocan la trata de personas y hacer lo que esté a nuestro alcance para atacarlas con buenas decisiones personales y con políticas públicas eficientes. Una vida que ve en cada rostro humano la transparencia de Dios y la transparencia de nuestra propia realidad ya que nos refleja nuestra propia vulnerabilidad y nos recuerda que su vida vale lo mismo que la nuestra. Cada rostro humano es transparencia de la humanidad.
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