La Prensa de Villa 53

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Hasta hace pocos años, existía la costumbre de solemnizar la conclusión del acarreo, adornando el último carro con multitud de pañuelos de vivos colores y con ramajes; este carro final se cargaba más, y más artísticamente, rematándole una cruz formada con espigas sujetas con cintas de seda.

ber nacido: la paliza que sus compañeros la atizan resulta memorable. El desayuno y la cena son gazpachos más o menos ilustrados. En casi todas las casas de los labradores se procura que los segadores coman bien, pero en otras se guardan los garbanzos imposibles de utilizar o picados, el tocino podrido y el aceite rancio para los gallegos. Ya avanzada la siega, comienza el acarreo. Desde antes de amanecer salen los carros en busca de los haces o gavillas; un hombre se coloca sobre aquél y otros se los van dando, prendidos como con un tenedor. El del carro los va colocando pronto y bien y aprovechando la prolongación de las estacas, hacen una verdadera obra de arte en cuanto al aprovechamiento del sitio y en cuanto a calcular, inconscientemente, y solo por práctica, la estabilidad del conjunto en relación a la base, al peso y al volumen. Cargado el carro, tienen que efectuar otra empresa de mérito: el conducirle por los carriles de las tierras, malas veredas y nada buenos caminos, evitando vuelcos y toda clase de accidentes. Hasta hace pocos años, existía la costumbre de solemnizar la conclusión del acarreo, adornando el último carro con multitud de pañuelos de vivos colores y con ramajes; este carro final se cargaba más, y más artísticamente, rematándole una cruz

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formada con espigas sujetas con cintas de seda; su llegada a la era se festejaba en grande, permaneciendo en ella algún tiempo sin descargarse el carro de la cruz, que así se denominaba. Es una lástima que se haya olvidado la costumbre, que tenía mucho de simpática y más de piadosa. El solemnizar en tal forma el término del acarreo demostraba la existencia de sentimientos delicados que no se podían tachar de paganos porque la cruz de espigas patentizaba la fe y devoción cristiana del labrador; Y ambas cosas nos son muy necesarias a todos los hombres. En la era se descargan los carros, y cuando hay suficientes haces se hace la parva. Antes de emplazarla, ya ha estudiado el labrador su más apropiada situación, mirando hacia “Siete Picos” guiñando un ojo y tomando la alineación con una mano extendida. Desátanse haces o gavillas, se esparcen circularmente y comienza la trilla, (Los labradores cuidadosos separan entonces las yerbas extrañas) Uno o varios trillos, sobre los que -en una silla o un tronco de árbol- va sentado un muchacho, de la familia o veranero; dan vueltas y más vueltas hasta que el grano se va separando de la paja. La parva se vuelve, y siguen las vueltas interminables del trillo, bajo un sol de justicia que facilita la operación pero que abrasa a los hombres y animales que en la era trabajan. Después de la trilla, se recoge la parva por medio de largos y estrechos tablones de los que tiran las mulas y sobre los que se sube el que las guía guardando el equilibrio en el estrecho borde, y for-

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