La Neta 728, Semana 2 Agosto 2010

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Agosto 2010

Filosofía de vida

Belleza

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Amar es el Camino Por: Rosa María Márquez

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uizá sea sólo que en los habitantes de todo el planeta existe una enorme necesidad de creer en algo, especialmente en México, donde nos encontramos inmersos en una dolorosa crisis no sólo económica, sino de valores, de falta de confianza (con mucha razón, por supuesto) en nuestras instituciones, gobernantes y hasta héroes, de muchos de los cuales hasta ahora comenzamos a entrever su verdadera historia. Esta falta de imágenes de las cuales asirnos para que nos saquen del precipicio y nos lleven a donde podamos ver de nuevo la luz de un futuro, ya no digamos mejor, sino tan sólo de un futuro. Esta carencia de un algo que nos dé fuerza, nos quite la venda de los ojos y nos inspire para encontrar por fin la forma de regresar a la paz y la prosperidad. O tal vez sea, en realidad, que ha llegado alguien que, desinteresadamente, nos pueda hacer tomar conciencia de lo que necesitamos hacer para ir por el camino correcto… no lo sé, sólo el tiempo podrá aclarárnoslo. El caso es que un personaje ha llegado a la vida de los mexicanos para provocar polémica, tiene tantos miles de seguidores como de detractores. Sin embargo, ha fundado numerosos lugares donde se brinda ayuda a enfermos del cuerpo o del espíritu sin ningún costo, si acaso lo que voluntariamente puedan y quieran donar. Se trata del sanador francés René Mey, quien ha estado en nuestro país un par de años, pero del que la mayoría de nosotros poco sabíamos hasta hace poco, sobre todo a raíz de una película (Him, más Allá de la Luz) franco-mexicana, estrenada hace apenas unas semanas en algunos lugares de la república, basada en lo que, dicen, son hechos reales sobre la vida de este hombre que afirma curar con la sola fuerza del amor, a través de sus manos. Espigado, calvo, de mirada bondadosa que transmite serenidad, y sonrisa fácil, este francés “que convive con los ángeles” y dice recordar cuando estuvo en el vientre materno y su vida anterior, en lo que

Mey y la Necesidad de Creer podría considerarse el paraíso, llegó a México en septiembre de 2008. Practica la meditación profunda, es vidente y sanador, según sus palabras, y puede ver y sentir la presencia de seres de luz, que siempre lo acompañan. Afirma que durante mucho tiempo y debido a que su madre se lo prohibió desde pequeño, evitó hablar de sus recuerdos de antes de nacer y de sus facultades para ver lo que los demás no vemos, hasta que un día, siendo ya un joven de 27 años, comprendió que no debía guardar más el don que se le había concedido para sanar a quienes lo necesitaran, y después de permanecer varios años en meditación comenzó su labor

altruista, algo que, asegura, todos podríamos hacer. Sin embargo, sus detractores advierten que René Mey es un defraudador que estuvo encarcelado varios años en su país natal. René no niega ni oculta que estuvo en la cárcel, pero asegura que fue injustamente, y que aunque se retrasó su exoneración, finalmente no encontraron nada malo en el negocio de bienes raíces que comenzó de la nada y que fue lo que despertó sospechas en ese entonces. Actualmente, con su equipo de terapeutas voluntarios, ha abierto más de 400 Centros de Salud gratuitos distribuidos en la República Mexicana. Sus principios son muy simples: Escuchar para comprender

mejor, nunca juzgar, ir hacia dentro para poder evolucionar, y vivir como un hombre simple. Hace apenas unos días, inauguró una clínica humanitaria en San Francisco del Rincón, Guanajuato, donde él mismo estuvo proporcionando su terapia curativa, que consiste sólo en imponer sus manos, transmitiendo energía positiva para la sanación de quienes recurren a él. Por supuesto, un médico con cédula profesional estará atendiendo la consulta médica, al igual que la enfermera titulada, y un grupo de más de 20 sanadores y sanadoras. Según Mey, quien afirma no tener afiliación política ni religiosa, no puedes acceder a

este mundo si no aceptas a Dios, “no de una forma religiosa, pero cuando puedes no juzgar, cuando puedes lograr dar tu vida para la búsqueda, dar tu vida al ser humano, es dar tu vida al universo. En este mundo hay seres muy iluminados y abiertos de espíritu”. Asegura que lo importante es primero aprender a ayudar, y después a amar. Al revés no funciona, dice, aprender a amar no es aprender a ayudar; amar es demasiado largo y complicado, es más fácil aprender a ayudar y en este proceso aprendes a amar. ¿Por qué esperar para ayudar a los demás, ahora es cuando lo puedes hacer”. Cuando se le pregunta por qué escogió México para realizar

en grande su labor, responde que, cuando ha visitado diferentes países, a la pregunta de “¿creen en los ángeles?”, la mayoría de la gente sólo ha respondido que sí el nuestro, y cuando se tiene una fe así en algo que no se ha visto, quiere decir que esas personas pueden aún encontrar el camino para salvarse y salvar a su nación. Pese a que afirma que no tiene afiliación con ninguna religión en especial, Mey considera que éstas son representantes de la conciencia de los seres humanos, y que por ello en las religiones existen profetas, para mostrar un camino. “A veces rechazamos las religiones porque hacen tonterías, pero están aquí para tomar la antorcha de la conciencia. Aunque están perdiendo su fuerza, como resultado de lo que siembran, siempre hay dentro de las religiones representantes que dieron su vida para la vida. La católica dio una buena muestra de ello cuando creó orfanatos, casas de refugiados, etcétera, porque Jesús en su tiempo dio un ejemplo de buen samaritano, el ejemplo más grande de ayuda a los demás, y esto ha ayudando a todas las formas de pensamiento en el mundo”. René reúne a miles de personas en cada lugar donde se presenta, de hecho, en días pasados estuvo en nuestra ciudad, donde la gran mayoría de quienes asistieron a su conferencia manifestaron que tuvieron una sensación de gran paz y amor, y que, sin saber si han sanado o no de sus dolencias físicas, pues esto sólo el tiempo –y los médicos- se los dirán, sí sintieron que algo tocó sus vidas: la conciencia de que sólo el amor nos puede salvar. No estoy segura de si creo o no en el don de René Mey para sanar, no puedo afirmar o negar que sea un charlatán, aunque sí descarto completamente que sea el nuevo Mesías, tal vez porque mi fe no llega a tanto… pero si alguien nos hace conscientes –sin cobrarnos, además- de que, como afirma Brian Weiss, sólo el amor es real, y lo único que puede salvarnos es el altruismo, bienvenido sea ese alguien.

En la edición pasada les prometí dos recetas de albóndigas, pero el duende que existe en todas las redacciones me desapareció una de ellas, aquí se las traigo, además de un delicioso flan de café, ¡que las disfruten!

Albóndigas en Salsa Blanca

1 docena de albóndigas (las puedes comprar ya hechas o hacerlas a tu gusto) 1/2 kg. de cebollas 2 jitomates 2 zanahorias 2 ajos 1 cucharada de harina 1 vaso de vino blanco 1 cubo de caldo concentrado Para hacer la salsa, troceamos todas las verduras y en una cazuela, con un poco de aceite, las sazonamos y dejamos hasta que tomen color. Luego echamos la harina y rehogamos, añadimos el vino, medio vasito de agua y el cubo de caldo concentrado. Dejamos todo unos 30 minutos a fuego lento. Transcurrido ese tiempo, retiramos del fuego, lo colamos y colocamos las albóndigas en la salsa alrededor de 30 minutos más.

Flan de Café

1/2 litro de leche 1 cucharada de maicena Un poco de leche para disolver la maicena 2 cucharadas de café instantáneo 4 cucharadas de azúcar 3 huevos 50 grs. de azúcar. En un cazo, pon la leche a hervir con las dos cucharadas de café. Deja que se enfríe. Coloca un molde al fuego con los 50 grs. de azúcar y, cuando se derrita, unta bien las paredes y deja enfriar. En un cazo disuelve la maicena en un poco de leche y añade la leche hervida anteriormente con el café, las cuatro cucharadas de azúcar y las tres yemas de huevo. Remueve bien y pasa por un colador. Bate las claras a punto de nieve y añade a la mezcla anterior. Mezcla bien todo y pon en el molde caramelizado. Lleva al horno, a baño María, durante 35 minutos, aproximadamente (estará bien cocido cuando al moverlo tenga un aspecto gelatinoso). Retira del horno, deja enfriar, desmolda y ¡listo! Puedes servirlo acompañado de nata.


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