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En Cannes Clásicos: El esqueleto de la señora Morales, de Rogelio A. González
6 Por Carlos Belmonte
Se presentó el domingo 21 de mayo la única película largometraje 100% mexicana (dicho esto desde la idea patriótica romántica) dentro de la Selección Oficial de Cannes, El esqueleto de la señora Morales en los Cannes Clásicos (sección dedicada a proyectar restauraciones de obras consideradas cultas).
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Fue una cinta dirigida por Rogelio A. González, con guion de Luis Alcoriza, basada en la obra de Arthur Machen y actuada por Arturo de Córdova y Amparo Rivelles en 1959 que se convirtió en un escándalo por su crítica católica y sátira social, justo en el momento en que se veía llegar el final de la época dorada del cine mexicano.
La restauración fue oba de la Cineteca Nacional de México tras el im- pulso de Daniela Michel (directora del Festival de Morelia) para programarla en Cannes. La proyección en la Sala Buñuel (5to. piso del Palacio del Festival) estuvo a más de la mitad de su capacidad (una cantidad importante para esta sección) con un público que reaccionó con risas y exclamaciones de asombro para una de las obras más originales de la cinematografía mexicana (se nota ahí la mano de Alcoriza).
Estas restauraciones y trabajo de difusión luego permiten dar una nueva vida a obras que se van a ir convirtiendo en culto, sobre todo una como está clasificada de humor negro por la forma en que se narra un acto violento. Ojalá y en México tenga circulación.
Cómo se colonizó el sur: Los colonos de Felipe Gálvez
6 Por Sergi Ramos
La ópera prima del cineasta chileno Felipe Gálvez fue presentada en la sección Una cierta mirada del Festival de Cannes. Antes de la proyección, el realizador intervino para subrayar la importancia de dar a conocer, gracias al cine, una parte de la historia de Chile que ha sido silenciada hasta hoy: el genocidio de los Ona, que poblaron el sur del país en Patagonia.
Los colonos narra este episodio abarcando un amplio periodo de tiempo, por medio de un salto temporal que se da en la segunda mitad de la película. Además de adoptar algunos de los códigos del western clásico, este salto adelante es utilizado para poner en paralelo dos momentos históricos: observar cómo se llevó a cabo la colonización de los nuevos espacios, pero también cómo se pasó a otro modelo de sociedad con la imposición del Estado.
La primera parte arranca en los primeros años del siglo XX, y la secuencia inicial plantea claramente el contexto histórico. Unos obreros montan una cerca, que pretende dividir una inmensa llanura para controlar el ganado. Uno de ellos tiene un accidente y pierde el brazo. Mientras el hombre pide ayuda (“no es nada”), el capataz se acerca para rematarlo con dos balazos.
Queda así fijado el modelo del caudillismo imperante en las zonas más aisladas del país, basado en el autoritarismo arbitrario y la violencia, pero también en el modelo económico que la sostiene, en este caso la ganadería. José Menéndez, el caudillo, quiere deshacerse de otro obstáculo: la presencia de los indígenas que le roban su ganado.
Para ello, decide organizar una expedición para resolver los dos problemas de un plumazo. Tres hombres, un antiguo coronel inglés, un mercenario estadounidense y un mestizo chileno deberán abrir una ruta hasta el Atlántico y, de paso, acabar con cualquier indígena que se les cruce en el camino.
La primera parte de la película se centra en el trayecto de esta expedición a través de los paisajes salvajes del sur de Chile. El realizador opta por una exposición minimalista que mag- nifica la contemplación de los espacios vírgenes, que empequeñecen a los tres personajes. En cambio, cuando la cámara se acerca al grupo, los cerrados planos nocturnos los aíslan en un manto de oscuridad y niebla, creando un espacio abstracto en el que el tiempo parece estirarse.

Las escasas pláticas entre ellos dan parte de la desconfianza entre unos y otros, basada en su origen nacional o racial. Un encuentro con una expedición argentina, cuyo objetivo es delimitar la frontera entre los dos estados, se convierte en una competición deportiva, en una original manera de plantear las tensiones generadas por la emergencia de los nuevos estados y las identidades nacionales.
La segunda parte, situada algunos años más tarde, narra la predominancia de un nuevo modelo político, el de la imposición del Estado por encima del caudillismo. Aquí la película opta por modificar su modo de narración. La estética minimalista deja paso a la verbosidad de lo político, y lo que el director había conseguido transmitir de inicio con una economía de medios, basada en la primacía de lo visual y lo sensorial, es explicitado esta vez en boca de los distintos protagonistas, perdiendo en gran parte la originalidad inicial para proponer un modelo más pedagógico, pero también más convencional.
Joanna Arnow: