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TÁR, de Todd Field
Lydia Tár (Cate Blanchett) es una prestigiosa directora de orquesta quien, gracias a su talento y convicción, se ha vuelto una de las pocas EGOT del planeta (ganadora del Emmy, el Grammy, el Oscar y el Tony). Se trata de una artista perseverante, obsesiva y apasionada que ha tenido que sortear todo tipo de obstáculos para llegar al lugar en el que se encuentra, en un mundo donde las mujeres con ese grado de independencia son una genuina anomalía.
En un universo artístico repleto de brillantez, sofisticación y altos estándares, el nivel de exigencia y perfeccionismo de Tár resulta insoportable para muchos de sus colegas. Así, en medio de este contexto, saldrán a la luz algunos excesos y maltratos realizados por una mujer que no sólo es una gran artista, también es una persona habituada a los secretos, las manipulaciones y a las dinámicas de poder.
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TÁR (2022), la nueva película del director Todd Field (Little children, 2006), es una obra que a primera vista salta como la respuesta o el reflejo artístico a varias corrientes culturales en la sociedad contemporánea, todas relacionadas a la inmediatez de las redes digitales y a la cultura de la cancelación.
La realidad es que se trata de un trabajo mucho más complejo y provocador, cimentado en la ambigüedad moral y en las profundas complejidades de la naturaleza humana. Para encarnar dichas cuestiones, la cinta se arma con una monumental interpretación de Cate Blanchett, quien vuelve de Lydia Tár un personaje tan desagradable como cautivador.
En este sentido, la cinta se centra en esa rectitud intachable (e imposible) con la que se mide a las figuras públicas, quienes al encontrarse bajo el escrutinio continuo del mundo entero son doblemente juzgadas por cualquier error que cometan. Field profundiza sobre el modo en el que se perpetúan estas figuras desde su auge hasta su inevitable caída.
Sin volverse condenatoria, la cinta plantea interesantes reflexiones sobre los personajes de actitudes cuestionables en el cine, tan recurrentes en el trabajo de algunos directores reconocidos como Martin Scorsese. Por ejemplo, la secuencia final de la película bien se puede interpretar como un claro guiño al cierre de Raging bull (1980).
En la puesta en escena, el filme tiene fuertes reminiscencias a la obra de Roman Polanski, en la manera paranoica