La Gualdra 696

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“Iván Ávila Dueñas hace el trabajo de un historiador, pero con un agregado de complejidad: el de escribir esa historia no con palabras que permiten la libertad de ser menos precisas en su descripción; él debe llenar las lagunas de la historia de vida de los Molina Merino con una narración oral e iconográfica. Maricota y el tiempo es el nuevo documental del director nacido en Zacatecas y formado en la Universidad de Guadalajara”. Carlos Belmonte Grey

[Más de Maricota y el tiempo, de Iván Ávila, en esta edición]

Iván Ávila. Foto por Machete Cine.

Contenido

La Gualdra No.

Como cada año, los integrantes del Oxford English Dictionary, dieron a conocer a inicios de este mes la que consideran es “la palabra del año”; me enteré de esto por una publicación del periodista mexicano radicado en París, Juan Alberto Vázquez, y me puse a investigar más sobre el tema. Resulta que este 2025 se trata de una palabra compuesta: rage bait, que significa “cebo de ira”.

La palabra del año se elige desde 2004 y “se basa en evidencias de uso obtenidas de su corpus, en continua actualización y compuesto por unos 30,000 millones de palabras recopiladas de fuentes de noticias de todo el mundo angloparlante. La idea es identificar palabras nuevas o emergentes que tengan alguna relevancia social y cultural, respaldadas por datos”,1 y este año rage bait fue elegida después de someterla a una votación en la que participaron 30000 personas. Rage bait, de acuerdo a la definición que da la Prensa Universitaria de Oxford, es el "contenido en línea diseñado deliberadamente para provocar ira o indignación al ser frustrante, provocativo u ofensivo, generalmente publicado para aumentar el tráfico o la participación de una página web en particular, o contenido de redes sociales".

Y basta darse una vuelta por estas últimas, sobre todo en X, para comprobar que efectivamente la red está llena de contenido rage bait; Oxford University afirma que la utilización del término se ha incrementado tres veces en los últimos 12 meses y es una tendencia global.

Rage bait (cebo o provocación de ira), al reconocerse como palabra del año confirma que no se trata de algo pasajero sino de una tendencia que tiene también impactos locales, esto puede ser identificado en contenidos de redes sociales encaminados a provocar disgusto o denostación más que un análisis informado.

Es evidente que quienes lo hacen deliberadamente buscan reacciones como “likes” en sus publicaciones, y al obtenerlos, hacen cada vez más rentable la provocación; esta estrategia da una visibilidad a quien lo emite que difícilmente podría obtener de manera distinta, el rage bait -lo que molesta, ofende o genera escándalo- es un método estratégico de buscar y obtener atención.

Aunque el término fue ubicado en el mundo angloparlante, en nuestro país, como en muchos

otros lados, tiene efectos palpables: las redes sociales son parte central de la vida cotidiana y el uso masivo de rage bait contribuye a polarizar, fragmentar la conversación pública y reducir espacios de diálogo sereno y reflexivo, porque pareciera que este tipo de acciones está encaminado no a solucionar problemas, sino a incrementarlos para seguir “en tendencia”, sin importar los daños que ocasione.

Hace unos días, por ejemplo, leía la crítica que una escritora hizo en Facebook del libro premiado de una colega suya, y al que consideraba una obra “malísima”, lo que generó una andanada de opiniones similares; lo curioso es que el libro acaba de salir y muchas de las personas que participaron comentando ni siquiera habían leído el libro. Y ejemplos como el anterior hay muchísimos, leí también hace poco un comentario de otra persona que se enfoca con saña en destruir con sus palabras un proyecto al que evidentemente no había sido invitado, y así podríamos seguir ejemplificando, pero seguro usted ya recordó un rage bait similar.

No se trata de estar en contra de la crítica, pero hacerlo de esa forma tan baja termina por evidenciar la pobreza intelectual y moral de quien la profiere; por algo decía Paz que la crítica pobre, al tener una preferencia por los absolutos, detesta los matices por el esfuerzo que requiere. ¿Por eso se recurre al insulto o a la generación del escándalo? No lo sé de cierto, pero queda para la reflexión. El rage bait por lo general devela la pequeñez de quien lo utiliza para hacerse visible, y el mal gusto de quien lo genera termina por exhibirse tarde o temprano.

Para terminar con el tema de la palabra del año, en aras de contribuir a frenar tambien los discursos de odio, sería conveniente reflexionar sobre qué tipo de contenidos compartimos y comentamos; evitar caer en la polarización emocional en redes sociales implica que cuestionemos y analicemos las tendencias virales antes de “subirnos al tren”. Sí se puede.

Que disfrute su lectura.

Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com

1 https://www.nytimes.com/es/2025/12/01/espanol/cultura/palabra-ano-oxford-que-significa-rage-bait.html Ver también: https://corp.oup.com/news/the-oxford-word-of-the-year-2025-is-rage-bait/

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Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com

Sandra Andrade Diseño Editorial

Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com

Desayuno en Tiffany’s, mon ku Maricota y el tiempo, de Iván Ávila Por Carlos Belmonte Grey
Espiritualidad y metalenguaje en el arte caligráfico de Eduardo F. de Lizardi Por Héctor Homero Posada Ávila
Sobre una isla hundida [De humo y miel, de Odette Alonso] Por Iris Morales
La Virgen de Guadalupe por Eduardo Santana Por Jánea Estrada Lazarín
Veinte años de Nefando Por Mario Alberto Medrano

El próximo año, se cumplen veinte años de la publicación de la novela Nefando, de Mónica Ojeda, escritora ecuatoriana que ha ganado mucho público lector con sus obras de terror y ciencia ficción.

La investigación que hace un policía-escritor-periodista (no se sabe a ciencia cierta cuántos lo hacen) abre el expediente de Nefando, el controvertido videojuego de la deep web. Desde la sima de ese universo, esta novela teje la urdimbre de un proceso de destrucción colectiva, en el que Mónica Ojeda, la autora, construye a personajes ensimismados, y que siempre están al límite.

Nefando inicia como un breve tratado de estilística y creación literaria. En el primer capítulo, la protagonista de este espacio (esa habitación), Kiki, está escribiendo su primera novela, pornográfica. Más arriba, la narradora (en tercera persona) de Nefando pergeña ideas, se entromete en cuestiones de narratología, de perspectivas, de personajes. Ahí, Ojeda ya declara principios. Se entiende

Veinte años de Nefando

que su intención, acaso la central, sea el lenguaje. Sea la escritura en sí misma: “el dolor no tiene lenguaje”, “como si quisiera atravesarlo con el lenguaje”, “cuánta dureza en las oraciones gramaticalmente correctas”, son ejemplos de este lenguaje aforístico de Kiki.

Dije al principio que esta obra es una urdimbre. Es imposible entenderla como movimientos aislados, aunque sí se pueden diseccionar. Nefando es una novela que avanza lentamente. La fragmentación de la historia en capítulos te permite conocer, mediante la polifonía, un hecho (otro hecho) neuronal, la pornografía infantil, conclusión a la que llegas después de andar mucho camino de esta deep web. No es la primera vez que Ojeda utiliza la estructura de los diversos puntos narrativos, ya lo había pergeñado en una novela anterior, La desfiguración de Silva, donde también los protagonistas son jóvenes, como ocurre en Nefando. Esta misma polifonía es notoria en la intertextualidad. Pasa de Los detectives salvajes, de Bolaño, a La mujer desnuda, de Armonía Somers. Ahí, se

vuelven a tejer la novela negra con la obra sexual, dos pilares de Nefando. Como investigador alrededor de la pista, esta novela es un uróboros, ese ciclo que se cumple devorándose a sí mismo.

Si bien es cierto que mediante el lenguaje logró fisurar un tema tan controvertido como la pederastia, Ojeda no crea mártires ni víctimas. En ello hay un gran acierto porque la novela no cae en juicios de valor, ni en conclusiones morales, ni melodramas. Los hermanos Terán no llevan como estigma el hecho de haber sido violados por sus padres, al contrario, los someten. Ahí, de esa distancia y liberación que tiene de la violación, es donde nace la idea del videojuego, el cual parece fascinar a los jugadores, se convierte en adicción, en droga y paliativo.

Si bien es cierto que no es nueva esta arquitectura narrativa, sí lo es el cómo lo cuenta. Hay una clara intención poética en todo. No hay frases efectistas, pero tampoco una búsqueda rítmica. Todos los personajes (Kiki, Iván, Cuco, los hermanos

Terán), incluyendo al narrador, tienen más certezas que preguntas, cavilaciones casi filosóficas, verdades que detonan conmoción. Pocos arcos dramáticos, ya que todo se va revelando poco a poco, entonces no hay una acción evidente.

Mónica Ojeda, quien también es autora de las novelas La desfiguración de Silva, Mandíbula, Las Voladoras, Chamanes eléctricos en la fiesta de sol, así como de los libros de poesía El ciclo de las piedras e Historia de la leche , forma parte de un puñado de autoras ecuatorianas, junto a Natalia García Freire y Gabriela Ponce y Daniela Alcívar Bellolio (en cuanto novelistas), que están reconstruyendo e inventando una nueva narrativa en aquel país y en Latinoamérica.

Con Nefando, Almadía trajo a México (al menos con mayor alcance) la voz de una narradora joven. Insistencia que ha mantenido publicando a autoras latinoamericanas como Liliana Colanzi (Bolivia) y Camila Fabbri (Argentina), ambas cuentistas, entre otras.

Desayuno en Tiffany’s, mon ku Maricota y el tiempo, de Iván Ávila

HCineacer de una ficha de ahorros (de hace más de 80 años) una fuente para entender el devenir de un proyecto personal y profesional es una osadía que corresponde a los supuestos profesionales de las ciencias sociales. Es decir, de un -aparentemente- simple papel lanzar una hipótesis para comprender una vida es normalmente el trabajo de un historiador; sí, de ése que busca escribir una historia de un acontecimiento, de una persona, de un proceso, hacer la Historia (con “H” mayúscula).

Iván Ávila Dueñas hace el trabajo de un historiador, pero con un agregado de complejidad: el de escribir esa historia no con palabras que permiten la libertad de ser menos precisas en su descripción; él debe llenar las lagunas de la historia de vida de los Molina Merino con una narración oral e iconográfica. Maricota y el tiempo es el nuevo documental del director nacido en Zacatecas y formado en la Universidad de Guadalajara.

La historia de un matrimonio: ella, Hortensia Merino Roca, crecida en Fortaleza del Abuná, frontera con Brasil (Amazonia Boliviana, 1914); él, Raúl Molina Chaparro, de México (Parral, 1914-1996); vida itinerante de una pareja trabajadora y emprendedora, primero en la fiebre de explotación del caucho y luego en Pemex en el boom petrolero; terminarán sus vidas, con hijos, instalados en Calera y Fresnillo; él morirá, ella se convertirá en la cabeza de la familia y de los negocios en Zacatecas hasta que la delincuencia organizada los hará huir (fueron de los primeros en sufrir secuestros en 1985) a Guadalajara; y ella morirá en enero del 2024.

Fue Jorge Molina Merino, productor de cine, hijo de la pareja y antiguo crítico cinematográfico, quien estará al origen del proyecto de realizar un documental de sus padres. Ávila Dueñas aceptará la encomienda y pasará 20 años en los archivos de la familia donde realizará varias entrevistas a la madre y hermanos.

Sin embargo, la biografía familiar que podría haberse contentado con eso, ser un recinto glorioso, anecdótico, nostálgico y sentimental de la familia, se convierte en un tratado de historia del tiempo presente de México y Latinoamérica contada por imágenes, diálogos y una tremenda investigación documental y de found footage:

…se entreteje con los radicales cambios geopolíticos y económicos que dieron forma al siglo XX. La explotación de materias primas, el desarrollo industrial, las guerras mundiales, las crisis económicas y el encumbramiento del crimen organizado son algunos de los principales temas que se exploran como contexto de esta historia.

El documental, narrado por Joaquín Cosío, fue exhibido en premier en la Cineteca de Guadalajara el 1 de agosto de este año, el documental ya fue seleccionado para el Festival Internacional de Cine Documental de la Ciudad de México y el Festival Oruro de Bolivia.

Ávila Dueñas es uno de los zacatecanos más exitosos en la cinematografía y, sin caer en esencialismos del terruño, nos da mucho gusto disfrutar más de su obra.

Póster oficial de Maricota y el tiempo

Maricota y el tiempo

es un documental titánico que narra la historia de vida de una bolivana y un mexicano que se enamoraron en el Amazonas. Esta insólita historia se entreteje con los radicales cambios geopolíticos y económicos que dieron forma al siglo XX. La explotación de materias primas, el desarrollo industrial, las guerras mundiales, las crisis económicas y el encumbramiento del crimen organizado son algunos de los principales temas que se exploran como contexto de esta historia. A partir del punto de vista íntimo de esta pareja, y del relato de sus sueños, triunfos y fracasos como testigos del mundo y su vaivén, se construye una sutil pero profunda reflexión sobre el sentido de la historia de la humanidad.

Más información en: https://maricotayeltiempo.com

Por qué verla

Iván Ávila Dueñas nos entrega un filme que mezcla personajes entrañables, la exploración de archivos, el lenguaje del cine experimental, películas y fotografías caseras, con una obsesión por la memoria, el pasado y la historia. La realización de este documental tomó 20 años y miles de kilómetros recorridos, ya que para su producción se grabaron imágenes en Brasil, Bolivia, Francia y México. La utilización de miles de imágenes de archivo y documentos históricos —en formatos que van desde fotografía análoga de 35 mm, diapositivas a color, material en 8mm y 16mm, fotografía microscópica, hasta imágenes satelitales en 4K— genera un mosaico plástico con el que se entreteje la micro y la macrohistoria del siglo XX, dando como resultado un objeto fílmico único en su especie.

Dirección: Iván Ávila Dueñas. Producción: Jorge Molina Merino. Narrador: Joaquín Cosío. Guion: Armando López Muñoz, Iván Ávila Dueñas y Jorge Molina Merino. Fotografía: Sergei Ramírez, Iván Ávila, Mirrah da Silva, Miguel Valverde Botello y Rodrigo Chantaca. Edición: Pedro Jiménez Gurría. Música original: Abigail Vázquez. Postproducción sonora: Omar Juárez Espino. Postproducción de imagen: José Acosta Flores. Producción ejecutiva: Ozcar Ramírez. Producción asociada Brasil: Lucas Weglinsky. Coproducción: Ezequiel Reyes.

Iván Ávila Dueñas

Realizó sus estudios de Comunicación en la Universidad del Valle de Atemajac; posteriormente ingresó a la Universidad de Guadalajara para cursar Apreciación y Guion Cinematográfico. En 1994 publicó el libro El cine mexicano de Luis Buñuel. Estudio de los argumentos y personajes para CONACULTA y el IMCINE. En 1997 ganó la beca Cine, video y multimedia de las Fundaciones Rockefeller y McArthur. Ha realizado 12 cortometrajes como director y guionista entre ellos se encuentran Escaleras y Vocación de Martirio que recibieron premios internacionales. Ha dirigido y escrito los largometrajes Adán y Eva (todavía), La sangre iluminada, Zacateco (labor vincit omnia), La vida sin memoria parece dulce…, La mañana no comienza aquí… y El peluquero romántico.

Dirigió el segmento La Muerte en la película La Habitación. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. En 2017 fue director de escena de la ópera Salsipuedes compuesta por Daniel Catán, con la Orquesta Sinfónica Mexiquense bajo la dirección de Rodrigo Macías. En 2018, filmó en colaboración con el artista visual Plinio Ávila Hoy joven, mañana adulto e Introducción a los principios básicos de inteligencia y la elaboración de expedientes para el Museo Memorial del 68. En 2019 filmó el mediometraje silente Una mecanógrafa perdidamente enamorada En 2022 produjo y realizó la serie documental de cinco capítulos La única y verdadera historia de la cumbia chilanga. Su conferencia Buñuel en el contexto mexicano se ha presentado en Cineteca Nacional, el Instituto Cultural de Aguascalientes y la Universidad d'Évry-Val-d'Essonne París-Saclay. Su exposición plástica La vida sin memoria parece dulce… fue exhibida en la galería Arroyo de la Plata en Zacatecas, en el Laboratorio Sensorial en Guadalajara y en la exposición colectiva Siempre fuimos contemporáneos dentro de la Bienal FEMSA. En 2020 participó en la exposición colectiva Ad-hoc o cómo vivir juntos.

Iván Ávila Dueñas
Fotogramas de Maricota y el tiempo

Sobre una isla hundida [De humo y miel, de Odette Alonso]

La poesía tiene el don de desplegar el tiempo cuando decide mirar atrás sin nostalgia ciega y reconociendo sus heridas; Odette Alonso ofrece esto en De humo y miel, que recopila 35 años de trabajo poético: lo que fue y lo que sigue siendo. Es una forma de prolongar lo existente y darle permanencia a lo que se disuelve fuera del poema. La poesía del desarraigo nace desde la voz del exilio: Odette usa la palabra para buscar persistencia, en ese acervo de vocablos la pérdida se hace voz y la memoria adquiere forma. En uno de sus poemas la figura del fantasma toma cuerpo:

Yo viví en una isla que se hundió para siempre. Desde entonces en tierra firme soy un fantasma

El fantasma representa a una alteridad que incomoda; es la cara del yo que ocupa un espacio y que habita dentro de nosotros. Esto también nos ayuda a reconocernos. Hay presencias que nos resultan perturbadoras no por lo que son en sí mismas, sino porque en ellas reconocemos algo de nosotros mismos que no hemos sabido nombrar. Cada poema abre una ventana donde la ausencia del hogar se convierte en materia poética. Hay retratos guardados en la memoria, paisajes que sólo se contemplan desde la lejanía. El hogar, cuando ya no se pisa, adquiere la forma de un cuadro colgado en una pared imaginaria; mirar ese cuadro es llorar lo perdido. El fantasma, entonces, es la otredad que habitamos, la huella y el recuerdo

de la pertenencia perdida

Sin embargo, mientras exista memoria la pertenencia no se extingue en su totalidad. Puede transformarse en ausencia dolorosa o en raíz obstinada, pero es siempre el eco que nos recuerda lo que somos o lo que fuimos. Es aquí donde se hace necesario cuestionar a qué pertenecemos. La pertenencia muchas veces es el hogar tenazmente habitado en la memoria. Leonardo Padura habla desde la fidelidad a un espacio a propósito de ella: “La pertenencia es, como ya dije, una condición que nos viene dada y resulta difícil, casi imposible, renunciar a ella. […] Cuando trato de ponerle sustancia material al concepto abstracto de patria, lo que veo no es una bandera o un escudo ni escucho un himno, que sólo son convenciones simbólicas aceptadas por una comunidad: yo veo algo concreto, veo mi casa”. La pertenencia nace en los lugares donde somos reconocidos. Reconocemos lo que habitamos: las calles, los rostros, la música, la isla. Somos vistos ante otros porque somos vinculados a un linaje, una familia, una casa, unos padres, unos abuelos: eso es lo que nos da identidad. Sin embargo, cuando existe un desarraigo nos volvemos invisibles ante los rostros que no nos conocen y ante el espacio geográfico que tememos habitar. Para volvernos visibles necesitamos que otros nos confirmen: nos nombren. Si la casa es el primer territorio donde aprendemos a ser, el cuerpo es la morada más íntima, donde reside el deseo. El cuerpo es una pintura viva donde también habita el humo y la música. Anaïs Nin advierte —como recuerda Luna Miguel— que las palabras pueden llevar los colores y los sonidos

hasta la carne. De esta manera se filtra la idea del amor como una corriente inevitable. El humo se disipa por su fugacidad: la vida se dispersa, igual que el vapor, más allá de nuestras inhalaciones de esperanza, y aquellas sustancias que el ser humano guarda ya no son retenidas en el pecho: han escapado de nosotros. Pero la música es el latido que nos recuerda que no sólo pertenecemos a un lugar, sino también a un cuerpo que arde y nos devuelve al mundo.

Si todo lugar se habita con el cuerpo, entonces la poesía es, quizá, la casa más profunda del ser. Los versos se leen con la piel: el olor del humo impregnado en los dedos con la música de los días que ya no son. Como afirma Odette: Toda música es ayer. La música no está alineada al presente porque el momento que desencadenó su secuencia quedó atrás. No es palpable, sólo habita en la memoria. En el mismo poema, los versos siguen: que salen de tu boca / y nos llevan / a esa isla del humo / y de la música. La música aquí es tránsito: surge de la voz, atraviesa el aire y construye una isla que se habita con el alma. Quizá permanece el eco de la música porque habita el mismo espacio acústico que el amor: ese territorio donde las resonancias se vuelven un ritmo que sostiene la respiración de la resiliencia. Después del humo y del sonido que se extingue, la miel aparece como el último gesto: una dulzura que transforma el dolor y la nostalgia. Volver al fantasma del comienzo es entender que no somos sólo la isla hundida: también somos la tierra firme que pisamos después. Entre el humo y la miel, la poesía se vuelve el territorio donde el exilio encuentra su hogar.

De este modo, el amor llega como el bálsamo, como una manera de creer en lo que todavía respira. En el fondo, la miel representa el retorno posible: no de lo perdido, sino al pulso interior que sigue sosteniendo la vida. Como en “Balcón al mar”, el amor se tiende sobre la espera:

tengo todo el tiempo para amarte aunque el amor no sea más que alguna carta a veces una espera.

Y cuando el amor se anuncia como en “Los amantes de Pompeya”, no lo hace desde la ternura, sino desde el ímpetu:

Cierra los ojos pronto amiga mía.

Es el amor que llega.

Esa irrupción tiene algo de presagio: el amor es una catástrofe necesaria, una ola que arrasa, pero purifica. Hay en el amor esa doble naturaleza: es tanto pausa como urgencia, tanto lo que ya fue como lo que sigue latiendo en la poesía. De este modo, amar —como escribir— es aprender a mirar el resplandor que deja el fuego, descubrir que en la fragilidad del gesto dulce también habita la fuerza de lo que decide permanecer: es comprender que la ternura sabe sostener el peso del mundo.

Iris Morales (2005, Chiapas). Estudia Lengua y Literatura Hispanoamericanas en la Universidad Autónoma de Chiapas. Hablante de lengua zoque, ha participado en espacios de diálogo intercultural. En 2022 obtuvo el primer lugar de Ensayo Literario en el Concurso Estatal Jóvenes Escritores a nivel bachillerato.

Espiritualidad y metalenguaje en el arte caligráfico de Eduardo F. de Lizardi

El proyecto cultural Scriptorium, permitió el acercamiento y difusión del retrato caligráfico del primer obispo de Zacatecas, don

Ignacio Mateo Guerra y Alba, realizado por E. F. de Lizardi en 1875. A 150 años, esta pieza de Lizardi constituye el primer paso para con-

cretar el estudio integral de su obra, acotada —hasta el momento— a cuatro retratos más: dos de Benito Juárez (1875 y 1877), uno de Sebastián Lerdo de Tejada (1876) y, por último, uno de George Washington (1879). Su trascendencia se visualiza en cinco intervenciones:

1. El reconocimiento de un artista mexicano del siglo XIX.

2. La divulgación de la homilética expresada en el retrato dentro de la Diócesis de Zacatecas.

3. La relevancia nacional e internacional de los retratos caligráficos realizados a presidentes de México y de Estados Unidos, además de situar al mismo nivel a Don Mateo Guerra.

4. Aportaciones a la academia en ámbitos de la cultura, el diseño, la tipografía y las artes visuales.

5. Evidenciar el metalenguaje de la caligrafía en Lizardi, así como su valor intrínseco y espiritual.

Esto último es fundamental para reivindicar a Lizardi en el arte, argumento que atraviesa las intervenciones enumeradas.

Gérard Xuriguera menciona: “la caligrafía ya sea china, japonesa u occidental, escrita o dibujada, es esencialmente un acto espiritual que en ningún momento revoca la presencia del ser en el mundo”; es un impulso de mano viva, de carga emocional inervada, un arte intrínseco, exigente

y sacrificado que obedece a la intensidad de su mesura interna y de alto grado de concentración (Xuriguera en Mediavilla, p. XIV). Por otro lado, Claude Dieterich, considera la caligrafía como algo íntimo y personal, un ejercicio interior que funciona como “una meditación en movimiento, un ejercicio espiritual” (Dieterich en Cabrera, p. 39).

Esta actividad introspectiva, constituye un estado de flujo según la teoría de la experiencia óptima de Csikszentmihalyi: “un acto de fluir en que se excluyen distracciones y la conciencia está en el aquí y el ahora —autotélica—, una intensa concentración en el presente” (Csikszentmihalyi, p. 140). Además, implica una conexión biológica, pues la respiración —al igual que en las artes marciales—, regula la motricidad fina y gruesa. En Lizardi, al realizar microcaligrafía, se alcanza un nivel de inmersión tal, que se activa la escalación perceptual, es decir, el ajuste que realiza el cerebro para adecuar la coordinación motora a esta nueva escala.

La valía del trabajo de Lizardi puede observarse en tres aspectos: primero, el proceso caligráfico es intrínseco, autotélico, espiritual e íntimo; segundo, se manifiesta como un metalenguaje construido mediante signos letragráficos, íconos, blasones, gráficos, imagen, escritura, texto, tinta o papel; y tercero, constituye un arte contestatario que exige una explicación conceptual histórica, iconográfica y sociocultural.

Mediavilla advierte que “llegará pronto un momento en que habrá quien sabrá leer y teclear, aunque nunca haya escrito” (p. XVII). Por ello, resulta oportuno recuperar la obra de Lizardi, pues en tiempos de aceleradas mutaciones tecnológicas y culturales, la caligrafía seguirá siendo una lógica de supervivencia humana y humanista.

Fuentes de información

Cabrera, J. M. (2020, marzo). Claude Dieterich: «La caligrafía es para mí un ejercicio espiritual, una meditación en movimiento». Puente: Ingeniería, Sociedad y Cultura, Año XIV(56), 33–39. Colegio de Ingenieros del Perú. https://www.cip.org.pe/publicaciones/2020/abril/revista-puente/puente-56.pdf

Csikszentmihalyi, M. (1998). Creatividad: El fluir y la psicología del descubrimiento y la invención (Colección Paidós Transiciones). Paidós.

Mediavilla, C. (2005). Caligrafía: Del signo caligráfico a la pintura abstracta (C. García Aranda, Trad.). Campgràfic Editors.

Trazo microcaligráfico por Homero Posada
Detalle del retrato caligráfico de George Washington. Lizardi 1879. Foto de Homero Posada Ávila.

La Virgen de Guadalupe por Eduardo Santana

La Virgen de Guadalupe se celebra en México el día 12 de diciembre; de acuerdo con la tradición católica, el origen de esta devoción se remonta a las apariciones de la virgen a Juan Diego, acontecidas entre el 9 y el 12 de diciembre de 1531 en el cerro del Tepeyac. El municipio de Guadalupe, Zacatecas, tiene este nombre en honor a esta advocación mariana que ocupa un lugar preponderante en la historia cultural de nuestro país. Es en Guadalupe en donde radica Eduardo Santana (1969) desde hace más de 40 años, aunque nació en la ciudad de Guanajuato, se considera hijo adoptivo de esta ciudad en la que tiene su taller de pintura. Su primera maestra fue Angelita Santana, su madre, con quien inició desde 1974 su formación artística; hoy, Eduardo Santana nos presenta estas piezas realizadas con grana cochinilla sobre papel algodón en homenaje a la Guadalupana, cuya imagen es un referente poderoso de la identidad nacional.

Eduardo Santana. Abrázala, fruto sagrado.
Eduardo Santana. Patrona del mar.
Eduardo Santana. Mexicana hermosa.
Eduardo Santana. Hacedora de milagros.

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