“Ibán de León aborda en su libro un asunto relativamente reciente en nuestra sociedad: la violencia ocasionada por el narcotráfico y la trata de personas: los horrores derivados de ello. Expone la herida más grave de nuestra sociedad y la expone desde su raíz, desde la desigualdad económica y social, desde la mala fortuna de un hogar disfuncional producto de una nula educación, desde las puertas que se abren para recibir a todos aquellos para los que la vida ha sido un infierno y se resignan a sufrirlo a solas, en un rasgo común de humanidad (de aislamiento para proteger), o buscan contaminar salpicando con sus escupitajos el mundo”. Baudelio Camarillo
[Gorriones de Ibán de León, por Baudelio Camarillo, en páginas centrales]
SUPLEMENTO CULTURAL NO. 557 /// 16 DE ENERO DE 2023 /// AÑO 12 DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN
Ibán de León, autor de Gorriones, Premio Efraín Huerta 2021
557 La Gualdra No.
“No hace falta quemar libros si el mundo empieza a llenarse de gente que no lee, que no aprende, que no sabe”.
Ray Bradbury
En 1953 fue publicada una de las novelas distópicas que considero una de las más emocionantes y significativas: Fahrenheit 451 , de Ray Bradbury. Hace 70 años, su autor tenía el manuscrito completo, revisado, listo para su publicación desde meses antes, pero de acuerdo con lo que él mismo afirmaba, nadie quería arriesgarse a invertir en la edición de un libro que hablaba de censura y que dibujaba magistralmente a una sociedad -futura- que por una parte no estaba interesada en aprender, y por otra, le temía al conocimiento, de ahí que la práctica de quemar libros y perseguir a sus lectores fuera la encomienda.
Ray Bradbury afirma también, en el prefacio de su libro, algo que me llamó la atención ahora que volví a revisarlo por la coincidencia con nuestro tiempo, al referirse a la posibilidad de que el conocimiento y lo aprendido en las escuelas se disolviera si le dejamos su sobrevivencia solo a lo escuchado y aprendido en los salones de clase: “No todo está perdido, por supuesto. Todavía estamos a tiempo si evaluamos adecuadamente y por igual a profesores, alumnos y padres, si hacemos de la calidad una responsabilidad compartida, si nos aseguramos de que al cumplir los seis años cualquier niño en cualquier país pueda disponer de una biblioteca y aprender casi por ósmosis; entonces las cifras de los drogados, bandas callejeras, violaciones y asesinatos se reducirán casi a cero”.
En la década de los 50 del siglo pasado existía una
evidente proliferación de drogas “legales”, como las anfetaminas y los barbitúricos, de venta libre y consumo socialmente aceptado, sobre todo en Estados Unidos, país en el que se desarrolla la trama del libro y en cuyo inicio Mildred, la esposa de Montag -el protagonista de la historia-, ha tratado de suicidarse con píldoras para dormir… ese problema se soluciona casi inmediatamente cuando llegan dos personas a sustituirle la sangre contaminada por otra limpia; se trata de dos trabajadores de un hospital habituados a realizar ese procedimiento muchas veces con diferentes pacientes durante el día; es decir, los intentos de suicidio son constantes en esa sociedad imaginada por Bradbury, en la que parece no haber lazos afectivos, ni valores familiares; en donde Dios es un personaje de la televisión, la comunicación entre individuos es prácticamente inexistente y la vida -como en la canción de José Alfredo- no vale nada.
Resulta escalofriante comparar esa historia con lo que vivimos ahora, en una época en la que proliferan las noticias sobre las violencias perpetradas en contra de otros, en la que las personas violentadas son seres humanos de todas las edades y de todos los estratos sociales; en una época en que las drogas son cada vez más sofisticadas, nocivas y baratas, en la que hemos perdido la capacidad de estar solos, de permitirnos el aburrimiento e incluso de comunicarnos de manera efectiva; en tiempos en los que el respeto por la vida se va desvaneciendo, los espacios culturales pueden no existir o ser destruidos sin ningún tipo de miramiento.
La distopía nos ha alcanzado, de ahí que los centros culturales que albergan libros pueden ser des -
truidos sin ningún tipo de miramiento como ocurrió la semana pasada cuando “un grupo de personas” entró a la Biblioteca Pública Veremundo Carrillo de la capital zacatecana para vandalizarla, para dejar en sus muros y en todo lo que el espacio resguardaba la huella de un odio acumulado por décadas y dejar más que claro que la soledad y el vacío existencial son cada vez más grandes. ¿Será que, a este paso, una “máquina de la empatía”, como la imaginaba también Philip K. Dick en Sueñan los androides con ovejas eléctricas , será cada vez más necesaria? Qué miedo.
El disgusto por la noticia cedió paso a la preocupación casi de inmediato al reflexionar en que los humanos destruyen con facilidad aquello a lo que no le confieren valor; por eso es urgente que le dediquemos más esfuerzos a sanar nuestra sociedad en un acto de responsabilidad compartida, como lo decía Bradbury en este libro que hoy, para iniciar las ediciones gualdreñas del año, yo le invito a leer.
Apostémosle a que la gente lea, sepa y aprenda que hay opciones de vivir de manera diferente. Ánimo, que el 2023 nos presenta muchos retos, pero confío en que podamos con ellos y con lo que venga. Que disfrute su lectura.
Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com
1 Aquí puedo leerlo en línea, pero es más recomendable que lo compre: https://veterinaria.uaemex.mx/images/ Documentos_veterinaria/Cultura/Libros/7_Fahrenheit_451Ray_Bradbury.pdf
General
Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx
Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com
Roberto Castruita Diseño Editorial
La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.
Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com
2 LA GUALDRA NO. 557 /// 16 DE ENERO DE 2023 /// AÑO 12
Carmen Lira Saade Dir.
Juan
Directorio
Editorial
Luis Aguilar y sus Muchachos que no besan en la boca Por Lucía Rivadeneyra
Charles Simic Por Javier Acosta
Gorriones de Ibán de León Por Baudelio Camarillo
muerto sostenido por un ángel
Debates sobre las mezclas raciales en la colonia [La subversión barroca o de la Pintura de castas, de Víctor González] Por Salvador Camacho Sandoval 4 8 5
Cristo 3
Por Marco Antonio Campos Contenido 6 7
Cristo muerto sostenido por un ángel
Por Marco Antonio Campos
70 d. C
Ese ángel devastado por las lágrimas que sostiene a Jesús el Cristo, sentado sobre la piedra, soy yo. ¿Qué edad tendría? Quizá seis años, es decir, hace mucho. Imagine, ahora ya soy viejo, y me toca a la puerta la muerte. El Padre me envió para que sostuviera al Hijo. Alguien, quien nos veía, empezó a pintarnos.
Desde que empecé a levantarlo fue un esfuerzo doloroso. Estaba allí, en el monte, con la herida en el costado derecho que hacía sangrar la vista, con los ojos cerrados como si durmiera en un descanso afligido, la boca medio abierta, la sangre bajaba lentamente de las sienes…
Después de eso, de ver cómo los hombres eran capaces de sacrificar a un justo, me quité las alas de ángel, y empecé a vagar por la tierra, y llegué aquí, a las costas de Sicilia. Me dicen que hace pocos meses los judíos, después de una cruenta rebelión, han sido expulsados de Israel.
1476
Trabajo de pescador, aquí en Messina. He criado una prole, y me gusta andar a lo largo de las larguísimas playas, y a veces, por las tardes, me pongo a ver al otro lado del estrecho, hacia la población de Reggio de Calabria. Más que dos ciudades son dos mundos, pero es leyenda que alguna vez estuvieron juntas. Un terremoto partió la tierra y desde entonces sólo pasa el mar. ¿Si conozco al señor Antonello? Es nuestro hombre más célebre. Hace muy poco llegó del Véneto.
Miré un niño que venía hacia nosotros. “Es mi hijo”, dijo el pescador.
Con el índice el hombre me señaló aproximadamente el sitio en la ciudad donde vivía el pintor.
Caminé bajo el sol tibio de principios de octubre. La puerta de la casa estaba abierta. Al entrar al taller me encontré con un hombre de aire mediterráneo que mediaba los cuarenta años. Al fondo estaba el cuadro que pintaba: el pescador y su hijo eran los modelos del ángel y Jesucristo.
1972
Por primera vez entró al Museo del Prado. Se encantó al ver que en las primeras salas se exhibía pintura de grandes maestros italianos. Ante un cuadro se detuvo. Como un golpe repentino y brutal las imágenes pasaron de los ojos al corazón y del corazón a la mente. No dejaba de ver el cuadro y una y otra vez las emociones se renovaban. En el cuadro se veía el cuerpo de Jesucristo
con los párpados cerrados, la boca entreabierta como si quisiera jalar el aire, los cabellos largos (que por el sudor y la sangre –igual que en el ángel-, parecían entremezclarse unos a otros)... El ángel, que era un niño, lo sostenía y su rostro estaba bañado de sudor y lágrimas. Vio al pie del cuadro el nombre: Antonello da Messina.
1981
“Es un cuadro que causa de inmediato a quien lo ve una mezcla de dolor y piedad, de ternura y tristeza”, comentó con una joven sudamericana que en ese momento se detuvo ante el cuadro. “Se complementan un alto idealismo reli -
gioso y un realismo dramático”.
“Mire el tristísimo rostro lloroso del ángel, que es un niño, el rostro apagado de Jesús recién muerto, al ángel que empuña con la mano derecha el bíceps y el codo de Jesús, la herida en el costado que mana irresistiblemente… Es sublime en sus planos sucesivos la belleza del paisaje mediterráneo de colores detalladamente claros a los dos lados del niño y de Jesucristo. Qué forma de crear variados planos en un espacio tan mínimo: los árboles intensamente verdes, y allá, la altura de una muralla, y más allá, el mar, y más allá, la ciudad de Messina, y aún más allá, la iglesia blanca y gris, y en el fondo, las montañas
azules bajo el cielo azul”.
Cuando se volvió, la joven ya no estaba.
2015
“En las crucifixiones despiadadas que padecemos en el curso de la vida, uno hubiera querido tener a alguien que llorara por nosotros y nos sostuviera las espaldas para mejor vivir”, oyó en una sala de un palacio romano al especialista inglés en la obra de Antonello da Messina, que hablaba de la verdad en la emoción y la emoción de la verdad.
2020
Y cayó la noche.
Río de Palabras
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/// Antonello da Messina. Cristo muerto sostenido por un ángel. 1475-1476. Técnica mixta sobre tabla, 74 x 51 cm. Museo del Prado, Madrid.
Poesía
Gorriones de Ibán de León
Por Baudelio Camarillo
Cuando se escogió el libro ganador del premio Efraín Huerta 2021 en ninguno de los jurados hubo duda. Se premiaba un discurso bien conducido entre lo lírico y lo intelectual, entre la emoción, el sentimiento y el pensamiento, como dijera Díaz Mirón, entre la nueva poesía y la raíz clásica, entre el lenguaje metafórico y el lenguaje coloquial, entre todo aquello que se dice y aquello que se intuye. Todo lo anterior nos había hecho incidir unánimemente en el veredicto.
Ibán de León construye sus versos desde un yo lírico que da actualidad al tema tratado y al lenguaje con que se aborda. Utiliza su intuición y su inteligencia para proponer imágenes donde se observa cómo el verso nos lleva desde un valle de hechos comunes a una cresta de recursos estilísticos que mantienen en tensión el goce estético y revientan en la imaginación para recomenzar de nuevo, en una cadencia propia de la buena poesía, en la cual no importa que lo que esté diciendo sea cruel e inhumano.
Hay gorriones que llegan con el alba y dejan tu apellido goteando en las espinas del naranjo.
El almidón del sol me desconoce y sube por el quicio de la puerta hasta tocar mi sombra.
Duermo para que el frío nos invente una casa donde no exista el muro de los fresnos.
Como todo poeta en estrecho contacto con el mundo y no solamente desde un yo subjetivo, Ibán de León es sensible a las tragedias de la época y las canta. No importa que lo dicho provoque una llaga en la piel de una sociedad que persigue la belleza clásica, el tema clásico tan común en provincia, y se olvida que hay poesía en todo, que hay verdad en todo y que hay también un lenguaje cargado de recursos para nombrarlo todo. La belleza o la crudeza con que es tratado un verso nos conmueve, nos intensifica el goce, el resplandor que irradia, a pesar de que el tema expuesto sea terrible.
Yo rezo por el tiro que no hirió, por el machete que se aleja sin la carne de mi hermano, por la cabeza que aún recuerda el nombre de sus hijos, su fe descuartizada en bolsas negras.
(Para quien no esté acostumbrado a este tipo de temas en poesía, le recordaremos que hace 3000 años al pueblo griego se les enseñaba que Tántalo descuartizó a Pélope, su hijo, y cocinó un estofado con su carne, que entonces sirvió a los dioses.) Todo lo que nos acontece es parte de lo humano o inhumano, el hombre a la deriva de todo lo imprevisto, y un poema puede ser hermoso en fondo y forma, y otro poema puede ser descarnado en fondo y forma, y el lector puede salir de esas dos lecturas absolutamente conmovido, aun a pesar de que lo dicho sea antagónico. La poesía tiene siempre la verdad, pero no la verdad absoluta, que no existe, sino la verdad momentánea que nos lleva al fondo del ser en un momento único e impredecible.
Ibán de León aborda en su libro un asunto relativamente reciente en nuestra sociedad: la violencia ocasionada por el narcotráfico y la trata de personas: los horrores derivados de ello. Expone la herida más grave de nuestra sociedad y la expone desde su raíz, desde la desigualdad económica y social, desde la mala fortuna de un hogar disfuncional producto de una nula educación, desde las puertas que se abren para recibir a todos aquellos para los que la vida ha sido un infierno y se resignan a sufrirlo a solas, en un rasgo común de humanidad (de aislamiento para proteger), o buscan contaminar salpicando con sus escupitajos el mundo.
Hay en este libro imágenes sumamente novedosas y sorprendentes, producto de la intuición poética y de la inteligencia definida como capacidad para encontrar relaciones entre las cosas:
Al apagar el foco se sabe que un pabilo arderá en la memoria como un cáncer.
Yo prefiero dormir cuando la luz es un gorrión danzando entre las ramas del cansancio, a esa hora el sueño viene a casa como un perro apaleado.
Sabemos que la técnica es la única que puede regresar al lector a la emoción primigenia, al origen del poema. Producto del tratamiento estético dado a la palabra será el impacto en el lector y la fuerza para conducirlo a la emoción original. De León afina en este rasgo de su poesía su sensibilidad, sabe encontrar la palabra exacta, y no se conforma con nombrar el
Hay las moscas que zumban, hay gusanos.
Un hueso que no estaba antes del filo.
Soy yo quien le ramó sus descuartizos [...]
Y aquí me detengo: soy yo quien le ramó sus descuartizos. Un anagrama: un anagrama que remite inmediatamente a lo que es el lenguaje seccionado, el cuerpo cercenado, desordenado en sus miembros y arrojado en cualquier calle. “Soy yo quien le ramó sus descuartizos” leeríamos y entenderíamos, pero hay mucho más en esta frase extraña que nos remite un poco al Huidobro de Altazor; esta frase nos acerca, en un tajo a cercén del lenguaje, al paralelismo establecido con la conmoción vivida o imaginada.
La misión de los poetas es reactualizar los temas eternos de la poesía: el amor, la soledad, la muerte, el paso del tiempo. No son muchos los temas. La violencia actual tendría que ver más con una especie de soledad, de desamparo, una ausencia de amor y una muerte que busca el anonimato, la fosa común por elección propia, en un repudio ostentoso del mundo que nos tocó vivir. Yo entiendo que todos los grandes temas están actualizados de algún modo en Gorriones, aunque reflejados en el espejo de una realidad rota, cuyas astillas se nos encajan entre las uñas al intentar asirla, o decirla, o cantarla o decantarla.
El poema en donde los protagonistas advierten su muerte inminente, inmersos ellos mismos en ese contexto despiadado, conmueve por todo el marco terrible, horrendo, que sujeta estas almas sin posibilidad de escape; estas palabras que son las mismas de siempre, las eternas palabras de amor, pero en un contexto atroz cercenado por la realidad, sintiendo ya en carne propia el desmembramiento, el ojo por ojo y diente por diente, y sin arrepentimiento inútil por las mutilaciones que a su vez le infringió al prójimo cuando le tocó hacerlo.
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hecho poético sino que lo hace de una manera no común, se aleja por decisión propia de la manera usual como un poeta con menos talento lo diría. Dice Ibán:
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Voy a decirlo, antes que el hueco de mis años de mar colme tus brazos:
no hay fiebre en mi costado por las veces que desuní la vida de sus calcios, por el ruego en la sangre, por el cuchillo hundiéndose en la respiración. Si he de pagar que llegue con su filo la potestad del justo, que desprendan mis dedos y mi lengua, que me borren los ojos y mutilen la carne repetida en sus adentros. Yo sé que te he querido y me has querido y con eso me basta para entrar en la noche.
Y versos más adelante José y Mariana continúan en un diálogo:
JOSÉ
Cuando me vaya te dejaré mi cuerpo.
MARIANA
Tu cuerpo desollado por la sed no me hará falta. Me hará falta la luz para encender mi adentro.
JOSÉ
Adentro estaré yo para alumbrarte.
Las corrientes y las modas en el arte se fundan en gran medida en el rechazo a las anteriores formas de creación. Ibán se lanza a una búsqueda consciente de las imágenes novedosas en el establecimiento de nuevas relaciones entre las imágenes internas y externas, en su manera de nombrarlas. Lo común y gastado es rechazado abiertamente: las aproximaciones de siempre conocidas.
Esta nueva búsqueda de una expresión poética auténtica se agradece. Un poeta verdadero provoca en otro poeta la necesidad de continuar explorando, le inyecta vitalidad y fuerza, lo levanta, le ayuda a continuar, le enseña nuevos rasgos que la mirada anquilosada no había advertido.
Me ha cubierto la tos el pecho de azucenas, florecen azucenas en mis ganglios, tibias bajo el sereno de la aurora.
Ha sido un largo adiós y he perdido la certeza del sol en los riñones.
Todo buen poema, lo digo de nuevo, tiene la cadencia del amor: sube en intensidad, llega a la cúspide, revienta y vuelve a comenzar. He reconocido aquí el uso de la métrica que confiere ritmo a estos Gorriones. Destaco entre los versos el uso del alejandrino, del endecasílabo, el cual es alternado con versos de siete y cinco sílabas, lo que habla de su formación
clásica. Es clásico, pero solo en el ritmo, inevitable en el uso pleno de nuestra lengua, no en la arquitectura bien cimentada de las imágenes.
Fugaz crujir de pájaros de asbesto dice de las mujeres que entraban a servir como prostitutas, antes de ser sustituidas y aparecer desmembradas en un arroyo seco o en corrientes de aguas negras.
Eran tan bellas y muy pronto dejaban de servir. Se quema la inocencia en pocos meses. Agua celeste en torbellinos por sus branquias.
Y termina el libro:
En el hogar de esas muchachas, aún, alguien espera: una llamada, la detenida voz que se despide años atrás y vuelve a tiempo a compartir la cena.
En el hogar de esas muchachas alguien duerme a esta hora y tiene una pesadilla en la que tú y yo somos la noche.
Cualquiera puede ser el responsable. Nos hemos convertido en el país de la desconfianza y el miedo. Gorriones de Ibán de León es un libro que convierte en poesía el espejo trizado de nuestra sociedad. Tiempos terribles son estos y este libro da testimonio de ello.
Finalizo con una anécdota personal: alguna vez, en su discurso de homenaje cuando me concedieron el Premio Bellas Artes de Poesía, el Aguascalientes, entre nosotros, José Emilio Pacheco dijo: “Ahora a mí me toca aprender de Baudelio”, eso dijo. La vida me ha convencido que José Emilio refirió esas palabras por cortesía, no porque mi trabajo lo valiera, pero fueron para mí como un tesoro inmenso que el gran poeta puso en mi corazón y que me ayudó de algún modo a escribir los poemas que he escrito, buenos o malos. Ahora, 30 años después, diré esas mismas palabras. Sé que nunca hice ni he hecho nada extraordinario para que José Emilio pudiera refrendar eso, pero en este caso hablo con toda honestidad: “Ahora a mí me toca aprender de Ibán de León”.
SEMBLANZAS
Baudelio Camarillo nació en Xicoténcatl, Tamaulipas, el 7 de septiembre de 1959. Poeta. Radica en Celaya, Guanajuato. Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 1993 por En memoria del reino. Premio de Poesía San Juan del Río 1996 por Huerto infantil. Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta 2004 por La noche es el mar que nos separa. Su poemario En memoria del reino se incluye en la compilación Premio de Poesía Aguascalientes 30 años, 1988-1997, Joaquín Mortiz/Gob. del Edo. de Aguascalientes/INBA, 1997.
Ibán de León es Licenciado en Letras Hispánicas por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM). Fue becario de la Fundación para las Letras Mexicanas (FLM, 2009-2011). Es autor de los libros de poesía Oscuridad del agua (ISC, 2012), Estaciones nocturnas (FETA, 2016), Calles del cuerpo anochecido (Acá las Letras EdicionesConeculta Chiapas, 2019) y Pan de la noche (UAZ, 2019). Ha obtenido, entre otros, los siguientes reconocimientos: Premio Internacional de Poesía Ramón Iván Suárez Caamal 2021, Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta 2021, Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde 2018 y Premio Nacional de Poesía Amado Nervo 2014. Actualmente escribe una columna para la revista Nueva York Poetry Review
Poesía
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/// Baudelio Camarillo.
/// Ibán de León.
Historia
Debates sobre las mezclas raciales en la colonia
[La subversión barroca o de la Pintura de castas, de Víctor González]
Por Salvador Camacho Sandoval*
El libro de Víctor Manuel González Esparza es el resultado de una investigación de varios años de reflexión, búsqueda de información y diálogo crítico con autores del pasado y el presente. El autor analiza e interpreta las pinturas de casta como expresiones de cambios radicales en la población, y para tener mejor comprensión de su objeto de estudio hace historia cultural y social, la cual, como señala Robert Darnton, pertenece a las ciencias interpretativas.i
Pero antes de continuar, es necesario presentar información básica para quienes aún no están familiarizados con las pinturas de castas. Se trata de colecciones de pinturas no religiosas que comenzaron a crearse en el siglo XVIII (aunque hay quienes van hacia el XVII) y que fueron incrementándose hasta registrar aproximadamente dos mil cuadros. El tema central es la mezcla de razas en el periodo colonial en México, aunque también se pintaron en otras partes de Latinoamérica. Son cuadros donde están las madres y padres de diferente origen racial y el hijo o hija ya con una raza diferente a la de sus progenitores. Al final del texto, el autor explora un símil o paralelismo con obras de la sagrada familia con José, María y Jesús, y refiere, particularmente, a la obra del pintor Bartolomé Murillo.
Se habla de castas, aunque esta palabra es propia de la sociedad de la India, en donde existía y existe una jerarquía muy rígida e infranqueable, producto, entre otros factores, de las creencias religiosas. En cambio, en América Latina la nueva sociedad que se fundó a raíz de la conquista fue muy flexible y la hibridez resalta como un rasgo central de lo que luego se convertirá en un conjunto de naciones plurales en términos raciales y culturales. Y hablar de mestizaje se incluye la presencia de una destacada población africana que también se mezcló con la gente que ya vivía en lo que hoy es Latinoamérica, a pesar de los impedimentos legales y culturales de los españoles. A raíz de la independencia, el concepto “casta” desaparece y comienza a enfatizarse el de “raza”.
Un origen de estas pinturas está en un encargo que le hizo Fernando de Alencastre Noruña y Silva, duque de Linares y trigésimo quinto Virrey de la Nueva España, (1711-1716) al pintor Juan Rodríguez Juárez. El propósito era que a través de estos cuadros se conociera en Europa la diversidad natural y humana del virreinato desde la perspectiva imperial, aunque con el tiempo tuvieron otros fines.
Las pinturas muestran la diversidad de mezclas raciales: parejas compuestas por un español y una indígena, un español y una negra, una negra y un indígena, un mestizo y una mulata, un lobo y un saltapatrás, etc. Junto a estas parejas están los hijos o hijas con la herencia genética y cultural de los padres mixtos. En los cuadros también pintaron paisajes, animales, alimentos típicos, instrumentos de trabajo, utensilios de cocina, aspectos de una vida cotidiana un tanto bucólica. Todo esto pretendía ofrecer más información de los rasgos de una cultura que estaba apareciendo en el continente. Además, apela -y esa es una aportación muy interesante del autor- a la historia de las emociones, en donde el deseo, la atracción y la imaginación juegan un papel importante para favorecer la mixtura.
Víctor González señala que esta mezcla inició cuando llegaron los primeros conquistadores y, con un deseo sexual y emocional incontenible, abusaron o se “aparejaron” con mujeres indígenas, porque no había españolas. Los descendientes fueron mestizos muchas veces no deseados e ilegítimos. Luego llegaron los negros africanos y complejizaron el
panorama de la población. A los ojos de algunos españoles esta mezcla propició una “degeneración”, porque, según ellos, se perdió “pureza de sangre”. A esta nueva generación se le llamó “champurra”. Un español escribió que los negros al mezclarse con los indios, los habían empeorado y habían dejado una “descendencia nociva”.
En otro libro, Resignificar el mestizaje, ii Víctor González hace una afirmación que se relaciona con esto. Contrario a la idea de Norbert Elias, de que el “proceso civilizatorio” se explica por el grado de disciplina y, sobre todo, autodisciplina de las personas; se apoya en otro autor, de apellido Shorter, para señalar que más bien los sentimientos y los deseos sexuales son determinantes en la definición de rumbos históricos, aunque aclara que se trata de un tema que requiere mayor profundización.
Hubo una constante discusión y preocupación de las autoridades españolas, porque se concebía que social y genéticamente las mezclas raciales traían males para la sociedad. Por ejemplo, en un informe del virrey Juan de Palafox que dejó a su sucesor le advertía del riesgo del “nuevo
pueblo” que se estaba creando en la Nueva España, puesto que esas personas, decía, con diversidad de colores y condiciones, eran imperfectas por naturaleza y se caracterizaban por tener “poca luz de razón y ninguna vergüenza”. Y remarcaba: ellos son dados a la borrachera, la holgazanería y la lujuria. Más adelante, otro virrey les llama “plebe”, la cual, según él, debía ser detenida a la vez que temida, porque era levantisca cuando había problemas, tal como ocurrió en el “alboroto y motín” de 1692, ante la falta de alimentos.
Para otro virrey había degeneración en las mezclas de personas y había que cuidarse de ellas porque aborrecían a la “casta noble del español” y también tenían aversión y menosprecio por los indios. Para las autoridades españolas estas castas estaban “infestadas”. Según el virrey Francisco de Güemes y Horcasitas, solo había dos clases de gente: los nobles y los plebeyos, y estos eran un monstruo compuesto por varias especies, por lo que presentó una solución: traer a la Nueva España más europeos blancos para que mejoraran la raza indígena y, al mismo tiempo, detuvieran la proliferación e incorporación de africanos a la región, puesto que, según él, “en todos sentidos [habían] afeado y empeorado la casta india, y [eran] el origen y principio de tantas castas deformes”.
Según estudiosos de aquella época, el desprecio a la gente de “piel quebrada”, como también se les decía, estuvo alimentada por las pugnas entre los peninsulares y los criollos (hijos de españoles nacidos en América), ya que ambos grupos asumían un orgullo racial francamente absurdo. La Iglesia católica, aunque toleraba los matrimonios interraciales, sobre todo a partir del Concilio de Trento, negaba a mestizos la posibilidad de ser sacerdotes y profesores universitarios.
A pesar de estas negativas y obstáculos, las mezclas interraciales no se pudieron detener y erosionaron –positivamente- una tendencia endogámica entre los grupos raciales. De allí la importancia de la cita de Serge Gruzinski, quien afirmó que “las mezclas y los mestizajes [perdieron] el aspecto de un desorden pasajero para convertirse en una dinámica fundamental”. Tampoco los diques legales pudieron impedir esta realidad, tal como ocurrió con una ley de la corona española de 1776, que pretendió detener “el desorden”, lo “champurro” y “el abuso de contraer matrimonios desiguales”, obligando a los hijos e hijas menores de 25 años a pedir consentimiento de los padres españoles, so pena de perder derechos de herencia o a pedir dote.
La historia de esta población -que también es nuestra historia- es la de una
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diversidad sociocultural dinámica. Muchos viajeros inteligente y observadores vieron esta realidad con otra perspectiva. Este fue el caso de Alexander von Humboldt, cuando visitó Colombia, Perú y la Nueva España. Él afirmó en uno de sus escritos que en estos lugares había un extraordinario crisol poblacional y vaticinó que de ellas surgirían las nuevas naciones.
La realidad discriminatoria chocó finalmente con una tendencia ideológica y política que apareció con las ideas ilustradas y se llamó “republicanismo hispanoamericano”. Junto a las ideas humanistas que llegaron a la Nueva España, este republicanismo reivindicó el bien común frente al individualismo. La res publica o la “cosa pública” contrastó con el autoritarismo de los gobernantes y mantuvo un pacto entre el rey y los pueblos para beneficio de ambas partes. Esta corriente política se fortaleció en el siglo XVIII con la monarquía borbónica.
El autor del libro señala que en este proceso complejo las élites intelectuales europeas descubrieron e inventaron al “pueblo” y se interesaron por su vida cotidiana y sus creencias. Según el historiador Peter Burke, estas nuevas concepciones se debían, entre otros factores, a motivos estéticos y particularmente políticos, por lo que, al finalizar el siglo XVIII e iniciar el siglo XIX, aparecieron movimientos reivindicatorios, pronunciándose a favor de la “pluralidad de las culturas”, “de la patria chica”.
En las artes aparecieron temas sociales y ya no solo se referían a los “otros”, sino también a “nos-otros”. En este sentido, se habló del pueblo en el sentido inclusivo y frente a la idea de que “la naturaleza americana” era “menos activa, menos variada, hasta menos vigorosa”, debido al clima y al mestizaje, aparecieron expresiones diferentes, entre ellas las artísticas y, más concretamente, las pinturas de castas, las cuales simbolizan y ejemplifican la respuesta, la “subversión barroca”, al debate.
Sí, a veces con ingenuidad, fantasía y actitud lúdica, pero también como parte de una tendencia sociocultural avasallante, reivindicadora y sin retorno. El contenido y propósitos de estos cuadros son, en pocas palabras, una “algarabía del mestizaje”. Al autor le gusta mucho la serie de pinturas de Miguel Cabrera, pero, en lo general, toda esta obra -dice el historiador español Diego Angulo Íñiguez- era y es “un canto a la fecundidad de la tierra mexicana”.
Las pinturas de castas rompieron con la tradición de la pintura religiosa, aunque se ha encontrado un cuadro muy importante donde está la Virgen de Guadalupe cobijando prácticamente a todas las castas y representando a un pueblo diverso étnica y culturalmente. Muchas de estas pinturas son anónimas y no representan el discurso dominante de las élites españolas y criollas. Las pinturas de castas fueron el resultado de una conciencia artística mexicana y una postura alternativa sobre el Nuevo Mundo. Frente a la idea de la “degeneración” y lo “inmoral” de las especies en América, estas pinturas referían y refieren todavía, a una tierra fértil con un mestizaje vigoroso y transgresor. En una exploración de registros matrimoniales en archivos parroquiales, el autor compara las mezclas reales con el tipo y cantidad de mezclas en las Pinturas de castas, llegando a conclusiones importantes.
Surgía la mexicanidad y lo latinoamericano. Y, algo muy importante, se comenzó a tener conciencia de ello y a expresarse a través de las artes. Las ideas ilustradas se combinaron con el mundo de las emociones, se revaloró lo local y la pluralidad de las culturas, no hubo una sola verdad y por medio del barroco se abrió la puerta hacia “el pueblo”, a la alteridad. Nacía una nación diversa y es la que hoy tenemos y en ella vivimos, a pesar de que aún existan personas con valores y actitudes francamente racistas. Frente a ellas habrá que resaltar la tesis de Sygmunt Bauman, cuando afir-
ma categórico que “una mezcla de diversas inspiraciones culturales es también una fuente de enriquecimiento y motor que activa la creatividad”.iii La evocación a las pinturas de casta por parte de Víctor Manuel González Esparza es, por tanto, una invitación para repensar nuestro pasado, pero también para valorar y defender la riqueza de la pluralidad y las libertades que tenemos.
*Salvador Camacho Sandoval es profesor investigador de la Universidad Autónoma de Aguascalientes; miembro del Seminario de Cultura Mexicana, corresponsalía Aguascalientes, y expresidente de la Sociedad Mexicana de Historia de la Educación. El libro fue presentado en la Feria Interna-
cional del Libro en Guadalajara, Jalisco, el 3 de diciembre de 2022 [González, Víctor (2021). La subversión barroca o de la Pintura de castas, México: UAA].
Nota: El libro puede descargarse de manera gratuita en: https://omp.uaa.mx/index. php/uaa/catalog/book/115
Darnton, Robert (1987). La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa. México: FCE, p. 14.
iiGonzález, Víctor (2018). Resignificar el mestizaje tierra adentro Aguascalientes, Nueva Galicia, siglos XVII y XVIII, México: UAA.
iiiBauman, Zygmunt (2018). Sobre la educación en un mundo líquido. México: Paidós, p. 11.
Arte
16 DE ENERO DE 2023 7
/// Luis de Mena. Guadalupe y las castas. ca. 1750. Serie de Castas, No. 0026, Museo de América. p. 62.
/// Miguel Cabrera. De Español y de India. Serie de Castas. Museo de América. p. 126.
/// Miguel Cabrera. Mestizo con india. Serie de Castas. Museo de América. p. 111.
Poesía
Luis Aguilar y sus Muchachos que no besan en la boca
6 Por Lucía Rivadeneyra
Luis Aguilar tiene el don de golpear con espuma. Nos deshace y nos rehace. Nos mete de golpe a la niebla y, al mismo tiempo, alumbra como un faro. No ha habido libro de él que no deslumbre. Me sorprende que sea tan prolífico y, a la par, sea capaz de mantener una calidad irreprochable. Desde los primeros versos que ofrece en cualquiera de sus publicaciones, Decoración de interiores, Gatos de ninguna parte, Diario de Yony Paz, No quimio, entre otras, conmueve.
Muchachos que no besan en la boca obtuvo el Premio Internacional de Poesía Gilberto Owen Estrada, 2015. En este libro se muestra no solo al poeta sólido que conocemos sino al poeta como un viajero auténtico; es decir, ajeno al turismo, con la capacidad de hacer crónicas poéticas y poemas que son crónicas. Su experiencia periodística, su sensibilidad para buscar víboras de cascabel y para contar historias, lo han llevado a aprehender la realidad en versos.
Aguilar, nacido en Tamaulipas en 1969, borda una crónica hilada en las calles, en los edificios, en las alturas. Una crónica de una etapa en Cuba, país rodeado de aguas cristalinas, con un calor que invita a los antojos y al antojo mayor de escribir versos. He tenido vivencias y múltiples referencias sobre esta isla, tan lejana y tan próxima, pero nunca había encontrado una versión que fuera mucho más allá de una ternura que quema con bálsamos porque existe en una realidad agria y porque es etérea y fugaz.
Él ofrece postales de La Habana, de otras ciudades cubanas y de algunos de sus habitantes que viven alrededor del coqueteo, del ligue, del negocio del sexo, del riesgo que conlleva el muy “grande mercado de la carne” en el casi encuentro amoroso y en el desencuentro; entre el amor a cuatro manos y las miradas discretas e indiscretas y entre la enfermedad y las carencias. Y en el centro de todo esto: el ron, el mar, el dominó, los helados, la música, la “telefonía a cobro revertido”, los “autos a los que nadie ha dicho/que están muertos”. O la descripción de un hombre: “firme como madera negra/pero rubio como cristal soplado/ -eduardo se llamaba”.
El autor brinda un contexto inédito de la cotidianidad cubana, el cual se complementa con las Notas, por si alguien ignorara el dato. Así recordamos las heladerías Coppelia o la calle 23 (desde L hasta Malecón, dice); localismos como yuma, boteros, arroz congrí, solar, viandas; y los nombres de las monedas cubanas, de alguna playa, de una cárcel…
Si en la narrativa mexicana, José Revueltas seduce con sus personajes marginados: obreros, enanos, presos, putas, homosexuales, comunistas, enfermos
mentales, campesinos… Luis Aguilar en la poesía lo hace al atrapar a un sector que vive, ¡oh ironía!, entre la penumbra y el sol que dora el mar. Y todos los versos son de una sutileza que trastoca. Una muestra:
y es que estos muchachos que no besan en la boca no están hechos de mar : son el mar por eso sueñan con volver sin haberse ido
Luego de leer este poemario, no me queda duda de que repetiré lo que se afirma desde siempre: los poetas tienen una capacidad de concreción única, respecto a las realidades de la vida. Quizá algunos investigadores o filósofos los envidian, ya que estos se llevan cientos de páginas en explicar algunos temas y los poetas lo hacen en un verso, como cuando el tamaulipeco reflexiona sobre el tiempo: “… entre tiempo y juventud nunca se sabe quién asesina a quién”.
Sabemos que el beso es una de las manifestaciones más íntimas, más intensas, más provocadoras. A eso se debe que en la prostitución se bese poco o nada. “hay criaturas que no besan en la boca… pero tienen la habilidad de intercambiar objetos de profundo valor sentimental por una prenda fina. nueva. de marca. simplemente llamativa… ”. Y el oído del poeta escucha: “yo sé qué é lo que tú quiere llámame cuídate te quiero ¿oíte?”. Se termina la lectura y queda la certeza maravillosa de que el deseo, la carne y la necesidad rebasan cualquier límite. Lo escribió Gilberto Owen, en el verso citado como epígrafe, “Por la carne también se llega al cielo”.
Muchachos que no besan en la boca está escrito sin mayúsculas; no obstante, lleva puntos, dos puntos y, por sobre todo, lleva los puntos sobre las íes. Y aunque hay lectores que no besan en la boca, es muy probable que queden boquiabiertos porque Luis Aguilar es capaz de pillar el instante, ese instante irrepetible en que “él me miró con discreción/de santero”.
Mientras estos Muchachos que no besan en la boca regalan teléfonos, papeles y andanzas, los que nos acercamos a los poemas de Luis Aguilar sabemos que es un poeta que besa el infinito mundo de la cotidianidad y es probable que debido a eso nos deja temblando. Siempre que lo leo pienso en demandarlo por ser un detonador de angustia. No obstante, me detengo porque su oficio poético es la libertad y todos los que lo leemos, besemos o no en la boca, conocemos verso a verso una forma de la felicidad, de la libertad y de la ternura.
Siempre hablaré de ti en tiempo presente, Luis querido, aunque ya andes besando nubes y relámpagos.
Charles Simic
El pasado 9 de enero falleció Charles Simic, uno de los más grandes poetas contemporáneos. Nació en Belgrado en 1938. Siendo adolescente se desplazó junto con su familia a los Estados Unidos, “Hitler fue nuestro agente de viajes”, solía decir. Mereció el premio Pulitzer en 1990 por su libro The world doesn’t end. Amó la comida: “¿Quieres ser feliz?, ¡aprende a cocinar!”—y sostenía que la glotonería era la mejor prueba de la existencia del alma. Rafael Vargas lo tradujo admirablemente en la antología El sueño del alquimista, publicado por la UNAM. Simic fue poseedor de una portentosa imaginación, una afilada precisión expresiva y una socarrona humanidad; con su vasta obra generó una impagable deuda de felicidad en sus lectores y de pasada dio nuevo aliento y rumbo a la poesía contemporánea.
La explicación parcial Parece que ha pasado mucho tiempo desde que el mesero me tomó la orden. La nieve cae afuera de la pequeña y mugrienta lonchería.
Parece que ha oscurecido desde que oí por última vez la puerta de la cocina a mis espaldas, desde la última vez que noté que alguien pasaba por la calle.
En la mesa que yo mismo escogí al entrar, un vaso de agua helada me hace compañía
y el anhelo, el increíble anhelo de alcanzar a escuchar la plática de los cocineros.
[Versiones de Javier Acosta]
LA GUALDRA NO. 557 // 16 DE ENERO DE 2023 8
/// Luis Aguilar entre nosotros, en la Casa del Poeta Ramón López Velarde, el 16 de enero de 2023, a las 7:00 P.M. en la CDMX.
6
Por Javier Acosta
Notas al final