

EL PATRIMONIO FERROCARRILERO: VANGUARDIA Y PALABRA


Omar López Monroy

Teatro, escritura y enseñanza: la tecnoalquimia de Fernanda del Monte CINTIA NEVE


Entrevista con Mónica Nepote, Premio Xavier Villaurrutia 2025 ROBERTO BERNAL

Portada: Collage digital de Rosario Mateo Calderón, con fotos del Museo de los Ferrocarrileros y Roberto García Ortiz.
EL PATRIMONIO FERROCARRILERO: VANGUARDIA Y PALABRA
La historia de los ferrocarriles en México tiene, casi en idéntica proporción, pasajes de gloria e ignominia; entre los primeros destaca el célebre rol que los trenes desempeñaron en la Revolución Mexicana, y entre los segundos el funesto antipatriotismo del régimen neoliberal, fenecido apenas hace un lustro y fracción, que vio en los ferrocarriles lo único que sabía ver: otra oportunidad de lucrar con los bienes de la nación, a raíz de lo cual privatizó una parte de ellos –la de transporte de mercancías– y otra sencillamente la liquidó –la de pasajeros. El reciente auge del transporte en ferrocarril, tanto al sur como ahora hacia el norte del territorio nacional, pone las cosas en su debido lugar y, en ese contexto, cabe celebrar el vigésimo aniversario que el Museo de los Ferrocarrileros cumple este 2026. Fundado por el luchador social Salvador Zarco Flores y ubicado al norte de Ciudad de México, este recinto es, literalmente, memoria viva para las actuales y las próximas generaciones.

ESCRITURA DEL CUERPO, ESCRITURA DEL VIAJE:
LA POESÍA DE LARA DOPFF
La francesa Lara Dopff (1989) es una poeta prolífica: ya tiene en su haber una docena de títulos, desde su primer opus, L’arbre de nerfs (El árbol de nervios, 2015), que consta de ocho cuadernos recogidos en tres volúmenes, hasta Dans le jardin des dieux disparus (En el jardín de los dioses desaparecidos, 2023), imponente libro que reúne poemas cortos, y hasta muy cortos, en su mayoría.
DIRECTORA GENERAL: Carmen Lira Saade
DIRECTOR: Luis Tovar
EDICIÓN: Francisco Torres Córdova COORDINADOR DE ARTE Y DISEÑO: Francisco García Noriega FORMACIÓN Y MATERIALES DE VERSIÓN DIGITAL: Rosario Mateo Calderón
LABORATORIO DE FOTO: Adrián García Báez, Israel Benítez Delgadillo, Jesús Díaz y Ricardo Flores
PUBLICIDAD: Eva Vargas 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. CORREO ELECTRÓNICO: jsemanal@jornada.com.mx PÁGINA WEB: http://semanal.jornada.com.mx/ TELÉFONO: 5591830300.
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Editora exitosa (dirige las ediciones Phloème, en Le Havre), también es una activista cultural y una viajera incansable. Titulada en artes dramáticas y creación literaria, ha participado en numerosos festivales de poesía en Francia y en el extranjero, además de coordinar talleres de creación literaria.
A la escucha del mundo, Dopff es una poeta del cuerpo y de la naturaleza que traduce lo que siente en palabras: L’arbre de nerfs, que inicia con una especie de advertencia concerniente a su concepción de la escritura, es el resultado verbal del vínculo con lo orgánico, con las múltiples manifestaciones de la vida, “a través del filtro de los nervios”. Sus sentidos agudos perciben el rumor del viento, cada flor en la pradera, cada sensación en la piel –otras tantas impresiones que, después, transforma en palabras para depositarlas en sus cuadernos.
Dans le jardin des dieux disparus réune sus apuntes al filo de los días y de la errancia durante un viaje por el Oriente Medio. Se refiere a una isla desaparecida de la tierra, donde había un jardín. Los humanos habían imaginado que aquel jardín era la morada de los dioses. Unificaba diversas culturas y los persas lo habían nombrado Paradiso. Pero los dioses se alejaron y desaparecieron. Los poemas, agrupados en veintiún jornadas, son el testimonio de la búsqueda de aquel jardín: desapareció –como también nosotros desapareceremos.
Philippe Cheron
El árbol de nervios
(fragmentos de los cuadernos I a III)
mis palabras tienen la debilidad de mi cuerpo
Mi poemario lo que tuvo lugar lo que tendrá lugar lo que será lugar en mi cuerpo
Mis escritos tienden a expresar la vida a través del filtro de los nervios.
Aquí la escritura puede ser vista como nervios, sensible, viva y neurálgica, relacionada más con lo instintivo que con el intelecto, surcada por corrientes, nudos, y poseedora de una multitud de terminaciones.
Una escritura capaz de provocar movimientos inconscientes animados por reajustes, marcada por temblores, fallas, reinicios, recaídas, convalecencias.
Una escritura en el texto, en la estructura del texto, como un cuerpo, vivo, sensible, a menos de que sea quemada.
Para estar a la escucha del cuerpo, de los nervios, me volveré hacia la naturaleza, buscaré en ella mis sentidos.
Una palabra, nunca se sabe dónde encuentra su eco, en los riñones, en el sexo, el estómago, la garganta, en este pulmón, detrás de la nuca, los nervios a veces me dan pistas, de cada nudo, puedo nombrar el efecto, de cada nervio, puedo nombrar el tiempo, quisiera escribir cada una de estas tensiones, antes de que desaparezcan,
▲ Detalle de El jardín de las delicias, El Bosco.
las he vivido, para evitar el nudo, tengo que depositarlas, en una hoja, antes de escribir, antes de escribirlos, podía conservar mis nudos mucho tiempo, años antes de escribirlos,
vivo y escribo mis nudos, en presente, he aquí lo que son estos textos, bálsamos, un bálsamo para el árbol de nervios.
Las palabras de un cuerpo como una temporada, las palabras de un cuerpo durante una temporada salpicadas de instintos de acaloramientos y de inconformidad.
◆ ◆ ◆ la itálica las pulsiones sanguíneas, los huesos, la itálica surgió, la itálica como rememoración de escritura manuscrita/ de trazos manuscritos romper la rectitud de las letras, darles una fluidez, una curva de lectura, un lugar para la mirada una brecha, un paso hacia su primer estado hacia el impulso de inscripción; la escritura, como un traslado de la dermis, como una danza de la dermis, una escritura en el cuerpo, con el cuerpo lo incurvado de la dermis en una pared como primer acto.
◆ ◆ ◆ mayúsculas, puntuación
Las mayúsculas, primero naturales, estuvieron presentes, y luego poco a poco se esfumaron tras la estética en busca de sentido en la página, trataron naturalmente de crear signos. Luego se volvieron obsoletas, la disposición en la página las desplazó, cada palabra en medio de un fragmento tiene una plaza fuerte, ni una palabra antes de la otra, sino una palabra con la otra. Puntualmente, las mayúsculas reaparecen a través de los nombres de lugar, de ser y en el seno de los campos lexicales de la naturaleza, o sea, en términos que para mí tienen valor de ser y adquieren sentido en la búsqueda de los nervios.
La escritura me ha desvinculado de las mayúsculas, me ha enseñado su valor obsoleto, en el sentido, en el flujo, su descendencia convencional.
Para finalmente revincularme con ellas en calidad de sentido que pueda crear signos, en cuanto expresión de poética y no de normalización.
Para los signos de puntuación el proceso fue similar, desvincular las normas/reglas de la escritura con el fin de tender hacia un espacio de sentido en la página.
Arropar la puntuación y las mayúsculas como expresión de la escritura, del pensamiento, antes de y entre la escritura. Simbolizar lo que ocurre antes de y durante la escritura, simbolizar lo que no puede formularse en la escritura, lo que no pudo cobrar forma en la escritura, lo que no pudo ser escritura, el impulso que precede al lenguaje, que interpela el lenguaje […]

En el jardín de los dioses desparecidos (fragmentos)
Sexta jornada
no son tus órganos que vuelven a crecer, es tu piel, la envoltura; la membrana, la posible vibración entre lo interno y lo externo que no te pertenece. A la especie habías escrito eres esta posible vibración entre lo interno y lo externo.
Cuídala, para que siga vibrando su canto llano –que la envoltura siga extendiendo la larga red de sus cuerdas en la pleamar salina de la vida.
◆ ◆ ◆
“En qué clase de dioses desaparecidos nos hemos convertido, perdidos en el mundo de los últimos humanos sigamos viviendo como dioses.”
◆ ◆ ◆
Séptima jornada
¿es el jardín de los dioses desaparecidos el mismo que el jardín de las escrituras?
◆ ◆ ◆
Décima jornada
Con una melodía vertebral –cuando salió del mar–notaste todas las costillas.
Él fue la Víspera–el ojo prior del monte de los olivos rozando los dioses desparecidos.
En los confines equivocados, las nubes se atrasan y se desgarran lento giro solar en nuestras médulas de la resurrección–
◆ ◆ ◆
Decimonovena jornada
la ola golpea tu rostro–una vez más te bautizará con sus entrañas la sal de la tierra
◆ ◆ ◆
Vigesimoprimera jornada
en el jardín de las delicias nos sentamos luego desaparecimos higo y nuez frente al cráter terrestre viento del olivar y silencio del nogal.
nos levantamos en la gran calma sonora del bastón contra la piedra y entramos en el vergel terrestre.
LA ESCRITURA ARROPADA POR TRABAJADORAS
Entrevista con Mónica Nepote
La poeta, ensayista y editora mexicana Mónica Nepote (Guadalajara, Jalisco, 1970) es una de las voces más destacadas de la literatura mexicana actual desde inicios del presente siglo, autora de títulos como Una máquina puede ser una casa, Hechos diversos, Islario y Trazos de noche herida. Platicamos con ella en torno a su más reciente libro, Las trabajadoras, que le valió la concesión del prestigiado Premio Xavier Villaurrutia.

▲ Mónica Nepote. Foto: https://inba.gob.mx/ prensa/22200/monica-nepote-gana-el-premio-xaviervillaurrutia-de-escritores-para-escritores-2024-por-suobra-las-trabajadoras


Roberto Bernal
‒¿Cómo nació Las trabajadoras?
‒Es un poco difícil responder de una sola manera, porque creo que Las trabajadoras nace a partir de varios afluentes, por así decirlo, o de varios hilos, para continuar con una metáfora consecuente con el libro. Tomo un cabo de uno de estos hilos: el primer texto que escribí fue “Los vestidos que me gustan dicen tanto de las bocas silenciadas”. Lo pensé como un ensayo pero desde un principio lo sentí a medio camino entre el ensayo y el poema; en realidad es un texto que nació por impulso dentro del marco de un 8M. Pensando en que ubicamos muy bien al 8M como una fecha en que marchamos en las calles en el día de la mujer, fecha en la que más de un despistado manda felicitaciones, aunque la historia detrás de este día es la de una rebelión triste y trágicamente silenciada. Así que marchamos con los fantasmas de las mujeres de la industria textilera apoyando nuestras causas. De alguna manera quise hacer un homenaje a las mujeres cuyo trabajo nos viste y nos arropa. Luego relacioné el trabajo de los textiles con mi propia historia familiar: vengo de una familia de tejedoras, en mi casa hay muchas cosas tejidas por mi abuela, mi tía, mi madre, mis hermanas y por una de mis sobrinas; dos amigas muy queridas son tejedoras. Así que,
de alguna manera, ese lenguaje común empezó a tomar su propio cauce. Mi trabajo en el Centro de Cultura Digital me había llevado también a diversas actividades en comunidades de mujeres ciberfeministas, artistas y activistas de los derechos digitales, donde la imagen de la máquina es fundamental: Ada Lovelace, la primera programadora de la historia, trabajó con una máquina que fue el prototipo de la computadora construida a partir de una máquina textil. Ahí mismo, en el CCD, hicimos una exposición que se presentó en varias sedes y que se tituló Máquinas de escritura, una investigación en torno las interfaces digitales y analógicas, como la máquina de escribir. Me obsesioné por el teclado y la gestualidad del cuerpo. Más tarde conocí los libros de Friedrich Kittler y la versión mexicana que hizo Rubén Gallo de esa metodología ‒conocida como arqueología de los medios‒ en Máquinas de vanguardia, donde cuenta la historia de la llegada de la máquina de escribir a México y su aparición en la novela de la Revolución y el vínculo de los escritores con dicho artefacto. Mi madre, quien nació en 1923 (yo nací cuando ella tenía cuarenta y siete años) y decidió estudiar comercio a los trece años, fue una de las mujeres que formaron parte de esa migración simbólica de la que habla la investigadora Susie Porter en su libro Del ángel del hogar a oficinista. Una vez contado esto, puedo responder: Las trabajadoras surge de mi obsesión por las máquinas, las interfaces, la escritura, el sonido, la condición de las mujeres y el trabajo en el siglo XX y el siglo XXI, pero también de mi propia genealogía, de sentirme arropada de una historia de hilos, telas, brillos y puntadas, del lenguaje binario, ceros y unos, derecho y revés.
‒Acerca de esto último, Las trabajadoras puede generar una primera impresión de que se trata de un poema autobiográfico, pero en realidad lo que se advierte es una visión crítica en relación con los trabajos designados a las mujeres que aparecen en tu libro.
‒No tenía un interés-guía por hacer un relato autobiográfico pero, al mismo tiempo, una no puede más que habitar el cuerpo y habitarlo significa habitar nuestra propia historia. Lo que quería era hablar de un lenguaje que me rodeaba ‒me refiero al lenguaje del tejido y la costura. Como decía, el libro se escribió a lo largo de varios años, en parte porque lo dejaba medio abandonado por los ritmos de trabajo y supervivencia (irónicamente). Durante esos años pude investigar, hablar con amigas programadoras y feministas, seguí trabajando con colectivos de hackfeminismos, y bueno, el tema de las mujeres y las máquinas feminizadas ha estado en mi vida desde hace más de diez años, al igual que el trabajo colectivo o el pensamiento crítico respecto a las maneras en


las que nos relacionamos con dispositivos, con formas de producción y de consumo. Vale la pena decir que la máquina no sólo son los cacharros, sino la máquina operativa cultural y social. Acá el tema es que hay mucha teoría detrás, pero lo que estaba haciendo era un libro de poesía/ensayo, y quizás ‒y esto lo pienso ahora‒ irme al rasgo autobiográfico era una manera de pasar por el cuerpo la teoría o acuerparla.
‒Sin embargo, el tema de la relación de la máquina y el cuerpo tiene una presencia recurrente en tu trabajo. Pienso, por ejemplo, en el ensayo “Editar es escribir”, como también en el prólogo para el título Tecnologías de cuidado, pero sobre todo en tu poema Una máquina puede ser una casa, libro que me gustó mucho por el tono íntimo, por la exploración cargada de incertidumbre, pero también por la composición que se mueve entre el ensayo y el aforismo. ‒Quizá sea necesario decir algo que para mí es fundamental en el trabajo de escritura: escribo series de poemas, me refiero a formatos, a interfaces, que tal vez sería lo más adecuado para explicar cómo entiendo la escritura. Esto está muy presente en un libro que publiqué hace años, Hechos diversos, el cual está conformado por series de poemas, una dedicada a la nota roja, otra a la idea de ver a través de la ventana y otra más a lo que entonces consideré era una acción muy distinta a lo que se escribía en la nota roja y que llamé “Prodigios”, pequeños aconteceres de la vida planetaria sin que lo humano tuviera mucho que ver. Una máquina puede ser una casa es una serie de poemas dedicados a el encuentro con la máquina de escribir, al hecho de que en ella nos encontramos mi madre y yo, con todos nuestros contrastes, pero también está la enseñanza/aprendizaje en relación con la escritura mediada por un objeto (en realidad toda escritura está mediada por objetos). La máquina de escribir se convirtió en mi obsesión durante mis ocho años de trabajo en el CCD. Siempre he insistido en ese cambio de paradigma que significó dejar la escritura manual para sentarnos a escribir apretando botones y accionando palancas. Mi madre fue secretaria, estudió en una Academia de Comercio y la recuerdo como una mecanógrafa perfecta. Cuando dejé la ciudad
Pude investigar, hablar con amigas programadoras y feministas, seguí trabajando con colectivos de hackfeminismos, y bueno, el tema de las mujeres y las máquinas feminizadas ha estado en mi vida desde hace más de diez años, al igual que el trabajo colectivo o el pensamiento crítico respecto a las maneras en las que nos relacionamos con dispositivos, con formas de producción y de consumo.


de Guadalajara para vivir en Ciudad de México, mi madre me enviaba cartas a veces escritas a mano y a veces mecanografiadas, y no cometía ni un solo error. Guardo sus cartas y me parece una cosa preciosa esa materialidad casi obsoleta. Pertenezco a una generación a la que le tocó tener clase de mecanografía en la secundaria; por lo tanto, escribo con todos los dedos y siento que ese gesto delata mi edad. Pero, sobre todo, lo que quiero decir es que el trabajo como secretaria de mi madre fue lo que me sostuvo ‒económicamente hablando‒, y mi trabajo de escritora depende en cierto modo o está en deuda con su trabajo como secretaria. Así que esa serie de poemas es un homenaje a ella. Esos textos los escribí en una especie de trance, a mano, en un cuaderno que tenía para hacer los poemas de Las trabajadoras. Y ahí, en ellos, está el proceso de duelo luego de la muerte de mi madre. Si digo que a mí me arrullaron las máquinas no miento, la máquina de escribir siempre estuvo presente en mis sonidos primigenios, pero también la imprenta, gracias a uno de mis hermanos… pero esa es otra historia. En realidad Las trabajadoras tuvo un esquema muy básico, que trabajé como un mapa mental en su principio: Tejedoras, Costureras y La Mecanógrafa (es una sola). Pero también me parecía importante ligar el tejido con el tema de las plantas, por ejemplo, y ahí nació otra sección.
‒En otro momento me platicaste que Las trabajadoras te hizo “resurgir” como escritora. Pensé en tus otros intereses, como el senderismo y el montañismo, y que quizá han sido otra forma de hacer y reflexionar la escritura “mientras no se escribe”.
‒Tiene que ver con el lugar que ocupamos las mujeres en el presente, con los discursos que se han puesto sobre la mesa, con lo que le escuché decir a Silvia Rivera Cusicanqui en un diálogo con Silvia Federici en la Feria del Libro del Zócalo: la filosofía y la política son asunto de mujeres. Creo que todo lo que ocurre colectivamente propició que pensara en escribir un libro como éste; por tanto, como se dice en algunas de sus páginas, “nunca escribimos solas”. Por eso también me parece importante dar atribución a quienes nos acompañan: autoras e investigadoras, como, por ejemplo, Rebeca Barquera, quien tiene un ensayo potentísimo sobre las secretarias y que se me apareció un día casi por milagro; o las imágenes que me compartió Angélica Chávez ‒gestora cultural en Chihuahua‒ del libro con el que su su abuela se graduó en una escuela de comercio; ese libro es un objeto precioso, escrito a máquina, una muestra de ejercicios, diagramas, cartas, en fin, todos los conocimientos que adquirían las mujeres para ser secretarias. Ese libro-cuaderno-tesis me lo compartió y confió durante meses para poder habitar el trabajo manual de su abuela. Muchas mujeres habitan este libro, volví a nacer sintiendo esta colectividad y esta “responsabilidad”, una muy bonita e inspiradora. Por otro lado, mi ser caminante me ha vuelto mucho más atenta, más amplia, más sensible a las muchas escrituras que nos rodean, a la diversidad de códigos para ser descifrados (o no), para ampliar mi percepción de lo que es un texto, y de cómo se puede escribir caminando, con la voz, con el cuerpo, o cómo hay escritura de distintos cuerpos no humanos. Hace poco escuché al filósofo Manuel de Landa criticar esa tendencia a leer todo como un texto. Pero a mí, la verdad me provoca/ me inquieta/ me inspira/ me alegra entender todo a mi alrededor como escritura ●
TEATRO, ESCRITURA Y ENSEÑANZA: LA TECNOALQUIMIA DE FERNANDA DEL MONTE

Este artículo presenta y celebra los tres volúmenes de estructura múltiple y compleja, “piezas textuales, digitales, ensayo académico, ficción y teatralidad en distintos medios y formatos”, a saber Picnic frente al abismo , Cuerpos como tiempo y Congreso Internacional de Abismos , de Fernanda del Monte (CDMX,1978), obras que giran, entre otras, alrededor de la siguiente idea: “Si la memoria es oscilatoria, la imaginación va en vaivén entre el deseo y la frustración imperfecta, y siempre re-construye la narrativa desde distintos puntos de vista para no disipar los hechos.”
“Como tengo un abismo dentro de mí, puedo saltar entre las temporalidades”. En su nuevo libro Picnic frente al abismo, la dramaturga Fernanda del Monte no le teme a las palabras ni a los conceptos; más aún, los moldea, juega con ellos y los reescribe fundiendo la ficción en la realidad, y hace recordar aquella película japonesa donde la protagonista adolescente descubre, de manera inesperada, que puede volver a un punto de su pasado y lo hace una y otra vez, casi sin pensar. A diferencia de ella, Fernanda del Monte piensa constantemente en el tiempo, en el futuro y en distintas combinaciones devenidas de las opciones que asume, ya sean imaginarias, reales o experienciales.
Picnic frente al abismo es un universo narrativo desdoblado, con diferentes lenguajes, ideas y momentos, un libro cuyo cuerpo se desdobla en tres unidades no iguales que a su vez forman cuerpo de un proyecto transmedial como un intento, quizá, de atravesar el tiempo y entender la ficción con los cuerpos humanos y no humanos.
La piel que lo envuelve es una preciosa camisa collage diseñada con gusto exquisito, que además de anticipar en la idea corporal de la fragmentación, nos tira unas cuantas palabras a manera de pistas: Ausencia. Borde. Caída. Autoficción. Vacío. Padre. Transición. Zurcir. Afectos. No necesariamente en ese orden.
En esta obra es difícil encontrar un principio, mucho más difícil un final. La idea de linealidad no pertenece al universo de Fernanda del Monte.
La palabra tiempo aparece infinidad de veces en los veinte ensayos, cada uno de los cuales es un territorio y a la vez un cuerpo que forman la obra, que se interrelaciona con los otros espacios, consigo misma y con las otras formaciones que hacen parte del proyecto.
El concepto mismo del tiempo, su relación con la ficción y con la realidad material o inmaterial, plantea en cada ensayo una nueva propuesta-idea
Cintia Neve
▲ Fernanda del Monte, 2017. Foto: La Jornada / Guillermo Sologuren.
para lo que consideramos realidad y percepción. Como en “Desplazamientos y abismos”, un ensayo donde pone sobre la mesa un sueño como realidad, contando a su amigo que conoció a sus padres en otro planeta, en un mercado intergaláctico. No se trata de un relato de ficción: es con claridad un ensayo en el cual se cuelan memorias y realidades del futuro, del pasado o incluso de otra dimensión personal, escritural y mental que trae al cruce entre temporalidad, realidad dimensional y cuerpos.
Entre las rendijas del texto
LA ESCRITURA DE toda esta investigación nació de preguntas: ¿Cómo se construye la ficción hoy? ¿Qué relación hay entre la percepción de la temporalidad actualmente y la noción de ficción y picnolepsia, disociación, montaje, huida, velocidad? La picnolepsia, en las ficciones de Del Monte, funciona como parte: el deslizamiento por los intersticios del espacio tiempo, una disrupción o, como en medicina, una crisis transitoria de ausencia.
El tiempo es también escritura, una conversación permanente que parece tener Fernanda consigo misma y con los otros, las otras, que son/ están siendo/han sido en diferentes temporalidades. Cada texto tiene rendijas que permiten colarse –aunque no sea entrada– en los diferentes momentos y lugares. Una vez adentro, podemos tener la sensación de que está hablando con/de nosotros o nosotras, o de cualquier otra persona. Ese nosotras, nosotros de Ciudad de México, de un pueblo de España donde nació su abuelo, o de una villa italiana donde vivió, una metrópoli histérica como Nueva York o la teatral ciudad de Buenos Aires. Aún así, en estos textos el desplazamiento no es sólo temporal. Es también geográfico, personal, de género, de humanidad y se va desdoblando en partes y más partes, cada vez que encara un nuevo ensayo, como en un ejercicio de origami extremo.
En cierto momento sucede, cuando su escritura gira alrededor de la relación (o no relación) entre tener una hija y la experiencia de escribir. Ficcionar la temporalidad viviente es una oda iconoclasta a la maternidad, una observación sobre el sentir el cuerpo físico y emocional, sobre todo al pensar un estado de la mente y del cuerpo que atraviesa el pensamiento. “Los cuidados sí son políticos, pero son sin duda imposibles de narrar, se viven piel sobre piel, en una danza de cuerpos que se agarran, que se apachurran, que se abrazan, que se golpean, que se exhiben, que se disfrutan, que se diluyen: formas temporales no ficcionales.”
Los textos ensayísticos de Picnic frente al abismo tienen un efecto mágico: la persona lectora es increpada a representarla y, al mismo tiempo, confrontada para que juegue la experiencia como propia. Quizá buscando el efecto de las neuronas espejo, la lectura o más que eso, la eXcritura –como la llama Jean Paul Nancy y retoma Del Monte– detona el binarismo de los lugares de enunciación escritora/lectores y abre una multiplicidad de sentidos discursivos expendiendo la faz hacia la que se apele.
La densidad poblacional de estos escritos turna entre una variedad de interlocutores con distintas adscripciones geográficas, narrativas y temporales: Ricardo Piglia, Vivian Gornick, Siegfried Zielinski, Mark Fisher, Donna Haraway, Margaret



El tiempo es también escritura, una conversación permanente que parece tener Fernanda consigo misma y con los otros, las otras, que son/están siendo/han sido en diferentes temporalidades. Cada texto tiene rendijas que permiten colarse –aunque no sea entrada–en los diferentes momentos y lugares.
Atwood, Fiodor Dostoyevski, Franz Kafka, Paul B. Preciado, Susana Bercovich, Angélica Liddell, Carl Gustav Jung, Sarah Kane, Henrik Ibsen o Virginia Woolf, entre muchos otros. “Si la memoria es oscilatoria, la imaginación va en vaivén entre el deseo y la frustración imperfecta, y siempre reconstruye la narrativa desde distintos puntos de vista para no disipar los hechos.”
El Congreso Internacional de Abismos
RESULTA QUE NO es sólo ese libro el que forma parte del experimento excritural de Del Monte.
30 de noviembre de 2025 // Número 1604
El segundo tomo es una dramaturgia fracturada, o podría decirse, hermanada. Porque Cuerpos como tiempo es una obra dramatúrgica realizada en colaboración con las artistas transdisciplinarias y escritoras dramáticas Kathy Bustillos, de Bolivia, y Marcia Césped, de Chile.
Desde las tres miradas, desde las tres geografías, se exploran las relac|iones con el padre, con la ausencia y las marcas no sanadas por el tiempo, refutando el adagio de que el tiempo todo lo cura, renegando de él y revolviéndose en la relación del cuerpo con el tiempo y sus huellas. Aquí tampoco se cumple la linealidad escritural: los textos que están contenidos en las páginas se desbordan en sentidos, en significados y en grafos. El diseño interior en blanco y negro, en algunos espacios a dos columnas y en otros a página completa, dividida por rayas o dibujada como poema caligrama, con cajas, fondos, cursivas, negritas, rayas, relaciones con las tipografías, los espacios, las columnas y también las lenguas, en otra fragmentación como recurso estético, estilístico y conceptual.
Finalmente, llegamos a la tercera parte de esta trilogía: el Congreso Internacional de Abismos, una propuesta que excede la autoría escritural. Se trata de un libro, con sus portadas en el mismo tenor triádico, que en su interior se encuentra vacío. La carencia de letras no es una carencia de ideas, sino mejor una invitación y una provocación, una propuesta de democratización del juego de la escritura. Un libro vacío que invita a participar en la creación, facilitando a cualquier persona el ejercicio demiúrgico. Abriendo la posibilidad de suspender las creencias sobre lo que es escribir (bien o mal) para poder observar la realidad en sí misma: que estamos escribiendo.
El Congreso Internacional de Abismos es también el nombre del proyecto transmedial causa y consecuencia, a la vez, de esta trilogía, que se presentó con una actividad performativa el 26 de julio en el Teatro Casa de la Paz, donde se exhibieron piezas digitales, transmediales y performáticas, con artistas como Bruno Paredes, Sofía Cruz, Gabriela Ottogalli, Guillermo Navarro, Gibrán Portela, Andrés Gordillo, Helena Hernández, Clutch, y la compañía Gorguz Teatro, entre otros participantes que encontraron en un desborde de perspectivas poético/dramatúrgicas tecnocreativas.
Esta trilogía de Fernanda del Monte viene a hacerse lugar en una serie de producciones creativas navegantes entre el teatro, la escritura y la enseñanza. Del Monte lleva ya décadas de montajes, publicaciones, pedagogía e investigación académica; entre sus producciones anteriores se encuentran Un cuerpo devastado es, publicado por Los Textos de la Capilla; mis humores sangre lágrimas fluidos sexuales sudor, publicado dentro de la serie Habitaciones siete de 17, editorial. Los trabajos de Fernanda del Monte tienen un distintivo autoficcional, performativo y dramatúrgico, que traza encontrar un camino singular, combinando piezas textuales, digitales, ensayo académico, ficción y teatralidad en distintos medios y formatos, apostando por explorar las raíces de las convenciones dramatúrgicas, del ensayo y del pensamiento mismo, en busca de nuevas significaciones.
Picnic frente al abismo. Excrituras sobre temporalidad y ficción es una propuesta audaz para renovar la mirada, limpiar los ojos y volver a ver, entre otras cosas, lo que la tecnología puede hacer por nosotros y cómo puede hacerlo ●
EL PATRIMONIO FERROCARRILERO: VAN
En 2026 el Museo de los Ferrocarrileros (MF) cumplirá sus primeros veinte años de vida; su creación y ruta de trabajo han estado encabezadas por el luchador social Salvador Zarco Flores, “uno de nuestros imprescindibles”, a decir de Luis Hernández Navarro, coordinador de Opinión en La Jornada . La vocación del recinto es la difusión del trabajo y la lucha de las y los trabajadores ferrocarrileros a través de exposiciones, talleres, la activación de un cineclub, y el Libro Club Teodoro Larrey, espacio emblemático del museo.

ILA LUCHA SOCIAL COMO patrimonio: esa es la esencia del Museo de los Ferrocarrileros, que poco a poco se fue gestando en la mente y corazón ferrocarrilero de Salvador Zarco. Siendo un joven estudiante de filosofía, Zarco participó decididamente en el Movimiento Estudiantil en 1968; este mismo año fue beneficiado con una beca de tres años para estudiar en la Real y Pontificia Universidad del Palacio Negro de Lecumberri –tal cual escribe con gran ironía Zarco Flores en sus datos curriculares. Antes de ser procesado penalmente sufrió –al parecer– la única forma de investigación que tenían las fuerzas del orden del régimen priista de aquellos años: la tortura. Al salir de la cárcel participó en la primera manifestación estudiantil tras la masacre del 2 de octubre en Tlatelolco, que se convertiría en el llamado Halconazo, del 10 de junio de 1971. El régimen volvió al ataque y, como en Tlatelolco, reprimió la manifestación con beneplácito de algunos empresarios, líderes religiosos y parte de la sociedad mexicana.
En el Palacio Negro tuvo como libro de cabecera Historia del Movimiento Obrero Ferrocarrilero en México 1890-1943, de Marcelo N. Rodea; por él abrazó la idea de convertirse en ferrocarrilero. Llegó a ser secretario general del Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana (STFRM). Acompañó la lucha ferrocarrilera hasta que el represor gobierno encabezado por el hoy “demócrata” expresidente Ernesto Zedillo, consumó la privatización y entrega de casi todo el sistema ferroviario. Salvador fue corrido de su empleo por defender su fuente de trabajo.
II
DE A POCO LOS ferrocarriles han vuelto a surcar el horizonte mexicano. En 2006, la entonces delegada en Gustavo A. Madero, Patricia Ruiz Anchondo, apoyó la creación del Museo de los Ferrocarrileros en la antigua estación ferrocarrilera de La Villa, donde en el siglo XIX saliera el primer viaje en ferrocarril a Veracruz. Raquel Sosa, entonces secretaria de Cultura de Ciudad de México –a la cual está adscrito el museo desde su creación–, para encabezar el recinto propuso a Salvador Zarco, quien llevaba años buscando apoyo para la creación del mismo.
Una de las primeras actividades y acciones del museo fue realizar un viaje en tranvía para conmemorar el 150 aniversario del primer viaje de México a La Villa en 2007. En plena efervescencia urbana, irrumpió la memoria ferrocarrilera, las personas que iban a bordo del tranvía que se consiguió para tales fines iban caracterizadas a la usanza del siglo XIX. El tren-tranvía surcó la atmósfera citadina como un augurio.
Los ferrocarrileros en su momento fueron la vanguardia para los movimientos sindicales obreros, tomaron las calles para hacer escuchar


Omar López Monroy
▲ Museo de los Ferrocarrileros, CDMX, 2023. Foto: La Jornada / Robe
▲ Maestro Salvador Zarco Flores. Patrimonio ferrocarrilero: vanguardia y palabra. Museo de los Ferrrocarrileros.
▲ Interior del Museo de los Ferrocarrileros. Patrimonio ferrocarrilero: vanguardia y palabra. Museo de los Ferrrocarrileros.
GUARDIA Y PALABRA



Una de las primeras actividades y acciones del museo fue realizar un viaje en tranvía para conmemorar el 150 aniversario del primer viaje de México a La Villa en 2007. En plena efervescencia urbana, irrumpió la memoria ferrocarrilera, las personas que iban a bordo del tranvía que se consiguió para tales fines iban caracterizadas a la usanza del siglo XIX. El tren-tranvía surcó la atmósfera citadina como un augurio.

▲ Integrantes del Libro Club Teodoro. Patrimonio ferrocarrilero: vanguardia y palabra. Museo de los Ferrrocarrileros.
su voz; los primeros presos políticos mexicanos del siglo XX fueran trabajadores ferrocarrileros. En 2015, a instancias del maestro Zarco, se creó el video documental Fermín: semblanza de un ferrocarrilero nacido en la colonia Guerrero, en el que se da cuenta de la participación de un contingente de ferrocarrileros a la concentración del Movimiento Estudiantil aquel fatídico 2 de octubre de 1968.
La de los ferrocarrileros ha sido una lucha por la soberanía mexicana, sentencia el maestro Zarco Flores. En las decenas de exposiciones que se han presentado en el recinto se ha dado cuenta de ello, sobre todo a través del uso de la fotografía como memoria histórica; entre dichas exposiciones destacan Del tinacal a la aduana. El pulque y el ferrocarril (2011) y La huelga de los mecánicos, 1926 y 1927 (2020).
rto García Ortiz.
▲ Museo de los Ferrocarrileros, CDMX, 2023. Foto: La Jornada / Roberto García Ortiz.


VIENE DE LA PÁGINA 9/ EL PATRIMONIO....
FLOR Y CANTO/in xochitl, in cuicatl, en náhuatl. Estos términos servían para nombrar la poesía y expresiones literarias antes de la violenta llegada de los españoles a estas tierras. En las actividades que el Libro Club Teodoro Larrey del Museo de los Ferrocarrileros ofrece mensualmente, la literatura cobra vida en la voz de las y los narradores que ofrecen su canto; es un sello que ha construido con tesón Hena Carolina Velázquez Vargas, narradora oral, ferrocarrilera de corazón y periodista. Ella encabeza el Libro Club Teodoro Larrey (18721944) desde su creación, en 2013, nombrado así en honor al trabajador mexicano homónimo cuyos impulsos por tener una mejor situación laboral derivaron en la creación de la Unión de Mecánicos Mexicanos Ferrocarrileros que a la postre sería el semillero del que nacería el Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana en 1933.
Carolina es hija del sindicalista ferrocarrilero Guillermo Velázquez, cuyo patrimonio documental en torno a su vida sindical pasó a formar parte del acervo del Museo de los Ferrocarrileros; este fue el primer motivo que la acercó a Zarco Flores. A los pocos años de haberse inaugurado el Museo, como parte de una iniciativa gubernamental tuvo la encomienda de realizar acciones asertivas en torno a la erradicación de la violencia en contra de las mujeres, lo cual sería al paso del tiempo el inicio de una estrecha relación entre Carolina y el Museo de los Ferrocarrileros. Como parte de esa iniciativa, entre 2010 y 2015 se crearon cuatro videos documentales para dar cuenta de los aportes de las mujeres en la historia del ferrocarril, en la cual colaboró Hena; entre ellos destacan: Historia de unas mujeres que escalando por las nubes llegaron al cielo y Una historia digna de contarse: las esposas de los trenistas de camino. A través de estas historias imprescindibles podemos conocer la importancia que tenía el ferrocarril para miles de mexicanas y mexicanos,
La narración oral es un patrimonio que ejercemos todas y todos; es un arte primigenio que nos permite honrar nuestra memoria, porque narrar historias, tradiciones y anécdotas nos permite reconstruir la identidad personal y colectiva. El personal del Museo de los Ferrocarrileros, encabezado por el maestro Zarco, y Alejandra Correa, coordinadora, esperan celebrar su veinte aniversario honrando la memoria del museo.
así como la gran pérdida cultural que significó su antipatriótica privatización por parte del régimen zedillista: las garras ansiosas de oro de las empresas estadunidenses se asentaron en nuestro territorio y la soberanía fue vulnerada. Pero la historia ha mostrado que el ferrocarril es funcional no sólo para el transporte de carga sino también el de pasajeros, y hoy su andar tiene nuevos bríos.
IV
LA PALABRA, COMO la memoria, echa raíces. La Red de Narradoras y Narradores Orales Guardianes del Patrimonio en la zona de La Villa combina narración oral y rescate del patrimonio, experiencias de vida y cariño por esta ciudad donde nos tocó vivir y crecer. Ese habitar comienza desde la persona, que a partir de su propio cuerpo como primer territorio/casa, buscará transmitir a partir de la voz esas historias vinculadas al tren, al crecimiento de la ciudad. Este proyecto, liderado por Hena Carolina, se combina con las actividades del Libro Club Teodoro Larrey, en el que participan Zyanya Mejía, Trigo Martri y Azucena Capulín, entre otros compañeros y compañeras que coordinan las actividades.
Para Carolina la narración oral es un patrimonio que ejercemos todas y todos; es un arte primigenio que nos permite honrar nuestra memoria, porque narrar historias, tradiciones y anécdotas nos permite reconstruir la identidad personal y colectiva. El personal del Museo de los Ferrocarrileros, encabezado por el maestro Zarco, y Alejandra Correa, coordinadora, esperan celebrar su veinte aniversario honrando la memoria del museo: buscarán recopilar y dar a conocer los nombres de cada una de las personas que han colaborado para su desarrollo.
Por último, el maestro Zarco comenta sobre la importancia de que el Museo tenga un foro propio, pueda ensanchar sus límites y eso haga posible ampliar su oferta cultural. Es vital y crucial que este recinto ubicado al norte de la ciudad siga en pie. Único en su vocación, y en pleno siglo XXI, es uno de los pocos espacios museísticos gubernamentales ubicados al norte de Ciudad de México ●
▲ Museo de los Ferrocarrileros, CDMX, 2023. Fotos: La Jornada / Roberto García Ortiz.
DECIR DESDE LO NO DICHO
Dinámicos atrevidos. Selección de poemas 2001-2025, Inti García Santamaría, El Pasto Verde Records, Perú, 2025.
En la poesía mexicana no todo es solemnidad. La alquimia de los versos irreverentes y su capacidad satírica para hacer chillar a las palabras puebla una fugitiva zona de turbulencia en la producción poética actual. Un presente poético que es también un cortocircuito entre la continuidad y la ruptura, entre la celebración y la experiencia, entre la ironía y el escepticismo.
Una voz empeñada en los reversos de la escritura, la disolución de códigos, el juego lingüístico, la experimentación tipográfica, donde el sentido conceptual y la materialidad de las palabras reside en su plasticidad y mutabilidad, es el poeta Inti García Santamaría (Ciudad Nezahualcóyotl, 1983), quien reúne más de veinte años de poesía bajo el sugerente título de Dinámicos atrevidos. Selección de poemas 2001-2025, publicado en la editorial arequipeña El Pasto Verde Records. Muestra que contiene Corazoncito (2004), su primer libro publicado; Hasta aquí nada pudo separarme del cielo (2010); dos series de poemas largos, Cuaderno de los rombos que florecen (2010) ‒publicado en el número 139 de la revista Crítica‒ y Tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida (2010), parte del libro colectivo Prueba de soledad en el paisaje (2011), “experiencia de creación poética en contrastación con la llanura pampeana”, propuesta por Arturo Carrera para cuatro semanas de escritura en el Espacio Quiñihual, a 550 km de Buenos Aires; Évelyn (2018); Azúcar impalpable (2022), y Otros poemas, publicados en diversas revistas. La selección, elaborada por el autor, “ofrece un hilo conductor ‒dicen los editores en la contraportada del libro‒ que siempre te hace un campito en su labor de contemplar el mundo, una poesía que abraza mientras busca platillos voladores bajo cielos llenos de borreguitos, o de constelaciones, o de rombos que florecen en sofás”. La de Inti es una escritura que desconfía de la escritura poética, que echa anclas en el astillero cabal de la mejor tradición de la poesía conversacional y opta por una sensibilidad que raya en la candidez y sordidez de la experiencia humana; “la resaca humana reducida a lenguaje”, ha escrito Eduardo Milán. Su oleaje lisonjea los rizomas de la cursilería y de lo kitsch y halla el modo de nombrar sucesos que difícilmente volverán a repetirse fuera de los límites del poema. García Santamaría abraza la poética de lo inconcluso, la ironía y del descreimiento por la poesía. Escepticismo que nombra apotegma en el poema “Estival”, que abre su primer libro y Dinámicos atrevidos. Traza de una poética que ha madurado su decir en lo no dicho; en la promesa de un decir poético omitido innumerables


veces o roto adrede ‒entre mutaciones y certezas‒pero que gesta cordialmente un decir armonioso de la digresión simbólica que guardan las palabras en sus manos.
Mención especial merece la serie de poemas Cuaderno de los rombos que florecen y Tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida. Confirman un decir sólido y depurado. En el primero, una dislocación ‒en los poemas en prosa‒ de la literalidad y la parodia, y de sugerentes cortes poéticos al final de cada poemaprosa ‒en el segundo‒, que esparcen otro poema en su horizontalidad.
El poeta nezatlense encuentra la poesía donde pretendidamente no quiere nacer o no fuera a nacer nunca el poema. Dinámicos atrevidos encuentra también un ágora especial, un empaque de presentación a la manera de las figuras o muñecos de acción. Tres carátulas y personajes distintos en cada portada coleccionable. “Proyecto largamente soñado” y consumado por los editores en un blíster que contiene: un libro en edición especial, un estudio del crítico Edward Álvarez Yucra, cuatro cards ilustradas por Jeremy Ayala y un Certificado de garantía de EPVR. Los tres modelos de cubiertas corresponden a las mismas ilustraciones de las tres primeras estampas, seleccionadas a partir de diferentes poemas del autor: Ciudadano Dadá, Nicté y Top-0; una cuarta es un Retrato del poeta “surfeando en las calles de ciudad Neza”.
El poeta que usaba máscara en la lectura de poemas seguirá surfeando de soslayo y de reojo, y estará cerca de la poesía como señala en “Variaciones a partir de un poema tamil”, al revisar los mensajes no leídos, al leer un flyer para pedir sushi o cuando se quede sin batería su celular. Su arrebato poético mora en sus soportes, temas, recursos, juegos del lenguaje, referencias, poemas visuales, títulos “a contrapelo” que conforman series (“Elvis del Perú” o “The Centurion Lounge”) y una poética imagética que linda en lo a-poético ●
Qué leer/

Clandestina, Elena Méndez, Instituto Sinaloense de Cultura, México, 2023.

ELENA MÉNDEZ escribe: “Mis pies no fueron besados por su boca./ Esos pies que usted alabó pero se contuvo de venerar y mejor veneramos a Venere,/ que rondaron por su espalda plagada de lunares,/ descubiertos ociosamente al profanar la alcoba con la luz artificial del celular./ Usted me dijo: ‘No me vayas a tomar fotos’,/ pero cuáles fotos le iba yo a tomar,/ si mi teléfono era modelo muy pero muy antiguo./ Y también le gustó mi pelo y mis senos y mi actitud,/ supongo que por haberlo ignorado todo el santo día,/ y hasta me confesó que me creía sáfica,/ pero mi piel le demostró hacia quién se desbordaba mi deseo./ Y yo quería dormir y llorar y reír y seguir cohabitando o disfrutar el postcoito y permanecer insomne con usted,/ aunque supiera que en el fondo era inasible./ Y sé que esto dista de ser un poema/ pero qué quiere, usted me ha puesto lírica irremediable y no quiere que lo destroce/ y, sin embargo, me ofrece su yugular clavando en mí su mirada expectante.” Y también: “Con esa sonrisa me penetras/ aunque no me toques.” Y asimismo: “Nunca pisamos el césped húmedo,/ ni enredaste una flor en mis cabellos./ Nunca dijiste: ‘Báñate conmigo’, a pesar de usar mi regadera./ Nunca hubo un beso furtivo/ en una oscura sala de cine,/ ni abrazos de cartoncito al doblar la esquina,/ ni un poema en una servilleta/ (vamos, ni conocí tu letra).”
Las lluvias de Estocolmo,
Edgar London, Universidad Veracruzana, México, 2023.
LOS EDITORES de la Universidad Veracruzana aseveran: “Cerrar las puertas de nuestra casa no siempre nos pone a salvo del peligro. A veces nos deja a solas con él. La indefensión se exacerba cuando la amenaza proviene de quien menos lo esperamos.


Las interrogantes de siempre –¿qué hacer?, ¿dónde encontrar ayuda?– ya no tienen cabida. Las víctimas de Las lluvias de Estocolmo aprenderán que hay preguntas que tienen una sola respuesta y que no vale la pena ser formuladas.”

Anarcafeminismo, Chiara Bottici, traducción de Sion Serra Lopes, prólogo de Laura Llevadot, Ned ediciones, España, 2022.
LA ESCRITORA DICE: “En Calle de dirección única hallamos un certero aforismo que lleva por título ‘Ministerio del Interior.’ En él, Benjamin establece una punzante distinción entre el político anarco-socialista y el político conservador. El primero, dice, ‘ha de someter su vida privada a las normas que quiere convertir en la ley propia de la sociedad futura.’ El segundo defiende en público lo que socava en privado, como si saltase la norma sólo para confirmarla: ‘Sin el menor remordimiento, entiende secretamente su comportamiento como la prueba estricta y contundente’.”
Dónde ir/
Elsa-Louise Manceaux: notas de voz. Curaduría de Marielsa Castro Vizcarra. Museo Jumex
(Miguel de Cervantes Saavedra 303, Ciudad de México). Hasta el 8 de febrero de 2026. Martes a domingos de las 10:00 a las 17:00 horas.

CASTRO VIZCARRA dice: “Notas de voz es una instalación que expande los límites de la pintura al integrarla con el habla, el texto, la tipografía, la imagen en movimiento y el sonido. Desde hace más de diez años ha transformado la pintura de un campo visual a una interfaz mediática que entabla diálogos afectivos. En su práctica, el recorrido histórico de la pintura tradicional se desvía hacia otras formas de uso, comunicación y entretejido de relaciones íntimas y emocionales y en notas de voz, por la correspondencia vocal. Como señala la propia artista en uno de los aforismos presentados en la instalación: “medio, voz, interfaz… relación.”
Carlota.
Dramaturgia y dirección de Rodrigo González. Con Alejandra Chacón. Castillo de Chapultepec (Primera sección s/n, Bosque de Chapultepec, Ciudad de México). Hasta el 6 de diciembre. Sábados a las 20:00 horas.
GONZÁLEZ CONFIRMA: “[es] un viaje a través [de] la locura de la emperatriz Carlota, en su trágico Imperio de oropel, por su amor a México y a Maximiliano de Habsburgo, narrado con danza, teatro y música en vivo.” ●

En nuestro próximo número
LA POESÍA DE SERGUÉI ESENIN

Arte y pensamiento


▲ 1. El Taller de Pintura en proceso.
2. Mural Anatomía de la ausencia.
3. Intervenciones murales de Literatura y Creación Literaria.
Casa Lamm: un proyecto de aula expandida
Para Claudia GH, siempre presente
EL ÁREA ACADÉMICA de Casa Lamm (@casalammeducacion) ofrece un amplio programa de licenciaturas, maestrías, doctorados, cursos libres y talleres de muy diversas temáticas en torno a las artes visuales, las letras y la cultura en su amplio espectro. En días pasados se dio a conocer el proyecto colectivo que los alumnos de distintas generaciones de Historia del Arte y Creación Literaria realizaron en las instalaciones de la escuela. Dos obras murales, una pictórica y otra de esencia literaria, establecen entre sí una red de vasos comunicantes que nos hablan de las inquietudes, anhelos y reflexiones existenciales de los jóvenes estudiantes que dedicaron largas horas al desarrollo conceptual y producción de las obras. Bajo la dirección del artista Plácido Merino, maestro del Taller de Pintura de Casa Lamm, los alumnos de la licenciatura en Historia del Arte concibieron una pintura mural de gran formato que, a decir del maestro, “no sólo representa un ejercicio plástico, sino un proyecto de investigación y pensamiento visual que sitúa al mural como una práctica viva dentro del campo académico”. El proceso creativo permitió a los alumnos experimentar los fundamentos técnicos, estéticos
y conceptuales del muralismo contemporáneo, desde su diseño hasta su ejecución en los muros de la plazoleta del área académica. Para Merino, en este proyecto “Casa Lamm reafirma su vocación como institución formadora de pensamiento artístico, donde la enseñanza trasciende el aula para habitar el espacio mismo. El mural se convierte así en una extensión pedagógica, un aula expandida que estimula la creación colectiva y el diálogo entre tradición e innovación”. En forma paralela, los alumnos de Literatura y Creación Literaria, bajo la batuta del maestro Federico Ballí, narrador, poeta y ensayista que imparte diversos talleres y el curso de Poesía del Siglo XIX, intervienen los muros con el lenguaje de las letras y crean metáforas visuales que nos remiten al mundo sensible de las palabras. Así lo expresa el maestro: “Decidimos que lo más adecuado para nuestra parte del mural sería hacer poesía visual, un tema que justamente estábamos estudiando en la materia de poesía del siglo XIX. Para fomentar la participación de todos y jugar con la espontaneidad, decidimos que el poema fuera un ‘cadáver exquisito’.” Este ejercicio poético-lúdico quedó plasmado en el muro, así como el collage de poemas titulado EXIT y la pintura James, no iremos al faro que evoca la gran novela de Virginia Woolf, El faro. Pintura, poesía, crea-
ción plástica y literaria se entreveran en este proyecto de jóvenes estudiantes que ven en el arte y la poesía una posibilidad de crear un mundo mejor. Celebro las palabras del doctor Juan José Rosado, director de Educación en Línea y titular de diversos cursos y talleres en Casa Lamm: “El evento que recientemente tuvo lugar develó un extraordinario mural, talento de los estudiantes y de uno de sus maestros, pero también se desplegaron los talentos de nuestros estudiantes de letras, a través de la presentación de la revista digital Casa Tinta, así como de la lectura de una poesía fresca, intensa, representativa de las nuevas generaciones y de su deseo de dejar huella en nuestra cultura. Lo anterior demuestra que las artes y las letras siguen siendo el termómetro por excelencia de la sensibilidad y la educación de un país. Cuando una nación sólo piensa en negocios y política, se halla en un estado primitivo; en cambio, cuando además expande su visión hacia la cultura y, en particular hacia las artes, se casa con lo más humano y perenne de nuestra especie: su producción cultural, su sensibilidad, su competencia intelectual, su desarrollo y crecimiento espiritual.” Así lo decía también el gran Dostoievski: “La belleza salvará al mundo”, frase que guía a los formadores de las jóvenes generaciones que ven en el arte y la cultura el faro de su devenir ●

Tomar la palabra/ Agustín Ramos Lis y Tram comen jelpos*
LOS CHES CON minúscula hacen chistes a nuestras costillas. En uno, tres mexicanos de sarape y sombrero dormitan al pie de los cactus. A mediodía ven pasar un automóvil. Cuando la polvareda y el ronquido del motor terminan de aplacarse y el auto se ha vuelto ojo de hormiga, habla el de la derecha: Ooigan, cuaates, ¿vieeron ese Chevrolé? Tras un silencio largo, el de la izquierda se acaricia el mostacho, lo piensa y por fin se anima: No eera Chevrolé, maano, eera Ford. Callan con más ganas, hasta que, al pardear la tarde, el de en medio se levanta rezongando: Mejor me vooy, no me guustan las discusioones.
En otro, a la hora del casorio en una iglesia, el rival del novio llega vestido de charro disparando a mansalva. Ni el cura la libra. Pero la novia está intacta. Sonando espuelas, el charro se le acerca y pregunta: ¿Por qué tan sola, chula? En otro más, Juan sale de la cantina abrazando a su compadre. Oye, Pepe ‒le comenta‒, ¿ves al Pancho? No, Juan, ¿cuál Pancho, tú? Aquél, puesn, el que está con los pelaos. No, pos no lo distingo, dame un norte. Juan saca su pistola, dispara y dice: Ese mero, el que me acabo de quebrar.
El verbo mexicanear es menos chistoso. Lo usan mucho en Argentina para mentar la estafa de un ladrón en perjuicio de sus cómplices. Van tres ejemplos. Karina Milei mexicaneó al gabinete de su hermano con moches del 3 por ciento. Trump y los bancos gringos mexicanearon a Javier Milei con el salvataje prometido. Y, acá, el PRI mexicaneó al PAN en el reparto del botín de Coahuila, como lo denunció un lúcido líder azul con el clásico “papelito habla”.
Detrás de lo gracioso está lo desgraciado. Con extorsión e injerencia impúdica de Trump, una Argentina mexicaneada electoralmente terminó de encumbrar al orate que la gobierna. Y si bien los resultados impidieron el aumento en la inflación, también desataron una hiperinflación de análisis, interpretaciones y explicaciones de la más variopinta oposición, sin que ni de chiste asomara la menor autocrítica. ¿Autocrítica de qué, che, si la argentinidad aldeana y tanguera ni de joda se equivoca? Al contrario, cada día canta mejor.
La Argentina de los chistes, que la historietista Maitena retrata desde dentro con humor fino, supera el humorismo involuntario de la mexicanidad, esa caricatura refriteada -mexicaneada- a Samuel Ramos por el Paz colonialista, oportunista y jijuesú. Y aunque en el México lindo y querido, de dientes para afuera pecamos de una xenofilia que ni el extranjero más ingrato puede negar, no cantamos mal las rancheras con chistes más de veras y menos de película ranchera.
Aquí, un chiste muy sobado cuenta que, cuando hay relámpagos, los argentinos salen a la calle para que Dios los pueda fotografiar. Otro, reciente, decía que si Jorge Bergoglio deveras fuera argentino no se habría puesto Papa Francisco sino Cristo II. Y otro más, define al ego como ese pequeño argentino que todos llevamos dentro. Pero, ¿por qué “pequeño”, che, si descendemos de barcos y no de homínidos?, y, por qué “dentro”, ¿si somos lo brillante?
Esa fama del argentinismo pretencioso, chocante, ególatra, no nomás la cantamos los mexicas. Al mediar los 70 del siglo XX, los chilenos del exilio hacían circular el comentario -atribuido a García Márquez- de que antes del Che Guevara los argentinos se creían los más europeos de América Latina, y que después del Che creyeron ser los más latinoamericanos de América Latina.
*Listen, Trump! Come and help us!, declararon en la marcha pseudoGenZ convocada por el narcoprianismo. Lo mismo implora la venezolana Premio Nobel de la Paz, Corina Machado, y no es mera coincidencia ●


Biblioteca fantasma/ Evelina Gil
Sandra Becerril: desde el infierno:
LA MEXICANA Sandra Becerril (México, 1980) es la precursora del terror literario en Latinoamérica, mucho antes que la argentina Mariana Enríquez. Lo más parecido a un Stephen King en castellano, si bien ha sido más prolífica y reconocida como guionista de cine. Está tras el guión colectivo de la película hollywoodense Nightmare Cinema (2018). Su más reciente novela es El carnaval diabólico (Hachette, México, 2025), una de las más pesadillescas de entre sus cincuenta libros. Y arriesga respecto a la técnica narrativa que indaga en los puntos de vista de los personajes. Su protagonista, Chloe, una escritora de novelas de terror, se le parece bastante: “A veces me han preguntado en entrevistas cómo, siendo mujer, con esa cara ‒asumen que es amable‒, con la inspiración, no escribo algo más ‘bonito’. Algo de amor”, o: “¿Por qué me cosifican por escribir un género?” Sandra ha respondido la misma pregunta infinidad de veces, pues la dulzura de su rostro contrasta vivamente con el horror extremo de sus historias. Al igual que ella, Chloe es una afamada autora de novelas de terror, sólo que de nacionalidad estadunidense, donde se valora mucho más este género, por lo que aspirar a vivir de sus regalías es viable. Ha aceptado una invitación a participar en un festival del terror en Chiapas, aunque su principal razón para aceptar es reunirse con su amante mexicano, Antún, coorganizador del susodicho festival. Chloe posee todo lo que una escritora puede anhelar, fama y fortuna, pero también lo que para el común de mujeres sería la dicha total: un esposo guapo como actor de Hollywood y una hija sana y preciosa. Pero Chloe se siente infinitamente aburrida de su vida conyugal. Aunque no se indaga mucho al respecto, es posible concluir que Chloe incurrió en el matrimonio y la maternidad aspirando a una cierta “normalidad”, pues desde niña se vuelve consciente de que posee un poder maligno que canaliza a través de la escritura, lo que la lleva a crear (o incubar) monstruos que provocan pensar en el
fenómeno declarado por muchos autores reales, respecto a que no tienen control sobre sus criaturas que escapan a planes preconcebidos para sorprenderlos con giros no contemplados. Dicha premisa es llevada aquí a su máxima expresión: Christian, protagonista de muchas de las novelas de Chloe, elige aquel festival para hacerle ver a su creadora que no está dispuesto a permitir que continúe torturándolo; que habrá de intercambiar papeles con ella: ahora es él quien la escribe.
Desde el preciso instante de su llegada, la escritora comienza a experimentar fenómenos que parecen surgidos de su truculenta imaginación y terminan deslindándola de la realidad, como si se separara de su propio cuerpo, sensación que Becerril traslada a la escritura en forma admirable. Aunque Chloe mantenga una ilusión de control, cada vez que abre el archivo de su nueva novela en su laptop, es como escribir desde el infierno que, contrario a lo que se piensa, es tan gélido que quema. Pese a que en un principio la escritora parte plaza y firma decenas de libros, no tardará en ser repudiada por los moradores de esa Comitán transfigurada que no deja de parecerse a la de Rosario Castellanos. Su principal malqueriente es Lupita, la sumisa pero no menos peligrosa esposa de Antún, su amante, con la que mantiene una tensión que generará angustia en el lector. “Sí, se dice Chloe, todos los escritores estamos dementes. Oscar Wilde decía que debemos desconfiar de la gente que se dice normal”, y en aquel entorno poblado de gente demasiado “normal”, una escritora que tiene el poder de arrastrar demonios y caminar junto a espectros que sólo ella ve, es un blanco a destruir.
El carnaval diabólico es una novela arriesgada, anómala, que apuesta más por una narración estratégica que por una lírica, aunque el elemento poético no está ausente. Sandra Becerril trabaja ya en una adaptación de esta novela para la pantalla grande ●

Arte y pensamiento
▲ Guillermo Briseño, foto intervenida por Alonso Arreola.
Bemol sostenido/
Alonso
Arreola
@escribajista
Memo Briseño, 80 pinches luces
GUILLERMO BRISEÑO acaba de soplarle a ochenta velitas en un pastel de cumpleaños. Lo celebramos. Su vida como músico, poeta, divulgador (en radio y televisión) y como maestro de mirada crítica, es una de las más encomiables en la historia de la música mexicana. Es por ello que aplaudirle en el Teatro de la Ciudad este domingo 30 de noviembre no sólo es rendir homenaje directo, sino reconocer el efecto de los puentes que ha tendido entre sonidos, palabras y personas. El espectáculo se llamará ¡Apaga la pinche luz! Dicen sus biógrafos que desde muy joven siguió una formación poco común para el ser “rockero”. Que a los ocho años recibió lecciones de piano clásico, pero muy pronto su oído rebelde lo dirigió hacia los precursores del rock: Jerry Lee Lewis, Ray Charles y Little Richard. Dicen que en su adolescencia ingresó a bandas como Los Masters y que más tarde formó parte de Cinco a Priori, donde comenzó a mostrar su peculiar imaginería. También pasó por El Antiguo Testamento y por Soul Force (en esta última con Javier Bátiz).
En 1970 se integró a Cosa Nostra, grupo que viajó por Centroamérica y Estados Unidos. Después fundó su trío junto a Gilberto Flores (batería) y Mario Carrasco (bajo). Luego se les unió la gran Hebe Rosell. En los años por venir surgirían combos variopintos: Briseño y el Séptimo Aire, Briseño y la Banda de Guerra, Briseño Blues, Briseño y El Glorioso Magisterio, todos ejemplo de su versatilidad al fusionar blues, progresivo, rock y música clásica. ¿Teatro, danza, cine, infancia? Por supuesto. La vida y la curiosidad le alcanzan para todo. Allí están sus trabajos sobre Romeo y Julieta (Escenas sinfónicas); para la Compañía Nacional de Danza (Otros adioses); para el director Sergio García Michel (dos películas); para niños (Quiero ser parte del cuento). Por otro lado, aunque Memo estuvo cerca del movimiento rupestre y del rock urbano en ambientes cruciales del otrora Distrito Federal (de allí el homenaje a Rockdrigo), su lírica exige una reflexión distinta. Los versos que salen de esa pluma suya dialogan con la poesía de buena técnica (¡sólo hay que repasar los títulos de discos, programas y conciertos!) Es así que su herencia no se reduce al escenario. También ha escrito varios libros. Entre ellos Recetas de familia, un poemario-disco cargado de memoria, sabores y pérdidas, así como Música dicha, silencio intacto y otros elogios, en donde reconoce la sangre común entre música y poesía. Hablando de pedagogía, su legado más importante es la Escuela de Música del Rock a la Palabra, fundada en 2006. En ese espacio de Coyoacán forma jóvenes músicos en técnica instrumental (guitarra, piano, voz, batería, bajo) y en escritura, composición, crítica musical, lectura y reflexión. Su idea, hoy más necesaria que nunca, es la de una preparación integral que sustente la aspiración a un arte duradero. Así pues, con los ochenta años de Briseño no sólo festejamos una longevidad y lucidez admirables; honramos una existencia entregada a la alteridad, con buenas y muy necesarias dosis de provocación e irritación del sistema que nos compete a todos. En ese trayecto… Sí… La luz como ruido de fondo. La luz como distractor. Como espejismo. La luz como obstáculo de los oídos. (Apaga la luz... Así se llamó el programa radiofónico que tuvo por doce años.) Apaguemos pues la pinche luz y vayámonos ya mismo al teatro para abrazar a Guillermo, lectora, lector. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos ●









Cinexcusas/ Luis Tovar @luistovars



Guionistas que dirigen o al revés
COMO BIEN se sabe, a principios de los años noventa del siglo pasado, sobre todo a partir de Sólo con tu pareja, ópera prima en largometraje de ficción del hoy muy afamado y exitoso Alfonso Cuarón, fue que comenzó a hablarse de un “nuevo cine mexicano” en contraposición al que, con esa lente necesaria y faliblemente gruesa que implica considerar las cosas en bloque, y no obstante las numerosas excepciones que pudieran saltar, por simple antinomia vendría siendo el “viejo cine mexicano”. Desde entonces han transcurrido tres décadas y media, poco más de un tercio de siglo curiosamente plagado de tantos “nuevos cines mexicanos” como le ha parecido pertinente declarar a muchos de sus hacedores y a no pocos de sus comentadores, pero no menos curiosamente sin que ni unos ni otros tengan del todo claro, o se hayan tomado a fondo la molestia de hacer explícito, qué más le ven de “nuevo” a lo que ya se suponía que lo era.
Eso sí, generalizaciones y lugares comunes no han faltado: que si la temática, que si el manejo del lenguaje cinematográfico, que si una visión de la realidad en sintonía con ciertas transformaciones sociales… como si algo muy parecido, incluso exactamente lo mismo, no pudiera decirse del cine mexicano de los años ochenta, por poner el caso inmediato anterior, o el de los setenta, o más atrás; es decir, como si cada cierto lapso no sucediera lo que siempre ha sucedido: el abordaje preferente o reiterado de temas específicos que prevalecen sobre otros, apartando a estos últimos del centro pero sin desaparecerlos del todo; el empleo de las herramientas cinematográficas que cabe esperar en función de la experiencia acumulada y la historia heredada que pasa de las generaciones previas a las emergentes; y claro, la correspondencia –certera o no, exitosa o no, eso ya es otro cantar– entre la permanente transformación de la sociedad y uno de sus ecos culturales-estéticos, en este caso el cine.
Dicho de otro modo, eso que ha querido verse como atributo del “nuevo”, y luego de los siguientes “nuevos cines mexicanos”, jamás le ha sido exclusivo, por lo
cual habría que buscar en otro u otros aspectos la diferencia, ésa sí evidente, que se puede apreciar entre lo que se filmaba y funcionaba hará seis o siete décadas atrás, y su correspondiente en el referido último cuarto. Como es de conocimiento colectivo, la más clara de las diferencias entre dichos antes y después es la inmensa entre lo que alguna vez fue una industria sólida, autosuficiente en lo económico, lo genérico, lo temático/estético y demás aspectos, y lo que vino después, es decir la desarticulación, luego enanización y más adelante virtual desaparición de aquel sistema/modelo de producción fílmica, a cambio del cual nos quedó un no-sistema generador de garbanzos de a libra, cineastas siempreapoyados y otros siempresoslayados, así como esfuerzos individuales la mayoría, algunos de carácter colectivo, siempre presas de un aislamiento pavoroso y una dependencia ídem de sustento económico oficial.
Cosa de pensarlo un poco
DANDO POR descontado ese abismo, otra de las diferencias intrínsecas más notables pero que, muy paradójicamente, a pesar de ser las más deploradas al mismo tiempo es de las menos abordadas con el propósito de ponerle remedio, es la casi extinción del guionismo entendido y practicado como un oficio por sí mismo, como lo era en aquellos tiempos. Había guionistas, y no pocos, que se dedicaban sólo a eso, a escribir guiones, a diferencia de lo que, con más frecuencia que nunca, comenzó a suceder precisamente con el arribo del mencionado primer “nuevo cine mexicano” de las décadas recientes: No excepcionalmente, sino como constante, lo de hoy son directores que escriben su propio guión y, como es obvio, están pensando más en dirigir que en otra cosa. Que los hay buenos en ambos oficios, ni duda cabe, pero eso no significa que en todos los casos quien quiere dirigir sea su propia mejor opción para la escritura del guión que necesita. Es cosa de pensarlo un poco: antes había guionistas, muchos, que no se ponían a dirigir, y al cine mexicano, “nuevo” o no, le iba bastante bien ●
Cuento
José A. Castro Urioste
Así cuentan de mi padre

ENTONCES ME HE venido a Lima después que se ha muerto mi padre. Dicen que cuando él ha estado durmiendo de sorpresa lo han besado y que por eso se murió. Así dicen todos. Solito me he venido a Lima y aquí aprendí lo que sé hacer. Porque yo no sabía arrear, ni cortar cachos, ni poner aguja por debajo del cuero sin que me vaya a caer una patada. Duele la patada del toro. A mí me ha caído en la pierna cuando estaba aprendiendo. De ahí no he vuelto a dejarme. Pero al Zacarías, ése que trabaja más abajo, le ha dado un toro ahí, donde uno es hombre, y él se revolcaba en la tierra como si con todo su cuerpo estuviese escarbando. Después se ha quedao tendido de dolor y dicen que desde esa vez ya no puede tener hijos.
Mucho cuidao, mucho cuidao, así me decían cuando he empezao a trabajar. Porque yo aprendí aquí nomás, en Pachacamac. Es que en mi pueblo la gente aprende lo que son su familia. Y en mi familia todos eran arrieros. Mi abuelo, mi tío, mi papá. Todos arrieros. Mi taita tenía mulas. Yo las he visto. Y él iba por Ayacucho y llevaba alcohol, coca, ropa, pan. Todo eso cargaba en sus mulas y cuando quería hacer más negocio agarraba un carro y se iba hasta Ica y venía con arroz, ropa, harina.
Una vez mi padre ha pasado por un pueblo de Lucanas que está cerca a Ica. Él quería hacer más negocio y se ha ido en un carro, pero esa vez había paludismo y a mi padre le agarró porque tenían que cruzar ríos llenitos de
zancudos. Entonces se ha venido a la casa a sanarse. Con fuerza le ha agarrado el paludismo y le hacía sacudir todo su cuerpo. Así, de a pocos, mi padre comenzó a curar y cuando ya estaba mejor ha subido al puquial donde sus mulas tomaban agua. De seguro sintió calor y al costao de una piedra grande encontró una sombrita y viendo y viendo a sus mulas se ha quedao dormido. En su sueño de sorpresa lo han besao en la boca y de pronto ha sentido que lo hincaban en las costillas. Fuerte y fuerte lo han besao como para no desprenderse de él, como para llevárselo con todas las ganas. Entonces mi padre despertó y como a unos diez metros ha visto una figura que parecía una nube oscura que se iba y él le ha gritao pero la figura se ha ido para abajo y ha desaparecido en la catarata que había.
De allí mi padre ha llegao a la casa. Dicen que lo veían mal y le preguntaban qué te pasa. Nada, dice, nada y después, en veinticuatro horas, ha botao harta sangre y recién contó que una figura como nube oscura lo había besao con muchas fuerzas y lo había peñiscao en las costillas. Así murió mi padre. Un beso le ha robado la vida. Dicen que ese cerro donde estaba él durmiendo tiene encanto y que a cualquiera se lo come. Al año de eso se ha venido mi hermano a Lima. Después yo, y aquí aprendí a andar con mucho cuidao para que no me coma ningún cerro, ni el toro me patee, ni nadie me bese como una sorpresa ●
▲ Collage digital. Rosario Mateo Calderón.