
19 minute read
J.P. DUCH, CORRESPONSAL
by La Jornada
Aloja el MNSC Una máquina estética, de Manuel Felguérez
El arte mexicano debe al artista “un proceso de transformación vital”, apuntó Lucina Jiménez en la inauguración de la muestra
ÁNGEL VARGAS
El arte mexicano debe a Manuel Felguérez (1928-2020) “un proceso de transformación vital”, afirmó la directora general del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), Lucina Jiménez, al inaugurar este sábado la muestra Una máquina estética, en el Museo Nacional de San Carlos (MNSC, en avenida México-Tenochtitlan 50, colonia Tabacalera).
Con esta muestra, conformada por 17 esculturas y la reproducción de una serie de diseños realizados en computadora a mediados de la década de los años 70, el instituto y la Academia de Artes rinden homenaje al pintor y escultor zacatecano.
Es “uno de los pioneros en esta exploración del arte y la ciencia, el arte y la tecnología. Pionero, además, en el vínculo entre el arte abstracto y los espacios públicos”, aseveró la funcionaria en la ceremonia protocolaria.
“De tal suerte que estamos hablando de un muralista abstracto que coloca esta vertiente que rompe con lo que venía siendo la tendencia artística en México a ser estrictamente figurativa y narrativa, para plantearse una exploración del arte desde un lenguaje muy propio.”
Dedicó su vida a la gráfica
Lucina Jiménez recordó que el artista transitó “prácticamente por todas las formas artísticas, desde el trabajo que hace en la gráfica, a la que dedica una vida entera, hasta el óleo y la escultura”, así como su profunda generosidad al estar siempre dispuesto a compartir sus conocimientos con las nuevas generaciones.
De la exposición, destacó que está conformada por “una obra fundacional”, ya que para el trabajo del creador “significó un quiebre, un punto de partida al-
17 esculturas y diseños hechos en computadora integran la exposición
rededor del cual él va construir después una gran multiplicidad de universos”.
Al respecto, la historiadora del arte Louise Noelle, secretaria académica de la Academia de Artes, remarcó que esas esculturas “son parte de un momento fundamental” en la producción artística de Manuel Felguérez al derivarse de su estancia en la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, tras obtener en 1975 la Beca Guggenheim y haber contraído matrimonio con Mercedes Oteyza.
Novedoso método
“Su proyecto era aprovechar las grandes computadoras que esa institución poseía y trabajar en ese laboratorio de cómputo, La maquina estética, en colaboración con el ingeniero Mayer Sasson. El inquieto artista buscaba por ese novedoso método una relación entre arte y ciencia, cuyo resultado, publicado poco después, se vio plasmado en una serie de pinturas y esculturas.”
Luego de recordar que la Academia de Artes cuenta en su acervo con parte de esas obras, donadas por el propio Felguérez, destacó que la fuente de inspiración de las mismas, como narró el artista en un libro, fueron los más 200 dibujos que arrojó la computadora, algunos de los cuales han sido reproducidos en los muros de la muestra y que, dijo, están en haber de Mercedes Oteyza.
“Para mí es una maravilla, y algo tenemos que hacer para mostrarlos: círculos, triángulos y rectángulos que llegaron a constituir un lenguaje plástico con una expresividad propia dentro de la riqueza con fuerte impacto visual y estético que creó Manuel.”
Aunque no estuvo presente, según se dijo por cuestiones de salud, Oteyza envió un escrito en el que indicó que fue “un placer donar” esas obras a la Academia de Artes, y contó que actualmente tiene “el privilegio de arreglar y leer papeles, libretas, cartas, dibujos, fotos, todo destinado a formar parte del acervo documental del Museo Universitario Arte Contemporáneo”, de la Universidad Nacional Autónoma de México.
“El repaso de su vida y su obra es conmovedor, lleno de vitalidad, de esfuerzo ante las dificultades, de interés siempre por el arte, por la naturaleza, por la vida. Para Manuel fue un honor formar parte de la Academia de Artes y agradezco en su nombre este homenaje”, apuntó.
Entre seres mitológicos y color comenzó el Año Nuevo Chino en el Cenart
ALONDRA FLORES SOTO
El conejo de jade y de buen augurio recibió una bienvenida mexicana con un Festival Cultural de Año Nuevo Chino, en el Centro Nacional de las Artes (Cenart). El animal que corresponde al calendario oriental representa el ingenio, la pureza, la amabilidad y la hermosura.
Leones mitológicos y guardianes danzaron entre la concurrida asistencia en los jardines del espacio cultural para recibir de buen ánimo la celebración más importante del país asiático.
Mientras millones de chinos cruzan el país para celebrar con sus seres queridos en sus pueblos natales el nuevo ciclo anual, que de acuerdo con el calendario lunar se inicia hoy, a miles de kilómetros al otro lado del planeta los mexicanos se unieron en un espacio de convivencia familiar de expresiones artísticas del mundo, “en este caso de una cultura de enorme tradición que tiene también gran presencia en la contemporaneidad”, destacó Ángeles Castro, directora del Cenart, durante la apertura de las actividades que culminaron después de las 17 horas con un desfile de Qipao.
Pequeñas linternas rojas colocadas entre las ramas de los árboles marcaron la senda por el Cenart hacia el lugar de fiesta, con las personas sentadas entre los prados en busca de la mejor vista y la sombra tupida. Conejos panzones y dorados, algunos orejones blancos, aparecieron sobre los puestos para la vendimia de la ocasión, donde no faltaron los platillos tradicionales, galletas de la suerte, lámparas de papel, pandas, así como talleres de caligrafía y para aprender el juego de Go.
Una mujer, con vestido satinado azul, a la usanza de la vestimenta china, camina presurosa con su hija en brazos desde el Metro. Ya caminando más lento, tomada de la mano, le dice: “¡Vas a ver un dragón!”, como ocurrió una hora más tarde, al momento en que el ondulante animal daba vueltas sobre el escenario, animado en lo alto por varas sostenidas por una decena de hombres, para representar a este ser mítico asociado con la fuerza, la buena fortuna, la sabiduría y la longevidad. Se dice que entre mayor es la longitud, mayor es la suerte que traerá.
Leones para la buena fortuna
Manejados por dos bailarines, la del león es de las danzas más tradicionales de la celebración de Año Nuevo. La combinación de acrobacias y movimientos de artes marciales tienen origen antiguo para traer buena fortuna. Sincronizados con los sonidos rítmicos del tambor, platillos y gong imitan los sigilosos pasos de la bestia ritual.
La llamativa danza tradicional generó gran emoción al llegar al escenario, bajar hasta los jardines y trepar colina arriba. Al final, los niños miraban asombrados a estas figuras peludas y de ojos grandes. Fueron muchos los que aprovecha-
▲ Leones y guardianes danzaron en los jardines del Cenart para la celebración más importante de China. Foto María Luisa Severiano
ron la ocasión para tomarse fotos con los animales, adormecidos y exhaustos después de su paso enérgico en un caluroso día.
Bajo las imponentes bestias, que según la mitología china tienen la capacidad de ahuyentar a los malos espíritus, habita un grupo de mexicanos con el nombre Fuerza Leona, que entrenan hasta por cuatro meses para representar la danza. En su labor de enseñanza incluyen el aprendizaje de los instrumentos que dan ritmo al baile. Se reúnen en Ciudad Universitaria para acoger a quien esté interesado en unirse a las clase, de manera gratuita, cuenta Kevin Cruz, de 31 años, quien ha dejado a un lado a su compañero animal para reposar. Estos trajes los hacen traer desde China.
Durante el resto del soleado día, se dieron exhibiciones de artes marciales, como whushu, con movimientos que incluyeron espadas, además wudang (taoísta), de shaolin y de choy lee fut (ambos budistas). También hubo muestra de los relajantes movimientos de tai chi y se presentaron bailes con abanicos, así como qigong (chi kung), La gran danza, y casi al final del día volvieron los dragones y leones, a serpentear y saltar por los jardines adornados con linternas rojas.
La vida y obra de un historiador
ELENA PONIATOWSKA
Doctor en historia por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales en París, Manuel Ramos Medina es director del Centro de Estudios de Historia México Carso (CEHM). Gracias a la preocupación de Carlos Slim, la Asociación Mexicana de Archivos y Bibliotecas Privadas en México no ha sido absorbida por Texas, que se llevó muchos acervos de grandes mexicanos. (Allá están todos los autores del boom.)
Manuel Ramos atraviesa todos los días el jardín de Chimalistac frente a la capilla de San Sebastián Mártir, un santo asaeteado. –Manuel, ¿ya sabías de joven que ibas a ser historiador? –No. De adolescente me gustaban las humanidades y la medicina. Después de la prepa, estuve tres años en la Compañía de Jesús; fui a Europa un año y me di cuenta de que ya no podía iniciar la carrera de medicina porque tenía 22 años, y me decidí por las humanidades en la Ibero. Me incliné por la historia en parte por la religión. Estudié las órdenes religiosas, la del Carmen, en sus ramas masculina y femenina. Aprendí a investigar en la Compañía de Jesús; tenía 18 años. La disciplina jesuita me hizo entrar en un terreno que no conocía. Leía libros más bien religiosos relacionados con la espiritualidad, la historia de la Compañía de Jesús, San Ignacio de Loyola, la fundación de la Compañía de Jesús aquí en la Nueva España... me fascinaban. Cuando entré a la carrera, descubrí la historia de la Nueva España, y la de España, que me inquietó mucho; a partir de la licenciatura me dediqué a una crónica del siglo XVII de un fraile carmelita, fray Agustín de la Madre de Dios; la crónica original está en Estados Unidos. La estudié microfilmada y lo anoté todo a mano, porque no había computadoras. Fue un trabajo fascinante. –¡Vives entre libros y has escrito muchos! –Mis libros son mi tesis de licenciatura, maestría y doctorado. Investigo, no hago literatura. Estoy en un taller de novela con Ana García Bergua, los lunes, vía electrónica. Como historiador, me acostumbré a escribir con los documentos, pero trato de soltar mi pluma. Ahora escribo mi primera novela sobre una monja carmelita muy destacada, María Concepción. –¿Quiénes van ahora a la iglesia? –La iglesia ha bajado muchísimo, porque no se pone a la altura de la época que estamos viviendo. –Los Legionarios de Cristo tienen mala fama, a raíz del escándalo de Marcial Maciel; todos se alejaron. –¿Cómo van a venerar a la orden, si al fundador se le sabe todo? Un colega me dijo: “Sí, pero la obra de educación de los Legionarios de Cristo ha sido muy buena”. Han formado a mucha gente, la Universidad Anáhuac, gente destacada, muy inteligente... Maciel debió ser muy inteligente. –Y superperverso. Si ya no hay vocaciones es porque nadie quiere parecérsele... –Quise ser religioso. Una de las cosas que más me inquietaba era viajar y dije: “Seguramente aquí me va a tocar, pero cuando ya sea muy grande”. Desde los 12 años, mi obsesión fue viajar a París y empecé a estudiar francés en la Alianza Francesa. Me escapé a París a los 20 años y quién iba a decir que después haría el doctorado en la Ciudad Luz. Se me cumplió, lo que quieres se cumple; la ley del deseo es cierta, para bien y para mal.
“El avión directo era muy caro; tenía mis ahorritos y mi mamá me ayudó. La primera vez que fui, me quedé varado en Nassau Beach; salió tarde el avión de México y pasé dos noches en Nassau; me encantó, porque a esa edad no tienes compromisos con nada. De ahí llegué a Luxemburgo, luego tomamos un tren para París a las cuatro de la madrugada. Me acuerdo perfecto que veía las famosas péniches que navegaban sobre el Sena, y pensé: ‘Eso lo estudié’. Entré a París por la Gare du Noid. Tenía una recomendación con una madame Demónico, quien me recibió unos días en la colonia más elegante, el Seizième Arrondissement. Llevaba 10 días ahí con ella y me daba pena no hacer nada; conseguí trabajo en una granja en el centro de Francia, cerca de Limoges. Me recogía el granjero, cuya granja lechera me fascinó. Nunca había estado cerca de una vaca. A las 5:30 o seis de la mañana había que limpiar sus ubres, consentirlas para que no me patearan; aprendí a hablar con ellas y aprendí el lenguaje de la granja, porque entré a la Francia profunda; siempre me trataron muy bien.” –Es difícil imaginarte ahora ordeñando una vaca –Regresé a Francia más tarde para hacer el doctorado en Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales. En 2004, el gobierno de Francia me nombró Caballero de las Artes y las Letras, y me hizo feliz. Casi cada año viajaba a Francia, pero ahora voy a Colombia y Perú para mis estudios de historia. Perú tuvo virreinatos y la gente es muy accesible; los estudios son de muy alto nivel en Lima.
“Colombia se parece más a México en muchas cosas, sobre todo en la forma de ser. Perú casi no se mezcló, el indígena está muy presente, el chino y el blanco, aunque separados, y Colombia está muy mestizada, lo mismo que México. Cuando daba clases en el ITAM, decía a mis alumnos que todos tenemos raíces india, negra y blanca y hasta asiática.” –¿Sientes que las colonias siguen vigentes? Cuando llegué a México, estaban en su apogeo y sus miembros se casaban entre sí: la colonia estadunidense, la española. Recuerdo la exclusividad del Club France –Sí, particularmente en la Ciudad de México era una elite que se casaba entre sí. Viví muchos años en Guadalajara, aunque nací aquí. Al venir a la capital del país, mi papá me inscribió en el Instituto Patria, yo venía del de Ciencias de Guadalajara, estaba en cuarto de primaria, el camión de la escuela pasaba por mí y me regresaba a comer.
“Conocíamos a las familias de los amiguitos; en la casa de Alejandro Pliego estaban sus papás, su hermana, él y yo; su mamá me dijo: ‘Así que tú eres Ramos. ¿De qué Ramos eres?’ ‘¿De qué Ramos seré? No sabía yo si era de una familia Ramos conocida en la Ciudad de México. Mi papá era de Tepeapulco, Hidalgo, mi mamá, de Nayarit; era una sociedad muy cerrada en los años 60; las familias de las clases altas se conocían y les rendían a quienes tenían títulos nobiliarios. Los Trouyet, la familia más rica de México, eran ‘los nuevos ricos’. El mundo de la cultura también era muy cerrado. Graciela Romandía, quien heredó el archivo de Jorge Enciso, el primer muralista de México, venía aquí.
“La Ciudad de México es en sí un país. Viví en un departamento en República de Cuba y Chile. Un domingo fui a la Lagunilla con un amigo; de regreso traía un candil en la mano y que nos asaltan, sólo fue el susto, pero eso no me restó el gusto de vivir en el Centro. Un año después de ese asalto, iba solo a la Lagunilla y pensaba: ‘Me van a asaltar’, dicho y hecho, llegaron unos muchachos y les dije: ‘¿Otra vez me van a asaltar?’ ‘¿Tú eres del barrio?’ ‘Sí, vivo a dos cuadras’. ‘¡Regrésenle todo!’, y sí me lo regresaron. Con Carlos Monsiváis, en las noches de parranda, peinábamos el Centro. También él era muy espiritual, cuando necesitaba un consejo fuerte, yo acudía a él; casi nadie conoció esa fase de Monsiváis.”

▲ Manuel Ramos Medina, actual director del Centro de Estudios de Historia México Carso. Foto cortesía de Áurea Hernández
Pronósticos políticos
VILMA FUENTES
Antaño, las predicciones eran privilegio de personajes como Casandra, hoy día son numerosos los expertos que se autorizan a profetizar, y los augurios políticos en Francia son tan abundantes como contradictorios.
Antes de conocer los resultados de una elección presidencial o legislativa, el público puede leer o escuchar las declaraciones de especialistas diversos que anticipan el triunfo o el fracaso de uno y otro candidato, el éxito de una manifestación o el descalabro de una huelga. Sin embargo, la presunción de clarividencia política no es exclusiva de los profesionales, elegidos, militantes, ideólogos periodistas y especímenes varios, pues este don parece haber sido otorgado en forma generosa a los franceses y francesas, sea el simple hombre de la calle o la honesta madre de familia, un profesor de biología o un chef de nouvelle cuisine. Hombre o mujer, joven o viejo, trabajador manual o intelectual, cada quien se permite, en casa, en la oficina, una tienda o un café, emitir sus pronósticos políticos con la firmeza y la autoridad que nace de la íntima convicción de tener razón y poseer la entera verdad. Fenómeno curioso: esta fe en los propios auspicios no se extiende a otros terrenos: un meteorólogo no se atreverá a predecir las ventas de un libro como hace con el clima. Un cancerólogo no osaría pronosticar la evolución de la moda o un alérgico a los matchs deportivos no pretenderá anticipar los resultados de un partido de futbol aunque, desde luego, no faltan los oráculos vivientes, quienes conocen el porvenir como su pasado, es decir, vaga y oscuramente.
Que la realidad de los resultados no concuerde para nada con sus predicciones no amedrenta a estos hombres de fe. Cierto: las inclinaciones políticas dan un particular sesgo a sus pronósticos. Así, cuando la realidad brutal de los acontecimientos no coincide con lo anunciado, los más simples reconocen el triunfo del adversario, encuentran elogiosas justificaciones de su error y descubren, ahora, los engaños del antagonista, embustes que terminarán mal pues el crimen se paga. Más complejos son quienes claman el fraude y no aceptan la derrota. Los argumentos y alegatos para negar el error son múltiples, no falta imaginación para acusar de fraude a los “falsos” triunfadores.
Por excepción, rara vez, todavía el miércoles 18 de este mes, víspera de las manifestaciones convocadas contra las reformas de la jubilación, la mayoría “silenciosa” de los franceses no se atrevía a emitir sus predicciones, pues las dudas eran más fuertes que la íntima convicción y las corazonadas.
Desde luego, los dirigentes sindicales y los militantes osaban predecir un millón de manifestantes en Francia. Por su parte, el gobierno y sus partidarios predecían un claro fracaso de las protestas. ¡Cuál no fue, entonces, la sorpresa de los resultados! De la realidad que se imponía con la multitud que desfilaba en París y en provincia. Por un lado, el asombro ante una victoria que rebasa todas las esperanzas: líderes, miembros de los sindicatos o simples manifestantes blandían una sonrisa triunfante pues el millón deseado fue más que cumplido por más de dos millones de personas que desfilaron en Francia contra la reforma que alargaría los años de labor. Por otro lado, las caras de consternación de representantes del gobierno y sus partidarios frente a la aplastante manifestación. No les quedó más que declarar un millón doscientas mil personas presentes en el desfile, en vez de las tres o 400 mil que habrían querido exponer. Es conocida la batalla de cifras que opone a gobierno y manifestantes, costumbre que reduce las cifras dadas por las autoridades a la mitad de las anunciadas por los manifestantes.
Comienzan ahora las vencidas: quién inclinará su brazo. Mientras los sindicatos llaman a nuevas acciones, el gobierno cuenta con el desgaste de los manifestantes. Pero la resignación no parece asomar junto a esta innegable victoria. vilmafuentes22@gmail.com
Comienzan ahora las vencidas; quién cederá su brazo Ballet japonés hace su vestuario con desechos plásticos

La compañía K-Ballet recicló más de 10 mil botellas para crear los trajes del espectáculo Plastic, que se presenta en Tokio
▲ La coreografía de la compañía K-Ballet resalta el tema del plástico y la crisis de contaminación global mediante un diseño de vestuario y escenografía inusuales. Foto Afp
AFP YOKOHAMA
Los trajes futuristas de los bailarines brillan bajo los proyectores. Hace apenas dos meses eran simplemente botellas de plástico abandonadas en la basura de Tokio.
Los bailarines del espectáculo Plastic se mueven en la escena con tutús creados a partir de empaques de burbuja. Durante el espectáculo, usan paraguas transparentes que habían sido abandonados y giran con gracia entre gigantescos muros de botellas recicladas.
La compañía japonesa K-Ballet presentó su espectáculo a inicios de enero cerca de Tokio, protagonizado por el bailarín estrella estadunidense Julian MacKay, de la compañía alemana Bavarian State Ballet de Múnich.
Para la representación, la compañía japonesa usó más de 10 mil botellas de plástico.
La cantidad de desechos plásticos en el mundo se duplicó en 20 años y sólo un 9 por ciento se recicla, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Naciones Unidas calcula además que la cantidad de plástico tirado en los océanos se multiplicará por tres para 2040.
“El enorme problema” de la contaminación por plástico “no había sido abordado por el mundo de la danza hasta ahora”, afirmó MacKay, de 25 años. El bailarín cree que las artes escénicas pueden sensibilizar a la población.
“Cuando tomas el ballet o la danza y lo mezclas con el reciclaje o el upcycling (suprarreciclaje), consigues que la gente piense en qué más puede hacer”, agregó.
Belleza “casi celeste”
En noviembre, el productor del ballet, Taiju Takano, recorrió el barrio de Harajuku junto al escenógrafo Naoya Sakata. Con la idea de buscar los futuros accesorios para su espectáculo, empezaron a buscar en los botes de basura del barrio, famoso por la moda que inunda sus calles.
La compañía se asoció con una empresa de tratamiento de residuos Shirai Eco Center, cuyas botellas recicladas se usaron para escribir un gigantesco mensaje sobre el escenario.
Sakata afirma que se dio cuenta de que la cantidad de plástico que se tiraba cada día era “chocante”.
El plástico de un solo uso es un gran problema en Japón, donde los alimentos suelen estar empaquetados individualmente.
Los japoneses producen, sin embargo, menos desechos plásticos que la media de los países europeos miembros de la OCDE y tres veces menos que los estadunidenses, según esta organización internacional.
El archipiélago recoge y recicla también más plástico que muchos otros países, aunque a menudo se trata de un “reciclado térmico”, en el que los residuos son incinerados para producir energía.
Taiju Takano, de 27 años, explica que algunos elementos del ballet Plastic recuerdan ideas tradicionales japonesas sobre durabilidad, como “la palabra mottainai, que describe hasta qué punto es una pena desperdiciar” cosas.
En el pasado se pensaba que el espíritu de un objeto maltratado y desechado “volvería para atormentarnos”, afirmó.
MacKay asegura que hay “cierta belleza cuando las luces atraviesan estas botellas, creando algo que parece casi celeste”.
K-Ballet desea conservar los trajes y accesorios por lo menos un año con la esperanza de presentar nuevamente su espectáculo. Después, lo reciclará todo.
“Estos bailarines que ponen de relieve el problema de los residuos plásticos me hicieron dar cuenta de que también era mi problema”, declaró Ayumi Kisaki, actriz de 30 años.