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Por un periodismo crítico y democrático

CARLOS PAYÁN*

En medio de la crisis que sacude a nuestra sociedad, los medios de comunicación y la prensa de México viven, creemos, un momento contradictorio. Pocas veces ha habido una opinión pública tan receptiva como ahora, tantos oyentes y televidentes, tantos recursos económicos, técnicos y humanos destinados a producir y transmitir información. Pero pocas veces también la comunicación efectiva con la sociedad había sido tan precaria, tan distante, nos parece, de los problemas cruciales que aquejan al país.

Por un lado, la abundancia informativa no ha traído claridad a la opinión pública. Acaso confusión. Por el otro, parece haber en el sector, como en el conjunto del sistema político, un problema de legitimidad. Atados a intereses particulares, de orden político, mercantil o patrimonial, los medios informativos han ido perdiendo credibilidad y eficacia, o bien aprovechan su penetración para ejercer su prepotencia y una distorsión intencional. Hay excepciones.

El rasgo central de los medios es que ya eran políticamente desequilibrados y se han desplazado aún más hacia la derecha. Los dominan el conservadurismo ideológico y la estrecha lógica mercan- til, cuando no la alianza extranacional.

En esas condiciones creemos que los más diversos sectores de la sociedad y el propio Estado reclaman nuevas posibilidades de información y crítica. Para responder a esa expectativa hemos decidido fundar una sociedad para la comunicación y un periódico diario cuyo nombre, votado en asamblea, habrá de ser La Jornada. Es nuestra vocación política estimular la participación de lectores en favor de causas que juzgamos fundamentales:

1. La ampliación y defensa de la soberanía y la independencia nacionales, así como la solidaridad con las luchas que otros pueblos dan para hacer realidad esos principios.

2. La defensa del diario ejercicio de las garantías individuales y sociales que recogen las leyes fundamentales de México.

3. El compromiso con las necesidades y demandas de los trabajadores del campo y de la ciudad, así como de las mayorías marginadas del país.

4. La democratización formal y real de la vida pública mexicana, el ensanchamiento y multiplicación de su pluralidad política y el respeto a los derechos legítimos de las minorías.

5. La distribución igualitaria de la riqueza socialmente creada y la limitación de privilegios políticos y económicos de toda índole.

Nos proponemos hacer de La Jornada un diario de sólida factura profesional, que equilibre a sus páginas la información abundante y la reflexión de fondo sobre los problemas de la hora.

Un diario de profesionales de la información, basado en la investigación cuidadosa, el reportaje especial, la crónica libre, la entrevista amplia y oportuna.

Un diario que consigne en sus páginas el movimiento de la sociedad, la realidad diaria y anónima de personas y sectores. Esa experiencia de todos los días que vive el país real y que no siempre se refleja en las preocupaciones y las declaraciones de la cúpula.

Un diario que dé voz a quienes no la tienen.

Un diario moderno y plural, abierto en lo ideológico y en lo político.

Un diario que convoque a las nuevas corrientes de opinión que van surgiendo del medio político y periodístico, del mundo intelectual, de los centros de investigación especializados, de los circuitos de diagnóstico del sector público y aun de la empresa privada.

Un diario que documente la crisis y los cambios que se están gestando en el seno de la sociedad.

Un diario crítico, profundamente crítico, ajeno al desahogo y al ataque personal, atento a los procesos que marcan la realidad diaria del país y a las condiciones internacionales que lo determinan, en un espíritu profesional de intensa circulación de las noticias y las ideas.

La Jornada será el resumen impreso de cada día, fruto de la actividad y el esfuerzo de cada uno de sus trabajadores, de cada uno de sus informantes, de cada uno de sus lectores. Pero antes de ser esa conjunción de esfuerzos y vértigos que cada jornada acumula en las planas de un diario, La Jornada ha de ser el recipiente de la voluntad y la solidaridad de todos y cada uno de ustedes, y de muchos otros mexicanos que también pondrán aquí su voluntad y su solidaridad.

En la hora de la crisis queremos convocar a una nueva jornada de periodismo crítico y democrático, planteado en todo momento como un instrumento de solidaridad con las que creemos las mejores causas del país. Hay dispersión de esfuerzos y se ejercen presiones que tienden a aislar y separar. Nos parece por ello pertinente convocar a la unidad de propósitos, dar a las incertidumbres particulares una causa y una tarea común, oponer a la incredulidad, la confianza, el ánimo, la seguridad en las corrientes vigorosas que recorren de arriba a abajo nuestra sociedad de jóvenes, de fuerzas en continuo nacimiento.

Amigos, bienvenidos a esta jornada solidaria, a esta primera jornada pública que da nacimiento a La Jornada

* Artículo publicado en el número cero de La Jornada.

Blanche Petrich

En Agua del olvido, un pequeño tomo verde primorosamente editado en 2020, el poeta y periodista Carlos Payán Velver se pregunta:

“¿Cuando tocarán a mi puerta / para anunciarme la hora / donde la sombra y el silencio / me acompañarán en su oscuro ritual del universo?” Ese fue su segundo y último poemario, lleno de adioses amorosos.

Tocó ayer, ya noche cerrada. Se fue tranquilo, sintiendo la presencia de sus hijos Emilio e Ina a su lado.

La obra periodística de Carlos Payán se condensa en la creación de dos diarios que marcaron profundamente el siglo XX, una ruptura con los estilos solemnes del diarismo de la época pero, sobre todo, que abrieron las puertas a todas las causas y las luchas que avanzaban en la sociedad mexicana sin que hubiera un medio que supiera darles cabida, el Unomásuno y La Jornada

Ese primer proyecto periodístico naufragó a los pocos años y de ahí surgió La Jornada, donde el director consolidó a su alrededor un equipo profesional sólido, con Carmen Lira a su lado, con un diseño original de Vicente Rojo, con un caudal de plumas que se fueron acercando a las páginas del diario, entre ellas Elena Poniatowska, Pablo González Casanova, Fernando

Benítez y Carlos Monsiváis.

Sin mayor capital que la obra que donaron los enormes artistas de esos tiempos, entre ellos Rufino Tamayo y Francisco Toledo, todos amigos, contertulios y cómplices de Payán, La Jornada se construyó bajo una idea que no tenía cabida en los otros órganos de prensa concebidos estrictamente como empresas: la comunidad, lo colectivo, donde las barreras entre las grandes firmas y la infantería, reporteros, redactores y fotorreporteros, se diluían en una convivencia singular.

Fueron años duros. Nunca lo quiso decir; en el periódico lo supimos muchos años después, pero el fundador de La Jornada, que iba y venía solo desde el sur de la ciudad hasta el centro en su vocho gris, sufrió tres atentados.

Pero también fueron los años más felices en la vida de Payán y de todos nosotros. Así lo dijo una noche de junio de 2018, cuando en nuestra Redacción se instaló una placa en honor a nuestros compañeros corresponsales asesinados un año antes, Miroslava Breach y Javier Valdés, incurriendo en un delicioso lapsus. “Ahora que piso nuevamente las paredes de mi periódico me doy cuenta de que aquí pasé los años más felices de mi vida”.

Pero después de La Jornada hubo otras épocas intensas y felices. Su fértil periodo en el Senado en el sexenio de Ernesto Zedillo, su incursión en la industria de la televisión y, con la poesía siempre tejiendo sus hilos, su segundo amor, Laura Restrepo, la novelista colombiana, con quien finalmente recaló en los Pirineos catalanes. En diciembre de 2018 recibió la medalla Belisario Domínguez. En su discurso hizo un bosquejo pre- ciso de las amenazas que se ciernen sobre la humanidad en estos tiempos, los “nuevos fascismos”, la “radicalización extrema de la extrema derecha”, expresadas en todas las plagas modernas: racismo, homofobia, islamofobia, antisemitismo, autoritarismo, sexismo y machismo, chovinismo, fanatismo religioso, desprecio a las instituciones democráticas.

Finalmente, hace algunos años, regresó a México. “Cuando ya no esté / y me haya ido / hacia el silencio / recordarás mis rosas / las que cultivé / en el Rosenda / al lado de la casona, / en Lejanías”.

No sólo las rosas de los Pirineos. También lo recordarán los árboles cargados de mandarinas y los geranios que contemplaba hace unas semanas bajo el sol de esta ciudad –que también amó– en el jardín de su hija Ina.

Donó 6 mil libros a Tlalpan

El periodista Carlos Payán donó 6 mil libros de su biblioteca personal al pueblo de Tlalpan, para conformar un acervo público resguardado entre la belleza arquitectónica de la Casa del Virrey de Mendoza. En esa fecha, el 11 de febrero de 2014, dijo sentirse orgulloso de haber participado en las pequeñas utopías. “Cuando vino el derrumbe de las grandes utopías, nos quedaron pocos espacios dónde trabajar y hacer lo posible, en este país donde la izquierda anda en todos los sótanos, en los pantanos de no sé dónde.” En su mayoría eran libros de historia, literatura y arte. El espacio histórico fue recuperado y renovado como un esfuerzo ciudadano, gracias a la asociación civil Grupo Tequio, presidida por Payán. “Debe ser la semilla para que lleguen otras donaciones e ir integrando poco a poco una biblioteca más amplia”. Y apuntó: “es una felicidad que uno no puede dejar de lado: el trabajo conjunto, la voluntad de hacer”. El acto fue antes de partir a España, donde residió un tiempo. “Ya me voy”, dijo.

Alondra Flores Soto

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