La Jornada, 03/09/2016

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MIÉRCOLES 9 DE MARZO DE 2016

100 AÑOS DE LA EXPEDICIÓN PUNITIVA CONTRA PANCHO VILLA

Globo aerostático estadunidense usado en la expedición punitiva ■ Foto Walter Horrne Co.

“Los museos de historia son una de las armas secretas de la dominación, pero deberíamos convertirlos en instrumentos educativos para la liberación.” HOWARD ZINN

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ancho Villa: el silencio fragmentó el tiempo, pero no los trucos de la dominación continental. Pancho Villa cabalga sobre su Siete leguas como un fantasma atormentado después de un siglo de espera para que se abran los archivos secretos de EU para demostrarnos que la expedición punitiva no fue otra cosa que una invasión punitiva en busca de apropiarse de más recursos patrimoniales de México y no de una persecución en su contra. Pocos conocen los agravios constitucionales y del derecho internacional cometidos contra la soberanía de los mexicanos, así como las violaciones y atrocidades perpetradas en esta invasión militar que cambió el destino de México. Especialmente porque nadie ha enjuiciado a los responsables del que podría considerarse el más grande robo encubierto del siglo XX. Despojo que terminó de desnacionalizar más territorios y los principales recursos patrimoniales de la nación azteca. Ello mediante la distracción y simulación de una supuesta persecución en territorio mexicano contra el Centauro del Norte durante 11 meses. Esto como parte de una invasión militar planeada estratégicamente en pleno desarrollo de la Revolución Mexicana, empalmada a la Primera Guerra Mundial, que le permitió al cártel del Golfo anglosajón apropiarse libremente de hidrocarburos, minerales y metales destinados a satisfacer las demandas de esa guerra en curso. Además de reiniciar la contrarrevolución de 1913. Misma que fue rematada con las invasiones de 1914-19161917, que han blindado y ocultado hasta ahora los despojos patrimoniales infligidos al pueblo de México y a su más de un millón de personas que murieron en la in-

Militares estadunidenses en la expedición punitiva en México, 1916 ■ Foto Brown Brothers

El más grande robo encubierto del siglo XX En exclusiva para La Jornada, Carlos U. Vigueras, del Museo Casasola, presenta un fragmento del libro Pancho Villa: invasión punitiva/revolución intervenida, sobre lo que verdaderamente representó esa incursión en el destino de México ducida Revolución Mexicana. Sin embargo, los archivos siguen sellados. En la memoria colectiva de los dominadores y dominados perduran los trucos para anestesiar sus conciencias en una indisoluble vecindad con abismales asimetrías. En este caso, se trató de justificar y premiar una invasión contra un país con supuestos bandidos que “alteraban la paz fronteriza” y ponían en riesgo la “seguridad nacional” del país más expansionista del orbe. Tal como sucede hoy al diseñar en Columbus un parque y un museo con el nombre de Pancho Villa, pero con el truco de glorificar al ejército invasor, a sus principales jefes militares y, por supuesto, dedicado a exaltar los valores intervencionistas. Estos propósitos están inscritos en el programa de dominación continental vigente. Así, se explica cómo se ha castigado a un país rico en recursos, pero pobre y frágil para defender su soberanía e independencia. El museo en mención pareció ser un gran museo de Pancho Villa en EU, pero no lo es. El truco fue tan bueno, que historiadores, académicos, seudointelectuales y público en general lo creyeron así, luego que también cientos de libros publicados sobre Pancho Villa reforzaron el cuento de una ingenua y amigable expedición punitiva pactada entre “buenos vecinos” para ocultar los verdaderos propósitos de la persecución: depredación y dominación.

CARLOS U. VIGUERAS*

El grupo racista KKK se opuso a la construcción de este parque y museo, aparentemente destinado a glorificar y reivindicar la figura del revolucionario Villa, considerado por los medios globalizados como el “bandido” más cruel del siglo XX. También la Sociedad Histórica de Nuevo México se opuso al proyecto de invertir en un museo conceptualmente diferente al que se tenía en Columbus para atraer a turistas desinformados sobre la realidad fronteriza en un pueblo que ha sobrevivido de la propaganda hecha contra Pancho Villa. Sin embargo, luego de que los magos del truco estadunidense les mostraron el truco Pancho Villa, lo aprobaron para exhibir con orgullo los valores patrióticos de los soldados invasores ante un grupo de “bandidos mexicanos” que asaltaron el campamento militar de Fort Furlong. Así fue como se apropiaron de la emblemática imagen del revolucionario para canjearla por la del general John Pershing y su ejército invasor. Ellos, como los verdaderos protagonistas de la historia oficial y con créditos asegurados en el diseño temático conceptual e iconográfico, construido para perpetuar la dominación y borrar de la memoria colectiva que existió una invasión punitiva

que cambió por completo el destino de México, después de que antes, entre 1847-1853, ya había perdido 54 por ciento de su territorio. Incluso los territorios de La Mesilla donde se encuentra Columbus, cedidos por México mediante una oferta que no pudo ser rechazada bajo la firme amenaza de una invasión permanente promovida por sus corporaciones. Hoy, en otro truco espectacular, el pueblo de Columbus, que ha sobrevivido gracias a la mitificación y comercialización de Villa, prepara de nuevo un eufórico y magno montaje con un elenco de mexicanos de los dos lados de la frontera unidos en la fiesta del centenario para seguir ocultando la invasión punitiva y robos o crímenes cometidos en ésta. Se trata de una celebración con ambientación popular, enmarcada en la 17 edición de la Cabalgata Binacional Villista que coincide con el centenario del asalto a Fort Furlong al mando del general Pablo López, ocurrido el 9 de marzo de 1916. El general villista robó con sus hombres durante dos horas, armas, municiones y caballos a los militares de ese campamento en Nuevo México, mientras otro grupo intentaba asaltar el Banco de Columbus para recuperar dinero congelado a Villa, luego de que

EU también le había embargado las armas. En el asalto a Fort Furlong murieron ocho militares y 10 civiles estadunidenses que fueron enterrados con honores militares en el cementerio local. En contraste, los mexicanos que murieron en la incursión villista fueron castigados con un despreciable anonimato en los dos países, como sucede hoy con los inmigrantes; fueron quemados junto a sus caballos con el combustible donado por la Standard Oil, de los intocables Rockefeller, otro de los multimillonarios copatrocinadores de la expedición punitiva. Asimismo, los más de 273 villistas ejecutados por el ejército invasor reportados por el general Pershing durante 11 meses de simular perseguir a Villa han sido condenados al olvido, desprecio deshumanizador y devaluación social por quienes han aceptado y justificado esta invasión que violó impunemente la soberanía nacional. Hasta ahora no se ha tipificado como tal, ni enjuiciado a los patrocinadores de la expedición punitiva, que han sido, incluso, encumbrados como benefactores. Se les han hecho honores y estatuas, como sería el reconocimiento y agradecimiento del gobierno veracruzano al magnate Weetman D. Pearson con el bronce Testigos del futuro. Desarrollista enriquecido por Porfirio Díaz y Victoriano Huerta con


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