Alfilo 2 de diciembre de 2013

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EL RINCÓN DEL FILISTEO

EL JUGUETE RABIOSO

EPIFANÍAS DE UNA FERIA DESMEDIDA

De que la FIL tiene cosas encomiables, las tiene. Una

Por: Cristian Zermeño

Rubem Fonseca y Gabriel García Márquez en la entrega del Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo en el marco de la 17 Feria Internacional del Libro de Guadalajara (29 de noviembre de 2003) . FOTO: Cortesía FIL

Si se le pregunta a los invitados habituales de la Feria internacional del Libro de Guadalajara (sobre todo los que han recibido algún premio u homenaje) sería raro el que se saliera de este guión: más que de un acontecimiento literario se trata de un encuentro cultural. Todos coincidirían en que el evento organizado por la Universidad de Guadalajara es extraordinario por donde se mire. Los detractores de la feria se han empeñado, como buenos gambusinos al revés, en buscar el cobre en una organización que es en términos generales irreprochable. Si se estudia la historia de la FIL, desde sus inicios en unos pocos metros cuadrados del Edificio Cultural y Administrativo a lo que se ha convertido en Expo Guadalajara y en otras sedes alternas, nadie puede negar que es un logro mayúsculo. El propio Rector General de la UdeG me dijo en una reciente entrevista, que han sido innumerables los desafíos que han tenido que enfrentar desde el inicio de este encuentro. Las ediciones dedicadas a Cuba y Cataluña fueron sólo un ejemplo de lo que Tonatiuh Bravo señaló como antecedentes a la polémica designación de Israel de este año. Además de las delegaciones gratas y no gratas en cuanto a lo políticamente correcto, sería importante señalar que el pasado Premio FIl de Literatura otorgado a Bryce Echenique fue tal vez el punto más álgido de su historia como epicentro editorial de Hispanoamérica. Las acusaciones de plagio al escritor peruano y las continuas y sostenidas críticas de buena parte de la comunidad intelectual del país, empañaron un galardón que ya había perdido algo de mística desde que le quitaron el nombre de Juan Rulfo. Este año,

ES UN SUPLEMENTO DE:

la entrega al poeta francés Yves Bonnefoy, si bien irreprochable en cuanto a lo meritorio, parecería en un primer momento una salida fácil para legitimar un reconocimiento que también se ha visto disminuido desde la creación del Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria, que el año pasado ganó Mario Vargas Llosa. A pesar de que la FIL es en gran parte una feria de premios y homenajes a veces predecibles, y que sirve como pasarela para políticos y hombres de poder, su repercusión cultural va más allá del fomento a la lectura –que sí existe, pero que es difícil de medir a pesar de las cifras de libros vendidos y visitantes que se presumen cada año– y que se podría encontrar más fácilmente en los pequeños encuentros, en las frases sueltas y las enseñanzas que han dejado muchas veces de manera azarosa escritores de culto que han pasado sin el relumbrón acostumbrado. La figura volátil de un perseguido Salman Rushdie, la frase punzante de Saramago o de Naief Yehya, la maldición atronadora de un Rubem Fonseca son el tipo de joyas que se acercan más a la contracultura y que pueden incidir tal vez no en los miles de asistentes de las grandes presentaciones, pero sí en algunos pocos iniciados que a partir de ellas pueden transformar su percepción y lograr incidir algún día en la realidad. No me queda duda que la FIL ha cambiado a sus asistentes, y si en 27 años sólo han sido unos cuantos los iluminados, la gran feria de los libros de nuestro país (y sus dedicados organizadores) ya tienen ganado el paraíso.

DIRECTORA GENERAL

EDICIÓN

Carmen Lira Saade

Luis Fuentes, Daniel Gómez, David Morales

DIRECTOR

Juan Manual Venegas

Por: Berenice Castillo

DISEÑO EDITORIAL

Ernesto López IDIS / ernesto@idis.com.mx

Publicación impresa por: Editora de Medios de Michoacán S.A. de C.V., empresa responsable de La Jornada Jalisco. Calle Marsella No. 462, colonia Americana. Códido Postal 44150, Guadalajara, Jalisco, Tels.: 3615-6209; 3615-6219.

de ellas es FIL Niños, un espacio de gran tamaño y concurrencia. Pero habría que preguntarle a Ana Luelmo, su coordinadora, si aún resulta suficiente o ya está más bien saturado. El denominador común durante los fines de semana en los pasillos de la Expo son familias de todo tipo de composición y accesorios, desde pañaleras hasta carriolas cuatro por cuatro. El microcosmos hogareño también se trasplanta a la feria. En FIL Niños, los pequeños tienen talleres de acuerdo a su edad y gustos, desde cuenta cuentos hasta ilustración, y a lo largo del día pueden presenciar espectáculos de teatro, música, títeres, cine o danza. Sin embargo, aunque por momentos pareciera una gran guardería, no lo es. En realidad es un espacio de contradicciones: por un lado, los niños que aprenden y disfrutan, que entran al mundo de las historias e imaginación, de la mano de artistas y y difusores culturales entusiastas. Por otra parte, los padres que acompañan a sus hijos a las actividades y que, con frecuencia, liberan a su yo interior de formas poco afortunadas. Nos encontramos así a mamás y papás que mientras sostienen la mano a sus hijos, buscan cómo meterse a la fila, cómo reservar espacios comunes, se pelean entre sí por demostrar quién llegó primero o charolean para entrar a una actividad, aunque haya empezado o tenga cupo lleno. Curioso, también (por no decir decepcionante), que entre los cientos de progenitores que esperan a que sus retoños salgan del taller o espectáculo, pocos, apenas unos cuantos, tengan un libro en la mano. Porque muchos de estos niños son producto de una generación que decidió procrear, que toma cursos de maternidad y paternidad responsable, que compra revistas y ve programas de televisión sobre la comunicación familiar, hace yoga o cursos profilácticos para reducir traumas natales, va al psicólogo para romper patrones de conducta y es multiactivista en redes sociales, pero como el grueso de la sociedad mexicana, se olvida de que la educación no entra a la cabecita de sus pequeños por ósmosis, sino por el simple ejemplo.

FIL Niños, un espacio para que los pequeños puedan aprender y disfrutar el mundo de las letras. FOTO: Héctor Jesús Hernández

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