Jornadas Lo colectivo - La rampa de papel

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JORNADAS

MOVIMIENTOS MINORITARIOS, INSISTENCIAS-RESISTENCIAS LOCALES 26 y 27 de octubre de 2018

Organizadas por el Colectivo La Rampa y el Seminario Façons de dire


JORNADAS MOVIMIENTOS MINORITARIOS, INSISTENCIAS-RESISTENCIAS LOCALES 26 y 27 de octubre de 2018 Organizadas por el Colectivo La Rampa y el Seminario Façons de dire

Agradecimientos La traducción a Myriam Sosa, y el registro sonoro, los audios a Javier Macías. Agradecemos el espacio a ADIUC, especialmente a Javier Blanco. Manejo de redes sociales y fotos a Mariano Barsotti. Venta de libros a Isa, Candela, Marat, Américo. Sillas y mobiliario a La Estación. La cantina a La Rampa. La endogamia a la familia nuclear burguesa. La alegría a Lizy Tagliani. El psicoanálisis a Freud. El aguante a la barra de Racing de Nueva Italia. El objeto a a Lacan. La posverdad a Nazarena Vélez. La comunicación a las redes. Cholulismo a… (fuera de micrófono, inaudible). La fiesta a La Pasión.

Edición: cieloinvertido y larampadepapel Maquetación y diseño: cieloinvertido Arte en fondo de tapa e interior: Arthur Bispo do Rosário En estas jornadas desde La Rampa estuvimos, participamos y organizamos: Alejandra Arizó, Alejandra Constable, Gabriela Beatriz Reale, Gabriela Castro Sanuy, Juan Zavala, Ivonne Peirone, Karina Decia, Lidia Furman, María Capriotti, María Martha Boccanera, Mónica Fridlender, Nilda Fantini, Silvina Grosso, Lorena Rissi, Trilce Peña del Prado, Gustavo Enrique Rivarola, Mariela Sormani, Luciana Zeballos, Laura Vissani, Marie El Kaihal, Sonia Weber y María Molas y Molas.




ÍNDICE INTRODUCCIÓN A ESTA PUBLICACIÓN EN PAPEL

pág. 7

ARGUMENTO

pág. 9

A MODO DE PRESENTACIÓN DE ESTAS JORNADAS Y DEL ESPACIO “LECTURAS EN LA RAMPA” María Capriotti y María Martha Boccanera

pág. 13

“NO DEJEN QUE EL MUNDO LES ROBE LAS PALABRAS” ¿Qué podemos aprender de los salmones, esturiones o truchas? Sonia Weber

pág. 19

LOS PERROS, SIEMPRE LOS PERROS Alfredo López

pág. 41

ODA A LA ALEGRÍA Marie El Kaihal

pág. 71

Javier Macías

pág. 91

NAVEGANDO ENTRE-VARIOS Gustavo Rivarola

pág. 95

Juguetes Perdidos

pág. 127

Diego Valeriano

pág. 163

BONUS TRACK

pág. 187

POSDATA

pág. 191



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INTRODUCCIÓN A ESTA PUBLICACIÓN EN PAPEL

En un contexto político de estrago, durante el 2018, pensar, organizar y hacer las jornadas, fue un pliegue, un modo como otros, singular y colectivo, de tomar una bocanada de aire. Sin haberlo planeado, Javier Macías hizo un registro sonoro que se convirtió en este nuevo material de trabajo. Un tiempo después, volver a tomar contacto con el audio, aun habiendo estado ahí, fue una sorpresa. Entonces nos gustó la idea de desgrabar, transcribir, imprimir y ponerlos a circular en papel. Una apuesta de las jornadas fue que el público fuera un participante fundamental, y eso sucedió. Se produjeron cruces, idas y vueltas de comentarios y preguntas. Nos entusiasma la posibilidad de seguir haciéndolo y ojalá se encuentren nuevos públicos con quienes andar las preguntas con las que nos encontramos trabajando. Estuvimos ahí, pero al desgrabar se escuchan otros asuntos, al leerlo se renuevan puntos de discusión. Aparecen ejes novedosos acerca de lo que nos concierne, otros matices en las voces, en los silencios, las palabras, que abren posibilidades, modifican las direcciones, algunos rumbos por donde andamos. Ecos polifónicos que requieren tiempo, disponibilidad y atención, para adentrarse, luego de haber salido un rato. Las particularidades de la insistencia.


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Ha pasado casi un año. Si las jornadas fueron una bocanada de aire, un pliegue, una posibilidad, la apuesta de publicar esta desgrabación, que estamos terminando a comienzos de octubre de 2019, lleva el impulso de hacer “que importe la irrupción eventual de otras maneras de sentir, de pensar, de actuar que no puedan ser consideradas sino bajo el modo de una insistencia, que socava la autoridad del presente respecto a la definición del porvenir” (Stenger y Devaise).

Córdoba, 3 de octubre de 2019


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ARGUMENTO Partimos de algunas preguntas que venimos compartiendo en un diálogo inventado entre Córdoba y Estrasburgo. Preguntas que se tensionan de modos diferentes en un lugar y otro: ¿Cómo hacer con la incomodidad en las prácticas? ¿En los lugares donde estamos, con lo que ahí sucede? ¿Cómo fabricar comunidades temporales, locales? Esto implica entonces, ¿cómo trabajar con otros? Entrever los intersticios, lo intermitente, allí donde puedan desplegarse vacilaciones, jugarse puntos de oscilación en relación a los mandatos impuestos. Resistir no como contracara de saberpoder, sino como operación que se le sustrae. Tomar lo que viene como viene. Insistir en la potencia de las situaciones. La potencia es ahí. Así entendemos los actos fallidos: picotazos de pájaros en la ventana, no se trata de interpretarlos, dice Guattari, sino de seguir su trayectoria porque quizás son signos de algo que puede invertir la situación. Al decir de Agamben, se trataría de pensar una línea de fuga que no implique una evasión: un movimiento en la situación donde tiene lugar. Se trata de los cuerpos y los lugares, como tantas tomas de posición, maneras de estar in situ.


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Toda minoría es invisible, inaudible, es preciso llamar minoritario a lo que no tiene ningún derecho de existir. Sostener una poética de la lengua no solamente para desarmar la empresa de las voluntades evaluadoras y cuantificadoras (protocolización), sino también para guardar la fuerza de ruptura e invención de los usos menores de la lengua. Visitamos y revisitamos estos textos: Agamben, Giorgio (invierno 1999-2000). Una biopolítica menor. Entrevista publicada en la revista Vacarme N°10. Barthes, Roland (2003). Cómo vivir juntos. Bs. As.: Ed. Siglo XXI. Comité invisible (2009). La insurrección que llega. http://www.rebelion.org/ docs/86360.pdf Deleuze, Gilles (2015). La subjetivación. Curso sobre Foucault. Tomo 3. Bs. As.: Ed. Cactus. Freud, Sigmund (1976). Psicopatología de la vida cotidiana. Tomo VI. Bs. As.: Ed. Amorrortu. Gros, Frédéric (2017). Désobéir. París: Ed. Albin Michel-Flammarion. Guattari, Felix y Deleuze, Gilles (1978). Kafka: Por una literatura menor. México: Ed. Era. Janody, Patricia (2017). Zona hermano. Una clínica del desplazamiento. México: Ed. Literales. Lapoujade, David (2016). Deleuze. Los movimientos aberrantes. Bs. As.: Ed. Cactus. Jardin, Marie (2017). A título de estadía, La escala. Una práctica de hospitalidad en el cine. Córdoba: Revista Divanes nómades Nº4. Lapoujade, David (2018). Las existencias menores. Bs. As.: Ed. Cactus. Larramendy, Alicia (2017). Campos de posibles. Córdoba: Revista Divanes nómades Nº4. Oury, Jean (2017). Lo colectivo. El seminario de Saint-Anne. Barcelona: Xoroi edicions.


VIERNES A LA TARDE



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A MODO DE PRESENTACIÓN DE ESTAS JORNADAS Y DEL ESPACIO “LECTURAS EN LA RAMPA” María Capriotti María Martha Boccanera

En el año 2010 comenzamos a reunirnos en La Rampa. En ese momento fue la lectura frente a las intemperies institucionales. Las preguntas surgidas a partir de lo que no iba, de lo que no marcha; pero no desde el fatalismo, sino desde ciertas sensibilidades corporales: agites, sacudidas, temblores, ímpetus descontrolados, angustia en el estómago, intentos de hacer foco: cuando se está un poco ciego, cuando las imágenes son borrosas, el foco, aunque fugaz, genera la alegría estúpida, necesaria y, por supuesto, perecedera. No estamos tan solos. Pero, ¿qué leemos?, ¿para qué? Leemos buscando. En una insistencia cotidiana, experimentamos la práctica de lectura con otros como posibilidad de perder el rostro, de inventar cada vez, provisoriamente, con un pequeño público. Empezamos leyendo a Roland Lethier, hoy podríamos decir que nos hicimos sus “secretarios”, retomamos sus seminarios, sus


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artículos. Decía Roland: si hay secretario, está del lado del trabajo que yo hago, y que me hace enterarme de una serie de cosas, y que tuvo como efecto el sustraerme de una serie de cosas sobre las cuales yo me apoyaba. En un momento lo invitamos a venir a Córdoba, él nos propuso a su compañera Sonia Weber, y a partir de ahí comenzamos un nuevo e inesperado movimiento que no deja de sorprendernos. Un mail, un llamado. Un primer viaje desde Estrasburgo a Córdoba y después más mails, y llamados y viajes. Al mismo tiempo, nos seguimos convocando en La Rampa a leer, a contarnos, preguntarnos entre varios. El espacio y el lugar que nos damos para leer un texto, que alguien, cualquiera, propone algún viernes suele tomar consistencia: la lectura en voz alta ahí, atravesando los cuerpos, vibrando, es una experiencia en sí misma. Tomando la noción de experiencia en Foucault, como algo de lo que uno sale transformado, pero de un modo en el cual el ex de la experiencia nos pone fuera de nosotros mismos, en una apertura hacia lo otro, un extrañamiento. Entonces leemos, e incluso la repetición de algunos textos no son reiteraciones. Cada vez tiene otro alcance, otra extensión; una voz que aunque lea lo mismo, no es lo mismo, se vive de otro modo, dispara nuevas imágenes, suena distinto, aparecen discusiones inéditas. Cada lectura toma cuerpo ahí. Si me permiten voy a leer ahora una cita, un poco larga, pero preciosa de Roland Barthes, de su libro: El susurro del lenguaje. Más allá de la palabra y de la escritura; escuchen: En el dominio de la lectura, no hay pertinencia de objetos: el verbo leer, que aparentemente es mucho más transitivo que el verbo hablar, puede saturarse, catalizarse, con millares de complementos de objeto: se leen textos, imágenes, ciudades, rostros, gestos, escenas. Son tan variados estos objetos que no me es posible unificarlos bajo ninguna categoría sustancial, ni siquiera formal; lo único que se puede encontrar en ellos es


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una unidad intencional: el objeto que uno lee se fundamenta tan sólo en la intención de leer… ...Sí, es verdad que hay un origen en la lectura gráfica: el aprendizaje de las letras, de las palabras escritas; pero, por una parte, hay lecturas sin aprendizaje (las imágenes) –al menos sin aprendizaje técnico, ya que no cultural– y, por otra parte, una vez adquirida esta techné, ya no sabemos dónde detener la profundidad y la dispersión de la lectura: ¿en la captación de un sentido?, ¿de qué clase, ese sentido?, ¿denotado?, ¿connotado? Estos artefactos que yo llamaría éticos, ya que el sentido denotado pasa por ser el sentido verdadero, y a fundar una ley (¿cuántos hombres habrán muerto por un sentido?), mientras que la connotación (ésta es su ventaja moral) permite instaurar un derecho al sentido múltiple y liberar así la lectura: pero, ¿hasta dónde? Hasta el infinito: no hay límite estructural que pueda cancelar la lectura: se pueden hacer retroceder hasta el infinito los límites de lo legible (por ilegible que parezca), pero también en sentido inverso, se puede decidir que en el fondo de todo texto, por legible que haya sido en su concepción, hay, queda todavía, un resto de ilegibilidad. El saber-leer puede controlarse, verificarse, en su estadio inaugural, pero muy pronto se convierte en algo sin fondo, sin reglas, sin grado y sin término. Podemos pensar que la responsabilidad por no encontrar una pertinencia en la que fundamentar un Análisis coherente de la lectura es nuestra, que se debe a nuestra carencia de genialidad. Pero también podemos pensar que la inpertinencia es, en cierto modo, algo congénito a la lectura: como si algo, por derecho propio, enturbiara el análisis de los objetos y los niveles de lectura, y condujera así al fracaso, no tan sólo a toda búsqueda de una pertinencia para el Análisis de la lectura, sino también, quizás, al mismísimo concepto de pertinencia… ...la lectura no desborda la estructura; está sometida a ella: tiene necesidad de ella, la respeta; pero también la pervierte. La lectura sería el gesto del cuerpo (pues, por supuesto, se


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lee con el cuerpo) que, con un solo movimiento, establece su orden y también lo pervierte: sería un suplemento interior de perversión.

En el año 2016 fuimos “en banda” desde La Rampa a Estrasburgo a seguir esa dinámica de andar juntos nuestras preguntas, nuestros textos, agites, entusiasmos y temblores. En medio de la distancia geográfica, idiomática y cultural inventamos un coloquio allá con un montón de cordobeses. Estas jornadas de ahora son otro invento, una tentativa de pensarnos localmente, pero con otros. Los otros son las francesas, los otros son los porteños, los cordobeses, los otros son los del Neuro, los otros son los de Argüello, los de San Vicente. Etcétera. Lo que resulte es incierto, no esperamos nada en especial, pero a esta altura estamos advertidos de que cada invento vino trayendo otros... Creemos que lo organizativo es político. ¿Qué leer?, ¿cómo hacer?, ¿qué temas proponer? Justamente armando este encuentro nos fuimos topando con nuestra propia “tendencia a la uniformidad”, es decir, pretendiendo, por ejemplo, hacer coincidir las preguntas... hasta que nos dimos cuenta que no son iguales. Que eso no es común. Imre Kertész, sobreviviente de los campos de exterminio nazis, en su libro Diario de la galera dice que la esencia del totalitarismo es la uniformidad. Con cuidado entonces… eso circula en nosotros, merodea, anda cerca. Un delicado equilibrio entre varios para pescar a tiempo estos detalles. Oury planteaba que Lo Colectivo sólo puede existir de cierta manera... Así es que siguen circulando las preguntas por lo común... En la invitación a las jornadas decíamos que el modo de tensionar las preguntas es diferente en cada lugar. En el intento, en la búsqueda de establecer relaciones novedosas, se nos ocurría como método detenerse en las diferencias, darles lugar: conocerlas, recorrerlas, mirarlas, escucharlas. Sostener la incomodidad frente a lo ajeno, acercarnos sin esperar parecernos.


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Nos preguntamos: ¿cómo hablar de los asuntos del trabajo sin llegar a conclusiones… sin uniformizarnos, ni comparar?, ¿qué palabras usar…?, ¿cómo revisar nuestros propios marcos, de los cuales formamos parte y donde estamos inmersos…? Es decir… ¿cómo abrir posibilidades en los lugares, con lo que ahí sucede…? Y continuando este recorrido de sostener que lo organizativo es político, con el acento puesto en lo cotidiano de la vida, inventando excusas para dialogar con otros, planteando interrogantes desde las sensibilidades y la alegría, nos seguimos preguntando: ¿Qué priorizamos a la hora de invertir la energía propia?, ¿cómo vamos a pasar el tiempo?, ¿con quiénes? En ese sentido, en estas jornadas, invitamos a los que invitamos por la necesidad de enfocarnos en lo local, apostando a reinventar el lenguaje, “la escritura desde la calentura” … que hablan los juguetes, por el gesto de mensurar lo inhabitable de Lethier. La oda a la alegría de Marie. La discusión con Sonia acerca de resistir/insistir, su inquietud sobre la servidumbre voluntaria, la delicadeza y precisión con la que es posible compartir preguntas con Javier, el despliegue de invención y potencia de Alfredo, la impertinencia de Valeriano. Y también las invitaciones se deben a la empatía, las afinidades afectivas, la transferencia… suponemos entusiasmados que los invitados, el público entre ellos, nos van a provocar, como gesto frente a la provocación de pedirles, simplemente, que vengan, ni más, ni menos. Es por eso que agradecemos la presencia. De alguna manera estas jornadas dan continuidad a aquellas de Estrasburgo. Pretendemos arrancar una porción de tiempo a la economía de la “vida mula” y devolverla a la economía del “encuentro”. ¿Es posible desplegar hoy un materialismo del encuentro? Lo singular es siempre el encuentro, eso nos mueve a reunirnos,


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a leer, y a organizar estas jornadas. Y somos muy ambiciosos en el aspecto festivo. Mejor que nosotros lo dice Hakim Bey: La tarea de la organización inmediatista... Cuanto mayor sea la porción de mi vida que pueda ser arrancada del ciclo Trabaja/Consume/Muere, y (de) vuelta a la economía del “encuentro”, mayores serán mis oportunidades de placer. Uno corre cierto riesgo al frustrar así las vampíricas energías de las instituciones. Pero el propio riesgo forma parte de la experiencia directa del placer, un hecho conocido en todos los momentos insurreccionales –todos los momentos de despertar– de intensos disfrutes arriesgados: el aspecto festivo del Levantamiento, la naturaleza insurreccional del Festival.


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“NO DEJEN QUE EL MUNDO LES ROBE LAS PALABRAS”1 ¿Qué podemos aprender de los salmones, esturiones o truchas? Sonia Weber

El mini coloquio que tuvo lugar en Estrasburgo el 22 de septiembre de 2018, en lazo con estas jornadas cordobesas, se titulaba: Resistir, inventar, hacer jugar los posibles. También hubiéramos podido decir, con Donna J. Haraway “reiterar y sembrar posibilidades otra vez”. Pensar la posibilidad de posibles, ahí donde los discursos actuales nos machacan que no hay elección, que uno debe conformarse. Que uno debe hacer con eso. Hacer con eso en el sentido de conformarse, aceptar, contentarse, “es lo que hay”. ¿Cómo devolver la polisemia a esta expresión: “hacer con eso”, tomarlo para desprenderse, desviarse? 1

Frase del poeta palestino Mahmud Darwich.


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El término resistencia había sido objeto de discusión en noviembre último, cuando intercambiamos entre algunos aquí en Córdoba sobre la posibilidad de estas jornadas. Este término resistir, insistió en mí. Lo dejamos para Estrasburgo, mientras que los cordobeses pusieron el acento sobre la cuestión de la insistencia y de los movimientos minoritarios. Esta diferencia me parece ya un signo de “sensibilidades” diferentes, de localizaciones diferentes, contextos culturales, geo-políticoeconómicos muy diferentes; y sin duda para mí, evidencia la necesidad de “cavar” esta noción. Allí radica la riqueza de nuestros intercambios y fecundidades de un lado y otro del océano. Estas propuestas de encuentro no tienen como meta (solo) criticar, denunciar o intentar oponerse frontalmente, sino reflexionar, crear, inventar juntos maneras de seguir pensando. Pensando entre varios. Mi intervención será entonces necesariamente situada. En el contexto de una Francia regida cada vez más por nuevos principios que aparecieron en los años 90 pero que hoy son considerados por la mayoría de la población como “evidentes” y totalmente “naturalizados” e integrados... al punto que ya casi no es posible posible volver atrás. Parecería que no habría que hablar más de eso, ni interrogarlos, ni mencionarlos. Estos principios son, entre otros: riesgo cero, tolerancia cero, principio de seguridad, y se extienden a todos los sectores de la vida… “por el bien de todos”. En el contexto de un Estado todavía social, a pesar de un desmantelamiento ya iniciado, donde las instituciones sociales, médicas, médico-sociales todavía tienen muchos recursos en comparación con muchos otros países, donde las ayudas públicas son numerosas, pero donde los mecanismos de control y de verificación de la conformidad de lo que cada uno hace con lo que se le pide, también son muy importantes.


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Elijo compartir con ustedes algunos textos que me permiten algunas reflexiones; vamos a apoyarnos particularmente sobre dos libros, uno que considera lo que fue la resistencia durante la guerra y el otro que se apoya sobre el Discurso de la servidumbre voluntaria de La Boétie, el libro de Frédéric Gros que habla de Foucault y se titula Desobedecer. Tres citas: Los monstruos existen, pero son demasiado pocos para ser realmente peligrosos; los que son más peligrosos son los hombres comunes, los funcionarios dispuestos a creer y obedecer sin discutir (Primo Levi). Es por la ausencia de protesta del testigo más o menos cómplice, que la exterminación de la víctima resulta aún más fácil (Léon Poliakoff). El camino que va a Auschwitz se construyó con el odio, pero se pavimentó con la indiferencia (Ian Kershaw).

Estas citas son muy fuertes para empezar estas jornadas, y puede parecer exagerado, o incluso irrespetuoso recurrir a la exterminación de los judíos por el régimen nazi para pensar nuestros tiempos y la práctica clínica. No estamos en guerra, a pesar de que hablamos de guerra económica, y a pesar de la gran presencia del vocabulario de la guerra en los medios de comunicación y en los discursos. Tampoco estamos en un régimen dictatorial pero podemos seguir aprendiendo aún de los que vivieron o viven estas experiencias extremas. Yo diría que… en Francia todas estas situaciones con referencia a la guerra aluden a lo que responde a una resistencia con R mayúscula. En Francia la noción de Resistencia y la referencia a la Segunda Guerra Mundial resulta frecuente en la medida en que “la mayor parte de la producción sobre la Resistencia está constituida por una literatura épica, conmemorativa, por


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no decir hagiográfica”2. Pero aquí será cuestión de hablar de resistencias que son civiles, incluso de micro resistencias. Y voy a tomar entonces un libro que se titula: Sin armas frente a Hitler. La resistencia civil en Europa, de Jacques Semelin. Por otro lado, la cuestión de estar “listos para creer y obedecer sin discutir” me parece muy actual y podría tocarnos a todos de una manera u otra. En su Discurso sobre la servidumbre voluntaria (¿1546 o 1548?, fecha incierta), La Boétie escribe: Por ahora, me gustaría entender al menos cómo puede ser que tantos hombres, tantos pueblos, tantas ciudades, tantas naciones soporten, en ciertas ocasiones, a un tirano único, que no tiene otra fuerza que la que ellos le dan, que tiene el poder de perjudicarlos tan sólo en la medida en que ellos quieran soportarlo, que no podría hacer hacerle mal a nadie, excepto a aquellos que amaran más padecerlo que contradecirlo.3 ¿Qué desgracia es esta? Qué vicio o, mejor dicho, qué vicio desgraciado ver un sinnúmero de personas no obedecer, sino que servir.4

“El problema no es la desobediencia, el problema es la obediencia”, escribe Howard Zinn5. O también: “La verdadera pregunta no es saber por qué la gente se rebela, sino por qué no se rebela” (W. Reich). Tomo entonces los términos Resistir-SublevarseRebelarse… Planteo aquí estos términos como equivalentes, y dejo a los especialistas el cuidado de hablar de sus diferencias. 2

“...la memoria de la Resistencia debe ser gloriosa, como si resistir solo hubiera consistido en volar mástiles y trenes o llenar el maqui de héroes llevando ametralladoras Sten”, dice J. Azéma, citado por Jacques Semelin en Sin armas frente a Hitler, la resistencia civil en Europa (2013). Ed Arènes.

De La Boétie, Etienne (2014). Discurso de la servidumbre voluntaria. Buenos Aires: Ediciones Colihue (p. 8).

3

4

Ibíd., p.9.

5

Citado por Frédéric Gros en Desobedecer (2017). Madrid: Taurus (p. 9).


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Con la precisión, sin embargo, de que estos especialistas parecen estar de acuerdo en el hecho de que se trata de movimientos colectivos, sostenidos por varios. Si no, hablaríamos de disidencia, desobediencia o negación personal… Y estas diferencias parecen importantes en un marco institucional, porque no es lo mismo resistir u oponerse solo que en equipo, o peticionar en forma individual que colectiva. En Francia lo que sucede actualmente, es que hay un gran número de renuncias colectivas en los hospitales, hace dos semanas veintidós médicos renunciaron en el mismo hospital.

Resistir ¿Por qué/Para qué? y/o ¿en contra de qué? El núcleo constitutivo de resistir, “es ante todo encontrar la fuerza de decir “no”, sin saber exactamente a qué aspiramos”6. Decir no, dice Semelin; “decir que no a una alienación” escribe Allouch7. Y Lordon dice: decir no a un intolerable. Decir no. Decir que no. No solo con palabras, sino también en acto. Y hay siempre un riesgo a tomar (arriesgar el pellejo en los casos extremos, pero también arriesgar el trabajo, la tranquilidad…) Resistir puede tomar muchas formas: “del gesto de retirada más minúsculo al más gigantesco movimiento de protesta” escribe Didi Hubermann. Semelin subraya la importancia de una resistencia cotidiana y llama la atención sobre las formas de “micro-resistencias”.

6

Sémelin, Jacques (2013). Sans armes face à Hitler. Le Résistance civile en Europe. París: Ed Arènes (p. 14).

7

Allouch, Jean (2017). La scène lacanienne et son cercle magique; des fous se soulèvent. Paris: Epel (p.7.).


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Antonio Negri escribe: “sublevarse (resistir) no sólo por placer del gesto sino por la urgencia de una acción transformadora”8. Algo no anda más, se volvió intolerable, para sí mismo, para un colectivo. Es importante entonces “sublevarse en contra de”, hacer frente, resistir a la autoridad, al poder, a la jerarquía… a riesgo de… Y Judith Butler: “Cualquier sublevación es a la vez urgente y atrasada: muchos ya se sometieron a lo que les está destruyendo o que ya les destruyó”.9 Frente a Hitler, la resistencia civil es (¿y sólo puede ser?) una resistencia de la supervivencia: salvar lo que se puede, sin esperar necesariamente la inversión de las relaciones de fuerza (militares); no se trata tanto de vencer al enemigo como de existir a su lado, a pesar de él, sin esperar una liberación. Porque “desde el momento en que la dinámica exterminadora está iniciada, ya es demasiado tarde. Al igual que es difícil salvar a muchas personas tomadas en un cataclismo natural, es muy difícil salvar a muchas víctimas de un genocidio… Uno no resiste a un genocidio: sólo es posible prevenirlo. Hay que actuar antes, antes de que sea demasiado tarde… De ahí, frente a las cegueras colectivas, una llamada, hoy, más a la vigilancia que a la resistencia”.10 Entonces cuando el ocupante está ahí, ya es demasiado tarde. El gusano ya está en la fruta, bien instalado. Y será necesario lidiar con eso para resistir, resistir de sesgo, insistir, subvertir… Pero hoy, para nosotros, ¿quién es este “ocupante, enemigo, gusano en la fruta”? ¿En las instituciones, en nuestros lugares de

8

Citado por Didi-Huberman en Soulèvements (2016). Paris: Gallimard/Jeu de Paume (p. 41).

9

Op. cit., p.26.

10

Sémelin, Jacques. Op. cit., p. 31.


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“práctica clínica” en el campo social, médico, médico-social? ¿En contra de qué? ¿Por qué? ¿Para qué querer resistir e inventar otros posibles? Entendiendo que existe un vínculo muy fuerte entre trabajo social (institucional) y poder del Estado. Nuestra escucha, nuestras maneras de trabajar, están codificadas por el mandato implícito o explícito que la institución tiene y encomienda a sus agentes. Por ello, es necesario, para quien lo desea, desprenderse o liberarse, en cada momento, de nuestro involucramiento con el poder. Eso supone un trabajo permanente de vuelta a la práctica, de reflexión, de pensamiento crítico… Les remito a Foucault y muchos otros sobre la cuestión de lo biopolítico y sobre la manera en la que el Estado gestiona, controla sus poblaciones precarias, vulnerables… todas las instituciones se encargan de las personas que deben recibir para que estén bien, pero todo para que estén bien de una manera muy específica, que tengan una vida “normal”. Entendiendo, además, que cada uno de nosotros contribuye más o menos a las obligaciones con las que trabajamos, y entonces contribuye precisamente a lo que denunciamos. (ver al respecto: Conferencia de Saül Karsz; también la función psi de Foucault). De manera un poco rápida, aun cuando merecería un despliegue más importante, voy a indicar los puntos –sobre los que podremos volver en la discusión– en relación a lo que me parece socavado actualmente; aunque los procesos ya hubieran empezado hace mucho tiempo Lo que me parece socavado, o incluso amenazado –como si fuese una especie en peligro de extinción– es lo siguiente: La cuestión y el estatuto mismo de la palabra y entonces del ser hablante; una palabra que podría desplegarse y dejar escuchar, en su polisemia, sus lapsus, sus silencios, algo de la


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dimensión del deseo inconsciente. ¿Qué quiere decir “hablar” hoy en día? –

La posibilidad de acoger, de recibir al/a la que viene, como él/ella viene, como él/ella se presenta, en sus palabras y sus actos, sin categorías, sin proyectos preconcebidos o incluso sin meta (aun siendo terapéutica), y “hacer con”, inventar con, crear, a partir de lo que es traído. “El camino se hace al andar”, y no sabemos dónde llegaremos.

Cuando digo socavado también me refiero a la experiencia y la phronesis (sabiduría práctica). En otras palabras, el saber hacer y el saber estar, o mejor, el saber hacer ahí y el saber estar ahí (in situ), que no se puede encasillar y no puede responder a los criterios de trazabilidad.

Otro punto sería la capacidad de pensar, o la necesidad de pensar lo que hacemos, lo que podríamos hacer, lo que deberíamos hacer en tal situación, para estar lo más cerca posible de lo que se juega; ya que los protocolos, las recomendaciones de cualquier tipo de las Altas Autoridades y de los expertos nos dicen y ya saben de antemano lo que hay que hacer. El protocolo supone que todos los casos particulares sólo son instancias del caso general para el cual las reglas fueron concebidas. Evita deliberar. Donna Haraway, siguiendo a Hanna Arendt, ve en el renunciamiento a la capacidad de pensar, el mejor ejemplo de la “banalidad del mal”.

También la capacidad de tomar iniciativas, de tomar riesgos, de enfrentarse al temor de las represalias institucionales o legales (riesgo cero y búsqueda de responsables “cada vez que ocurre algo”). Cuando sucede algo en Francia, no sé si acá es lo mismo, se busca inmediatamente a los responsables, a quién es el responsable.


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Otro punto es la capacidad de arreglárselas con lo incierto, lo frágil, lo borroso, e inventar, intentar incluso andando a tientas y soportar no saber de antemano o no tener certidumbre en cuanto a cuál será el resultado.

¿Qué es lo que amenaza todo esto? Ya empezó hace mucho tiempo, pero se acentúa cada vez más… Mencionaré dos elementos que me permiten reflexionar en mi práctica: – –

La cuestión de la lengua y de nuestras maneras de decir; Y como lo dije anteriormente, la cuestión de la obediencia.

Les voy a hablar de un autor durante la guerra: Victor Klemperer. Este autor evoca cosas de gran ayuda, una cita: “El espíritu de una época se define también por su lengua.”11 Klemperer era un judío asimilado, casado con una artista aria (lo que le permitirá salvarse de los campos), filólogo, profesor de universidad, sufre la condición de los judíos (menos la deportación). Primero le retiran su cátedra en la universidad. Luego, cito: “me veo golpeado con la prohibición de utilizar la biblioteca, es decir, privado de la obra de mi vida” … Empieza entonces a escribir un diario personal, a pesar de los riesgos, donde anota de manera minuciosa las innumerables alteraciones de una lengua, la falsificación del lenguaje que será la fuerza más potente de difusión del nazismo en todas las capas de la población. El trabajo de Klemperer es para él ante todo una estrategia de sobrevivencia, una práctica silenciosa de la resistencia, en una situación de desolación. Usando la imagen del funambulista, Klemperer escribe: En esos años, mi diario fue, en cada momento, el balancín sin el cual me hubiera caído 100 veces. En las horas de asco y de 11

Victor Klemperer (2017). LTI, la langue du IIIème Reich. Paris: Pocket (p. 34). (Hay versión en español: LTI. La lengua del Tercer Reich. Apuntes de un filólogo (2001). Barcelona: Editorial Minúscula.


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desesperación, en el vacío infinito de un trabajo de fábrica extremadamente mecánico, a la cabecera de los enfermos y moribundos, delante de tumbas y en los momentos de humillación extrema, con un corazón físicamente deficiente, siempre me ayudó este mandamiento que me hacía a mí mismo: observa, estudia, graba en tu memoria lo que está ocurriendo –porque mañana ya todo tendrá otro aspecto, mañana ya lo percibirás de otra manera– acuérdate de la manera como todo esto se manifiesta y actúa. Y muy pronto, después, esta exhortación a posicionarme por encima de la refriega y a conservar mi libertad interior se cristalizó en esta fórmula secreta siempre eficaz: LTI.12

El trabajo de Klemperer, poco conocido en Francia, está considerado por algunos como el principio de la lingüística política. Demuestra los mecanismos del poder, o de los poderes, elaborando un informe sobre la eficacia del lenguaje, sobre su uso en la esfera pública. Propone, o incluso demuestra, que la orden del discurso configura genuinamente las prácticas, que tiene un efecto performativo. Entonces, ¿cómo procede la LTI? (Lengua del Tercer Imperio. Retomamos esto de la sigla de LTI porque la sigla en alemán, en la obra de Klemperer el título es la “Lengua del Tercer Reich”). Entonces ¿cómo procede esto: la Lengua del Tercer Imperio? ¿Cuál fue el medio propagandístico más potente del hitlerismo? ¿Los discursos aislados de Hitler y Goebbels, sus declaraciones en tal o cual tema, sus palabras de odio en contra del judaísmo, del bolchevismo? Y acá vamos a responder con una cita: No, sin duda alguna, no (...) El nazismo se inoculó en la carne y la sangre de muchos a través de expresiones aisladas de giros de formas sintácticas que se imponían repitiéndolas

12

Op. cit. p. 34.


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millones de veces y que eran adoptadas de forma mecánica e inconsciente (…).13

La inversión del sentido es una de las características de las lenguas totalitarias: ellas pervierten el lenguaje común. Una nueva cita: Altera el valor y la frecuencia de las palabras… impregna las palabras, y formas sintácticas con su veneno, pone el lenguaje al servicio de su terrorífico sistema y hace del lenguaje su medio de propaganda más potente, más público y secreto a la vez... palabras nuevas aparecen, o palabras antiguas adquieren un nuevo sentido, o nuevas combinaciones se crean y se fijan rápidamente en estereotipos.14

Observa que esta difusión se hace posible y se ve reforzada por la alianza temprana entre la propaganda militar y la acción publicitaria. La característica principal de este nuevo lenguaje, su “cualidad fundamental” es la pobreza: Su pobreza es una pobreza de principios, es como si hubiese prestado voto de pobreza. Pobre y monótona, ella se apodera de todos los sectores de la vida privada y pública. (…) Tan todopoderosa como pobre, todopoderosa precisamente por su pobreza… Es una verdadera guerra librada en contra de la riqueza inagotable de la lengua, su polisemia.15

Entonces estos puntos de la pobreza me parecen aún hoy en día muy actuales, cuando se ve en las instituciones cómo se habla de situaciones yo siento, me quedo sorprendida al ver que las mismas palabras son las que van a designar realidades completamente diferentes. Otros rasgos específicos de la LTI:

13

Op. cit. p. 40.

14

Op. cit. p. 57.

15

Op. cit. p. 48.


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La repetitividad: “Este lenguaje es pobre... y solo se refuerza repitiendo, machacando siempre la misma cosa”. La univocidad: “no sólo era pobre porque todos se veían forzados a adaptarse al mismo modelo, sino en particular porque, optando por una restricción libremente elegida, siempre expresaba sólo un aspecto de la esencia humana”. La masificación: “La LTI procura por todos los medios despojar al individuo de su esencia individual, en anestesiar su personalidad, en convertirlo en pieza sin ideas ni voluntad de una manada dirigida y azuzada en una dirección determinada, haciendo de él un mero átomo de un bloque de piedra que rueda”. La invasión: “Yo leía todo lo que encontraba y veía huellas de este lenguaje por doquier. Era realmente totalitaria”. En la universidad “las revistas filológicas especializadas evolucionan con tanta facilidad en la jerga de 3er Reich que cada página da literalmente ganas de vomitar”. Lo peor según Klemperer es que este lenguaje se encuentra “incluso entre las víctimas más perseguidas”. Observaba de manera cada vez minuciosa cómo charlaban los trabajadores en la fábrica y cómo hablaban los brutos de la Gestapo y cómo nos expresábamos entre nosotros en nuestra jerga zoológica de judíos en jaula. No existían notables diferencias. No, de hecho, no había ninguna. Todos, partidarios y adversarios, aprovechadores y víctimas, estábamos sin duda alguna guiados por los mismos modelos.16

La LTI insinúa al mismo tiempo que se insinúa. “La lengua dirige no solo mis pensamientos, sino que guía a la vez mis emociones, dirige mi ser moral, tanto más naturalmente cuanto mayor es la inconsciencia con que me entrego a ella. No se la

16

Op. cit. p.36.


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habla impunemente. Se la respira y se vive según ella”. No hay escapatoria. La nocividad: “El veneno está por doquier. Se arrastra en esta agua que es la LTI, nadie está a salvo”. “Las palabras pueden actuar como dosis ínfimas de arsénico: uno las traga sin darse cuenta, parece no surtir efecto alguno, y al cabo de un tiempo se produce el efecto tóxico”. La metáfora de la intoxicación ilustra acá un proceso solapado, pre-reflexivo, y entonces en mayor parte inconsciente. Dos años después de la publicación de LTI, en 1950, se publicó la novela 1984 de George Orwell, que, de igual modo, presenta un análisis condensado del lenguaje totalitario –la neolengua– cuya descripción atraviesa y alimenta toda la novela. Orwell describe también un poder que intenta ejercer un control absoluto del pensamiento a través de una rarefacción drástica del vocabulario: ¿No sientes la belleza de la destrucción de las palabras? ¿No sabes que la neolengua es el único idioma del mundo cuyo vocabulario disminuye cada día? ¿No ves que la finalidad de la neolengua es limitar el alcance del pensamiento, estrechar el radio de acción de la mente? Al final, acabaremos volviendo literalmente imposible todo crimen del pensamiento. Ya que no habrá más palabras para expresarlo. Todos los conceptos necesarios serán expresados exactamente cada uno por una sola palabra, cuyo sentido estará rigurosamente delimitado. Todas las significaciones subsidiarias serán suprimidas o abolidas (…) Cada año menos y menos palabras y el campo de la conciencia cada vez más restringido. Ortodoxia significa no pensar, no tener necesidad de pensamiento.

Orwell es sensible a la alteración de las palabras inducida por el discurso publicitario, y denuncia la degradación del lenguaje en las sociedades democrático-mercantiles. La intención de la neolengua era (…) imposibilitar otras formas de pensamiento (…) que cualquier pensamiento


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herético (…) fuera impensable, o por lo menos en tanto que el pensamiento depende de las palabras. El vocabulario estaba construido por palabras destinadas a imponer la actitud mental requerida a la persona que lo empleaba.

En el Apéndice de 1984: “Los principios de la neolengua”, Orwell habla de corrupción, de envilecimiento de la lengua. También evoca su objetivo anestesiante. “Luchar contra esta invasión del espíritu por expresiones estereotipadas supone estar constantemente en guardia, ya que cada una de esas frases anestesia una parte del cerebro”. Hoy en día, algunos hablan de “neolengua neoliberal”. Esta neolengua, conjugada en el vocabulario, pero también en la organización empresarial y gerencial, gobierna –con efectos directos en las prácticas– sobre sectores que no tienen nada que ver con la producción: instituciones sociales y médico-sociales, escuelas… “El hospital es una empresa como cualquier otra”, anunciaba Sarkozy en 2007. Como en el hospital de Estrasburgo, la organización de los circuitos de enfermos de algunos hospitales sigue el esquema de una línea de montaje de Toyota. Borloo, exministro, hoy muy cercano a Macron, habla de empresariado social, de gestión social… La cultura empresarial está por todas partes, con sus ideas de competitividad, de beneficio, de rendimiento de inversión… Después de todo, ¿no se habla en algunos servicios de protección de los niños, de la “gestión de la cartera” para hablar del número de situaciones de las que un educador tiene que encargarse? Una directora de un centro de acogida de menores sin acompañantes recibió del servicio de protección de la niñez la siguiente petición: “Tenemos 6 jóvenes en stock. Podría usted liberar espacio (o sea, echar a seis de ellos) porque nosotros estamos muy ajustados”. Leí entonces en el diario que, no recuerdo en qué Ministerio, tenían que contar el “stock” de personas discapacitadas que recibían una pensión.


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[Miryam Sosa: no estamos lejos acá (Risas).] El discurso neoliberal y el vocabulario empresarial funcionan como la neolengua, cuya finalidad es imposibilitar cualquiera duda, cualquier reflexión autónoma, y por supuesto cualquier crítica o cualquier protesta por parte de la ciudadanía. Necesita el consenso: “pues, ya vemos, al final, hablamos de la misma cosa pero con términos distintos; sólo es una manera de hablar; en el fondo, estamos de acuerdo”. El objetivo siempre es el bien de los usuarios… Según Eric Hazan, la neolengua neoliberal “es un arma posmoderna, muy bien adaptada a estas condiciones «democráticas» en las que se trata (…) de escamotear el conflicto, de volverlo invisible e inaudible. Y como un prestidigitador que terminara su número desapareciendo bajo su propio sombrero, la LQR (Lengua de la Quinta República) consigue colarse sin que nadie, o prácticamente nadie, parezca darse cuenta de su avance –sin tan siquiera hablar de denunciarlo–”. Lejos de la LTI totalitaria, basada en el odio, que siempre necesita un enemigo al que se trata de hacer pedazos, el lenguaje empresarial intenta enviar mensajes positivos y calmados. Esta ausencia de pasiones negativas corresponde al espíritu empresarial del dominio de sí: el habitus de los jefes con una voz y una entonación pausada, sin asperezas… A diferencia de los lenguajes totalitarios que impresionan dando miedo… el lenguaje empresarial neoliberal impone con la intimidación, con un vocabulario técnico que crea una impresión de eficiencia, de competencia, de dominio de las cosas y de sí mismo, y que insinúa la ausencia de profesionalismo y el arcaísmo de los que no adoptaron las palabras y las actitudes fundamentales. Para Miguel Benasayag, “El triunfo del capitalismo es así tanto más fuerte en cuanto ha logrado crear verdaderamente


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una nueva percepción normalizada que no se presenta como una ideología o una visión del mundo, sino como lo que sería la naturaleza misma del mundo y de los hombres”.17 Y entonces son los “no va de suyo” de Oury los que se convierten en los ideólogos, los conservadores… Esta “naturalización” del mundo, esta objetivación, lleva a creer que no habría otra opción. No habría opción de hacer otras opciones, no habría opción de hacer de otro modo… Nuestro Primer Ministro Edouard Philippe hablaba hace poco en su discurso de apertura tras las vacaciones de la necesidad de “integrar las constricciones del real”. Este uso del término real en lugar de realidad, que localicé la primera vez, no me parece anodino, aun si no conozco el uso que E. Philippe hace de RSI. “No hay opción, hay que conformarse”. Las cifras, las estadísticas refuerzan la evidencia, aún más cuando los expertos añaden sus comentarios: “las cifras son las cifras, uno no puede ir en contra de la realidad de las cifras”. Como si las cifras en sí mismas quisieran decir algo, mientras que se las hace decir. Plantear los problemas de manera demasiado positivista, como es el caso hoy en día, es como decir “que hay cosas que van de suyo”, independientemente de toda lectura, fabricación que hacemos en función del discurso, del enfoque que se hace sobre una cosa, un acontecimiento, un actuar… Ahora bien, las palabras, las ideas, importan; y tienen consecuencias prácticas; ninguna es inocente. “El funcionamiento propio del biopoder implica también un rechazo de la violencia misma que ejerce. Este objetivo se efectúa de una manera aparentemente tan ‘normal’, tan poco conflictiva, que no logramos resistir ante ella, a falta de saber a qué habría 17

Benasayag, Miguel y Del Rey, Angelique (2012). Elogio del Conflicto. Madrid: Tierradenadie Ediciones (p. 99).


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que resistir exactamente” (Benasayag). ¿Nos vamos a resistir al mejoramiento del circuito sanitario? ¿A las capacitaciones contra los malos tratos? ¿A la pedagogía mediante proyectos?… ¿Es razonablemente posible oponerse a las leyes sanitarias o a los límites de velocidad concebidos para evitar la violencia de carreteras y los muertos? ¿Es razonablemente posible desaprobar las guías de buenas prácticas? ¿Criticar la promoción de sistemas de calidad orientados a los usuarios –aquí las personas acogidas y acompañadas– (mientras que los recursos de acogida y de acompañamiento disminuyen)? Se percibe bien por qué tales oposiciones pueden parecer “anormales”: “Ahora bien, admitimos que la ciudadanía no está totalmente de acuerdo con tal reforma, pero es porque “no entendió el motivo”. Es cierto, no tenemos la misma opinión, pero es porque no hemos explicado bastante… Esto proviene de la manera en la que el biopoder se ejerce en nuestras sociedades. Opera en un contexto de negación absoluta del conflicto: éste no existe, tan sólo hay “problemas técnicos” para diagnosticar correctamente las anomalías. Siempre se trata de una cuestión de gestión, nunca de conflicto. Todo “lo que va mal” –y por supuesto, queda por saber desde qué punto de vista– dispone necesariamente en algún sitio de su solución, y no podría ser pues considerado más que como un problema técnico. Tal es la gestión de las poblaciones características del biopoder: integra las resistencias al sistema, de ahí la dificultad de resistir. Se habla de “malentendidos”, de un “déficit de comunicación” que impide la transparencia total, el consenso total. Y cuando, a pesar de muchas explicaciones, el desacuerdo persiste, se habla de “resistencias”, de incapacidad de evolucionar y de adaptarse, o de nostálgicos atados al pasado, recalcitrantes en su oposición al progreso... En esta refutación del conflicto, característica de la manera en la que el biopoder ejerce el poder como si no ejerciera ninguno,


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hay una negación de la multiplicidad de los puntos de vista… El biopoder se ejerce sobre el fondo ilusorio de una realidad única y homogénea, natural, que no haría sino articular las necesidades con los objetivos.... Según Miguel Benasayag, es entonces necesario ...resistir al contrabando de la solución de los que se nos presentan, bajo el sello de la evidencia, como simples problemas técnicos. Resistir a la definición impuesta de nuestros objetivos en la vida, en nuestro trabajo, en nuestras creaciones…18

Oury invitaba a ponerse –añadiría hoy “contra viento y marea”– del lado de los “no va de suyo”. Esta frase se opone de entrada a lo que “va de suyo”. Y para estar tranquilo en el trabajo, para tomarse vacaciones tranquilamente, para volver a casa tranquilamente, es mejor elegir el “va de suyo”. (Esto es del Seminario Lo colectivo). Me parece que, hoy, la manera de “resistir” a este poder del lenguaje empresarial y de lo que crea sobre nosotros, a nuestro pesar quizás, contra nuestra voluntad, en cualquier caso, pasa por un trabajo permanente de análisis de los discursos, de los términos actuales, pero también de los que usamos. Desmenuzar las palabras, las ideas, referenciales… latentes, que ellas vehiculan; rechazando algunas, inventando otras, para decir, dar cuenta de una práctica, hablar de las personas que recibimos… Façons de dire. Modos de decir. “Sacudir el lenguaje es un asunto político, es una elección política, es una forma entre otras, de práctica política”19 dice Althusser.

18

Op. cit., p. 232.

19

Althusser, Louis (1992). El porvenir es largo. Paris: Ed. Poche (p. 437).


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Después de las jornadas de 2016 ¿Qué común?, tuve la idea, para hablar de estos jóvenes de los que se dice a menudo que “no encajan”, que se comparan a “papas calientes”, de hablar de jóvenes fuera de lo común, o extraordinarios… (no sé cómo suena en español, pero en francés alguien que está fuera de lo común es alguien excepcional, no es una cosa… lo extraordinario es algo que sale de lo ordinario, no lo toman como un aspecto tan positivo, una cosa fuera de lo ordinario). Sigue siendo una manera de señalar… pero en cualquier caso, más alegre, más feliz me parece. En Visa-Vie, hablamos de point-d’étape20, en referencia a un momento del camino, de un paseo… y no de “informe”. Hablamos del “trozo de camino” que hemos recorrido, con las vacilaciones, las pausas, el cansancio, las risas, las anécdotas… en vez de “hacer el balance” y de focalizarse sobre eventos negativos. La semana pasada un equipo con el que trabajaba me explicaba que la directora vino a verlos a raíz de la muerte de uno de los usuarios, para ver lo que hacía falta implementar para evitar algún otro “evento no deseable” cuando la muerte de un usuario se transforma en un” evento no deseable” ¿cómo se puede hablar de esto? Esta preocupación por la lengua y las palabras empleadas son pequeñas nadas, pero no del todo una nada, desde nuestro posicionamiento o nuestro modo de relación con el otro. Pequeñas cosas en relación a las que nuestros interlocutores de la administración y los jueces muestran una sensibilidad asombrosa. Me parece entonces importante: subvertir, inventar nuevos modos de decir en el seno mismo de las instituciones, resistir al uso de ciertos términos e insistir en el uso de otros…

20

Literalmente, “punto de etapa”, podría traducirse como “parada”, en el sentido de un alto en el camino.


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Recordar el comentario de Lacan: “no somos lo bastante poastas, (poétassés)”21. Y el de Mahmud Darwich, gran poeta palestino contemporáneo: no dejen que el mundo les robe las palabras. Veo, por todos lados, que combaten por su servidumbre como si se tratase de su salvación. (Spinoza) Obedecer, desobedecer, es dar forma a su libertad. (F. Gros)

En su Discurso sobre la servidumbre voluntaria, –que F. Gros considera como el primer discurso sobre la sobre obediencia: siempre obedecemos más de lo que es realmente necesario en la situación de sumisión, y es este exceso que mantiene el poder político–, La Boétie escribe: Aun a este único tirano no hay que combatirlo. No es necesario abolirlo, se anula por sí mismo si el conjunto de la nación no consiente en la servidumbre; no es preciso quitarle nada sino no darle nada (...) Los mismos pueblos, pues, se dejan, o mejor, se hacen devorar, ya que con dejar de servir estarían a salvo; el pueblo se sujeta a servidumbre, se corta el cuello y, pudiendo elegir entre ser siervo y ser libre, abandona su independencia y toma el yugo, consiente en su propio mal o, más bien, lo persigue. El tirano sólo tiene dos ojos, dos manos, dos pies. ¿De dónde ha tomado él tantos ojos para espiarlos si ustedes no los han puesto a su servicio? ¿Cómo tiene tantas manos para golpearlos si no las toma de ustedes mismos? ¿Cómo ejerce el despotismo sobre ustedes sino mediante ustedes? (…) Resuélvanse a no ser esclavos y serán libres. No se necesita para esto pulverizar el ídolo, será suficiente no querer adorarlo; el coloso se desploma y queda hecho pedazos por su propio peso, cuando la base en que se sostenía llega a faltarle.22 21  Lacan, Jacques. Seminario del 17/05/1977: je n'suis pas assez poâte je n'suis pas poâte assez [No soy bastante poasta, no soy poasta suficiente assez]. Poâte: neologismo que condensa poète (poeta), hâte (prisa), pâte (pasta). 22

De La Boétie, Etienne. Op.cit., pp. 22-23.


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En su libro Desobedecer, F. Gros plantea la pregunta del sujeto político, es decir: ¿a partir de qué relación consigo mismo respetamos o transgredimos las leyes públicas? ¿Qué forma da cada uno a su libertad? Es una evidencia cultural masiva que liga de manera estrecha capacidad de obedecer y afirmación de humanidad. Toda educación y humanización pasarían por un momento de docilidad ciega que Kant llama “disciplina”, un momento que “transforma la animalidad en humanidad”. Un paso obligado entonces antes de acceder al aprendizaje de la autonomía, de la adquisición de un juicio crítico… Por el contrario, desobediencia, transgresión, insumisión, son signos de animalidad rebelde, y en términos más contemporáneos, de sociopatía, de disturbios del comportamiento… (Cf. clase de Foucault sobre Los Anormales). Pero hoy, nos dice F. Gros, desobedecer puede ser una declaración de humanidad frente a lo intolerable. Con los totalitarismos del siglo 20, nació una nueva monstruosidad: los monstruos de obediencia, de los cuales Eichmann es el prototipo. La razón técnica tomó el poder, eficaz, productora, útil. La razón de la industria y de las masas. De ahora en más, se trata de hacerse autómata, máquina. Y la relación con el mundo, con las cosas y con las órdenes que aseguran la tranquilidad, es aquella de la desresponsabilización. “Es muy confortable poder despojarse de sus responsabilidades de este modo. Qué alivio decirme que no pude hacer nada, o mejor dicho, decirme: lo que hice, eso no era realmente yo. No soy responsable: he obedecido a las órdenes”23 (Es decir, he aplicado el procedimiento, las recomendaciones de buenas prácticas…). “Es sobre todo a nuestro deseo de obedecer que es preciso resistir, al hecho de dar más que lo que nos piden. Entonces tal 23

Gros, Frédéric (2017). Desobedecer. Madrid: Taurus (p. 51).


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vez incluso no se trata de desobediencia, sino de dejar de surobéir (sobre-obedecer)”24. Según La Boétie, “Ser libre es, ante todo, emanciparse del afán de obedecer, asfixiar en uno la pasión por la docilidad, dejar de trabajar, desde uno mismo, por la propia alienación, acallar esa vocecita interior que legitima de antemano la potencia que me oprime”. Cómo pensar y practicar una cierta “desobediencia” en nuestros lugares y prácticas institucionales. Obedeciendo, a mínima, sin adhesión, sin subordinación, es decir, sin la convicción profunda de lo bien fundadas de las órdenes y consignas que serían “razonables y justas porque proceden de alguien a quien se supone competente y virtuoso, íntegro” … ¿Obedecer como no obedeciendo? ¿Desobedecer como no desobedeciendo? ¿Desobedecer realmente?… En un contexto en el que el peso del conformismo es muy grande. Cuando las instituciones no pueden aceptar en su seno un “lugar” que no trabaje en el sentido de la normalización. Pensar, inventar, entre varios, in situ. Con la idea, como una de ustedes me lo ha escrito de manera tan bonita pidiendo si aceptaría venir a intercambiar con el equipo con el que ella trabaja, “a ver si es posible que ‘nos demos fuerza’ mutuamente”. (Aplausos) María Martha Boccanera: Como no tenemos tiempo para hacer ahora las preguntas, pensábamos quizás que tome la palabra Alfredo y que luego hacemos las preguntas al final, ¿les parece? Bueno, Alfredo…

24

Op.cit., p. 61.


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LOS PERROS, SIEMPRE LOS PERROS Alfredo Lopez Lecturas: Alfredo López-Rosa Calanocce

Sin título. 2016. Alfredo E. López

Dos indicaciones antes de comenzar. He dejado unas imágenes que les pido que vayan circulando una a una mientras vamos leyendo el texto. Pueden comenzar… y lo otro es que el texto me pidió otras voces y por eso invité a Rosa Calanocce, para que leyera y me acompañara en algunos párrafos.


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A manera de introducción Algo insiste. Un impulso que empuja a escribir/contar/ mostrar prácticas que sostengo desde el año 2001 en un dispensario municipal en la periferia de la ciudad de Córdoba. Prácticas analíticas, heterogéneas, heterodoxas, diversas… Ni bien percibo ese impulso, surgen preguntas, inevitables, inquietantes: ¿por qué, para qué, unas prácticas tales deberían ser transmitidas a cierto público? La pregunta da paso rápidamente a otras: ¿Qué genera la necesidad de mostrar el territorio donde esas prácticas se despliegan? ¿Y por qué incorporar imágenes de esos lugares? ¿Mostrar el territorio? ¿Territorio que se muestra, que da a ver? Un esbozo de respuesta se manifiesta con el decir de John Berger en Diez comunicados acerca de la entereza ante los muros: Los pobres no tienen residencia. Tienen hogares porque recuerdan a las madres o a los abuelos o a la tía que los crió. Una residencia es una fortaleza, no un relato; mantiene a los salvajes a raya. Una residencia requiere muros. Casi todos los pobres sueñan con una pequeña residencia. Es como soñar un descanso. No importa cuán enorme sea la congestión, los pobres viven en lo abierto, donde improvisan lugares para sí mismos, no residencias. Estos lugares son tan protagonistas como sus ocupantes; tienen vidas propias que vivir y no esperan, como las residencias, la llegada de otros. Los pobres viven con el viento, con la humedad, con el volátil polvo, con el silencio y el ruido intolerable (a veces con ambos: sí, eso es posible), con hormigas, con animales grandes, con olores que vienen de la tierra, con ratas, humo, lluvia, vibraciones de otras partes, rumores; con la caída de la noche, y unos con otros. Entre los habitantes y estas presencias no hay líneas


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divisorias claras. Confundidos inextricablemente, juntos forman la vida del lugar.25

La presencia del territorio rebasa la mera geografía, hablamos de territorios de afectos, de potencias, de tristezas, de múltiples modos de existencia, de multiplicidad de cuerpos, animales, paisajes, que no conforman unidad, menos aún algún todo. Entorno afectivo y existencial. Continuidad de lo contiguo. Lugares tan protagonistas como sus ocupantes. No hay líneas divisorias claras. En la misma línea, Berger, en una entrevista que le hiciera Emmanuel Faure a él y a su hijo, también artista plástico (2008) sostiene: Cuando se habla del lugar, se piensa instintivamente en un sitio. Sin embargo me pregunto si el lugar no es, ante todo, una parte del cuerpo.26 El cuerpo que se extiende o se prolonga en el lugar es para mí algo típico del trabajo de los agricultores. Sus cuerpos, marcados y estigmatizados por la carga del trabajo, se parecen al lugar en el que esas cargas de trabajo se han ido acumulando a lo largo de los años. (…) al mismo tiempo, esos límites siempre dejan pasar algo; la piel deja pasar el sudor… Lo que resulta fascinante en la relación entre el cuerpo y el lugar es precisamente lo que se produce desde el punto de vista de los límites, lo que los atraviesa y lo que se queda al margen. Este espacio intermedio es muy misterioso.27

......... 25

Berger, John (2011). Diez comunicados acerca de la entereza ante los Muros, Con la esperanza entre los dientes. Buenos Aires: Alfaguara. (pp. 85-86). 26

Berger, Ives, Berger, John y Favre, Emmanuel (2009). Desde el taller. Barcelona: Editorial Gustavo Gili (p. 8).

27

Ibíd., p.9.


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Espacio intermedio, inter, espacio entre. Imágenes que muestran territorios, cuerpos, cuerpos como territorios, intimidades, exteriores, extimidades. Imágenes que muestran, dan a ver, imágenes que convocan nuestras miradas… Esta tensión que plantean las imágenes, tensión entre lo que se muestra y el acto de mirar lleva a otro texto. Uno de Georges Didi-Huberman, Blancas Inquietudes:28 Mirar (regarder) no es evidente. Ya porque mirar va y viene. Sucede, por ejemplo, que mirar consiste en cuidar (garder) dos veces. No simplemente cuidar, unilateralmente, cuidar en el sentido del carcelero que vigila (surveillir), que cuida de tanto en tanto, que mira a su prisionero por el agujero de la mirilla para asegurarse de su encierro fuera del mundo, de su servidumbre. Sino más bien: cuidar dos veces –o más–, cuidar para amar, para soportar, para acercarse y no mantener a una distancia vigilada. Cuidar para ocuparse y mantener con vida. Cuidar en el sentido de una madre que protege a su niño contra viento y marea y lo mira de tanto en tanto, vela (veillir) por él para asegurarse de su apertura al mundo, de su libertad. Sucede también que mirar consiste en no cuidar nada en absoluto. Es, entonces, aceptar perder –o, como mínimo, no mantener, no aprehender hasta el límite, no poseer– lo que se mira, cuando lo que se mira se mueve (mariposa que bate las alas y se nos escapa hacia lo lejano) o cuando nuestra propia mirada se mueve a su vez (acepto entonces renunciar a la mariposa y dejar que mi visión deambule por otra parte, por ejemplo, hacia el lento movimiento de las nubes tras la mariposa). La mirada va y viene. Lo que atrapa aquí (o ahora) lo pierde allí (o justo antes, o justo después). No hay mirada sin esta dialéctica, no hay mirada sin este movimiento perpetuo, sin este juego incesante del gana-pierde.29

28

Didi-Huberman, Georges (2005). Blancas inquietudes, Cantabria: Ed. Shangril (p. 69).

29

Ibíd., p. 69.


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De consultorios perforados Tras ausentarme unas semanas del dispensario, al regreso, una hermosa enredadera envuelve una vieja vitrina donde guardo papeles, libros, juegos de mesa… A través de una rejilla de ventilación de gas, hace tiempo en desuso, la enredadera insolente ha incursionado en ese espacio mantenido ignorado. ¿Espacio cerrado? No me sorprende del todo que la vida salvaje insista en ese ámbito de consultas. Repetidas veces caballos de carreros de la zona asoman su cabeza por la ventana mientras atiendo, chicos trepan por la reja hacia el techo, usan la ventana como escalera, música de cuartetos a todo volumen como una letanía, un rezo, toda una temporada escuchando la misma canción puesta hasta el hartazgo por la vecina de enfrente. Barro, guano, que traen los calzados de niños, hombres, mujeres o yo mismo. Respiro ese territorio, transito sus calles, baldíos con flores silvestres, charcos, casitas precarias –“vivo en un cuatro por cuatro”30, dicen muchas pobladoras en forma irónica– casitas en constante modificación. Casi todos y todas mis pacientes viven o vivieron allí. Litoral, donde la ciudad termina, donde hubo campos ilegales de soja fumigados con glifosato y hoy en gran parte son habitados por cientos de familias. Márgenes (de una centralidad difusa y soberbia) donde respiramos durante años los desechos de los hornos crematorios del cementerio.

30

“Cuatro por cuatro” hace referencia a las medidas mínimas de una vivienda precaria, 4 m x 4 m, pero también se denomina así a los vehículos de alto rango propio de la clase alta.


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Estar, transitar, recorrer esas geografías, esos territorios… ¿cuánto afecta las prácticas? De ese territorio entro y salgo. No vivo ahí como la mayoría de los pobladores, me muevo en ese litoral. Pero hay algo de ese paisaje que se adosa a los cuerpos, que perfora las pieles y por lo tanto que no queda por fuera de unos intentos de prácticas analíticas y de otras prácticas (comunitarias, sociales, institucionales…). Digo esto como afirmo lo siguiente: el territorio no es un mero contexto, de igual manera que las imágenes no representan ni ilustran.

Rosa Calanocce lee:

Un miércoles cualquiera Una mañana llega al dispensario una mujer a pedir urgente un médico porque su joven vecina, de unos 25 años, encuentra en la madrugada su bebé muerto. En menos de una hora, un médico residente, vuelve desencajado. Sólo dice: “Lo que acabo de ver nunca lo vi, ni en guardias ni en los libros. Un ratón comió la cabeza del bebé”. La enfermera pide que la acompañe y en pocos minutos estamos en esa casa. La casita es un monoambiente, un cuatro por cuatro, techo de chapa, piso de tierra. Esa mujer había dejado a sus tres hijos durmiendo en la única cama y se había ausentado unas horas. A esa altura la escena es más o menos la siguiente: policías judiciales revisando la casa, agentes contabilizando los agujeros nidos de ratones, vecinos agolpados formando una suerte de círculo alrededor de la vivienda, niños llorando, perros ladrando, y la mujer mirando desorbitada la nada misma. En el momento en que intentan llevarse el cuerpo muerto, esa madre


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comienza a aullar. La abrazo fuerte, muy fuerte. No estoy ahí y al mismo tiempo todo mi ser está ahí confundido con ese cuerpo. Se desploma en mis brazos. Su/mi cuerpo inerte también. Luego de desplomarse, en unos segundos se levanta y riendo le pide a todos los presentes que vayan acomodando la casa, que ya vuelve, que preparen la ropita del bebé, que va y vuelve, que es solo un trámite, que ya va a despertar. Vuelve a decirle lo mismo a sus otros hijos, que saquen la ropita del sol que había lavado el día anterior, y que la tengan lista, que va al hospital con el niño que ya vuelve… que ya vuelve… que ya vuelve. Sube a un móvil con la policía y viaja detrás de la ambulancia judicial. Fin de la escena. Regresamos al dispensario en silencio. Siento el cuerpo de esa madre adosado a mi cuerpo. No es metáfora. Su cuerpo piedra, cristal, me arrastra... A días, semanas, no recuerdo, aparece en la puerta del consultorio. Sin decir nada pasa. Se sienta. No habla. No dice nada. Permanecemos en completo silencio no sé cuánto tiempo. Luego digo: puede venir cuando quiera, las veces que quiera, todas las mañanas me encontrará ahí. La escena muda se repite cuatro, cinco, seis veces. Completo silencio, o no. ¡No, no! Se escuchan los carros pasar, el viento, las risas de los niños, gritos, los perros. El territorio entero presente. Un día, ¿el último?, ¿cómo saberlo?, empieza suave y silenciosamente un llanto. Se levanta, la abrazo. Nos abrazamos. Luego, luego solo dice gracias. Espero. Alguien, algún vecino, no recuerdo, cuenta que se ha ido del barrio, bastante lejos de ahí. Lejos. La sigo esperando.


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Alfredo lee: Didi-Huberman: Llorar ante el otro y, peor aún, ante los otros reunidos en comunidad, sería entonces, ante todo, exponer nuestra impotencia y nuestro abandono hasta perder la reputación. Exponerse, quedarse desnudo hasta no poder hablar, ni ver, ni actuar más. Ser menos que un rostro, en suma, menos que una persona: una pobre mueca de la desolación. Como una detención (detención en la imagen o imagen en bucle) en el ritmo entrecortado del sollozo, del rictus, del cuerpo derrumbado. Todo ello en un estado en el que parecemos estar sin fuerzas y no poder hacer nada más que lamentarnos in situ, sin fin: estado de impoder, de impotencia, de imposibilidad. La lengua francesa posee una expresión significativa para designar este impoder y esta imposibilidad reunidos en la pobreza más absoluta: “No nos quedan sino los ojos para llorar”.31

Ni dolerse del llanto otro, ni la indiferencia agresiva contracara de la culpa. Ninguna identificación humanitaria. No llorar sobre los que lloran, no sirve de nada. En todo caso adentrarse en los campos de posibilidades. La sublevación es hija de las lágrimas. Ese llanto silencioso aturde. Cuánta movida, cuánta acción, cuánta revuelta nacen de las lágrimas. Potencia sublevadora que va del dolor al deseo, a la acción. Lágrimas que dicen “no” a un estado de cosas, que dicen “no” en un gesto digno y potente. Después, después podrá decir todo o casi todo… Destruir, dice... Sostenerse en el lugar de impoder, esperar nada, más bien actitud de espera, de disponibilidad, sin reputación, desnudo 31

Didi-Huberman, Georges (2005). Pueblos en lágrimas, pueblos en arma. Cantabria: Ed. Shangrila (p.14).


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ante la nuda vida. Vacuolas de soledad, al decir de Deleuze, vacuolas de soledad y silencio para que algo pueda ser dicho, mostrado, destruido…

Sin título. 2016. Rosa H. Calanocce

Territorios tomados / tomados por el territorio Frecuentemente me descubro preguntando ¿qué hago aquí? Y a pesar de la insistencia de la pregunta, no sólo no me saca de ahí, sino que me confirma en ese lugar con otras preguntas: ¿y por qué no?, ¿en qué otro lugar? Dos situaciones: 1. La toma de tierras por un grupo de pobladores y pobladoras. 2. La toma de un terreno por parte de un grupo de mujeres. Desde 2007, año en que trasladaron una villa completa de costa canal hacia un terreno colindante al dispensario, algunos


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otros pobladores sin tierra ni vivienda comenzaron a asentarse poco a poco en los márgenes de esa mini urbanización. Al tiempo unas 40 o 50 familias levantan sus casas precarias en esos terrenos “de nadie”. El conflicto estalla cuando empiezan las amenazas hacia los pobladores y las pobladoras por parte de “nadie sabe quién”, señores que dicen ser de la constructora Gamma. Muchas mujeres, algunas de ellas mis pacientes, van planteando sus angustias y temores a ser desalojadas. En medio de la negociación que un grupo de ellas va teniendo con los supuestos representantes de la empresa, intempestivamente, aparecen topadoras y empleados que empiezan a cercar la zona con postes y alambrados. Acuden al dispensario. En pocos minutos estamos ahí. Cuerpos formando barreras humanas ante el avance de las máquinas. Mujeres angustiadas, hombres, niñez gritando, perros… siempre los perros. Se logra detenerlos. Negociaciones: abogados, edecanes, estrategias del poder para dividir a los pobladores. En unos meses acceden a desplazarse a tierras vecinas a cambio de materiales de construcción que les provee la empresa. Arman una cooperativa, organizan el terreno y trazan lo que pretende ser una nueva urbanización. Sin intervención del estado ni de empresa alguna, ese nuevo asentamiento que nombran por consenso “Nueva Esperanza”, hoy está conformado por más de 600 familias, y la única presencia del estado en ese nuevo territorio es durante meses una suerte de posta policial improvisada en una casilla rodante, cuya misión es impedir que lleguen nuevas familias y el ingreso de materiales de construcción. Vigilados, siempre vigilados: en sus ganas de habitar un pedazo de tierra, vigilados en sus ansias de avanzar con sus casas, vigilados hasta en el deseo mismo de otra vida posible. La orden


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es “que no pase nada”. Cobanis32 a sueldo, mandados a ejecutar una cacería de deseos. Orden policial burlada con distintas estrategias nocturnas que idean los vecinos y las vecinas para pasar los materiales por otras fronteras, para insistir con sus deseos de un lugar digno, vivible. Llegan más pobladores, muchos de ellos inmigrantes de países vecinos. Siguen ingresando materiales, tirando cables, conectando redes de agua, plantando árboles, criando gallinas, alimentando perros. Movimientos y acciones para “que pase algo”. Toda esa nueva población se atiende en el dispensario. Y como equipo de esa institución, que también es estatal, intentamos mapearnos una y otra vez, mapeos afectivos y laborales, cartografías subjetivas que nos pierden que nos encuentran. En ese contexto surge también, pero desde otras coordenadas, la pregunta o las preguntas sobre el hacer, sobre las prácticas posibles en este territorio. La posibilidad/dificultad de una práctica que se pretenda analítica, clínica situada, y que está marcada y desmarcada por múltiples y diversos discursos y acciones: estatales, sanitarias, comunitarias, pero también analíticas, filosóficas, literarias, artesanales... Prácticas que intentan estar atentas a las líneas de fuga que, cierta composición de fuerzas van delineando, que son percibidas por el cuerpo, por los cuerpos, y que nos traspasan sin pedir permiso. ¿Cómo tener la delicadeza de sostener las singularidades que presenta cada acontecimiento, y cómo a la vez hacer comunidad ahí donde la precariedad de la vida pareciese recluirse en una atomización cada vez más insistente?

32

Cobanis: forma coloquial y popular de nombrar a las fuerzas policiales.


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Por dónde transitar, cómo ubicarse, como respetar, acompañar, acoger esas singularidades en territorios en pugna. Los movimientos son también plurales o más preciso, tienen la impronta de la cuarta persona del singular de la lengua aymara. Como sostiene la socióloga Silvia Rivera Cusicanqui: en la lengua aymara existe un nosotres que es singular, jiwasa. Por ahora esa cuarta persona del singular queda resonando, abre una puerta, veremos… Pero sí puedo afirmar que esas/esos pobladores conforman un nosotres singular, un hacer nosotres singular que va trazando sus propias derivas no como mera oposición a unos poderes (ya sean privados o estatales), si no como unos actos creativos que impulsan nuevos posibles, que generan nuevos modos de lazos, creando así otros modos de existencia. No la pura resistencia, que se presenta, por ejemplo, cuando la directora del CPC enterada de estos asentamientos y ante los reclamos de agua y recolección de basura, da como respuesta que ubiquemos exactamente las coordenadas del asentamiento para hacer la denuncia correspondiente (“de lo ortiva no se vuelve” … dice Diego Valeriano, y es así). La primera reacción de varios vecinos es: “¿Sabés qué?, juntamos toda la basura, la llevemos en carros y ¡se la tiramos frente del CPC!” Pero no. No. Ya quemaron cubiertas, salieron en la tele, protestaron y gritaron. Deciden poner esa potencia en hacer tendidos de red de agua y de luz. Ellos, ellas saben hacer. Peter Pal Pelbart afirma: En un contexto signado por el control de la vida, como el nuestro, biopolítico, las modalidades de resistencia vital proliferan de las maneras más inusitadas. Una de estas consiste en poner literalmente la vida en escena. No la vida desnuda y bruta como dice Agamben reducida por los poderes al estado de sobrevida, sino la vida en estado de variación. Es decir, modos menores de vivir que habitan nuestros modos


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mayores y que cobran vitalidad escénica o performática, legitimidad estética y consistencia existencial, aun cuando se está al borde de la muerte o del colapso, de la tartamudez o del delirio colectivo o de la experiencia límite.33

¿Acaso ésta no es una realidad fabulada, en la línea que la nombra Valeriano en ese hermoso texto titulado Escuela intervenida y emancipada?34 Pobladoras y pobladores que desertan sin irse, no enfrentan, simulan estar en esa realidad mayor pero desarrollan mundos paralelos. Les sigo, aprendo de ellas y ellos, trazando sus propias rutas, con brújulas que parecen desorbitadas y en cierta manera lo son, porque descreen de los poderes centrales, pero no los desconocen. Artesanos de territorios con vacuolas de libertad, donde pasan cosas, muchas cosas. Segundo momento: la toma de un lote por parte de un grupo de mujeres. Mujeres, madres e hijas, compañeras, vecinas y demases, que sostienen una “copa de leche” desde los inicios del asentamiento, necesitan de un lugar para estas acciones y otras que vienen tramando. En ese entramado me enganchan, me engancho. Eligen la parcela, saben de una que “pertenece” a un tipo que no vive en el barrio, pero se hizo de tres terrenos para luego venderlos. El terreno que están dispuestas a tomar no es cualquiera. Ya no se trata de burlar a una empresa privada, ni al mismísimo Estado. Es de uno de ellos que a la vez no es una de ellas, que tiene a sus propios aprendices de gendarmes cuidando el pedacito de propiedad privada que supo conseguir.

33

Pal Pelbart, Peter. Composiciones monstruosas. El dispositivo documental en acción, XXI Jornadas de estudio de la Imagen, Madrid, 23 al 26 de junio de 2014, en https://www.youtube.com/watch?v=SLdXLcwxN7U

34  Valeriano, Diego (2017). “Escuela intervenida y emancipada”, en Semilla de Crápula. Bs. As.: Ed Cactus/Tinta Limón (pp. 77-78).


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El engorramiento35 a la luz del día –al decir de los Juguetes Perdidos–, gorra lustrosa a unos metros de distancia. Las mujeres avanzan. Potencia vital, que se hace de un pedazo de tierra para uso comunitario. Ni para ellas, ni para sus hijas o hijos ni para sus negocios. Dibujan sobre el suelo un territorio. Se dibujan. Pequeño colectivo, comunidad menor, transitoria, poniendo sus cuerpas36 días y noches. Se trata de habitarlo, día tras día, las 24 horas. Se organizan turnos, trasladan colchones, cocinan ahí, bajo una gran carpa, cuidan del territorio, cuidan sus crías, cuidan sus cuerpas de las amenazas. Hablo de mujeres cuyas vidas productivas son a triple turno: por las mañanas limpian casas ajenas, luego trabajan en sus casas (niños, escuelas, comidas…) y en su tiempo “libre” trabajan en esta toma. Nuestras presencias, de las que laburamos en el centro de salud, son intermitentes: acercarles agua, leche, facilitarles turnos médicos si los necesitaran o simplemente estar ahí… Estar ahí… Testigos, aliadas, agentes del municipio… ¿qué función cumplimos? Me presto, me presto… en un momento me presto a un “venga a charlar con nosotras”. Surgen palabras, relatos, miedos… no en el consultorio, no en el dispensario: hay palabras que solo pueden ser dichas ahí, in situ, palabras y gestos producidos ahí, entre varias, de a ratos soy una de ellas, bajo un plástico azul que intenta hacernos olvidar los 40 grados, sobre colchones tirados en el piso, con críos llorando y pidiendo teta, rodeadas de perros, siempre los perros…

35

Engorramiento: expresión que nombra “ponerse la gorra”, actuar como policía, militar, guardián, etc.

36

Neologismo usado por el movimiento feminista para nombrar el cuerpo.


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Pero las noches son de ellas, sólo ellas. “Estos sujetos (sujetas) –al decir de Marie Depusse– necesitan hasta del polvillo para protegerse del día. Por eso cuando se barre, es preciso hacerlo despacito.”37] Y entonces, ¿para qué dar a ver, para qué contar? Las preguntas iniciales de este pequeño recorrido fragmentario vuelven: ¿qué con esa necesidad de escribir, de imaginar públicos, de mostrar? ¿Se trata del orden del testimonio, de brindar un testimonio? Esto abre toda otra cuestión, pero por ahora digo “testimonio” no en los términos de un yo que da testimonio, sino más bien lo inverso, es decir, aquello de lo que se es testigo es lo que confiere el impulso, el derecho a intensificar su existencia. De lo contrario y como dice David Lapoujade se confundirían dos posiciones, dos actitudes: La de aquel que se siente importante por haber visto y aquel que siente la importancia de lo que ha visto. Un testigo puede tener infinitamente menos realidad que aquello que lo constituye en testigo. Creer lo contrario es ser víctima de la ilusión según la cual esos lugares lúcidos del mundo, esas mónadas de perfección singular, en lugar de deber ser justificados en sí mismos, lo serían solamente en relación con sujetos constituidos que los experimentarían, que los pensarían, que los comprenderían en sus afecciones.38

Hay algo en esas experiencias, llamémoslas menores, siempre inacabadas, intermitentes, que existen un rato, pero que nos toman en sus causas momentáneamente, hacemos y nos hacen causa común, comunidad menor y evanescente. Surgen y desaparecen casi en un mismo movimiento, pero que no se producen sin que nuestros cuerpos, nuestros afectos se vean 37

Depusse, Marie (2012). Prefacio al libro De Leros a La Borde. Ed. Lignes.

38

Lapoujade, David (2018). Las existencias menores. Bs. As.: Ed Cactus (p. 82).


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trastocados, sin que seamos tomados por otros puntos de vista, por otras maneras de existir en términos que lo plantea Souriau. Ni preexistencia, ni fundación, nada superior o exterior que constituya esas experiencias. Se sostienen con su propio gesto. Hace falta todo un “arte” para hacer ver lo que se ha visto. Hacer ver, en ese sentido, tomar como testigo. Todos los hombres son testigos en un momento u otro de un instante de esplendor o de verdad, aun fugitivo.39

Entonces al comienzo: territorios que se continúan en cuerpos. Territorios afectivos y afectados. Prácticas agujereadas, entramadas, por esos territorios, por otros cuerpos. Quizá lo concreto no es tanto la materialidad de esos cuerpos o de esos territorios, o no sólo, sino la vibración, el ruido, que atraviesa las epidermis vueltas membranas vivientes, sensibles. Ese “entre”, ese “espacio intermedio” del que hablaba Berger, y que adjetivó como misterioso. André Masson definía la tela como una epidermis, pero es de cualquier soporte, de cualquier material que hay que decir que es vibrátil, que tiene por función recoger las vibraciones, incluso ínfimas, de este límite. Junto a él, todo se pone a vibrar. No solo el oído, la piel o la tela, cualquier cuerpo vibra.40

Un entre cuerpos, un entre cuerpos/territorios, entre animales/cuerpos, humanos/vegetales. Y de paso, también, arriesgo una hipótesis de la escritura, de esta escritura, un entre piel/carne como territorio donde algo comenzó a garabatearse. Una vez más, abusaré del relato, pero esta vez de Georges Didi-Huberman (¡sí, una vez más!). Se trata de su libro Cortezas41, quizá lo más bello de lo leído últimamente. 39

Ibíd., p. 77.

40

Ibíd., p. 89.

41

Didi-Huberman, Georges (2014). Cortezas, España: Editorial Shangrila.


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El libro es el resultado de la visita que realizara DidiHuberman al campo concentracionario de Auschwitz-Birkenau. En ese andar se pregunta sobre la posibilidad de mostrar el horror. Transita entre Auschwitz convertido en un museo de la memoria, reacondicionado como espacio de exposición, con sus formas culturales, y poco a poco se va alejando y adentrando en el campo de Birkenau, que permanece casi intacto desde final de la guerra, sin intervenciones. Birkenau es otra cosa, más cercana a un sitio arqueológico, un lugar que exige al que camina por ahí “que se interrogue, en algún momento, sobre sus propios actos de mirada”.42 En ese transitar toma algunas fotos, va leyendo signos y recoge algunas cortezas de los bosques de abedules que bordean el camino. Nos recuerda que las cortezas de los abedules fueron utilizadas como soporte de escrituras y figuras. Piel y carne de los árboles y también soporte de escritura. Su etimología nos lleva al latín imperial, scortea, que significa manto de piel. Imágenes que si hacemos la experiencia de considerarlas cortezas son a la vez un manto, un velo y una piel. Piel dotada de vida, que reacciona al dolor. “Luego el latín clásico introdujo una distinción preciosa: no hay una, sino dos cortezas. Está en principio la epidermis o cortex. Es la parte del árbol inmediatamente ofrecida al exterior y es esa parte la que se corta, la que “decortica” primero. El origen indoeuropeo de esta palabra denota a la vez la piel y el cuchillo que la hiere o la arranca. En este sentido, la corteza designa esa parte liminar del cuerpo susceptible de ser la primera en ser alcanzada, escarificada, cortada, separada”.43 Pero la segunda palabra que inventaron los latinos para nombrar la otra corteza, aquella que es la que se adhiere al tronco, 42

Ibíd., p. 27.

43

Ibíd., p. 68.


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al cuerpo del árbol, es la palabra liber. Palabra que designa el material usado para la escritura. Liber, de donde se desprende la palabra libro. Es en ese lugar, en esa segunda corteza, que ubiqué entre la piel y la carne, donde una escritura se hace posible. En ese entre, en ese intermedio misterioso, entre la piel/corteza que se desprende y cae, por un lado, y la piel/corteza adherida a la carne, es en ese espacio liminar donde algunas de estas palabras/ imágenes comenzaron a escribirse. (Aplausos)

Perro. 2016. Alfredo E. López

Discusión María Capriotti: Quizá hayan sido dos exposiciones un poco extensas, pero bueno habíamos pensado en la posibilidad de abrir, a quien quiera decir algo, de hacer algún intercambio… a Sonia, Alfredo, Rosa… (silencio)


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Soledad Vargas: En realidad no sé qué es lo que quiero decir… no sé si es una pregunta o algo que pueda llegar a… pero me llamó la atención en las dos exposiciones, cómo hablando de lo mismo, lo que decía Sonia en relación con una palabra que usada de diferentes maneras puede posibilitar diferentes cosas, porque cuando Sonia hablaba de los testigos… a mí me afectó cuando dijo los campos de exterminio, los testigos más o menos cómplices… y después Alfredo dice por qué dar testimonio, por qué ser testigo y por qué transmitirlo y habla de intensificar el acontecimiento… yo pensaba cómo se podía hablar de un testigo y de un testimonio con semejante distancia, digamos… creo que gracias a la palabra, gracias a usarla como uno quiera usarla, o potenciarla... o lo que sea que quiera hacer con la palabra, no, no es una pregunta… simplemente (interrumpe alguien del público, solicitando que aclare un poco lo que está diciendo... la última parte) (Risas)... Eh... ¿cómo se podría hablar de testigo y testimonio en el exterminio? Y cómo se podría hablar de testigo y testimonio como lo planteaba Alfredo, como lo plantea Lapoujade intensificando, o cómo varios testimonios (no sé si le entendí bien a Alfredo) porque hay un impulso a intensificar lo que se vivió o el acontecimiento... (voz inaudible) Bueno así lo leí yo... eso... la distancia entre esos dos modos de nombrar… y lo que posibilita la palabra. Alfredo López: Me pareció y es lo que traté de tomar de David Lapoujade, que lo que tiene la potencia, no es que haya el testigo. Es el acontecimiento. El acontecimiento tiene una insistencia del cual cualquiera puede ser testigo, de allí quizás tendríamos que diferenciar entre el testigo y el sobreviviente. ¿Cómo esa potencia puede llegar a otros públicos? Y… en lo que vengo leyendo por el lado más de Didi-Huberman tiene que ver no sólo con la palabra, tiene que ver con mostrar, hacer, crear, con el arte, pero con un


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arte que intenta escapar a ciertas normas culturales, por eso esa diferencia que Didi-Huberman plantea entre Auschwitz, en lo que se ha convertido Auschwitz, como lugar de memoria, como lugar hasta turístico, y este otro lugar, Birkenau, donde la impronta y la potencia viene del lugar mismo. Si después uno puede decir algo, mostrar algo… tendrá que ver con la potencialidad y con la insistencia de ese acontecimiento. Cecilia Monna: A Sonia: por esto que vos traes en relación a las resistencias y a los lugares dentro de una institución, ¿no? cómo estar..., con una escucha… con (inaudible) del mandato implícito o explícito de una institución... y como hay algo, me preguntaba escuchándote, si no es la escucha, la que está en ese lugar de resistencia. Por esto que traías en relación a los protocolos de actuación, donde parecería que la escucha no es algo que deba ser involucrado, porque ya se sabe qué hacer antes de escuchar a alguien o antes de escuchar qué es lo que está sucediendo. Sonia Weber: Me parece que el asunto es seguir interrogándose sobre cuál es la escucha que se tiene, a punto tal, que, no sé aquí pero en Francia todo el mundo dice que escucha, se utilizan referentes teóricos, los psicólogos escuchan, todos los educadores escuchan, todo el mundo escucha; y en algunos lugares, es como si todo el mundo escuchara e hiciese del mismo modo, mientras que el tema de la escucha es con qué se escucha, cómo se escucha, por qué se escucha... me parece que desde el momento en que se trabaja en una institución, la escucha corre el riesgo, a pesar de muchas cosas, de ser un poco parasitada, invadida por el contexto, la demanda institucional. De allí la necesidad de siempre preguntarse para ver cómo podemos despejar esto. Y me parece que tal vez... uno debería estar siempre advertidos que corremos nosotros también el riesgo de estar atrapados por el mandato


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social, la imposición social. (Algunas palabras inaudibles, risas) ... Tal vez para mí... en algunas cosas que intenté decir, lo que pasa es que una de las trampas hoy es principalmente la reducción de las palabras o la generalización de las palabras, e incluso de la utilización de ciertos conceptos, como si al utilizar las palabras de: escucha, el paciente como centro de dispositivo, el acoger a alguien, como se recibe a alguien, el proyecto individual, el uso de estas palabras, que son como si fuesen de algún uso común, banal, corriente, como una muletilla… como un latiguillo. Sirven como si fuese una cubierta que oculta… todo este asunto del mandato social, la normalización. Y en Francia mientras más vocabulario o las palabras, están centradas en la “escucha de la singularidad”, del “recibimiento a cada uno” … yo digo irónicamente que mientras más se usa eso, eso es inversamente proporcional a lo que realmente pasa en el campo, en el terreno. De allí radica la importancia para mí, de ser cada vez más vigilante del vocabulario aún más cuando éste se presenta seductor. Hace algunos meses, yo me vi muy inquieta, preocupada, había trabajado la noción de benevolencia, (bienveillance, también: buenas intenciones) en Barthes… Entonces hago un llamado a una escuela, porque una de las jóvenes de Visa-Vie, ella se había hecho echar, porque cada tanto llegaba con diez minutos de retraso; entonces la directora de la parte pedagógica me dice: nosotros somos muy bien intencionados y yo ya le había dicho que acá había tolerancia cero. Entonces vemos cómo se puede ubicar juntos “bien intencionados” y “tolerancia cero” sin ningún problema. Me pregunto, qué palabras, o qué otra cosa hay que inventar, algo nuevo... para reabrir los posibles. Sergio Campbell: Alfredo, en realidad me gustaría si podrías hablar un poquito más de esto que el testigo es cualquiera, porque pensaba mientras te escuchaba, me resonaba por


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ejemplo casos de testigos, que justamente el acontecimiento los convierte en testigos, que puede ser cualquiera, en el sentido que no está predeterminado, pero que no puede ser cualquiera… Pienso por ejemplo en Víctor Melchor Basterra, ¿no? No fue cualquiera, o sea, no estaba predeterminado que él iba a hacer eso… pero el acontecimiento lo puso a él y no a otro en ese lugar. Otro que trabajaba al lado de él, digo, porque él no trabajaba solo en el centro de documentación de la E.S.M.A., tenía otra gente trabajando al lado. Y fue él, no fue ni para un lado ni para el otro… entonces me gustaría si justamente podrías explayarte un poco más en esto de “el cualquiera”. Alfredo López: Quizás lo que marca la diferencia es que primero el acontecimiento puede atravesar a alguien y ese alguien puede dejar de ser cualquiera después de lo que lo convirtió en testigo. Cómo ése, después de sucedido el acontecimiento, puede transmitir lo experimentado, quizás dependa de otras cosas ahí, no solamente del acontecimiento, sino de la posibilidad de generar otras circunstancias, otros dispositivos para poder testificar, poder transmitir. Entonces lo que subrayaba tenía que ver con no creerse que… porque la pregunta venía más… no tanto en relación a los campos sino al trabajo cotidiano, ¿sí? Y la pregunta que sostengo es ¿por qué hablar de esto? ¿para qué? ¿se trata de hacerlo público? ¿tiene que ver con un testimonio? Y ¿por qué percibirme en ese lugar de testigo? No sé, digo, no se trata de un yo que testimonia. Mi cuerpo forma parte… ocasionalmente o circunstancialmente ha formado parte de algunos acontecimientos que me ubicaron en ese lugar, lo que después pueda hacer con eso depende de mis limitaciones, o mis posibilidades o de este lugar, por ejemplo, ¿no?


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Sergio Campbell: Pero fue eso, eso, cualquiera que a través del acontecimiento deja de ser cualquiera. Alfredo López: Claro, claro, sí, sí… digo tiene que ver también con el planteo de una práctica analítica situada, ¿cómo ahí?, el estar en un territorio y ser agujereado o atravesado, entramado por este tipo de acontecimiento hace que esa práctica no pueda ser la misma y que lo que uno experimentó, y pasar en esa experiencia ya no sea lo mismo que antes, ¿sí? María Martha Boccanera: Lo entendí casi al revés, me parece no tanto que después del acontecimiento se deja de ser cualquiera… sino que el acontecimiento nos hace cualquiera, en el sentido que no hay ningún yo ahí… Alfredo López: Es un problema la palabra cualquiera, digamos, digo si cualquiera significa que no hay un yo ahí digamos, de eso se trata el cualquiera, lo que pasa que es uno más en un sentido, pero que no es el mismo, no es el mismo, digo. (Silencio) Marina Rizzonelli: Alfredo me impresiona a mí que vos marcas una diferencia en un momento sobre el mirar, y en otro momento decís hacer ver… no alcancé a seguirte si eso es algo que decís vos o lo dice Didi-Huberman, y también quería preguntarte si encontrás alguna diferencia entre oír y escuchar, porque traes algo en relación al cuerpo vibrátil, decís algo como que todo cuerpo es un cuerpo que vibra, y entonces preguntaba un poco por eso… recién Sonia hablaba de escuchar y bueno a mí se me ocurría que podría haber alguna diferencia entre esas palabras: oír y escuchar, ver y mirar.


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Alfredo López: Sí, la diferencia o la tensión se plantea entre aquello que se daba a ver y el acto de mirar, no es tanto entre mirar y ver, como entre lo que se muestra, lo que muestra alguien, lo que muestra un territorio, y el acto de ver eso, digo, ahí se produce una tensión, a partir de acá me parece que hay que preguntarse en una práctica sobre el acto de mirar, entre el escuchar, podríamos plantear quizás una dialéctica… entre aquello que se dice y aquello que se escucha, no es lo mismo, ni siquiera es lo mismo entre decir y lo dicho y lo que se escucha en lo escuchado, bueno al menos preguntarse esto, en una práctica cotidiana, analítica o no, me parece que permite o ubica un poco mejor la pregunta de dónde estamos? desde dónde? Y cuánto de eso que se da a ver y que vemos se arma ahí en ese momento, ya a veces esto como lo que hablaba del acontecimiento y de esas realidades menores, ¿no? como algo que dura un momento, estar atentos a eso, bueno, al menos a mí y a varios nos ayuda en la práctica, a ver de qué se está tratando eso que anda o eso que no anda. Pedro Murguía: A mí me parece que es embarazoso tratar de explicar un acontecimiento, en la medida que no hay sujeto y objeto y la posibilidad de decir, dar testimonio de eso cuando el testigo es elegido por el acontecimiento y es producido a modo de existencia. Vos nombraste a Souriau y nombraste a Lapoujade, y evidentemente la posibilidad de que aparezcan virtuales hace que un acontecimiento se produzca. Y en ese sentido el dar a ver, o el ver, o el escuchar, aparece en el “se” donde no hay un sujeto ni un objeto. Alfredo López: Claramente, sí, claramente.


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Ricardo Pon: Mi comentario va en la misma línea y me parece que estaría Blanchot también acá. Porque uno podría decir la (palabra inaudible) ... que tiene el yo. Creo que se siente muy claramente cuando digo “yo muero”. Que el “yo muero” yo sabría de qué se trata pero uno puede decir “se muere” o en este caso “se ve” o “se dice”, “se testimonia”. Hay un impersonal, me parece que es lo que vos estas tratando de decir, que no hay una apropiación de esa experiencia… digamos, yo cuando vi las fotos sentí disgusto porque parecía una mostración, pero creo que tu trabajo era necesario para que eso no sea una exhibición. Me parece que entonces es absolutamente necesario, porque si se muestra algo de un modo que excluya a ese yo, me parece que vuelve la experiencia radicalmente diferente. Alfredo López: Hay algo de eso que pasó en la experiencia del escribir esto y me había metido, me surgía en forma de relato y me daba mucha risa porque lo tenía a Blanchot, al cual he leído así obsesivamente durante muchos años, lo tenía como casi persiguiéndome con esa afirmación de ¡no al relato!, o con esta otra: que la escritura literaria es pasar de la primera persona a la tercera impersonal. Entonces era parte del laburo que estoy haciendo una y otra vez, no sólo porque compartí el texto con algunos que me dieron una mano en la lectura, era despojar el texto de esta cosa del yo, “yo testimonio”, “yo vi”, y también ahí había una tensión entre hacer uso del relato pero no desde una perspectiva del yo que está contando. No sé si se logró o no, pero fue el artificio que intenté darle. De hecho pasó algo con el inicio del texto, yo había puesto “eso insiste” y este texto me lo pidió Sonia un tiempo antes para que lo tradujesen al francés y cuando vi en francés, yo no sé mucho francés, pero las dos expresiones… no decía lo de eso insiste… sin saber mucho francés digo yo: se trata de ça insiste yo había puesto algo, pero en la línea de “eso”


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insiste. Me parece que hay algo de eso que se muestra, se dice, que también en las imágenes, en las fotos hay algo de eso que se aparece y que no excluye que nos preguntemos qué estamos mirando. Público: A mí me interrogan las palabras acá y el silencio en el consultorio, eh... quizás sea necesario, ¿no? Quizás sea la única forma, pero me interroga eso: de ese relato, esa ausencia total de palabras ante ese otro, y hoy este venir a contar sobre eso. Alfredo López: Espero… también fue una apuesta y lo que había escrito por ahí en diferentes tiempos lo terminé puliendo en presente, me parece que hay algo de eso que sigue aconteciendo, o sigue pasando, por eso hay cosas que… no esperando como esperando algo, sino la actitud de espera. Y sí encontrar este ámbito como para... parte de lo que me fue pasando al escribir fue la cantidad de recuerdos, de situaciones y sentir que había que hacer algo con eso, que eso se imponía, bueno, algo tenía que hacer con eso, ¿sí? Esto es una posibilidad, de hecho lo empecé a escribir mucho antes de que me invitaran a estas jornadas, bueno y sigo escribiendo y buscando. Y hay algo que tiene que ver con lo que plantea Sonia, que yo no sabía de qué iba a hablar, con el tema de buscar nuevas palabras, y no es inocente que no aparezcan terminologías o palabras propias del psicoanálisis, cuando por otro lado digo que hago práctica analítica. Porque hay muchas de esas palabras que no me están sirviendo… es que han empezado a tener este uso común del que se hablaba, y que cada vez más busco por el lado literario, artístico, de otros que puedan decir o que puedan inventar otras palabras, por un lado; y también recordaba esto de las nuevas palabras que inventan permanentemente los pobladores y las pobladoras con los que laburamos. A eso también estoy atento, porque


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tienen una forma de nombrar las cosas, y usan una cantidad de neologismos y chistes. También ahí hay algo de resistencia en los términos que Sonia lo planteaba, inventando nuevas formas de nombrar, locales, que sirven para momentos, para determinadas circunstancias... nombran. (Aplausos) Maria Capriotti: Estamos todos invitados con cerveza y picada... Y mañana a las 9.



SÁBADO A LA MAÑANA



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ODA A LA ALEGRÍA Marie El Kaihal Para mi abuelo, Pierre Weber, Pierre el tejedor El arte sirve para lavar el polvo de la vida cotidiana de nuestras almas. Pablo Picasso

“¿Quién habla cuando hablo?”, pregunta planteada por Philippe Koeppel en el seminario “Maneras de Decir”. Esta pregunta me quedó resonando y no puedo dejar de replanteármela una y otra vez, cuando tomo la palabra y también cuando escribo. Y si doy esta precisión ahora, es porque en el texto que sigue, voy a emplear el pronombre “yo” (je) muchas veces, sin que se trate sólo de mí. “Yo”, porque al hablar del ejercicio de una práctica, de situarla, pero también al intentar entrever lo que está en juego, no


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puedo permitirme alojarme siempre en un “nosotros”. Y al mismo tiempo, en cada decisión, en cada toma de posición, no estoy sola. A veces atormentada, a menudo habitada, alimentada por otros, vivos y muertos, ilustres autores o ilustres desconocidos, lejanos, cercanos, SMSados, Whatsappeados, Skypeados… Estos encuentros que constituyen hoy faros en la niebla para una práctica que se ve vivificada por estos amarres exteriores. Y también es porque son tan numerosos y a veces tan incorporados que omití, de manera voluntaria o no, citarlos… ¡pero mi especial dedicatoria para todos ellos! Me presento, me llamo Marie, educadora especializada en un ITEP desde febrero de 2018. Este lugar, se presenta a los niños acogidos como una institución (y no es en vano si lo subrayo), Instituto Terapéutico, Educativo y Pedagógico, que acoge a 16 niños de 10 a 17 años. Niños que “presentan dificultades psicológicas cuya expresión, en particular la intensidad de los trastornos del comportamiento, perturba severamente la socialización y el acceso a los aprendizajes” (dice el decreto legal) ... En la página web de la Maison Départementale pour Personnes Handicapées (Casa del Departamento para discapacitados), los padres pueden leer: Su niño tiene dificultades psicológicas. Su niño puede integrar un ITEP. Un ITEP es un instituto terapéutico, educativo y pedagógico. Los ITEP reciben a jóvenes que tienen dificultades psicológicas severas. Es decir que estos jóvenes tienen comportamientos que plantean problema. Por ejemplo, estos jóvenes son violentos con los otros niños o con el profesor. Estos jóvenes no pueden aprender normalmente en una escuela común.


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Estos jóvenes van a un ITEP (…) donde nos ocuparemos de su “discapacidad”.44

¿Acaso consideramos que los padres son idiotas para explicarles las cosas así? Entonces, nos ocupamos de “su discapacidad” sólo de día (por la noche vuelven a su casa). Vienen durante media jornada en vez de ir a la escuela, para participar en “integraciones escolares” o ir a sesiones terapéuticas con una psicóloga, una psicomotricista, una enfermera… Hasta entonces, sólo había trabajado con adultos, a excepción de unas pasantías durante mi formación. Hastiada de que el trabajo de educador se reduzca cada vez más a rellenar formularios y ayudar en los procedimientos administrativos, pensé que era hora de ir a descubrir lo que pasa en las instituciones que acogen a los más chicos. Quizás, allí, el educador no esté obligado a quedarse en un despacho despejando papeleo, olvidándose de la persona sentada al otro lado del escritorio… Como trabajo desde hace casi 10 años como educadora, tenía la impresión de tener un cierto bagaje profesional que me permitiría orientarme en este nuevo lugar. Qué sorpresa entonces fue descubrir que era y que me consideraban como una neófita. La impresión de ser un pasante en su primer día con los pibes, pero también remitida a una cierta ausencia de saber-hacer por algunos de mis colegas porque mis respuestas no eran las suyas. Tenía ganas o casi, me hubiera gustado tener ganas de darles a ustedes una presentación un poco más estructurada del contexto en el que se inscribe mi práctica de educadora especializada. Pero no lo logré. Porque es demasiado laborioso, me corta el placer de escribir y la apuesta de la escritura… Y porque también 44

https://www.cnsa.fr/documentation/cnsa_17-10_fiches-facilealire_ scolarisation_etablissement_enfants_handic._.pdf


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intentar acercarme lo más posible a lo que quiero decirles hoy, es demasiado crucial (no en términos absolutos, sino para mi supervivencia en el trabajo) como para hacer un desvío por un marco político-jurídico cuya jerga basta para darme náusea. En vez de ello, les propongo interrumpirme en cualquier momento y hablemos de esto. Hoy, también quería hablar de la palabra. La palabra en todos sus estados, en todas sus “dit-mensiones” como escribía Lacan, del blá blá al decir verdadero, pasando por el juego de palabras y la alegría de la palabra. Si esto me preocupa hasta el punto de querer someterlo a ustedes, es porque esta vuelta al trabajo después de las vacaciones puso de relieve hasta qué punto están en peligro las palabras, las frases, el conflicto en este lugar. Y sentí despertarse en mí una reacción viva, incluso visceral, a lo que podría nombrar un “intolerable”, para retomar la palabra de Pierre Zaoui. En una entrevista dada a una cadena de televisión brasileña, Pierre Zaoui habla de la filosofía francesa después de Mayo del 68 y se basa sobre 3 autores: Foucault, Deleuze y Derrida para despejar diferentes vías. He aquí una cita: En lugar de la esperanza, hay que pensar la alegría, y en lugar del temor, hay que pensar lo intolerable (…) La alegría no es para nada la esperanza. La alegría, en el sentido de Spinoza, es el aumento de la potencia de afectar (…) cuando uno es más alegre, es más potente, se siente más potente. Es el contrario de una esperanza, la esperanza es me siento débil hoy pero me proyecto, espero ser más fuerte en el futuro (…) Es la espera de una potencia que está por venir. Al contrario, la alegría es una fuerza inmediata. Si se parte de esta constatación, hay que lograr pensar en una situación que sea sin esperanza, sin ser por ello una situación desesperada.”


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Citando a Deleuze que cita a Fitzgerald: deberíamos ser capaces de admitir que las cosas son sin esperanza y todavía poder de querer cambiarlas. All contrario, lo intolerable es lo que no se puede tolerar, lo que exige una acción… No se sabe precisamente cuales son las mejores sociedades en las que se puede vivir, pero conocemos perfectamente las peores. Y podemos conocer las que son absolutamente inadmisibles, no solo para los otros sino también en sí mismo.

Septiembre. Reunión. Oigo que no es posible que los niños se imaginen que pueden plantear (déposer) lo que quieran, en cualquier momento y de cualquier manera. Hay profesionales (los terapeutas) con espacios-tiempos previstos para ello (una sesión en un consultorio). Y otra voz añadió que, como educador, uno no debía perder tiempo con lo que expresan, que uno debe ser cortante, detenerlos en sus comportamientos desviados porque “si los educadores no lo hacen, ¿quién lo hará?”. En francés, usamos la palabra déposer como sinónimo de confiarse a alguien, pero también se dice déposer les armes (deponer las armas), bajar la guardia, rendirse. ¿Habría entonces en el aire algo de la idea de que los niños están en modo lucha con los educadores, y que llegan serenos y no guerreros a los otros profesionales? Entonces, sorpresa y despecho, sí, pero no tanto. Porque no es nuevo, ni en este lugar, ni en otros. Es una tendencia bastante común en el ámbito del trabajo social decir que la palabra no es para los educadores, y que no es con ellos que se debe hablar. Para eso están los psis. Como si consideráramos que la gente es bastante boluda como para equivocarse de dirección cuando habla a alguien que no es un psi. Pero esto subraya también, creo, el malestar que uno puede sentir al no saber qué hacer cuando recibe la palabra de un


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otro. Cuando esta sacude, estorba, nos obliga a salir de la función que pensábamos tener. Y estar sacudido, en los tiempos actuales, no es precisamente lo que se busca… La tendencia sería más bien la de una visión bastante higienista del trabajo. “Hay que preservarse”, o incluso protegerse, y aparecen muchas capacitaciones sobre la prevención del burn-out… ¿Preservarse significaría entonces evitar que las palabras del otro te alcanzaran? Qué reto, cuando la vida cotidiana está ritmada por palabrotas, insultos, injurias. Pero, ¿no sería ya una toma de posición no escucharlas sistemáticamente como ataques intentando desafiar a los adultos que somos, supuestos representantes de virtud y de autoridad? “A mí me da igual tu vida”: cuéntame una historia. “Voy a volver y te voy a hacer cagar”: voy a volver y todavía vas a estar viva para que siga rompiéndote las bolas. “Vení, adelante, de qué tenés miedo”: vení a jugar conmigo “Cabrona, culiada, psicópata”: nos tocas demasiado.

¿Cómo no tomar al pie de la letra estas palabras escupidas? Intentar no sancionarlas sistemáticamente con un “no hables así”, y empezar a machacar sobre el respeto que se debe a los adultos y sobre la convención social asociada a un lenguaje formal. Por otra parte los niños y los adolescentes entre ellos se hablan así, sin que haya ninguna animosidad, además del hecho de que su universo musical está marcado por estas palabras groseras que provienen de una oralidad. Quizás tengamos que tomar en cuenta lo que rodea estas palabras-escupidas… Un gesto, una mirada que viene a decir lo contrario de estas palabras que parecen intentar rechazar al otro. En un microsegundo, se trata de ver la invitación a venir a jugar. Oír el


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silencio que acompaña la historia que se cuenta, la sonrisa que aparece cuando contestamos: “estaría contenta de que vuelvas a venir a vernos el próximo año”. Este ejercicio necesita energía adicional para no dejarse vencer por el miedo de quedar mal, perder prestigio, para no endurecerse en posturas de dominio, de prestancia. También se necesita una híper reactividad para crear la sorpresa y lo inesperado que permite desviar la chispa que, de lo contrario, desencadenará un fuego y hará de nosotros bomberos de la vida cotidiana… Hacer entrar los cuerpos, hacer jugar los cuerpos, soportar tocar y ser tocado en lugar de alzar la voz para hacer callar, poner distancia. Alzar la voz para acabar con la agitación es también mucho más agotador, mucho más costoso… Superficie, la superficie del insulto, pero si uno se aventura a nadar un poco más abajo, el paisaje ya cambia. En la superficie: los trastornos del comportamiento con todos sus síntomas bien cualificados casi cómicos por sonar tan vacíos. Vacío intersideral de una práctica que no encuentra un lenguaje para decirse fuera de los discursos psicologizantes y normativizantes. No es nada fácil y es una gran tarea captar al vuelo estas palabras, estas frases, estos decires que acompañan el ruido y la furia. ¿Y qué pasa o puede pasar si nadie se encarga de recoger estos decires que corren? No se trata de ir a buscar estas palabras, de provocarlas como un investigador, sino de ir hacia las palabras que son puestas a disposición, dirigidas detrás del desorden. Orden viene de ordiri (lat): empezar a tejer, que dio la palabra ordo “orden de hilos en la trama” y pienso en “todos somos hijos/ hilos del discurso” (cf. Lacan, Ou pire). En francés, al leer fils, podemos leer tanto fils (hilos) como fils (hijo)… y no puedo dejar de encontrar que el hecho de ser todos los hilos/hijos del discurso es una manera de hacer vivir este entramado, donde se mezclan,


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se cruzan, nuestras palabras, creando así una trama que sostiene, lleva, soporta, transporta a unos y a otros… Estar colgado de un hilo y tener el hilo… Escucho a Casey, una rapera francesa invitada en la École Normale Supérieure (Escuela normal superior, escuela de la élite francesa) en el marco de un seminario titulado La plume et le bitume (La pluma y el betún), al que los organizadores invitaron a diferentes raperos. Casey considera: “No estar nunca en su lugar es una fuerza.” Hibridez. Dice: Cuando no tienes las palabras, eso termina con violencia. (…) ¿Por qué recibo este tono? ¿Por qué usted me habla de esta manera? Me hubiera gustado decirle pero no podía decirlo, entonces se acababa con portazos, con “me importa una mierda”. La única manera que tienen de controlar es oponiéndose. El único punto de dominio que yo tenía era la resistencia.

Y estas palabras me golpean y me hablan. Me hablan porque tengo la impresión de que podrían ser las palabras de los chicos del ITEP. Controlar algo estando en oposición, pero también: “Me hubiera gustado decirlo pero no podía decirlo”. E incluso si Casey sigue diciendo que no tenía las palabras, que no era capaz de nombrar la injusticia de la que era objeto, también hay en este “no poder decir” la imposibilidad de ser escuchada. Por parte de sus profesores pero también de su madre. Y eso hace eco, eco para mí en esta observación, o al menos en esta interrogación del lugar que dejamos para que ciertas cosas puedan decirse y ser escuchadas. Y reflexionar cómo hacer derivar, desviar todo esto… Porque hasta ahora, era más bien mi incapacidad para hacerme escuchar por los niños (al final me parece un poco cómica esta sustitución muy frecuente de hacerse oír por hacerse obedecer). Me dicen


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“hay que aguantar”, “no te dejes pasar por encima”. Pero, ¿dejarme pasar por encima por quién? Porque, al fin y al cabo, tengo realmente la impresión de dejarme pasar por encima por el equipo, por el ambiente disciplinario, y a veces me veo actuando de tal manera que ya no me reconozco. Porque trabajar en equipo también es poder tomar una posición frente o entre los demás, y no es tan fácil conservar el rumbo cuando uno tiene la impresión de estar en cada momento bajo el ojo del otro que evalúa, que escruta. Y además, sé muy bien que lo que juzgan es mucho más la capacidad policial de mantener el orden que la capacidad de inventar y la de jugar y de permitir el juego. Este “aguantá”, los niños también tienen derecho a él. No moverse, mantenerse en su sitio, quedarse en su lugar, quedarse tranquilo, permanecer en el tiempo, comportarse de manera correcta… Un mandamiento similar, que me lleva a preguntarme si, en esta expectativa de verlos sumisos, obedientes, disciplinados, mudos, no habría un calco de nuestra propia manera de estar en el mundo. Y me pregunto si la poca credibilidad que atribuyen a nuestra palabra, y pienso en particular en el momento en que la cosa empieza a avivarse, empezamos a alzar la voz para restablecer la calma, pero las palabras no parecen tener el menor efecto, y en que acabamos agarrándolos físicamente para moverlos, si todo esto no se debe al hecho de que, en el fondo, para nosotros también, la palabra es pura meada de gato. Huele mal y salpica… Del lado de los profesionales, la palabra está barrida en todos los aspectos, incluso en los documentos escritos que se nos piden. “No te rompas la cabeza”, “hay que sintetizar”, “escribí 3 líneas” … Los casilleros de los documentos oficiales que debemos rellenar cada día invitan a los guiones… Sin frases, sin complejidad, hay que ir rápido y pensar en lo que viene después.


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Redactamos una multitud de proyectos, proyectos personalizados, proyectos de mediación, proyectos de transferencia, siempre con casilleros de objetivos y criterios de evaluación… Y además hay que prever, anticipar, presuponer lo que será el niño dentro de 6 meses porque debemos rellenar la solicitud de renovación para la MDPH, en septiembre ya hay que pensar en septiembre del año siguiente… Extraña temporalidad… pero que, en el momento de escribirla, resuena con la manera en la que parecemos temer constantemente las repercusiones si no caminamos por el camino recto… Trabajar bajo la amenaza con el “nos dicen que”, “nos dijeron que” … esta impersonalidad del rumor que informa. Deleuze, en su conferencia ¿Qué es el acto de creación?, decía: Informar es hacer circular una palabra de orden. Las declaraciones de la policía son llamadas, precisamente, comunicados; se nos comunica la información, quiero decir, se nos dice aquello que es conveniente que creamos. O si no lo creemos, que hagamos como si lo creyéramos, no se nos pide creer, se nos pide que nos comportemos como si creyéramos. Esto es la información, la comunicación, e independientemente de estas palabras de orden y de la transmisión de las palabras de orden, no hay comunicación, no hay información. Lo que nos lleva a decir que la información es exactamente el sistema de control.

Me gustaría detenerme un momento en este “se nos pide que nos comportemos como si creyéramos.” Porque tengo la impresión de que intentan guiarnos en nuestro trabajo, casi teledirigirnos. Nos dicen siempre qué deberíamos hacer y cómo, como si, como educador, no tuviéramos las competencias profesionales, el saber-hacer pero también el espíritu crítico y la capacidad de posicionarnos. Esperan de nosotros que aceptemos por sí solas las palabras de orden, asintiendo dócilmente con la cabeza y que procedamos


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a la ejecución. Y parece funcionar, muchas veces, como si el temor de la amonestación por haber hecho mal nos hiciera funcionar. Como en una novela de anticipación, anticipamos el bastonazo, nos abstenemos de actuar con la espontaneidad que una cierta experiencia profesional puede implicar. Como gestos suspendidos que eliminan la dimensión del après coup… Pero, ¿estamos tan infantilizados que tememos el castigo, que renunciamos a tomar posición, a tomar nuestras responsabilidades? Porque me parece que si nos comprometemos en el trabajo frente y con otras personas, no podemos pensar solamente en nuestra propia preservación. Tenemos la responsabilidad del compromiso tomado frente a ese otro, y que no podemos negar… Y, sobre todo, ¿Qué pasa si investigamos detrás del mandato, sobre qué reposa?... Pues, no siempre, pero a menudo, se basa en el viento, sobre estereotipos como decía Barthes: El estereotipo es la palabra repetida fuera de toda magia, de todo entusiasmo, como si fuese natural, como si por milagro esa palabra que se repite fuese adecuada en cada momento por razones diferentes, como si imitar pudiese no ser sentido como una imitación: palabra sin vergüenza que pretende la consistencia pero ignora su propia insistencia.45

Si queremos divertirnos investigando un poco lo que constituye el marco legal de nuestra acción por ejemplo, podríamos quedar ofuscados por la amplitud de la mascarada en la que participamos cada día. Porque, muchas a menudo (pero no sistemáticamente), los textos de las leyes son muchos más flexibles de lo que se practica. ¡Es una farsa!

45

Barthes, Roland (1998). El placer del texto. México: Siglo XXI editores (p. 61).


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Estas historias de farsa me llevan a los niños pasando por el chiste. En su libro En-jeux de l’Autre (los retos/juegos del Otro), Michel Constantopoulos, recorre con mucha precisión y mucho humor la cuestión del placer. En el capítulo “Placer preliminar, placer de neoteno”, habla del “mecanismo del chiste” de Freud. Citando a Freud, nos dice: El chiste tiene un vínculo con el juego del niño que nos interesa aquí. El juego es la actividad con la que el niño ejerce sus aptitudes y haciéndolo encuentra el placer que resulta de la repetición de algo similar, de encontrar otra vez algo conocido, una homofonía, etc., y que se explica como una economía insospechada en cuanto al gasto de energía mental, porque es sin relación con la significación y la coherencia (…). “En el momento en que el reforzamiento de la razón (…) defiende el juego con la palabra como una ausencia de sentido y el juego como con el pensamiento como un nosentido, el juego se convierte en chiste”. El niño da prueba de su capacidad de adaptación: conserva sus fuentes de placer (el juego) al mismo tiempo que elude la objeción crítica (el sinsentido). Y ya estamos (…) frente al mecanismo del placer preliminar.” Placer preliminar: “sentimiento placentero que requiere un suplemento de placer”. Esta teoría del aumento del placer ocupa un lugar especial. “(…) El juego se convierte aquí en lo propio del hombre”. Esta teoría hace del juego el rasgo distintivo del infantilismo de la sexualidad, que encuentra en muchas manifestaciones tan diversas como lo síntomas neuróticos, las formaciones del inconsciente, el proceso creativo o la lengua, todas estas manifestaciones estando bajo en dominio del principio de placer preliminar.

Al leer más lejos “la creación nos asegura de no dejar nunca la infancia”, encontré una parte de las fuerzas actuando en mi trabajo hoy. Por una parte, porque me parece que la creatividad


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me convoca o, que, al menos, esta llamada hace eco en mí; pero también, por otra parte, porque estas nociones o maneras de dar un valor al juego, al placer y a la creación confirman, sostienen, validan y finalmente me autorizan a reivindicarlos… En Conversaciones, Deleuze nos dice: Tenemos que hablar de la creación como si trazase su camino entre dos imposibilidades… Kafka explicaba: la imposibilidad de hablar alemán para un judío checo, la imposibilidad de hablar checo, la imposibilidad de no hablar (…). La creación tiene lugar en esos estrangulamientos. Incluso en una determinada lengua, en francés, por ejemplo, una nueva sintaxis es una lengua extranjera en el interior de la lengua. Si un creador no se encuentra atenazado por un conjunto de imposibilidades, no es un creador. Creador es aquel que se crea sus propias imposibilidades al mismo tiempo que crea lo posible (…). Hay que darse contra la pared porque sin ese conjunto de imposibilidades no será posible hallar la línea de fuga, la salida que implica la creación, esta potencia de lo falso que constituye la verdad. Hay que escribir de forma líquida o gaseosa, precisamente porque la percepción normal y la opinión ordinaria son sólidas, geométricas (…) No se trata de abandonar la tierra, sino de devenir tan terrestre como para inventar las leyes de los líquidos y los gases de los que depende la tierra.46

Y la creación, la creatividad, la imaginación, no les faltan a los críos del ITEP, en la vida cotidiana lo demuestran, utilizando sillas como trineos, rompiendo los mástiles para utilizarlos como bate de béisbol… Inspirados por ellos en estos momentos en los que no les proponemos nada, vemos su imaginación en acción, desde otro punto de vista que cuando les pedimos que se queden sentados en sillas durante un tiempo definido, con una actividad precisa. 46

Deleuze, Gilles (2006). Conversaciones. Valencia: Editorial Pre-textos (pp. 114115).


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Como si la misión del ITEP fuera de disciplinarlos bastante para que dejen de ser indisciplinados en la escuela. Y si, en vez de tratar de hacerlos encajar en el molde por la coacción, la dificultad, el sufrimiento, nos dejáramos llevar a pelear contra los dragones, a construir cabañas con pedazos de lonas… Si intentáramos no interpretar sus gestos con las grillas clásicas y rutinarias del ITEP: frustración, integración de la ley, introducción de un tercero, simbólico preferentemente, oposición sistemática… sino más bien dejarlos que nos enseñen su lengua… Lo que implica, lo admito, dejar de tener miedo de que nos engañen, porque “después de todo son manipuladores y quieren ocupar el lugar de los adultos”, “son buenos iteps”, dicen. Dejar de esperar, para volver al término de Pierre Zaoui y tomar nota de este “aquí y ahora”, dejar de esperar mañanas que cantan para cantar hoy mismo. Pero también, y esta idea me viene después de un día tumultuoso, dejar de luchar contra la tormenta. En vez de verla como un resultado de los trastornos que hay que canalizar y domar, dejarse llevar por la ola, jugando en su movimiento. Te rodea, te sacude, te hace desviar, te lleva más allá, más lejos. Y al final constatar que estos chicos, de los cuales se dice constantemente que necesitan orden, estructura, disciplina, no parecen ir tan mal cuando se enfrentan con nosotros a lo imprevisto, a los despegues precipitados, a las conversaciones que se cruzan sin acabar nunca, a los cambios de vehículo en la esquina de un estacionamiento. Mientras los imaginábamos asustados por la idea de estar llevados en embarcaciones temblorosas, parecen serenos, las lenguas se desatan, las risas y las bromas animan el final de un día terrible. Y entonces aceptar, soportar o incluso sostener este alegre quilombo, sin decir “calmá tu alegría” … Pensando en la disidencia, pensé que podría ser ahí en ese movimiento donde podríamos encontrar algunas pistas…


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Y si empezáramos a jugar con las palabras, a hacer vivir las lenguas, a sentir la alegría de la palabra… Seguir hablando, escribiendo, frases, escribiendo frases y no sólo guiones porque “una frase es un decir”, dice Lacan. Tan solo seguir hablando, tomar la palabra con todo lo que esto conlleva de escapadas, de compromiso, de abandono y de incertidumbre, o incluso de vanidad. No dejar de hablar cuando las casillas empujan, o incluso llaman u ordenan el silencio, cuando el mutismo de los demás te hace dudar de la pertinencia de un debate, de un intercambio, y a veces incluso de la mera transmisión de una información. Seguir hablando, animado por un “deseo más fuerte” dice Lacan en su seminario La transferencia, animado por la certidumbre, quizás la única, de que “la palabra es una conquista, no es un don” dice Lucien Israël en su seminario La alienación. Una conquista a la que no se puede renunciar, no sólo por sí mismo sino también por estas semillas de crápula que acompañamos. Seguir hablando, porque si nos resignamos el silencio, haciendo de la palabra un accesorio fuera de la carrera, fuera del juego, ¿cómo concebir permitirles acceder, quizás, a esta conquista? Y entonces volver a ese término sostener que, en la estela de la raíz indo-europea ten, tiene por vecinas tener cuidado, entretener, ternura, entender, continuar, impertinencia, detoner, tocar, intentar, intención, intensidad, tenia. Tenia: la lombriz solitaria… Seamos los gusanos/versos (vers en francés lombrices y también versos) que penetran en las frutas del establecimiento, excavan sus galerías, como puertas de salida y líneas de fuga… Gracias. (aplausos)


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Discusión María Martha Boccanera: ¿Preguntas ahora? Ricardo Pon: Pensaba dos cosas, bueno, muchas más se pueden pensar porque es un poco larga la disertación, pero me recordaba algo que dice Foucault, en torno a que... su padre era cirujano; él decía que un cirujano desconfía de las palabras, que hay que buscar signos inequívocos, ya que las palabras son engañosas. Y casualmente es a partir de esa desconfianza de las palabras, fue lo que hizo que él se ocupara de otro modo, sobre las verdaderas enfermedades y sobre las falsas. El cirujano se ocupa de las verdaderas enfermedades, en cambio los psiquiatras o psicólogos se ocupan de las falsas enfermedades, aquellas de las palabritas, son palabritas. Y por otra parte pensaba en esos niños o en esos jóvenes, y me acordaba de Ricciotto Canudo Los liberados, no sé cuál personaje decía que los niños nos abandonan porque nosotros ya no sabemos jugar… ¿el ruso es el que dice no? (Alguien habla fuera de micrófono). Acá me dicen que es el ruso, no me acordaba el personaje. Me pareció muy pertinente que los niños nos abandonen, nosotros no sabemos más jugar. Marie El Kaihal: Creo que, vamos a ver si entendí todo, para mí la experiencia nueva y extraña a la vez, es que desde hace ocho o nueve meses estoy constantemente acordándome ahí en ese lugar, me acuerdo siempre de la nena que yo fui, la adolescente que fui, y es como si hay algo que quisiese resucitar, algo de eso, y es como si fuese esa nena, esa adolescente, alguien que también está trabajando allí con ellos, conmigo y con ellos. Y lo que también es raro, extraño, es que yo tengo la sensación


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de estar jugando más que ellos, pero casi como si yo estuviese jugando por ellos. Y cuando ellos andan errantes, en las nubes, yo allí juego a los indios, y entonces trazo pistas, y por ahora no sé qué puedo hacer o decir de eso. Yo creo que es, más que nada, un constatar esta experiencia. Florencio Spangenberg: pensaba que lo aparecido era el nosotros, la institución, y el riesgo es la complicidad con la palabra. ¿Por qué? Porque ahí, si nos hacemos cómplices de la palabra, de acuerdo a esto que tan frescamente comentabas (algo inaudible) debe recaer sobre nosotros. Ser cómplice de alguna manera en esos términos, que es la lectura del nosotros, la lectura del equipo. Ellos ya juegan, ellos ya hablan, ellos ya pelean, se insultan: darle lugar a eso, ¿nos hace cómplices del nosotros? ¿qué nosotros será ese? Marie El Kaihal: si alguien tiene una pista, nos puede decir la respuesta. En una de esas yo no entendí muy bien, pero me gustaría repreguntarle la pregunta, lo de ser cómplices de la palabra, ¿de qué palabra? Allí es donde me quedo, que no entiendo bien. Florencio Spangenberg: Nos tocás mucho. O podría ser: ¿qué te dijo la pelotudita que te acaba de hacer la entrevista psicoterapéutica? (Risas, algo fuera de micrófono) Marie El Kaihal: La pregunta que hace es: ¿nos volvemos cómplices entonces allí ante esa palabra, de quién? Florencio Spangenberg: En ese allí, en ese dice allí: “¿otra vez te quieren volver normalito? Vamos…” En ese... perdón, de manera tal de poner en juego, ponerse en juego, uno, con ellos, en la emancipación de la palabra.


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Marie El Kaihal: Yo creo que es exactamente eso lo que me atrapa, prácticamente todos los días, y a partir de un cierto tiempo yo tengo que hacer informes de eventos… acontecimientos. Entonces en los informes de estos eventos, se llenan casilleros y después se pone la firma en estos casilleros. Entonces en ese momento firmé en el casillero del usuario, como si fuese un usuario (Risas). Florencio Spangenberg: Bueno, sí, ahí algo… sí, algo se deslizó. Pero si no, un informe es la potencia de lo falso, ¿cuál es el asunto? ¿te puedo delatar? ¿alguno te puede delatar? Marie El Kaihal: yo creo que allí se trata de, en mi caso, de dejar de tener miedo a esos bastonazos. Ese sería un momento. Y decir: bueno, esto no importa. Si me tienen que llamar la atención, y bueno, que me sancionen. Y porque aún hoy es importante, me parece importante, justamente esto que se desliza, es aún posible reírse de eso, en ese lugar y con ciertas personas. No con todo el mundo, y para mí eso se transformó casi en un indicador de con quién también es posible trabajar, o no. Es como entonces lo que nos hace, nos sirve para testear, es la risa. Si yo me río durante un día, durante la jornada, incluso si yo me voy con alguna marquita en la cara, o que alguien intentó estrangularme, o que ha corrido un poquito de sangre entre los chicos, si yo río, y si hemos reído, ha sido una buena jornada. Pero hay días en los que no es joda, y ahí es cuando está la catástrofe psíquica total, el desmoronamiento. Pedro Murguía: ¿Qué lugar darle al nosotros? como recién preguntaban. El “nosotros” que ayer escuchamos en la segunda exposición, el nosotros que no tenía un ellos y que atravesaba los cuerpos, el elemento que se cortaba, esa cabeza cortada por el ratón. Ese nosotros, no es el de la información, no es el de la


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institución, es el que denuncia Gilles Deleuze. Leía la vez pasada en un libro llamado Fragmentos subjetivos, que el nosotros era una región. Es decir, el agenciamiento es un nosotros que subsume lo individual; es un agenciamiento colectivo de enunciación que están en constante variación, desterritorialización de moléculas que deshace o desmonta y reterritorialización molar, que fija, que estructura. Es lo que podría hacer que alguien se ubique con otro, no hablar de, sino hablar con, el hablar con es estar en el mismo lugar de alguien. Marie El Kaihal: No es evidente del todo para mí este asunto del nosotros. Porque yo en esto tengo que hacer un esfuerzo personal para aprender cómo trabajar con otros. Entonces la formación que tengo de educadora especializada, en ese tipo de formación se insiste mucho en el trabajo en equipo, sobre la importancia de la coherencia, de la cohesión, del discurso común. Y creo que muy a menudo en las instituciones se equivocan en lo que debe ser ese nosotros de uso corriente. Porque finalmente lo que se hace es ligarse, hacer un bloque, y porque a menudo se dice, y sobre todo con los chicos, que si hay alguna falla, alguna grieta, ellos se van a meter ahí, ellos por allí entran. Entonces es como si tuviésemos que tener un discurso sin fallas, sin grietas, y para mí lo que es difícil es el intentar llegar a la posibilidad de una discusión sobre, justamente, qué sería potencialmente un equipo. Y eso lleva tiempo. Porque ahora yo estaba trabajando en un juego conflictivo, un poco ruidoso, y yo hoy me digo que al mismo tiempo que ese nosotros es, tal vez, un riesgo. Pero, sola tampoco es posible. Entonces ¿cómo poder soportar esto? Esto lleva un tiempo, y que tal vez, también se sabe, quizás eso no llega nunca. Tal vez esto también sucede por algunas vías indirectas, por ejemplo, una forma de contaminación. Y esto también se construye un espíritu de un nosotros, tal vez la presencia de un


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nosotros fugaces, que puede pasar a veces por la complicidad con un colega o una colega, a veces la complicidad se da entre un profesional y los chicos, a veces es el equipo y los niños, y a veces es con o frente al otro. Y así, muchas formas. Una última cosa sobre el nosotros, lo que hace que sea una dificultad para mí hoy, es que yo llego en un contexto en el que, cuando me toman en el empleo me lo dicen, que, en grandes líneas, esto es una mierda, porque acá no tenemos proyecto de servicio, no tenemos equipo, los lugares no están adaptados. Y creo que en ese contexto yo vi, tomé, sentí mucha violencia, y jóvenes y adultos, y creo que jóvenes y adultos en que, justamente este tema de la confianza las focaliza, un poco sobre mí, o más bien se interpretó como si fuese sobre mí. Pero, finalmente, yo creo que yo era el pretexto o el soporte del ataque que era dirigido a los chicos y, al mismo tiempo, a todos. A nosotros equipo, a nosotros adultos, a nosotros como institución. (Aplausos)


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Javier Macías

Lo ideal, lo interesante para mí de venir acá hoy, no es hablar yo, sino aprovechar la oportunidad de encontrarnos acá, en este espacio, y conversar un poco entre todos. Ayer alguien que cumple años hoy, me hacía acordar de que hoy hace ocho años que falleció Néstor, me acordaba de la plaza y del encuentro (inaudible). Y pensaba que por ahí es una oportunidad, no necesariamente de hacer una exposición, ya que tuvimos tres exposiciones bastantes interesantes y largas; sino conversar un poco sobre esas experiencias. Acá hay un montón de gente que transita por diferentes espacios, y podríamos aprovechar esa oportunidad para conversar acerca de lo que dejó pendiente la conversación con Sonia y Marie. No tanto preguntas hacia ellas, sino un poco más de conversación. Yo, en principio, y para introducir alguna de esas cosas, me quedaba pensando en la resistencia. En la importancia de la resistencia en movimientos como los de la psicoterapia institucional, desde Tosquelles, que pensaba al hombre como el ser de la guerra civil permanente; y la importancia de lugares como Saint Alban y de tantos otros en el intento de que no murieran los locos. Desde ahí, la importancia de la subyacencia, del recorrido que hicimos, que estamos haciendo,


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los trazos; para intentar pensar, como decía Deligny, las tentativas que venimos haciendo cada uno de nosotros... esas tentativas son la búsqueda de condiciones para que algo pueda existir, y en ese caso, recién pensaba sobre lo que decía Marie respecto al nosotros, que tanto Deligny, como Oury, como Tosquelles, insisten... la cuestión de no poner el foco en ellos, en los otros, en los pacientes, en los locos; sino en lo que resuena en nosotros. Si hay alguna interrupción del circuito, se produce en nosotros, no en ellos. Poder partir de ahí a ver si nos animamos a conversar un poco (inaudible). María Martha Boccanera: ¿Dicen si ya terminaste? (Risas) Javier Macías: si (Risas) Luciana Zeballos: no lo invitemos más. María Martha: es la última vez (Risas). Ricardo Pon: Bueno, voy a tomar la posta del diálogo. Pensaba en la palabra conmover. Creo que sería la cuestión del primer día. Conmover hay un moverse juntos. Y también pensaba que, no recuerdo dónde, pero la emoción es impersonal, uno siempre piensa que la emoción es algo personal, también. Y pensaba que hay un problema cuando uno ofrece algo para conmocionar, o sea producir un efecto en el otro, mover al otro, y pensaba que hay un aspecto..., que creo que Alfredo de alguna manera lo notaba… hay un problema, no se puede conmover desde un yo, es ridículo. ¿Cómo mostrar algo?, producir un efecto, o dejarse tocar por algo también, como vos me parece que marcabas también, el efecto que producen los pacientes en nosotros. Un psicoanálisis es de a dos, de algún modo el analizante cambia tanto como el analista.


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El analista cambia tanto como el analizante. Hay un efecto. Hay un movimiento. Si eso no se produjera, no sería un buen análisis me parece. Eso que esa historia de toda la comunidad analítica, esa historia freudiana de la (inaudible) no camina bien si no, si uno no se mueve, ¿no? hay un movimiento. Javier Macías: El otro día escuchaba un audio en el que Oury habla de la diferencia entre empatía y simpatía. Él se preguntaba “¿de qué se trataría estar en una relación?”, y decía que la empatía es el estar con un otro en una especie de confusión afectiva, y que en la simpatía en esa proximidad están cerca pero respetando la opacidad. Y también me pregunto respecto de la locura de querer curar a los enfermos sin querer curar al hospital, como algunos de ellos decían. ¿De qué manera nosotros podemos partir de ahí, de las sensaciones que se nos producen en esos lugares donde nosotros también habitamos? Marie decía: los atendemos de día, y eso me hacía ruido otra vez, en la diferencia con los hospitales, estas experiencias de estar encerrados 24 sobre 24. ¿Cómo hacer ahí? Estamos encerrados o, bueno, vamos todos los días a un lugar donde otros son mandados.



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NAVEGANDO ENTRE-VARIOS Gustavo Rivarola

Plegar el afuera, la línea del afuera, la línea de la muerte, la línea del “se muere”. Vitalismo turbio, vitalismo mortecino. Vida sobre fondo de muerte.47 Deleuze hablando de Foucault. Vitalismo turbio, que alude a nuestros diferentes lugares de trabajo, hospitales psiquiátricos, hospitales generales, consultorios, centros de día, etc. ¿Acaso no estamos allí, acompañando en procesos de subjetivación? Así como un pliegue de la línea del afuera dio lugar a la “nave de los locos”48, a partir de ahí, nuevos plegamientos, dan lugar a diferentes y precarias embarcaciones. Resistiendo, o intentando resistir a esas formas de la muerte. Locuras como modos de muerte.

47  48

Foucault, Michel (2007). El nacimiento de la clínica. México: Siglo XXI (p. 207).

Deleuze, Gilles (2015). La Subjetivación, curso sobre Foucault, Tomo III. CABA: Ed. Cactus (p. 25).


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Nosotros estamos ahí, embarcados también, lidiando con nuestra línea ballenera. ¿Cómo se resiste a la burocracia y a la locura institucional? ¿Cómo combatir los microfascismos? No hay fórmulas, no hay recetas. Quizá se trata, a veces, de estrategias de supervivencia. Como nos enseñó Roland Lethier, o ese otro autor que nos acompaña, que es Kertész. Ser, pero no tanto. Quitarle prevalencia al Ser. El ser cualsea, el ser cualquiera, de Agamben49. Somos enfermeros, o mejor, estamos como enfermeros, pero no participamos del servicio de enfermería, estamos como psicólogos pero no participamos del servicio de psicología. Hacemos de acompañantes pero no tenemos un servicio de acompañamiento. ¿Esta aparente desventaja, nos ayuda a mantenernos a distancia de las corporaciones? Mantener “una existencia virtual”, “una existencia menor”,50 ¿nos juega a favor en nuestra política de supervivencia? Quizá el hecho de mantenernos en movimiento, integrar grupos instituyentes, que cuestionen, que eviten la trampa de lo instituido. A veces se trata de evitar la modorra institucional, ese adormecimiento, la costumbre, las rutinas, son las respuestas: -no, no se puede, ya probamos-. A veces, desmanicomializar es decir, probemos, apostemos. No darlo por hecho, ni que va de suyo. Nada es obvio. Entonces, propiamente se trata de vitalismo sobre fondo de muerte, robarle vida a la muerte. Y esto, en un movimiento permanente. 49

Agamben, Giorgio (1996). La comunidad que viene. Valencia: Editorial Pretextos (p. 9).

50

Lapoujade, David (2018). Existencias Menores. Bs. As.: Ed. Cactus.


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Quiero hablarles hoy de algunos de esos intentos de resistir en un hospital psiquiátrico. Desde hace varios años, hemos encontrado en el grupo de lecturas en la rampa esa función de sacudida, zamarreo, despertar, activar, poner en movimiento. Hay momentos donde sostenemos la lectura de un texto, alguien lo trae puntuado a la reunión. Otras veces alguien trae algo que venía leyendo por su cuenta. Lo diverso. Lo heterogéneo puede caracterizar lo que pasa. Puede ser un intercambio con Sonia, una lectura de los Juguetes perdidos. Un texto de Allouch. O también un artículo de Rita Segato. O la lectura de Leonor Silvestri. O la exposición de Arthur Bispo do Rosário. Lectura entre-varios. Un grupo del colectivo viene con Kertész, ejercicio de lectura en voz alta, ejercicios espirituales, en el sentido de “spycanalysis” de Allouch. Mantenemos un funcionamiento anárquico, “acéphale”. Hasta ahora venimos resistiendo, no sin crisis. Y Diego Sztulwark nos dice, en Foucault la resistencia se da como creación.51 Y consideramos que el grupo ayuda a sobrellevar esa necesidad de reinventar el psicoanalisis en cada lugar, en cada práctica. Las actividades organizadas por Clínic Zones, como la presentación de la entrevista a Francesc Tosquelles52 y la película sobre La Borde53, la aparición de la traducción de Lo Colectivo; reabrieron la discusión acerca de la cuestión de la locura, el trabajo institucional y el psicoanálisis. La lectura de Lo Colectivo54, de Jean Oury, provoca en quienes venimos trabajando en instituciones, un efecto de alumbrar, de 51

Sztulwark, Diego. De pliegues y resistencias. Disponible en http://lobosuelto. com/de-pliegues-y-resistencias/

52

Tosquelles, Francesc. Una política de la locura.

53

La Borde o el derecho a la locura.

54

Oury, Jean (2017). Lo colectivo. El seminario de Saint-Anne. Barcelona: Xoroi edicions.


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poner nombre a algunos hechos, a fenómenos, pero también nos da la oportunidad de revisar y reacomodar algunos de esos conceptos que veníamos utilizando y que habíamos tomado, de diferentes autores, en el armado, entre-varios de una caja de herramientas teóricas. Uno de esos conceptos es el que me sirvió de disparador para este trabajo. Es el concepto de Trabajo entre varios. Después de un encuentro de lectura, en un pequeño grupo con Maria Capriotti y Juan Zavala, reaparece el interrogante en relación a: ¿por qué nos cuesta pensar la transferencia en el trabajo entrevarios? Esta dificultad, tiene que ver con un planteo del amor de transferencia ligado a la dupla analizante/analista? ¿Qué pasa con el planteo de la transferencia psicótica en el entre varios?

El entre-varios y La Rampa En La Rampa, el Espacio de acompañamiento y rehabilitación del Neuro, venimos practicando y transmitiendo un estilo de acompañamiento ligado o enmarcado en un trabajo entre varios con la Locura. Digo “con” para hacerle lugar a nuestra locura, esa que tenemos en tanto seres parlantes, y con la que tenemos que amigarnos para que no nos lleve la línea ballenera. Amigarnos con nuestra locura para ganarle vida a la muerte. Hemos armado un dispositivo de pasantías supervisadas de acompañantes terapéuticos que aprovecha la inserción que los enfermeros/acompañantes tenemos en el hospital. Les ofrecemos acompañarlos en la experiencia de acercarse al campo, y de aprender lo que llamamos “la lección de la locura”.


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Lo primero es ubicarnos en esa posición de NO HAY NOLOCO, condición de posibilidad, para la Transferencia psicótica, según el planteo de Jean Allouch.55 Luego digo: No hay locura individual, siempre es familiar/ social, a veces se presenta como locura a dos, otras veces no llega a esa expresión. No hay abordaje individual, el abordaje siempre es múltiple, y a veces entrevarios, en un lugar de internación, o en un centro de día. Digamos que “trabajo entrevarios”, es un concepto que venimos utilizando en el campo de la locura. Pero es una adaptación del conceptualizado por Jacques Alain Miller, basado en la experiencia de Antonio Di ciaccia en el Centro terapéutico L´Antenna 110, en Bélgica.56 Nosotros comenzamos a utilizarla porque traduce, o dice mejor que el hoy “vacío” trabajo en equipo o trabajo interdisciplinario. Ocurre que en el Hospital Neuropsiquiátrico, desde el año 1985, y como parte de los cambios que quedaron de la reforma psiquiátrica, quedó implementado el modelo de trabajo en equipo interdisciplinario. Pero, lamentablemente la interdisciplina, ha quedado reducida a una organización administrativa del trabajo hospitalario, se ha vaciado el concepto, al igual que la Ley de equipos de salud. Lo que era una estrategia de abordaje, hoy es un discurso vacío y una práctica ocasional.

55

Allouch, Jean. (1993). Perturbacion en pernepsy. Revista Litoral n°15. Córdoba: Edelp.

56

Di Ciaccia, Antonio. http//practicaentrevarios.wordpress.com


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Entonces el entrevarios pretende decir, cuando hay un equipo, más allá de la estructura administrativa. Entonces, no el equipo formal, sino, el de los concernidos o enganchados con tal sujeto.

La transferencia multiple o difusa Para pensar la transferencia en el campo de la locura y en el contexto institucional, hay que acercarse a los planteos de los referentes de la psicoterapia institucional, Francesc Tosquelles y Jean Oury. Ellos son los primeros que hablan “(…) de casos difíciles, donde no está aconsejado el abordaje directo, la relación dual. Introducen la noción de constelación.”57 Tosquelles decía: “La constelación está formada por estrellas no necesariamente cercanas entre ellas, sino que dibuje algo desde alguna perspectiva. La constelación se ve desde una perspectiva, pero puede estar formadas por sistemas diferentes.”58 Oury dice: “son las personas que están en alguna relación, más o menos explícita con tal o cual personaje psicótico”. (...) “las personas que cuentan para ella en su vida. Pero no siempre se eligen médicos o enfermeros para la constelación, a veces la mucama, o el cocinero, pueden ser elegidos”(...)59 Sigue Jean Oury: Estos multi-investimentos, investimentos de lo más estrafalarios, e incluso los más invisibles, pero que mantienen en la existencia a ciertos psicóticos.60 Acá quisiera detenerme. Este, me parece es un punto importante. Porque nos 57

Oury, Jean. Lo Colectivo, clase del 21/11/84.

58

Ibíd.

59

Oury, Jean. ¿A qué hora pasa el tren?, conversaciones sobre la locura.

60

Oury, Jean. “Libertad de circulación y espacios del decir”.


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ubica donde, o mejor con quienes estamos trabajando. Estamos en el terreno de la esquizofrenia, de modo que estamos ante un sujeto muy, cómo decirlo, un despellejado vivo, alguien que lucha por tener su cuerpo, que siente que se despedaza, con la vivencia que todo puede acabar ya, en una existencia negativa, nos decía Gaetano Benedetti.61 Él va a ser el otro referente para guiarnos en este trabajo. La esquizofrenia en el espejo de la transferencia es un texto tan importante, como arduo y denso, pero imprescindible, para quienes trabajamos acompañando a personas que viven, o intentan vivir, en el modo esquizofrénico. Él nos acerca a la vivencia de esa existencia negativa, que no es otra cosa que la sensación de no existir, y que es otro modo de llamar a la disociación y a la fragmentación, que sufre su yo. Él nos acerca a ese particular modo de estar en el mundo, que es el modo esquizofrénico. Volvemos a Jean Oury, nos dice: “no existiría, entonces, la posibilidad de la transferencia dual, siempre habría heterogeneidad, a raíz de la disociación esquizofrénica”. “Lo Disociado es el espacio, o puede ser algo relativo al ritmo. Y va a dar el ejemplo de alguien que solo iba a un taller para acariciar un gato, eso es un pequeño investimiento transferencial para tener en cuenta”. “Puede ser un espacio, alguien, pequeños trocitos, una sonrisa, ahí está la disociación.”62 Entonces, el carácter disociado y múltiple, responde a respetar las características del sujeto con quien trabajamos.

61

Benedetti, Gaetano (1996). La esquizofrenia en el espejo de la transferencia. Buenos Aires: Edelp.

62

Jean Oury. “Libertad de circulación y espacios del decir”. https://drive.google. com/file/d/0B9SX5xHWjvlpeDcxVUw1ZUZnckQ2bklLYWoyb3QxOVlVVVdZ/ view?usp=drivesdk


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Oury plantea que desde el comienzo en psicoterapia institucional se plantea un trabajo desde un amor desperdigado, múltiple. La cortesía o gentileza, es una tonalidad de ambiente, un semblante compartido que comienza con la función de acogida, y que implica estar lo más cerca del otro, pero respetando su opacidad; respetar la distancia desde la proximidad, estar en el mismo paisaje, no es cuestión que el otro sienta que es objeto de observación, sino que se transita junto a otros con los que comparte un fondo.” También va a darle importancia al ambiente, al entorno social, familiar, dentro y fuera del hospital. Va a hablar de un tejido de sostén, un tejido conectivo, que se teje entre los que integran esa constelación. Estamos hablando de los afectos en juego en la transferencia múltiple. Son manifestaciones afectivas. Son formas de amor, y como tal, afectan, y “sacuden”, son afectos variados, que van desde la preocupación, de alguien por alguien, el enganche tipo materno, tipo adopción, pero que suele ser efectivo con algunos sujetos esquizos, que responden al afecto, conectándose nuevamente con lo vital. Eso que va a llamar connivencia es muy interesante. Oury lo explica como la ciencia de los gatos. Tiene que ver con cómo alguien, aparentemente “autista”, “en su mundo”, en un rincón, registra y es sensible, a lo que pasa en el ambiente, o con algún compañero. Veamos algo más de cómo pensamos nuestro entre-varios: nos referimos a aquellos casos donde distintos profesionales, que pueden ser psicólogos, enfermeros, médicos, acompañantes terapéuticos, trabajador social, se encuentran concernidos, enganchados, hacen, o forman una constelación. Entonces, los varios son aquellos que cuentan, para tal sujeto. Pero, esto es una apuesta, lo sabremos después, por sus efectos.


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Es importante, que este equipo se reúna con cierta periodicidad, sobre todo en momentos críticos. La reunión de equipo no tanto, para “armar estrategias”, sino como modo de hacer con la impotencia, con la frustración, la posibilidad de hablar de la angustia que generan ciertas situaciones, para vaciarse de saber. Tan importante como los espacios de supervisión. El espacio de supervisión es útil, en tanto el supervisor, no se convierta en un super veedor, con un gran ojo clínico, un super especialista, que baja líneas. Quizás el supervisor esté más cerca de la función -1, de la que nos habla Oury. Habría que seguir discutiéndolo. Marcelo Percia, desde la Psicoterapia institucional, pero de la vertiente argentina, heredera de Pichon Riviere y de Fernando Ulloa, nos ha ayudado a rescatar y revalorizar los espacios grupales como reuniones de equipo, espacios de supervisión y asambleas terapéuticas, y quizás, haya que pensarlos como otros espacios donde circula la palabra. La perspectiva de la psicoterapia institucional va más allá. Nos enseña a mirar y valorar aquellos aportes terapéuticos, que no pasan por los lugares clínicos ortodoxos. Es como si lo transferencial se descentrara, ya no pasara todo por la relación dual. Ahora se reparte, se distribuye, no solo entre los miembros del equipo, sino que es toda la institución, la que puede soportar multi-investimentos.

El grupo de Sèvres En la búsqueda de fundamentar lo transferencial en el entre-varios, encontramos un hecho curioso en la historia de la psiquiatría de post guerra de Francia, momento de Reforma psiquiátrica. Era un momento de cambios y transformaciones. En


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1949, Georges Daumezon organiza las primeras pasantías para enfermeras psiquiátricas. Proponían la transformación del hospital psiquiátrico, intentaban generar una vida social en el antiguo asilo, romper la inevitabilidad de ciertas estructuras alienantes. Se había logrado un cambio en la actitud profesional y el deseo de establecer estructuras terapéuticas, pero cuando volvían a sus hospitales se enfrentaban al tradicionalismo de la jerarquía médica y de enfermería. Para Jean Ayme, esta fue la razón que motivó a Daumezon a convocar lo que se conoce como grupo de Sèvres. Daumezon va a lograr reunir en 1957 a un grupo de psiquiatras y psicólogos de prácticas y orientaciones muy diversas, como Ajuriaguerra, Bernard, Bonnafé, Duchene, Ey, Lacan, Oury, Tosquelles entre otros. Van a elaborar conjuntamente las condiciones para la renovación institucional y terapéutica. Se proponen la desaparición de los hospitales psiquiátricos, asistencia ambulatoria, hospitales de dia, la política de sector. Crece el entusiasmo hasta que se propuso como tema: la importancia del rol de la enfermera psiquiátrica en la psicoterapia. Las discusiones van a ser muy apasionadas, Daumezon no aclaró suficientemente los “abusos” del término “psicoterapia”. ¿Habría una psicoterapia básica y otra, la “verdadera” a cargo del terapeuta? Los desacuerdos se van a dar, sobre todo, entre los psicoanalistas. Las divergencias van a crecer. Jean Oury cuenta que tras un comentario despectivo de Piera Aulagnier hacia las enfermeras, y tras una discusión particularmente tormentosa, va a decir que “las enfermeras no son más estúpidas que los psicólogos y los médicos”. ¿Por qué nos detenemos en este acontecimiento? Llama la atención la importancia que se le da a la participación de los enfermeros y por tanto al trabajo en equipo,


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gracias a la psicoterapia institucional. Parece que la experiencia de Saint-Alban, pero también las pasantías de Daumezon habían contribuido al clima de transformación. En ninguno de los movimientos de reforma psiquiátrica, ni en el modelo inglés, ni en el italiano se había llegado tan lejos, a poder preguntarse qué es, y por donde pasa lo terapéutico. Lamentablemente la discusión nunca alcanzó a ser clínica, y va a terminar en una lucha de poder, quedando el entre-varios, en segundo plano. También es llamativo que este acontecimiento no logró trascender, y en la historia oficial, de la reforma psiquiátrica francesa nos llegó solo la psiquiatría de sector y una mención a la psicoterapia institucional.

Tosquelles, los enfermeros y la psicoterapia Tosquelles, escribió un libro titulado El trabajo terapéutico en psiquiatría, que se reeditó varias veces y fue el eje de la formación de los enfermeros psiquiátricos en Francia. Allí plantea que “los enfermeros están mejor ubicados que otros cuidadores, para escuchar perturbaciones y anomalías de los “decires” del enfermo, y del uso del lenguaje para significar alguna cosa de su propio deseo; por otra parte, de los trastornos de la “actividades” (...) especialmente, el trabajo”. “Entonces terapéutica de y por la palabra, eso es psicoterapia, y de otro lado ergoterapia, en tanto organización terapéutica del trabajo. Para él, estos dos pilares especifican el rol del enfermero psiquiátrico.” “De la posibilidad o no que las enfermeras tengan para facilitar la articulación de la iniciativa de los enfermos en su práctica diaria, va a depender o no la posibilidad de instaurar en


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otro lugar una “verdadera psicoterapia” en las instituciones de cuidados psiquiátricos”. “Sin embargo, se puede decir tal vez, que en verdad, en psicoterapia no se sabe de entrada donde van ser amarrados los nudos esenciales del acontecimiento terapéutico. Lo importante en muchos casos tal vez, no es lo que pasó objetivamente y de una manera miope en la sesión de psicoterapia. La coagulación o el engranaje terapéutico puede muy bien advenir en otra parte, en cualquier lugar de la institución en el curso del trabajo terapéutico. Para algunos, esto podría suceder muy bien sin que una verdadera (?) psicoterapia sea instaurada. Para otros, hace falta que la psicoterapia sea instaurada para que la ocasión, el anclaje terapéutico ocurra en otro lugar. pero es evidente la necesidad de establecer lazos e intercambios entre y en el equipo de terapeutas y cuidadores.

La reforma psiquiátrica en Córdoba Acá en Córdoba, más tardíamente, en 1984/85 y también en el marco de la reforma psiquiátrica, va a haber un momento de cambios y transformaciones, momento de pliegues y despliegues, Hospital abierto, implementación del trabajo interdisciplinario, replanteo del rol del enfermero psiquiátrico. Después de varios años de experiencias interdisciplinarias, la dirección del Hospital convoca a representantes de los distintos servicios para conformar un equipo que dependerá directamente de dirección, y no de los servicios, esto no es menor. El equipo de Hospital de día del Hospital Neuropsiquiátrico se plantea como un dispositivo de semi-internación, que tiene el objetivo de ser una alternativa a la internación. Nos proponíamos ser una alternativa al manicomio. Planteábamos 3 pilares: Grupal:


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terapia en grupo y talleres, Familiar: asambleas multifamiliares y trabajo familiar, Individual: acompañamiento terapéutico. Implementamos una dinámica de comunidad terapéutica y tuvimos un trabajo de replanteo del rol del enfermero, con una formación en acompañamiento terapéutico. Esta experiencia dura 9 años. En el año 2003 el director de salud mental propone el traslado del Hospital de día, al viejo San Roque y pasa a tener un perfil comunitario. Varios de nuestros compañeros aceptaron con gusto la propuesta. Los enfermeros, decidimos quedarnos, y propusimos el proyecto de La Rampa, espacio de acompañamiento y rehabilitación. Replanteamos el convenio que el hospital tenía con la Escuela de Acompañamiento de la actual Fundación Sistere para que los acompañantes terapéuticos (AT) realicen su práctica en La Rampa. Recibíamos pedidos de acompañamiento de pacientes críticos y en externación. Además refuncionalizamos los llamados talleres del internado, para que los practicantes at inicien el acercamiento a la dinámica del internado, a través de una experiencia de acompañamiento grupal. Por eso decimos que no son verdaderos talleres, aunque les quedó ese nombre. Son actividades grupales excusa, los coordinadores son acompañantes, no tienen conocimientos técnicos, lo que nos interesa es que la actividad sea un disparador, y posibilite interacciones, vínculos, entre los usuarios, y con los AT. Que se arme un precario lazo social. Son actividades de la vida cotidiana, es decir lo que caracteriza al acompañamiento terapéutico. Entonces puede ser un taller de manualidades, de plástica, de escritura, de canto, lectura de diarios, de belleza, paseos. Les dejamos a los AT, que propongan alguna actividad que sea de su


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interés, de modo que las actividades van cambiando con cada nuevo grupo. Después de esta práctica algunos AT, están en condiciones de tomar un AT individual, y se incluirán en un trabajo en equipo, quizá un entre-varios. Nuestra tarea es acompañar a los practicantes en esa experiencia de trabajo con la locura, a través de la supervisión y la reunión de equipo. El hecho de que circulen practicantes, estudiantes de carreras del equipo de salud, que concurren con sus deseos, inquietudes, ganas de cambiar, de aprender, nos obliga a salir de la modorra institucional. Sus cuestionamientos, interrogantes, críticas, propuestas de cambio, nos ayudan a resistir a la manicomialización. El acompañamiento terapéutico ha sido fundamental en nuestra política de supervivencia institucional. Ahora podemos decir que buena parte de su eficacia terapéutica, tiene que ver con que retoma aquellos elementos psicoterapéuticos que Tosquelles veía como propio del enfermero psiquiátrico, así como el trabajo en la vida cotidiana y lo transferencial. Eso habla del potencial de este recurso. Pero, hace unos años, cuando estaba por salir la Ley de Acompañamiento Terapéutico, vamos a tener un hecho anecdótico con algunos elementos comunes a los que vimos en el episodio Sèvres. Se va a plantear una puja entre la corporación de enfermería y la corporación de psicología por el mercado de estudiantes. La discusión clínica nunca llegó a plantearse. El Acompañamiento terapéutico hoy es una tecnicatura, de la Facultad de Psicología. Es solo una anécdota.


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Para terminar una coincidencia. Una compañera estaba en la búsqueda de una imagen para el logo del afiche de las jornadas, falló la que había elegido y se quedó con la que pueden apreciar de Arthur Bispo do Rosário, que justamente habíamos podido apreciar en una de las últimas reuniones del grupo. Mientras estaba en esa tarea de revisitar textos para hacer este trabajo, encuentro que Roland Lethier, en esa entrevista que dio en Brasil en el 2010 nos presentaba la obra de Arthur Bispo do Rosário. Cuando Roland Lethier estuvo en Córdoba en 1995, y dictó el seminario “Decires de hijos muertos y de quienes los acogen”, en un momento dice: “Es como el rugby, voy a intentar un try, pero después, la transformación, es un hecho que nos sobrepasa. Quizás pertenece al público esa transformación en un segundo tiempo”. Quizás sea excesivo, pero creo, y comparto con varios, que esa transformación tiene que ver con lo que anima esta movida, este movimiento, que es un hecho que nos sobrepasa. (Aplausos)

Discusión María Capriotti: Tenemos unos minutitos para algunas intervenciones. (Risas, algo fuera de micrófono) Javier Macías: Bueno, vamos a comer… Público: No, hablemos… (Risas) Alejandra Arizó: Simplemente hacer un comentario y poder puntualizar la alegría que me da poder… este… que podamos


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tomar el estar, ¿no? Esto que dijiste Gustavo de estar en el paisaje. Y poder corrernos cada vez más de esto del ser, ¿no? De las instituciones: de ser tal cosa, de ser tal otra, de ser de tal profesión. Ese estar que tiene que ver con el momento, de cada situación, con el encuentro, con el nosotros, ¿no? Me parece que no hay nosotros sin estar, ¿no? Eso me parece re interesante. Gustavo Rivarola: Si, quizás se pueda seguir trabajando también para decir lo que Oury propone de ese movimiento o juego entre estatus, rol y función, y que pueda mover. Más aún creo que en otro momento va a plantear que para que haya lugar en el discurso analítico hace falta que jueguen los cuatro lugares, entonces que cuando él habla de libertad de circulación y movimiento se refiere también a esa movida, movimiento es lo que define. Por eso me gustó lo que dijiste Ricardo de con-mover, porque tanto el “con” está implicado como el movimiento. Y el “con” también lo va a trabajar Oury en Lo Colectivo. Sonia Weber: Yo simplemente quería decir que en Francia hoy la psicoterapia institucional prácticamente no existe, en La Borde y dos o tres lugares más, y a Oury prácticamente ya no se lo lee en Francia. Y al escucharte yo me preguntaba si la exigencia de la psicoterapia institucional a la puesta en cuestión permanente, es también un tipo de llamado a un funcionamiento a que cada uno se mantenga en su lugar para poder funcionar. Lo que se da como una exigencia que prácticamente no se puede sostener en los hospitales hoy en día, que se volvieron muy disciplinarios. Myriam Sosa: hay un corto que se puso en circulación cuando ustedes estaban trabajando en la preparación para todas estas jornadas, es un corto que me parece sumamente rico que es esa entrevista de Oury, el avance de El sotobosque de los insensatos.63 63

Le sous-bois des insensés, une traversée avec Jean Oury, de Martine Deyres.


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Ahí Oury habla, si ustedes lo pueden ver después, son cuatro minutos, habla de lo particular de cómo manejar la cosa precaria, lo efímero y lo precario que tiene ese cuidado que se tiene que dar, y a su vez toma la cosa, bueno esto que habla, como si ese precario no está tenido en cuenta, Oury lo dice literalmente: en ese campo donde hay una comunidad, deviene en una nada, en un segundo, en un campo de concentración. Yo creo que Sonia acaba de dar justamente eso, de repente se mantiene la cosa disciplinaria, cae en eso vacío del campo de concentración, más. Bueno, ustedes me hacen pensar (Risas). Pedro Palombo: Yo quería simplemente ponerle voz a lo que estaba pensando mientras escuchaba las exposiciones. Y ese pensamiento tenía mucho que ver con el uso de ciertos conceptos, ciertas nociones, que son manejadas de alguna manera. A veces, no hay otros recursos. Pero, ¿de qué forma han terminado haciéndose duras, reificándose? para decirlo de una vez por todas, y las seguimos usando. Por empezar una acotación histórica, la antipsiquiatría aterriza en Córdoba mucho antes que los años ochenta, y antes de que yo me fuera del país. Y uno de los que la hicieron aterrizar, y uno de los que aterrizaron en Córdoba fue Franco Basaglia, pero de todas maneras todo eso fue abortado por la dictadura, y todo lo que pasó después. Gustavo Rivarola: Sí, sí, sí, sí. Pedro Palombo: Y en Francia hubo otras experiencias Hace muy poco, cuestión de semanas, todavía debe estar en cartel en el teatro independiente, hay una obra que se llama Artaud, basada en la correspondencia de Antonin con su médico tratante Henri Parisot y que trata, justamente, de la experiencia de la desmanicomialización en Francia en aquellos años que tú mencionaste, y lo que pasa después. Lo que pasa también


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después en otros lugares como Italia, y demás. Pero me llamó mucho la atención, es decir, en cuanto a las palabras, esas duras, como psicoterapia, como supervisión, como terapia, acompañante terapéutico, neuro psiquiátrico, que sin dudas las neurociencias hoy en día estarían muy agradecidas, justamente, fundamentalmente de volver a llamar neuropsiquiátricos a los lugares de encierro; ¿cierto?, de todas maneras el hospital de Córdoba es un lugar de encierro más o menos momentáneo en el tiempo, no es un asilo, y a su vez los asilos tampoco asilan a nadie. Y la obra ésta de (inaudible), lo interesante es, que una vez cerrados los hospitales psiquiátricos, era la policía que tenía que despejar los portones, las puertas, el barrio, los alrededores, porque los pacientes no tenían dónde ser alojados, donde alojarse, volvían a dormir a la puerta de eso. Y son algunos de sus acompañantes, dejo lo de terapéutico en suspenso, no me gusta, en realidad uno siempre es acompañante terapéutico, no hace falta hacer el curso. Javier Macías: Claro que hace falta el curso, pará un poco (Risas, algo inaudible entre el público), hay gente que vive de eso. Pedro Palombo: Bueno, eso pudo haber sido toda la currícula de la facultad de medicina, y lo demás, o la de psicología, o lo que sea. Pero, de todas maneras, a lo que yo me refiero es, la dureza de esas palabras, y de la manera que esas palabras indican, ponen nombre, ¿no? Esos nombres son absolutamente inadecuados para la tarea. Gustavo Rivarola: Pero son inevitables esas palabras. Cuando uno trabaja en un hospital, ¿cómo hacer para evitarlo? O sea, uno sabe que la esquizofrenia no es una enfermedad, sin embargo, tenemos que trabajar en un hospital, y hacer como si.


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Pedro Palombo: Sí, pero, compañero, no estamos en un hospital acá. Acá no estamos en un hospital. Gustavo Rivarola: Acá… ¿dónde? Pedro Palombo: Acá, ahora, por eso, lo que vos dijiste, y lo que dijo María y demás, es en todo caso, un movimiento que intenta cuestionarse pensando entre varios un hasta las palabras, hasta las palabras. Creo que en el discurso de inauguración de ayer pasaba eso, es por eso que me permito este atrevimiento, y cuestionar las palabras. Gustavo Rivarola: En el inicio pretendía aseverar que, así como está la nave de los locos, cada lugar, cada lugar donde está la locura es un lugar de embarcaciones, y ahí tenemos que vérnosla con la locura, porque si no es pensar como que solo en el neuro se encierra la locura; y no, justamente creo que se trata de eso, de poder abrir los límites y que tenemos que vérnosla con la locura en diferentes lugares, en el neuro, en el hospital general, en centros comunitarios, en todos lados. Esa es justamente la propuesta. Soledad Vargas: En la línea, me parece, de lo que vienen hablando, yo pensaba cuando Sonia intervino, ¿quién puede decir dónde está la psicoterapia institucional? Y ¿dónde se hace, y dónde no se hace? Pensaba que creo que es en esa línea, ¿no?, ¿cómo desarmar esos conceptos o categorías, como si uno pudiese señalar dónde hay una curación. Entonces me llamaba la atención que digan en Francia ya no hay psicoterapia institucional, o que cada vez hay menos, y ¿qué podríamos decir nosotros de Argentina?, me hacía pensar en algo que viví ayer, que me tocó estar en una terapia intensiva, y visitar a un amigo joven, que estaba despierto, lúcido, sentado, y que me parece que puede ser que a veces ha practicado la psicoterapia institucional, me atrevería a decir, y la estaba haciendo ahí porque me dijo: ¿sabés qué me molesta


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de este lugar?, de una terapia intensiva, que me tratan como a todos ellos, y miro a la vuelta y eran todos ancianos moribundos. No sé si alguien ahí estaba haciendo psicoterapia institucional, pero me parecía que él en esa posición, y diciendo eso, y, nada, conversando con una amiga estaba pasando algo. Me hacía ya pensar en esto, en ¿cómo nombrar? ¿qué movimiento, donde estábamos? ¿qué posibilidades? Particularmente la terapia intensiva a mí me parece un gran manicomio, y, no sé, una máquina de muerte, no sé qué, pero… (alguien dice algo fuera de micrófono) ¿Cómo...? (algo inaudible, fuera de micrófono) Ahh, sí… el moridero. Pensaba eso: ¿cómo se puede decir dónde está? ¿dónde está el psicoanálisis? ¿quién hace psicoanálisis? Macías decime algo vos que no te escuché mucho (Risas). Luciana Zeballos: Tres minutos hablaste Macías, tres (Risas), está cronometrado. Javier Macías: Dos más de lo que tenía planificado (Risas). Me parece, primero, que la psicoterapia institucional no existe... O qué sé yo, no es una técnica, no es algo que se pueda aplicar, no es algo que se pueda repetir, en todo caso es un movimiento. Coincido, me parece, tal como algunos de ellos decían, en que siempre ha habido tentativas, lugares, servicios, donde se ha dado lugar a la posibilidad de que algo pueda pasar, ¿no? que algo distinto pueda pasar, algo que quizás en otros lados no podía. Yo me pregunto, respecto al encuentro con los locos, cómo es esa relación que nosotros hacemos con la salud mental, incluso con el oficio, nosotros que vivimos de eso. Y esa tensión entre encontrarse con un loco y, no sé... trabajar con ellos, vivir de eso. Entonces podríamos reflexionar con la psicoterapia institucional, me parece, siempre que haya algunos que busquen encontrarse, de una manera que intente dar lugar a lo nuevo, como decía Deligny, a la búsqueda de lo nuevo dentro de las circunstancias;


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empujando a alguna otra cosa. Pero de una que, como palabras, nosotros las podemos repetir y volver a repetir... estatus, rol y función… luego vamos y cobramos un sueldito… Gustavo Rivarola: Además me parece que no era la idea señalar la importancia de la psicoterapia institucional, de sus aportes, pero aportan a la caja de herramientas. Uno sigue siempre utilizando en función de su modo de pensar, o sea, desde cómo uno ve el psicoanálisis. Pedro Palombo: Yo tomo lo que hace un rato decía Javier, y mi preocupación o mi invitación es: ¿por qué no inventar palabras? Lacan, y especialmente los seminarios que van, no sé, de los años sesenta y pico en adelante, pero, inventaba palabras. Inventaba otra lengua, hacía… rompía palabras. Psicoterapia. Salud mental. Ay. Una de ellas “santé mentale”, dice, sentimental y salud mental, en francés. Y muchísimas otras: a-cause, a-chose, escupitajo. ¿Por qué no inventar esas palabras que las podemos y las debemos…? Quienes han estado en familiaridad con la locura, que es una palabra mucho más noble, la hemos encontrado tantas veces, y las hemos tomado en esos textos casi poéticos, no casi, poéticos. De la locura. Entonces los llamados neologismos, bueno, ¿por qué no neologizar ahora que estamos entre varios? Clara Soria: Bueno, quiero retomar un poco lo que dijo Sonia ayer, me parece que se nombró la palabra biopolítica, y quiero retomarla porque creo que es una palabra que tiene mucha potencia (inaudible). La inoculación de formas sintácticas para adaptarnos, me parece que es algo que tenemos que revisar. Me gustó mucho el relato también de Marie, como recuerdo de su propia infancia, adolescencia o juventud, entonces se me viene a la cabeza la dimensión del olvido, del miedo y de la peligrosidad como formas de inocularnos sintaxis de adaptación.


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Entonces, pienso en la memoria, en tanto reconstrucción, el movimiento de desmanicomialización, antipsiquiatría, etcétera, y cómo el capitalismo o el neoliberalismo se apropiaron de esos movimientos, para volver a disciplinarnos de distintas formas, incluso más fragmentarias y más micropolíticas. Entonces, pienso en el ejercicio de traducción, también, no tanto de invención, sino de traducción, digamos, de inventar en la traducción, esa reconstrucción de la memoria de una infancia que es propia y que es en conjunto con la persona que estamos acompañando, y plasmarla de alguna manera en un informe que muchas veces se nos exige como profesionales de psicología, como acompañantes, como psiquiatras, diagnósticos, etc. Plasmar en esos informes esa memoria en reconstrucción con para, de alguna manera, cuestionar este nosotros, digamos, que es un nosotros disciplinario o, al menos, la inoculación neoliberal apunta a que seamos disciplina y, en definitiva, es donde está la modificación de algo. ¿Cómo traducir la locura?, la salud mental es una forma de traducir la locura y, al ser la salud mental un derecho, es una forma de decir que la locura es un derecho (inaudible) Entonces, ¿cómo hablar de eso? Y ¿cómo cuestionarnos nosotros? No sé, pienso… María Martha Boccanera: Bueno, mientras escuchaba recién, fui pensando en las intervenciones de ayer, lo que escuché hoy, y lo que hace varios años venimos leyendo en La Rampa y me preguntaba... También escuchando lo que decía Pedro en relación a algunas palabras que, sí, evidentemente, nos vienen formateadas y forman parte del poder. Y sí, el nosotros a veces también forma parte del poder y es una mierda como decías Pedro, claro, en ese sentido el nosotros es una mierda, pero... Pedro Palombo: Eso era privado... (Algo fuera de micrófono, del público)


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María Martha Boccanera: ¿Eso era privado? (Risas), bueno, ya no… entre lo privado y lo público... Entonces, me preguntaba también, así atrapados en esa mierda, ¿qué hacemos? Eso es lo que ha organizado estas jornadas. Porque sí, estamos ahí, hasta acá. Entonces, ¿qué hacemos con eso? Y pienso, en la discusión que tuvimos con Sonia, ella sostenía resistir, nosotros sosteníamos insistir. Y cuando Alfredo ayer decía que se preguntaba después de tantos años, ¿qué hago aquí? Y hoy también escuchaba eso, escuchaba que estamos diciendo que hace tantos años ahí en el neuro, y no se fueron los enfermeros, se quedaron ahí, a hacer algo ahí. Y tu pregunta Javi también tiene que ver con eso, decías, estamos en estos lugares de encierro, ¿qué hacemos? Porque, ¿cerrar el hospital...? Entonces, bueno, el hilo por el que venía… Javier Macías: Yo me refería a esto (señalando la sala). María Martha Boccanera: Vos te referías a este hospital (Risas). ¿Qué hacemos? Porque es este el nuestro, también… eso, pensaba en la insistencia, en quedarse ahí, quedarse ahí y ver qué movimiento hacemos. Ese es el movimiento que nos preguntábamos. ¿Qué hacemos con ese adentro tan cerrado?, ¿lo cerramos del todo? lo abrimos, ¿abrimos algo adentro de eso? Javier Macías: A mí siempre me hizo pensar en una cosa de... qué se yo, hay que saber abrir un grupo, pero también hay que saber cerrarlo. María Martha Boccanera: Sí, sí, claro. Javier Macías: No estoy diciendo cerrar los hospitales, en realidad estoy pensando en cuestiones históricas. Sonia habló ayer del momento actual de Francia. Nosotros estamos pasando un momento político particular, en estos últimos años, que nos ha llevado a tener que preguntarnos sobre cómo hacer para sostener


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algunos espacios en estas condiciones. Creo que a esto se puede vivirlo depresivamente, o de otras maneras. Había espacios que se podían sostener durante algún tiempo y quizás ahora ya no se puede. En realidad, lo que habría que pensar es qué espacios son posibles en estas condiciones, y no cuáles ya no lo son. Pedro Palombo: Yo estoy de acuerdo con lo que dice María Martha, Javier. Decididamente no estoy por el cierre del hospital, todo lo contrario, me parece que esto que ustedes logran en vuestra práctica cotidiana está por… Me refiero a este este lugar, lo considero sumamente importante, es, justamente, una apertura. Me remito a un autor que ya fue citado, en dos o tres oportunidades, Étienne Souriau, yo creo que, me parece, que vuelvo al comienzo, al discurso del comienzo, hacer existir, dar existencia a esto, y dar existencia me parece que es, crear palabras, crear un lenguaje, crear modos, no es cierto, de trabajo, que nos van transformando, luego ya no somos los mismos, hasta me animaría a decir terapéuticamente, nos transforma como seres en la medida en que nos habilitamos a, ayudamos a habilitar a otros seres. En ese sentido la exposición de Alfredo y Rosa me parecieron ejemplares, ejemplares no solamente por lo que se decía, sino también por lo que me decían las imágenes. A mí me pareció estar en un baño de poesía. María Capriotti: Aprovecho justamente para decir, por un lado, que con Gustavo compartimos algún espacio más en el neuro, de trabajo, y, por otro lado, la discusión con Sonia sobre resistir/insistir mucho tiene que ver con que... a mí me gusta más el lado de la insistencia y, por ahí, el juego que nos toca a los que estamos en el hospital, es ahí. Y ahí, es con los que están ahí, que, prácticamente no están hoy acá, son nuestros pares, los invité, no les interesó (Risas). Pero, no porque esté bien ni porque esté mal, sino porque nosotros hablamos de esquizofrenia todos los días de nuestras vidas, y no


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es ese el problema. Y lo que a mí me parecía como método, esto de detenernos en las diferencias, me encantó y me impactó ayer lo que dijo Alfredo, y el modo de decirlo. Me rememoraba el pasaje que tuve por algún centro de salud en un barrio, sobre los perros, me volvió esa vivencia sonora, y del olor, porque los perros se te meten en el dispensario los días que hay lluvia, nadie los quiere sacar. Me hizo acordar a eso, y a la vez pensaba en algo con lo que insistía, ya no me acuerdo si Jean Oury o Tosquelles, corregime Macías… (Risas) de que el ambiente cuenta… Luciana Zeballos: El especialista. Javier Macías: Qué agradable lugar (Risas). María Capriotti: Sobre eso entonces, que Oury habla del entorno. Y pensando en las diferencias, yo no sé qué público, al público... ¿qué se le viene cuando decimos estas pavadas que decimos? Digo, el entorno, el ambiente cuenta. Entonces no es lo mismo, no es lo mismo en el mismo neuro: no tengo ni la menor idea qué hizo fulano con mengano, no sé nada del otro que tengo al lado, con el que trabajo todos los días de la vida. Entonces, ¿cómo darle lugar a las diferencias? que Alfredo haya podido decir eso ayer, fue un alivio, en el sentido de que le pudimos dar lugar a esto, que es ese paisaje, que él y Rosa de algún modo bello nos pintaron. Luciana Zeballos: A mí me daban ganas de compartir con ustedes una discusión que venimos teniendo, que tiene que ver con la pregunta de si algo hace existir otra cosa, que me parece que tiene que ver también con la discusión entre resistir/insistir. Nosotros insistimos con insistir cuestionando que las cosas sucedan siempre en referencia a otras cosas. Hay cosas que suceden… podríamos decir a pesar, y otras…


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Marie El Kaihal: Lo que me hace pensar esto es también lo que se plantea, ¿qué palabras son las que se utilizan? ¿qué se dice? ¿cómo se habla? Es la impresión o la experiencia que, a partir del momento en que se dice, uno ya está en otra parte, ya estamos en otra cosa. Y también, finalmente, se insiste en un estar allí, pero tal vez lo más importante, o algo importante, es el poder soportar el estar un poco desalojado, incluso casi al mismo tiempo, sin lugar y al mismo tiempo. Y tal vez lo más importante no sean las palabras para elegir, como el buscar las palabras. Y ahora, eso me hace pensar aunque quizás eso ya no sea tan inminente, en lo que decía Gustavo, espero que esta traducción esté bien (Risas), porque yo estoy hablando de la traducción que tengo en francés, que no es la traducción de Myriam, preciso. Que era de cuando hablaban de la constelación, y el encontrarse entre varios también, y allí entonces lo que se decía era, los varios son aquellos que cuentan para este sujeto, y entonces lo que yo me decía pensando, en lo que decía Alfredo ayer, sobre esta cuestión de la espera, es también estos varios, para los que este sujeto cuenta. Que tal vez no sean los mismos, que tal vez nunca sean los mismos, pero que tal vez en esta posición hay algo, en esta posición de espera, esperar al otro, o a un otro, o esperar un momento, todo esto sin saber si esto va a ser tenido en cuenta por el otro. Y tal vez eso es lo importante. Gustavo Rivarola: Sí, la constelación está tomado de Oury, para nuestro modo de pensar el entre varios. Entre varios que, a priori no sabemos si va a funcionar, es la constatación de un efecto, y, a veces, es importante poder encontrarse, pero no necesariamente, nosotros. A veces, de hecho, el que elige, el loco, elige a gente con la que no tenemos onda, que no compartimos, y eso, hay que soportarlo. (Silencio)


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Javier Macías: Vamos a comer (Aplausos, risas) Florencio Spangenberg: Acerca del resistir, acerca del nosotros, como aquello que se constituye como un equipo, la traición de quién está en el equipo, hacia el equipo, no debe ser contradictorio para el mismo nosotros. Es decir, en el sentido por ejemplo de dar lugar a una palabra que de pronto provocaría una ruptura al dispositivo que se está… Con respecto a… Pero la resistencia en función de que algo insiste, resistir es en función de que algo insiste, y ¿qué insiste? Me pareció que, me hizo acordar lo de Alfredo, que esta mujer vino, después de haber dicho, ya va a volver, va a volver, ya vuelve. Y vino tres veces en silencio a que lo que insiste sea esa ausencia, por nombrarla de alguna manera. Entonces, ¿qué insiste ahí? ¿y quién recibe lo que insiste? O… no sé si la palabra es “recibe”, ¿quién toma lo que insiste? Bueno, en ese sentido me pareció que, al decir toda tu trayectoria que has hecho, respecto a lo del acompañamiento terapéutico y respecto al entre varios, ¿el acompañante terapéutico no es un analista? Si es que análisis o transferencia aún dice algo. Entonces, el que insiste, ¿no es un analizante? Y si el que insiste es un analizante, el lugar del entre varios, no se trata de decidirlo por sí mismo, no se trata de admitirlo por el equipo en sí. Se trata de ¿cómo es que eso insiste?, de manera tal de que quizás sí, quizás no, dar lugar al entre varios. Gustavo Rivarola: Sí, pero, me gusta más pensar que un analista acompaña, a que un acompañante analiza. Público: ¿Cómo? Gustavo Rivarola: Digo que un análisis, es un acompañamiento muchas veces, pero no todo acompañamiento es un análisis.


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Javier Macías: Y yo pensaba que cuando hablamos de “entre varios”, esas cosas así (risas), digamos, nos olvidamos por ahí de pensar que el loco también está incluido en eso, ¿no? Qué se yo, el club. La potencia de acompañamiento de un loco me parece que excede muchísimo la que podamos tener cualquiera de nosotros… digo, incluso en ese constelar. En ese entre varios están ellos ahí, está ese lugar; la experiencia incluso de lugares como La Rampa, donde se intenta horizontalizar un poco lo que sucede en el hospital, tiene que ver justamente con eso. Me daban ganas de recordarlo. Javier Gallego: Bueno, aprovechando un poco que la cosa sigue circulando, por ahí también ponerle, como decía Pedro, voz a un pensamiento. Haciendo circular las palabras, la palabra loco/ locura, ver qué en este gesto es posible tiramollar. Tiramollar porque no quisiera solo repetir al decir cosas que se han dicho y hacer juicios sobre eso, sino a partir o mejor a través de eso decir algo. Hace tiempo que me impacta y hace un ruido tremendo el nosotros que usamos, como decía Javier recién al hablar del entre varios. Me impactan los modos en que aparece el loco y el nosotros, ahí algo me resulta difícil pensar, por ejemplo ¿cómo un grupo agencia, cómo se produce un agenciamiento si de antemano hay un: los locos que vienen a la institución o el loco que viene; y un: nosotros que recibimos, esperamos y trabajamos con la locura. Me pregunto qué mano señala los lugares en donde está la locura, ¿dónde no está la locura? En esa vereda de pensamientos veo en la esquina de la institución a la que asisten locos un auto que se estaciona frente a una rampa para discapacitados, y no deja pasar obstruyendo el paso de quien precisa usarla, eso: ¿es una locura? Salgo de casa, frente a un centro terapéutico un baldío se llena de basura traída de otros lugares donde el camión de la municipalidad no pasa, al tiempo


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se llena de basura, de ratas, se hace inhabitable para quienes están cerca, eso ¿es una locura? ¿Cómo habitar o cómo hacer en esos espacios, por donde circula locura por ejemplo…? Una idea loca, pensaba, ¿será muy loco hablar con el dueño del baldío, o si es posible hablar a la municipalidad, sacar esa basura y hacer en ese espacio una huerta comunitaria, como me ha contado Javier Macías, y otra gente que ha viajado recientemente a Francia, y otros lugares, donde ocupan los espacios abandonados o bien públicos para hacer huertas comunitarias, viveros. Se me ocurre, no sé, una palabra como verbo para llamar a ese hacer: locurar, no sé si sería una locura ponerse a inventar eso, ponerles otros nombres a las cosas, y a partir eso accionar... resistir e insistir con la locura de todos los días. Reinsistir sería algo que podría hablar de esa resistencia/insistencia, reinsistir en dejarnos, y ahí me parece que reaparece el nosotros, dejarnos tocar finalmente por esa locura que a veces ponemos distancia para tratarla. El loco ¿es un recipiente? ¿un cuerpo? portador de locura, no sé, si cuando pensamos la esquizofrenia, el autismo, hay ahí una pregunta, ¿no? La comparto, porque me parece que siempre está eso ahí, por lo menos, rondando así como un fantasma alrededor mío. ¿De qué manera nominamos cuando hablamos? y no porque haya un modo de no hacerlo pero, porque justamente me parece que este espacio, no solo es un espacio a partir del cual se pueden crear o reinventar palabras para decir lo que hacemos, sino que pone la palabra en circulación, de ahí que agarre el micrófono también, como para poder poner en palabras con las cosas que se dicen. Escuchamos de Marie, digo, para quienes trabajamos en centros terapéuticos y demás… fue largo, sí, pero cada una de las cosas que fue trayendo, me pegan, me tocan, siento que en el trabajo diario, cotidiano qué de todo eso que dijo se está, está en la práctica, está en lo que hacemos. Eso, ¿no?, como intentar decir algo de esa sensación que a veces queda. Recuerdo una visita que


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hicimos al Neuro desde la facultad, llegamos nosotros, todos juntos, creo que éramos como treinta entrando a visitar ¿qué al Neuro? ¿A ver qué? Todos nosotros registrando en silencio y de pronto se escucha el grito de alguien que pasa corriendo por el pasillo principal: ¡estamos todos locos pa’la mierda! Creo que eso es lo que me quedó, estamos todos locos para la mierda. Luciana Zeballos: Una pregunta para mí es si dejarnos tocar es algo que se decide, que se pudiera decidir, porque... vos decías Florencio: dar lugar a la ruptura, para mí si algo rompe, prescindiría de que le demos o no lugar. ¿Quién?, ¿qué le daría lugar a eso que rompe? No tengo cómo resolverlo. Javier Macías: Yo no sé, pero muchas veces, lo que hacemos para evitar esa pregunta es que se rompan los locos. Y no nosotros. Escribimos informes, ponemos lo que hacemos, qué se yo... no sé cómo responder a tu pregunta. Pero me parece que a veces lo que tenemos son los efectos de eso, de la falta de esa pregunta. María Martha Boccanera: Bueno, nos encontramos a las tres. Vienen Los Juguetes Perdidos, gente que inventa palabras, inventan otro idioma.


SÁBADO A LA TARDE



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Juguetes Perdidos

María Capriotti: No había pensado nada para esto, pero dijimos algunas palabras en la introducción, que nos daba alegría que Los Juguetes hayan aceptado venir y entonces, simplemente, ese gesto, digamos, de aceptar la invitación nos pareció una provocación. Falta Valeriano que está entrando tarde, estas no son horas de llegar. Bueno, simplemente van a tomar la palabra y después vamos a tratar de conversar entre todos. Juguetes Perdidos, Diego Valeriano. Juguetes Perdidos son: Leandro Bartolotta, Ignacio Gago, Gonzalo Sarrais. Juguetes Perdidos (JJPP): Buenas tardes, queríamos agradecer la invitación, y el buen recibimiento que siempre tenemos en Córdoba. Nos interesó la invitación porque veníamos pensando desde hace tiempo la cuestión de las insistencias. Primero queríamos presentarnos un poco para quienes no nos conocen: somos el Colectivo Juguetes Perdidos, y hace diez años que formamos un grupo de investigación y que realizamos talleres con pibes y pibas en los barrios, a través de diferentes dispositivos.


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Tenemos tres publicaciones, que son otra de las cosas que hace el JP, que es escribir, publicar: Por atrevidos. Politizaciones en la precariedad; ¿Quién lleva la gorra? Violencia, nuevos barrios, pibes silvestres; y La gorra coronada. Diario del macrismo. La idea de hoy es presentar algo que nos preocupa actualmente, que es la implosión, las soledades y los bajones en el macrismo. Y para eso queríamos hacer una especie de genealogía de la precariedad, que es una cuestión que nosotros laburamos desde hace muchos años, y armar como una especie de mapa, digamos, del concepto. La realidad es que nosotros no tenemos conceptos en cuanto a una cuestión académica, digamos… no son cosas cerradas, sino que la mayoría de los conceptos que usamos y elaboramos son producto de encuentros que tenemos con pibes y pibas, encuentros entre nosotros; así que la ponencia no va a ser muy ordenada, ni va a hablar uno todo el tiempo, sino que nos iremos interrumpiendo, porque de alguna manera se arma así lo que pensamos y decimos, el JP se arma de voces más corales, de ir sumando perspectivas y perspectivas. Y los conceptos no son cosas lineales, seguramente ahora vamos a hablar de implosión, vamos a hablar de precariedad totalitaria, de terror anímico. Pero son, eso, recorridos… se puede entrar de diferentes maneras. Queremos hacer un recorrido como para poder pensar en esta idea de implosión y más que nada relacionarla con la idea de resistencia e insistencia, que es algo que se estuvo hablando acá en el encuentro, y que nos parece interesante. A la idea de precariedad, en principio, como para empezar, nunca la pensamos como una falta. Hubo un primer momento del colectivo JP, en donde quizás la encaramos de manera medio pifiada, porque pensamos la precariedad de manera fija, por ejemplo: la precariedad en el trabajo, la precariedad en los barrios, la precariedad en los viajes… Y la idea no es pensar la precariedad


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de manera detenida (precariedad laboral o en la ciudad) porque eso de alguna manera lo que hace es dejarte anclado en una sola instancia de un continuum que en realidad es mucho más amplio. Fue en estos encuentros que teníamos con pibes y pibas en los talleres, en donde empezó a aparecer otra imagen de precariedad, una idea de precariedad que nosotros llamamos precariedad totalitaria y que deja de pensar la precariedad de manera detenida, o solo como déficit o falla. Por ejemplo, si vos tenés un montón de redes, si sos de clase media de la ciudad de Buenos Aires o de Córdoba, tenés un montón de redes simbólicas, familiares, culturales, y de repente entrás en un laburo precario... Ahí seguramente vos podés detenerte, y con el respaldo de esas redes, pensar o vivir la precariedad en el trabajo específicamente. Lo mismo te puede pasar si tenés varias redes y pensás desde ahí la precariedad en el ámbito de la salud, por ejemplo… Ahora, cuando vos estás en un barrio mucho más expuesto y tenés menos redes, ahí se nota mucho más claro que a la precariedad no la podés fijar, que está en todos los aspectos de la vida, en todos los aspectos de tu vida: el trabajo, la salud, el consumo, la familia, los rejuntes... Todas las gestiones que uno tiene que hacer para mantener una vida, incluso las gestiones anímicas, están marcadas por la precariedad. Entonces la precariedad deja de ser un elemento, o un aspecto de uno de los elementos de una vida, sino pasa a ser algo así como un fondo de época. Queremos ir leyendo algunas cosas como para que vaya quedando más claro el recorrido, y para ir mezclando tonos distintos: (Lectura) Nuestra época nos jugó un propio terror, un terror exclusivo de la precariedad, un terror anímico, un terror que no tiene agentes nítidos ni agentes concretos que nos recuerdan sus límites. El terror anímico tiene mucho de temor a la inconsistencia, a des-existir, a que una fuerza inesperada, pero previsible, te lleve puesto. Hay un fondo de terror anímico


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provocado todo el tiempo por la precariedad totalitaria, que permanentemente te recuerda que te podés fragilizar, que se puede desarmar tu mundo, que se puede pudrir tu barrio, tu casa...es un quilombo el laburo y la ciudad. ¿Cómo no percibir las implicancias políticas de ese susurro, y por momentos grito permanentemente a nivel sensible y a nivel de los hábitos? La precariedad es totalitaria cuando es el suelo de todo lo que se arma para vivir: relaciones, redes, amores, trabajo, consumo. Cuando toma y actúa sobre la totalidad de la vida, cuando no es posible pararse sobre otras superficies que estructuren y lo que queda entonces es la contingencia del día a día. No se trata de la precariedad totalitaria como parámetro de valor o condición de imposibilidad inquebrantable. Lo dicho, muchas cosas, sino todo, se arman en la precariedad. Pero es desde este suelo, como fondo de época, que cualquier roce puede generar quilombo, y esto sí es un axioma casi inevitable: cualquier cosa puede desarmar el frágil equilibrio cotidiano, quilombos que son violencias latentes circulando y que enfrentarlos te vuelve cuidador y propietario de tu vida, una individualidad paranoica y solitaria, cualquier secuencia se vuelve un riesgo vital, una alarma que resuena entre los cuerpos y que puede generar dispersión, resguardo y anhelo de tranquilidad, pero también puede armar banda, o llevar a armarte o a marchar para pedir seguridad. Secuencias que muestran en la superficie social el miedo al despojo de la propiedad privada o a la violencia contra el cuerpo, secuencias que dejan entrever un fondo de terror anímico incuestionable. Precariedad totalitaria entonces porque inunda todas las facetas de la vida: lo laboral, la ciudad, lo institucional, las relaciones, los interiores, y porque es imposible leerla como falta. Se trata más bien de la movilización permanente de la vida. Es fundamental para pensar la dinámica de la violencia barrial, no sólo desde lo estatal o institucional, sino también conectado al suelo material y anímico, y para pensar en las disputas de clases en términos de cuántas filiaciones hay entre la precariedad totalitaria y vos, cuántas redes te permiten conjurarla.


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Cuando aparece la idea de precariedad totalitaria, aparece también una noción de terror anímico, que es el terror que produce el hecho de que para mantenerte, o sea, para sostener tu vida, es decir, si yo no hago todas las gestiones, si no voy al ANSES a resolver el plan social, si no llego al supermercado chino a comprar, si no llevo mis pibes al jardín, si no vuelvo y hago una changa y resuelvo un trabajo… todo se desmorona. Todas esas gestiones pueden en algún momento tambalear y uno se expone directamente a des-existir, a estar en el fondo, a un bajón muy fuerte. Este terror anímico se conecta mucho con la precariedad totalitaria y arma en definitiva lo que para nosotros es el modo de integración actual, que es la vida mula. La vida mula es el encadenamiento de todos estos elementos precarios, elementos que no hay que pensar solos sino que arman un continuo. Un continuo que sostiene a las vidas, y que no es un sostener entre todos… no es, por ejemplo, ir a la salita y lograr que entre todos los vecinos la salita no se vaya a fondo, sino ver cómo cada uno va a tratar de resolver el problema de la salud como pueda. Y esto no por una cuestión de falta de conciencia, sino porque estructuralmente la vida mula, como fuerza de sostener todos los elementos, es una fuerza centrífuga, desarma… JJPP: En ese punto, un paréntesis, una aclaración que está bueno reforzar… lo que decíamos al principio: para nosotros estos conceptos fueron armados, elaborados en alianza con pibes y pibas en los barrios, en el dispositivo concreto de intervención que nosotros tenemos, de intervención y de talleres. Está bueno reforzar lo de vida mula en alianza con esas fuerzas… y pensar a los pibes y pibas no como sujetos sino como fuerzas. Nosotros nos aliamos a ellos en esos dispositivos de taller, y vimos que los pibes todo el tiempo tenían una capacidad de ir saltando


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de roles, de ir moviéndose por el barrio. De habitar distintas situaciones y de tener una fuerza vital como para disputar los realismos, para las disputas de realismos que se dan en cada barrio, en cada situación vecinal, en la ciudad. La figura que encontramos en ellos y con ellos, es la de una fuerza que va recorriendo distintas instancias, saltando de roles, y dejando sueltos muchos roles, que va habitando distintos mundos a la vez… nosotros vimos recién ahí el encadenamiento, fue ahí en esa alianza que se nos hizo evidente esta idea de que trabajo va encadenado al consumo, va encadenado a estar en la casa, a estar en la familia, a ser padre, a ser hermano, a ser pibe, a ser delincuente, un montón de roles e imágenes que los pibes y pibas iban atravesando y saltando. Ahí vimos el encadenamiento y el continuo. Y después vimos que desde ahí, desde ese encadenamiento es que se caía la noción de trabajo, que se caía cuando se la quería pensar sola, como se caía también la noción de consumo porque no se la podía pensar sola, se caía la noción de rejunte o de comunidad, porque no había tal barrio, tal comunidad, porque estaba encadenada con estas cosas. Los conceptos que fuimos escribiendo e investigando están todo el tiempo ligados a movimientos y a afectos, y hay dispositivos concretos donde enlazarlos, donde pensarlos, en este caso en los talleres. JJPP: Nosotros nos encontrábamos con los rajes de los pibes, es decir con los pibes y pibas cuando desbordaban la convivencia del barrio, cuando desbordaban el espacio y en el movimiento mostraban el corte que le hacían a ese continuo, digamos. Lo que hacían estallar era ese pacto más silencioso de la vida mula. Cada vez que había un corte, en una esquina, adentro de una sede, en una fiesta… lo que hacían los pibes cuando se movían y


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se desplazaban, era moverse por lo menos un segundo dentro de ese continuo, interrumpirlo. Una aclaración que siempre está bueno hacer: los talleres, como dispositivos, no son sólo un momento que se vive en la semana en un espacio concreto y físico con pibes, sino que más bien el taller es también un modo de lidiar con las cosas, un modo de relacionarnos con un montón de afectos, y no se termina en una institución, como no se termina en esos momentos en los que estamos presentes frente a los pibes y pibas; sino que es un modo de lidiar incluso con un montón de experiencias de la comunidad, de nuestras propias vidas, la ciudad. JJPP: No es un modo de trabajo en el cual queda nuestra vida afuera y en donde se inaugura un tipo de distancia… Y no es que después del taller nos volvemos a nuestra vida o nos replegamos en cierta comodidad desde la cual es mucho más fácil hablar sobre la vida de los otros... sino que realmente si hay una investigación sobre la vida de los otros, por decir de algún modo, es porque previamente y a la par estamos permanentemente investigando nuestra propia vida. Y no son vidas que están por fuera, salvadas ni refugiadas de un montón de afecciones que también viven los pibes y las pibas. Por eso también es clave la noción de precariedad totalitaria, que no es metafórica, ni algo exterior. Durante muchos años hubo como un hincapié en que la batalla era cultural o ideológica, y a nosotros nos parece que la verdadera batalla era contra la precariedad. Y la batalla contra la precariedad totalitaria no es sólo una batalla en términos de buscar imágenes reparatorias que te saquen, que te salven de esa precariedad, sino ver que la precariedad es también un terreno en el cual se inventan, se crean, se despliegan formas de vida y en el cual tampoco sirve reponer imágenes heredadas del fordismo,


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heredadas de otro tipo de sociedad en la cual lo precario o lo que venía a desestabilizar enseguida era un riesgo que se intentaba conjurar. Acá la precariedad totalitaria es una especie de fatalidad, esta es la época precaria; hay que vivir ahí, también hay que inventar ahí. Por eso nos parece interesante remarcar que la genealogía que hacemos de la precariedad totalitaria comienza incluso en el 2004, con Cromañón, y que la continuamos durante estos años. Nunca se soltó eso más estructural que era pensar la precariedad. Esto siempre lo aclaramos porque a veces hay como una lectura de Juguetes Perdidos o cierta apropiación más desde la lógica del “pibismo”, de “esos tipos treintañeros que hacen talleres con los pibes y las pibas”. No, realmente esto es una experiencia política. Por algo comenzamos escribiendo un libro que fue Quién lleva la gorra, que parte de toda esa de experiencia de los talleres, y el último libro que sacamos es un Diario sobre el macrismo; y no un diario sobre el macrismo que se hace a partir de una lectura alejada y un poco distante de lo que es la sociedad, sino un diario que continúa pensando esa precariedad totalitaria y que piensa la coyuntura y la época desde muchos de esos conceptos y categorías que nacieron de esos talleres y esas experiencias… María Capriotti: ¿Podrían explicar un poco por qué a partir de Cromañón? JJPP: Cromañón fue… Nuni Maldonado: Antes de eso, ustedes están haciendo una genealogía… ¿cómo es que ustedes entran a trabajar ahí? ¿cómo es que inventan los talleres? Porque todo lo que están planteando ahora es el resultado de un trabajo que lleva 10 años. ¿Cómo se les ocurrió? ¿Cómo empezaron?


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JJPP: Juguetes Perdidos somos nosotros tres, somos sociólogos, nos conocimos en… sí, somos los tres sociólogos (Risas), sí, siempre pasa lo mismo, siempre es una sorpresa (Risas)… Nos conocimos en los pasillos de la Facultad, venimos de tres puntos geográficos muy diferentes, con experiencias diferentes y la Facultad de Sociología fue un lugar para encontrarnos. Y no es que salimos a hacer talleres como una cuestión o una especie de voluntad, ni con una moral sacrificial de hacer algo por los demás, hacer algo por esos pibes y pibas que sufren… no, ni en pedo, lo que veíamos en los talleres, en su momento, hace 10 años digamos… éramos más jóvenes claramente… era una continuidad de una imagen de la calle, de la esquina, de la plaza, que había estado muy presente en nuestra sociabilidad, propia de una generación muy curtida a cielo abierto, una generación de fines de los 90, comienzos del 2001, 2002. No queremos meter el mote de generación 2001 porque enseguida se hace una lectura política, no es esa idea de generación, pero sí esos afectos y esas alianzas con los pibes y las pibas eran una manera de continuar pensando desde un lenguaje diferente, desde un tono diferente… por eso también nos cuesta cierta formalidad, ¿no? Cuestión que a veces atenta contra la propia naturaleza frente a la cual pensamos, realmente esto es bastante enquilombado, somos así, la escritura también es así, ni hablar el modo de hablar… Pero me parece que lo clave era que lo que veíamos con los pibes y las pibas era una fuerza, una intensidad y una vitalidad por la cual podíamos seguir pensando de otro modo la ciudad, de otro modo la precariedad, de otro modo el trabajo, de otro modo el consumo, de otro modo las violencias que aparecían. Lo que está bueno remarcar es que se puede hacer un Diario sobre el macrismo desde un dispositivo de laburo que aparentemente trabaja con pibes y pibas… porque no se trata solamente de eso, de un laburo con pibes y pibas. Es decir, nuestra cartografía es


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media delirante, en el sentido de que tiene muy en cuenta un montón de modos de habla, de sobre-fabulaciones, de modos de vida de los pibes y las pibas, de otros recorridos y lenguajes… Y nunca nos interesó mucho esa escisión entre lo micro y lo macro, esta idea de estar haciendo una “investigación micro” en territorio con pibes y pibas, mientras después hay otros que piensan la coyuntura, y hay otros que piensan el macrismo… y entonces a los Juguetes Perdidos los convocamos para hablar de los pibes... No… nosotros siempre dijimos lo mismo: es más interesante correrse de esas divisiones que se muestran ineficaces incluso para experiencias de pensamiento y cartográficas como esta. Y nos parece que más allá de lo micro y de lo macro, se puede pensar y hacer otros cortes para percibir la realidad y la sociedad y un poco esa fue la experiencia de Juguetes Perdidos desde que arrancó con esos espacios, con esos talleres. Desde ahí siempre se estaba pensando la época. Sin necesidad de colisionar ni entrar en tensión con esa imagen más pública de “década ganada”, nosotros decimos que en ese 2004 se puede inaugurar otra especie de lectura subterránea de la década, una década en la cual se pensó de algún modo la precariedad, se intentaron hacer cosas en la precariedad y que muchas veces eso que se hacía en la precariedad no tenía la misma visibilidad que otro tipo de apuestas… Entonces fue como mucho más complejo el recorrido que hicimos, mucho más complejo cómo se llega a la actualidad, a pensar las implosiones; de hecho en La gorra coronada, el último libro, lo que hacemos es seguir trabajando mucho los conceptos y categorías que habían nacido en estos espacios, en estos talleres, seguir tensionando esos conceptos y pensar una época, ver las cosas que se estaban pensando de manera más marginal, o de manera más subterránea durante muchos años, y que ahora aparecen como de manera mucho más obscena, mucho más


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pública: un montón de odio, un montón de situaciones donde el macrismo… siempre se dice de dónde saca cierta fuerza el macrismo para gobernar, que es lo que está haciendo… y lo que nosotros decimos es que estaba leyendo de algún modo un montón de oscuridades, un montón de fuerzas y sensibilidades que ya estaban presentes en la ciudad, que ya estaban presentes en los territorios que ya estaban tomando las vidas, pero que eso no se lo pudo visibilizar o no se lo pudo politizar, o no se quiso, y que sí toma el macrismo para sí. Inevitablemente ese tipo de cartografía que se hace pliega un taller, una experiencia de nocturnidad, un quilombo de pareja, una situación de cierto rechazo a un modo de pensar, una manifestación en la calle. No es que tratamos de fijar o de detener los espacios. En todos estos años de macrismo la sociedad argentina mostró, por una cultura militante heredada, un nivel de movilización impresionante frente al macrismo; incluso el macrismo exige exaltar el músculo militante, nos convoca a responder cada día a una nueva mala noticia, entonces lo que nosotros decíamos, sin negar ese plano de movilización callejera, ni en pedo, es fundamental, decíamos que no es suficiente ese nivel de movilización, y desde ahí entonces, recuperando cosas que veníamos pensando en esos talleres, en esos espacios, decimos bueno hay toda una militancia del estallido social, un ojo muy adiestrado para ver las llamas, para ver el conflicto, como está el espacio público, como está la calle cuando se enfrenta al palacio, ese tipo de movilización de protesta… y por otro lado hay o tendría que haber un tipo de militancia por la cual, no es que niega la anterior, sino que sería interesante que la complemente, ¿no? que es una militancia en la implosión. Además del estallido social lo que hay son implosiones. La imagen bien completa de lo que es implosión: un barrio periférico en el conurbano bonaerense,


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en el cual muchos de los pibes tienen la SUBE (que es la tarjeta para viajar) en saldo negativo, entonces esos mismos pibes que por ahí viajaban y se iban lejos del barrio para bardear, para hacer quilombo, para lo que sea, ahora se tienen que quedar ahí en el barrio y los quilombos pasan en el barrio. ¿Qué es la implosión? La implosión es el laburante que llega tarde al barrio y que quizás no encontró, no tuvo ningún modo de canalizar toda la violencia que implica la ciudad, que implica el laburo, que implica toda esta vida mula y quizás implosiona en el barrio, en el camino del bondi a la casa, en el interior de la casa. JJPP: Nos parecía interesante este espacio para pensar el tema implosiones porque hay algo de depresión, de que vos perdés un laburo y aparece una depresión o un bajón… lo que nosotros decimos bajón, que se liga a lo que veníamos charlando; es todo interior en la vida mula. Vos tratás de sostenerte, sostener una vida como podés, es una cuestión estructural, no es una cuestión de decisiones ideológicas, no es que uno dice: “No quiero que implosione y la próxima vez que tenga un quilombo lo voy a sacar para afuera”, no, no existe ese afuera, o ese afuera es más complejo de pensar. Ahora todo es interior, todos interiores que parecen infinitos y estallados, no importa cómo, quedémonos acá, en la casa y los trabajos, las imágenes cotidianas de asfixia por hacinamiento, el parejismo, o la familia tentacular replegada en pocas habitaciones, todo convive con el consumo y con la invasión de pantallas de todos los tamaños y formas, que también ayudan a perforar ese rejunte opresivo y tanto interior llama al desborde, al reviente, al estallido anímico porque todos esos interiores que parecen infinitos también parecen no tener fondo o tener un fondo insondable y permanentemente desplazado, como si volviera con una fuerza inusitada e imprevista ese bumerang barrial que todos le habían arrojado a los pibes del fondo, todo fondo siempre es movedizo. Si todo lo que sucedía en el barrio era


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atribuido a ese fondo callejero, violento, amoral, público y desconocido, ahora todo eso vuelve al fondo de los interiores, la misma violencia pero con otro signo, el mismo espacio invivible y brutal. El mismo rejunte, la misma rapacidad, están adentro del hogar, pero ahora entre conocidos, familiares, vecinos, y en la esfera privada. ¿Cómo pensar las disputas políticas desde estos espacios? Y al mismo tiempo, ¿Cómo evitar pensar los interiores desde las imágenes que se tiene desde el exterior? Un exterior a veces espacial, pero sobre todo político, sensible, de lenguaje. La imagen del estallido social por ejemplo, sobrevuela muchas de las discusiones de los imaginarios, de los cálculos, y sobre todo de las expectativas, pero a la imagen del estallido no podemos no sumarle la de la implosión. Cada cuerpo, cada casa, cada barrio ha implosionado en enormes y profundos micros estallidos hacia adentro. La implosión, estallido sobre fondo de precariedad totalitaria, cuerpos que no dan más, hogares que colapsan, roles fundidos. Ni siquiera desfondados, sino quemados por sobreexposición por soportar de más. El ajuste en un escenario de precariedad totalitaria implosiona sobre los cuerpos-fuerzas que atraviesan el continuo, la vida mula se endurece e implosiona para todos lados, como una bomba bajo tierra, con menos laburos, menos changas, menos guita, cualquier elemento fundamental para mantener a flote una vida en un terreno precario se vuelve más pesado y estalla sobre el cuerpo responsable.

Ahí aparece un poco la idea de implosión en La gorra coronada. Esto es lo que nos parece importante, además de pensar en ese nivel de estallido social, también pensar en las implosiones, pensar en cómo se pueden politizar esas implosiones; tanto en el transcurso de ayer, como en un montón de conversaciones cotidianas, con muchos de ustedes que están laburando en experiencias muy concretas, aparece todo esto, y también lo de los roles fundidos, ¿no? Un montón de quilombos de salud se pueden leer más desde una política de la implosión que de la idea de estallido, y acá con imágenes muy concretas, incluso también


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hay que decirlo, no sé, frente a esa imagen de “bueno, ¿qué pasa que muchos barrios no estallan, que no están movilizados? Pero de repente te enterás de que hay muchas mujeres con cáncer, aumentan los suicidios, vuelven un montón de adicciones feas, situaciones de bajón, entonces… cómo se hace para politizar y para pensar en esas implosiones sin dejar de pensar en ese plano de estallido social, sin dejar de pensar en la movilización callejera… JJPP: También hay una cuestión ahí de lenguaje, o de gramática; hay todo un acervo de lenguaje que piensa la parte del afuera, de lo callejero, del estallido, de las explosiones… y no tenemos a mano muchas herramientas, mucho lenguaje, muchas palabras para pensar las implosiones, el interiorismo, lo que pasa cuando volvés de la marcha, del evento, de la manifestación, lo que pasa cuando llegás a tu casa, qué pasa con los bajones, qué pasa con las depresiones que se arman, qué pasa cuando no llegás, cuando La Política con mayúsculas no alcanza a morder esos interiores donde, no es casual… el macrismo es también un gran productor de soledades, de soledades políticas, donde uno se queda finalmente solo frente a su vida, frente a sus problemas, frente al afuera que es un quilombo. Entonces también aparece la cuestión del lenguaje político y de sincronizar de vuelta lo que pasa con un lenguaje, que hable esto, que despliegue todo esto, un nuevo sistema de expectativas políticas; no puede ser que las expectativas políticas tengan siempre las imágenes del estallido y no recuperen como imágenes más de los interiores y de la implosión. Entonces lenguaje, expectativa, la pregunta por la logística, las redes que se pueden armar en esos interiores, que todo eso también ocupe estos planos. Pero de vuelta, nunca se trata de suplantar un plano por otro o una militancia por otra, sino de superponerla, de continuarla…


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Esa es un poco la apuesta y nos estamos rompiendo la cabeza este año y pensando también el año que viene, complicado, electoral. Es fundamental habitar estos dos planos, enlazarlos, hacer un ida y vuelta entre lo micro y lo macro, el afuera y el adentro, la implosión, la explosión, el estallido, lo que implosiona, si o si, porque sino se repite esta división falsa entre lo micro y lo macro, entre una militancia callejera y la militancia de la vida privada y esas cuestiones. JJPP: Y además, una cosita más ahí… mientras que muchas de esas implosiones quedan como huérfanas de imágenes políticas y de un lenguaje que las politice y que las anexe a las otras formas de militancia, el macrismo sí sabe surfear, ¿no? No solo el macrismo, la maquinaria terapéutica, el mercado. Por ejemplo a ciertos odios de la precariedad el macrismo los ha sabido leer muy bien y no hubo en cambio un tipo de militancia pilla que haya podido meterse en esa implosión y cambiarle el signo a eso que está ahí prendido fuego. Entonces también es interesante eso, hay un nivel, por un lado hay mucha impotencia, mucho desgano, mucho sentirse aplastado por el macrismo y por otro lado hay todo un corte en el cual aparecen un montón de situaciones que están realmente huérfanas de imágenes políticas. Valeriano: De hecho los muertos, que son, no son muertos políticos, no tienen nombre. Maldonado tiene nombre y un montón de pibes que mata la policía no tienen nombre, ¿no? JJPP: Y también un montón de muertes más silenciosas, de implosiones, de cánceres, de violencia de los interiores estallados que son muertes del macrismo, son muertes del ajuste, son muertes de implosión… tampoco aparecen como muertes políticas y otra cosa que también hay que pensar es cuando uno politiza la implosión un riesgo que aparece es terminar individualizando las


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implosiones. Lo que hace la vida mula es seguir implosionando hacia adentro y el problema político actual es que no aparecen fuerzas que te saquen de ahí, la vida mula más ajuste, desaparecen los elementos, desaparece el trabajo, aumenta la guita, y no desaparece la vida mula, al contrario, se resiente y se vigoriza más… entonces ahí se nos vuelve mucho más complejo pensar cómo politizar la implosión, en cosas bien concretas, digamos. Si uno tiene una experiencia, cualquiera de las experiencias que ustedes estiman políticas, que nosotros estimamos políticas. Sostener esas experiencias siempre fue remarla contra la vida mula, robarle tiempo a esa vida mula para poder sostener anímicamente un espacio, y cuando todo se ajusta y cuando todo se empieza a complejizar también terminan implosionando los espacios que más intensidad nos daban y muchas veces para volver a salir de ahí terminamos machacándonos la cabeza en los propios espacios, entonces muchas veces empieza a haber conflictos en colectivos, en espacios políticos, en centros comunitarios. Entonces los conflictos van para adentro y en verdad es una trampa de la precariedad, es una trampa de la implosión, porque es la implosión la que resuelve los espacios y te hace agenciarte y pensar sobre ese mismo mecanismo que te hizo destruir, digamos, y te quedás para adentro, por eso es una trampa. Alfredo López: ¿Me dejás meter ahí una cuchara? Eso habíamos estado hablando con Sonia, porque le comentaba que en el centro de salud donde laburo estaban llegando derivaciones por ahí de los médicos o espontáneas, de mujeres que no tenían qué comer, están cagadas de hambre, que no pueden mantener a sus hijos, pero totalmente responsabilizadas, culpabilizadas, sin ninguna posibilidad de ligar eso que le pasa a una cuestión, ni siquiera macro, política, una cuestión que trascienda sus propias responsabilidades, su propia culpa de ser una mala madre, que


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no está esforzándose lo suficiente para tener un trabajo. Y Sonia me decía que ella se planteaba, también una pregunta es si uno daba lugar para eso dentro de una consulta psicológica, ese acto también era problemático, porque de alguna manera podía quedar puesto, esta implosión, tomando lo que dicen ustedes, en un problema psicológico, en un problema personal, ¿sí? Entonces hay toda una cuestión ahí también. JJPP: Es interesante pensarlo como relaciones de fuerza. La implosión es estructural también y que no haya espacios digamos… una de las cosas que discutíamos nosotros es la disociación que se plantea en los sectores populares, se menciona la derechización de los sectores populares, que de repente se tiraron a la derecha ideológicamente y en verdad el engorramiento con el que nosotros laburamos va por otro lado… era algo estructural, de los modos de vida. Por eso partimos de la precariedad totalitaria, partimos de la idea de que no hay salida para afuera, que la precariedad es un fondo que te come y que también es estructural. JJPP: Sí, porque además ahí hay también una trampa, una complejidad, que es que todos los vectores sobre los cuales se apuesta al estallido social ya vienen previamente implosionados. Entonces bueno, que se movilicen los trabajadores: pero ya el trabajo está tomado por la vida mula, por la precariedad, por un montón de situaciones. Que se movilicen los barrios: pero los barrios ya vienen implosionando y vienen con un montón de violencias, y vienen con un montón de gestiones en los cuales no se puede más exigirle más energía o más movilización. Entonces, esa tensión hay que tenerla en cuenta también, a vectores que están implosionados se les pide que estallen, se les pide un tipo de traducción a un lenguaje político en el cual no se tiene en cuenta ese plano previo.


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Y lo repito una vez más, esto no es… para nada niega ese tipo de militancia del estallido, ni siquiera niega el plano electoral, nos parece que sería necesario ponerse a pensar, también de cara a un año electoral, ¿cuáles van a ser las traducciones de esas implosiones las que va a hacer el gobierno también? ¿Y qué vamos a hacer nosotros con eso, con todo ese terreno que queda un poco desierto para un montón de experimentaciones políticas? Y ahí quizás hay que ver un poco este punto del macrismo como productor de soledades políticas. Nosotros siempre jugamos con una idea de pibes silvestres, pibes y pibas silvestres, pero después tomamos una imagen de fuerzas silvestres, como para no dejar ahí una imagen quieta de sujeto, sino pensar que lo silvestre son un montón de fuerzas que quizás no están organizadas en un lenguaje militante, quizás no son percibidas por cierto discurso crítico intelectual o académico, quizás no están metidas en ciertas instituciones, o en cierta ortopedia de lo social que va a desde la escuela hasta, no sé, un montón de tipos de dispositivos de intervención barrial… Que esas cosas silvestres que son amorales, que son rapaces, que tienen mucho de suciedad digamos, no son para nada rápidamente asimilables y tragables desde una moral política más pura, o sea que eso también hay que tenerlo en cuenta, muchas de esas fuerzas silvestres tienen un montón de información sobre lo que está pasando en la época y es necesario ir al encuentro de esas fuerzas silvestres, ¿no? Lo primero que pasa frente a esas fuerzas es una pulsión como de repliegue. Sabemos que los barrios están hechos mierda y están jodidos, la noche está jodida, las instituciones están hechas mierda, pero hay que seguir, y sobre todo, digo, con este tipo de percepción, qué pasa con esas fuerzas silvestres.


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Lo que nos parece es que el macrismo también tuvo una astucia ahí, y fue la de dejar que se note mucho más, que quede mucho más en orsai todos los que estamos metidos en experiencias con esas fuerzas silvestres. Realmente quedás muy desfasado de la época, muy en orsai, sobre todo cuando se arman ese tipo de disputas, con un lenguaje de la unidad macrista, que permanentemente tira estas malas noticias, y del otro lado un lenguaje militante muy fuerte y muy avasallante… y lo que parece que queda afuera o en orsai es toda una periferia, toda una marginalidad y un montón de sensibilidades que no tienen lenguaje. María Martha Boccanera: Y las fuerzas silvestres en ninguno de esos dos tienen lugar… JJPP: No, no tienen lugar ahí… (desde el público dicen que no se escuchó el comentario)... que las fuerzas silvestres no tienen lugar en ninguno de los dos lugares sería… Valeriano: No, yo pensé sobre la intervención de él recién, que hablaba que la doña viene con culpa, me parece que también en esa fuerza silvestre hay un lenguaje muy pillo, que al psicólogo van con culpa, que a la trabajadora social le van con otra cosa, no, no… que a la policía les hagan hablar, hay además de una implosión también hay una lectura muy pilla y muy rápida de cómo hablarle a cada quién, entonces: a la psicóloga, al psicólogo que saben que lo van a psicologear, ya saben cómo es la cosa, le van con culpa: no, yo no puedo entender… (Mucho bullicio en la sala, risas) changuitas… pero al trabajador social, al militante, a los pibes de los talleres, siempre saben cómo hablar porque somos todos recursos también, entonces eso hay que también saber cómo leer ese lenguaje pillo. JJPP: Lo que pasa además, sumando a eso, es ver los cambios de roles, digamos… esta posibilidad de percibir todos los roles que


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hay en el barrio y de moverse. Lo complejo hoy, no sé, es lo que nos pasa en el barrio con los pibes, y es que esa posibilidad de rajar del rol es la que se va, se destruye vía ajuste… si el macrismo destruyó algo fue a los pibes y a las pibas, digamos. Que un pibe esté robando a la vecina y jugándose la vida sabiendo lo que se está jugando, es porque está con una posibilidad menos, de esto que dijo Charly hoy, de moverse con esa pillez digamos… Que una piba vuelva sola a la noche y no tenga a nadie que la esté acompañando, también es porque hay una cuestión de que se rompen determinados códigos por los que los pibes y pibas se deslizaban. Hay una pregunta que nos hacíamos: teníamos la perspectiva de que cuando venía el macrismo los pibes no iban a dejar, la generación de pibes y pibas no iban a dejar que se les ampute el consumo, que se les amputen los planes… y la verdad que no fue tan así, digamos, sino que los pibes y las pibas construyeron otra cosa. Quizás le pegó mucho más a la clase media que a algunos pibes y pibas que ahora andan en una nueva experiencia, están construyendo su mundo con menos elementos, digamos. Entonces… se requiere una nueva cartografía, pero esa cartografía no puede ser pensada sin ese escenario de implosión, y no puede ser pensada sin un escenario donde uno ya llega con mucho menos tiempo, menos disposición para aliarse con un pibe, y uno llega sin esas redes que tenía antes para generar una alianza. Nosotros, el año pasado estuvimos acá en Córdoba y hablamos de alianza insólita, hablamos de espacio neutral, hablamos de desorientación voluntaria… había un encuentro que era de Juguetes Perdidos pero era de un montón de pibes y pibas de nuestra generación o de ustedes mismos con los pibes, que daba la posibilidad de ese lugar de desorientación, que daba la posibilidad de llevarse un tiempo, de robarse un tiempo del laburo para estar ahí con los pibes. Me parece que cuando la vida se empieza a ajustar ese tipo de imágenes desaparecen, entonces


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hoy en día un espacio, una alianza con pibes o pibas, una alianza con un colectivo, con un barrio, una alianza en la calle, en la noche ya es de otra manera, nos requiere nuevas preguntas, cómo gestionar todo eso en el ajuste, cómo hacer para mantener y sostener vivas esas experiencias. Ya no es tan sencillo, bueno, está el “realismo pillo”, está la pillez, están los pibes desafiando el barrio y del otro lado el “vecinalismo”. No. Las experiencias de alianza, experiencias como las nuestras, ajustadas y solas mueren, digamos… están destinadas a morir porque estamos solos, ahí es donde tiene que aparecer la chance de repensar alianzas, la posibilidad de pensar cómo hacer para militar en la implosión, que las insistencias no queden solas, nuevas alianzas, con esa otra militancia que tiene recursos, que tiene tiempo, que tiene redes de comunicación, que tiene recursos de las universidades, de los municipios… cómo hacer para que llegue eso, para seguir manteniendo las insistencias, todas las insistencias de los pibes y pibas por ejemplo, todas las insistencias que van por abajo. JJPP: Hay ahí un riesgo en esta época, que es quedarte en una postura de resistencia testimonial en la cual quedás lejos de intervenir sobre tu propia práctica, tu propia vida. Nos parece interesante recuperar lo de la insistencia, porque hay una especie de “régimen de obviedad” del macrismo en el cual pareciera que permanentemente sabe qué tipo de discurso va a provocar una resistencia o mejor dicho una reacción, ¿no? Una inmediata resistencia. Entonces, hay como un desgaste permanente, porque es una energía que se queda ahí dando vuelta entre ese régimen de obviedad macrista y esa noción de resistencia, y lo que queda sin problematizar no sólo es ese plano de las implosiones, sino también son experiencias muy concretas en la propia vida, en la propia práctica, en las propias formas de vida. Hay un montón


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de cosas que parece que se suspenden detrás del apuro de la coyuntura. Detrás del apuro de salir a resistir y a movilizar, esa resistencia tiene que inevitablemente morder y ser la continuación de insistencias, de preguntas y de investigaciones que son previas. Nosotros decimos, un poco en tono provocativo pero también porque nos parece interesante de pensarlo, que hay una diferencia muy clara entre toda una sensibilidad que inmediatamente resiste, hace una resistencia al macrismo, y un montón de apuestas que fueron o van a ser mutiladas por el macrismo, que van a ser interrumpidas, que van a ser destrozadas… y eso es interesante porque hay una insistencia que inevitablemente va a chocar, o está chocando con este ajuste, brutal, que está chocando con esta sociedad ajustada, un tipo de experiencias que se desarman en este contexto. Lo vemos cotidianamente, incluso, es un riesgo que nosotros vemos como Colectivo, porque más tiempo para los laburos, más tiempo para lidiar con el sobreendeudamiento, bueno, lo sabemos todos, encima el tiempo que te queda disponible está medio envenenado por todos esos quilombos, entonces tampoco estás liberado para poder pensar o estar metido en un montón de experiencias… Entonces, digo, hay un montón de insistencias que venían desde hace mucho tiempo que el macrismo está haciendo mierda… Pedro Palombo: Cuando dices “hay menos tiempo para poder pensar”, ¿a qué te refieres? JJPP: A imágenes muy concretas, digamos, si vos tenés que laburar el doble de lo que estabas laburando, si vos tenés que perder dos horas… Pedro Palombo: ¿Y vos no pensás cuando estás en el laburo? JJPP: Está bien, pero es inevitable, el ajuste empobrece un tipo de pensamiento que, al menos en el caso de nuestra maquinaria,


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necesita aliarse con un montón de fuerzas y con un montón de afectos con los cuales nosotros pensamos… nosotros no es que pensamos en un lugar de repliegue, de tranquilidad y de reposo, sino que pensamos realmente accionando, moviéndonos y activando con un montón de fuerzas que están dando vueltas por ahí. Si yo tengo que laburar el doble, en el caso nuestro, hay que decirlo, hay una cuestión bien concreta, nosotros no estamos… no es una investigación financiada la nuestra, no es que investigamos en lugares o escribimos, en los cuales también trabajamos ahí, no… Pedro Palombo: Pero partimos de la base de que este tipo de trabajo no puede ser financiado por una sociedad como en la que vivimos… JJPP: Si, sí…(Risas)… Valeriano: Está todo financiado Pedro Palombo: Claro, salvo que esté financiado como muchas investigaciones en la universidad, la mayoría, por… qué sé yo, empresas extranjeras. JJPP: Sí, igual, para ser más concretos, cuando nosotros hablábamos de las insistencias decíamos, por ejemplo, que se problematizó mucho la idea de trabajo, por ejemplo, se problematizó la idea de cómo pensar lo mediático, con la ley de medios, se problematizaba cómo funcionaban las tecnologías adentro de la escuela. Llega el macrismo y por ejemplo te reduce el presupuesto a la educación, y todas esas problematizaciones previas quedan en el olvido… y ante esa política de ajuste lo que te queda es cómo pensar en reaccionar con la consigna “educación pública sí”, pero también, y al mismo tiempo, pensar en todas esas insistencias que ya venían, incluso con sus fracasos…


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JJPP: Te digo para ser bien concreto, además es inevitable que tanto durante el kirchnerismo como en el macrismo, los recursos que existen a nivel estatal, o en un montón de universidades, en un montón de sitios, fluyen hacia un lenguaje más reconocible, político, militante, académico, ¿se entiende? Ese tipo de financiamiento, y no me refiero a una empresa, es algo que queda en esos circuitos, y compañeros y compañeras que quizás tenían o tienen la posibilidad de apoyar un poquito más materialmente experiencias como esta, no nos dieron pelota. Incluso ahora nos cuesta, esto es una cuestión bien cotidiana, nos cuesta liberar tiempo para escribir, digamos… cuestiones bien concretas, a eso íbamos, tampoco tiene sentido abrirlo ahora. Estamos todos destrozados con el macrismo, es mucho más difícil moverse, sobre todo, nosotros laburamos mucho con la idea de el raje, ¿no? Que me acuerdo el año pasado nosotros laburamos mucho acá en Córdoba, y eso hoy está más difícil... Maria Martha Boccanera: ¿Con la idea de qué? JJPP: El raje… la política del raje, estar permanentemente moviéndose y rajando de un montón de roles, de espacios que te asigna una institución, rajar de lenguajes y de situaciones más rígidas; estar mucho más atento a calenturas vitales e intensidades sueltas que a prescripciones institucionales y demás. Es inevitable que ese raje sea mucho más difícil frente a la espesura de una sociedad ajustada, digamos… María Capriotti: ¿Qué sería el raje… acá? JJPP: Hoy son más difíciles esos movimientos, en una sociedad ajustada en la cual se espesa todo mucho más, es mucho más difícil cualquier tipo de experimentación. Esto es muy concreto… alguien que se quería ir de una institución porque ya estaba muy fundido, “y ahora no me voy a ir, me tengo que quedar acá”, una


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pareja se estaba por separar y dijeron “¿y después qué hacemos? Bueno… ahora no…”, por poner ejemplos… y esas experiencias frustradas concretas y cotidianas hacen mucho más denso y mucho más cargado lo social, se achica el margen para que se den ese tipo de políticas del raje y de los desplazamientos. Entonces tiene inevitablemente un anclaje muy material esto. Y también lo que pasó es que hubo un cambio profundo en la sensibilidad, por ejemplo en muchos barrios del conurbano bonaerense se dio el caso de un reemplazo, que ya había comenzado hacia los finales del kirchnerismo, el reemplazo de muchos trabajadoras sociales por policías, digamos. Es así, y en muchas sedes de programas sociales en donde antes se ponían equipos técnicos interdisciplinarios, ahora se pone una patrulla policial. JJPP: Incluso muchos pibes que hacían con nosotros talleres en el 2010, 2011, hoy en día forman parte de la Policía Local… ya eso es como una imagen de derrota, para decirlo de un modo… entonces realmente hay un cambio social muy fuerte… JJPP: Retomando lo de las insistencias, hay un problema cuando quedan huérfanas las insistencias que venían incluso desde antes de que llegue el macrismo. Cuando quedan huérfanas porque se las come el régimen de la obviedad o de la reacción… Menos la movida feminista y toda la presencia de las pibas en las calles, la mayoría de las movidas callejeras surgieron como reacción al macrismo, movidas en las que obviamente participamos y bancamos, no es que lo vemos como algo exterior, digamos, la noche que estuvimos en el Congreso, en la Plaza de Mayo, fueron todas reacciones ante el macrismo, digamos. Y cuesta ver el link entre las insistencias y las resistencias, entre ese plano callejero y las implosiones. Nosotros somos docentes, y vos te ibas a una marcha federal y cuando volvías al barrio sabías que todo el barrio te odiaba porque habías dejado todo el día sin clase a los pibes,


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y el barrio te odiaba. Mientras no se dé ese vínculo entre esas implosiones, esa vida mula, y nuestra experiencia de politización, de la movilización y del estallido social. JJPP: Antes de la derrota electoral del kirchnerismo hubo un montón de derrotas, una derrota vital, un enfriamiento libidinal; el ajuste primero fue por ese lado y después fue ajuste económico. Y lo mismo hay que pensar con el tema de las resistencias y las insistencias: para echarlos o para que se caiga el macrismo, la Gorra Coronada, no se puede partir únicamente desde una escena de resistencia o de rechazo o reacción a eso, sino que hay que juntar esas insistencias previas y esas disputas previas. La derrota electoral del macrismo también tiene que venir precedida por otras derrotas del macrismo en otros planos. Queremos leer algo, un párrafo que se llama “la disputa”, y que habla un poquito de esto, incluso para abrir posibles fugas y aperturas a esto de insistencia y resistencia. Dice: Ajuste, inflación y precariedad totalitaria de fondo (con sus diferentes estratificaciones); protocolos para reprimir protestas sociales y nuevas economías de la violencia barrial (gatillar fácil, nuevas violencias entre las banditas); emergencia en Seguridad y engorramiento previo y vecinos gorrudos; despidos y verdugueo laboral y Vida Mula; terror económico y terror anímico; estallidos sociales e implosiones (anímicas, vitales, barriales, hogareñas, silenciosas); asambleas y protestas y rajes y alianzas insólitas; cuadros políticos y silvestrismo en todas sus formas (en los pibes y pibas, en los adultos piolas, en los militantes); organización y disidencia Política y agite permanente y ásperas preguntas a las propias formas de vida (esas preguntas que incomodan, que molestan, preguntas a la adultez agilada, a la comodidad organizada, a la verdadera quietud, la de los refugiados y mulos, las de los cínicos...); reuniones “políticas” a plena luz del sol y


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encuentros azarosos y embriagados en lo profundo de la noche; pensar la Política y vivir vidas políticas; marchar por despidos o por mantener los laburos y movernos permanentemente para no ser mulos; investigaciones sobre la vida de los otros e investigaciones a la propia vida (propia no por personal, propia por apropiación de las afecciones a las que estamos expuestos, propia por tomar la vida como índice de verdad y de experimentación... siempre antes de impugnar las vidas populares preguntarse ¿cómo vivo yo?); esperar helicópteros y disturbios en la Plaza de Mayo y pensar de forma urgente los quilombos y las violencias silenciosas que ocurren todos los días... El intento de reponer el viejo antagonismo, la testarudez –que no es arbitrariedad– de reponer un lenguaje reconocido borra los “y”. Con la fuerza de lo inexorable, las sutilezas y las complejidades son barridas del nuevo escenario Político (y esto sucede por derecha y por izquierda). Nuevamente se refuerza el cierre por arriba, la clausura molar (por arriba no significa únicamente desde el gobierno, sino apuntando y sincronizando lo que de “molar” tiene cada vida, cada cabeza, cada pensamiento, cada acción). Cierre por arriba y desaparece todo un mundo químico, amoral, abierto, barroso, ambivalente... difícil de percibir, pero real. La derrota quizás no es solo la política de Cambiemos conquistando todo, la derrota es estar discutiendo todo el tiempo en un campo abstracto, representacional, ideológico, un campo sin grietas posibles, en donde solo queda tomar posición y disentir pero sin morder problemas reales (aunque haya que atragantarse). (Aplausos)



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Diego Valeriano Voy a leer porque acá se lee. Acá se lee fuerte. Se lee como forma de hacer mundo. Se lee para frenar ciertas urgencias, se lee con amigos y amigas. Se lee como forma de complicidad. Voy a leer porque si no otros leen por nosotros. Voy a leer sabiendo que leer mucho te vuelve un poco ortiba. Que si no te das cuenta andas justificando el orden. Ese tejido anti pibas, ese tejido que con sus hilos ata y encierra pibes. ¿Pero para qué leer si seguimos igual, si casi que no pasa nada? ¿Para qué leer si necesitamos traductora, si necesitamos fotos, si necesitas una cita, otra cita y otra cita más? ¿Para qué leer si seguimos hablando de lo mismo? ¿Para qué leer si nos cagamos de risa de las giladas que escuchamos aca?


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¿Leer para ser gato de Roland? ¿leer para no escabiar, para no tomar, para no colar? ¿Leer para repetir abordaje, terapias, casos? ¿Leer para psicologiar guachos? ¿Leer como homenaje a Francia? ¿Leer y no inmutarnos ni un poquito con las palabras que nos implotan, con las cosas que nos explotan? ¿Corte que leer y no agarrar ni un berretín con lo lindo que son, con lo piola que suenan? ¿Devenir lectoras o devenir guacho, puta vieja de la colectora después del Reconquista, transa en la escuela, vendedora de torta del neuro, piba sola esperando el bondi, doña que llora a sus hijos, loco que va al centro de día como recurso para conseguir pasti? ¿Leer a los traidores que pudieron escribir mientras mataban a los suyos o leer a las que no escriben porque prefieren vivir manija, a las que prefieren huir sin dejar rastro, que prefieren negociar con el opresor antes de insistir en imposibles? ¿Leer en twiter a las jetonas con pañuelo verde o intentar escuchar el griterío de las pibas? ¿Leer argumentos precisos, morales, poéticos o leer porque las pibas nos recabieron? Leer porque pibes son nuestros enemigos y a su vez los únicos amigos posibles. Son los enemigos porque viven a todo ritmo, porque no negocian, porque saben


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lo que puede un cuerpo y empastillados tiran hasta el lunes. Porque aman, arrancan, odian, se plantan, tiran. Porque andan en shores con el fierro en la cintura tan sueltos de cuerpo, tan naturales, tan brutales y temerarios. Porque son unos atrevidos. Solo leer para encontrar cómplices ahí, acá, en ese instante. Leer para no ser pollo. Leer para saber que putita, psicópata, gato, te recabió no son insultos, sino formas normativas de nombrar al enemigo. El supuesto insulto no es un final sino un comienzo. Es pura creación contra la violencia normativista. Esa violencia que invade modos de vida. No leer para entenderlos, solo leer como forma de entrenamiento. Leer como entrenamiento en la improvisación. Leer para no quedar tan careta frente al cinismo Y oportunismo de los guachos ¿Qué leer de verdad? ¿Leer signos? ¿Leer qué signos? ¿Qué mierda significa leer signos? ¿si leemos hoy podemos Hacer la vida cada vez, aunque cada vez duele más? ¿Leer a los guachines que juegan al allanamiento en el comedor mientras la doña transa mercadería y planes con los de Desarrollo? ¿Leer los signos que emiten las nenas que necesitan perrear para salir del barrio aunque más no sea a Pasión de Sábado? ¿Leer las


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lágrimas tatuadas al pedo, leer a las mamás luchonas, leer a las pibas que odian los nenes que cuidan, leer a Mili que no entiende cómo esto tan hostil y desgastante puede ser la vida? ¿Leer a los guachines que no aceptan las consignas? ¿Leer para seguir hablando de resistencia, para seguir dando vergüenza en los centros comunitarios, para seguir haciendo murales, talleres y esas cosas? ¿Para seguir mendigando subsidios, viajes a Córdoba, para quedarnos conformes por estar acá como si esto fuera suficiente? ¿Devenir lector gato que explica la vida que no se entiende? Porque es mejor escabiar que escribir, es mejor fumar mirando Los Simpson que leer. Es mejor la cerveza artesanal cuando ya se fueron todas. Es mejor ser fiesta, gedencia, desertora que leer a los giles de El comité invisible. Es mejor un estribillo que se repite de manera manija que emocionarse con palabras que también se repiten, pero ya demasiado huecas, demasiado gastadas, demasiado traducidas y sin ritmo. Si leemos mucho nos embolamos fuerte y esto ahora en este momento se vuelve un garrón o no. Entonces leer mucho para que la cabeza vaya a otro lado, escuchar la repetición de la repetición, leer modo hueco para que vengan los recuerdos, para lamentar estar acá, ahora en este momento


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en este lugar pero para que ese lamento tal vez sea una idea que brota, una idea que te brota como fiesta que querés comentar a alguien. Hay que leer para saber que es mejor ser maldita, dañino, verdugo, zorra, es mejor ser alguien a quien le temen, es mejor ser transa que esperar una hora en la vereda para ver si te toman en un trabajo de mierda, es mejor cualquier cosa que terminar la escuela, que tener 15 días de vacaciones, que ir al centro comunitario a hacer talleres, que limpiar por hora. Es mejor leer que estar lleno de odio y pedir que maten a un pibe, es mejor que estar llena de culpa y decir que son víctimas. Hay que leer como forma de segundeo. Porque leer es tirar una soga, es compartir nuevas posibilidades, es abandonar la careteada profesional. Es plantarse. Es renegar de todo lo leído. Leer hasta volverse invisible, anónimo, fake. Leer para descubrir esas constelaciones de las que hablaron hoy. Constelaciones de afectos donde la vida tiene sentido, afectos que son modos de afectarse Leer para resistirse a la captura de la vitalidad, a la captura de lo que nuestros afectos pueden,


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para crear vida manija, para crear alianzas insólitas, para fabular el mundo, para no andar en patrullero. Que lo leído se transforme en espejo retorcido, peposo, cínico e irónico que muestre todo, incluso eso que no queremos ser. Leer porque la vida es pura suerte. Leer para Devenir lectores, ahre. (Aplausos) Marie El Kaihal: Apenas para saber si el nombre de vuestro grupo, si algunos de ustedes, o el nombre de su grupo, ¿tiene algo que ver con los niños? JJPP: (Bullicio) Hay una canción de una banda de rock de Argentina, que es juguetes perdidos… Marie El Kaihal: Yo entendí que se trataba de un juego sobre ese tipo de cosas, pero aparte era la pregunta. La traductora: Ella habla más que nada sobre la evocación que le genera, los niños perdidos y Peter Pan. ¿Conocen Peter Pan? JJPP: Sí, conocemos. (Risas). Nada que ver. Juguetes perdidos es una canción de rock, es nuestro himno generacional. Y también es JP. (Risas) (Hablan entre ellos, superpuestos) JJPP: También hay un eco con esa noción de Deligny cuando habla en Semilla de crápula, hay algo ahí de lo silvestre con un tipo de laburo y de involucramiento… Me sonó a la idea de Semillas de Crápula (Deligny), con respecto a cierta niñez silvestre que está por fuera de ese imperativo de la docilidad más institucional y


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que quizá Sonia nos había leído desde ahí. Como que laburamos con esa idea... (Bullicio) Carlos Bergliaffa: Capaz que ayuda si explican más por qué escribieron por Cromañón. JJPP: De alguna manera venimos de una cultura del rock que, como decíamos antes, Cromañón fue el acontecimiento que nos juntó, un acontecimiento que para nosotros fue una especie de Aleph, ahí está todo. Cromañón fue un incendio en un boliche durante un concierto de rock y donde murieron 194 personas. La gran mayoría del conurbano bonaerense, de los barrios de la periferia y era el recital de una banda que encarnaba toda una movida de rock and roll muy plebeyo, muy conurbano, muy silvestre y muy estigmatizado y criminalizado por el resto de la sociedad. Cromañón fue para nosotros un gran acontecimiento de pedagogía política. Primero porque nos juntó como colectivo, como banda, como grupo de pibes; no se hablaba en ningún lado de eso, teníamos necesidad corporal, física, ética y política de plantear eso y de hablar de eso y de salir con eso a disputar todas las lecturas del acontecimiento que se hacían; y después porque desglosando el acontecimiento Cromañón aparece todo, aparecen todas las lecturas sociales criminalizadoras, la indiferencia, cómo los capturó la macropolítica, todos los actores políticos, desde el Papa hasta Macri, hasta el progresismo de la ciudad de Buenos Aires que se terminó con eso, la militancia que se colgaba ahí, el abandono y cómo quedaron perdidas justamente un montón de vidas y de víctimas, no sólo los que murieron ahí sino también los sobrevivientes, los familiares, los amigos. Entonces para nosotros Cromañón fue fundamental en ese plano y fue, insisto, una especie de pedagogía política que nos


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acompañó siempre. De hecho juntar Cromañón con los talleres, con el macrismo, con la coyuntura, es parte del mismo conatus nuestro de hacer una cartografía y una investigación política de la época, una lectura a contrapelo, y permanentemente con lo que Cromañón nos enseñó éticamente, sensiblemente, brutalmente, y que también nos aleja de cualquier tipo de escena de festejo; siempre complejiza. Cromañón aparece ahí como un efecto que complejiza y mete oscuridad y le mete esta idea de que no hay pedagogía política sin esta oscuridad, y sin estos dolores que encarnaron los acontecimientos. Entonces es clave para nosotros esta cartografía política, cartografía militante, cartografía delirante que arranca en Cromañón y a partir de ahí rastrilla y peina a contrapelo toda una época. Y un poco el origen del nombre del Colectivo, el origen mismo de este colectivo que es una especie de banda de rock frustrada, porque ninguno sabe tocar ningún instrumento, es como continuar un poco ese viaje, continuación por otros medios de una especie de fuerza generacional. Y desde el nombre, la mención al rock, hasta una manera de escribir, hay algo que respeta y responde a esa apuesta colectiva, y de ahí que hay un montón de saberes menores que nosotros cultivamos y tratamos de meter en los libros, en nuestra investigación, junto con autores, conceptos, lecturas… Carlos Bergliaffa: El texto de los 10 años de Cromañón que escribieron ustedes, me parece que se hace una referencia a eso. ¿Cómo se leyó desde la cultura el acontecimiento Cromañón y las vidas de esos pibes? La banda que tocó ahí se llamaba Callejeros y se lee como que, incluso gente que uno diría bueno, están de nuestro lado, militantes y organizaciones, lo que leyeron es que eso se produjo por una falta de orden. Entonces esas vidas que corrían, llegaron a eso excedidas. Eso estaba excedido, estaba excedido los chicos durmiendo en los baños, estaba excedido


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el lugar, ellos son víctimas de ese exceso. Se lee como una victimización esas vidas, me parece que el colectivo y algunas cosas que escribe Valeriano tienen que ver con eso, poder haber seguido hablando de lo que excede, no haber aceptado el orden como diciendo ahí acabó todo, Callejeros, los que corrían por fuera, que tiene que ver en aquel momento con una movida en relación al rock muy visible en Bs. As., pero que me parece que tiene que ver con todas estas cosas, con todas estas otras cosas, que es la manera de laburar, la manera de consumir, la manera de escabiar, la manera de drogarse, la manera de la fiesta, me parece que se intentó frenar eso, me parece que lo que nos muestran es este otro recorrido. Florencio Spangenberg: Me dio la impresión que hay algo que se escurre finalmente, que esa implosión, que en esa violencia que va hacia el interior hay algo que se escurre, que no se puede llegar a capturar el sujeto de la implosión, que cuando sucede ya sucedió, y sucede de un modo, al contrario, me pareció que no desde el punto de vista del exceso, no desde el punto de vista de aquel que va más allá de las fronteras o los límites que la norma genera. Sino que absolutamente quizás más plantada o a la norma, me hacía pensar en el cinismo. Macri es el cinismo. Y me hacía pensar, me hizo pensar si ustedes no veían allí la contracara, que creo que hay algo que dijo Sonia, en un momento dado ella dice que le dicen a un chico: “nosotras tenemos las más buenas intenciones”, pero a la vez, “tolerancia cero”, si no es justamente, si no habría que obviar, no sé, me pregunté, abstenerse de querer capturar el sujeto, de estar en el esfuerzo de querer capturar el sujeto de la implosión porque ese sujeto justamente se excluye, se excluye de poder representarse ahí, inclusive me hizo pensar y quería preguntarles algo respecto de esa violencia que ustedes experimentaban. ¿De qué modo esa violencia? Si realmente


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llega a un sujeto que quisiera representarse allí, o es más violento justamente para no ejercer ninguna representatividad, o que se trata de una salida absolutamente individual, es decir, desaparecer… JJPP: Nosotros tratamos de no trabajar la idea de sujeto sino la idea de fuerzas, la idea de implosión no es sobre sujetos sino sobre esas mismas fuerzas; cómo gestionar una vida, por ejemplo, habla de fuerzas que se habilitan o no en una época, y no tanto del sujeto que implosiona. Puede implosionar sobre un cuerpo, puede implosionar sobre una relación, puede implosionar en un barrio, en una manzana, en una casa, en un rejunte, digamos, pero lo que hay que pensar son esas fuerzas que hacen a la vida mula, esas fuerzas que hacen a los rejuntes, y que exceden a los sujetos en sí… Una de las cosas que nos parecen fundamentales pensar ahora en esta época, son los “rejuntes”. La idea de comunidad es algo que nosotros nunca la pensamos, nunca pensamos la idea de lo común, no nos interesaba pensar en la idea de lo común, pero no porque había una decisión en eso, sino porque no la encontrábamos, no estaba. Ni cuando nosotros hablábamos de lo generacional hablábamos de algo común, sino que generacional eran secuencias compartidas, pero no había una cuestión de común o comunidad. La idea del rejunte habla de que fuera de la comunidad te rejuntás para tener una casa, te rejuntás para tener un laburo, te rejuntás para linchar, te rejuntás para consumir, te rejuntás para seguir de joda… hay que pensar el rejunte no de manera despectiva sino de pensarlo como algo más allá de esa idea de comunidad. Cómo hacer para que el rejunte no implosione, cómo hacer para que no te agarre una fuerza que te haga implosionar desde adentro… Tenemos talleres con pibes y pibas y lo que aparece


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hoy es que ya no hay posibilidad para el desplazamiento, para moverse. Nos juntamos con los pibes, escriben, se dan momentos re productivos, re interesantes, de mucha intensidad, pero en una sociedad en implosión moverse no es tan fácil, y todo puede quedar ahí, detenido. Como para mostrar un poco más concreta la situación: en uno de los barrios en que estamos salió un taller de hip hop, de escritura, los pibes tienen vidas muy jodidas, cada vez que llegamos, grabamos, vienen y el espacio les re sirve como una especie de… son como corresponsales de una guerra, de una guerra diaria, de un barrio picante, ellos vienen cada jueves a tratar de explicar de alguna manera esas guerras y a agitar lo que está pasando. Pero quedarnos ahí es quedarnos en la implosión. La pregunta política que tenemos ahí es qué hacemos con eso, por ejemplo, qué hacemos con esas escrituras, cómo hacemos para que no queden en eso nada más... Un día grabamos, otro día hacemos un video clip; pero eso no alcanza… es mucho más jodido sostener una vida en la precariedad, hacen falta recursos, hacen falta alianzas piolas, hacen falta modos de pensar y combatir el macrismo de manera inteligente. Cómo vincular esos talleres y esas escrituras, con estrategias para generar fuerzas que aguanten el ajuste macrista que nos carcome el cuerpo. JJPP: Un paréntesis a propósito de eso, y también de la lectura y eso, nunca se trata de representar al sujeto de la implosión o de capturarlo o de hablar por él, ni mucho menos… siempre decimos que no apostamos por la idea de bajar línea o representar, capturar o hablar por, apostamos por una política del contagio y de conectar y de plegar la ciudad, los barrios los lenguajes de otra manera, y que se contagien entre sí distintas fuerzas, más que una fuerza representando a otra, una hablando por otra, o buscando cuál es el sujeto. Por eso insistimos con un lenguaje más químico,


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de percepción más química de las fuerzas, y menos de fuerzas ya armadas. JJPP: Incluso hay una apuesta para que ciertas fuerzas “silvestricen” una organización o una institución. Que los mismos dispositivos sean tomados por ese tipo de fuerzas e intensidades. El ejercicio inverso al que generalmente se da, que es ir a buscar a las fuerzas silvestres para organizarlas, para capturarlas. Público: ¿Igual no quedan fuera? Pregunto… JJPP: Puede ser. Valeriano: Sí y no. Depende desde donde lo mire. Están en guerra, así que no hay adentro y afuera. Hay una guerra que se despliega en ciertos territorios, que es la muerte y no se está afuera o adentro. Es matar, morir, vivir, fiesta y darle para adelante. JJPP: A lo sumo preguntarte en cada momento cuál es tu disposición, o cuál es tu relación con ese adentro-afuera. Si frente a eso vos te replegás o te refugiás en lo conocido, o te refugias en el lenguaje con tus expectativas que manejas habitualmente o salís al enfrentamiento de eso. Inevitablemente te va a poner preguntas, te vas a mover, te vas a rajar. JJPP: Además, cuando nosotros hablamos de interiorismo siempre decimos que es un interior estallado, no hay un adentro armado, es un rejunte, un modo de habitar segundos, minutos, horas. Es falso el interior de las instituciones, de los rejuntes, de los barrios. Es bastante falso eso. Sonia Weber: La cuestión es, ¿cuál es el lazo que ustedes, ustedes Juguetes Perdidos mantienen con la vida mula? JJPP: La vida mula es lo que nosotros pensamos como modo de integración social actual. Todos estamos ahí, es el modo de


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integrarte al mundo, cuando estás laburando, cuando tenés una relación, cuando tenés una pareja, cuando estás metido todo en ese continuo. JJPP: No se enuncia desde una exterioridad la vida mula. Incluso creemos que la vida mula en un contexto de ajuste, de recesión económica, se vuelve vida mula “resentida”, porque algunos de esos elementos que la componen están dinamitados, como pueden ser el trabajo, como puede ser la capacidad de endeudarse, la capacidad de consumo... incluso resentida, funciona, se vigoriza. Decimos vida mula no sólo para pensar el trabajo ensanchado y derramado a la totalidad de la vida, cómo se diluyen las fronteras entre trabajo y vida, sino para pensar que realmente la vida está movilizada permanentemente. El trabajo, o estar desocupado, el viaje… los viajes, esa es una imagen muy del conurbano porque los viajes están indexados al tiempo de laburo. Los viajes que son una escena, una violencia cotidiana indescriptible. El tren. Me parece interesante ahí pensar que lo que hace la vida mula es que te pone materialmente en una posición de individualidad, y hace más difícil pensar en solidaridades, la versión de clases trabajadoras, o una versión de comunidad barrial, materialmente estás puesto en una posición en la cual estás movilizado e interpelado en una noción más de individuo, con todo. Y eso el macrismo es lo que lee. Valeriano: El odio que te genera la vida mula entendió el macrismo. JJPP: Eso, el macrismo lo entiende y nosotros un poco provocativamente en el primer texto que sale antes del ballotage en el 2015 fue decir que los movimientos de trabajadores ocupados habían puesto un presidente. Y también hay algo ahí que esa vida mula lo que genera es un montón de odios que es muy difícil


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leerlos de manera ideológica, como odios más tradicionales de la derecha. No es sólo el odio en el cual es muy clara la contradicción entre capital y trabajo, acá son odios propios de la guerra de la precariedad. Es el odio a la persona que percibe un plan social, es el odio a la fiesta, el laburante que se va a las 5 de la mañana y ve un grupo de pibes enfiestados en la esquina, es el odio a aquel que tiene, que ha logrado conquistar algún espacio bacán, a todo ese nivel de movilización y manijeo, a ciertos gestos rapaces de las pibas, es anti-fiesta. Valeriano: El pañuelo verde genera más ese odio que un odio de otro tipo. En los barrios genera un odio… ¿qué te creés? Yo trabajo todos los días, me rompo el orto y vos estás con un pañuelo verde. JJPP: Exacto y ahí hay algo. JJPP: Está bueno aclarar que vida mula no es vida de derecha. En todo caso es vida de guerra. Público: ¿Qué sería vida de derecha? JJPP: Eso en cuanto a derechización ideológica, de que “el pueblo se corrió a la derecha”, que “el consumo derechizó a la sociedad”. No está tan ligado a eso. Es más una vida en guerra, de vida en la precariedad. JJPP: Hay cierta idea, incluso a nivel global, de que los trabajadores, la clase trabajadora vota a la derecha… Pero la derechización es afectiva, es estar expuesto permanentemente a una precariedad donde la única forma de resolver eso, de salir, es refugiándote, replegándote. Eso va a seguir alimentando la imagen de derechización afectiva. Entonces ahí es inevitable que te corras de lo experimental, que te corras de las preguntas, te corras de lo afectivo, te corras de lo plebeyo. El éxito entre comillas del macrismo es la suma de esa derecha tradicional ideológica,


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los familiares de estos hijos de puta son los que nos odiaron desde el 55, siempre, es la suma de eso con los nuevos odios de la precariedad. Lo interesante de pensar eso es que te corre de un economicismo y del ideologicismo. Hay que complejizar eso de que la recesión, el ajuste y demás que están sufriendo muchos laburantes va a hacer que inevitablemente vayan a reclamar contra el macrismo. Hay un montón de intensidades oscuras, intensidades de muerte, intensidades de odio, que están circulando y que son producto de una vida tomada materialmente por esa movilización constante. Y en un punto es la gira, es estar a ATR de “a todo ritmo”, pero desde el mal. Y es un nivel de movilización constante y esto tiene que ver con condiciones concretas, un tipo sale a las 5 de la mañana de un barrio periférico para ir a trabajar a un lugar que está a 3 horas, se come la descansada de los pibes de la esquina, que están con otro modo de vida, escabiando, combinando gaseosas y medicamentos, después el viaje. Realmente hay que pensar estos viajes de 2 horas, de 3 horas de cualquiera de nosotros hacia el centro de la ciudad de Buenos Aires. Todo eso, ya hay un trabajo que comienza ahí, en términos que convoca un montón de energías psicofísicas, y después también la vuelta a la casa, el interior estallado, la familia implosionada, el endeudamiento, la comida a las diez de la noche. De todo eso está hecha la “derechización”, no es algo “ideológico”. Es un nivel constante de movilización de la vida del cual materialmente no hay posibilidades de otro tipo de alianzas o de investigar otras sensibilidades, que lo que mostraban es que se puede lidiar con esa precariedad de modo no reactivo, porque se puede lidiar con la precariedad sin estar tomado por el terror anímico, se puede lidiar con la precariedad sin derechizarse a nivel afectivo. Alicia Larramendy: ¿Y han trabajado eso?


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JJPP: Quizás una imagen que sirve. En un taller que estábamos en Villa Tranquila en Avellaneda, un punto sur bonaerense. Sí, Villa Tranquila… Los mismos pibes juegan con esa idea, una falsa tranquilidad. Un pibe nos contaba, tenía 8 o 9 años, un guachín, nos contaba que todo el barrio lo quería linchar porque había arrojado una piedra a un farol, a una luminaria que era justo la del barrio de él. Lo que aparece como pregunta es: todo un barrio queriéndolo matar porque había destrozado el farol que iluminaba justo esa cuadra pero ninguno de los vecinos problematizándose por qué no ir a reclamar al municipio para que haya más luminarias. O por qué no organizarse de otro modo para lograr poner una luminaria ahí. La pulsión, lo más inmediato, lo que movilizó inmediatamente todos esos afectos de odio en el barrio fue decir corramos al pibe que tiró la piedra y listo. Y esa es una imagen de derechización afectiva de la precariedad. Y es muy fácil impugnar esa “derechización” si vos vivís en un barrio opulento en el cual tenés una garita de seguridad en la puerta, no tenés calle de tierra y estás en una situación de cierta comodidad… ahora cuando todas esas redes no existen y vos estás muy expuesto a esa precariedad de fondo, lo más habitual, por una cuestión de hábitos que se van sedimentando cotidianamente por estar expuesto a eso, es que se reaccione de ese modo. Lo que nosotros vimos en los talleres con los pibes y las pibas todos estos años es que hubo otros modos de enfrentarse a esa precariedad, riesgosos, peligrosos, lo que sea, pero que no eran reactivos o no eran gorrudos como decimos nosotros… eso quedó sumergido, realmente quedó sumergido, no se le dio mucha pelota, ni en el lenguaje político, militante, gubernamental... JJPP: Está bueno todo esto como pregunta también a ustedes, esta idea de desprivatizar la vida mula y de trabajar clínicamente esto de las implosiones, el bajón, los ánimos estallados, de lo


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emocional que se detona. Está bueno porque ayer estuvimos en un centro de día conversando y salía al toque todo esto, se entendió eso y se compartió mucho ese plano de algo que está pasando ahora, implosionando y hay que pensar desde la clínica cómo se trabaja eso y cómo se politiza eso, cómo se desprivatiza eso. De vuelta, nosotros también lo vimos, Cromañón fue mucho de eso, dolores muy privatizados… entonces desprivatizar eso es una parte también del laburo político fundamental. Alicia Larramendy: Yo no sé bien Alfredo el momento de lo que vos describiste ayer, cómo ese grupo de mujeres que tomaron un espacio, empezaron haciendo un círculo, poniéndose adentro, habitándolo día y noche, etc. No sé el momento en que eso había ocurrido pero yo creo que son cosas que siguen ocurriendo. Lo que ustedes dicen es como que no hay fuerzas que tienden a una producción, a una fuga, a una salida, están todo lo que están diciendo me pareció como que en este momento… Sin embargo uno ve pequeños, pequeños grupos de mujeres, mucho de mujeres, eso también les quería preguntar, me parece que hay algo que ha pasado, no hablo del gran movimiento de mujeres, hablo de las mujeres en las villas, que me parece que hay algo que en ellas ha persistido, una cierta tradición de poder parar un poco la implosión, y que lo hacen trabajando entre ellas, sosteniéndose entre ellas, 3 o 4, me parece que eso sigue sucediendo, no lo escucho en el relato de ustedes. JJPP: Sí, sí… es cierto que trabaja en ese nivel de la implosión. Y lo decíamos también en el sentido de que el feminismo fue la única fuerza que no reaccionó al macrismo digamos, sino que fue una insistencia, y que hay un montón de imágenes y movidas por ese lado. Este año estuvimos laburando mucho con pibas esos temas, y también las oscuridades de los rejuntes, las implosiones, las fuerzas… Nosotros no decimos que no haya experiencias de


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alianzas o de laburos y militancias en y de la implosión, o mejor dicho la oscuridad no es tanto porque no haya experiencias o cosas que discuten la situación, sino que esas experiencias en el macrismo son mucho más difíciles de que aguanten, de que sigan insistiendo; y que es más difícil la cuestión de las alianzas, entre los recursos y estas situaciones que se están dando, entre cada una de esas experiencias, entre esas experiencias mismas y la propia oscuridad de la época… Muchas movidas terminan en esto que nosotros llamamos la soledad, las soledades del macrismo, experiencias muy copadas pero que terminan solas en un barrio… Y también está la cuestión de que es muy difícil publicar ciertos textos, o salir a decir hoy muchas cosas… JJPP: Quizás una cuestión para agregar ahí, sea… de hecho uno de estos días va a circular un texto que hicimos incluso pensando como que tenga una difusión masiva sobre la militancia, el estallido y la implosión, y algunas de las cuestiones que venimos laburando. La verdad es que, de manera privada, digamos, ya hay un “Quien lleva la gorra 2”, digamos, hay una continuidad. Lo que pasa es que lo que intentamos problematizar es también la escucha y la sensibilidad sobre la cual va a caer un texto así. Hay un riesgo de que muchas de esas imágenes y mucho de ese laburo se estetice, se estilice, incluso caiga para que alguien diga “Uy qué lástima ¡Y menos mal que no estuve ahí!”, digamos. Entonces nos parece que también a la par que se escribe, a la par que se produce, a la par que se hace circular algo, hay que estar muy atento a los modos en los cuales se recepciona la producción que uno tiene digamos, ¿no? (Valeriano le dice algo en voz baja…) Acabo de leer, dice que le hagan preguntas a él… me dijo recién que…, sino la gente va…


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Valeriano: No, no dije eso, pero no importa… pedía champagne… ¡no! Y… Que uno no conozca experiencias, o que no entre en el blíster de lo que uno acomode, y que… lógicamente no quiere decir que no las haya. La gente sigue viviendo, sigue organizando fiestas, se sigue matando entre sí, o sigue festejando bautismos a muerte, y “es mejor ehh… contar experiencias de mujeres, hoy”. Perdón… me parece que hay una resistencia permanente contra el macrismo, contra el cristinismo, contra formas de vida que nos alejan de la fiesta, que se dan. Por lo menos es la experiencia que uno tiene, se dan, los pibes se siguen organizando, siguen resistiendo, siguen cociendo a tiros el patrullero, siguen organizando los barrios en torno a sus negocios. O sea, hay una resistencia, y está. Lo que pasa es que es el blíster con el que acomodamos nosotros ideológicamente lo que es pelear. Claro ¿cómo nos viene?, ¿cómo lo acomodamos…? Nos queda mejor que cuatro mujeres tomen un terreno, nos queda mejor… no, no, no es pa’pelear pero nos queda mejor, que cuatro pibes caguen a patadas un patrullero… Alicia Larramendy: Perdón, pero yo... traje ese… traje ese ejemplo de las mujeres porque no encontraba uno en ustedes, es decir, no los encontré… traje… Valeriano: Yo no estoy, ¿eh?... (Riendo) Alicia Larramendy: (Risas) …en ellos... (Hablan entre ellos, hay risas y se superponen frases). Sí lo encontraba en el libro anterior, no leí el actual, pero no los escuchaba ahora... JJPP: Si, en La gorra coronada hay un capítulo final que trabaja esas cuestiones… Igual es interesante también pensar no tanto como recuento de experiencias, sino como cuestión más de las fuerzas. Uno puede encontrar experiencias interesantes, nosotros cuando tratamos de laburar la implosión no es tanto decir que


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no hay experiencias copadas, sino que la implosión se come esas experiencias copadas, digamos. Como dejar esa pregunta, y más que nada, por cómo se venía pensando el tema de la insistencia, la resistencia. Nosotros seguimos sosteniendo espacios, y nos aliamos a espacios y movidas interesantes. El tema es la fragilidad, la inconsistencia, el riesgo, digamos, cuando sigue funcionando tanto la implosión, cuando quizá la experiencia está buenísima pero implosionan las vidas de esos seis tipos y tipas que están armando una experiencia… o queda muy sola. Entonces ante esa fragilidad nuestra idea es más que nada... es plantear la idea de la militancia de la implosión y en conectar resistencias con insistencias, estallidos con implosiones, lenguajes políticos varios. JJPP: Sí, y una cuestión más, hay cierto plano de oscuridad, de asimilación de las derrotas, que nunca hay que dejar de lado. En nuestro caso, es algo casi fundamental para escribir, digamos. El primer texto empieza hablando de Cromañón, son las primeras líneas, cuando nos juntamos y éramos mucho más pibes digamos y era otro contexto, etc., y aun así ese plano de oscuridad nunca se perdió… Hay algo de cierto rechazo a lo celebratorio, a la cuestión de festejarse uno mismo. De hecho, cuanto más fuerte estás, o cuando más fuerte está una movida, más preguntas filosas hay que hacer, más oscuridad es la que tiene que pensar, que abordar... JJPP: Sí. Valeriano: Esa es mi opinión. Creo que no les interesa ir a la marcha de la gorra porque es una marcha careta para ellos… y eso... Voces en el público: ¡No, no!


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Valeriano: ¡Sí!, sí, ¡es careta!, ¡sí!, vamos… ven los chicos. Sí, ¡es careta! es careta como está organizada… como están organizadas siempre las marchas. Hay un punto que es careta porque la encabezas vos, o pones un negro adelante para que te encabece, ¡pero es más o menos eso! Me parece que es romper ese blíster para poder pensar… No, ni pensar. Para poder festejar otra cosa. Y lo digo yo, que soy un cabezón negro… pero me parece que hay algo ahí de dispositivos nuestros que son horrendos, que tenemos que en un momento decir: “si, está bien pelear contra la gorra, si está re bien”, sí. Todos peleamos contra la gorra cuando éramos jóvenes, este re bien si… yo ahora la llamo digo… (Risas) a la aplicación 911, pero me parece que hay algo ahí que… que no quieren ir ¡porque la marcha es un garrón!... capaz que no, ¿eh? pero lo digo para exagerar un poco... JJPP: Si, con respecto a lo del rescate, sí, lo que vemos es que de repente muchos pibes y pibas empezaron a armar vidas con dos o tres elementos, con menos cosas… No sé, una cosa que hablábamos mucho con los pibes, las pibas es que hace unos años vivían con un montón de guita, peluquería una vez por semana, pilcha, salidas… Todas cosas subjetivas y afectivas que requerían mucha guita… Y entonces para nosotros era una preocupación ver qué iba a pasar cuando de repente un pibe o una piba se iba a quedar sin guita… porque el guacho no iba a poder salir más el viernes, el sábado… Pero de repente los pibes empezaron a armar otras cosas, empezaron a armar algo más parecido a eso del rescate que decías, digamos. Al mismo tiempo, los pibes y las pibas son los que más están recibiendo la implosión y el ajuste, eso es lo más jodido... Porque son los que más expuestos, están. Digo, la mayor situación de ajuste económico, pérdida de laburos, es desde los 18 a los 21, ni hablar de la violencia… (Aplausos)


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Luciana Zeballos: Muchas gracias por venir. Estamos muy contentos. La verdad es que nosotros la pasamos muy bien organizando estas Jornadas. Ha sido una alegría que vengan, que los amigos antes de preguntar de qué se iba a tratar ya nos habían dicho que sí, los porteños también aceptaron de entrada y vinieron sin saber mucho a dónde, la disponibilidad y las ganas de Sonia y Marie de viajar y de todos para encontrarnos. Fue una fiesta. ¡Muchas gracias! (Aplausos)


BONUS TRACK TEXTOS QUE ACOMPAÑARON LAS JORNADAS



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1. Movimientos Minoritarios, insistencias-resistencias locales Pensamos también a nuestros encuentros de lectura como una particular manera (modo) de caminar, pasear, andar, a pie. En un movimiento de los cuerpos de varios, en un intento de transitar los lugares, las instituciones cotidianamente, donde nos tenemos que ver una y otra vez con lo que no anda, no marcha, lo imposible. Es así que la lectura compartida en voz alta es una invitación a seguir y caminar en otra dirección cualquiera sea, a modo de liberación para no quedar atrapado en el encierro, lo burocrático, lo homogéneo. F. Gros al referirse al caminar como una liberación dice: “Disfrutando de una libertad suspensiva, me siento feliz de partir, pero también de regresar. Es la felicidad entre paréntesis”, a modo de “una desconexión provisional (...) También se puede decir “romper” o “…acabar con las convenciones estúpidas, la seguridad letárgica de las paredes, el tedio de lo idéntico, el desgaste de la repetición, la medrosidad de los pudientes y el odio al cambio”. “Hay que provocar partidas, transgresiones, alimentar al fin la locura y el sueño” (F. Gros. Andar una filosofía, p. 13).


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Ha llegado el momento de deslizarnos por La Rampa, de compartir con ustedes este andar, este caminar, a través de notas, pistas, guiños que fuimos encontrando en el recorrido. Un trayecto hasta aquí no prefijado, sí con ritmo lento, pero con un movimiento vital que insiste y resiste. De allí que preferimos andar, marchar; volviendo a Gros: “lejos de la acción llamativa, del hecho señalado y de la hazaña”. “Caminar es la condición del pobre. La humildad, sin embargo, no es exactamente la miseria. Es el reconocimiento sereno de nuestra finitud: no lo sabemos todo, no lo podemos todo” (…) “Y este reconocimiento nos da nuestro verdadero lugar, nos sitúa. En la marcha lejos de todo aparato, de toda máquina, de toda mediación, vuelvo a experimentar la condición terrenal del hombre, encarno de nuevo su pobreza nativa, esencial… Por ello hay cierto orgullo en la marcha, estamos de pié.” (Gros, p. 209). Lxs invitamos en estos dos días a andar juntxs… ¡Bienvenidxs! Colectivo Lecturas en La Rampa 26 y 27 de octubre de 2018


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2. Movimientos minoritarios, volátiles, imprecisos Más de uno, como yo sin duda, leen para perder el rostro. No me pregunten quién soy, ni me pidan que permanezca invariable: es una moral de Estado civil la que rige nuestra documentación. Que se nos deje en paz cuando se trata de leer… Agenciamiento Morey-Foucault

Un movimiento en la situación donde tiene lugar Freud inventa el acto fallido en Psicopatología de la vida cotidiana ¡La vida cotidiana! (¿es que acaso hay otra vida?) Nuestro asunto no es otro que lo que tenemos entre manos. Oury llama al seminario Lo Colectivo: “Psicopatología institucional de la vida cotidiana”, podríamos imaginar que haciéndole un guiño a Freud. La materia de su seminario es lo que ocurre en el día a día de La Borde. El movimiento sobre el que se propone trabajar es en la situación, en la vida cotidiana pero plegándola. Tomando lo que aparece ahí, una metida de pata, un decir, un gesto que permite invertir o desarmar, cambiar de sentido, precisamente porque “afecta”. Una emergencia. Insistir en que el movimiento es situado. ¿O no es en el presente donde se juega l’unebevue? En un trabajo clínico, esto implicaría considerar una noción de inconsciente que no sea de las


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profundidades, ni un inconsciente sustancial, sino eso que no es ni superficial ni profundo, eso que pasa donde pasa, no en otra parte. Lo que pone la referencialidad en cuestión. “Saber hacer allí es otra cosa que saber hacer, quiere decir arreglárselas, pero ese hacer allí indica verdaderamente que no se toma la cosa como concepto.” Quizás eso mismo permitiría alivianar el peso de reproducción histórica con el que se carga a veces a la noción de transferencia, para hacer lugar a “lo que puede aparecer, lo que está latente en el espacio analítico”; irrupciones de una repetición cada vez singular. No es que lo que ha pasado antes cobra sentido después, sino que algo pasa ahora: “un nuevo amor”. Cuando algo acontece, (y esa es la fuerza de lo intempestivo, por mínimo que sea), todo cambia, los sentidos caen, o se redistribuyen, aparecen otros posibles. “Lo que se repite en una repetición no es lo que el pasado fue sino lo que el pasado podría haber sido, la virtualidad que le es inherente, el potencial de devenir que subsiste… Lo que se repite incesantemente no es lo mismo, sino lo otro: el poder diferenciante de una vida perpetuamente diferente”. Así, a través de la repetición surge lo nuevo: lo nuevo como repetición de lo otro que retoma y relanza el impulso creativo anterior.

Lo situado lleva a lo “sitiado” (de sitio). Los cuerpos y los lugares La judicialización de la vida cotidiana no es un juicio de valor, convive con los cuerpos, en las actividades diarias, en las instituciones. Está en el lenguaje. La manera de abordar diversas situaciones hoy (personales, de pareja, familiares, vecinales, escolares, de obra social, accidentes de tránsito, laborales, seguros, etc.) es a través de la inclusión en


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un proceso judicial. Esto genera efectos en las circulaciones, en las demandas, en los modos de estar con otros, es decir, en las maneras de hacer. Cada vez más leyes, más ordenamientos formales sobre la vida, y paradójicamente, a la vez, lo que confirma y garantiza el funcionamiento es justamente, la excepcionalidad. Mayores regulaciones legales y técnicas, superposición de reglamentos, y, al mismo tiempo, se naturaliza de manera casi obscena el funcionamiento del engranaje. Costumbre de lo que el más común de los sentidos marcaría como contradicción, o, mejor dicho, como un disparate. Inercia en la burocracia de la burocracia, el absurdo en su máxima expresión. Enlazando con lo planteado antes, se puede decir entonces que las prácticas son las existentes, ni más ni menos, se forma parte de eso, las maneras e intensidades se conjugan relacionalmente en los lugares que se transita. Hay participación, por lo tanto, el consenso es activo. “Cada práctica hace existir un territorio... la regla es sencilla: cuantos más territorios se superponen en una zona determinada, hay mayor circulación entre ellos, y el poder encuentra menos posiciones. La auto-organización local, imponiendo su propia geografía a la cartografía estatal, la confunde, la anula: produce su propia secesión. ¿Cómo densificar las circulaciones y las solidaridades hasta el punto en el que el territorio se vuelva ilegible, opaco a algunas autoridades?” Algunas maneras de vérnosla con los efectos del poder-saber pueden ser sustraerse del blanco, volverse opacos. Un territorio existe por las prácticas. Un territorio sería un campo a disputar. Armar un terreno, un campo de batalla… disposición de coordenadas para entrar en el juego. Una batalla supone un conflicto, tiene que haber partes. Pero es sutil, no


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de frente, es una vuelta más. Las estrategias tampoco se arman solitariamente. En ese contexto, ¿por qué no tomar la línea de las insistencias como posibilidad? Aprovechar esa confusa superposición para “tomar terreno” (quizás eso nos diferencia de Francia, quizás aquí el desorden favorece la opacidad como estrategia).

Insistir/resistir/existir Por acá empieza a delinearse alguna punta acerca de la discusión respecto de las distinciones, o no, entre resistencia e insistencia. ¿Son diferencias semánticas, teóricas, metodológicas...o de qué tipo? ¿Cómo hacer con el poder? Entonces, ¿resistir? ¿resistir es oponerse? Es agotador y rigidizante la oposición, dar la lucha de frente. ¿Hay otra forma de pensar la resistencia, como algo que se sustraiga al poder? Si hubiera, esa resistencia tendría que venir de afuera. Un afuera que no es el mundo exterior, sino lo no pensado aún. Resistencia como movimiento que permitiría armar un adentro del afuera: el pliegue. Más allá o más acá del juego de poder (fuerzas afectantes y afectadas), corriendo las formas del saber (es decir, ese límite impuesto en lo visible y lo decible), se suscitan otros posibles... Esa forma de resistir se puede leer como insistencia. Para nosotrxs, la lectura en La Rampa es un pliegue. Está dentro de las coerciones del “sistema”, pero afuera, con autonomía a ese juego. Aunque sea de a ratos. Bartleby, su “preferiría no hacerlo” es un pliegue, porque deja sin armas al poder, lo saca de juego. Sólo que su línea del afuera termina siendo mortal.


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Insistencia como modo de detenerse en esos puntos, de dar lugar a las intensidades en juego, como anclajes en zonas que no se quiere abandonar; aunque nos sugieran, inviten, convenzan u obliguen a ir hacia otra parte. Puede ser Bartleby un insistidor. Puede ser lo queer otra insistencia. Catherine Lord y “su calvicie”. La línea del afuera no es una abstracción, cada uno tiene la suya. La reconocemos “en la velocidad infinita de sus sinuosidades cambiantes”. Entonces, velocidad no uniforme. Una diferencia -pequeña quizás, pero irreductible- en el mismo lugar. El pasajero por excelencia es aquel que está sobre la línea del afuera, se trata de alojarse, de habitar el adentro del afuera. Una especie de copresencia, de aplicación del adentro sobre el afuera. El pliegue de la línea del afuera es lo que el agenciamiento Deleuze-Foucault llama zona de subjetivación. El pliegue como insistencia, que no es la contracara del poder-saber sino algo que se le sustrae. La pregunta entonces es cómo plegarse ahí mismo, no en otra parte. Porque esa otra parte, ese otro lugar, es una idealidad. Es en la vida, en la vida cotidiana donde “si no te pliegas, no podrás tomar una bocanada de aire”, donde extraer la vida del “se muere”. En el pliegue nunca hay un sujeto a descubrir, sino una subjetivación a operar.

Distancia / proximidad / zona / presencia impersonal …Entonces, ¿cómo trabajar con otros? ¿cómo estar juntos? ¿con qué distancia, con qué cercanía? ¿cómo modular el espacio o entre? Teniendo en cuenta la sutileza y precisión de habitar lo presente, lo territorial como ejercicio/estrategia, nos acercamos, justamente, al asunto de la distancia. Pensar la distancia. La “zona” no es solo un límite, sino un espacio entre.


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Considerar el entre como fabricación implica una tarea de producción. Es a partir de un movimiento de separación, de hacer trabajar una brecha, una distancia. Un movimiento que pone en tensión lo que ha separado. No es una diferencia, en el sentido de una distinción que introduce un ordenamiento. La separación o brecha es una figura del desorden, no de identidad sino de fecundidad. Así como previamente se describió la opacidad como estrategia, acá se retoma con respecto a la distancia, una distancia que no es lejanía ni distinción. Entonces, esa opacidad se vuelve una pista para acercarnos al otro, en el sentido de considerarlo en su enigma, sin suprimir ese enigma ni forzarlo, considerar que cada fenómeno expresa un punto de vista, una disposición particular. Esto no quiere decir que nos dará igual, por el contrario. Es ahí que hay que introducir los ejercicios de lo próximo y lo distante. Para Barthes sin duda ése es el problema más importante del vivir-juntos: “encontrar y regular la distancia crítica, más allá o más acá de la cual se produce una crisis. La distancia como valor, lo deseado es una distancia que no rompa el afecto, una distancia penetrada, nutrida de ternura”. Oury lo nombre gentileza, Barthes delicadeza, que querrá decir: distancia y consideración, ausencia de peso en la relación, y, sin embargo, calor vivo de esta relación. Frente al enigma, la turbidez, la opacidad, se requiere un juego con las distancias y las proximidades. Un modo de disponer las presencias en el cual no importa con quién pase algo, sino que algo pase; introduciendo así lo impersonal en la clínica. Lo impersonal en la transferencia, o lo no personal de la transferencia, una presencia ahí que no es personal. Para quien se adentre en esa zona transferencial sería necesario cierto duelo de “ser alguien”, en tanto singularidad excepcional. Prestarse a ser cualquiera...


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Escribir, publicar, hacer circular un texto anónimo, es un modo de incluir algo de lo impersonal. No se sabe si en términos transferenciales, pero sí como posibilidad de volver a poner en consideración ideas, o cuestiones quizás teóricas; tensionar nociones, saberes que circulan y sobre los que se apoyan algunas prácticas. ¿Hay vínculos entre la función “autor”, desde la perspectiva de Foucault, con la noción de “movimiento”? ¿Qué valor y qué efectos tiene sostener: “qué importa quién habla”?

Movimientos minoritarios Entonces, ¿cómo instaurar un plano que vuelva posible la percepción de distintos modos de existencia? Plano de experiencia en el cual las formas de identidad o interioridad preexistentes no sean definitivas respecto de lo que se puede ver y oír. Cada fenómeno expresa un punto de vista. Una existencia “pura” es un modo de existencia tomado en sí mismo, sin referencia a ningún otro. ¿Puede una existencia conquistar por sí misma su legitimidad? Toda existencia tiene necesidad de intensificadores para acrecentar su realidad. Es preciso dar una fuerza, una amplitud a aquello de lo que uno es el testigo. ¿Mediante qué gestos instauradores las existencias logran posicionarse legítimamente? “Hay poblaciones enteras que escapan a las alternativas clásicas, “presencias especiales” situadas entre el ser y la nada, entre lo subjetivo y lo objetivo, entre el yo y el no-yo. Variedad de formas de existencias que pueblan el mundo”. Los cuerpos nómadas no son cuerpos organizados, son cuerpos itinerantes, volátiles, conjuntos imprecisos. Crean nuevos


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espacios-tiempos, estos cuerpos sin porvenir crean una realidad por venir. Un movimiento es legitimar lo que existe, y otra cosa es “hacer existir”, sí, con comillas, lo que no tiene legitimidad. Hacer causa común con multiplicidades posibles. Nuevas potencias del cuerpo, del pensamiento o de la vida. Una lengua menor sobrevive o se inventa en el seno de la lengua mayor, es decir, no fuera o contra, sino dentro de ella. La subvierte, la hace vibrar, la intensifica, la rompe. Deshacer la organización del lenguaje sometiéndolo a las variaciones de la materia intensiva. Los chirridos, las desarticulaciones sintácticas, brechas en los encadenamientos de la axiomática. Otra insistencia entonces: “¿Cómo volvernos el nómada, el inmigrante y el gitano de nuestra propia lengua?” La política de querer los nuevos posibles que trae algo que sucede, entreverlos antes de que se disipen en una nueva organización.


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3. CUALQUIERA HABLA DE LO QUE LE PASA, LOS MODOS DEL DECIR SON INFINITOS CIRCULAR POR OTROS LUGARES HACE FALLA IMPLICARSE EN LA OTREDAD, DES-ESPEJÁNDOSE DE LAS SUJECIONES QUE DETIENEN EL MOVIMIENTO DERIVAR NÓMADE HORIZONTALIDADES TRANS -”VERSAR” SIN CABEZA POÉTICA DEL CAOS ACOGER INESTABILIDADES ESTAR AFECTADOS LUGARES POSIBLES DE NOMADEAR ¿QUÉ HACE HABITABLE UN LUGAR? LECTURAS ENTRE VARIOS INTERSECCIONALIDAD ANCLAJE EN LA PRA (X) IS ZONA COMÚN



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POSDATA En un rapto de mimetización, simulación, contagio o, simplemente plagio, empecé a escribir, en estos términos que me sacudieron un poco, un día de sacudimiento más general.

Devenir gato. 6 de noviembre de 2018 No se es lo suficientemente gato, como para animarse a decir no soy gato. Porque gato se hace, cada vez. Sí, sí, así como esas singularidades de las que hablamos, que repetimos hasta el agotamiento. Uno por uno. Psiquiatra del neuro, psicóloga del colegio, maestra de primaria, taxista que escucha cadena 3 o radio universidad, kiosquera, biólogo del Conicet, choro de la vuelta. Genera adrenalina el encuentro público, las discusiones sobre los textos que se leyeron hasta memorizarse, aunque no se entiendan. La apertura a decir algo en espacios más o menos públicos, menos digamos, porque finalmente somos un par de pelagatos, hace ruido, no se entiende la necesidad. Entonces, parece que me importa el público, y, a la vez, me chupa un huevo:


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Porque Sergio sigue loco como una chiva, un día de guardia lo acompañé en un patrullero hasta el CPA, a pesar de la oposición de un montón de funcionarios gatos. Empleados del juzgado civil y comercial, secretarios, asesoras civiles, prosecretarias, juzgado civil de turno porque se hicieron las cuatro, aunque todavía son las menos cuarto, trabajadora social, supervisor del equipo, secretaria de la dirección, subdirector, director. No se quería que fuera para allá. No sé si es así, nadie quería que fuera al CPA. No se entiende a quién responden, ¿a quién le sirven? ¿Qué cuidan? Gato porque la ley dice que no hay que encerrar si no hubo una causa penal, gato porque el CPA está repleto, no hay lugar, gato porque el director de ese lugar la tiene más larga, aparentemente. Gatos porque Sergio se cansó de chorear en el hospital y en un montón de lados, pero no lo enganchan aparentemente, ni siquiera para que sea penal y encerrarlo un rato, tal como a mí se me ocurre, que es lo único que se me viene ocurriendo para que no se muera por ahí. Gatos los policías que no nos querían llevar porque no son ambulancia, y que después no nos querían esperar porque les dijeron que me tenían que llevar de regreso. Vuelvo en taxi. No doctora, tenemos la orden de acercarla de vuelta a su hospital, y esto es solo una colaboración para un traslado, se hace tarde. Gatos los infelices iguales que yo de guardia en el CPA que tienen la delicadeza de explicarme que están al tanto de Sergio, pero toda la semana recibieron órdenes contradictorias de sus superiores. Gato yo que no se me ocurre más nada que ponerlo en un lugar bien cerrado, porque ya lo sacaron del río, porque ya se paró al frente de un auto para probar que es un superhombre, que es Dios, que es Zeus. Y quedó ahí, en el CPA, un rato. Gato es el insulto que cabe, por la fidelidad. Se es servil. Se es prostituta. Se paga, gatilla el gato.


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Los policías gato esperan en el Clío, no se mueven porque están con el aire al mango, y afuera una humedad tremenda, pero ni abren las ventanillas aunque haya quedado terrible baranda de Sergio que no se baña hace rato. Y de regreso, tal como se ejecuta la orden de trasladarme amablemente en colaboración con la asesoría de vuelta a mi hospital, se ríen de lo relatado por el gato de Sergio: que lo llevé al CPA por despecho, aparentemente, porque hubo una tercera en discordia, y me estaría vengando de su infidelidad.



Se terminó de imprimir en Córdoba en los talleres de Quality Printing, el mes de octubre de 2019. Este libro se puede fotocopiar, o remitirse a la página https://larampahnp.wordpress.com/ para copiar lo que sea, si es que algo fuera del interés de alguien.



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