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El turismo de cara a los riesgos globales

una serie de riesgos que se sienten completamente nuevos y extrañamente familiares”, señala el informe, que apunta a un retorno de fenómenos “antiguos”: inflación, crisis del costo de vida, guerras comerciales, salida de capitales de los mercados emergentes, disturbios sociales generalizados y geopolítica de confrontación.

POR JUAN SCOLLO juanscollo@ladevi.com

Después de la peor crisis de la historia para el turismo, como fue la pandemia de Covid-19, la actividad se ha puesto de pie y avanza segura hacia un nuevo ciclo de crecimiento. Pero, por muy resiliente que se autoperciba, la industria viaja a bordo de un mundo que, lejos de tener el camino despejado, está plagado de riesgos para la estabilidad del orden hasta hoy conocido.

Las advertencias de los expertos

El Foro Económico Mundial consultó a 1.200 expertos en gestión de riesgos y empresarios de todo el mundo, quienes plantearon los escenarios posibles y llamaron

ZAHIDI a prepararse colectivamente para el próximo trance como una forma de avanzar hacia un mundo más estable.

“La próxima década se caracterizará por las crisis ambientales y sociales, impulsadas por tendencias geopolíticas y económicas subyacentes. Una era de bajo crecimiento y baja inversión so- cava aún más la resiliencia y capacidad de manejar futuros choques”, planteó Saadia Zahidi, directora general del Foro, en la reunión anual de enero pasado en Davos, donde se presentó la Encuesta Mundial de Percepción de Riesgos 2023. “El mundo se encuentra hoy en un punto de inflexión crítico. El gran número de crisis en curso exige una acción colectiva audaz”, advirtieron.

Aunque muchas de las previsiones que se hicieron en el Foro de Davos suenen distópicas, lo cierto es que el lector podrá reconocer muchos de esos efectos en las crónicas internacionales que aisladamente semana a semana van ganando lugar en los portales de noticias.

“A medida que comienza 2023, el mundo enfrenta

Al mismo tiempo, eso está siendo amplificado por nuevos riesgos, que los líderes empresariales y gestores públicos de esta generación no habían experimentado hasta ahora: insostenibles niveles de deuda, una nueva era de bajo crecimiento, baja inversión, desglobalización y disminución en el desarrollo humano, tras décadas de progreso rápido y sin restricciones. Todo ello bajo la presión del cambio climático y la impostergable transición hacia una economía sostenible. “Juntas, estas amenazas están convergiendo para dar forma a una década incierta y turbulenta”, manifestó el Foro.

¿Una década de policrisis?

Una advertencia interesante que hizo el Foro Económico Mundial es respecto a la naturaleza interconectada de los riesgos, no solo entre áreas sino también temporalmente. Es decir, se puede incurrir en la mala praxis de poner todo el foco en atender las emergencias inminentes en detrimento de las percibidas como a más largo plazo.

Eso fue efectivamente lo que pasó con la actual crisis energética, que causó un retroceso de los esfuerzos para mitigar el cambio climático en el largo plazo. El espejis- mo durante la pandemia fue confundir la menor demanda de combustibles fósiles por el confinamiento con un avance en la transición energética. La guerra en Ucrania no hizo más que dejar en claro que, cerrada la importación de gas ruso, la alternativa a la cual se recurrió fue, lejos de reducirlo, ampliar el uso de combustibles fósiles.

“El clima y el desarrollo humano deben estar en el centro de las preocupaciones de los líderes mundiales, incluso mientras luchan contra las crisis actuales”, afirmó Saadia Zahidi.

Y es la naturaleza interconectada de estas crisis lo que el Informe de Riesgos Globales de este año señala como un peligro particular. “El mundo se encuentra hoy en un punto de inflexión crítico. Las crisis concurrentes, los riesgos profundamente interconectados y la erosión de la resiliencia están dando lugar al peligro de ‘policrisis’, donde crisis dispares interactúan de tal manera que el impacto global supera con creces la suma de cada parte”, advirtió el Foro Económico Mundial en Davos.

Los riesgos a largo plazo

En la visión a 10 años, por abrumadora mayoría, el riesgo saliente es el ambiental. De hecho, por primera vez en el ranking elaborado por el Foro esa preocupación se lleva los cuatro primeros puestos del top ten. Primero, la incapacidad para mitigar el cambio climático, seguido de la imposibilidad de adaptarse al mismo, luego el riesgo de desastres naturales y eventos climáti- cos extremos y, finalmente, la pérdida de biodiversidad y el colapso de los ecosistemas.

En cambio, los que a corto plazo son vistos como las principales emergencias quedan totalmente solapadas en el horizonte: la crisis del coste de la vida desaparece por completo de los 10 primeros puestos, mientras que la confrontación geoeconómica desciende hasta el 9º.

En este sentido, es muy impresionante la sensación de que los ambientales no solo son los riesgos más importantes, sino también para los que estamos menos preparados. El 70% de los expertos y empresarios consultados a nivel global consideran que las medidas existentes para prevenir o prepararse para el cambio climático son “ineficaces” o “altamente ineficaces”.

Los Estados se muestran impotentes a la hora de acordar mecanismos de financiación para inversiones en infraestructura verde, ni siquiera hay metas compartidas, marcos regulatorios sólidos o, al menos, acuerdo sobre qué constituye la adaptación. Y el mercado per se tampoco da la talla con mecanismos para manejar los shocks financieros que implica el cambio climático en una economía dependiente de la naturaleza. Por ejemplo, solo el 7% de las pérdidas económicas por eventos de inundación en mercados emergentes (el 31% en avanzados) han sido cubiertos por seguros en los últimos 20 años. El Foro entregó un dato aún más escalofriante: las aseguradoras están pensando en retirar parte de la cobertura ante catástrofes climáticas.

El impacto en la región y en el turismo

Es obvio que cada uno de los riesgos de los que venimos hablando, cuando se concretan, tienen impacto en la llegada de turistas al destino. Ya sean producto de la inestabilidad política, económica, social o ambiental, siempre la percepción de seguridad de un lugar es el elemento que condiciona con más preponderancia la elección por parte de los turistas.

Sobran los ejemplos recientes para demostrarlo, más aún en Latinoamérica. De hecho, la actividad turística en Perú está padeciendo el poder corrosivo de lo que aparentaba ser “una crisis política más” (las autoridades ya informaron una caída de las reservas del 60% para el primer semestre del año).

Pero el punto no es contar las pérdidas, sino entender que la incertidumbre es potencial, inconmensurable e incontrolable, pero el riesgo siempre es una consecuencia de decisiones humanas, y el que se convierta en una crisis disruptiva depende de cómo se gestione previamente esa amenaza potencial.

En Latinoamérica las señales con potencial desestabilizante están a la mano. “La desaceleración del crecimiento, la inflación elevada y la incertidumbre mundial implican que este año los niveles de vida disminuirán para mucha gente de la región y que habrá un mayor grado de ansiedad con respecto al futuro”, anticipó el Fondo Monetario Internacional en su revisión del pronóstico para 2023.

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