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La Rebelión de los Indios de Mezcala
from jalisco240423
Tras la derrota de puente de Calderón, un excombatiente insurgente, Encarnación Rosas, decidió regresarse a su tierra, Chapala, y continuar con su oficio de pescador. Un militar realista de nombre Vicente Iñiguez tenía identificado a Rosas y planeó capturarlo. Pero el pescador, enterado de las intenciones del militar, se anticipó y armó un grupo de indios con hondas y piedras. Cuando se presentaron los soldados realistas a aprehenderlo, los hombres de Rosas los recibieron con tal furia que terminaron huyendo hasta Chapala.
Esta fue una de muchas escaramuzas y batallas que se suscitaron entre ribereños y realistas hasta 1816, año en que capituló la fortaleza de Mezcala y con ellas los últimos insurgentes de la región.
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Mal armados, inferiores en número y sin ninguna instrucción militar, el éxito de la resistencia de los pescadores de Chapala se debió, en buena medida, a su destreza en el manejo de sus canoas. En sus barcazas enfrentaron los botes e incluso veleros de los españoles, muy superiores en tamaño y resistencia. Otro punto a su favor fue el apoyo que recibieron de los pueblos y rancherías de la rivera que, en casi cuatro años de lucha, no dejaron de enviar alimentos y pertrechos a los defensores de Mezcala
Para el año de 1814 la desesperación del virrey Félix María Calleja era manifiesta y la desazón del presidente de la Nueva Galicia, José de la Cruz también. Para ambos el problema de acabar con la insurrección de Mezcala más que vital resultaba molesto y humillante.
Cuando el capitán español, Juan Delgado, le describió en un comunicado, fechado el 21 de diciembre, al general De la Cruz la temeridad con la que navegaban en sus canoas los ribereños insurrectos, recibió un severo regaño y una cruda lamentación de parte de su superior por la falta de pericia y valor de los navegantes españoles que, manejando buques de mejor construcción y mayor resistencia, se intimidaban fácilmente cuando arreciaban los vientos y temiendo posibles desventuras preferían regresar a los embarcaderos a diferencia de los indios de Mezcala que, impasibles, remontaban olas y malos tiempos en sus frágiles canoas.
Al mes siguiente las malas noticias continuaron. Una escuadra de pequeñas embarcaciones insurrectas, dirigidas por José Santa Anna, atacó un depósito de maíz en Ocotlán apoderándose de gran cantidad de granos que llevaron hasta Mezcala, después de repeler el contraataque de las fuerzas realistas comandadas por Gaspar de Maguna.
Santa Anna intentó un nuevo ataque sobre Ocotlán el cual fracasó. Mientras tanto, entre los realistas hubo cambio de mandos. Maguna fue sustituido por el capitán de Marina, José Narvaez y el brigadier Manuel Pastor quedó al frente de las fuerzas de tierra.
A este cambio de mandos siguió una nueva y escandalosa victoria insurgente. De mucho tiempo, la falúa Teresa se dedicó a vigilar los movimientos de entrada y salida de la Isla de Mezcala para luego dar aviso a los realistas. Percatándose de esta situación, el padre Castellanos le encomendó a Santa Anna apoderarse de la embarcación enemiga; misión que cumplió con éxito.
Animado por esta victoria, el 18 de agosto enfrentó a una sección de la división de Luis Quintanar a las órdenes de José Vallano. Los realistas venían de Jiquilpan y trabaron combate con los insurgentes en el Divisadero. Santa Anna los derrotó; pero, cometió un error que le costó la vida a muchos de sus hombres. Regresó a la isla dejando a sus tropas solas y con la consigna de esperarlo en la costa de Columba. Al día siguiente y de forma sorpresiva, el capitán Luis Correa, al mando de 170 veteranos, atacó a los insurgentes a los que derrotó e hizo muchos muertos y despojó de cuatro cañones.

Incapaces de obtener una victoria definitiva sobre los pescadores o de tomar su fortaleza isleña, los realistas optaron por privarlos de toda fuente de abastecimiento, es decir, empezaron a arrasar todos los pueblos ribereños y junto con ellos las siembras y ranchos.
La táctica de guerra total dio resultados. Los defensores de Mezcala empezaron a morir de hambre, además, una epidemia que se propagó entre todos los habitantes acabó con navegantes y pescadores, con lo cual, el desabasto de víveres se incrementó.
Panorámica de la Isla de Mezcala y el mapa de la misma trazado en 1815.


Pintura de Marcos Castellanos, héroe insurgente.
Ante semejantes apremios, la única salida que tenían los hombres de Santa Anna era la rendición. El general De la Cruz envió un emisario a platicar con el caudillo de los ribereños para solicitarle su capitulación bajo unos términos bastante dignos: como el otorgarle el nombramiento de gobernador de la isla, la reconstrucción de los poblados de la Laguna y la exención absoluta del pago de tributos.
Después de consultarlo con el padre Castellanos y convencido de no poder sostener con sus maltratadas tropas y escasas armas la guerra contra los españoles aceptó capitular.
Santa Anna se presentó para firmar la rendición ante el presidente de la Nueva Galicia; quien lo trató como a un digno y valeroso enemigo; como a un hombre que, con escasos recursos de guerra, le dio pelea y lo enfrentó de igual a igual durante casi cuatro años