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Cuento de SOGEM Sueño contra la desdicha
from 19-07-2023
fuera cierto, de que todas esas historias que amablemente me contaban con el fin de que yo reaccionara, fueran una señal del universo para que yo le pusiera punto final a este nuevo proyecto. No sucedió, continué y aquí estoy.
La feliz espera, así le nombran. Me resulta tan dulce y confortante pensar en lo bello, donde no caben los malos augurios; prefiero la luz y los buenos deseos. Imagino el momento sublime del encuentro, el verdadero amor a primera vista, el olor a vainilla, algodón de azúcar y jazmín, todos los aromas explotando en mis sentidos, la piel erizada, el llanto contenido o derramado por mi regalo más anhelado.
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Ahora entiendo: los milagros ocurren. Hace un par de años me decidí a ser madre y puse mi anhelo en tus manos, pues eras el único que podría conceder ese don. En mi desesperación y en los intentos fallidos por cumplir mi deseo, te recordé. los rezos no se olvidan con facilidad, ahí quedan guardados como una memoria de reserva para los casos imposibles. Clamé a ti y decidiste mi suerte. ¡Cómo pude confiarte mi sueño más grande! Qué otra cosa era, sino una marioneta a merced de un titiritero.
Convertirme en madre era un sueño y podía pagarlo mi cuenta de banco. Encontrar la clínica adecuada, los médicos especializados y realizar los estudios necesarios, fue un proceso rápido
Creación Literaria
Betsabé Jiménez Carranza
Crónica Jalisco
Esta mañana, en efecto, sucedieron las horas como las imaginé. Era un parto planificado, eso daba certidumbre a mis nervios primerizos. La maleta guardaba una bata de flores lilas, zapatos cómodos, una bolsa con cosméticos, una faja que me dejaría perfecta para la sesión de fotos después de tu nacimiento. Envueltas en celofán, traía conmigo un paquete con tarjetas de agradecimiento para cada visita que recibiera. La otra maleta, la blanca y pequeña, estaba más bien llena de sueños e ilusiones acumuladas. Cuidé cada detalle, di pausa al trabajo y puse un alto a mi dieta hipercalórica, las mañanas de ejercicio se volvieron nueva rutina, nuevos hábitos, ahora gastaba las horas planificando tu llegada, decoraba la futura habitación, hacía espacio en las repisas para las próximas fotos, lo que hiciera falta cumplir en mi lista de deseos.
Convertirme en madre era un sueño y podía pagarlo mi cuenta de banco. Encontrar la clínica adecuada, los médicos especializados y realizar los estudios necesarios, fue un proceso rápido. Los resultados no ocurrieron de la misma forma, tuve que intentarlo más de una vez y la espera se volvía insoportable. Las opiniones nunca faltan en estos casos, vienen por cientos, se acumulan y empiezan a causar un picor en la piel como una alergia que no puedes controlar. Algunos comentarios se quedan flotando en el ambiente por días, como el he- cho de que estoy sola, o que soy ya muy mayor para concebir, que nunca he sido cariñosa o maternal, que quizá me arrepienta en las primeras noches cuando el alarido no me deje dormir todas las horas que acostumbro. Tuve miedo de que
Ahí estás a la distancia, nos separan los cristales y el miedo de que todo lo contado sea verdad. El sueño vuelto desdicha se materializa. Contemplo tu cuerpo lechoso, inacabado; no puedo mirarlo, bajo la cabeza, la bata traslúcida y húmeda transpira enojo, las costuras de la herida no contienen la rabia, a manotazos aparto al fotógrafo que quiere inmortalizar mi desgracia, como para un espectáculo vendido en los pasillos, y ya percibo las murmuraciones de enfermeras y pacientes, que le dan de comer a su morbo vestido de compasión. Estoy en espera de que la pesadilla termine, no puedo decir que me cambiaron al recién nacido si eres el único que nació hoy. Aprieto los ojos queriendo estrangular la imagen de tu cara, tu labio hendido, tu sonrisa truncada. No eres mi carne, no eres mi sangre, no eres lo que esperaba ¿cómo vuelvo el tiempo atrás? ¡Cómo te devuelvo! Las horas se extienden como pájaros en las líneas de luz. Dicen que tienes una falla cardíaca, que tu deformidad no se detiene en lo visible, que solo unas horas te separan de la eternidad. Que serás reclamado por tu Hacedor. He comenzado a salir del empantanado anuncio de tu nacimiento, los resuellos son de alegría, el alivio no viene de los analgésicos. Tu muerte me hace amarte.
*Cuento escrito en el Taller de SOGEM Guadalajara “Los Géneros del Cuento” coordi-nado por Carolina Aranda Araiza