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Carlos Bustos; el terror amable

Javier Paredes* metropoli@cronica.com.mx

Dicen que el escritor Carlos Bustos inició su vocación literaria siendo niño, cuando su padre –con amoroso cuidado– le contaba bellas historias de terror, a principios de los años setenta.

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Yo le conocí algo mayor, pero sus ojos nunca perdieron esa cálida luz como de infante; y sus relatos siguieron estando sembrados de maravillas. Aún recuerdo los breves atisbos que pude vislumbrar de su gran humanidad: el tono de su voz, clara y profunda, cuando oficiaba como lector en nuestras clases, las referencias a la absenta, a sesenta tipos de fobias y alguna corta estancia en el afa- mado Salón del Bosque. La primera lectura de clase fue –creo- el cuento corto “El patio trasero de Canavan”, de Joseph Payne Brennan.

Mi imagen de él es también la de un afectuoso hombre de familia, que dedicó su novela “El libro que resucitaba a los muertos” (Montena, 2013) a su hermano Francisco; y que sigue siendo recordado entrañablemente por Alexandro. No tuve el placer –el destino no me lo concedió– de convivir más con su persona. Tengo de Carlos la reminiscencia de una pequeña serie de viñetas, hermosas y significativas, que se van desvaneciendo en mi memoria, que se alimentan de la nostalgia y cambian un poco con el tiempo.

Una de esas viñetas fue la presentación, en noviembre del año 2015, de “Festín de Muertos”, de Editorial Océano: el escenario era el Panteón de Belén, la puesta fue nocturna. La escritora Edna Montes hacía los honores como lectora invitada –una lindísima zombie por paradojas del cosplay– y Cecilia Magaña, también escritora, presentaba; Carlos, sentado en un sofá, sereno, afable, leyendo quizá algún fragmento de su cuento “Señor Z”, con ese tono pau- sado, rítmico y sentido que tanto lo distinguía. Aún conservo la dedicatoria y el autógrafo, como una especie de reliquia de primer orden.

Otro recuerdo –algo anterior– fue la labor fundacional de Bustos en “Tétrica, Festival de lo Inquietante”, en octubre de 2015. Lo que fue, por así decirlo, el principal antecedente del actual Fóbica Fest. El lugar al que acudí era la Casa Zuno, atestado a más no poder, lleno de lectores y aficionados al género, cuentos maravillosos y el extraño performance de un sujeto que se presentó sin ser concursante y que hizo una mezcla de stand up con terror (algo sobre un enano lavaplatos). El evento fue un éxito. Así lo reseñó la Gaceta Universitaria, dando el oportuno crédito a sus dos colaboradores Rodrigo Chanampe Guevara y Rogelio Vega.

En febrero de 2016, en la librería José Luis Martínez, se presentó “Río entre las Piedras” (Editorial Paraíso Perdido / Secretaría de Cultura de Jalisco), que recoge uno de mis cuentos favoritos de Bustos, “La oscuridad derramada”, con ilustración de Sergio Vicencio. La historia transcurre en el querido barrio tradicional de El Santuario; y sus épocas

–mis épocas– contribuyen al sentimiento de terror, por cercanía geográfica y emocional. No recuerdo haber visto a Carlos en el acto, mi retentiva es feble: quizá fue o quizá la enfermedad no se lo permitió. Al tiempo, en ese mismo año, recibimos la triste noticia.

Herodoto, en el primero de los “Nueve Libros de la Historia”, nos refiere la muerte de Cleobis y Bitón, dándonos a entender que expirar en la plenitud de nuestros años es el mayor de los dones de los dioses; sin sufrir las penalidades de la vejez, ni el abandono paulatino de los seres queridos que se nos adelantan. Pero los hombres somos tercamente egoístas y añoramos que aquellos a quienes queremos vivieran para siempre entre nosotros…

* Javier Paredes es autor de la plaquette “Fuego Negro” y colaboró, del 2017 al 2018, con la columna mensual “Sueños Lúcidos”.

DATO:

Sociedad Fantásmica: es un homenaje al escritor Carlos Bustos (1968-2016).

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