
7 minute read
Isaac Torres Cruz
from 11-09-2021
La canción del rock mexicano se comenzó a escribir en el mítico festival, señala José Manuel Aguilera, quien participó en el coloquio “Desde la Academia”, organizado por el festival y la UNAM
Advertisement
Coordenada Crónica
Isaac Torres Cruz
isaac.torrescu@gmail.com
Tras el Festival de Avándaro, la criminalización del rock, la juventud y la libertad, dio paso al crecimiento juvenil del género musical dentro de guetos urbanos conocidos como “hoyos funky”; las cenizas del festival fertilizaron esos espacios, donde generaciones de músicos abrevaron con sed la tradición de la resistencia y la conciencia disruptiva a través del rock. El fuego primitivo y gestante fue Avándaro.
José Manuel Aguilera es uno de esos herederos de la llama primigenia y aunque no asistió al festival, como todos sus hijos, colectó sus cenizas donde la exploración lo llevase. Como varios más de su generación la búsqueda fue en los hoyos funky. El tótem musical, líder de La Barranca, relata esta incursión para expresar cómo, de manera directa e indirecta, todos los que han tomado el camino del rock en nuestro país son hijos y herederos de Avándaro.
“¿Cómo explicar la maraña de sensaciones que sentía uno al asistir a estos toquínes semiclandestinos? La tentación magnética del fruto prohibido, la adrenalina eléctrica de la transmisión; el empoderamiento intoxícate de la hazaña. ¿Cómo explicar el deslumbramiento de la revelación? (porque había también revelaciones). Entre ese público asistente tal vez había músicos aspirantes, en ciernes, quienes no eran músicos, o no sabían que lo eran, pero que, sin embargo, estaban dispuestos a imaginar”.
Las palabras son parte del ensayo “El recuerdo de un sueño”, expuesto en el conversatorio “Desde la Academia”, organizado por la UNAM y el comité del Festival Avándaro, que se llevará a cabo este fin de semana de manera virtual. Y continúa: “En esas presentaciones, a un tiempo ilícitas e iniciáticas, ¿a cuántos no sedujo Alex Lora con su postura irreductible y su grito áspero?, ¿a cuántos más no les voló la cabeza la guitarra líquida y psicodélica de Ricardo Ochoa, en Nahuatl? Reconocer estos vasos comunicantes en la imaginación es trazar la ruta de Avándaro, porque muchos de esos, a partir de estas tocadas clandestinas, decidimos empuñar una guitarra, escribir una letra o hacer un grupo de rock; todos, aunque no citen ni a Ochoa ni a Lora y mucho menos a Avándaro, todos provienen de esas semillas clandestinas. Acaso éstos, a su vez, hayan influenciado a otros y otras generaciones posteriores, aún más lejanos de las coordenadas físicas y temporales de Avándaro. Y esos otros, acaso sin saberlo, también se ali-


Graciela Iturbide asistió a Avándaro para fotografiar las carreras, serendipia que le permitió captar el festival.
Tomado del libro “Yo estuve en Avándaro”, que contiene fotos de la artista mexicana Graciela Iturbide.
Jesús Pavlo Tenorio fue uno de los fotógrafos que documentó el festival, realizado en 1971.
mentan de ese espíritu primigenio cada vez que intentan escribir sus propias rolas, lo cual no es poca cosa en un país que aún trata de encontrarse a sí mismo”.
DESDE LA ACADEMIA
Aguilera fue invitado por el mismo Ricardo Ochoa –quien tocó con la agrupación Peace and Love en el mítico evento musical– a participar en la conmemoración del festival, no sólo en una presentación este fin de semana, que incluye a destacadas bandas de rock del país, sino también a través del conversatorio “Desde la Academia”, un coloquio de varias entregas coordinado por académicas y especialistas de las facultades de Filosofía y Letras (FFyL) y de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM.
En el acto virtual, Rogelio Laguna García, académico de la FFyL, apuntó que Avándaro fue heredero a su vez de los movimientos sociales de 1968 y 1971. “En 1971 se vivía el totalitarismo enmascarado, represión y un entorno que, quienes no lo vivimos, aún no alcanzamos a entender. El rock estaba en esa ruta de la prohibición, represión y censura, porque no se sabían cuáles serían sus resonancias hacia el futuro. Se veía en el rock un símbolo de transformación que tomaba fuerza, que nos llevaría al 11 y 12 de septiembre de ese año”.
El académico cuestiona ¿cómo es que Avándaro se transformó en esa bandera de la resistencia y contracultura? ¿Cómo se “salió de control”? “Era un evento bien producido, con carreras de autos y organizado por Luis de Llano –productor de televisión alineado al régimen, quien nunca organizaría un evento disruptivo como el festival–; ahí tenemos un pendiente, por lo que debemos recoger más documentos y testimonios y hacer una interpretación más profunda para saber cómo esta carrera de autos se convierte en un ejercicio de la resistencia, sobre el que, poco a poco, el gobierno se dio cuenta que algo estaba pasado”.
El rock nacional tomaba la voz y el festival enmarcó lo que, en filosofía, dijo, es llamado “la muerte de dios” para dejar paso al “El jardín de las delicias”, en alusión a la obra de El Bosco: “personas bailando, girando, figuras que no se habían visto. El desmadre total en este cuadro. Es el jardín de las delicias que ocurre con la muerte de dios y muestra lo que vendrá en el resto del siglo, la revolución sexual, anticonceptivos, la diversidad sexual, la gran y profunda discusión sobre las drogas, el papel de las mujeres…”.
UNA SOLA CANCIÓN
Por su parte, Luis Avelino Sánchez Graillet, especialista en filosofía e historia de la ciencia y profesor de la FFyL, hizo resonancia sobre la continuidad no lineal en la herencia del festival. “Avándaro se habría esfumado casi por comple-
Presentación de libro
El lente de Graciela Iturbide
A 50 años del Festival de Avándaro, se presentará el libro “Yo estuve en Avándaro”, obra que contiene fotografías que la artista mexicana Graciela Iturbide capturó en 1971 en el festival. Editado por Trilce se presentará vía streaming este sábado 11 y domingo 12 de septiembre a través de la página festivalavandaro.com, dijo en entrevista Federico Rubli, uno de los autores de la publicación.
“El libro surge de una conjunción muy afortunada entre Graciela Iturbide y yo, ella fue a Avándaro como fotógrafa para registrar la carrera de automóviles y no el festival de rock como ella misma lo refiere en el texto. Graciela no estaba interesada en el rock, pero cuando vio que no habría carreras se puso a fotografiar el concierto, negativos que guardó de manera cuidadosa durante 45 años”, platica Rubli.
Narra que no conoció a Graciela Iturbide en Avándaro. “Nos conocimos hasta que hicimos el libro y me maravillé cuando vi por primera vez las fotos, ella logró captar el espíritu y la alegría que transmitían los rostros de los asistentes”.
El autor detalla que no hay testimonios gráficos amplios sobre el festival. “Se supone que fue filmado por el Telesistema Mexicano, pero esas cintas con la represión fueron incautadas y desaparecieron”. (Reyna Paz Avendaño) to desde hace mucho tiempo: no parece ser una influencia estética ni ideológica para el rock actual, aunque subsiste como el momento fundacional del rock, un mito. No obstante, aunque el ideario se haya perdido en los setentas, fue un momento constitutivo para el rock”. ¿Qué habría ocurrido sin Avándaro y sus consecuencias, condena y persecución?, cuestiona. “El rock no se habría desarrollado en los hoyos funky, sino en Siempre en Domingo, habría sido comercializado y cooptado, habría resultado un rock incipiente, domado, desdentado, asimilado como un género más entre los aceptables; carente de espíritu contestatario, estética y socialmente, sólo otro sabor más del día para elegir y no un medio para expresar inconformidad o rebeldía”.
Esa rebeldía disruptiva se desarrolló en los hoyos funky, la semiclandestinidad, a través de cassettes y cintas del Tianguis del Chopo, agrega. “Si bien el rock actual no heredó de Avándaro su música, su estética o su ideario, al final, obtuvo algo más importante, su alma rebelde”.
Para José Manuel Aguilera, un grupo, un artista, un músico… escribe parte de una gran canción. En entrevista con Crónica en diciembre pasado, citaba a Jack Bruce, cantante de Cream, quien decía que “uno no hace muchas canciones, sólo hace una durante su vida desde diferentes puntos de vista”.
Por ello, agregó en el coloquio, si la tradición del rock en México se considera una sola canción, ésta se empezó a escribir en Avándaro. “Pienso que, en México, todos los que hacemos música relacionada con el rock, aún los que no estuvimos en Avándaro o los que ni siquiera habían nacido cuando tuvo lugar el festival, todos venimos de ahí” .